El tamaño del espacio - Leopoldo Lugones - E-Book

El tamaño del espacio E-Book

Leopoldo Lugones

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Beschreibung

"El tamaño del espacio", subtitulado "Ensayo de psicología matemática", es un ensayo de Leopoldo Lugones sobre el origen de los conceptos matemáticos que escribió en 1920 como conferencia para el Centro de Estudiantes de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires.-

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Leopoldo Lugones

El tamaño del espacio

(ENSAYO DE PSICOLOGÍA MATEMÁTICA)

Saga

El tamaño del espacio

 

Copyright © 1921, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726641721

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Al Ingeniero Don JORGE DUCLOUT

La contemplación de la bóveda celeste sugiere a cualquier inteligencia medianamente generalizadora, la idea del mundo en suspensión dentro de dicho cóncavo. Durante las épocas de grosera barbarie como la alta Edad Media cuya documentación es preciosa al respecto, la tal bóveda asienta sobre la superficie terráquea del propio modo que una campana de cristal; y cuando la experiencia suministrada por los viajes, primero terrestres, luego de circunnavegación, enseña a la vez lo ilusorio de aquel fenómeno y la autonomía de la tierra como una esfera flotante, la bóveda que decíamos transfórmrse a su vez en una esfera cristalina hueca que contiene al mundo concéntrico, tal cual la clara de un huevo a la yema. La experiencia cosmográfica revela después que todos los astros están contenidos a diferentes alturas en la supuesta bóveda, lo cual obliga a imaginar nuevas esferas concéntricas Descúbrese, por último, que no hay tales esferas ni tal bóveda; que la amplificación y la multiplicidad de estas últimas son ilusiones como el propio aspecto cóncavo del cielo, y que el espacio continente del universo es un abismo.

Pero en todos los casos, desde la primera ilusión hasta la experiencia que la desvanece, el hombre había imaginado detrás de la bóveda, o en el misterio de un estado trascendente, al dios personal de las religiones o a la causa motriz que condicio naría la variedad del universo apreciable, por una suerte de imperativa reducción a la unidad. Conforme a esta idea, el universo, en su complejidad, sería el constante devenir de una causa perfectamente simple, la transformación del ser en estado, la manifestación de lo absoluto por lo relativo. El ámbito sin fondo, o abismo en que está contenida la materia apreciable, daríanos la noción de ese fenómeno; y resultando con ello ilimitado, la sinonimia de espacio y de infinito. Un día Pascal formulará la definición perfectamente satisfactoria de esa concepción del universo totalizado, diciendo: “es una esfera inmensa, cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia en ninguna”. Y ese día la intuición geométrica pronunció irrevocablemente su última palabra.

La aparente grandeza del universo así concebido, no es sino una generalización de la impotencia para limitar en que la sensibilidad se encontró, al intentar la apreciación del espacio celeste o ámbito sin fondo por sus propios medios. No bien compruebo la imposibilidad de llegar al fondo o término del ámbito, por más que ande en una dirección dada, y hasta de imaginarlo siquiera, comprendo o creo comprender que el espacio es infinito.

Ahora bien: esto afirma solamente una convicción de la sensibilidad. El mismo hecho de no poder imaginarlo, constituye una razón insuficiente, ade más de negativa. No puedo imaginar, en efecto, sino por comparación de fenómenos o de magnitudes: de tal manera, que el mismo absurdo está sujeto a dicha condición. Cuando digo llegar, lo que hago realmente es declarar mi impotencia para medir o concebir una distancia. Imaginar significa inventar o crear imágenes, lo que no puede hacerse sino refiriendo la imagen creada a un fenómeno ya conocido con el cual se establece dicha referencia por medio del comparativo como. Medir es superponer magnitudes comparables. De ambos esos conceptos que era necesario recordar para enten dernos y seguir entendiéndonos, resulta la comprobación negativa en que consiste la infinitud del espacio.

Hay cosas que son ilimitadas y no infinitas. Así la atmósfera, que seguramente acaba en una imponderable vaguedad; así la evaporación de las aguas marinas o el crecimiento del conjunto de los árboles durante una edad de la tierra. Así todavía, porque en estas primeras nociones conviene más bien abundar, la materia solar difusa que conocemos bajo el nombre de Luz Zodiacal y cuya dilatación extrema es perfectamente ilimitable; así la expansión análoga de materia corpuscular que constituye la cola de los cometas. La ilimitación, no solamente es compatible con la finitud, sino con la misma forma sensible. De tal modo, la luz zodiacal asume una expansión discoidal que, por lo demás, satisface a la teoría física de su formación, según Poincaré (Leҫons sur les Hypothèses Cosmogoniques, pág. 18); y la Vía Láctea, conforme a la densidad del conjunto de sus estrellas, que aumenta desde los polos al acuador galácticos, tendría una forma lenticular: idea confirmada por la experiencia, desde W. Herschel hasta Struve. Adviértase que digo forma sensible, para excluir adrede la noción geométrica del invariante.

Por otra parte, la idea de un ámbito continente presume magnitud y límite; y más todavía si, como en la definición de Pascal, consideramos al universo una esfera. Tal esfera, sea dicho de paso, resulta una amplificación del cóncavo ilusorio que constituye la bóveda celeste. Ahora sabemos que ésta es una mera cortina de moléculas de aire que interceptan el rayo azul del espectro.

Mas la paradoja inseparable de la intuición espacial, comprende también a los elementos que la constituyen. Efectivamente, si el universo es el devenir complejo de una causa simple, la transformación del ser en estado, la manifestación de lo absoluto por lo relativo, ello equivale a decir que la luz absoluta proyecta sombra. Es que en todo esto sigue imperando la idea teológica, la noción de un dios que realiza la paradoja y el absurdo como expresiones de su voluntad omnipotente y arbitraria, a título de amo del universo. El plan concéntrico del Paraíso medioeval sigue informando la concepción intuitiva del espacio esférico o cóncavo ilimitado.