EL SECRETO DE AKANTA - Leidy Jaramillo - E-Book

EL SECRETO DE AKANTA E-Book

Leidy Jaramillo

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Beschreibung

La promesa de un héroe es la única esperanza por la salvación  Debido al abandono de los dioses, un nuevo orden se establece en las Tierras Encantadas y lleva a la extinción de diferentes razas de seres mágicos. Helmiquel, el héroe prometido, es criado por la estirpe de los gnomos, el último reino legítimo del lugar. A medida que crece, descubrirá secretos de su pasado que le ayudarán a saber quién es en realidad. Tendrá que luchar contra las fuerzas oscuras que quieren invadir su mundo y acabar con quienes más ama.

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©️2022 Leidy Jaramillo

Reservados todos los derechos

Calixta Editores S.A.S

Primera Edición Agosto 2022

Bogotá, Colombia

 

Editado por: ©️Calixta Editores S.A.S 

E-mail: [email protected]

Teléfono: (571) 3476648

Web: www.calixtaeditores.com

ISBN: 978-628-7540-60-6

Editor en jefe: María Fernanda Medrano Prado 

Editor: Ana Rodríguez S

Corrección de estilo: Alvaro Vanegas @alvaroescribe

Corrección de planchas: María Fernanda Carvajal

Maqueta e ilustración de cubierta: Martín López Lesmes

@martinpaint

Ilustraciones internas: Martín López Lesmes @martinpaint

Diagramación: David Avendaño @Artdavidrolea

Impreso en Colombia – Printed in Colombia 

Todos los derechos reservados:

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño e ilustración de la cubierta ni las ilustraciones internas, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin previo aviso del editor.

PRÓLOGO

Cuenta una antigua leyenda que todo cuanto existe fue creado por los dioses: los de luz que dominan el poder de crear, y los oscuros que conocen la magia para animar cualquier creación. Nadie sabe de dónde surgieron, no tuvieron un principio y tampoco tendrán un fin, su tarea no es otra que experimentar, y eso fue lo que hicieron durante millones de años en los que crearon maravillosos universos, fascinantes soles de mil colores que colgaron en la gran bóveda celeste, criaturas de todo tipo y, por supuesto, planetas donde la vida pudiera abrirse camino.

Luego de haber poblado muchos universos, los dioses de luz se sintieron un tanto cansados de su oficio; todo les parecía monótono y cayeron en la desidia y el aburrimiento. Desearon entonces tener un lugar de retiro, un paraíso donde pudieran descansar, y decidieron crear un planeta en el lugar más apartado del resto de la creación, el planeta Tierra.

Bajo su propia dirección, el mundo que hoy conocemos se pobló de plácidos parajes donde el azul y el amarillo de los cielos armonizaba la vista de aquellos que lo contemplaban; ríos claros de agua dulce descendían desde las empinadas montañas, inmensos mares azules en cuyos castillos de corales habitaban pequeñas criaturas elementales de las aguas que rodeaban toda la extensión firme; una hermosa melodía llamada silencio se extendía por la faz de la tierra.

Los dioses no se midieron en nada, era su propio jardín. Las flores, la vegetación y los animales fueron seleccionados para su entretenimiento, pero faltaba algo: quién se ocupará de mantener su hermoso jardín, así que crearon a los hombres, criaturas dotadas de inteligencia sin límite para entender las necesidades de toda la creación y con la misión de servirles.

El hombre cumplió su labor durante muchas edades, en las cuales cuidó de la vida de todas aquellas maravillas de la naturaleza, a quienes rendía culto y veneraba como el regalo de los dioses, no obstante, al estar dotado de inteligencia para comprender todo lo que existía, no tardó en preguntarse el motivo de su propio ser, y al darse cuenta de que no era más que un sirviente cuya vida carecía de propósito en sí misma, se reveló contra sus creadores. Los dioses oscuros, por su parte, nunca estuvieron de acuerdo en la creación de este lugar de reposo, para ellos el aburrimiento era inconcebible, y se apiadaron de los hombres y su trágica existencia, así que vinieron a la tierra para enseñar los secretos de la magia de la creación, para lo cual también establecieron sus reinos; ellos creían que si el hombre se sentía menos lejos de los dioses y se le dotaba de algunas facultades y poderes, dejarían de sentirse desdichados. Entre los entregados estaban el de procrear y el libre albedrío.

La raza de los hombres empezó a multiplicarse, pero las cosas se salieron de control, pues una vez el hombre conoció el poder, ambicionó tener más y más para igualar a los dioses. Al tener conciencia de su grandeza, edificó un trono en la tierra para enaltecerse a sí mismo, dejó de escuchar y adorar a los dioses, desobedeció sus mandatos, olvidó sus ritos y empezó a destruir la tierra.

Los dioses de luz sintieron haberse equivocado al haber creado un ser que pudiera superarlos y arrebatar el poder que les perteneció durante muchas edades, así que debieron tomar tomar una decisión: destruir su creación o hacerse a un lado para que la vida forjara su propio destino. Los dioses oscuros abogaron una vez más por la raza humana para que no fuera destruida. Según estos, el hombre debía ser capaz de definir su destino sin intervención. Al igual que había ocurrido en otros mundos, tenían poder de crear y libertad de acción, por lo cual acabarían por destruirse a sí mismos o quizá lograrían recapacitar sobre su comportamiento y vivir en armonía en un lugar tan hermoso como la Tierra.

Una vez tomada la decisión, los dioses se marcharon, pero no descuidarían del todo lo que ocurría, así que seleccionaron con mucho cuidado algunas mujeres con las que procrearon hijos, a quienes se les encomendó la misión de cuidar de los reinos de la tierra. Los hijos de los dioses eran más parecidos a la raza humana y ellos guardaban la esperanza de que a su partida sus hijos podrían mediar con los humanos para que entraran en razón.

Antes de irse, crearon un pasaje secreto llamado el País de los Dioses, por medio del cual pudieran algún día regresar o, llegado el caso, sirviera de escape a sus hijos para volver a reunirse con ellos.

Los reinados de los semidioses se hicieron muy fuertes, pero no había cabida en la tierra para dos razas que pudieran gobernar. Los semidioses y los hombres parecían más bien enemigos naturales que aliados, los semidioses se apegaron a la tierra, se enfrascaron en sus contiendas, olvidaron los mandatos de los dioses, y se enfrentaron a los hombres. La guerra se desató, pero nunca se tuvo en consideración la tenacidad de la raza humana, menospreciados por los semidioses. Los hombres se alzaron en nombre de la libertad y fueron ellos quienes triunfaron, destruyeron a su paso la mayor parte de los reinos de luz y la belleza de la Tierra empezó a desaparecer.

Los últimos reinados fueron los de los semidioses oscuros. Estos lograron mantenerse gracias a que ellos diseminaron la magia oscura por todos sus territorios. Al penetrar en estos reinos los hombres perdían la razón, pero ni esto ni nada los detuvo, la magia se impregnó en sus cuerpos, y aunque no eran dueños de sí mismos, lograron desatar el caos en su interior y destruirlos. El último de los reinos oscuros que se mantuvo intacto fue los Bosques de Niebla, por encontrarse en el lugar más apartado de la Tierra, demasiado al norte para ser encontrado.

Los hombres que pelearon las guerras contra los reinos oscuros quedaron para siempre infestados de la magia oscura que los consumió hasta convertirse en horribles bestias, mitad humanos y mitad animales. Ellos no lograron vivir mucho tiempo, pero sí lo suficiente para mezclarse con otros humanos, y dieron así origen a los brujos, quienes tenían aún los genes de la magia, pero que de igual manera seguían siendo incapaces de controlarla para bien o para mal.

Los hombres comunes le temían a cualquier manifestación de magia, y persiguieron a todos aquellos que estaban contaminados para asesinarnos de manera brutal, quemarlos vivos o desmembrarlos. Algunos pocos que lograron sobrevivir huyeron de los territorios tomados por los humanos a un paraje despoblado de la tierra, más allá de los mares, y con el tiempo dieron origen a los magos, quienes tuvieron que luchar para ser respetados en la tierra.

Las criaturas elementales, como era de esperarse, también desaparecieron, la última raza de estas en sobrevivir fueron los gnomos, elementales de las profundidades de la tierra.

En este punto de los acontecimientos se sitúa la historia que leerás a continuación.

LA PREDICCIÓN

En el Valle había gran congestión y algarabía, después de que el anciano gnomo de la orilla del río vaticinó en la asamblea de esa mañana que tiempos infortunados se avecinaban para el Valle.

—Anoche las estrellas me lo mostraron, justo cuando empezaba a escribir las predicciones para este nuevo equinoccio. Debemos prepararnos, un grave peligro se acerca. Seremos atacados —fue lo último que dijo.

Los gnomos se encontraban preocupados, el anciano Randel no se había equivocado en ninguna de sus predicciones, ni cuando predijo que no llovería durante seis meses ni al fijar las fechas en que debían acontecer los eclipses. Pronosticaba a la perfección la suerte de las cosechas y hasta la suerte de las personas, ¿cómo iba entonces a equivocarse en algo tan delicado? No cabía duda de que en realidad esto ocurriría, así que todos estuvieron de acuerdo en que lucharían por el Valle hasta el fin. No sería la primera vez.

El hogar de los gnomos hacía parte de los últimos reinos elementales de las Tierras Encantadas, nombre que recibía todo el territorio en el que otrora reinaron los primeros hijos de los hombres y los dioses de los que hablaban las primeras canciones. Los últimos gnomos que quedaban aún sobre la faz de la Tierra vivían en el Valle; el paraje estaba cercado por dos formaciones rocosas de cordilleras que se extendían de este a oeste, y era atravesado por un río cuyas aguas se dispersaban por todo el territorio para formar remansos en su trayectoria desde lo alto de las montañas. Las laderas de aquellas montañas tenían dos canteras de las cuales se extraían piedras preciosas, y cerca de esta zona, hacia los vados, se encontraban las forjas donde se fabricaban las armas mejor pagadas de toda la región.

Dentro de esta organizada comunidad de seres medianos, se podían encontrar diferentes ocupaciones. Los herreros y los mineros eran los más bajos, sin embargo, eran criaturas dotadas de una increíble fuerza para resistir las condiciones adversas propias de sus oficios, su piel era oscura, casi de color siena, y sus cabellos y barbas eran de color negro con visos marrones. Los guerreros constituían el grupo más numeroso, estos podían alcanzar la estatura de un felino salvaje adulto, se les daba bien el escabullirse para evitar ser atrapados y el ir de un lado a otro mientras despertaban admiración por su destreza, lo cual les proporcionaba cierta ventaja táctica a la hora de la batalla. Su piel era clara y podían desarrollar cabelleras blancas, al igual que los eruditos, quienes se dedicaban a la contemplación, al estudio de la naturaleza, la magia y los astros.

Los atuendos variaban de acuerdo con la profesión, excepto por el uso de los distintivos sombreros puntiagudos que eran entregados por el erudito más anciano cuando un gnomo cumplía los siete años, y que habían representado a la estirpe a lo largo de todas las edades de las Tierras Encantadas, lo que lograba diferenciarlos de sus antepasados, los enanos. El color del sombrero variaba de acuerdo con la personalidad, y podía inferirse mucho del carácter del gnomo dependiendo del tono. Sus orejas puntiagudas resaltaban a cada lado, y eran más notorias en las féminas que en los varones. Su calzado con punta era fabricado principalmente con pieles y para los guerreros se usaban refuerzos adicionales en los broche, que sujetaban una especie de bota hasta las rodillas.

Por otro lado, los artesanos, que divertían a menudo con sus ocurrencias a toda la comunidad, eran los encargados de mantener el bienestar, pues gracias a ellos los gnomos vivían en pintorescas cabañas, tenían vestuarios y sombreros, además de una buena cantidad de comida en sus mesas, recolectada por sus trampas, herramientas de caza y redes fabricadas con materiales extravagantes, ya que les encantaba la experimentación. Sus creaciones no siempre salían del todo bien, pero los accidentes eran bienvenidos y considerados gajes del oficio.

Durante la inusual asamblea que tuvo lugar ese día, se acordó que un grupo de eruditos liderado por una gnómida conocida como Mirna, debía encargarse de ir a buscar ayuda a cuanto lugar pudiera, tierras cercanas o donde fuera. Mirna poseía el don de gente, pero se negaba a contraer nupcias, lo que originaba críticas de otras gnómidas de edad más avanzada que no veían con buenos ojos su actitud, aunque, claro está, ninguna se atrevía a decírselo a la cara, de seguro Mirna encontraría razones que justificaban su comportamiento y las explicaría con desenvoltura, de forma que acabarían lamentando sus propias palabras.

Un grupo de herreros liderado por Orson, debía encargarse de fabricar armaduras, espadas, escudos y toda arma que fuera útil para usarse en un combate. Orson era conocido entre los gnomos debido a las competencias de lanzamiento de peso, un evento que se realizaba una vez al año y que consistía en el lanzamiento de esferas de piedra maciza de un extremo del río al otro. Ganó el premio durante cinco años consecutivos, y presumía de su fuerza cada vez que tenía la oportunidad. Aunque muchos pensaban que el oficio ideal para él sería en las minas, él siguió los pasos de su padre y su abuelo para convertirse en herrero.

Los artesanos debían trabajar con algunos guerreros veteranos en las labores de vigilancia, debido a su talento para resolver enigmas; debían mantener custodiado el rededor del Valle y, por otro lado, tratar de obtener noticias de los lugares vecinos sobre quiénes podrían ser sus adversarios. Esta tarea fue encomendada a Burno, un gnomo que no hablaba con nadie, pero que era apreciado por otros artesanos debido a su ingenio para hallar soluciones a problemas que ellos no encontraban.

Los guerreros, que reunían a los más jóvenes y fuertes, se encontraban entregados a sus entrenamientos y a pensar en estrategias de combate. En él, Tristán se entrenaba como comandante porque habían perdido al anterior líder en un evento desafortunado sucedido un poco después de la predicción. Con todo esto los gnomos estaban ocupados, no descansaban ni de noche ni de día.

Randel cavilaba todo el tiempo y no hablaba con nadie de lo que había predicho, así que una mañana salió antes de lo acostumbrado de su choza a la orilla del río, en su semblante se notaban las huellas de la preocupación, tanto que la forma en que caminaba ya no reflejaba su avanzada edad, con su mente ocupada en encontrar una solución, olvidó que necesitaba el bastón y ahora lo llevaba por los aires.

El grupo de artesanos que esa noche estaba de vigilancia se dio cuenta de su salida al amanecer. Sin entender hacia donde iba, Burno y algunos otros vigilantes, preocupados por el anciano, husmearon un poco alrededor de la cabaña. No se atrevieron a entrar, pero no pudieron evitar mirar desde la ventana para ver si algo de lo que había dentro les daba alguna pista.

Dentro de la cabaña todo estaba fuera de lugar. Había almanaques tirados, libros abiertos y pociones a medio hacer, ¡qué extraño es todo esto!, se dijeron a sí mismos. Encima de una mesa llena de libros, que estaba justo al lado de la ventana, se encontraba uno abierto en donde se leía: «Poción para hablar con quién está lejos». Era un libro de pociones, sus hojas se veían tan frágiles que podrían deshacerse si las tocaban y estaba cubierto de polvo.

Para nadie era un secreto que esa poción era realizada a base de una planta mágica cuyas propiedades eran aprovechadas por los artesanos, con otros fines. La hierba del venado se empleaba solo en casos de suma importancia. Sus usos, en principio medicinales, podían ocasionar efectos alucinógenos si no se tenía prudencia, y su consumo continuo podía desencadenar en locura permanente. Esta planta no se encontraba en el Valle ni en ningún otro lugar cercano, crecía solo en pequeñas zonas dentro de los Bosques de Niebla, un territorio enigmático ubicado al norte más allá de las montañas, bajo el dominio de Tag, espacio que al igual que el Valle se mantuvo intacto tras numerosas batallas que se disputaron muchos años antes.

Cerca del mediodía, Randel llegó a lo más alto de las escarpadas montañas que circundaban el Valle, y en este punto se detuvo bajo un arbusto que proyectaba una definida sombra en la ladera de la montaña. A lo lejos, casi dos colinas más allá, pudo ver una silueta agazapada detrás de una formación rocosa. El anciano frunció el ceño y alzó el bastón con su mano derecha. Poco a poco aquella silueta se acercó a él y pudo divisar con perfecta claridad la cornamenta que sobresalía de la cabeza de la criatura.

EL SOL DEL VENADO

Mi buen amigo —saludó el gnomo con una sonrisa que disipaba la preocupación de su rostro.

—¡Randel! —exclamó el venado e inclinó a sus pies la enorme cornamenta—, temía que no llegara este día.

—Nunca he dejado de cumplir una promesa y jamás rompería una hecha a un fiel y viejo amigo.

El anciano, con un ademán de su mano, invitó al venado a acomodarse bajo la sombra del arbusto donde ambos descansaron. Después de un momento, el venado le ofreció a Randel un pequeño paquete verde que estaba atado a su cuello; por uno de sus extremos sobresalían las hermosas flores amarillas típicas de la hierba del venado. El gnomo agradeció y guardó en su bolsa de viaje el pequeño paquete. El venado dijo entonces:

—Recuerdo la última vez que nos vimos en este lugar, en aquella ocasión también traía algo para entregar.

—Han pasado veinte años y lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

—Desde entonces no he recibido más que cartas, la última noticia la recibí hace dos meses por parte de un ave parlanchina, cuando prometiste contarme el motivo de su partida…

—Así es, mi buen amigo, en verdad lamento mi silencio tan prolongado, ahora tengo mucho que contar, no era seguro hacerlo en ese momento. Pienso recompensar tu espera narrando todos los detalles que mis cartas no pudieron reflejar durante estos años.

»Cuando acudí a tu llamada hace veinte años, en este mismo lugar, nunca esperé regresar al Valle con una criatura humana entre mis brazos, pero me conmovió la historia de su concepción y su desventura, sin contar con que tampoco podía negarme a ayudar a un viejo amigo. Como ya sabes, la asamblea del Valle se opuso a la acogida del niño y tuve que mentir al decirles que las estrellas mostraban un magnífico designio relacionado a su llegada, aunque no te conté que en realidad consulté a los astros.

—Sabes que no creo en esas cosas del destino, los animales del bosque como yo no escrutamos el cielo en busca de enigmas escondidos, preferimos contemplar su belleza en silencio, pero quiero escuchar qué te dijeron los astros.

—Te asombraría lo que tiene para decir el silencio cuando sabes escuchar. Verás, Urano, señor de cambios y de los espíritus rebeldes, se encontraba sobre el niño en el momento de su llegada al Valle. Sin duda alguna este humano estaba destinado para marcar el comienzo de una nueva era en la estirpe de los gnomos.

—No mentiste entonces —acotó el venado.

—Los cambios no vienen siempre por la paz, mi querido amigo, y Marte, en el otro extremo del cielo lo predecía, el cambio vendría con la espada. Mi niño, Helmiquel, creció en medio de los gnomos, aprendió sus oficios y desarrolló asombrosas habilidades y destrezas en el manejo de armas a dos manos, es bien conocido por todos que los gnomos somos un pueblo guerrero. Desde muy temprana edad, Helmiquel demostró su gallardía, sucesivas batallas por la conquista de las Tierras Encantadas se libraron los siguientes años contra los ejércitos del sur, el Valle se mantuvo intacto ante todos estos ataques gracias a sus heroicas proezas, y pronto su fama se extendió por todos los territorios alrededor del Valle.

»A sus 20 años su musculosa figura y cierto aire de rebeldía conquistaron el respeto de todos nuestros enemigos. Contrario a nuestras costumbres, se negaba a imponer su fuerza sobre los pueblos que fueron derrotados, perdonó la vida de muchos de sus adversarios y les permitió seguir adelante manteniendo su independencia. Esto trajo como consecuencia que cesaran los enfrentamientos, y obtuvimos acuerdos de paz con nuestros vecinos que se han mantenido, al menos por ahora.

—¿Por ahora?

—Así es. Mi abuelo tenía una profecía: «Cuando el único no nacido entre los gnomos se despida y las hojas a sus pies lloren la huida, las sombras del tirano, enfurecidas, cubrirán todo el Valle de agonía». Esto solo tuvo sentido cuando el único que no nació entre los gnomos partió.

—Es solo una vieja profecía, pero ¿qué razones hay para estar preocupado aparte de su partida?