El Tiempo de la Tortuga - Verónica Sirhan - E-Book

El Tiempo de la Tortuga E-Book

Verónica Sirhan

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Beschreibung

El Tiempo de la Tortuga abre una ventana a la permeabilidad del inconsciente de una mujer, buscando allí, quizás el último refugio para su cordura. Desde la oquedad que le provoca la condición de encierro, desconocida, inesperada y repentina, se ilumina, se sostiene, y se reinventa. Experimenta desde lo surrealista, bucea en la memoria y encuentra terreno fértil para la libertad, en un inconsciente que navega entre las aguas de lo real, lo irreal, lo mágico y lo onírico. A través de recuerdos, el tiempo se diluye, se conjuga de instantes, se convierte en poema. "Volvió la mirada, el azul del mar le pareció extrañamente bello", sonrió, por acá si podría iniciar un texto…

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El Tiempo de la Tortuga

Poema en construcción

 

Verónica Sirhan

 

 

Sirhan, Verónica

El tiempo de la tortuga : poema en construcción / Verónica Sirhan. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Tercero en Discordia, 2020.

54 p. ; 20 x 14 cm.

 

ISBN 978-987-4116-45-1

 

1. Literatura Argentina. 2. Novelas de la Vida. I. Título.

CDD A860

 

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

 

ISBN 978-987-4116-45-1

 

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.

Impreso en Argentina.

 

 

 

 

El Tiempo de la Tortuga

Poema en construcción

 

Verónica Sirhan

1 - La delgada línea de carbón

Volvió la mirada, el azul del mar le pareció extrañamente bello. Los brazos extendidos reconocían el suelo, sosteniéndolo. Cada espacio de la piel de las palmas de las manos sentía el piso frío de la habitación frente al mar, esa mañana.

La línea del horizonte renegrida cual estría extravagante marcada con trozo de carbón, separaba el cielo del mar. Carbón. Así los ojos descubrieron desde aquella perspectiva, esa traza de horizonte, que sumergió los pensamientos en la búsqueda del nombre que revele ese color, discurrido por la ineludible línea, trazo contundente y sutil de un negro que se tornasolaba con los escasos vestigios del sol de la mañana nublada, la bruma de los confines esfumaba esos grises coloridos hasta fundirlos en un blanco plata, tanto cielo como mar. Carbón.

El cuerpo levitaba umbrales muy lejanos, allí donde los pasos suspendidos se encontraban unos a otros en una danza embelesada, dulce, sutil… como la vida misma, por estos días tenía perdido el norte, deambulaba a tientas por la casa intentando comprender, encontrar el significado, la significación, alguna respuesta. ¿Habrá sido acertada la decisión?, se preguntaba. Ante tantas contradicciones, contracorriente, y contra todo. ¿Qué estaba pasando en su vida, con su vida? ¿Se habrá equivocado? Finalmente, ¿Qué hizo con su vida? Esta última pregunta era su tormento.

Lo horizontal, la tierra partida en dos, durante la milésima de segundo que duraba el giro, se transformó en vertical y la postura cambió de visión. “Como es arriba es abajo”, decía el principio de correspondencia, atribuido a Hermes Trismegisto, el metafísico alquimista de la época de los faraones, que había estado leyendo recientemente. Por qué se acordó de este principio era una intriga, quizá la postura había revuelto su cabeza y estas ideas aparecieron, quizá solo estaban latentes a ver claridad.

La propuesta era que viviera en un departamento subterráneo, agradable, soleado, con un bonito patio de ingreso, todas las comodidades básicas en un espacio generoso, pero la sola idea de sentirse hundida bajo la superficie la inquietaba, ya la sola imagen le causaba sofoco. Yo no quiero vivir en una cueva, se dijo, enterrada. No voy a vivir en una cueva. Lo afirmó y se re afirmó, basta de aceptar todo así como así en la vida, merezco más y voy a ir por más. Es mi límite, carecer de muchas cosas no es lo mismo que aceptar cualquier cosa. He trabajado mucho, me he apasionado en cada proyecto y le he puesto el corazón, el alma y el cuerpo. Esta también voy a transitarla, como tantos otros momentos, este instante de mi vida es complejo en varias direcciones, pero… vivir en una cueva… Encontraré la manera de salir de este atolladero. El mar rugía sus semblanzas ante el cielo calmo, como si supiera de sus presentes tormentos, todo pretendía volver a su territorio habitual, mas nunca seremos los mismos tras haber sido recluidos involuntariamente a esta libertad atada. Se vislumbraba a tientas por todos los rincones de la existencia. Las ciudades con calles vacías que había dejado atrás, los cuidados al regresar, la playa sin los peregrinos románticos del otoño. Lavandina y alcohol, los nuevos elixires.

Sonó el celular, atendió. La voz de la secretaria del Centro de Patología General, le dijo, “Buenos días. Me comunico porque será necesario pedir nuevas autorizaciones”. La voz de la mujer seguía explicando tecnicismos que no comprendía. “Sí, sí me estoy manejando todo on line, le sirve…, perfecto” “Entonces, envíeme todo y le doy curso”. “Bien, me dice su nombre…, gracias Miriam, que tenga buen día”.

Cortó, miró la ventana, el sol ya estaba alto, se miró las manos en un gesto vago, recorrió el piso de la sala y fue como contando una a una las baldosas que la separaban de aquella ventana, giró la cabeza, el cuadro de los delfines, las golondrinas que pintó la Sibila, otras ventanas, el resto de la casa que habitaba junto a su amigo de toda la vida. ¿qué hacer?, ¿Qué hacer, qué? ¿Con qué? Con todo, desde hacía un tiempo su vida entera iba convirtiéndose en una nebulosa que flotaba en un vacío existencial, sentía una cierta resistencia en todos sus proyectos, que escapaba a sus percepciones, estaba viviendo en un estado robótico, respondiendo a estímulos de manera autómata, amable, en un estado de no racionalidad y sin poder de resolución propio. Cuando se producía ese vacío, sabía perfectamente qué y con qué, mas no se atrevía a dar el portazo, quedaba paralizada.

Nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra… Con las ideas revueltas, el tercer principio de Trismegisto empezó a revelarle cómo podría descubrir el camino sin dar el portazo. Habrá que tener quietud, que no es parálisis, y ver al mundo moverse, para volver a aprender movimientos nuevos, puede ser, pensó. Volvió a mirar por la ventana hacia confines cósmicos, como una voluntad congénita, buscando respuestas.

2 - La primavera quebrada

Ya había galopado, en otros tiempos y otras realidades, oscuridades con la fuerza de las tormentas en noche de luna llena. Como aquella, remota, que le enseñó el destino, cuando en la serenidad de los relámpagos vislumbró la salida. Existen ciertas horas donde el tiempo se trastoca, es por eso que aquella noche ya avanzada no supo definir si era trasnoche o madrugada, cuando estás insomne los hemisferios funcionan de otra manera, lo que jamás se olvidaría es que buscando respuestas, elevó la mirada hacia los reflejos de la luna por entre las nubes, fue encontrar algo que siempre lo definió como una visión tranquilizadora, ver en el torbellino de nubes, entre blancos azules y plata el recorte de caballos que galopaban fuertes briosos y libres, en sus ojos brillaba la felicidad.