El rey del hielo - Stephanie Ward - E-Book

El rey del hielo E-Book

Stephanie Ward

0,0

Beschreibung

En la segunda entrega de esta saga, han pasado años desde que Ramnusia y Ares Blackner se encontraron y se unieron como pareja, y también desde que lograron restablecer la paz entre los siete reinos. Se acerca la hora en la que la princesa Ayla Blackner, semidiosa lycana hija de ambos, y Asmodeo, el demonio príncipe del infierno e hijo del mismísimo Lucifer al que Ayla ha sido destinada, deberán consumar su unión. El único problema es que no existe en los siete reinos otra criatura a la que Ayla desprecie más que a Asmodeo, a pesar de que este sea su mate. En un último intento de escapar a su destino, Ayla decidirá pasar una temporada con su familia en la Tierra, pero Asmodeo, decidido a conquistarla, irá tras ella. ¿Podrán los esfuerzos del rey del hielo y la voluntad de los dioses ganar el corazón de la princesa?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 506

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

[email protected]

© Stephanie Ward

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1144-876-5

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

PRÓLOGO

Después de un primer volumen en el que se perfiló para los lectores el escenario de fantasía en el que iba a desarrollarse la historia, la segunda entrega de esta saga profundiza en este universo conocido a través de las aventuras de personajes nuevos. En El rey del hielo los lectores se reencontrarán con algunos de los personajes por los que ya tuvieron oportunidad de sentir cariño, desprecio o compasión en Alfa Ares; no obstante, estos serán relegados a un papel secundario, dejando espacio para otros protagonistas. El tiempo narrativo se ha desplazado adelante una generación y en el centro del relato ahora se encuentra la hija de los protagonistas de la precuela, a la que acompañarán otros nuevos y antiguos conocidos para los lectores.

Mientras que Alfa Ares planteaba un abanico más amplio de personajes, tramas principales y secundarias y grandes conflictos que las enmarcaban, El rey de hielo apuesta por un enfoque más restringido, centrándose de forma más exclusiva en el desarrollo de los dos personajes protagonistas, y en la relación de amor-odio que se forja entre ellos con el pasar de las páginas —aunque esto no quiere decir que se abandonen otras subtramas y a otros personajes—. Esto hace que la nueva entrega de la saga, que hasta ahora se posicionaba entre el género fantástico y el romántico, se sitúe más cerca de este último. La autora de El rey de hielo dibuja una relación entre sus protagonistas que constantemente oscila entre el romanticismo y el maltrato, subiéndole a todo ello la intensidad si tenemos en cuenta que Ayla y Asmodeo son seres dotados de fuerza y poder sobrenaturales. Los lectores acompañarán a la pareja protagonista en esta montaña rusa emocional, planteándose a la vuelta de cada capítulo por quién deberían sentir simpatía y por quién animadversión.

Aunque los personajes principales y el enfoque sean otros, las temáticas más generales que ya tenían gran peso en la primera novela seguirán desarrollándose en esta segunda parte. En especial se volverá a hacer hincapié sobre la dicotomía destino-libre albedrío, en torno a la que se estructuraba gran parte de la trama del volumen anterior. También en El rey del hielo los conflictos de los personajes protagonistas tendrán como origen el futuro que para ellos han designado los dioses, con el que a menudo discrepan sus propios sentimientos. Después de llevar a sus personajes del borde de un abismo a otro —y a los lectores tras ellos—, la novela se resolverá en un desenlace contundente que, no obstante, sugiere que todavía no hemos llegado al final de la historia.

ASMODEO PDV

—¡No me puedo creer que estés de acuerdo! —le digo a mi padre en cuanto los semidioses salen de la sala de conferencias—. ¿Cómo puedes hacerme esto? ¡Ella me ha sido destinada! ¿Cómo es una buena idea que pase un año entero en la Tierra?

—¡Tú no puedes cuestionar mis decisiones, niño! —exclama, haciendo que todo demonio en una radio de diez kilómetros tiemble. Su ira es difícil de ignorar. Es el creador del infierno, el todopoderoso Lucifer, y yo soy Asmodeo, uno de sus muchos hijos, que consiguió merecer el título de príncipe del infierno.

—Pero, padre, ¿cómo podré controlarla ahora?

—Para empezar, no debes vigilarla. No es necesario recordarte que ella no es una mera humana. Es la princesa del reino Blackner, una semidiosa a la que se supone que debemos reconocer como una de los nuestros, lo que la hace incompatible con tu constante acecho. ¿O debo recordarte todas las responsabilidades que ignoras mientras la espías como un condenado?

—Pero, padre…

—No te permito que me cuestiones, hijo. Mi palabra es orden y debes respetarla o habrá consecuencias. Ahora vuelve a tus obligaciones y deja de hacerme perder el tiempo.

Bajo la cabeza, sabiendo que no hay nada que pueda hacer para hacerle cambiar de opinión, me doy la vuelta y salgo de la habitación antes de que me eche él mismo, aunque no tengo ninguna intención de dejarlo pasar, y definitivamente no me quedaré aquí sin hacer nada mientras mi mate está en la Tierra. Ella me pertenece, y no importa lo que mi padre considere qué es lo que se debe hacer, yo no estoy dispuesto a aceptarlo. ¡Soy un demonio, por el amor de Lucifer! ¿Cuándo en la historia del universo ha jugado un demonio siguiendo las reglas? Yo no conozco ninguno que lo haya hecho y no pienso ser el primero.

Cuando los dioses se reunieron para destinarme, finalmente, una mate, estuve encantado. Pensé que por fin tendría otra mitad que me acompañaría en mis viajes por el universo, castigando a todo aquel que jugase sucio. Fantaseaba con que mi mate y yo nos tomaríamos una copa en el corazón ardiente del infierno, disfrutando la vista de las almas pecadoras retorciéndose en los fuegos de mi padre. Imaginé mi vida perfecta junto a una mate cuya maldad igualase la mía, pero estaba equivocado.

Todavía puedo recordar el día en el que me dejaron saber quién era mi mate, la diosa del infierno con la que pasaría el resto de la eternidad. Todavía recuerdo la cara de satisfacción de mi padre, y la risa burlona de mis hermanos aún resuena en mis oídos, como si todo hubiese pasado ayer. Ayla Blackner es mi mate.

Su cara dulce e inocente me provoca arcadas, y sigo sin poder creer que mi padre hubiera pensado que era una buena idea destinármela como mate. No hay nada que podamos tener en común. Ella es una semidiosa lycana criada en una familia amorosa de chupasangres, chuchos y brujas, mientras que yo soy el príncipe del infierno y mi padre es el creador del mal, según las creencias populares, aunque el mal siempre es relativo. Pero la realidad es que somos completamente diferentes.

Ella es una tierna e inocente princesa que intenta evitar al temido y aterrador demonio al que fue destinada, mientras que yo soy todo aquello que ella piensa que soy y más. Soy el temido príncipe del hielo infernal, soy esa sombra que la vigila en la oscuridad, soy aquel que con un chasquido de dedos se lo puede quitar todo sin pensar. Soy la pesadilla que sueña cada noche y sus más horribles miedos hechos realidad. Soy su debilidad y su fuerza.

Algunos me temen, otros me aman, pero la realidad es que nadie me conoce, y los que lo hacen suele ser porque dejaron salir a todos sus demonios y yo represento su destrucción, pero eso no es más que mi trabajo.

No siento dolor, ni miedo, ni amor, ni odio, y por ello piensan que soy lo peor. Pero muchas veces la gente no se enfada con los que hacen el mal, sino con los que lo condenan. Yo soy quien se encarga de eso, y soy un dios al igual que todos los demás a los que sí veneran. Me temen porque soy un dios que castiga, un dios que no salva a los cobardes; no soy el pastor del rebaño, soy el lobo que se come a las ovejas rebeldes y reprende a los cuervos que picotean cuerpos con vida. Mi padre es el más bello de los ángeles, y mi nombre es Asmodeo.

Siempre he sabido que habían cometido un gravísimo error al sugerir que una princesa lycana sea mi pareja, pero, aun así, tras coquetear con la idea de tenerla a mi lado y seguirla a cada paso, he decidido que la quiero para mí, y no permitiré que se aleje de mí ni que haga lo que sea que está planeando hacer en la Tierra.

Ella no está más contenta que yo sabiendo que fue destinada al príncipe del infierno, y creo que está intentando alejarse de mí antes de que llegue la fecha de nuestra unión.

Durante todo este tiempo que he estado vigilándola, ha conseguido encender un fuego dentro de mí. Contrario a lo que pensé inicialmente, parece tener un alma fuerte, es una guerrera lista para enfrentarse a mí. Me sentí muy orgulloso cuando entré en su cabeza y la sorprendí pensando en cosas que podría hacer para hacerme sufrir. Siento que mi pequeña mate no es tan angelical, después de todo.

Subestima todas las cosas que puedo llegar a hacer, y eso me divierte, pues imagino la sorpresa que se llevará cuando esté envuelta en mis brazos y sin posibilidad de escapar. Haré que me encuentre en las profundidades de sus pesadillas, en la amargura de su desesperación, que busque con desesperación este demonio del que está tan empeñada en esconderse. Convertiré su pequeña aventura en algo que jamás olvidará. Voy a divertirme como nunca, y algo me dice que ella también lo hará.

En cuanto mi mate y yo completemos el ritual de emparejamiento y reclame su alma, mi padre me concederá el título de rey del hielo. La parte helada del infierno es mi sitio favorito en el universo. Contrario a lo que puedan pensar los demás, el infierno es más que fuego, y el hielo es una parte importante del reino de los demonios. Cuando era pequeño, solía pasar mucho tiempo en estas zonas, no solo disfrutando del frío, sino también de todas las formas de castigo que ofrece, por lo que mi padre me prometió que, en el futuro, cuando estuviera preparado, podría reclamar esa tierra como mía, y sería coronado como el rey del hielo infernal.

Ahora, cuando estoy a punto de disfrutar de dicho poder, tras siglos esperando este momento, Ayla se ha convertido en un problema. Ha decidido que no está para nada deseando tomar su sitio a mi lado y en su lugar se ha ido a la Tierra para divertirse durante un año entero, condenándome así a estar lejos de ella y de mi más deseado título. Mi padre está resuelto a no darme mi sitio antes de tener a mi reina, y eso complica exponencialmente mi vida, ya que me odia a muerte y yo podría vivir perfectamente sin ella…, pero ya no quiero hacerlo.

AYLA PDV

Escucho un suave golpe en la puerta y la persona al otro lado entra justo después. Es mi padre, Ares Blackner. Puedo reconocer el sonido de sus pasos entre miles. Sé que le entregaron mi diario ayer y sabe perfectamente lo que estoy planeando hacer. No tengo ganas de escuchar su predicaría, así que decido hacerme la dormida. Se sienta en mi cama y enciende la lámpara que se encuentra en mi mesita de noche; entiendo que no está dispuesto a esperar a mañana para tener esta conversación.

—Sé que estás despierta, te he escuchado revolverte rápidamente entre tus sábanas antes de entrar.

Estupendo, siempre se me olvida que no somos normales. No es la primera vez que el súper oído lycano de mi padre me descubre. Abro un ojo y lo miro mientras él sonríe, pero esta vez no llega a sus ojos e inmediatamente entiendo que esto es más grave de lo que esperaba inicialmente.

—¿Papá?

—¿Por qué? —me pregunta, sabiendo que yo soy consciente de por qué está aquí.

Estaba planeando fugarme del palacio y del reino de los Blackner a corto plazo, pero mi amigo demonio Azazel, hijo del líder de los Grigori, conocido por el mismo nombre que el de su clan, me sorprendió mientras lo escribía en un diario que tengo escondido en la cabaña del árbol.

Mi padre y mi hermano Lucien construyeron esa cabaña cuando los dos éramos cachorros. Cuando crecimos, comencé a utilizarla para esconder mi diario y soñar lejos de todo el mundo, fingiendo que no estaba aquí. El escurridizo Azazel no perdió el tiempo en cogerlo con sus manos demoniacas y entregárselo a mi padre. A juzgar por la mirada de mi padre, sé que está decepcionado conmigo, y la ausencia de mi madre en este momento me dice que todavía no ha sido capaz de contárselo.

—Papá, siento mucho todo esto. Mi intención nunca fue decepcionaros a ti y a mamá, pero necesito salir de aquí, alejarme de todo esto.

—¿Tiene esto algo que ver con Asmodeo? —La mirada de mi padre deja ver más de lo que él se da cuenta. Puedo ver el dolor y la pena mezclándose en sus ojos azules, y los dos sentimientos están dirigidos a mí.

—Papa, sé que no hay ningún sitio en el cielo ni en la Tierra en el que pueda esconderme de Asmodeo; los dioses lo dejaron claro, él es mi destino y debo pasar la eternidad a su lado. Pero quiero salir de aquí, apartarme de él y de su continuo acecho, aunque sea por este año. Quiero vivir este último año de la mejor forma posible, experimentar lo que hay allí fuera, cómo sería mi vida si no solo fuera la hija de un alfa —admito con sinceridad, mientras las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas—. Sé que no puedo escapar de mi destino, pero quiero olvidarme de él por un tiempo.

—Sé lo que debes de estar sintiendo, todos lo sabemos. Tu madre, Lucien y yo nos hemos reunido esta tarde con los dioses y hemos decidido dejarte disfrutar tu año de libertad antes de jurarle lealtad eterna a Asmodeo.

Miro a mi padre incrédula, pero eternamente agradecida. Lo abrazo con fuerza, sonriendo de oreja a oreja.

No es sino hasta dentro de un año cuando Asmodeo puede reclamarme como suya y entrelazar nuestros destinos para la eternidad. Un año entero en el que puedo ser realmente libre, lejos de este reino y lejos de la atenta mirada de los demonios que tiene vigilándome a cada paso.

Siempre quise ir sola al reino de los humanos, conocer el reino de mis padres y quizá echar un vistazo a todos los demás. La vida aquí es aburrida. Ser la hija de dos semidioses y la hermana de uno de los más poderosos de este reino es abrumador. Maravilloso pero abrumador, y aburrido, a veces, ya que todos están pendientes de Lucien como el futuro heredero del trono Blackner.

Mis padres quieren que Lucien suba al poder cuanto antes para así poder retirarse en el reino de los lycanos y darles el bien merecido descanso a mis abuelos.

—Muchas gracias, padre —le digo, colgándome aún más de su cuello.

Me da un fuerte abrazo antes de levantar mi barbilla con su mano para que le mire a los ojos.

—Se lo hemos comunicado al rey Lucifer y está de acuerdo con tu aventura, siempre y cuando garantizamos que te quedarás en el palacio de tus abuelos Balthazar y Nayati. Asmodeo está rabiando, pero Lucifer no le ha dejado más remedio que someterse a nuestra decisión de ofrecerte este año de libertad. Ayla, nosotros no podemos garantizar tu seguridad, ni tampoco que Asmodeo guardará la distancia. Es un demonio muy poderoso y no creo le importe cualquier castigo que Lucifer le imponga por desobedecerlo. Además, no se nos puede olvidar que tratamos con los reyes del infierno.

—No se puede confiar en la palabra de un demonio, ya lo sé. El mismo Asmodeo me lo dejó claro el día que lo conocí. No te preocupes, padre, estaré bien. Yo soy una lycana poderosa y bien entrenada, así que no creo que pueda hacerme daño. Además, soy su mate.

—Intenta no meterte en problemas para no tener que pasar el resto del año encarcelada en el infierno —me pide mi padre, y su sonrisa amenazadora es suficiente para saber que está hablando en serio y que hay más en esta historia de lo que está dispuesto a contarme.

Intento ignorar a mi lycana, Lea, que está saltando en mi cabeza igual de ilusionada que yo por esta nueva aventura. Las dos estamos deseando irnos de aquí y ver todas las cosas incitantes e increíbles que la Tierra puede ofrecernos. Haremos todo lo posible por disfrutarla al máximo antes de pasar la eternidad en el infierno, literalmente.

—No te preocupes, padre, no haré nada que ponga en riesgo mi seguridad —le aseguro decidida con una sonrisa en la cara, mientras me abraza con fuerza contra su pecho, haciéndome sentir como una niña pequeña en sus brazos grandes y protectores. Me da un beso en la frente y se aleja hacia la salida, pero justo antes de cruzar la puerta se da la vuelta y me mira.

—Él te ama, no lo olvides, princesa. Asmodeo es un demonio, y a pesar de su semblante frío, peligroso y cruel, siempre te ha amado, desde el día en el que naciste. No te dejará sola en este viaje —me advierte, y se va cerrando la puerta detrás de sí.

«Lo sé, padre, lo sé…», digo para mí misma, sintiendo el miedo acurrucándose en mi estómago. Sé que mis padres saben algo que desconozco; mi padre está preocupado por mi futuro y eso solo puede significar una cosa: mi madre ha utilizado Ostium Temporis y debe de haber visto algo que no le ha gustado en mi futuro.

Mi padre se va y mi cabeza se inunda de terribles pensamientos que provocan que el sueño se niegue a acompañarme esta noche, por lo que decido ir a dar una vuelta por el bosque. Lea, mi lycana, empieza a saltar alegre, deseando estirar sus patas. Salgo del palacio y al llegar a la frontera del bosque empiezo a transformarme en mi lycana. Siempre siento un aumento de poder y confianza cuando la dejo libre.

Mi lycana es muy hermosa. Es valiente, fuerte y extremadamente rápida. Adoro su pelaje blanco puro y esponjoso, y estoy segura de que puede desafiar a casi cualquier ser gracias a su tamaño y fuerza.

Lea sale corriendo rápidamente por el bosque. El aire frío acaricia su pelaje mientras disfrutamos del paisaje y de la tranquilidad de la noche. Tras un largo tiempo corriendo, se cansa y se para junto a un río para beber. Se sienta a la orilla con la cabeza encima de las patas, disfrutando del chapoteo del agua, y la observa correr hacia abajo vaciando nuestros pensamientos y envolviendo nuestras mentes y almas en calma.

Nos quedamos allí mirándolo un largo rato hasta que Lea levanta la cabeza en alerta. Sé que ha sentido algo detrás de ella. Se gira y toma una posición de ataque frente a la figura que se aproxima a nosotras. Es extraño que nuestra vista no pueda descifrar los rasgos de la cara de la persona que se nos acerca, y Lea la mira con tal fuego en los ojos que casi siento el miedo en mi estómago, pero no parece que ella piense lo mismo, ya que su avance no se detiene. No puedo ver más allá de su sombra; parece que eso es lo que es, una sombra. Por mucho que me esfuerzo en buscar su mirada, no puedo encontrarla, e instantáneamente lo reconozco.

En un segundo está justo delante de Lea y extiende la mano para tocarla mientras ella gruñe en señal de advertencia. Pero una vez la acaricia, siento que ella se pierde en ese contacto lleno de chispas y todo nuestro cuerpo se queda inmóvil disfrutando de su toque. Las dos sabemos quién es, sabemos que es él. Lea se deja mimar y su gruñido amenazador se vuelve el ronroneo de una gatita, contenta porque su amo le está acariciando la barriga. Intento ignorarlos, especialmente a mi traicionera lycana, y aguantar mis ganas de morderle la mano al demonio, pero las chispas que recorren mi cuerpo están jugando con mi cordura y me marean. Cuanto más las siento, menos sé si lo que siento es amor u odio.

—Haces que desate mis peores demonios, Ayla. —Una voz suena cortando la oscuridad, pero es tan solo un susurro lejano en mis oídos—. Quieres alejarte de mí, quieres desaparecer, olvidar cuál es tu sitio, y la rabia alimenta mi alma oscura, me hace venir aquí para advertirte de que la única forma de escaparte de mí es la muerte, y ni siquiera en ella encontrarás tu salida. ¿Me temes, Ayla?

—No puedo negar el miedo que siento hacia ti; el mundo entero os teme a ti y a los tuyos. No hay agua en este universo que limpie la sangre que mancha vuestras manos. Para mí no hay escapatoria, no hay salvación, y sé que jamás encontraré la luz en tus ojos oscuros. Me rendiré ante ti y permitiré tu marca en mi cuello, príncipe de la oscuridad, pero nunca olvides quién me ha creado —le contesto mientras siento mi alma temblando a pesar de lo mucho que mi lycana goza de la caricia de su mate.

—Vas a perder la batalla, princesa. Debo reconocer que estás jugando tu mejor carta al poner la distancia de por medio, pero vas a perder igualmente, porque en esto no hay ganadores y nadie tiene razón, nadie más que yo. Eres mía, mate.

—Pues ve llevando la cuenta, demonio. Esta es tan solo una batalla, no la guerra, y no estoy planeando rendirme ante ti más allá de esa marca que exigen que lleve en el cuello. Es lo único que el universo me pide y la única lucha que perderé. Haré que tu existencia sea un verdadero infierno.

Asmodeo nunca se había acercado tanto a mí hasta esta noche y me parece que lo ha hecho para despertar el vínculo de pareja entre nosotros y así asegurarse de que, durante el tiempo que esté fuera de mi reino, la conexión entre nosotros crezca. Creo que no hay nadie en el mundo al que odie más que a este ser, y estoy condenada a pasar el resto de la eternidad a su lado.

RAMNUSIA PDV

Estoy inquieta, mi cabeza da vueltas y mi corazón late a mil por hora. Mi única hija viajará sola al reino humano, y a pesar de ello, no es eso lo que me tiene preocupada, sino la falta de confianza que ha demostrado frente a su padre y a mí. Desde que nos declararon semidioses, Ares y yo hemos estado muy ocupados asistiendo a Selene, Helio y Chronos y, a la vez, encargándonos de nuestro propio reino. Lucien, nuestro hijo mayor, está aprendiendo a dirigir el reino Blackner para poder tomar el trono en cuanto encuentre a su mate, y entre todo esto creo que Ayla perdió la confianza en nosotros y se encuentra sola en un momento decisivo en su vida.

Cuando mi hija nació, Tique, la diosa del destino, y Fortuna, la diosa de la suerte, vinieron a recibir su alma inmortal a la vez que todos los demás dioses, incluidos Lucifer y su hijo Asmodeo, y todos le ofrecieron regalos para su vida. Lucifer le ofreció la protección del infierno; Tique, el poder de la noche, y Fortuna le regaló el amor incondicional de Asmodeo, el hijo de Lucifer y uno de los reyes más poderosos del Infierno, uniendo su destino al de un demonio incapaz de experimentar dicho sentimiento. Pero desde ese momento rindió su alma oscura ante ella, y no hay nada que ninguno de nosotros pueda hacer para revertirlo. Los regalos de los dioses no pueden ser rechazados, y se supone que el mismo Asmodeo es un dios… de la oscuridad, pero no por ello menos que todos los demás.

Desde ese momento, Asmodeo hizo su misión tener vigilada a Ayla. Abrahel, hermano de Bael, está a cargo de la supervisión constante de Ayla, ya que el dios decidió que ella no podría verlo hasta el día de su vigésimo cumpleaños, cuando sus destinos se entrelazarán para siempre.

Puedo entender por qué mi hija quiere irse al reino humano en un intento de alejarse de ellos por un tiempo, probar la libertad en un mundo en el que Asmodeo y sus demonios deben guardar distancia.

Tras largas discusiones con el demonio y su padre, hemos conseguido que estuvieran de acuerdo en que Ayla pase este último año en ese lugar, con la única condición de que no se aleje del palacio de sus abuelos.

Ares ha ido a hablar con ella para informarla sobre la decisión que hemos tomado con respecto a su futuro, y por mucho que he querido acompañarlo, no puedo ir allí sin que mi alma llore por ella. Así que me he quedado en mi santuario intentando decidir si es o no una buena idea abrir Ostium Temporis para echar un vistazo al futuro de mi hija. Sé que Asmodeo no conseguirá guardar distancia con ella y que hará todo lo que esté en su mano para seguir vigilándola, a pesar de las restricciones de los dioses y de su propio padre. Ayla encontrará algún que otro problema en su año de paz.

Soy consciente de que no debería hacerlo, pero la decisión está tomada. Cruzo Ostium Temporis mientras todos los recuerdos y dolores de mi pasado fluyen dentro de mí.

Estoy detrás del palacio New Moon. Puedo ver a mis suegros en la distancia teniendo una reunión con los guerreros. En ese momento escucho lamentos provenientes de la profundidad del bosque y mis pasos me llevan allí, sintiéndome como si estuviera en una nube. De repente, veo a mi niña acurrucada en el suelo junto al lago, abrazándose las piernas con los brazos, hecha una bola. Está llorando, algo malo le ha pasado. Me acerco a ella, quedándome invisible, mientras miro atentamente su cuerpo en busca de heridas, pero no puedo ver ninguna. Mi atención se centra en su cuello, donde hay una pequeña marca. Es la marca de emparejamiento de un lycano, un rey lycano. ¿Qué hace la marca de un rey lycano en su cuello? Ella no tiene una pareja lycana predestinada por Selene. Me agacho para mirarla de cerca. Es una luna llena guardando un corazón roto en su interior, rodeada de una estrella amarrilla luminosa y otra negra ensangrentada. Nunca había visto una marca así en un lycano. La luna llena y la estrella amarrilla solo pueden darse en la marca de un rey lycano, pero el corazón roto y la estrella ensangrentada…, no sé qué opinar sobre ello. Solo sé que no es nada bueno y que algo terrible le sucederá a mi hija en el reino humano. Algo que yo misma impediré que pase.

De pronto escucho la voz de Ares retumbando en mi mente, y de inmediato mi cuerpo es arrancado del lado de mi hija y me materializo delante de Ares en mi santuario. Su llamada puede traerme de vuelta de cualquier dimensión, incluso en contra de mi voluntad.

—¿Por qué abriste Ostium Temporis, amor? —me pregunta.

Mis ojos se llenan de lágrimas instantáneamente y me dejo caer en sus brazos mientras le cuento todo lo que he visto sin siquiera suspirar. Él solo me acaricia el pelo, intentando calmarme.

—Está bien, amor. Todo saldrá bien. Ayla es nuestra hija, es fuerte y sus poderes extraordinarios la acompañarán allí donde vaya. Ella es como tú, puedo ver tu misma mirada feroz en sus ojos. Es confiada, amorosa, tiene una mente brillante y es una guerrera. Ella tomará la decisión adecuada cuando llegue el momento. No tengo ninguna duda.

Escucho sus palabras y levanto mi mirada, encontrando la suya.

—¿Decisión? ¿Qué quieres decir con eso? —le pregunto desconcertada al darme cuenta de que sabe algo que desconozco.

—El día que se decidió el destino de Ayla, Selene no se quedó conforme con la decisión de unir el de la princesa de los lycanos a un demonio sin más, por lo que los destinó también como mates en la Tierra. La Diosa no permitirá una unión sin amor entre un demonio y una de sus criaturas. Los mates elegidos por Selene son parejas perfectas, almas gemelas, y no permitirá que eso cambie. No hay excepción para los lycanos, amor. El espíritu lycano de Ayla jamás aceptará a Asmodeo como mate sin sentirlo como tal. Los dos sabemos lo importante que es la conexión de Thor y Amaris. Si no compartieran eso, se rechazarían mutuamente, y los dos acabaríamos muertos independientemente de nuestros poderes adicionales.

—Entonces… Ayla y Asmodeo se deben enamorar ¿en la Tierra?

—Me temo que sí.

—¿Y si eso no pasa? ¿Y si Asmodeo respeta el trato con Lucifer y se queda aquí?

Ares me mira levantando las cejas e inclina la cabeza.

—Si no lo consiguen, el destino de nuestra hija cambiará completamente, al igual que el de todos nosotros en cuanto Lucifer y Asmodeo nos declaren la guerra. Pero no podemos olvidar que Asmodeo es un demonio, amor. ¿Realmente crees que podrá guardar las distancias con Ayla mientras piensa que ella le pertenece?

—¿Desde cuándo sabes todo esto? —inquiero, apartándome de él.

—Desde el día que Ayla nació. Selene me hizo jurar que no se lo comentaría a nadie hasta este momento, puesto que tú eres la única otra persona que debe saberlo, para impedir que interfieras en su destino.

—Yo no puedo dejar que Ayla…

—Debes dejar que el destino tome su curso. Cualquier interferencia acabará con su vida —me advierte con seriedad haciéndome mirarle a los ojos.

—Oh, diosa Luna…, espero que sepa lo que está haciendo —le digo mientras mi alma se hunde, y sé que debemos estar preparados por un viaje difícil y lleno de baches.

AYLA PDV

Acabo de llegar al palacio de mis abuelos, quienes, junto a mi prima, Sofia me han preparado una pequeña fiesta de bienvenida. Todos están contentos de que haya venido, y mi alegría es incluso más grande al saber que Sofia estará aquí indefinidamente mientras decide si quiere seguir aquí o volver a su casa en el infierno.

Sofia es hija del demonio Bael y mi tía Anabel, y hace un tiempo decidió pasar sus entrenamientos en la Tierra junto a nuestros abuelos, Balthazar y Nayati. Los dos están ilusionados porque algunos de sus nietos, o nietas en este caso, se queden allí para asumir finalmente el trono de los lycanos y así puedan retirarse por fin, aunque no sé si esto acabará sucediendo al final.

Sofia todavía no sabe lo que va a hacer en el futuro, mientras que el mío está sellado, y Lucien se está preparando para tomar las riendas del reino de los Blackner como semidiós, lo que hace que mis abuelos se enfrenten a un futuro incierto.

—¡Oh, cariño, te echábamos tanto de menos! —exclama mi abuela, abrazándome con fuerza.

—Yo también os echaba de menos. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí —le digo, luchando por respirar.

—Déjame verte —me pide, apartándose de mí para darme la vuelta y poder mirarme con atención.

Mi abuelo se acerca y me abraza también, pero bastante más flojito que mi abuela.

—Hemos preparado una fiesta de bienvenida para ti —me dice contento.

El mayordomo lleva mis maletas a mi dormitorio. Poco después, Sofia sale corriendo y viene hacia mí. Las dos estamos encantadas de volver a vernos.

—¡Prima Ayla, te echaba tanto de menos! —exclama mientras me da dos besos en las mejillas.

—Y yo a ti también, Sofia. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que pudimos estar juntas. Echo de menos nuestras conversaciones nocturnas y nuestras escapadas por el bosque —le digo recordando esos tiempos tan felices de nuestra infancia.

Pasamos buena parte del resto del día hablando y poniéndonos al día junto a nuestros abuelos y los invitados a la fiesta, muchos de ellos desconocidos para mí. Esta se alarga hasta muy adentrada la noche y finalmente el cansancio se apodera de la gente, que empieza a retirarse a su casa.

Siento alivio al subir las escaleras y me dirijo a mi dormitorio. Necesito relajarme un poco a solas y en silencio. A veces lo necesito, pero hoy más que nunca. Me da tiempo para pensar a la vez que me recuerda lo sola que me siento a veces incluso rodeada de cientos de personas.

No creo que haya nadie que pueda entender lo que estoy experimentando. La impotencia, el miedo y el rechazo que siento hacia mi presente y mi inevitable y aplastante futuro. Quiero entrar en la ducha, pero justo cuando me dispongo a hacerlo, me llega una necesidad incontrolable de salir a correr. Siempre me pasa cuando los pensamientos sobre mi futuro no me ofrecen la paz que tanta falta me hace.

Así, decido salir para dar una vuelta por el bosque. Una vez fuera, me transformo en Lea. En un momento siento la tierra fría bajo mis patas, una energía renovada inunda mi cuerpo y corro hacia el bosque.

El aire es frío, húmedo y llena mis pulmones de lo que siento como cristales de hielo que se extienden desde mi pecho hasta mis extremidades. Lo encuentro raro, ya que nunca hace una temperatura tan baja como para afectar un lycano, pero decido ignorarlo y sigo corriendo mientras mi mente reproduce pensamientos de lo más horrible. A veces siento que debería odiarlos a todos por hacerme pasar por esto, empezando por mis padres hasta Asmodeo. En ocasiones estoy segura de que de alguna forma me odian, de que por alguna razón han escogido este terrible castigo para mí. Ningún lycano quiere estar emparejado con un demonio como Asmodeo, y yo no tuve ninguna elección, supongo que nadie la tiene, pero deberían haberme preguntado o, por lo menos, haberme dado la opción de poder rechazarlo, tal como cualquier lycano puede hacer, a pesar de los riesgos y el dolor que una decisión así acarrea. Pero yo no tengo esa suerte, no puedo rechazarlo sin que los dos perdamos la vida, y quizá esto también salpique a mi familia, y ese es el último riesgo que estaría dispuesta a correr.

Me detengo y camino hacia ninguna parte en particular. Sinceramente no tengo ni la más mínima idea de hacia dónde voy; ni siquiera sé dónde estoy ahora mismo. Lo hago despacio, husmeando la tierra hasta que me encuentro con una señal que parece ser el panel de bienvenidos a la manada New Moon, por lo que supongo que estoy en una de las fronteras del palacio. Miro el panel y decido pasarlo y avanzar en dirección recta, aunque estoy casi segura de que no debería hacerlo por mi propia seguridad, ya que por esta zona siempre hay ataques de rogues que intentan entrar en el territorio, pero necesito encontrar un sitio en el que pueda estar sola sin miedo a que los guerreros de mi abuelo me pillen.

Mis patas me llevan por un camino desconocido, y termino parándome cuando me encuentro rodeada por completa oscuridad. No es esta la que me sorprende, sino la falta de ruido. No puedo escuchar ningún animal ni en las cercanías ni en la distancia, y en un bosque lleno de fauna de la más variada es casi imposible no escuchar ni un solo pájaro volando, por lo que imagino que algo debe de haberlos asustado.

Lea opina que deberíamos volver al palacio, pero la ignoro y me adentro más en esta zona inquietantemente silenciosa. Me siento seducida por la tranquilidad que me brinda la oscuridad del bosque esta noche. ¿Debería seguir o sería mejor volver al palacio? Opto por lo primero. El aire gélido congela mis patas y la luna se esconde tras una manta gruesa de nubes oscuras.

Me siento en una roca, a tan solo unos metros distancia de un río, sé que es mejor evitar la orilla de los ríos de noche y fuera de la tierra protegida por los guerreros de palacio, y me quedo allí disfrutando del confortable silencio por un largo tiempo.

No sé el tiempo que llevo aquí ya cuando de repente me asusta el sonido que proviene de los arbustos que tengo a mi derecha, y mi corazón late con fuerza al ver los ojos más azules que he visto en mi vida brillando en el rosto más hermoso que he podido contemplar.

Estoy ciega en medio de una de las noches más oscuras, luchando por respirar, y lo único que siento es una enorme calma envolviéndome mientras miro al desconocido detrás de los arbustos. Él parece ignorar mi presencia y se sienta en una roca de la orilla con la mirada perdida en el río. Su rostro me resulta familiar y siento que lo conozco desde siempre, pero eso no puede ser, estoy segura de que, si en algún momento en mi vida hubiera visto esa mirada, habría guardado, aunque sea, un pequeño recuerdo fugaz de ese encuentro. Me llega su olor y de repente siento que estoy cayendo a pesar de seguir sentada en esta piedra detrás de él. Mis pensamientos empiezan a mezclarse en mi mente rota y un fuego se enciende dentro de mí, me quema con tanta fuerza que puedo notar mi piel llenándose de ampollas. Siento un dolor insoportable en mi estómago, recordándome quién soy y la necesidad que tengo de mantener a mi familia a salvo.

De repente veo una luz en la distancia, y pronto se escuchan voces junto a sonidos de pasos y patas viniendo hacia aquí. En un instante el bosque oscuro y solitario se llena de hombres y lycanos ajetreados, iluminando la noche con sus luces. Sé que son los hombres de mis abuelos, seguro que han notado mi ausencia y han venido en mi búsqueda. Giro la cabeza y me percato con sorpresa de que el desconocido sigue allí sentado en esa piedra sin inmutarse. Me pregunto si está sordo o simplemente está lo suficientemente loco como para no importarle que los guerreros royal se están acercando peligrosamente a él. Siento que de alguna forma debo protegerlo, así que me levanto rápidamente y corro en la dirección desde donde provienen las voces.

—¡Princesa Ayla! —escucho las llamadas de los guerreros.

Giro la cabeza una vez más hacia el desconocido, pero ya ni rastro de él. Aulló para llamar la atención de los guerreros hacia mi posición mientras camino confundida hacia ellos, preparada para la reprimenda que mis abuelos me darán esta noche.

***

Un mes después de la llegada a New Moon.

Este sitio es fantástico. Me encanta ver a los lycanos más poderosos del mundo disfrutando de sus vidas como si fueran personas normales sin ninguna preocupación en el mundo. Todo el mundo es feliz y agradecido de vivir en paz. Los cachorros juegan alrededor del palacio, y su alegría y las ganas de comerse el mundo se extiende a todo lo que los rodea. Estoy consiguiendo relajarme, y he hecho un montón de nuevos amigos desde que estoy aquí.

Adoro a mis abuelos. Balthazar y Nayati se aman con locura a pesar de todos los siglos que llevan juntos. Siguen escapándose al bosque y vuelven llenos de tierra y hojas; me recuerdan a mis padres, que suelen hacer lo mismo cuando piensan que nadie los ve. Incluso tienen reuniones privadas los dos solos con la puerta cerrada. Bah… no quiero imaginarme lo que están haciendo allí. Es magnífico verlos juntos en sus momentos de relax, bebiendo vino y riendo despreocupados, y no puedo resistirme a preguntarme si yo podría vivir mi historia de amor de la misma manera. No creo que Asmodeo sea tan gentil y tierno conmigo como lo es mi abuelo con mi abuela. Es un demonio que hará que mi vida se vuelva un infierno del que jamás podré escapar. Pero aquí he encontrado una pequeña ilusión que conseguirá mantenerme ocupada durante este tiempo, algo que podrá ilusionarme lo suficiente durante mi estancia en este maravilloso reino.

Estoy esperando inquieta que caiga la noche, y a medida que ese momento se acerca, me siento muy nerviosa. Camino de un lado a otro del palacio, reacia a entrar en mi dormitorio. Desde hace unos días siento una presencia en mi dormitorio por las noches, y no me sorprendería nada que fuera Abrahel, el perrito faldero de Asmodeo, vigilándome de nuevo. Mis poderes no pueden seguirlo, pero sé que es algún demonio que Asmodeo envió para tenerme controlada, no esperaría menos de él; por supuesto que tendrá sus perros guardianes con los ojos puestos en lo que él piensa que es su posesión más preciada. Pero ahora mismo no desperdiciaré mi tiempo de libertad pensando en él, tengo cosas más importantes en las que pensar, ya que por mucho que Asmodeo quiera, ningún demonio podrá interferir en mi vida durante el tiempo que esté aquí, o eso es lo que me han dicho. Miro el reloj que mi abuela me regaló cuando llegué aquí y una sonrisa ilumina mi cara. Es la hora. Mis abuelos deben de estar ya en sus aposentos; es mi momento para volar.

Mi cuerpo tiembla en cuanto el aire frío de la noche envuelve mi piel. Tomo la misma ruta de siempre, en silencio, intentando evitar a los guardianes de las fronteras y agradeciéndoles a los dioses que pueda esconder mi olor para poder pasar sin dejar rastro.

Me siento muy mal escondiéndoles esto a mis abuelos, puesto que estoy traicionando su confianza y la de mis padres al traspasar las fronteras del palacio, a pesar de tenerlo terminantemente prohibido, pero no puedo aguantarme, necesito encontrarlo de nuevo. Aunque él no sabe que estoy allí, desde la noche en la que lo vi por primera vez, no he podido mantenerme alejada del bosque, del río ni de él.

La noche siguiente a la de la primera vez que lo vi, un olor maravilloso inundó todos mis sentidos y me guio hasta él. Le hallé en el mismo sitio, y desde entonces siempre lo busco, y él siempre está aquí, cada noche, a la misma hora, en el mismo sitio, esperando algo o a alguien que nunca vine a su encuentro. Puede que esté esperando a su mate, a su amante o simplemente, como yo, encontró este sitio en el que puede disfrutar del aire fresco mientras aclara sus pensamientos con tranquilidad, escapando de la realidad por unas horas.

Me acerco a mi escondite y lo veo sentado allí en esa piedra, mirando hacia ninguna parte en particular, disfrutando del silencio de la noche. Estoy a punto de sentarme encima de mi propia roca cuando mi pie se queda enganchado en una rama y caigo al suelo con un ruido fuerte. Me quedo sin respiración por unos momentos, pero a pesar del estruendo que he formado, él no parece haberse enterado de nada, así que empiezo a levantarme lo más silenciosamente posible.

—Espero que encuentres divertido esconderte tras esos arbustos cada noche. —Su fuerte voz resuena cortando el silencio de la noche, haciendo que el aire escape de mis pulmones.

Me quedo inmóvil disfrutando del sonido, que para mis oídos suena como la mejor melodía cantada por los ángeles. Siento a Lea estirándose dentro de mí y, en vez de asustarme, su evidente reparo en mi presencia provoca que millones de mariposas batan sus alas en mi estómago.

«¡Mío!».

Escucho la voz de mi lycana en mi cabeza, y mi sangre se congela en mis venas. Esto no puede ser. Nosotras no tenemos un mate destinado por Selene. ¿Cómo puede Lea percibir a este hombre como su mate? Intento ignorar la confusión de mi lycana y me recompongo lo más rápido posible, bloqueándola para tener esta conversación con ella luego.

—Sí, es… divertido —le contesto tan digna como puedo.

—¿Planeabas salir algún día de tu escondite, o solo pensabas quedarte allí para vigilarme para el resto de tu vida? —me pregunta, tirando una piedra en el lago sin siquiera molestarse en mirarme.

—Lo haría si vinieses aquí para el resto de la tuya —le contesto de inmediato y sin pensarlo.

—Mi nombre es Luzbo, solo por si te interesa saberlo —me responde, todavía sin mirarme.

—Ayla.

—Me alegra conocerte por fin, Ayla. —Mi nombre suena dulce mientras sale de sus labios y nunca me ha gustado más que en este momento cuando lo ha pronunciado con esa voz sexy y poderosa—. ¿Quieres acompañarme?

Levanto bien los pies, esta vez prestando atención, me acerco a él y me siento en la piedra junto a la suya.

Por primera vez, puedo ver su rostro con claridad. Su pelo es parecido al mío, rubio, casi blanco; sus ojos de color azul pálido, casi transparentes, se esconden bajo sus pestañas pobladas. Sus labios bien definidos guardan una hilera de dientes blancos como perlas, perfectamente enmarcados en su fuerte mandíbula. Su rostro es como una visión, no parece para nada real, y quizá no lo es, quizá es una forma retorcida que los dioses tienen de jugar con mi mente, pero ni siquiera me importa. Estoy fascinada por su fuerte complexión y su faz surrealista. Tiene el cuerpo de un guerrero y la cara de un ángel. Mis manos se levantan por voluntad propia y la acarician, mis dedos se congelan con el frío que desprende su piel. Parece que está hecho de hielo. Se estremece bajo el contacto y un pequeño gemido sale de sus labios. Por un momento puedo sentir la presencia de su lycano, pero lo bloquea de inmediato.

—Estás helado. —De repente siento preocupación por su bienestar. Las temperaturas no están lo suficientemente bajas para que un lycano se enfríe en absoluto, y este parece haber salido de una nevera.

Él solo me mira con esos ojos fuera de este mundo y sonríe.

—Estoy bien. —Me aparta las manos de su rostro con suavidad, coge otra piedra entre sus dedos, y pierde la mirada en la oscura profundidad del bosque. Nos quedamos allí en silencio, al igual que cada noche, solo que esta vez uno al lado del otro. No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde que me he sentado a su lado hasta que él se levanta de repente, observándome con atención con rostro severo, vacío de cualquier emoción.

—Debo irme ahora, el deber me llama.

Me levanto y le agarro del brazo justo cuando se gira para irse. Noto cómo su cuerpo se tensa y me mira directamente a los ojos.

—¿Te veré de nuevo?

—Vamos a dejar que el destino conteste a esa pregunta —me dice, y se va, perdiéndose en la oscuridad del bosque. Si tengo que dejárselo a la diosa Tique, ya sé cuál es la respuesta. Mi destino tiene planes muy diferentes para mí.

Vuelvo a mi dormitorio y me tiro encima de la cama con la mente llena de cavilaciones sobre Luzbo y de imágenes que esta crea para atormentarme. Aunque no es muy hablador, me siento feliz de haber podido compartir el silencio con él esta noche, y eso es suficiente para hacerme sonreír e imaginarle besándome con esos labios perfectos. Súbitamente siento el miedo invadiendo mis adentros en cuanto el pensamiento de no volver a verlo cruza por la cabeza. He descubierto su sitio favorito, y si es la soledad lo que busca es muy posible que no vuelva.

«Oh, querida madrina, deja que aparezca de nuevo mañana», le rezo a la diosa Selene, que tiene el control absoluto sobre sus criaturas de la noche, con la esperanza de que me haga caso. Espiarle todas estas noches ha sido lo más interesante que he hecho en mi vida, y todos los sentimientos que ha despertado en mí con tan solo escuchar su voz ha sido lo más intenso que he sentido jamás. Solo el pensamiento de perder eso trae lágrimas a mis ojos. No puedo controlar lo que siento por él, a pesar de ser consciente de que esto puede hacer que caiga sobre mí la maldición del infierno. Pero es como si las cuerdas de una fuerza invisible me llevasen cada noche a ese bosque, conectándome a él.

En cuanto desbloqueo a Lea, la escucho repitiendo la misma palabra aterradora de antes: «¡Mío! ¡Mío! ¡Mío!».

—Lea, debes entender que eso no es posible. No tenemos un mate lycano, el nuestro es un demonio, es uno de los príncipes del infierno. No puedes confundirte.

«Quizás tu estés confundida, Ayla, pero yo no. Ese hombre es nuestro mate destinado y es un lycano. Puedo sentir la fuerza emanando por sus poros. ¡Él es nuestro!»,me dice decidida, sin dejar de dar vueltas en mi cabeza.

—Tú sabes tan bien como yo que, por mucho que las dos deseamos que eso sea verdad, es imposible. Tique y Fortuna ya han decidido nuestra suerte, y ese hombre no tiene nada que ver con ello —le digo mientras ella apoya la cabeza encima de sus patas gruñendo.

«Lo único que yo sé, Ayla, es que he sentido a mi mate en ese hombre y es, a todos los efectos, un lycano. Necesito verlo de nuevo e intentar conectar con su lycano. Estoy segura de que él también puede sentirme. No hay ninguna duda de que ese hombre y su lycano son nuestros mates».

ASMODEO PDV

Un mes antes.

—Exijo verla. ¡Ahora! —grité, haciendo que la tierra entera temblara con miedo.

—Príncipe Asmodeo, debemos informarla de que usted está aquí, no por…

—¡O abres esa puerta de inmediato, o prenderé fuego a todo este sitio! —exclamé.

El guerrero me miró con pánico y su pequeño cuerpo se estremeció delante de mí.

—¿Qué es todo este alboroto? —Selene apareció tras la puerta de entrada de su palacio de cristal. En cuanto sus ojos se encontraron con los míos, una sonrisa iluminó su cara—. Seas bienvenido, príncipe Asmodeo. Estaba esperando tu presencia —dijo. Hizo una señal con la mano y sus guerreros se apartaron cediéndome el paso. Selene se dio la vuelta y regresó dentro.

Llené mis pulmones de aire y la seguí.

Caminó despacio hacia lo que imaginaba era su salón del trono, y parecía que sus pies no tocaban el suelo. No era la primera vez que veía a la diosa Selene, pero nunca la había mirado con atención. Su pelo largo fluía en olas hasta debajo de su cintura, mezclando tonos de blanco y azul, que de vez en cuando emitía destellos amarrillos. Parecía que el cielo, la luna y las estrellas se mezclaban en los mechones de su pelo. Su piel era casi traslúcida, y la forma de sus criaturas brillaba en sus ojos. Impresionante ser. Se sentó en su trono, poniendo una pierna encima de la otra, me miró a los ojos y me habló con una voz cálida y paciente de lo más irritante.

—Has tardado mucho en buscarme, príncipe Asmodeo —me dijo con una sonrisa brillante.

—¡Tienes que impedir que Ayla se quede en el reino de los lycanos! —le ordené enfadado.

Ella se relajó en el respaldar de su trono y esbozó una sonrisa de lo más irritante.

—Eres muy ingenuo para ser un príncipe del infierno, Asmodeo —respondió con la misma voz tranquila.

—Rey Asmodeo —la corregí, sentándome delante de ella.

—No serás rey hasta que tú y Ayla hayáis completado vuestra unión —me recordó.

Otra criatura translucida se acercó a mí con una copa de whisky en la mano. La recibí encantado y la vacié de un solo sorbo.

—Dime, príncipe Asmodeo, ¿cuál es la verdadera razón de tu visita? —me preguntó.

—¿Por qué está Ayla en el reino de los lycanos? ¿Por qué nadie se opone a tal majestuosa insensatez?

La criatura traslucida volvió a acercarse a mí, esa vez trayendo la botella de licor y dejándola encima de la mesa después de rellenarme la copa. Inmediatamente se alejó con una sonrisa y cerró las puertas del salón del trono tras de sí.

—Príncipe Asmodeo, la princesa Ayla es una parte importante del reino de los lycanos. Como ya sabrás, soy yo la que tiene la última palabra en cuanto a mis criaturas. No pensarías que permitiría que Tique y Fortuna decidieran sobre la suerte de una de mis creaciones sin que yo tenga nada que decir al respecto, ¿verdad?

Me quedé mirándola por unos instantes, incrédulo por lo que estaba sugiriendo.

—¿Me estás diciendo que le concediste a Ayla un mate lycano? —Me levanté furioso de la silla, listo para declararle la guerra a la diosa y tirar los fuegos del infierno sobre su reino.

—Siéntate, príncipe Asmodeo —me ordenó con la misma empalagosa ternura en su voz.

—¡No pienso quedarme aquí sentado mientras estás jugando con mi destino! —le dije en voz alta, haciendo temblar su pequeño palacio de cristal.

—No te pido que lo hagas —replicó, sin perder la sonrisa.

—¿Qué quieres decir?

—Tienes un año para conquistar a Ayla. No pienso permitir que ninguna de mis creaciones se una a otra criatura sin sentir el amor verdadero, Asmodeo. Y en estos momentos, Ayla solo siente desprecio hacia ti. Su lycana jamás permitirá este enlace sin antes matarla.

La observé desconcertado. No podía creer que esa diosa irritante me estuviera pidiendo que enamorase a Ayla y que yo lo hiciera de ella.

—¡No pienso hacer eso! ¡Ayla me fue destinada al nacer y será mía al cabo de este año, con o sin tu consentimiento! —le espeté con rabia, y empecé a caminar hacia la puerta.

—Ninguna de mis creaciones será de nadie mientras que yo no lo consienta. Su destino es ser tuya, pero Tique y Fortuna solo pueden controlar eso, no pueden controlar mis espíritus lycanos, y el suyo te rechazará de inmediato. Y si se llega a eso, será capaz de destruir a Ayla para evitar la unión entre los dos. Debes entender, príncipe Asmodeo, que, si eso pasa, Ayla dejara de existir. —La diosa se levantó de su trono y se acercó a mí contemplándome atentamente—. Eres tú el que decide cuál será vuestra suerte, al igual que decidiste amenazar a las dos diosas para que la destinasen a ti.

Mi sangre se congeló en un instante. Nunca habría pensado que alguien llegaría a saber lo que había hecho, pero al parecer me equivocaba. Aun así, traté de ignorar su comentario.

—¡Estás loca, pidiéndole a un demonio que se enamore! Eso no es posible. ¡Soy un demonio!

Ella me miró con una sonrisa y extendió una mano. Una bola azul brillante se formó en ella de la nada.

—Sé lo que eres, príncipe Asmodeo, y tú también sabes lo que yo soy y lo que es ella. No te conviene ignorar mis peticiones. Tu posición en el reino de los cielos no me intimida —me amenazó, a pesar de mantener el tono de su voz estable.

—Me estás pidiendo lo imposible y has hecho que haya perdido el tiempo todos estos años pensando que Ayla será mi reina en el futuro —respondí, frustrado y desanimado.

Selene me cogió la mano y depositó la bola brillante en la palma.

—Este es mi regalo para ti, príncipe Asmodeo. Si decides bajar allí solo, tienes que dejar caer unas gotas de sangre encima de esta esfera. Ayudará a tu propósito —me dijo sonriente, y desapareció en el aire.

Me quedé mirando la esfera por unos momentos y decidí guardármela en el bolsillo antes de esfumarme y aparecer en mi despacho del infierno. Odiaba todo esto que está pasando. No entiendo cómo podré hacer lo que me está pidiendo esa diosa loca. Amor… como si eso fuera lo más normal del mundo. ¿Cómo imagina esa mujer que yo podré enamorar a Ayla? Si la criatura me odia con todo su ser incluso sin conocerme. Cuando me conozca, lo único que puede pasar es que me odie aún más.

Mi padre junto a todos los dioses me había advertido que no podía acercarme a ella mientras estuviera en el reino de los lycanos, pero lo que nadie sabía era que desde el día en el que nació y la destinaron como mi futura reina, conecté su alma a la mía en un ritual que mi hermano utilizaba para estar al tanto de lo que hacían sus amantes repartidas por todos los reinos. No había puerta del cielo o de la Tierra que me impidiera saber dónde estaba en todo momento. Aunque no pudiera acercarme a ella, no dejaría de vigilarla todos los días e impediría que hiciese lo que sea que quisiera hacer allí abajo.

—¡Asmodeo! —La voz de Bael resuena detrás de mí.

Me giré y lo miré irritado.

—¡Te he dicho un millón de veces que no puedes entrar aquí sin avisar! —le dije, guardando la esfera de Selene en uno de mis cajones.

—Lo sé, pero no me acostumbro a llamar a la puerta —me contestó, y se tiró encima de uno de los sillones.

—¿Anabel por fin te ha dado un respiro? —le pregunté burlón, sentándome en el sillón de enfrente de él.

—Anabel ha ido a visitar a su hermano Ares y a su cuñada Ramnusia. Parece que tienen una reunión familiar con respecto a la partida de Ayla. Lucien está bastante irritado con la situación —me explicó, con una mirada insistente.

—Ya somos dos. —Suspiré.

—¿Qué piensas hacer al respecto? —se interesó, esbozando una sonrisa malvada.

—Ya no sé qué hacer. Acabo de tener una reunión con la diosa Selene. Dice que, si no la enamoro antes de finales de este año, el destino que nos fue prometido se desvanecerá. Está empeñada en que haga que Ayla se enamore de mí…

Bael me miró desconcertado.

—¿Y qué te lo impide?

Lo observé frunciendo el ceño mientras él se acomodaba en el sillón.

—¡Soy un demonio, por si no te has dado cuenta! Además, no puedo acercarme a ella mientras esté en el reino de los lycanos, ni en ninguna otra parte, por cierto.

Bael tomó un respiro y se inclinó hacia mí.

—Tú no puedes acercarte a ella, pero ¿y ella a ti?

Esta afirmación consiguió llamar mi atención.

—Nadie ha dicho nada de eso. La idea es que yo sea quien la deje tranquila, no ella a mí.

—Pues solo tienes que utilizar alguno de tus innumerables poderes y hacer que ella se aproxime a ti. Después solo tienes que sacar a relucir tus encantos demoniacos, que llevan una eternidad enamorando a las mujeres. No es tan complicado —me dijo, levantándose a por una copa.

—Eres un genio, Bael, pero hay un problema muy grande —respondí, cogiendo la copa que me ofrecía.

—¿Qué problema?

—Su lycana. Según Selene, intentará rechazarme. No me considerará su mate, y dudo mucho que la esfera azul brillante que me ha regalado haga el trabajo.

Esto llamo la atención de Bael.

—¿Puedo ver esa esfera? —me preguntó, dejando su copa encima de la mesa.

—Sí.

Un momento más tarde Bael estaba examinando la esfera con atención.

—¡Este, amigo mío, es tu lycano! —exclamó encantado.

—¿Qué quieres decir con eso?

—La diosa Selene te ha regalado un lycano. Ahora solo tienes que echarle un poco de tu sangre y dispondrás de él. Con esto es imposible que Ayla te rechace. Este de aquí, amigo mío, es su mate. Solo tienes que aceptar el regalo, dejar que forme parte de ti y ya está.

—¿Y ya está? —Estaba desconcertado.

—Bueno, tendrás que bajar allí y ponerte en alguna parte no muy lejos de las fronteras de New Moon. Su lycana sentirá tu presencia y finalmente irá a buscarte.

—No seré yo el que se acerque a ella, sino ella a mí…

—Exacto. Eso, junto a tus encantos naturales, hará que cumplas tu cometido.

—¿Cómo sabes todo esto?

—El día en el que Anabel accedió a acompañarme al infierno y ligó su alma a la mía, la diosa Selene me regaló una bola igual que esta. Yo también tengo mi proprio espíritu lycano, pesado e irritante.

—Oh, qué ánimos me estás dando…

—No te preocupes, te acostumbrarás, y si no siempre puedes bloquearlo en tu mente si se pone muy irritante.

—Debes enseñarme todo lo que sabes.

Bael y yo pasamos tres días humanos encerrados en mi oficina hablando de las costumbres y sentimientos de los lycanos. Estoy agradecido porque esos sentimientos no son míos, sino de la criatura a la que puedo decidir bloquear para el resto de la eternidad una vez cumpla con su cometido. Y esto me alivia bastante, ya que lo último que me faltaba era un perro ladrando sin cesar en mi mente. Pero si ese es el sacrificio que debo hacer para vivir el resto de la eternidad tranquilo, junto a la mujer a la que escogí para hacerme compañía y tomando posesión de mi puesto de rey del infierno, entonces que así sea.

¡Malditas bestias! Esto va a ser horrible para mí.

Presente

Tan pronto como acabo mis tareas infernales, bajo a la Tierra a encontrarme con mi reina. Todo esto es agotador. Bael tenía razón: los lycanos no son más que espíritus irritantes y enamoradizos. Cuando hablaban de ellos siempre los había imaginado como unas bestias guerreras sedientas de sangre y no como unos cachorros enamorados que escupen corazones. Me destroza la cordura tener que aguantar la charla de este perrito irritante dentro de mi cabeza. Imagino que la diosa Selene se lució ofreciéndome el ser más pesado que pudo crear. Estoy seguro de que no sabía a quién encasquetárselo, así que me lo ha regalado a mí. Tengo ganas de que esto acabe y así poder bloquear al chucho para siempre. Encima se llama Daemon, ja. Qué simpática la diosa.

«¡Eres el demonio más irritante y cabezón que ha existido nunca! Te diría que te vayas al infierno, pero ya estás allí, ¡y yo estoy estancado contigo! Algo debo de haber hecho mal para que la diosa Selene me castigue de esta manera»,resuena la voz desesperada de Daemon en mi cabeza.

—¡Oh, deja ya de quejarte, chucho irritante! ¡Maldita sea! ¡No tengo tiempo para esto! —exclamo, y lo bloqueo antes de esfumarme para aparecer en el sitio que se convirtió el punto de encuentro entre Ayla y yo.

Por fin ha pasado lo esperado y se ha callado. El alboroto que formó se puede escuchar desde el palacio; aun así, con su inocencia característica, ha pensado que es posible que no la haya escuchado, pero no puedo dejar pasar mi oportunidad de sacarla de su escondite, por lo que me dirijo a ella, sin mirarla y actuando indiferente para hacerla sentirse mejor. Inmediatamente me meto en su mente y leo sus pensamientos, y gracias a la conexión que el chucho tiene con ella, puedo conocer sus emociones. Siente demasiado, es débil, pero eso ya me lo imaginaba desde que nació. Los lycanos parecen regirse mucho por sus emociones al igual que las brujas. Los vampiros me caen mejor, y aunque mi mate no parece estar en posesión de ese espíritu en particular, sí lo hace de sus poderes, por lo que me va a encantar ofrecerle una chupadita de mi sangre alguna vez.

Volviendo al tema principal, me alegra el día saber que le caigo bien. Creo que sus sentimientos por m