El poder espiritual de la empatía - CYNDI DALE - E-Book

El poder espiritual de la empatía E-Book

Cyndi Dale

0,0
8,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Descubre tus habilidades empáticas innatas con la orientación de la reconocida autora CYNDI DALE. Con este curso de capacitación práctica, aprenderás a usar la empatía fácilmente con el fin de mejorar tus relaciones personales y sanarte tanto a ti mismo como a los demás. El poder espiritual de la empatía presenta de manera accesible esta habilidad a menudo incomprendida, lo que nos permite ampliar nuestro conocimiento sobre qué es la empatía, cómo funciona y sus numerosas manifestaciones. Establece conexiones más profundas con tus seres queridos, recurre a técnicas especializadas para registrar y filtrar la información y descubre soluciones para superar las dificultades a las que suelen enfrentarse las personas empáticas. Con el poder de la empatía, conseguirás transformar tu modo de vida, al tiempo que te conectas con el mundo que te rodea. Obra galardonada con la Medalla de oro de los premios IPPY 2015 en la categoría de New Age (mente-cuerpo-espíritu).

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 389

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Cyndi Dale

EL PODER ESPIRITUAL DE LA EMPATÍA

Desarrolla tus dones intuitivos

Si este libro le ha interesado y desea que le mantengamos informado de nuestras publicaciones, escríbanos indicándonos qué temas son de su interés (Astrología, Autoayuda, Ciencias Ocultas, Artes Marciales, Naturismo, Espiritualidad, Tradición...) y gustosamente le complaceremos.

Puede consultar nuestro catálogo en www.edicionesobelisco.com

Colección Psicología

EL PODER ESPIRITUAL DE LA EMPATÍA

Cyndi Dale

1.ª edición en versión digital: junio de 2018

Título original: The Spiritual Power of Empathy

Traducción: Daniel Aldea

Corrección: Sara Moreno

Diseño de cubierta: Enrique Iborra

© 2014, Cyndi Dale

(Reservados todos los derechos)

Publicado por acuerdo con Llewellyn Publications,

Woodbury, Minnesota, USA, www.llewellyn.com

© 2018, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-373-7

Maquetación ebook: leerendigital.com

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

El poder espiritual de la empatía

Créditos

Contenido

Introducción

Primera parte. Cimientos

Capítulo 1. Tus dones empáticos: las percepciones

Capítulo 2. Tu cuerpo empático: diseñado para conectar

Capítulo 3. Compasión: el revestimiento del alma empática

Capítulo 4. Descubre el tuyo: los seis estilos empáticos

Segunda parte: Aplicación práctica

Capítulo 5. Herramientas para una empatía compasiva

Capítulo 6. Sanación empática: cómo podemos sanar a los demás y a nosotros mismos

Capítulo 7. La empatía en las relaciones personales

Capítulo 8. La empatía y tu vocación: el impulso a ayudar

Conclusión. Asume tus dones: el placer de la empatía

Apéndice 1. La simpatía (y otras falsas empatías)

Apéndice 2. Deficiencia empática

Glosario de términos

Bibliografía recomendada

Introducción

Si nos obligaran a definir o describir qué es la empatía, la mayoría de nosotros recurriría a una descripción unidimensional, algo así como la capacidad aparentemente sencilla de imaginar por lo que está pasando otra persona, normalmente la capacidad de imaginar cómo se siente. No obstante, tras décadas de experiencia como consejera intuitiva, y después de años investigando y escribiendo sobre medicina energética sutil y las aplicaciones de los dones intuitivos y espirituales, he descubierto que la empatía suele provocar más de un malentendido.

Antes de dilucidar dichas confusiones, es importante señalar que la empatía ha sido objeto de estudio y análisis por parte de numerosas mentes brillantes, desde psicólogos o expertos en neurología a sabios, santos o sanadores. Uno de los autores y profesores contemporáneos que más ha contribuido a la comprensión de la empatía es el doctor Daniel Goleman, cuyas aportaciones analizaré brevemente en la primera parte del libro. Mediante la diferenciación entre empatía cognitiva, empatía emocional y lo que él denomina preocupación empática, Goleman ha abierto nuevos horizontes en el conocimiento de dichas capacidades innatas.

No obstante, a pesar de las importantes ideas que tanto él como otros pensadores nos han ofrecido para la mejor comprensión de la empatía, a menudo ésta es vista simplemente como una capacidad única en lugar de una serie de dones. Gracias a mi trabajo, he aprendido que la empatía va mucho más allá de la visión simplista que tiene la mayoría de la gente. La empatía abarca pensamientos, percepciones, sensaciones y casi todas las otras formas de conciencia con las que estamos bendecidos –incluso los dones psíquicos–, y se extiende no sólo a otras personas, sino también a grupos, animales, plantas e incluso objetos de la naturaleza. En mi opinión, cuando nuestras capacidades empáticas están plenamente desarrolladas, éstas comprenden un conjunto multidimensional de habilidades espirituales que operan con fuerza en el marco del cuerpo sutil, una serie de estructuras a través de las cuales circula energía sutil, o energía difícil de identificar. Nuestra anatomía energética sutil está compuesta por canales de energía (como los meridianos), cuerpos energéticos (incluyendo los chakras) y campos de energía (como, por ejemplo, el campo áurico). Y cuando ese poder entra en juego, podemos alcanzar niveles profundos de conexión y comprensión.

Solemos definir la empatía como si supiéramos lo que es, cuando, en realidad, ésta escapa a una simple definición en una entrada de diccionario o incluso en una sección entera de un manual de psicología; la empatía forma parte de la psicología y, al mismo tiempo, la trasciende. Aunque, por supuesto, en el nivel más profundo, más allá de cualquier definición, todos conocemos la belleza de la empatía. El objetivo de este libro es volver a familiarizar al lector con sus capacidades empáticas innatas para que así pueda transformar el modo en que ve y experimenta su propia vida.

La empatía y nuestros dones psíquicos

Para poder liberar tu poder empático, primero es necesario que conozcas todos los niveles empáticos a tu disposición, incluyendo aquéllos considerados psíquicos o esotéricos. Son muchos los profesionales esotéricos que utilizan el término clariempatía, que significa «emoción clara», para referirse a una habilidad psíquica autónoma que nos permite experimentar los pensamientos, emociones y síntomas de otras personas. Sin embargo, según mi opinión y experiencia, la empatía es más multidimensional de lo que sugiere dicho término; la empatía incluye todo un conjunto de capacidades psíquicas o relacionadas con la energía sutil, así como otras habilidades más ampliamente reconocidas, como la capacidad de hacerse presente o de escuchar. Por tanto, he decidido no utilizar el término clariempatía. Según mi punto de vista, el término empatía utilizado de forma más general es más significativo porque abarca todo el espectro de la experiencia empática, tanto la sutil como la tangible. Como ocurre con otras palabras que tienen un gran significado para nosotros, como amor o afecto, representa los diversos niveles de una experiencia intensa y sentida. En el caso que nos ocupa, la empatía es una experiencia de conexión.

A todo el mundo le gusta conectar. Y lo que es aún más importante, todos necesitamos conectar. Los niños que carecen de afecto a menudo no se desarrollan adecuadamente; los ancianos que viven aislados en sus viviendas experimentan soledad y depresión. Existen comportamientos y actitudes que facilitan la conexión y la atención y otros que las inhiben y evitan. Un pensamiento sutil o inaudible sobre alguien, si es afectuoso, puede abrir el camino a la compasión dado que la otra persona podrá sentirlo. Sin embargo, si juzgamos mentalmente a alguien, por ejemplo, «qué aspecto más raro tiene esa persona», esa persona percibirá inmediatamente nuestra actitud sutil y se cerrará en banda. Podríamos denominar empatía a la suma de todos estos intercambios, a menudo silenciosos, que propician el aumento de la conexión.

Los tres mecanismos de la empatía psíquica

Podríamos considerar que los dones de energía sutil involucrados en la empatía son los mecanismos que nos permiten ser empáticos. Pueden funcionar de forma independiente, en pequeñas combinaciones o todos a la vez.

Denomino dones empáticos físicos al primer conjunto de mecanismos porque nuestro cuerpo identifica este tipo de empatía como una experiencia física directa. Éstos incluyen:

• El sentido claro (clarisentencia), que puede manifestarse emocional o mentalmente.

• El gusto claro (clarigusto).

• El olfato claro (clariolfato).

• El tacto claro (claritacto).

• El conocimiento claro (clariconocimiento).

Además de las anteriores, existen otros dos grupos de habilidades sutiles, dones psíquicos que gozan de una mayor popularidad, que también desempeñan un papel en la experiencia empática:

• La visión clara (clarividencia), la capacidad de ver información psíquicamente.

• La audiencia clara (clariaudiencia), la capacidad de oír información psíquicamente.

Al contrario que la primera serie de dones empáticos, que nuestro cuerpo identifica como sensaciones físicas, la clarividencia y la clariaudiencia proporcionan percepciones e información que se registran en la mente (el «ojo de la mente» o el «oído de la mente»). Considero que estos dones son también un conjunto de habilidades porque cada uno de ellos puede adoptar múltiples formas. Por ejemplo, una persona clarividente puede recibir psíquicamente un mensaje sobre la experiencia de otra persona a través de una imagen, un símbolo, un color o incluso mediante una serie de imágenes en movimiento. Las personas con la capacidad de la clariaudiencia pueden escuchar de forma intuitiva palabras, frases, música o tonos.

En conjunto, estas tres series de habilidades –los dones empáticos físicos, la clarividencia y la clariaudiencia– conforman los tres dones es­pirituales principales que permiten el desarrollo de nuestra naturaleza es­piritual.

Aunque en los próximos capítulos exploraremos más a fondo las percepciones empáticas, ¡tus dones empáticos son mucho más que eso! Como descubriremos en el capítulo 2, todos los centros espirituales de nuestro cuerpo están asociados a un don psíquico o a más de uno; la mayoría de ellos están relacionados con la empatía física. Sólo dos están vinculados exclusivamente con los dones espirituales de la clarividencia y la clariaudiencia. Al examinar todas las habilidades psíquicas en este contexto, descubrirás que todo tu cuerpo energético está preparado para la conexión empática.

En general, la empatía es un camino vital para la continua transformación de nuestras experiencias físicas en lecciones espirituales. También nos conduce directamente a la puerta de la compasión, esa llamada interior que nos impulsa a aliviar el dolor de los demás recurriendo a la empatía, un tema esencial y oportuno que exploraremos en profundidad a lo largo del libro.

Los seis estilos empáticos

La experiencia empática puede incluir una o todas las percepciones que acabamos de mencionar, en función de los dones e inclinaciones naturales de cada persona. Además de identificar estas habilidades, gracias a mi experiencia con clientes, mi investigación y mi experiencia personal, he descubierto que existen seis estilos diferenciados de empatía: la física, la emocional, la mental, la natural, la espiritual y la chamánica.

Es importante aclarar que utilizo el término chamánico en su acepción más antigua e intercultural. Desde finales del siglo xx, numerosos esotéricos han relacionado el término chamánico exclusivamente con la medicina natural o la invocación de una forma de trance mediante el uso de sustancias tales como los alucinógenos. Aunque algunos chamanes en algunas culturas han recurrido a estas técnicas para propiciar un estado espiritual o de sanación, tanto mis estudios como mi experiencia han minimizado en gran medida esta visión. Los chamanes utilizan una variada gama de actividades para propiciar la sanación, entre ellas, las plantas, los cantos, la danza, el arte y la experiencia mediumnidad. Son auténticos profesionales holísticos especializados en las artes espirituales y naturales.

A lo largo del libro nos adentraremos en profundidad en estos seis estilos empáticos, aprenderemos a reconocerlos en nosotros mismos y en los demás y adquiriremos valiosas herramientas para aprovechar al máximo nuestras habilidades empáticas independientemente de nuestro estilo.

Debo hacer hincapié en el hecho de que los seis tipos tienen un objetivo común: propiciar la conexión. Dicha conexión no es sólo la clave para comprender mejor la empatía, sino también para que los extraordinarios poderes de ésta permeen toda nuestra vida. La empatía es el gran conector. Es el puente que vuelve a unirnos a nosotros mismos, a los demás y la Divinidad en todas sus formas y gloria. Pese a todo el sufrimiento personal o al dolor colectivo que nos separa, la empatía puede volver a unirnos.

Esencialmente, estoy convencida de que la empatía es el vehículo más importante para acceder al amor en este mundo. Está codificada en todos nosotros físicamente y conectamos con ella a través de las emociones. Nuestro sistema de valores y nuestras habilidades mentales controlan el modo en que la utilizamos. No obstante, en esencia es lo que nos permite reflejarnos en el Gran Espíritu. Comprender los seis estilos empáticos nos ayudará a ir más allá de la conexión personal, por muy importante que ésta sea. A través del uso personal de estos dones establecemos una conexión con todo lo que existe.

Tu viaje empático personal

Cada uno de nosotros forma parte de una esfera mayor de consciencia; el objetivo de este libro es ayudarte a profundizar en tu capacidad para conectar con dicha esfera superior. Dado que eres una parte integral y preciada de dicha esfera, he escrito este libro para ti, independientemente de dónde te encuentres en tu camino empático.

Puesto que ya has empezado a recorrer el viaje que se inicia en estas páginas, es muy probable que puedas identificarte con una de las siguientes categorías de lectores:

1. Sabes que tienes capacidades empáticas y a menudo te sientes abrumado por sensaciones e información.

2. Sientes que tu agudizada sensibilidad hacia otras personas, lugares o energías te provoca problemas en tu vida cotidiana.

3. Crees que las personas empáticas son siempre los demás, nunca tú. Aun así, sientes la necesidad de descubrir más cosas.

4. Deseas conectar con los demás de un modo más profundo y seguro. Sientes una gran compasión por la gente, los animales y, tal vez, también con la naturaleza, y quieres saber cómo utilizar en la práctica dicha compasión.

En un momento de mi vida me encontraba la mayor parte del tiempo en la primera categoría (y titubeando con la segunda), aturdida constantemente por sensaciones que era incapaz de entender o regular. Hostigada por una información cada vez más cuantiosa, la reacción más habitual era la de encerrarme en mí misma, lo que me provocaba dificultades para relacionarme con los demás y conectar. No me sentía a gusto con la intensidad de la energía y los sentimientos que me invadían continuamente. Y tenía miedo de verme obligada a atender las necesidades de todas las personas con las que entraba en contacto, de quedar enredada en una especie de codependencia energética.

Es probable que no te sorprenda descubrir que, de todas maneras, en ocasiones me involucraba. ¿Cómo podría ser de otro modo? Al oponer resistencia a mi naturaleza empática, lo único que conseguía era experimentar aquello de lo que intentaba huir.

No obstante, esta fase se produjo en mi primera etapa, antes de descubrir que la empatía es uno de mis mejores aliados; de hecho, diría que la empatía es el núcleo fundamental de mi vida en tanto profesora, madre y amante de la humanidad.

Cómo está organizado el libro

Aunque uno de los objetivos de este libro es el de trasmitir los descubrimientos, tanto míos como los de otras personas, sobre la empatía en todas sus formas –unos descubrimientos de naturaleza profunda y amplia–, también lo he escrito como una guía práctica para promover el conocimiento de la empatía y el modo en que opera en todos nosotros. Cuando leas las historias de mi propia vida y de mis clientes, es posible que te reconozcas en ellas, que te veas reflejado en las experiencias que comparto en los siguientes capítulos. Puede que experimentes una especie de reencuentro con tu yo interior, que te ayude a relacionar acontecimientos olvidados desde hace tiempo. Y gracias a los pasos, herramientas, técnicas y consejos que encontrarás a lo largo del libro, serás capaz de recurrir a tus poderes empáticos siempre que lo desees o necesites.

En la primera parte encontrarás los fundamentos para entender qué es la empatía y las infinitas formas en que la experimentamos; se trata de una información esencial para poder situar en su contexto los debates y las prácticas que aparecerán en la segunda parte. En el capítulo 1 se proporciona una orientación a los conceptos claves, y en él también tendrás la primera oportunidad de enfrentarte a tu primera «exploración empática» mediante una serie de ejercicios que he añadido en todos los capítulos de la primera parte del libro para ayudarte a reflexionar y explorar sobre el papel de la empatía en tu vida, incluso antes de adentrarte en las aplicaciones prácticas que aparecen en la segunda parte.

En el capítulo 2 descubrirás que la empatía y el cuerpo están unidos por un vínculo indestructible, y que estamos programados físicamente para conectar con los demás. Posteriormente, ya en el capítulo 3, nos meteremos de cabeza en las aguas de la compasión y aprenderemos que ésta es el auténtico catalizador que nos permite utilizar la empatía de una forma significativa.

Tras eso, habrá llegado el momento de que descubras cuál es tu estilo empático en el capítulo 4, donde estudiaremos detalladamente los seis tipos de empatía que existen para ayudarte a identificar cuáles son tus inclinaciones más desarrolladas.

En la segunda parte del libro descubrirás las aplicaciones que tiene todo esto en tu propia vida y a utilizar las cualidades de tu estilo empático en situaciones reales de la vida. En este punto tendrás acceso a las tres herramientas fundamentales que conforman el botiquín del buen empático, entre éstas, las técnicas y prácticas más importantes que utilizo cada día tanto en las sesiones de terapia como en mi vida cotidiana. Son las técnicas a las que recurro para seguir conectada con la Divinidad y guiada por mi sabiduría interior. Entre estas técnicas está la de los cinco pasos hacia la empatía compasiva, una forma de alcanzar la sanación, tanto para uno mismo como para los demás, mediante nuestros dones empáticos. Descubrir la forma adecuada de aplicar estos cinco pasos a las relaciones, el trabajo, la crianza de los hijos y la vida en general te permitirá poner en práctica inmediatamente tus perfeccionadas habilidades empáticas.

Finalmente, para aquellos que deseen profundizar en sus conocimientos y ampliar su perspectiva sobre la empatía, he incluido dos apéndices detallados. En el primero de ellos se examinan las importantes diferencias que existen entre simpatía y empatía; en el segundo, se exploran las «deficiencias empáticas»: las personas cuyo exceso de empatía no les permite funcionar adecuadamente y aquellas que no pueden acceder a sus dones empáticos o están aisladas de ellos. En estos apéndices trato algunos de los temas que despiertan mayor interés en mis sesiones de terapia. La gente suele pedirme consejo sobre dilemas de la vida real a los que todos debemos enfrentarnos como parte de la familia humana. De modo que, una vez que hayas asimilado el marco básico de conocimientos en la primera parte y descubierto las técnicas prácticas en la segunda, te invito a que dediques algo de tiempo a explorar los debates relativos a experiencias empáticas comunes.

Empatía: la poesía del alma

Como muchas de las personas que he llegado a conocer, es probable que tú también hayas sufrido más de una decepción en el terreno amoroso. Todos hemos experimentado desde la pequeña duda antes de conectar con alguien al miedo atroz a amar y ser amados. Como consecuencia de la vergüenza, el rechazo o la pérdida, y abrumados hasta cierto punto por las dudas sobre nuestra valía como seres humanos, muchos de nosotros hemos tenido alguna vez miedo a amar o a conectar con un mundo que nos necesita.

En cuestiones amorosas, puedo llegar a entender que algunas personas decidan adoptar una actitud precavida. Sin embargo, no puedo quedarme de brazos cruzados ante esta situación. Mientras algunas personas circulan por la carretera del amor con el pie en el pedal del freno, están perdiendo una oportunidad de oro para conectar. Y no hablo sólo del amor romántico; me refiero al amor en todo su heterogéneo esplendor, desde el amor por un buen amigo, un primo, un hijo o hija, una mascota o cualquier otra persona.

Por tanto, espero que, gracias a este libro, descubras que el amor y la conexión son seguros. De hecho, voy a mostrarte el modo de descubrir que lo son y cómo conseguir que sigan siéndolo, dos caras de la misma moneda. Espero que aceptes dicha moneda y la utilices con generosidad.

Verás, la poesía del alma es la conexión compasiva. Como estás a punto de descubrir, los dones empáticos estimulan cualidades de conexión y relación que nos permiten alcanzar nuevas cotas de amor. De este modo, nos ayudan a alcanzar la meta espiritual más importante: aprenderlo todo sobre el amor. Y lo hacen invitándonos a ir más allá de nosotros mismos y experimentar la alegría que se obtiene al alcanzar una mayor cercanía e intimidad con todo lo que está vivo.

Primera parte

Cimientos

Descubrir el don de la empatía

¡La emoción por el descubrimiento está a punto de empezar! Además de descubrir nuevas dimensiones de la empatía, como su profunda relación con la compasión y en qué se diferencia de la simpatía, aprenderás todo lo necesario sobre las vías energéticas presentes en la dimensión física, emocional y espiritual de tu ser. Llegarás a la conclusión de que estás, literalmente, diseñado para conectar, percibir, conocer y sentir en sincronía con tu sabiduría superior. Y a medida que empieces a conocer mejor tu propio estilo empático en los capítulos siguientes, tu alma se alegrará de recuperar el extraordinario poder espiritual conocido como empatía.

Capítulo 1

Tus dones empáticos:

las percepciones

El amigo capaz de acompañarnos en silencio en un momento de desesperación o confusión, que puede estar a nuestro lado en la aflicción y la pérdida, que acepta no saber, no curar, no sanar y que permanece a nuestro lado para enfrentar juntos la realidad de la impotencia, ése es el amigo que se preocupa por nosotros.

Henri j. m. nouwen, The Road to Daybreak

Cuando sólo tenía cinco años, mi hijo pequeño se metió una noche en mi cama.

—Gabe –susurré mientras le dejaba sitio a mi lado. Sabía que me esperaba una noche tumultuosa llena de pataditas y gruñidos–. ¿No puedes dormir?

—No, mamá –dijo él–. Estás enfadada. He pensado que podía ayudarte.

¿Cómo puede saber un niño de cinco años cómo se siente su madre cuando ni siquiera está en la misma habitación? De modo parecido, ¿cómo puede alguien –como tú, por ejemplo– saber qué perciben, sienten o necesitan otras personas sin una prueba tangible?

Podemos plantear otras preguntas sobre nuestra habilidad para percibir, sentir o saber qué ocurre más allá de nosotros mismos de un modo que puede resultar sorprendente o inusual. Comprueba si puedes responder afirmativamente alguna de las siguientes cuestiones:

• ¿Alguna vez has sabido que una persona lo estaba pasando mal, incluso en la distancia? ¿O has sido consciente de su lucha interior pese a que, aparentemente, esa persona no parecía alterada y no había expresado su malestar?

•¿Alguna vez no has podido pegar ojo en toda la noche porque sabías que al día siguiente iba a pasar algo malo y finalmente pasó?

•¿A veces sientes en tu propio cuerpo las molestias, dolores o enfermedades de otra persona?

•¿Y qué me dices de algunos encuentros desastrosos? Ya me entiendes. Empiezas el día de buen humor y entonces hablas con un amigo que está pasando dificultades. Cuando os despedís, tú te sientes deprimido, hundido, y tu amigo parece recuperado.

Es posible que hayas vivido otras experiencias extrañas que te han hecho reflexionar (y que no te has sentido cómodo compartiéndolas con tu médico o terapeuta):

MALESTAR ESPACIAL: Con sólo entrar en una habitación (las casas antiguas son las peores) eres capaz de percibir lo que pudo llegar a ocurrir allí, desde discusiones subidas de tono a violencia física. (Tampoco ayuda que a veces puedas percibir la presencia de los anteriores habitantes, ya muertos, de la casa).

PERCEPCIÓN METEOroLÓGICA: Tu cuerpo capta los cambios de tiempo antes que el radar doppler. Mucho antes de la aparición de una tormenta, tienes la sensación de estar enchufado a una toma de corriente.

IRREGULARIDADES PLANETARIAS: ¿Quién necesita leer el horóscopo o la previsión astronómica? Cuando Mercurio está en retroceso, tú ya eres capaz de percibir la caótica comunicación provocada por las evoluciones de este planeta tan especial.

LUCY, LA LOCA: Eres el personaje de Lucy de la tira cómica Charlie Brown. Todo el mundo hace cola para contarte sus males; eres el terapeuta improvisado. El problema es que ni siquiera te pagan los cinco centavos que Lucy cobra por cada consejo que dispensa. De hecho, lo único que consigues es terminar vacío y agotado.

CORAZÓN SANADOR: ¿Tienes la sensación de estar siempre dispuesto a ayudar a todo el mundo? ¿A veces tienes que hacer un gran esfuerzo para reposar y evitar caer en la tentación de ayudar a todo aquél con quien te cruzas?

DOCTOR DOLITTLE: ¿Recuerdas al doctor Dolittle, el personaje de ficción que podía hablar con los animales? Puede que no sepas hablar el idioma de los animales –o de las plantas, las rocas o los minerales–, pero es evidente que eres capaz de percibir sus sentimientos.

HONESTIDAD, HIPOCRESÍA: Tienes una capacidad muy desarrollada para detectar cuando una persona está siendo honesta o hipócrita. Es como si tuvieras un barómetro de honestidad interno que te alerta de la falta de integridad.

EXPLORACIÓN EMPÁTICA 1. Recurre a tu propia experiencia

Estas y muchas otras experiencias, a menudo desconcertantes, conforman todas ellas algunos de los aspectos de las asombrosas, hermosas y, a veces, abrumadoras habilidades de las que he hablado en la introducción: los dones psíquicos empáticos, los tres conjuntos de mecanismos que actúan en la experiencia sutil empática. Antes de estudiarlos más a fondo, te invito a realizar tu primera exploración empática. Las siguientes preguntas te ayudarán a evaluar tus experiencias empáticas sutiles y a descubrir cuáles son tus sentimientos respecto a ellas.

• ¿Recuerdas alguna ocasión en la que has entrado en una casa y has notado que hace poco había pasado algo entre los habitantes de ésta? ¿Confiaste en tu percepción?

•¿Alguna vez has percibido información sobre el propietario de un objeto al sostener este entre tus manos? ¿Tuviste la oportunidad de comprobar si tu percepción no se equivocaba?

• ¿Percibes a menudo una diferencia entre el modo en que la gente se comporta y lo que crees que están experimentando emocionalmente? ¿Qué tipo de información –el modo en que la otra persona se comporta o tus sentimientos– es habitualmente la más correcta? Reflexiona sobre qué te dice esto sobre ti mismo y tus dones.

• ¿Recuerdas alguna experiencia en la que hayas intercambiado las emociones con otra persona? Por ejemplo, al principio de estar juntos ellos se sentían tristes y tú feliz, y al final del encuentro, tú estabas triste y ellos felices. ¿Qué crees que dice esto de tus habilidades empáticas?

• ¿Hay alguien en tu entorno que parece estar absorbiendo tu energía? Describe qué sientes al respecto y qué cosas te gustaría que fueran diferentes en la relación.

• ¿Alguna vez has comprendido los motivos de otra persona antes que ella misma? Piensa en cómo has utilizado dicha información.

• ¿Percibes a menudo lo que les ocurre a los animales u a otros habitantes de la naturaleza? Revisa qué sueles hacer con esa información y qué podrías llegar a hacer.

• ¿Percibes a menudo la presencia de seres no visibles? Evoca cuál es tu reacción ante estos seres. ¿Suelen ser amenazadores o beneficiosos? En el caso de que sean positivas, ¿te gustaría tener más experiencias parecidas?

Los extraordinarios dones y habilidades sensoriales que pones en juego (de forma consciente o no) cuando tienes este tipo de experiencias te ofrecen la posibilidad de conocer lo que ocurre a tu alrededor, y no sólo con personas, sino también con animales, otros seres, objetos, plantas, planetas e incluso energías y entidades que desafían al tiempo. El modo en que utilizas estos dones para percibir el mundo que te rodea es uno de los principales factores que permiten determinar tu estilo empático. Como he mencionado ya en la introducción, he identificado un total de seis tipos o estilos distintos de empatía. Descubrirás más cosas sobre ellos a medida que avances en el libro, empezando por el capítulo 4.

Aunque no todas las personas utilizan el mismo número de habilidades empáticas sutiles (algunas, una o dos, y otras, más), todos poseemos el don de la empatía. Todos estamos conectados a las canciones y sensaciones del universo. Cuando decides explorar este mundo sensorial invisible en tu propia vida, tus descubrimientos pueden transformar completamente tu experiencia empática para siempre. Puedes decidir amplificar conscientemente todos los estilos empáticos o concentrarte en los que tienes más desarrollados. Puedes aprender a controlarlos o a dirigirlos hacia donde más te interese, comprometiéndote con el mundo de una forma empática y saludable.

Es posible que, a medida que te hacías mayor, la gente considerara insólitas tus habilidades sutiles y que las etiquetara como «extrañas». Por eso ahora tú también las juzgas del mismo modo. Tal vez tu empatía nunca te haya beneficiado, sólo haya hecho que te sientas agotado y controlado. O quizás te sientas perfectamente cómodo con tu empatía innata, que se expresa mediante uno o más de los estilos que estudiaremos dentro de poco, y desees conocerla y explorarla más a fondo. Independientemente de la situación en la que te encuentres respecto a tu empatía, acentuar este don innato que propicia una vinculación compasiva con el mundo que te rodea sólo puede resultar beneficioso.

¿Qué es la empatía?

La empatía suele definirse como la capacidad de compartir y comprender las emociones y necesidades de los demás como si fueran las nuestras. También nos permite identificarnos con las ideas y experiencias ajenas, así como imaginar en lo que puede convertirse algo o alguien.

¡Pero la empatía es mucho más que eso!

A menudo solemos imaginar a la persona empática como alguien capaz de meterse en la piel de otro. Es como si te sacaras los mocasines –o las botas, los descansos o las sandalias– y te pusieras los de otra persona. Al sentir empatía, aumenta tu capacidad para preocuparte por la otra persona, e incluso tal vez por ayudarla en sus dificultades. Ése es el motivo por el que la empatía suele vincularse habitualmente a la compasión, o la capacidad de aliviar el sufrimiento ajeno.

Todos nosotros hemos experimentado momentos de empatía en los que hemos sentido realmente por lo que estaba pasando otra persona o hemos comprendido su situación; es posible que también hayamos sentido el natural impulso de ayudar. Dado que somos capaces de percibir los dilemas personales de los demás, podemos pensar que sabemos cómo ayudarles a resolver sus conflictos. No obstante, la empatía también puede llevarnos en otras direcciones, sacándonos de nuestra zona de confort y haciéndonos adentrarnos en un terreno que no siempre es considerado «normal».

Algunas personas empáticas establecen unos lazos tan profundos con otras personas que, en cierto modo, se convierten en esa persona, y esta situación puede ir más allá del terreno emocional o intelectual. Puede que lleguen a hacer suyas secuelas físicas o experiencias de la infancia ajenas. Incluso es posible que puedan conectar con acontecimientos futuros, desde catástrofes a ascensos de trabajo o tareas cotidianas. De hecho, en una ocasión tuve una clienta tan empática con su hija que un día movió cielo y tierra para poder hablar por teléfono con ella. Cuando lo consiguió, le soltó frenéticamente: «Piénsatelo dos veces antes de cortarte el pelo. Te costará mucho mantenerlo».

La hija había estado dándole vueltas a la idea de cortarse el pelo al estilo colmena de los años sesenta pero no le había dicho nada a su madre. Mientras tanto, la madre llevaba días imaginándose a sí misma con el pelo en forma de cono anticuado, obsesionada con lo difícil que sería mantener la forma perfecta y controlada. La madre había adoptado literalmente la fantasía cosmética de la hija, y cuando finalmente se dio cuenta de que estaba empatizando con la idea de su hija y que no era suya, corrió a evitar una desgracia, o al menos que su hija cometiera un error con su cabello.

Como vemos en este ejemplo, existen muchos tipos de empatía. Podemos percibir los futuros potenciales, pensamientos, sentimientos y necesidades de otro, pero a veces ese «otro» ni siquiera es una persona. Ciertos tipos empáticos tienen un amplio rango relacional de movimiento. A veces pasan de percibir un aspecto de otra persona a percibir el movimiento de un planeta, los sentimientos de un animal o los recuerdos capturados en un objeto.

En una ocasión trabajé con un joven –me referiré a él como James– que podía percibir la energía en los juguetes. Con sólo coger uno que hubiera estado en manos de otro niño era capaz de adoptar su sentido de la realidad.

Esa empatía sensorial extrema le permitía a James comprender de una forma profunda las necesidades y la vida de otros niños. Sus serios ojos marrones relucían mientras me explicaba el día que había cogido la muñeca de una niña durante una exposición oral en primaria y había descubierto que la madre de la niña estaba muy enferma.

—Abby necesitaba que la abrazaran –me explicó James–. De modo que lo hice, y aquello le ayudó mucho.

En otras ocasiones, sin embargo, James se sentía sobrecargado.

—A veces no quiero saber cosas de los otros niños –me dijo–. Sobre todo si no me caen bien.

Como James descubrió a tan corta edad, la empatía tiene sus contrapartidas. Podemos convertirnos en lo que percibimos, tal vez en detrimento propio, como en el caso de una mujer a la que atendí que era tan empática que se negaba a salir de casa.

—No puedo evitar saber por lo que están pasando las personas con las que me encuentro –se quejaba–. Una vez me senté en el autobús al lado de un indigente y me sentí tan maltratada por la sociedad como él.

Sus dones empáticos le provocaban un gran malestar. Su relato sobre su percepción empática del indigente terminó con la siguiente observación:

—Recibí una dosis de la desgracia que conlleva la humillación y el ridículo diario. No sólo sentí toda su tristeza, también sentí la presencia de espíritus oscuros a su alrededor que le decían que se lo tenía merecido.

Los dones psíquicos de la empatía pueden resultar asombrosamente brillantes y reveladores, pero también abrumadoramente exigentes y desconcertantes. En resumidas cuentas, la sutil experiencia de la empatía me recuerda al conmovedor poema de Walt Whitman titulado «Había un niño que salía», el cual empieza así:

Había un niño que salía cada día,

y lo primero que miraba, en eso se convertía,

y eso formaba parte de él por aquel día o parte de aquel día,

o por muchos años o sucesivos ciclos de años.

En lo más profundo de nosotros mismos yace la capacidad de convertirnos en algo que no somos: contener esa energía –el sentimiento que nos provoca, su percepción y sustancia– durante un día o parte de un día o quizá incluso por más tiempo. Ése es nuestro ser empático.

A lo largo del libro, exploraremos la empatía desde distintos ángulos, entre éstos, su condición de capacidad bioquímica, según las evidencias fisiológicas, y la función empática como pacto social, es decir, la forma de promover la seguridad dentro de la tribu. En primer lugar, no obstante, es importante conocer la esfera sutil empática en su nivel más alto, esto es, los dones espirituales que nos permiten captar e interpretar de una forma intuitiva la información que recibimos desde más allá de nosotros mismos y enviar mensajes espirituales hacia el exterior. Como suele afirmarse, somos seres espirituales que estamos en este mundo para tener una experiencia física. La empatía es una senda vital para transformar continuamente nuestras experiencias físicas en lecciones espirituales.

Capacidades empáticas en tanto

dones espirituales

Prácticamente todas las religiones y culturas hacen hincapié en nuestra naturaleza espiritual. Somos seres espirituales que viajan por el universo a través de nuestra alma; nuestro cuerpo es un templo para dichos aspectos divinos de nosotros mismos. Nuestros dones espirituales son los conductos que enlazan los elementos más espirituales de nuestro auténtico ser con los aspectos concretos y terrenales de nuestra naturaleza material.

Existen diversos términos para describir los dones espirituales: psiquismo, intuición, misticismo, capacidades sutiles, percepción extrasensorial, supernatural, paranormal, sexto sentido y capacidades energéticas. De entre todos éstos, me gusta especialmente el último porque define mejor nuestra habilidad para conectar con situaciones, personas, objetos y fuerzas celestiales –pasadas, presentes y futuras– de forma inexplicable. Lo hacemos a través de la energía. Somos capaces de percibir lo que escapa a nuestros cinco sentidos comunes porque estamos hechos de energía.

La energía no es más que información en movimiento. Todo lo que existe en la realidad de tres dimensiones está hecho de energía. El teléfono, por ejemplo. Es un teléfono porque la información codificada en el interior de su estructura molecular y energética le dice que es un teléfono. ¿Las voces que oyes a través del teléfono? Están compuestas de energía, o información, que se mueve a una determinada velocidad.

Más allá de nuestros puntos de referencia habituales, existe muchísima energía que no es mesurable como lo es el peso de un teléfono o el sonido de la voz de otra persona. Ésta es la energía espiritual o psíquica a la que nos conectamos gracias a nuestros dones espirituales.

Por supuesto, en cualquier momento dado recibimos y enviamos multitud de mensajes a través de los cinco sentidos habituales. Observamos el mundo a través de nuestros propios ojos. Oímos a los pájaros y a los grillos porque nuestro nervio auditivo es capaz de conectar con el sonido que producen estas criaturas. Esperamos con ansia una comida que desprende un aroma intenso y apetecible y, después, la disfrutamos con idéntica satisfacción. Y sabemos que alguien nos ama cuando nos acarician el pelo o la piel de una forma determinada.

Nuestros dones espirituales, sin embargo, nos conectan a una energía o a una información que queda fuera del alcance de nuestros cinco sentidos. Gracias a estos dones, somos capaces de acceder a información y a rastrearla que se mueve más rápido que la velocidad de la luz, que nos conecta con personas que no conocemos o nos permite establecer lazos con alguien que vive en la otra punta del mundo; información que a veces proviene de un futuro que ni siquiera imaginamos. Nuestros dones espirituales nos permiten obtener un conocimiento intuitivo de la Divinidad y experimentar, por ejemplo, qué se siente al surcar el aire como un halcón o al excavar una madriguera como un conejo.

Nuestros dones espirituales no están separados de nuestras capacidades sensoriales. De hecho, no podríamos oír el susurro de Dios o recibir un sueño premonitorio o simplemente «saber» cuando debemos preocuparnos por un amigo si no fuéramos capaces de descifrar la información espiritual sutil con nuestro cuerpo. La energía es energía. Un pensamiento es un pensamiento. Nos es muy sencillo separar claramente la realidad: la espiritual por un lado y la física por el otro. Debemos entender que las dos «mitades» son sencillamente formas interconectadas de percibir el mismo continuo. Una comparación biológica de esto sería el trasvase de información que tiene lugar a través de la estructura molecular de nuestro ADN: la doble hélice.

En resumidas cuentas, somos seres espirituales que deben transformar continuamente la energía espiritual en física, y seres físicos capaces de convertir en espiritual nuestra energía física.

En muchos aspectos, no somos tan distintos de los ordenadores. Nues­­tros cuerpos son como portátiles 3D compactos y eficientes capaces de recibir y almacenar datos y recuperarlos. Sin embargo, su software, su programación, es la que determina a qué tipo de información va a acceder.

Una parte de dicha información se introduce manualmente, algo parecido a como funciona un procesador de texto. Podemos comparar dicho proceso al uso de energía o información sensorial. Sin embargo, otros tipos de información aparecen espontáneamente, como un correo electrónico o un mensaje instantáneo. Esta información, la cual debemos seguir descifrando a través de nuestros sentidos habituales, tiene mucho en común con la energía psíquica o espiritual. Se mueve más deprisa y, cuando la percibimos a través de nuestros filtros habituales, nos da la sensación de que viaja mágicamente.

En resumidas cuentas, mientras nuestro ser espiritual puede enviar mensajes instantáneos, nuestro ser físico funciona manualmente.

Las tres categorías de los dones espirituales

Como hemos señalado anteriormente, existen tres formas básicas de dones espirituales relacionados con la empatía: los mecanismos psíquicos que envían los mensajes instantáneos.

La primera categoría está compuesta por los dones empáticos físicos mediante los cuales percibimos la empatía físicamente. Existen cinco dones físicos: el sentido claro (clarisentencia), el cual puede manifestarse emocional o mentalmente; el gusto claro (clarigusto); el olfato claro (clariolfato); el tacto claro (claritacto) y el conocimiento claro (clariconocimiento).

Las otras dos categorías son la visión clara (clarividencia) y la audiencia clara (clariaudiencia), las cuales, como ya he indicado en la introducción, considera un conjunto, o familia, de dones porque cada una de ellas puede manifestarse de distintas formas. Una persona con el don de la clarividencia, por ejemplo, puede recibir visiones mientras está despierto o dormido, revelaciones pictóricas o imágenes imaginativas que ofrecen conocimiento o inspiración.

Cada una de estas familias de dones nos permiten recibir y compartir información que puede viajar hacia atrás o hacia adelante en el tiempo, descubrir lo que aparentemente puede parecer inescrutable y provocar cambios sin mover un dedo.

Es posible que pienses que no posees ninguno de estos dones. ¡Sorpresa! Estás equivocado. Todos tenemos la capacidad de trasmitir información espiritual o psíquica; el problema es que no siempre somos conscientes de estar haciéndolo. Tal vez no te han enseñado a reconocer o etiquetar dicha información espiritual, o quizá te dé miedo y has decidido ignorarla. O tal vez te muevas en el otro lado del espectro y, habitualmente, te sientas más abrumado que bendecido por la información espiritual. En cualquier caso, todos nacemos con la capacidad de enviar, recibir, descifrar y manipular la energía espiritual.

Sin embargo, debido a una confusión muy común, son muchas las personas que piensan que no poseen ningún don espiritual porque los suyos entran dentro de la categoría de la empatía física. La clarividencia es, obviamente, un don espiritual; después de todo, las personas clarividentes son capaces de percibir imágenes que nadie más puede ver. A lo largo de la historia, desde reyes a mendigos han recurrido a clarividentes –a veces denominados oráculos o adivinos– para solucionar sus preocupaciones mediante su capacidad de introspección. Las imágenes clarividentes continúan considerándose visiones divinas, instrumentos de la revelación mediante los cuales conducir nuestras vidas. Son dones con una enorme presencia en la cultura popular del momento.

Aunque la clariaudiencia también goza de una gran popularidad, incluso en la televisión, puede que estemos menos familiarizados con el término clariaudiencia y más con otras palabras con las que se suele describir a las personas que poseen dicho don: médiums, transmédiums, canalizadores y personas con el don de la telepatía. Estas personas pueden leer la mente, hablar con los muertos o transmitir mensajes desde el «más allá».

Estos dones tan «glamurosos» a menudo eclipsan a sus parientes físicos, cuyas capacidades mundanas a veces pueden resultar frívolas o pedantes al compararlas con las pretenciosas imágenes o revelaciones que acompañan normalmente a los dones de la clariaudiencia y la clarividencia. No obstante, la capacidad empática, pese a su naturaleza sutil, es igualmente importante.

Como veremos en el siguiente capítulo, la empatía depende completamente de nuestro cuerpo material. Esto significa que, al conectar empáticamente, también lo estamos haciendo con los aspectos físicos de la vida. La empatía fomenta la vinculación emocional y, por tanto, impulsa nuestro objetivo espiritual último: aprenderlo todo sobre el amor. Y todas las formas de la empatía nos invitan a ir más allá de nuestro ser individual, expandirnos más allá de nuestro ego y alcanzar la conciencia superior.

En los círculos espirituales, sin embargo, los dones empáticos físicos suelen considerarse menos elevados que la clarividencia y la clariaudiencia, los dones más conocidos. Esta visión sesgada puede provocar que una persona con una intensa experiencia de empatía física se sienta «inferior». Hasta que no superemos esta falsa presunción, tendremos dificultades para acceder a nuestra empatía y desarrollarla, independientemente de qué dones tengamos más desarrollados.

Todos los dones espirituales nacen iguales

La mayoría de las personas empáticas con las que me relaciono se sienten confundidas o incómodas por no ser clarividentes o clariaudientes. Incluso aquellos que poseen los tres dones pueden menospreciar sus habilidades empáticas físicas en comparación con sus capacidades visuales o verbales.

—¿No podría suprimir mis dones empáticos físicos y simplemente ver imágenes? –me preguntó uno de mis alumnos de intuición–. Es mucho más fácil.

Puedo entender los sentimientos de confusión e incluso de ligero menosprecio ya que yo también tuve una actitud semejante en el pasado. La empatía física suele dejarnos más perplejos que receptivos y más confusos que convencidos. Existe una razón muy simple para explicarlo: a veces resulta muy difícil separar las sensaciones empáticas de las reacciones personales. Por el contrario, es mucho más fácil visualizar una imagen psíquica u oír un mensaje intuitivo y saber que no proviene de nuestro interior.

Por ejemplo, piensa en la última vez que estabas de buen humor antes de empezar a hablar con alguien que estaba enfadado. De repente te diste cuenta de que tú también estabas enfadado, aunque en aquel momento no tuviste la sensación de que tu estado de ánimo hubiera cambiado. Es posible que no relacionaras tu cambio de actitud con lo que, en realidad, no es más que un don que debes asumir y desarrollar: la capacidad de sentir lo que otras personas están experimentando.

El cuerpo que percibe lo que otra persona está experimentando es el tuyo. Puede resultar muy difícil distinguir qué sensaciones físicas, respuestas, emociones o percepciones se originan en nuestro interior de las que provienen de otra persona (o cosa). Es posible que ahora entiendas mejor por qué recibir una imagen o un mensaje puede parecer más sencillo y evidente.

De modo que la información empática puede desconcertarnos o afec­tar nuestra autoestima. También puede ser más difícil confiar en la información empática física que en los datos que recibimos a través de la clarividencia o la clariaudiencia. En pocas palabras, procesar la información cenestésica (percibida por el cuerpo) supone un mayor desafío que hacerlo con información visual o verbal.

Imagina que le dices a tu jefe que su punto de vista respecto a un proyecto no va a funcionar (supongamos que estás dispuesto a hablar sin tapujos). No resulta demasiado convincente decir algo como «no me parece adecuado» o «tu idea me revuelve el estómago». Compara esto a «veo tu proyecto derrumbándose» o «si me pides mi opinión, creo que deberíamos encontrar otro método».

Aunque los dones de clarividencia y clariaudiencia puedan parecer más llamativos o espectaculares, las sensaciones empáticas físicas revelan mejor que nada aquello que nos convierte en seres humanos: los sentidos, sentimientos, conciencia, vínculos y conocimientos. Básicamente nos ayudan a convertirnos en lo que realmente somos, esto es, seres divinos que exploran la experiencia humana, la cual se basa en el amor o conexión. Y, por supuesto, la empatía acompañada de una imagen o una palabra acentúa nuestra capacidad de comprender lo que nuestra clarividencia y clariaudiencia comparte con nosotros.

¿Puede haber un mayor acto de amor que percibir la alegría o la desesperación ajenas? ¿Saber cómo se siente o qué necesita el otro? ¿Conectar con la esfera natural y espiritual? ¿Conectar con alguien de un modo tan completo que lleguemos a convertirnos en un mismo ser? La empatía cenestésica es la que nos permite conectar con alguien o algo sin perdernos a nosotros mismos en el proceso, promoviendo al mismo tiempo la cualidad probablemente más importante del universo: la compasión.

De hecho, gracias a la compasión dispones del don de la empatía, y tu cuerpo es el vehículo ideal para la experiencia empática. En el capítulo 2 abordaremos el tema de la capacidad empática del cuerpo humano.