El Principito Esencial - Antoine de Saint-Exupéry - E-Book

El Principito Esencial E-Book

Antoine de Saint-Exupéry

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Beschreibung

El Principito es uno de los libros más traducidos de la historia de la literatura. En esta novela, Antoine de Saint-Exupéry relata poéticamente la historia de un aviador que, a causa de un accidente con su avión, se pierde en el desierto. En medio de la nada, aparece un curioso hombrecito que lo hace reflexionar sobre la estupidez humana, la particular sabiduría de los niños -que todos pierden cuando crecen- y la importancia de los vínculos afectivos. Una obra imprescindible, en este caso con las ilustraciones originales del autor.

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Seitenzahl: 33

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Introducción

Viví solo, sin alguien con quien hablar verdaderamente, hasta hace seis años cuando tuve un accidente en el Sahara. Algo se había estropeado en el motor de mi avión. Como viajaba sin mecánico ni pasajero, me dispuse a hacer una reparación difícil completamente solo. Era una cuestión de vida o muerte, apenas tenía agua como para ocho días.

La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de cualquier lugar habitado. Estaba más aislado que un náufrago en medio del océano. Imagínense mi sorpresa cuando, al amanecer, me despertó una extraña vocecita que decía:

–¡Por favor... dibújame un cordero!

–¿Qué? –respondí.

–¡Dibújame un cordero!

Me puse en pie de un salto, como golpeado por un rayo, y frotándome los ojos miré alrededor. Descubrí a un extraordinario hombrecito que me observaba intensamente. Aquí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque reconozco que mi dibujo es mucho menos encantador que el modelo original.

No es culpa mía, las personas mayores me habían desanimado de mi carrera de pintor cuando tenía seis años, y sólo había aprendido a dibujar boas cerradas y boas abiertas.

Miré fascinado aquella aparición. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia de todo lugar habitado y el hombrecito no parecía perdido, ni muerto de cansancio, hambre, sed o miedo. No tenía la apariencia de un niño perdido en medio del desierto a mil millas de cualquier región habitada. Cuando por fin logré hablar, le pregunté:

–Pero… ¿qué haces aquí?

Y él repitió suave y lentamente, como algo muy importante:

–¡Por favor… dibújame un cordero!

Cuando el misterio es tan impresionante, uno no se atreve a discutir. Por absurdo que aquello pareciera, a mil millas de cualquier lugar habitado, y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma. Recordé entonces que había estudiado geografía, historia, cálculo y gramática, y (con un poco de malhumor) le dije al hombrecito que no sabía dibujar.

–No importa, –me respondió– ¡dibújame un cordero!

Como nunca había dibujado un cordero, repetí uno de los dos únicos dibujos que era capaz de hacer: el de la boa cerrada. Y quedé absorto al oírle decir:

–¡No, no! No quiero un elefante dentro de una boa. La boa es muy peligrosa y el elefante ocupa demasiado espacio. En mi casa todo es muy pequeño. Necesito un cordero. ¡Dibújame un cordero!

Dibujé un cordero.

Lo miró atentamente y dijo:

–Éste está muy enfermo. Por favor, dibuja otro.

Volví a dibujar.

Mi amigo sonrió gentilmente y, con indulgencia, me indicó:

–Este no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos…

Rehice el dibujo y nuevamente fue rechazado.

–Es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.

Ya impaciente, y deseoso de comenzar a desmontar el motor, garabateé otro dibujo, y dije:

–Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro.

Me sorprendí al ver que se iluminaba el rostro de mi joven juez:

–¡Es exactamente como lo quería! ¿Crees que haga falta mucha hierba para alimentar a este cordero?

–¿Por qué? –pregunté intrigado.

–Porque en mi casa todo es pequeño…

Se inclinó hacia el dibujo y exclamó:

–¡Bueno, no tanto…! ¡Mira! Se durmió.

Así fue como conocí al principito.

El drama de los baobabs

Quizá me creía semejante a él y yo, desgraciadamente, no sé ver un cordero a través de una caja. Es posible que yo sea un poco como las personas grandes. Debo haber envejecido.

Cada día, aprendía algo nuevo sobre el planeta, sobre la partida y sobre el viaje del principito. Fue así como, al tercer día, conocí el drama de los baobabs: también gracias al cordero. Preocupado por una profunda inquietud, el principito me preguntó:

–¿Es verdad que los corderos comen arbustos?

–Sí, claro.

–¡Ah, qué bueno!

No comprendí por qué era tan importante que los corderos comieran arbustos. Pero el principito agregó:

–Entonces… también comen baobabs.

Le hice entender que los baobabs no son arbustos, sino árboles grandes como iglesias y que, incluso llevando una manada de elefantes, no lograría acabar con un solo baobab. La idea de la manada de elefantes hizo reír mucho al principito.

–Habría que ponerlos unos sobre otros…