El regreso de Huitzilopochtli - Luis Marín - E-Book

El regreso de Huitzilopochtli E-Book

Luis Marín

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Beschreibung

Si viajar al futuro puede ser una experiencia fascinante, hacerlo al pasado sería aún más asombroso. Las potencias mundiales se confrontan en una guerra por poseer las tecnologías exóticas de la velocidad luz y viajes en el tiempo. Sin embargo, un despiadado multimillonario les lleva ventaja y quiere aniquilar la historia de la humanidad para comenzar su propio mundo. En ese torbellino de intereses oscuros, el dios Huitzilopochtli une a cuatro elegidos en un solo camino para detener el caos. Yoltic, un humilde joven contemporáneo del México rural, tomará el protagonismo y liderazgo del grupo. Una serie de trágicos y afortunados incidentes, convierten la vida del joven indígena en una aventura insólita a través del tiempo y la cultura mesoamericana prehispánica. En las páginas de El regreso de Huitzilopochtli se entrelazan la ciencia ficción y la historia del Anáhuac en dinámicos intríngulis que se desplazan entre épocas futuras y pasadas. En esta obra conviven los más variopintos personajes del imperio mexica y la conquista de América. Ahuízotl, Tlacaélel, Cuauhpopoca, Cuauhtláhuac, Moctezuma, Hernán Cortés, Gonzalo Guerrero y Hatuey, entre muchos otros, alimentan con historia estas páginas que no se conforman con ser solamente entretenidas. Costumbres, religión, magia, botánica, diversidad, modos de entender la vida y valores como la amistad y la lealtad nos acercan no solo a las diferencias entre los seres humanos, sino también a lo que tenemos en común… más allá del tiempo y del lugar. El regreso de Huitzilopochtli nos invita a reflexionar sobre cómo las ansias de poder de unos pocos pueden afectar el curso de los acontecimientos y cómo la voluntad, las decisiones, la fe… y también varios golpes de suerte, pueden revertir (¡o no!) los más peligrosos designios.

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© Luis Marín Rodríguez

© El regreso de Huitzilopochtli

Octubre 2020

ISBN papel:978-84-685-5381-8

ISBN ePub: 978-84-685-5382-5

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Índice

EL ROSARIO DE PIEDRAS DORADAS

LOS PADRES DE KHEPRI

EL CINTURÓN DE ORIÓN

ORIÓN VS. NEPTUNO VS. EL LEÓN

DOLOROSO AMANECER

EL FIN DE LA SOLEDAD

LA LLEGADA DE HUITZILOPOCHTLI

EL NIÑO DEL DESTINO INMORTAL

EL GUERRERO DE LOS TRES CORAZONES

MICTLÁN: EL REINO DEL INFRAMUNDO

EL CASTIGO PERDONADO

EL ESTADIO DE LOS DESTINOS

CAMINANDO ENTRE HÉROES, LEYENDAS Y GUERREROS

ERIGIENDO AL CONQUISTADOR

SALVANDO LA MÍTICA ESPADA DE HUITZILOPOCHTLI

SEPULTANDO LA OFENSA CON QUACHTLI

LA FAMILIA SECRETA

EL JOVEN QUE SERÁ UN DIOS VIVIENTE

TLAMAXOCHIPIL Y LA ANTESALA DEL ASESINATO

HUITZILOPOCHTLI: EL ASESINO

AFORTUNADA EQUIVOCACIÓN

LA ÚLTIMA IMAGEN DE TENOCHTITLAN

TRAVESÍA POR LOS REINOS

MARES HOSTILES

EL REINO A ESPALDAS DE LA DIOSA CITLATLICUE

EL REINO DEL DIOS NEPTUNO

LA BATALLA DE LOS DIOSES

LÍNEA DE TIEMPO

HUEYAOYOCAN

HOMBRES DE PIEDRA EN TLAPALITLÁN

EL GRAN COLIBRÍ

EL ROSARIO DE PIEDRAS DORADAS

Ronald Stone por fin abre sus ojos después de seis meses de estar inconsciente debatiéndose entre la vida y la muerte. La primera imagen que observa es el rostro de su empleada doméstica; débilmente pronuncia su nombre:

—Elena... —Enseguida mira a su alrededor—. ¿Dónde estoy?, ¿es un hospital?

El cansado rostro de Elena dibuja una gran sonrisa al verlo despierto. Se ha malpasado muchos meses por estar al pendiente de él; siente un nudo en la garganta y lo toma de ambas manos.

—Señor Stone, tranquilo, está delicado

—¿Qué hago aquí?, ¿dónde están mi esposa e hijos?

Elena duda en responder, las lágrimas comienzan a emanarle y con voz quebrada le responde:

—Lo lamento mucho, tuvimos un atentado.

—Pero… ¿qué pasó con mi familia?, ¿dónde están?, ¡contéstame!

Elena presiona con fuerza las manos de Stone y sus lágrimas caen sobre ellas.

—Por favor dime que lo que estoy imaginando no es verdad, ¿dónde están?

Ella no tiene el valor de informarle que han fallecido porque sus palabras causarían un gran dolor en Ronald; sin embargo, él recuerda la tragedia y lee en sus ojos la respuesta.

—¡No te creo! Ellos no pueden estar muertos, ¡no!, ¡no!, ¡no!

Stone débilmente trata de quitarse los accesorios médicos.

—Señor Stone, se va a lastimar. ¡Doctor!, ¡doctor!

Elena sale corriendo por ayuda y regresa con un médico y una enfermera.

—¡No me toquen!, ¡necesito salir de aquí!

—Señor Stone, puede marcharse, solo permítame quitarle las agujas, puede lastimarse —dice el médico mientras se acerca y hábilmente le aplica un sedante.

—Tranquilo, señor Stone, pronto saldrá —añade la enfermera.

—Mi familia… Mi familia… —Stone poco a poco cae en sueño.

—Lo lamento, yo tuve la culpa —dice Elena al médico.

—No es así, gracias a sus cuidados él ha despertado. Tranquila, yo estaré aquí para cuando el efecto del sedante pase; le llevará mucho tiempo aceptar la trágica noticia, o tal vez nunca lo haga. Él la necesitará para superarla.

—Gracias, doctor.

Elena permanece a lado de Ronald Stone, tomándolo nuevamente de las manos y llorando, al tiempo recuerda aquella trágica noche. Cada día se pregunta: «¿Quién habrá enviado atacar a la familia Stone, si ellos solían ser muy queridos y respetados; estaban entregados por completo a la política y era común que los compararan con la legendaria familia Kennedy?».

Seis meses atrás, Ronald Stone tuvo un exitoso cierre de campaña política por la presidencia de los EE. UU. Entusiasmado por la positiva respuesta de sus seguidores, acordó con su familia tener una elegante cena, a la cual Elena estuvo invitada. Tenían muchas celebraciones acumuladas, entre ellas la candidatura a la presidencia de los EE. UU., su aniversario de bodas y los compromisos matrimoniales de sus dos únicos hijos: Ralph y Ronald. Los jóvenes pactaron con sus prometidas que se casarían un mes después de que su padre ganara las elecciones presidenciales; y no es que se precipitaran, pero el apoyo y popularidad hacia Ronald Stone era impresionante por poseer una brillante carrera política, la cual había desempeñado con sabiduría y honestidad. Incluso, cuando estuvo en el puesto de vicepresidente, llegó a opacar al mismo presidente: Stone fue la mente maestra que diseñó los programas que sacaron a su país de una severa crisis económica, así como evitó separaciones de algunos Estados. Todo el mundo confiaba en que llegaría a la Casa Blanca sin problema alguno.

Después de la íntima cena, toda la familia abordó una sola camioneta para regresar a su casa y seguir conversando sobre temas pendientes. Elena subió al vehículo que los escoltaba; no se percataron que unos taxis los seguían. En un semáforo descendieron varias personas con armas pesadas y los balearon, principalmente la camioneta familiar, la cual ya tenían identificada desde la salida del restaurante; Ronald Stone recibió tres impactos de bala, dos de ellos fueron de alto riesgo e inmediatamente lo dejaron inconsciente. Cuando los paramédicos llegaron, únicamente él tenía signos vitales: murieron instantáneamente su esposa Ann, sus dos hijos y el chofer. Acerca del otro vehículo, Elena no sufrió ninguna herida y solo recibió tratamiento para su crisis nerviosa, y de los siete escoltas, solo tres sobrevivieron.

Por la incierta recuperación de Ronald Stone, su partido político se vio obligado a cambiar de candidato presidencial y fue seleccionado Carl Leavens, quien había sido su rival en la precandidatura. Leavens en todo momento se abrazó a la tragedia de Stone y ello lo llevó a ganar la presidencia; la población y el Colegio Electoral le dieron sus votos por reproche al atentado.

Después de que Stone recobró el conocimiento, permaneció en observación por una semana en el hospital. Fueron días muy difíciles para él, se negaba a comer, solo Elena podía lograr que ingiriera algo; llegó el día en que fue dado de alta y los médicos le entregaron un programa de citas para supervisarlo. Stone aparentemente aceptó todas las condiciones médicas, solo deseaba salir de ahí.

Una vez afuera, en compañía de Elena, fue directamente al cementerio y lloró por varias horas en las tumbas de su familia; las siguientes semanas cayó en depresión, se negaba a contestar llamadas, descuidó su higiene y alimentación. Elena muchas veces se quedó a dormir en la residencia para estar al pendiente cuando él deseara comer, incluso algunas noches el sueño la venció sobre la mesa del comedor. Nunca pudo convencerlo de regresar al hospital para cumplir con sus citas médicas.

Cierta mañana, Elena llega a trabajar y al abrir la puerta de la residencia casi choca de frente con el abogado de la familia Stone, quien se disculpa por el susto y se despide apresurado. Ella busca a Ronald para reportarse a sus labores y lo encuentra preparando una maleta de viaje.

—Elena, quedas a cargo de la casa. Desconozco cuánto tiempo tardaré en volver, incluso no sé si regresaré; te dejo este cheque, seguro te alcanzará para los gastos de varios meses. Contacta a mi abogado por si necesitas ayuda en algo.

—Señor Stone, ¿a dónde va?

—Ni yo mismo lo sé, por primera vez en mi vida no tengo un rumbo. Por cierto, no tendré celular. Gracias por tu cariño hacia mi familia y por todo lo que has hecho por mí.

A partir de entonces Ronald Stone viajaba por el mundo como alma errante buscando consuelo a su tristeza; visitaba todos aquellos lugares en los que había estado con su familia desde que Ralph y Ronald eran infantes, y en cada sitio revivía los momentos que ahí había pasado. Muchas veces causó confusión en los departamentos de migración de varios países, ya que creían que aún seguía en su nación y luego tenían noticas de él en otro país, pero conscientes de la pena que lo embargaba y por instrucciones de sus presidentes, omitían el papeleo.

Ronald Stone pasó seis meses viajando de un lugar a otro, hasta que llegó al último país de su itinerario: Rusia. Fue a los sitios en los que tenía recuerdos. Al terminar su recorrido solo le falta un lugar por visitar: La sala de San Jorge, ubicada en el interior del Gran Palacio del Kremlin, residencia oficial del Gobierno ruso. En ese sitio Ronald Stone había recibido las insignias de la Orden de San Andrés, el más alto reconocimiento de ese país, y fue ahí donde sus hijos Ralph y Ronald bailaron vals con las hijas del presidente ruso Gennady Vólkov. En aquella ocasión, las jóvenes parejas quedaron enamoradas, pero independientemente de las relaciones sentimentales de sus hijos, Vólkov y Stone habían creado una fuerte y sincera amistad desde muchos años antes.

Ronald Stone llega al palacio del Kremlin y se anuncia; Gennady Vólkov prácticamente corrió para recibirlo y, al momento que lo abraza para saludarlo, Stone se desmorona en sus brazos y llora por varios minutos. Gennady prohibió a los empleados dar informe alguno sobre la visita y posteriormente lleva a su amigo a la sala de San Jorge. Al transcurrir las horas, Stone se tranquiliza y Gennady cree que es el momento adecuado de hacerle una revelación: le muestra un video en el cual un hombre llamado Ken Wentz confiesa ser un asesino a sueldo y el principal ejecutor del complot contra Ronald Stone; sin embargo, Ken se niega a dar nombres o mayores detalles, ya que le prometieron respetar su silencio.

Vólkov le explica a Stone que el Gobierno chino pactó los acuerdos con Ken y accedieron a sus condiciones ya que fue prioridad sacarlo de los EE. UU. porque su vida corría peligro. Era el único sobreviviente de los quince hombres que atentaron contra los vehículos de Stone. El presidente de China, Zhang Hung, le informó a Gennady Vólkov y entre ambos países protegen a Ken y a su familia; quienes fueron llevados a Shanghái y posteriormente los trasladaron por aire y tierra por varias localidades hasta ubicarlos finalmente en la ciudad de Samara, en Rusia. La intención de los excesivos viajes fue evitar dejar pistas en caso de que espías estadounidenses los siguieran.

La tristeza de Stone se convierte en coraje y le pide a Vólkov que le entregue a Ken y a su familia para asesinarlos.

—Adelante, Stone, ¡mátalo!, pero ten en cuenta que es el último asesino con vida. Sería estúpido acabar con la única fuente de información que te puede llevar a la verdad, solo él puede decirte cómo sucedió todo… Además, en estos viajes que has hecho por el mundo, espías de tu gobierno te siguieron por algunos países y te dejaron en paz cuando no vieron nada sospechoso; hombres de Hung y míos te han vigilado y protegido a distancia —explica Vólkov.

—¿Por qué no me avisaste inmediatamente que tienes a Ken?

—Al enterarme de los lugares que visitabas, todos coincidían con los viajes que habías hecho con tu familia. Tenías que digerir tu tristeza, respeté y dejé que vivieras tu dolor. Estuve informado de cuándo entraste a Rusia y de que venías al Kremlin, por eso te recibí personalmente.

—¿Por qué mi gobierno mandó espiarme?

—No sé, pero quienes estén detrás del complot seguramente deben estar enfocados en localizar a Ken para proteger su talón de Aquiles. Nunca sabrán que nosotros lo tenemos oculto.

—Quiero conversar con Ken.

—En cuanto él se enteró de que despertaste de tu coma, inmediatamente nos pidió hablar contigo… No permitas que tu coraje te domine, él puede ser la respuesta a tus preguntas; realizaremos el encuentro en la casa presidencial de Shuiskaya Chupa; Ken y tú se reunirán a solas

—Mi estimado Gena, deseo que estés presente en ese momento, no quiero cometer una locura, lo siento tan reciente, aún escucho las detonaciones de bala en mi mente y quizá olvide hacerle preguntas importantes, puedo estropear el excelente trabajo que han hecho tú y Hung, quiero tener toda la información en un solo día.

—Claro, amigo, estaré a tu lado.

Al transcurrir unos días se reúnen en Shuiskaya Chupa; en cuanto Ken ve a Stone, inmediatamente se pone de rodillas y con un sincero arrepentimiento le suplica perdón; Stone se ruboriza por la furia contenida; Ken le explica que tenía a su hijo muy grave y necesitaba de atención médica muy costosa, que al no tener dinero la desesperación lo obligó a involucrarse en el atentado; Vólkov reconfirma la excusa, ya que el infante está bajo tratamiento en un hospital ruso.

—¿Quieren decir que su hijo se salvó a cambio de la vida de los míos? Al menos la muerte de mi familia no fue en vano.

—Señor Stone, ellos nunca pagaron lo que prometieron, ¡esos malditos solo me utilizaron! —expone Ken—. Participamos quince hombres en el atentado y yo fui el líder. Esa noche murieron nueve de mis compañeros; sin embargo, quienes me contrataron dijeron que únicamente a mí me pagarían, y no sería hasta que asesinara a mis cómplices sobrevivientes… Tuve que hacerlo porque necesitaba el dinero, pero posteriormente intentaron matarme. Por suerte pude escapar con mi familia y me refugié en casa de un amigo. Yo desconocía que él es espía del Gobierno chino y afortunadamente me contactó con ellos, me ofrecieron protección y no dudé en aceptar. Mi hijo está estable gracias al Gobierno ruso. Señor Stone, yo estoy dispuesto a pagar con mi vida el daño que le hice, solo le pido perdón para mi familia, ellos son inocentes.

Ronald Stone por un momento desea tomarle la palabra y asesinarlo por venganza, pero al seguir escuchando a Ken ofrecer su vida para reparar el dolor causado y, con lágrimas, suplicando piedad por la salud de su hijo, da un profundo respiro y su noble corazón lo conmueve; levanta a Ken del suelo y toman asiento.

Con interrogatorios de Stone y Vólkov, Ken les confesó que fue contratado por funcionarios del partido político al que pertenece Stone, y que a la conspiración del atentado se le llamó Rosario de Piedras Doradas. Narró que cierta noche lo citaron para detallar el plan de ataque, lo hicieron esperar afuera de una sala y que accidentalmente escuchó una acalorada discusión en la que un grupo de hombres, que él no vio, exponían dos razones principales para acabar con Stone: la primera, mantener en secreto el proyecto S, y la segunda, para concluirlo a la brevedad. Ken dice desconocer en qué consiste el proyecto S. Supone que quizá algo relacionado con la seguridad, por la primera letra de esta palabra, pero que S se desarrolla muy lento debido a que no en todos los presidentes se puede confiar y que esos hombres acordaron no involucrar a Stone por la amistad que mantiene con Vólkov y que por este motivo jamás lo enteraron de S durante su período como vicepresidente, y que la familia Stone pasó a ser una amenaza cuando se anunció la boda entre los hijos de Stone y las hijas de Vólkov, lo cual fue el colmo para los guardianes del proyecto S, ya que podrían ser descubiertos y hasta facilitar la información confidencial a Rusia; que, aunque no los detectaran, el desarrollo del proyecto sería muy lento, ya que la popularidad y buen trabajo de Stone lo harían un excelente presidente y causaría un efecto positivo en las carreras políticas de sus hijos, y si estos en un futuro desearan participar en elecciones, desde luego podrían ganar fácilmente. Ken también escuchó que las personas mencionaron que, al acabar con la familia Stone, el presidente Carl Leavens colocaría a los suyos como la nueva familia política más respetada de los Estados Unidos de América, pues solo así el proyecto S continuaría desarrollándose con normalidad, pero para lograrlo era indispensable destruir el Rosario de Piedras Doradas.

Stone y Vólkov quedaron atónitos por varios segundos al escuchar el nombre de Carl Leavens. Transcurridas varias horas de conversación, dan por terminado su interrogatorio; Stone le dice a Ken que por el momento no lo puede perdonar, ya que todo es muy reciente para él, pero que esté tranquilo en Rusia y continúe cuidando de su hijo; Ken agradece conmovido y se retira.

Stone y Vólkov saben que Ken solo fue el títere de algo mucho más gigantesco. Casualmente, todos los políticos que lo contrataron han fallecido accidentalmente, por lo que ahora no tienen duda de que fueron asesinados y, muy probablemente, por Carl Leavens. Stone encuentra un nuevo motivo para seguir viviendo: vengar a su familia del autor intelectual.

En otra reunión privada, los presidentes Vólkov y Hung le ofrecieron a Stone apoyo con sus espías de más alta confianza, pero él no quiso porque podrían descubrirlos y sospechar. Al despedirse, Vólkov le regala a Ronald un par de botellas de vodka y él las acepta, a pesar de que no le gusta beber, y de regreso a su país se transporta por varias naciones para despistar su estancia en Rusia.

En cuanto Stone llega a los Estados Unidos de América, renuncia a toda posibilidad de postularse en un futuro como candidato presidencial. Sin embargo, fue invitado a desempeñarse como senador y aceptó. Detrás de esta oferta estuvieron Leavens y sus aliados, la cual tuvo la intención de observar sus movimientos, y después de unos meses de verlo solitario y sin aparente peligro, lo fueron olvidando. Se enfocaron al desarrollo del proyecto S y en la búsqueda del asesino Ken Wentz, al cual no encontrarían jamás.

Es el mes de noviembre, se aproxima el Día de Acción de Gracias; Stone se entera de que Leavens ofrecerá una cena y cree que es el momento oportuno para comenzar su plan de venganza. Desde que tuvo aquel encuentro con Ken, fue acumulando odio y desprecio hacia Leavens: se cree capaz de asesinarlo y luego suicidarse, pues ya no tendría otro motivo para vivir…, pero piensa que con esa decisión pasaría a la historia como un maldito asesino y Leavens tendría éxito en su complot, pues finalmente lograría terminar con el linaje Stone. Además, se pregunta una y otra vez qué demonios es el proyecto S, el cual se considera más valioso que la vida de su familia. Finalmente, concluye que asesinará a Leavens cuando descubra lo que encierra ese misterioso proyecto, sin importarle lo que la historia escriba de él. Está seguro de que los líderes mundiales cercanos a Leavens tienen noción del proyecto S, por lo que diseña un plan para obtener información al respecto.

Ronald Stone respira profundo en varias ocasiones para sofocar el odio y tener el valor de marcar a la oficina del presidente.

—¡Stone!, ¡qué sorpresa tan agradable! Mi querido viejo, no he tenido tiempo de llamarte para darte el pésame por tu familia.

Stone cierra su mano y golpea el descansabrazos del sillón.

—No toquemos el tema por ahora, en otro momento con más calma lo conversamos… Te llamo por dos motivos: el primero es para felicitarte por el desempeño internacional que has tenido, digno de admirarse

—Ha sido muy difícil. Tu familia debe estar descansando muy en paz al no verte con esta la cantidad de problemas; pero dime… ¿qué puedo hacer por ti?

—Ese es el segundo motivo de mi llamada. Se acerca el Día de Acción de Gracias y me enteré de que ofrecerás una cena. Permíteme asistir. Me agradará convivir con tu familia, tus invitados y nuestros hermanos internacionales.

—Un segundo, Stone… —Leavens presiona el botón para silenciar el micrófono del teléfono y explota en carcajadas. «Hermanos internacionales… ja, ja, ja, ja, ja… ¡Pobre estúpido que eres, Stone…! Stone… Stone…». Por un momento siente lástima por él, se queda pensativo por algunos segundos y posteriormente retoma la llamada—. Claro que sí, viejo, aunque no habrá extranjeros; solo algunos colegas de nuestro país.

—Yo, en tu lugar, invitaría a nuestros socios mundiales; sería una muestra de nuestro aprecio hacia ellos y sus pueblos. Además…

Leavens piensa rápidamente: «¡Claro!... Qué gran idea me acaba de dar este idiota. Mi plan será menos sospechoso y más creíble mi dolor cuando…». Su pensamiento es interrumpido por la voz de Stone:

—¿Continúas ahí? ¿Hola?, ¿hola?

—Disculpa, Stone. Mi secretario me hablaba. Tomaré tu consejo, es excelente idea. Invitaré a algunos aliados. La celebración se llevará a cabo en mi casa de California; pronto te llegará mi invitación

—Te agradezco por aceptarme en tu reunión; no te interrumpo más en tus labores. Buen día.

—Buen día, viejo.

Leavens se muestra entusiasmado y llama a su secretario para que coordine las nuevas invitaciones. Por su parte, Stone, en vez de alegrarse por haber conseguido incluirse en la cena, se encuentra furioso por la frase de Leavens: «Tu familia debe estar descansando muy en paz». No puede evitar pensar que se burló en su cara del asesinato y recuerda esas palabras una y otra vez. La frase comienza a lastimarlo en su mente y corazón. Sin percibirlo, se envuelve en una mezcla de emociones en las que hay dolor, tristeza, venganza, furia y odio. Stone camina desesperado de un lado a otro, las palabras del presidente lo martillan en su alma y con más fuerza cada segundo que transcurre, hasta que corre al despacho de su casa en busca de su pistola. Solo desea descansar de esa mezcla de sentimientos y dejar de escuchar en su mente la voz de Leavens. Saca el arma del cajón y la coloca en su cabeza y, de cara a un librero, se dispone a hacer su último respiro y dispararse…, pero observa detrás del cristal el par de botellas de vodka que le obsequió Gennady Vólkov. Dentro de su caos mental y sentimental, recuerda las palabras del mandatario ruso cuando se las entregó: «Sé que no bebes, pero llévatelas. Quizá algún día las necesites». Entonces Stone, en ese momento, grita:

—¡No, Leavens!… ¡Tú y tus malditos demonios no me van a vencer! —Arroja el arma contra el cristal y destapa una botella, que inmediatamente lleva a su boca. Para ahogar su tormento, da grandes sorbos hasta que la deja vacía y la arroja con fuerza al piso.

Stone se recarga en el escritorio para tomar aire y, mientras los segundos transcurren, el vodka comienza a hacer efecto. Torpemente, al agarrar la segunda botella, esta se le zafa de las manos, cae sobre su pierna y luego rueda por el piso. A gatas, la recoge y dice:

—Ay, querido Gena, no te imaginas que me salvaste la vida con tus obsequios.

Totalmente ebrio, intenta destapar la botella. Su atención es atraída por un retrato de su familia y lo toma. Al observar las imágenes de su esposa e hijos, comienza a llorar desconsolado. Sus lágrimas caen sobre el cristal. Sin darse cuenta, suelta la botella y con ambas manos abraza el cuadro. Tambaleándose, se dirige al sillón y ahí continúa lamentándose hasta que el sueño lo vence.

Ronald Stone pasó el resto de la tarde y toda la noche durmiendo. Al siguiente día, despierta y siente un dolor en las costillas; es el retrato de su familia, sobre el cual recargó su cuerpo; lo acomoda en el escritorio y recuerda lo sucedido.

—Maldito Leavens, estuviste muy cerca de hacerlo otra vez, pero nunca más me permitiré ser débil ante ti. Como te dije ayer por teléfono: en otra ocasión hablaremos de mi familia y entonces, ese día, tendrás tu castigo.

Stone se dirige al garaje, toma un martillo y comienza a golpear la pistola. No quiere cometer una tontería. En cuanto la observa inservible, la coloca en una bolsa de plástico y agrega las municiones del arma y la guarda en su auto; la tirará lejos de su domicilio en la próxima salida que haga. Sube a su recámara a tomar una ducha y, al bajar, se encuentra a su empleada doméstica.

—Buen día, Elena.

—Buen día, senador.

—Ayer se me cayó una botella de vodka y por accidente rompí un cristal del librero. Por favor encárgate de levantar los vidrios y reemplazarlo.

—¿Se lastimó?

—Solo un poco, pero estoy bien.

—Despreocúpese, señor, yo me encargo.

Elena le creyó, pues sabía que no bebía, sin imaginar que podía haberlo encontrado muerto.

El tiempo siguió su curso y un día recibió la invitación de Leavens. Stone la observa con insignificancia y piensa: «¿Valdrá la pena hacer a un lado mi odio? En fin, solo tengo una oportunidad de averiguar qué rayos es el proyecto S. Debo seleccionar muy bien al soplón ideal».

Llega el cuarto jueves de noviembre, día que se celebra la cena de Acción de Gracias en los Estados Unidos. Muy temprano, Stone abordó su vuelo rumbo a Los Ángeles, California. La mansión de Leavens se encuentra en Pacific Palisades, una de las colonias más lujosas e inaccesibles de los Estados Unidos y quizá del mundo, donde reside gente de alto poder adquisitivo.

Después de arribar al aeropuerto de Los Ángeles, se dirige a algún hotel de Santa Mónica y le pide al gerente que le cocinen un pavo para tenerlo listo por la noche; lo llevará a la mansión. Al estar solo en su habitación, y tan cerca de Leavens, su mente comienza a envolverlo en mil escenas de venganza. De pronto, se levanta de un salto y decide salir a caminar sin rumbo para despejarse de sus pensamientos de odio.

Sus pies lo llevan hasta la Venice Beach, se sienta en algún lugar mirando hacia el océano Pacífico y sigue pensando en un plan para envolver en la charla a aquel presidente extranjero que ha seleccionado como soplón, pero la tranquilidad del mar y del parque lo hacen sentir una paz que hace mucho tiempo no tenía, la cual lo invita a desechar su venganza y dejar que el destino juzgue a Leavens, a tal grado, que siente deseos de abordar un vuelo de regreso a su casa.

El anochecer lo cubrió sin que se diera cuenta del tiempo. Reaccionó cuando un perro juguetón fue a refugiarse a su lado. El canino, al ver a su dueño venir, rápidamente vuelve a correr. De regreso a la realidad, Stone concluye: «Me presentaré en la cena y el destino me dirá si debo seguir con mi venganza o dejarle el castigo en sus manos».

Sin prisa alguna por el horario, camina hacia Pacific Avenue en busca de un taxi. Al llegar a su hotel, se ducha y viste ropa formal. Estaba por salir de la habitación cuando de pronto observa su maleta abierta, sobresalen unos maltratados guantes de algodón, los cuales tienen un significado sentimental muy fuerte para él; son el primer regalo de sus hijos y comprados con su propio esfuerzo. Los usa todos los años en esta fecha.

—Mis muchachos, se me estaban olvidando.

Stone los guarda en el bolsillo interno de su chaqueta, se dirige al restaurante a recoger el pavo que encargó y sale del hotel. Sobre la avenida lo espera un taxi que había pedido minutos antes a la recepcionista; mientras se traslada a la mansión, continúa pensando que, si no obtiene información, se olvidará de su venganza, que le gustaría vivir en algún poblado de Canadá y que, tal vez, le pedirá a Elena intentar alguna relación sentimental.

Elena tiene treinta y cinco años de edad y es de raíces mexicanas, de carácter amable y carismático; su tono de voz es suave y susurrante. Es morena clara, mide 1.67 metros de estatura, cabello largo y trenzado, ojos marrones claros. Su rostro sigue conservando su belleza natural, posee un atractivo cuerpo que oculta en ropa holgada. Tuvo varios pretendientes, pero se dedicó solo a trabajar para ayudar a sus padres y hermanos, quienes muchas semanas han comido gracias a ella. Elena es quien paga las operaciones médicas cuando alguien de su familia las necesita; de no ser por su ayuda, ya hubieran ocurrido varios decesos.

Stone la imagina con un vestido elegante y hace una cara de admiración, mientras piensa: «Simplemente se vería hermosa». Es interrumpido por las lámparas de tres oficiales; son quienes controlan el acceso a la exclusiva zona de Pacific Palisades. Stone entrega la invitación.

—¡Señor Ronald Stone!, es un honor conocerlo en persona.

—No se rinda, busque la presidencia de nuevo.

—Aún me duele mucho la tragedia que sufrió. En mi familia, lloramos.

Stone observa a los oficiales y hace un gesto de agradecimiento. Ellos entienden que no desea hablar del tema, le indican al taxista el camino a la mansión de Leavens y el tiempo máximo que debe permanecer en la zona. Después de unos minutos, están frente a la residencia.

—Hemos llegado, senador. Este es el lugar.

—Gracias.

—Disculpe, senador; durante el recorrido le comenté en varias ocasiones que por favor me llame cuando se retire, pero al parecer no me escuchó. Yo vengo por usted, no importa la hora. Le entrego mi tarjeta: John Nesbitt, para servirle.

—Gracias, John, pero creo que usted debería pasar esta noche con su familia.

—Senador, no dude en llamarme. A pesar de que tengo varios años trabajando en esta área, nunca había tenido la oportunidad de servir a una persona famosa… ¡y mire nada más!, ¡a quien pudo haber sido nuestro presidente! Bendita noche... Senador Stone, ¿puede regalarme su autógrafo? Discúlpeme por quitarle el tiempo.

—Claro, ¿dónde firmo?

—Aquí, por favor. Dedíquelo a la familia Nesbitt… ¡Se pondrán felices al verlo!

—Listo, John, puede que te llame o quizá alguien más me lleve al hotel, pero ya tienes mi firma. Feliz cena de Acción de Gracias.

—Sin duda, la mejor. Gracias, senador, que pase feliz cena. Estaré por aquí cerca y atento por si desea llamarme… ¡Oh, permítame!

John se apresura a tocar el timbre de la mansión, Stone hace un profundo respiro. «Bien, aquí vamos». El portero pregunta por el interfón y Stone se anuncia. Segundos después, la puerta se abre y la familia Leavens está frente a él para recibirlo.

Ronald Stone mira fijamente al presidente Carl Leavens. Desea aventarle el pavo en la cara y luego golpearlo hasta matarlo; seguramente se atrevería a hacerlo si no hubiera tantos escoltas. Contiene su coraje y corresponde con un aparentemente cálido abrazo. Por ser Stone un político respetado a nivel internacional, inmediatamente se acercan los mandatarios de otras naciones para saludarlo. Hacía mucho tiempo que no tenían contacto con él.

Stone agradece las muestras de afecto. Aunque mantiene buena relación con todos, solo a uno de ellos considera un buen amigo, y ese es Richard Campbell, a quien no pudo acompañar meses atrás al sepelio de su esposa.

Todos los mandatarios evitaron preguntar por el atentado y se enfocaron en conversar sobre su desempeño político. Poco a poco, Stone comenzó a mostrar aquella simpatía que siempre lo caracterizó.

Terminando de cenar, conversa únicamente con Guillaume Despatures, a quien había seleccionado como posible soplón, por ser el más cercano a Leavens, ya que su amigo Richard no tolera al estadounidense y, por lo mismo, seguramente no tendría información de S. Sin embargo, el presidente francés no le proporciona datos relevantes: se limita a dar respuestas cortas y mencionar que sus frecuentes visitas a la Casa Blanca son por asuntos diplomáticos. A Stone, estas justificaciones le parecen normales y, en cierta forma, se siente ingenuo por creer que, si existiera algo sospechoso, Despatures se lo diría abiertamente, y aburrido de escuchar información vana para sus oídos, se resigna a marcharse y formar una nueva vida con Elena.

Cuando estaba por despedirse de Guillaume, siente un aire helado en sus manos y el frío permanece en ellas. Por no querer ofrecer su mano congelada y ganarse una expresión incómoda, se coloca los viejos guantes que lleva guardados en el bolsillo de su chaqueta y se despide de Despatures. En el justo momento que sus manos se separan, los hilos de los guantes se atoran en un anillo que usa Despatures y, por inercia, ambos dirigen la mirada a sus manos. Los hilos habían levantado una tapa móvil del anillo. Despatures se muestra nervioso y rápidamente intenta desengancharlo, Stone queda inmóvil contemplando la pieza. Observa que la tapa tiene el grabado de un mundo con seis brazos entrelazados y ocultaba un tipo de panel con circuitos muy parecido a una mainboard, un pequeño foco led parpadea en luz roja y una micropantalla despliega la leyenda: «Intro Code-NanoArTech».

Stone ubica perfectamente estas palabras; hubiera continuado observando, pero Despatures logró desenredarse y volver la tapa a su lugar.

—Disculpa, Guillaume, no fue mi intención.

—No te preocupes, Ronald, fue un accidente.

—¿Lo dañé?

—Afortunadamente, no.

—¿Para qué sirve?

—Almacena información.

—Conozco anillos USB, pero el tuyo es más sofisticado. Vaya que NanoArTech sigue revolucionando la tecnología, es…

—Buen viaje, Ronald.

Despatures da media vuelta y se aleja, dejando a Stone sorprendido por la tajante despedida. El senador frunce su cara y observa quien está próximo para continuar despidiéndose. Ubica a los mandatarios de Alemania y de Japón, quienes conversan de brazos cruzados. Stone se percata de que usan anillos idénticos al de Despatures, los cuales resaltan sobre sus chaquetas negras. En vez de dirigirse a ellos, camina entre los invitados y disimuladamente les observa las manos; descubre que únicamente Schiffer, Saitoo, Price, Despatures, Campbell y Leavens, poseen anillos con el mismo grabado. En ese orden, son los mandatarios de Alemania, Japón, Inglaterra, Francia, Canadá y EE. UU. Le extraña que su amigo Campbell lo use, pues eso significa complicidad con Leavens, cuando hasta hace un momento creía que entre ellos solo había una forzada comunicación diplomática.

Stone busca privacidad para investigar la utilidad de esos anillos. Camina por un largo pasillo que conecta la sala con un patio lateral; al salir descubre un hermoso jardín que es una elegante terraza con vista al océano Pacifico. Hay muchos cipreses tipo Leyland, podados con el exótico arte topiario; sobresalen los que están en cada costado de la puerta: tienen figura de bisontes americanos y parecen custodiar la entrada a la mansión. A un lado de ellos hay bancas; Stone toma asiento en una, dando la espalda a la puerta.

A través de su celular ingresa al catálogo virtual de la empresa hindú The NanoArTech Indian Co., reconocida a nivel mundial por sus innovaciones en microtecnología. Stone la ubica muy bien porque cuando era vicepresidente había concretado algunos proyectos con esa compañía. En la página web resalta el aviso que la empresa ha sido adquirida por el Gobierno hindú.

Al indagar en el catálogo virtual, encuentra que The NanoArTech Indian Co. fabricó únicamente dos modelos de seguridad informática, cuyas marcas comerciales son SaFile-Ring y SaFile-Watch. Stone lee la ficha técnica de ambos artículos: los anillos son vendidos con la superficie lisa para que sean grabados con algún logotipo o diseño del consumidor, la tapa oculta tres pequeños botones que sirven para introducir una clave de acceso según el orden en que sean presionados, los anillos se conectan por bluetooth a un software especial para leer, almacenar y trabajar con la información y que para operar el software se debe acceder a través de un sistema de seguridad biométrico. Explica que los anillos activan el software y este a ellos, que por sí solos no tienen ninguna utilidad; si la tapa permanece abierta más de quince segundos sin desbloquearse, comenzarían a vibrar por diez segundos más y posteriormente ocurriría un pequeño cortocircuito que los haría inservibles. Stone ahora comprende la actitud de Guillaume Despatures cuando el foco led de su anillo comenzó a parpadear y estaba impaciente por quitar los hilos; por poco su SaFile-Ring quedaba inservible.

El modelo SaFile-Watch es más sofisticado y sencillo de operar, funciona de manera individual y también se conecta por bluetooth a cualquier computadora, tablet o celular, posee dos candados de seguridad biométrica para poder usarlo: contiene un lente que escanea la retina del ojo y el cristal sirve como lector de huella dactilar. Ambos liberan la caja del reloj con tres pequeños ganchos y, una vez levantada, se puede almacenar o leer información. Al regresar la caja a su lugar, se cierra la sesión del usuario; si la tapa del reloj es forzada, inmediatamente se genera un cortocircuito y queda inservible. Lo sorprendente de los SaFile-Watch son las cuatro funciones ocultas en los números de las horas 12, 3, 6 y 9: en ese orden se puede grabar audios, capturar imágenes, captar videos y recibir archivos; solo se debe mirar fijamente el número y el lente lector de la retina la ejecuta.

Tanto el anillo como el reloj utilizan batería solar y tienen gran capacidad de almacenaje, especialmente el SaFile-Watch. La ficha técnica alerta que ya no se fabrican estos modelos.

Ronald Stone analiza la información y después llama por celular a Shahid Pakrash, ejecutivo de The NanoArTech Indian Co., quien lo atendía cuando era vicepresidente. Aunque leyó que ya se discontinuaron esos modelos, confía en que su exproveedor haga una excepción; le comenta que desea adquirir un solo anillo y el software especial. Lo interroga sobre la posibilidad de que olvide la clave de su anillo y si su empresa pudiera ayudarlo a rescatar la información. Stone lo pregunta porque se le ocurrió robar el anillo de algún mandatario, leerlo en otro software y así saber qué información guardan.

—Señor Stone, el software y el SaFile-Ring fueron creados pensando en guardar información de alto valor y se codifican mutuamente, ya que se genera un mapa de su retina y el archivo se almacena en ambos lugares. No podríamos ayudarlo en caso de olvidar la clave porque los anillos no pueden ser leídos en otro software; de lo contrario, no proporcionarían seguridad alguna y serían un USB normal; además, ya no hay en existencia y dejaron de fabricarse.

—¿Por qué?

—No tuvieron el éxito comercial que esperábamos.

—Creo que no hay nada que hacer. Pakrash, agradezco tu ayuda. Hasta luego.

Stone termina la llamada, se gira de lado y sube los pies sobre la banca; en esa posición, como si estuviera en su sillón reposet, queda pensativo: «Para descubrir la información que almacenan en esos anillos, primero debo saber en qué computadora se encuentra el software especial que los lee; además, tendría que tener a los seis mandatarios sentados para ingresar la clave maestra, e ignoro si existen anillos adicionales. De su boca nunca me dirán lo que contienen, incluso ni Campbell, es obvio que su lealtad está con Leavens y yo ya no tengo influencia sobre ellos; lo mejor será irme a Canadá, quizá Elena logre que olvide mi venganza o, al menos, ahí esperaré a que Leavens termine su mandato para luego asesinarlo».

Stone estaba por incorporarse cuando abren la puerta del pasillo y enseguida se escucha una voz al otro costado del bisonte topiario.

—Otro segundo, Shahid…

Stone permanece inmóvil, observa la sombra del individuo moviéndose como en busca de algo y, al no ver a nadie, cree que es el único en el patio.

—…Listo, ¿qué me tienes?... Hum, te llamó Ronald Stone. ¿Qué quería?... Bien, quizá desea actualizarse en tecnología, ¿algo más?... Pakrash, hace mucho tiempo que no me das información relevante de lo que se desarrolla en The NanoArTech Indian Co. ¿Qué te hace falta?, ¿motivación? Te ofrezco la nacionalidad japonesa para ti y tus familiares o para quien desees, vivirán en lujosas residencias, ¡lo que quieras!, pero dame datos importantes… Ah, por cierto, necesito más científicos; los que me has enviado no se dan abasto con el trabajo. Dame una lista de candidatos, nosotros nos encargamos de ofrecerles un empleo que no podrán rechazar, ¿entendido? Llámame la siguiente semana. Hasta luego.

Saitoo se queda pensativo, pasa su mano sobre el lomo del bisonte y pronuncia:

—¿Stone sospechará algo o fue coincidencia? En fin, no me importa.

Stone abre la puerta y regresa a la reunión; lentamente se sienta y susurra:

—Vaya, no dudo que cada mandatario tenga pactos secretos como Pakrash y Saitoo. ¡Ahhh, tantas máscaras! Bueno, sigo firme en enamorar a Elena e irnos a Canadá.

Stone decide retirarse de la mansión sin despedirse. Saca la tarjeta que le entregó el taxista John y le solicita el servicio. Al finalizar la llamada prende un cigarrillo con intención de hacer tiempo mientras llega, rodea la exótica piscina, camina por el borde de la terraza, disimula estar observando el mar y el cielo estrellado.

Se termina el cigarro y trata de prender otro, pero el aire apaga su encendedor. Se gira dando la espalda al mar para poder mantener la flama; cuando lo prende, alza la mirada y observa salir de entre los bisontes topiarios a Richard Campbell con una botella de whisky en mano. Stone se alegra de verlo e inmediatamente siente remordimiento.

—¿Qué estaba haciendo? Me iba sin despedirme de mi gran amigo… ¡Eh, Richard!

—¡Stone!, ¡voy hacia ti!... ¿disfrutando la noche?

—Así es viejo, pero ya me siento exhausto; termino mi cigarro y me retiro… Creo que estás bebiendo de más, te noto ebrio.

—Tú no bebes, pero el alcohol, a veces, ayuda a mantenerte vivo. —Dicho esto, toma directamente de la botella.

—Claro que lo sé. De hecho, gracias al alcohol sigo con vida

—No te entiendo, Stone. Sostenme la botella.

Campbell extrae del bolsillo de su chamarra un pequeño empaque metálico.

—¿Qué es eso? —pregunta Stone.

—Cocaína.

—¡Por Dios, Richard! Debes ser el ejemplo para tus ciudadanos y el mundo; necesitas ayuda, dame eso.

Durante el forcejeo de manos, Stone se percata de que Campbell usa en su muñeca izquierda un reloj tipo SaFile-Watch. Sin embargo, no le da importancia y continúa tratando de quitarle la droga a su amigo.

—¡Espera, Stone, espera! Tú vagaste por el mundo para digerir el dolor por la muerte de tu familia, yo lo hago de esta manera; respeta mi decisión, me debes comprender, ¡estás solo igual que yo! Este vicio es mientras supero la pérdida de mi amada esposa.

—Richard, yo ya no estaré solo y tú también debes ir pensando en rehacer tu vida... —Trata de hacerlo razonar, sin embargo, Campbell aspira el polvo blanco.

Stone dejando a un lado su impresión, le expresa su deseo de formar un hogar con Elena y le pide apoyo para radicarse con ella en Canadá. Campbell le quita la botella y continúa bebiendo mientras lo escucha, ambos mirando al majestuoso océano Pacífico. Campbell lo interrumpe, le apasiona hablar de su país, lo ama profundamente y aprovechaba todo momento para resaltar las virtudes canadienses. Stone, por su parte, narra la vida que le gustaría llevar en Canadá, dice estar asqueado de la política y que ahora solo desea pasar el resto de sus días en tranquilidad, quizá hasta volver a ser padre con Elena, o adoptar un hijo. Poco a poco, Stone se llena de emoción al visualizar una nueva etapa.

Campbell no menciona palabra alguna y de pronto todo se vuelve silencio. A los pocos segundos, timbra el celular de Stone: es el taxista para avisarle que ya se encuentra a las puertas de la residencia.

—Gracias, John, en un momento salgo, no te desesperes. —Antes de retirarse, se dispone a hacer una confesión a su estimado amigo.

—Richard, tengo algo que decirte…

Va a comentarle que Leavens asesinó a su familia, pero cuando se miran a la cara, Campbell está muy deprimido, llorando. No puede sostenerle la mirada a Stone, mete la mano de nuevo a su chamarra para sacar otra vez el empaque metálico y aspirar su contenido.

—Stone, tus propósitos son los mismos que planeamos mi esposa y yo, íbamos a adoptar un hijo al terminar mi mandato… ahora que ella ya no está, me pesa caminar, respirar… ¡ella era mi vitalidad!

—Discúlpame, Campbell; no fue mi intención lastimarte con mis ilusiones. Tengo un taxi esperando. ¿Les aviso a tus escoltas que te lleven a tu avión?

—No, gracias, me quedaré un poco más.

—Vamos, amigo, estás mal física y emocionalmente. Tienes un prestigio que mantener ante tus colegas.

—Stone… No merezco tu amistad ni aprecio, créeme.

—Campbell, en todo el continente americano, solo a ti te puedo señalar como mi único amigo. Permíteme ayudarte con tu depresión, juntos podemos superarlo y ser fuertes otra vez.

—Basta, Stone —dice Campbell con la voz quebrada por el llanto.

—Lo lamento. En caso de que Elena me acepte, te llamaré la siguiente semana para que me indiques los trámites que debemos seguir. Y tú, no dudes en solicitar mi ayuda. Sabes que ahí estaré, luchando contigo. Cuídate, mi querido amigo.

—Que te vaya bien… Qué sarcástica y justa es la vida. No merezco sostenerme del crucifijo que desprendí de un hermoso rosario de piedras doradas.

Ronald Stone queda petrificado al escuchar el nombre de la conspiración que asesinó a su familia. Tiene frente a él a quien considera un gran amigo y ahora se entera de que Campbell está involucrado en el complot. Stone se lleva las manos a la cabeza, no puede creerlo. Campbell, a pesar de estar ebrio y drogado, sabe que su juego de palabras fue descifrado; vomita la verdad por su mal estado sentimental y el aprecio que Stone le demuestra.

—¡Oh, Dios mío!

—Stone, estoy arrepentido, perdóname.

—¿Por qué mi familia?, ¿qué les hicimos?

—Es la eterna lucha entre el bien y el mal. Ahora, en mi soledad, puedo ver claramente que me he convertido en un leviatán al servicio de Neptuno 1.

—¿Neptuno 1?... ¿Te refieres a Leavens?

—¿Leavens? Ja, ja, ja… ¡Él no llega ni a piraña!

—¡Por Dios, Campbell!, ¿qué es todo esto?, ¿quién es Neptuno 1?

—No te mortifiques, ni yo mismo sé lo que hice. Haz tu vida con Elena.

—Un momento, no es así de sencillo.

Stone presiente que el SaFile-Watch de Campbell debe guardar información confidencial; le sujeta la muñeca y lo pone frente a los ojos para pasar el primer filtro de seguridad; luego, a la altura de su mano, como pidiéndole poner su pulgar.

—Me sorprendes, Stone. Eres demasiado listo.

—Campbell, tengo derecho a saber toda la verdad del porqué asesinaron a mi familia. Tu mal estado físico y emocional no me garantizan nada; además, si ese Neptuno 1 no es Leavens, ¿entonces quién es?

—Soy el número dos y su brazo derecho. Yo era un pobre diablo y él me dio todo lo que deseé para mi amada esposa; a cambio, le entregué mi lealtad incondicional; motivé y perfeccioné sus proyectos de dominación sin importarme lo inhumanos que fueran. Sinceramente, me opuse al asesinato de tu familia, pero mi voluntad le pertenece a él y tuve que participar en el complot: puse mi talento maquiavélico contra tu familia, fue mi propuesta la mejor opción y él se encargó de cumplirla, si deseas vengarlos, ¡mátame! Me harás un favor.

Stone, cegado por el coraje, no pone importancia al número que menciona. Le zafa el SaFile-Ring y el SaFile-Watch, cierra su puño con la intención de golpearlo, pero, al verlo tan infeliz y deshecho, no se atreve hacerlo.

—La vida se encargó de vengarme, sufres como yo. Si en verdad estás arrepentido, acabemos con ese Neptuno 1, ¡lo podemos hacer!

—Estoy mal física y emocionalmente, entorpecería todo, así no podré ayudarte.

—Tu embriaguez solo es pasajera.

—Pero el dolor del corazón siempre estará presente hasta que muera, por lo que muy probablemente mañana volveré a beber y a drogarme. Lamento mucho que tengas que limpiar todas las porquerías que hice, eres el único que puede alertar al mundo…

Campbell pone su pulgar sobre el escáner del SaFile-Watch y los ganchos de seguridad abren la caja, permitiendo que Stone tenga acceso a la información.

—Con el reloj sabrás todo; el anillo no contiene información importante, solo hay estupideces de Leavens, son proyectos tontos que nunca se harán realidad. Suerte, Stone —Campbell da media vuelta, disponiéndose a partir.

—Richard…

—¿Sí?

—Te perdono lo que hiciste contra mi familia. Por alguna extraña razón no te puedo odiar; eres como el hermano que nunca tuve.

—Qué gran hombre eres, Stone. Gracias por tu perdón, puedo marcharme en paz… Mi depresión y tormento son lo único que pueden delatarte, te prometo que no te defraudaré otra vez; te lo garantizo, amigo.

—Ven, te llevo con tus escoltas.

—Hemos tenido suerte de que nadie nos interrumpiera. Vete ahora, por favor.

Se despiden con un abrazo y Stone se marcha rápidamente. Afortunadamente, el patio conecta con la entrada principal. Los guardias abren la puerta y él aborda el taxi de John.

—Disculpa la demora. Vámonos.

—No se preocupe, señor Stone, con gusto puedo esperar el tiempo necesario, solo que los guardias ya venían por mí.

—¿Tienes cinta adhesiva?

—Claro.

Stone le pone cinta al reloj de Campbell para evitar que la caja cierre sesión por accidente. Al llegar al hotel, John no acepta el pago de sus servicios y, a cambio, le pide tomarse una foto juntos. Stone, a pesar de acceder, deja algunos billetes en el tablero del auto y entra.

Casi corriendo llega hasta su habitación y pone seguro a la puerta, extrae de su maleta una computadora portátil y se prepara un café; elbluetoothde sulaptopdetecta el SaFile-Watch y muestra decenas de carpetas informáticas que contienen cientos de documentos, imágenes, videos, planos y audios. Lo primero que lee son los archivos de una carpeta nombrada RGS, aludiendo al complotRosary of Golden Stones. En ellos corrobora todo lo dicho por el asesino Ken Wentz, incluso encuentra la conversación que él escucho accidentalmente; había sido grabada por Campbell, con su sofisticado reloj. También confirma que su amigo se opuso al asesinato de su familia, pero, al ser amenazado, tuvo que acceder y cooperar. El responsable que orquestó todo el cambio político es un hombre apodado Neptuno 1, quien envió a otras personas para despertar la ambición de poder en Carl Leavens y algunos políticos, con lo que logró que lo apoyaran en el asesinato de la familia Stone.

Al terminar de leer los archivos de RGS, Stone indaga en las demás carpetas. Las horas transcurren y tiene que tomar el vuelo de regreso a su casa. Mientras viaja, piensa en lo que hasta el momento ha descubierto. El asesinato de su familia es solo una pequeña escena de la película de terror que el mundo podría vivir.

Al llegar a su casa, se encierra en el despacho para continuar leyendo el contenido del SaFile-Watch: observa videos, imágenes y escucha los audios; no es un día laborable para Elena, por lo que únicamente interrumpe su lectura para prepararse algo de comer o ir al baño. Así estuvo el resto del viernes y el fin de semana. Había demasiada información y su deseo de saberlo todo lo hizo olvidarse hasta de bañarse. Despertaba y dormía sobre la silla del escritorio.

En la madrugada del lunes, Stone termina de explorar el contenido del SaFile-Watch, pero se encuentra más confundido que al inicio. Campbell solo le mencionó a Neptuno 1, pero en el reloj hay documentos que hacen referencia a Neptuno 2, 3, 4 y 5. Sintiendo dolor de cabeza, se retira a su habitación a dormir y cae en un profundo sueño.

Elena llegó, como de costumbre, muy temprano. Al ver la maleta en la sala piensa que Stone apenas ha llegado de viaje, por lo que no se atreve a despertarlo para desayunar.

Por la tarde, él despierta, toma una ducha y baja en busca de comida. Al ver a Elena, ambos se sonríen y saludan.

Aunque Stone había decidido que, de obtener la información que tanto buscó se dedicaría a vengar a su familia, por haber pensado en Elena, y tenerla cerca, su corazón se desborda de ilusión. Sus sentimientos florecieron sin que él se diera cuenta y solo fue necesario apartar el odio para pensar en ella.

—Señor Stone, siéntese. Le preparé su crema favorita, de espárragos.

—Muchas gracias, Elena. Hace días que no como bien.

—No es para menos. Imagino que la noticia del primer ministro canadiense lo impactó mucho. Lo siento.

—¿Qué noticia?

—¿En verdad no lo sabe?

—¿Qué? No he visto los noticieros.

—El señor Richard Campbell se suicidó el viernes.

—¡Oh, Dios mío!, ¡no lo sabía! Ya regreso.

Stone se dirige a su despacho y busca la noticia por internet: el día viernes por la noche Campbell se quitó la vida de un disparo, y el sábado había sido sepultado. La monarquía británica asignó a un ministro interino llamado Taylor Wilmoth, quien hasta hace unos días había sido gobernador del estado canadiense de Nunavut. Wilmoth es un político con un perfil similar al de Campbell: sereno, carismático, inteligente y letal.

Stone se recarga en la silla, de cara al techo. Como un destello de luz divina, llegan a su mente las palabras de Campbell: «Soy el número dos». Inmediatamente lleva sus manos a la boca. Acierta al pensar que se refería a que él era Neptuno 2 y sospecha que Wilmoth debe ser otro de los Neptuno que aparecen en los documentos del SaFile-Watch, pues su cercanía a Campbell era mundialmente conocida. También recuerda algunas de las últimas palabras del canadiense: «Te prometo que no te defraudaré otra vez. Te lo garantizo, amigo». Las lágrimas resbalan por las mejillas de Stone al comprender que Richard estaba planeando, en ese momento, su suicidio, pues solo con su muerte podría mantener el secreto ante los otros Neptuno de que le había entregado la información del SaFile-Watch.

Stone descarta vivir en Canadá debido a que no tiene buena relación con Wilmoth. Nunca hubo simpatía entre ellos, las pocas veces que estuvieron cerca se percibía un ambiente pesado y tenso. Asimilando que su amigo se había sacrificado para exponer los planes de los Neptuno, Stone decide accionar lo antes posible y luchar desde la sombra. Confía en tener la capacidad para detenerlos y, al mismo tiempo, ser feliz con Elena, por lo que se arma de valor para declararle su ilusión de formar un hogar con ella.

De regreso al comedor, Stone le pide a Elena tomar asiento y acompañarlo en la comida. Al terminar, le comenta que renunciará a su puesto de senador y a la militancia de su partido político y que venderá la residencia; también le declara su intención de formar con ella un hogar. Elena se emociona inmediatamente al escuchar la propuesta. Casualmente también anhelaba este momento. Debido a los meses que había estado a su lado en el hospital, sin desearlo, comenzó a sentir amor hacia él; y es que Ronald Stone, a sus cuarenta y cinco años de edad, conserva un aspecto elegante y atractivo, con una personalidad inteligente, aunque desde que falleció su familia había perdido el jovial sentido del humor. Es un hombre noble y justo, físicamente de piel oscura, ojos negros, velludo, 1.90 metros de estatura y delgado; Elena, al tener la ilusión de un primer amor, acepta. Ambos se toman de la mano y sellan su compromiso con un prolongado beso.

Stone, con la intención de proteger su nueva vida, le pide a Elena buscar una agencia de bienes raíces para poner en venta la residencia y buscar un hogar donde ella quiera; posteriormente él se marcha para presentar su renuncia como senador y a su partido político.

En los siguientes días, se dedicaron a donar varios objetos de la residencia y del departamento que rentaba Elena, únicamente se quedaron con la menor cantidad de ropa y algunos accesorios que les simbolizaban recuerdos sentimentales. Mientras Stone recibe la confirmación de sus renuncias y se vende la residencia, la pareja vive en hoteles. Al mismo tiempo, Elena busca un inmueble en México, concretamente en el municipio de Zacatlán, perteneciente al estado de Puebla, de donde ella es originaria. Por los años que lleva alejada de sus padres, le ilusiona regresar a su país y vivir con ellos.

Al trascurrir unas semanas, Stone recibe la aceptación de sus renuncias y logra vender su residencia. Con la ayuda de Gennady, inmediatamente transfiere todo su capital a Rusia, le indica a Elena adelantarse a México y abrir una cuenta bancaria para que reciba dinero desde Moscú, que disponga de los recursos libremente para comprar el inmueble y todo lo que ella necesite; también le pide no mencionar a nadie la vida política que llevaba, que ante su familia lo presente con otro nombre y que todo se lo explicaría un vez que se hubieran reencontrado. Elena supone que le solicita lo anterior porque ambos iniciarán una nueva vida y, tal vez, por protegerla de algún asesinato, como el ocurrido con la familia Stone.

Al siguiente día, Stone va a dejar a Elena al aeropuerto internacional de Baltimore, en Washington; ella aborda un avión con destino a Ciudad de México; luego, él se traslada al Aeropuerto Nacional Ronald Reagan y toma un vuelo hacia la ciudad de Las Vegas. Allí, intentará tener un encuentro con el científico James Miller, director general del enigmático proyecto S. Stone había leído en el SaFile-Watch que el nombre completo del plan era Sunshine, y también descubrió la existencia de otro proyecto secreto llamado Jano.

Según archivos del reloj, el científico James Miller desconoce la verdadera aplicación que tendrían sus creaciones tecnológicas. Incluso, ignora la existencia de los Neptuno. El científico prácticamente está recluido de por vida en una base secreta, la cual se encuentra al noroeste de la famosa ciudad. Paga un precio demasiado alto con tal de hacer realidad su sueño. En un reporte sobre la personalidad de James Miller, se compara su pasión científica con la de Serguéi Koroliov y Wernher Von Braun, a quienes el destino colocó como rivales en la carrera espacial, ambos con el mismo objetivo: conquistar la luna, sus sueños desde la infancia.

Ronald Stone llega a Las Vegas. Después de hospedarse, marca al número del celular de James Miller, el cual obtuvo del SaFile-Watch. La llamada de Stone causa gran impacto, ya que únicamente el presidente Carl Leavens conocía su número telefónico y solo él lo contactaba. Fue precisamente Leavens quien le proporcionó el celular para tener comunicación directa sobre el desarrollo del proyecto Sunshine, pero el aparato tiene restringido hacer llamadas y enviar mensajes. Ronald Stone se presenta, le ruega que por favor no le cuelgue y que lo escuche unos minutos; inmediatamente le hace comentarios de interés y reproduce algunos archivos de audio en los cuales se habla de atentar contra la vida del científico. Stone sabe que solo tiene una oportunidad de engancharlo y enterarlo de que detrás de su trabajo se esconden aterradoras intenciones de dominación mundial. James Miller escucha con atención y finalmente acepta reunirse en secreto con Stone; se las arreglaría hábilmente para conseguir autorización y salir de la base.

A la mañana siguiente, muy temprano, Stone aún se encuentra dormido cuando el timbre de su habitación comienza a sonar varias veces. Se levanta tallando sus ojos y, por el visor de la puerta, observa a un hombre de aproximadamente sesenta y cinco años, tez blanca y muy delgado, de bigote y cabellos grises, con un rostro que proyecta ternura e inteligencia. Se trata del científico James Miller, a quien reconoció por las fotografías en el SaFile-Watch. Rápidamente, Stone abre la puerta.

—Un placer conocerlo, señor Miller. Lamento mi presentación en pijama, pero, sinceramente, no lo esperaba tan temprano.

—Disculpe por no anunciarme en la recepción, pero la discreción es vital.

—Totalmente de acuerdo. Por favor, pase.

James Miller toma asiento en un sillón y Stone va al cuarto de baño a cambiarse. Posteriormente, saca sulaptoppara mostrar evidencias relacionadas con los proyectos secretos.

—Señor Miller, gracias por acudir.

—Si no fuera el ex vicepresidente, sinceramente, lo hubiera denunciado.

—Gracias. Comencemos nuestra reunión. Ayer le comenté qué tengo total conocimiento del proyecto secreto llamado Sunshine, el cual tiene como objetivo igualar la velocidad de la luz, y que usted está creando la tecnología para el presidente Leavens. Él le ha hecho creer que la usará para explorar nuestra Vía Láctea e ir más allá de ella, que la aplicará en el transporte y un sinfín de mentiras. La realidad es que adaptará Sunshine a armas bélicas y someterá a todas las naciones del mundo. En menos de diez minutos las potencias serán aniquiladas y habrá millones de muertes; él pretende tener el control sobre los recursos y el destino del planeta; estamos ante una conspiración de dominación mundial, y en este momento le mostraré toda la información que debe conocer…

Ronald Stone le muestra varios documentos confidenciales en los cuales se ordena que, en cuanto James Miller termine Sunshine, se adapte inmediatamente esa tecnología a todo el equipo bélico, principalmente a bombarderos, cazas y misiles; que una vez listos, dará inicio a otro proyecto secreto llamado Gea, el cual consiste en derrotar a las potencias rivales y neutrales, incluso a países aliados.

—Señor Stone, yo no cargaré con millones de muertes, ¡es espantoso! El presidente nunca tendrá Sunshine. Puedo manipular mi investigación para que otros científicos se confundan y nunca la desarrollen.

—Por el bien de nuestro planeta, le ruego que nunca se la entregue… Señor James Miller, es necesario que usted y yo seamos honestos; Leavens ignora que usted ya terminó Sunshine y que lo engaña haciéndole creer que aún no lo concluye, pues usted necesita las millonarias aportaciones de él para terminar su propio proyecto secreto, Jano, el cual es muy costoso, pero podrá abrir un portal en el tiempo, ¿cierto?

Jano es un dios romano con dos rostros. Se tenía la creencia de que una cara podía ver el pasado y la otra el futuro; su cabeza era la puerta del antes y del después; el primer mes del calendario gregoriano está dedicado en su honor, January, en inglés, con el significado que mira hacia el año viejo y el año nuevo.

En cuanto James Miller escucha el nombre de su proyecto personal, inmediatamente el miedo lo invade y contiene la respiración por la impresión, su tierno rostro cambia a terror, siente que Stone lo ha despojado de su alma, ya que Jano es la máxima ilusión de su vida. Ronald Stone, al verlo petrificado, toma de nuevo la palabra para tranquilizarlo.

—Señor Miller, sé el sueño que persigue con Jano, Usted hace lo mismo que han hecho otros científicos; si no hubieran engañado a sus patrocinadores, actualmente estaríamos privados de grandes inventos,

—¡Hasta mis sueños conoce!, ¿cómo se enteró de Jano? Estoy aquí porque solo mencionó los planes de Leavens y que me asesinarán en cuanto entregue Sunshine. Usted no fue honesto conmigo, también debió decirme que conoce mi proyecto personal, fue un error haber venido, ¿va a chantajearme?

—Señor Miller, le ruego que no se ofenda. Precisamente no se lo comenté porque sabría que no vendría. Es muy importante que usted sepa que Jano es más peligroso que Sunshine y Gea; los mandatarios socios de Leavens aportan millonarias sumas de dinero para que Sunshine sea compartido con ellos y han acordado silenciarlo para que esta tecnología no caiga en otras manos. Yo no le mentí al decirle que lo asesinarán: aquí está el video de esa reunión…

Richard Campbell había grabado en secreto, con el SaFile-Watch, esa reunión. James Miller observa con atención y se muestra atónito por el decreto. Reconoce a cada uno de los mandatarios. Él ignoraba que existiera un grupo de patrocinadores…, pero su impresión desaparece casi inmediatamente; cree tener la solución.