El viaje en tren 4: La Luna sobre Marsella - un relato corto erótico - Barbara Nordström - E-Book

El viaje en tren 4: La Luna sobre Marsella - un relato corto erótico E-Book

Barbara Nordström

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2022
Beschreibung

Clara está deseando pasar las vacaciones con su buena amiga Minna. Viajarán en tren por Europa, descansarán en la piscina y beberán rosado en la casa de los padres de Minna en el sur de Francia. Por desgracia, Minna decide cancelar su viaje a última hora. Clara se siente defraudada y no sabe qué hacer. ¿Debe quedarse en casa? El billete de tren ya está pagado y Clara decide irse de vacaciones sola. Quiere ir a Italia y a Francia.Será un viaje cultural y sensual que Clara nunca olvidará.Este es el cuarto episodio de la serie El viaje en tren.-

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Seitenzahl: 50

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Barbara Nordström

El viaje en tren 4: La Luna sobre Marsella - un relato corto erótico

Translated by Javier Orozco Mora

Lust

El viaje en tren 4: La Luna sobre Marsella - un relato corto erótico

 

Translated by Javier Orozco Mora

 

Original title: Togrejsen 4 - Måne over Marseille

 

Original language: Danish

 

Copyright © 2020, 2022 Barbara Nordström and LUST

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726778922

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Nadé los últimos metros hasta sentir que mis pies podrían tocar el fondo de guijarros. Caminé el tramo empinado hacia la playa con el agua de mar goteando de mi pelo y pestañas. La ciudad de Niza se desplegaba frente a mí. El Promenade des Anglais, su amplio paseo marítimo,se extendía como un ribete entre la ciudad y la playa.

Minna, mi amiga, era la razón por la que yo me encontraba en Niza alojadada en el Hotel Negresco, un lugar de más de cien años con vista a las brillantes aguas de la bahía mediterránea.

 

Minna estaba haciendo un viaje en coche con su novio Tom. No hacía mucho que se conocían y el tipo resultó tener un lado dominante y agresivo. Apenas llegué a pasar dos días con ellos en una villa en Villefranche-sur-Mer, a la segunda noche Tom se largó enfadado y Minna fue obligada a transitar abruptamente del entusiasmo por su nuevo amor al desconsuelo.

Dejamos la villa juntas a la mañana siguiente, lo cual implicó que también me alejaría de Oliver, el hijo del dueño de la casa. Oliver, que había dibujado trazos suaves en mi cuerpo con sus dedos y desató estremecimientos por toda mi piel. Su besos eran firmes, puros y al morder mi labio superior con sus dientes blancos encendió un fuego dentro de mí.

Sacudí la cabeza para despejar mis pensamientos. En ese instante iba sentada junto a Minna en un taxi que apenas avanzaba debido a un embotellamiento en Niza. Nos dirigíamos al aeropuerto para que Minna tomara un vuelo a casa, a Dinamarca. Fue durante uno de los interminables semáforos rojos de la autovía saturada que ella cambió de opinión.

–Creo que preferiría no irme a casa, al menos no aún, necesito respirar otros aires.

Mi amiga había decidido lamerse sus propias heridas y yo sería solidaria. Admitía que echaba de menos las caricias y el cuerpo de Oliver, justo estábamos empezando a conocer la lujuria del otro cuando la relación de Minna y Tom estalló por los aires. Su pelea aniquiló la incipiente intimidad que florecía entre Oliver y yo.

 

Nos hospedamos en una habitación con tapetes azul rey, un dosel alrededor de la cama y un balcón con vista a las palmeras. Era costoso pero Minna dijo que ella invitaba. Me mostró un puñado de euros que le había quitado a Tom.

–¿Cuándo hiciste eso? –pregunté desconcertada.

–Tom jamás pagaba por nada, ni siquiera gasolina o comida. Era yo quien gastaba constantemente, aunque sabía bien que él tenía bastante dinero, así que le quité estos billetes anoche antes de la cena –dijo bajando la mirada.

–¿Fue ese el motivo por el que discutisteis? ¿Porque era tacaño?

–Ese fue solo uno de los motivos –dijo suspirando–. Tom siempre escogía el vino más caro pero jamás soltaba un euro. Todo debía parecer despampanante y lujoso, era un verdadero snob. ¿Por qué mejor no hablamos de otra cosa? –dijo entornando sus comisuras hacia abajo.

Cambiamos el tema, después Minna se durmió una siesta en la cama enorme, y yo me fui a la playa para nadar en el mar.

 

No era la única en el agua, aunque tampoco era el mejor lugar para bañarse, pensé. En primer lugar era una playa rocosa de guijarros grises y lisos que dificultaban caminar. En segundo, gran parte de la playa estaba ocupada por restaurantes caros, donde gente de edad media brindaba con vino blanco y devoraba desbordantes bandejas de mariscos.

Los comensales se convirtieron en mi público cuando me quité la ropa para ir en bikini hacia el agua. El mar fue una bendición para mi piel, nadar siempre tiene ese efecto en mí. Me sentía fuerte y segura de mí misma mientras mis muslos y manos me impulsaban por el agua. El agua lavaba mis preocupaciones y me despejaba la mente, después de un chapuzón siempre pensaba con más claridad. Las gotas frescas calmaron mi mente intranquila y me ayudaron a acomodar cada idea en su lugar.

Respiraba ligeramente agitada cuando salí del mar y me escurrí el pelo. Era la última parte del mediodía y los restaurantes de playa estaban a media capacidad con algunos comensales que bebían aperitivos: mujeres bellas con peinados vistosos y hombres bien conservados en camisas blancas y zapatos marineros. Los camareros transportaban bandejas redondas de aquí para allá con expresiones neutras en sus caras.

Supe, con una total certeza, que lamentaba haberme alejado de Oliver y su villa. Era consciente de que actué correctamente, sin embargo esa certidumbre no era capaz de borrar los recuerdos de sus manos en mis pechos, ni el deseo que ardía en mis entrañas. Mis dedos vibraban por volver a palpar la pequeña cicatriz que Oliver tenía en su estómago. Mis muslos anhelaban abrirse para recibirlo. Me apetecía ese hombre con un bañador de dibujos bobos de palmeras y media melena.