2,99 €
Un cadáver apenas entrevisto y los trajines de un jardinero disparan la imaginación de Roberto. Pese a las advertencias de su amante, se lanza con su amigo Luis a una investigación en la que nada es lo que parece.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Portada: Jardines de Praga, J.Carlos M. Paredes.
Quiero agradecer la colaboración de Luis Aguilar y Mª José Escrig.
© 2013 Bubok Publishing S.L.
© Juan Carlos Martínez Paredes
1° edición
ISBN epub: 978-84-686-3100-4
Impreso en España / Printed in Spain
Impreso por Bubok Publishing SL
A ÀngelsA Melchor y AgustinaY a Isabel, por animarme a escribir
ÍNDICE
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
CREONTE.- Y tú dime sin extenderte, sino brevemente, ¿sabías que había sido decretado por un edicto que no se podía hacer esto?
ANTÍGONA.- Lo sabía. ¿Cómo no iba a saberlo. Era manifiesto.
CREONTE.- ¿Y, a pesar de ello, te atreviste a transgredir estos decretos?
ANTÍGONA-. No fue Zeus el que los ha mandado publicar, ni la Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Éstas no son ni de ayer ni de hoy, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por ellas de parte de los dioses por miedo a la intención de hombre alguno.
Antígona. Sófocles
-Roberto, salimos esta noche a cenar.
-Vale. Dame cinco minutos. Necesito una ducha.
-Ponte algo informal. He reservado una mesa en el restaurante del carrer dels Fusters.
-¿No será en el “Muertos de hambre”?
-Sí, ¿por?
Alba escuchó cómo Roberto barruntaba una respuesta mientras subía las escaleras camino del baño. Ella se dirigió hacia el comedor y cerró las puertas y ventanas que daban al patio interior del conjunto de adosados, ante la amenaza de una tormenta que ya daba indicios inequívocos de su inminencia.
-Ya estoy listo.
-Te dije algo informal.
-¿No voy informal?
-Si vas a salir así, me cambio.
-Como quieras...
-Ve sacando el coche del garaje. Va a caer una buena.
-¿Dónde están las llaves del coche?