El Viaje en Tren 1 - Las Noches de Venecia - un relato corto erótico - Barbara Nordström - E-Book

El Viaje en Tren 1 - Las Noches de Venecia - un relato corto erótico E-Book

Barbara Nordström

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2021
Beschreibung

Clara está muy entusiasmada por las vacaciones que le esperan con su amiga Minna. El plan es atravesar Europa en tren y tumbarse junto a la piscina para beber rosé en la casa de los padres de Minna en el Sur de Francia. Desgraciadamente Minna cancela el viaje en el último minuto. Clara se siente engañada y no sabe qué hacer. ¿Será mejor quedarse en casa? El billete de tren ya está pagado y al final ella decide recorrer Italia por su cuenta para explorar Venecia, Cinque Terre y Roma.Terminará siendo un viaje cultural y sensual que Clara jamás olvidará.Esta es la primera entrega de El Viaje en Tren.-

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Seitenzahl: 53

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Barbara Nordström

El Viaje en Tren 1 - Las Noches de Venecia - un relato corto erótico

Translated by Javier Orozco Mora

Lust

El Viaje en Tren 1 - Las Noches de Venecia - un relato corto erótico

 

Translated by Javier Orozco Mora

 

Original title: Togrejsen 1 - Venetianske nætter

 

Original language: Danish

 

Copyright © 2020, 2021 Barbara Nordström and LUST

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726558197

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Cuando me aburría en las reuniones de trabajo o quedaba prensada entre la multitud del metro, fantaseaba con un romance de verano: un hombre de dedos largos, delgados y una gran sonrisa en su rostro bronceado. Durante varias semanas soñé despierta con un varón del sur de Europa, su pelo era ligeramente largo, oscuro y sus caderas esbeltas debajo de su abdomen plano. Un varón con un cuerpo dorado que contrastaría con las sábanas blancas. Dicho en pocas palabras: me apetecía una aventura sin compromisos con alguien desconocido, algo para arrancarme de mi cotidianidad hilvanada por un piso de dos habitaciones, un trabajo de tiempo completo y una membresía anual de gimnasio. Tenía ganas de aventuras y además sentía que estaban al alcance de mi mano.

Mi amiga Minna y yo teníamos plan: tres semanas en el sur de Francia en la casa de sus padres. Nuestra amistad se remontaba más de diez años atrás, la sellamos justo antes de comenzar el bachillerato. Nos conocíamos por dentro y fuera, o al menos así lo creía yo. Habíamos sido consuelo mutuo en nuestros desencuentros amorosos y crisis profesionales, ahora necesitábamos compartir unas vacaciones soleadas. Nos tumbaríamos junto a la piscina y el mar, beberíamos rosé y leeríamos novelas (estas nos ayudarían a prevenir que nuestros cerebros se hicieran puré bajo tanto sol y relajamiento). La idea era ir en tren hacia Aix-en-Provence, palabras que bastaban para evocar el sabor salado de las olivas en mi boca y el perfume de las lavandas.

El billete de interrail y el protector solar esperaban listos sobre mi escritorio de casa, el mismo día en que Minna y yo quedamos para tomar una copa de vino después del trabajo. Faltaban solamente dos semanas para nuestras merecidas vacaciones. Era uno de esos días daneses de verano: gris y lluvioso. Nos resguardamos en nuestro bar de vinos favorito ubicado junto a los canales. Mina pidió un agua mineral y yo automáticamente le disparé una mirada inquisidora, habíamos quedado para beber una copa de vino, no agua.

–Esperaré un poco –dijo ella.

Probé mi vino blanco mientras nos quejamos sobre lo estresante que resultaba concluir las tareas laborales antes de poder salir de vacaciones. Minna se meneaba inquieta en su banco y evitaba mi mirada jugando con los cubitos de hielo de su agua. Presentí que quería decirme algo, además noté que llevaba las uñas largas y cubiertas con un esmalte transparente. Raro, pues ella siempre lleva las uñas cortas y cuando se las llegaba a pintar recurría a su fiel rojo intenso.

Estaba a punto de preguntarle si estaba tan emocionada con el viaje como yo, cuando entró un hombre al bar. Miró alrededor y caminó en dirección a nosotras sonriéndole a Minna. Inmediatamente entendí los motivos de su intranquilidad. Ella lo conocía y estaba a punto de presentármelo.

El hombre se paró detrás de Minna, colocó una mano en su talle descansando su mejilla en su pelo.

–Hola –dijo.

Minna se apoyó en él, giró la cabeza y ambos se sonrieron.

–Quiero presentarte a Tom –dijo ella mirándome fijamente.

Le tendí una mano, sonriéndole para ocultar el vacío que sentí en mi estómago. Sabía lo que me diría, sabía por qué estaba así de nerviosa.

Durante la siguiente media hora, mientras él se bebió una copa de tinto, me contó que Tom la había invitado a Bretaña a una estancia gastronómica en un castillo. Ella simplemente no pudo resistirse, por supuesto que yo la entendía, ¿no? Acaban de conocerse (bueno, habían estado escribiéndose por un par de meses), la atracción mutua era salvaje y Minna quería darle una oportunidad.

Tom parecía un hombre agradable, era atractivo aunque de una manera neutral y pulcra.

–Encontré la oferta de tu vida –dijo–, ostras, calvados y además producen su propia sidra… –dijo explayándose con mucha emoción sobre Bretaña y sus fantásticos planes, en los cuales mi sombra ni figuraba. Mientras tanto Minna me miraba con ojos de cachorro, yo simplemente suspiré. ¿Qué podía decirle a mi amiga, que estaba allí con una expresión repleta de ilusión, un vaso de agua mineral en su mano y el brazo de su flamante novio alrededor de su talle?

Tragué saliva y asentí.

–Está bien –dije–, no hay problema.

–Genial, estaba segura que lo entenderías. Además puedes viajar por tu cuenta, ya hasta tienes el billete y nosotras encontraremos otra oportunidad para hacer un viaje juntas –contestó con su rostro invadido por una gran sonrisa. Asentí reconociendo internamente que ese viaje jamás sucedería; en la frente de Minna podía leerse “Futuro” con letras mayúsculas, es decir, una familia y casa en los suburbios.

–Teníamos pensado ir a comer a ese nuevo restaurante asíatico de noodles –dijo Tom– ¿no quieres venir con nosotros?

–No, gracias –dije negando con la cabeza–, tengo un par de cosas pendientes del trabajo para solucionar antes de mañana.

Engullí el resto de mi vino, dejé un besito en la mejilla de Minna, intercambié un abrazo poco natural con Tom y salí a la calle.

Mi cerebro estaba paralizado, afortunadamente mis piernas cumplieron su deber de llevarme al metro. La decepción ardía en mi estómago y me di cuenta que mis muslos temblaban ligeramente. Tenía ganas de romper en llanto, sollozar ante las garras del rechazo y frente al pronóstico de unas vacaciones con planes frustrados y sin compañía.

Era demasiado tarde para invitar a alguna otra amiga. Además me dio vergüenza ser esa persona a la que los otros descartan sin más. ¿Acaso yo le resultaba tan indiferente a Minna que simplemente cancelaba nuestras vacaciones porque acababa de conocer a un hombre? Me dolía el rechazo, pero tampoco tenía ganas de desahogarme con alguien más.