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El vuelo reúne lo más granado de la obra literaria de Silvana R. Marchese durante las últimas dos décadas. Con una variedad de estilos que van desde la prosa poética al verso libre, la autora aborda temas como el amor, la justicia social, la dignidad de la persona y la resiliencia humana. Cada página invita al lector a reflexionar, emocionarse y acompañar a la autora en un viaje íntimo por los rincones de la condición humana. Este libro es un encuentro con la belleza y la autenticidad de las palabras que inspiran a enfrentar la existencia con el coraje debido para emprender el vuelo libremente, pese a la aspereza de los problemas y enfermedades inherentes de la vida.
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Seitenzahl: 303
Veröffentlichungsjahr: 2025
SILVANA R. MARCHESE
Marchese, Silvana R El vuelo / Silvana R Marchese. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5891-6
1. Poesía. I. Título. CDD A861
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
© 2024 de la presenta obra, Silvana R. Marchese
© 2024 de la cubierta, Silvana R. Marchese
© 2025 de esta edición, Silvana R. Marchese
A mis nietas, a mis hijos,
y a mi gran amor.
Si están leyendo estas líneas es porque tienen El Vuelo en sus manos, lo que para mí es una gran alegría.
Este libro cuenta con escritos realizados en el transcurso de muchísimos años, los cuales fueron recopilados para que ustedes los disfruten.
Soy técnica en hemoterapia y masoterapeuta, ambas profesiones de salud acompañaron a que pudiera abrir aún más mis emociones en los temas tocados en el libro. Desde muy pequeña, con solo ocho añitos, comencé a darme cuenta de que las letras tienen un poder único. Ya entonces hacía cuentitos que disfrutaba, apenas de unas cuatro o cinco oraciones. Con doce años, un tío muy querido por mí, viendo mis ansias de escribir, puso en mis manos El hacedor, de Jorge Luis Borges, diciéndome que cuando lo leyera vería un mundo distinto.
Nunca más paré de escribir, aprender y aprender era mi única inspiración porque veía que me liberaba de toda situación que no podía expresar de otra manera.
Hoy, siendo una mujer adulta, y no habiendo podido cumplir anteriormente con el sueño de publicar, puesto que di durante años prioridad a otras cuestiones, me encuentro que la vida cumple, y que lo que siempre fue un proyecto, hoy es una realidad.
Para terminar, deseo agradecer a mis hijos Flor y Germán, que tantos años me han visto escribir y que muchas veces han sido oyentes de mis textos. También agradezco al escritor José Manuel Pons Peón haber hecho posible que El Vuelo tenga vida.
Muchas gracias por tener el libro con ustedes. Están invitados a comenzar su vuelo junto a mí.
Silvana R. Marchese
Apreciado lector:
La primera vez que oí hablar de una antología de la obra de Silvana Marchese fue a finales del año 21 y entonces acogí la noticia con entusiasmo, pero con la debida prudencia. Yo llevaba varios meses leyéndola con pasión y era consciente tanto de su calidad como también de la dificultad de reunirla en un volumen, porque en ese momento se encontraba dispersa. De modo que cuando finalmente el proyecto cobró forma y Sil me pidió prologarlo, me sentí como quien recibe un regalo largamente ansiado.
El suyo es un caso singular, producto seguramente de su biografía. Ella ha sido técnica en hemoterapia y masoterapeuta de profesión, carreras de servicio público desde el mundo de la salud. En la actualidad lleva ejerciendo como gestora cultural independiente más de tres décadas. Esto delinea un carácter abierto, hospitalario y cooperativo que se materializa a través de sus colaboraciones con innumerables artistas. Es, sin embargo, en su prosa y poesía, en donde de un modo más íntimo vierte su particular universo creativo. Y esto es lo que usted sostiene ahora entre sus manos y se dispone a leer. Permítame, por lo tanto, unas líneas para presentárselo.
El Vuelo no deja de seruna selección de la prosa y poesía breves de Silvana Marchese. El libro, como pronto va a descubrir, se divide en dos partes dedicadas a cada género. Sin embargo, esto es meramente un aspecto editorial y las fronteras se desdibujan en muchos de los textos que lo componen. Su prosa es, con frecuencia, poética y posee un ritmo interno fijo. En otros casos, la poesía es tan cruda que deliberadamente ha recurrido al verso libre para huir de la métrica tradicional y generar un impacto emocional mayor en los lectores.
En la parte de la prosa se han incorporado varios textos que merecen comentario aparte por el valor que aportan a la obra. No son composiciones literarias propiamente dichas, sino más bien un pequeño conjunto de escritos que el lector identificará inmediatamente porque lo acercan a la autora, describen sus puntos de vista más personales, nos hablan de su humanidad, de sus inquietudes más íntimas, de su fe, anhelos y esperanzas.
También en esta parte se han integrado tres textos cuyo origen es una improvisación, como es el caso de Cuando yo lo veo a él.
En relación a los temas centrales de los que trata, estos giran en torno al amor en sus diferentes formas —el amor romántico, el desamor, el amor tirano, la pasión y el erotismo—, la dignidad de la persona, la independencia de juicio y de criterio, la libertad, la creatividad, la justicia social y el ecologismo. Para desarrollarlos, y me refiero especialmente a la parte en prosa, comprobará que elige diferentes subgéneros. En El Vuelo encontrará microrrelatos —por ejemplo, Qué lindo es verte, Encrucijada, y Despedida, entre otros—; cuentos —como El misterio—; o discursos, Ellas es un buen ejemplo. Todos están escritos según los cánones: con presentación, nudo y desenlace. No obstante, comprobará que la intuición exquisita de Silvana Marchese la lleva a trazar los límites de cada parte con la precisión de un tiralíneas o a difuminarlos para dotar de emoción y elocuencia al conjunto.
Como se ve por la enumeración que vengo de hacer, las cuestiones sobre las que escribe son las que afectan a las personas desde que el mundo existe. Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, pero especialmente porque lo fuimos de un modo determinado. En este sentido, la biografía que mencionaba anteriormente es la que le proporciona a la autora la mirada con la que hoy escribe. Sus innumerables guardias y urgencias en los hospitales en los que trabajó y el trato con seres humanos que cifraban sus esperanzas de vida en su acierto y en el de personas como ella; su propia familia, el hecho de ser madre de dos hijos; recibir en su gabinete cuerpos maltrechos que reclamaban su cuidado para salir adelante; todo ello determinó un tipo particular de comprensión, una forma de ver el mundo con la que hoy hace literatura y gestiona arte. Hablo de intensidad y de compromiso. En Puedo perder el amor lo expresa como una declaración de intenciones:
“… Puedo perder la esperanza, pero nunca la fe.
Puedo perder la guerra, pero nunca la batalla”.
Por este motivo, cuando usted lea un texto de amor, o de desamor, cuando el tema tratado sea el de la justicia social, o cualquiera de los varios de los que versa El Vuelo, disfrútelo en la consideración de que fue escrito desde la honestidad responsable. Es decir, todas las composiciones de Silvana Marchese tienen un propósito, todas obedecen a una causa y, desde luego, establecen un pacto entre ella y usted, el lector, del que luego le hablaré. Uno debe decidir, cuando lee, debe hacer un acto de introspección y concluir dónde se encuentra con respecto a lo que lee y al contexto en el que se sitúa. Fíjese, por ejemplo, en los engranajes psicológicos que pone en marcha este cuestionamiento en el inicio de Vinieron y vos los trajiste:
“Vinieron por sangre,
vinieron por golpes,
vinieron por cada uno
que no tolere la injusticia”.
Quiero detenerme un instante para hablarle del lenguaje en el que está escrito El Vuelo. Se dará usted cuenta de que Silvana Marchese emplea indistintamente el voseo argentino y el español neutro. Eso significa que junto al pronombre vos, cuando se dirija a la segunda persona del singular y del plural conjuga el verbo de un modo particular en los diferentes tiempos verbales. Maneja, según le convenga, el voseo absoluto, como en Decime qué se siente, “vos caminás”; o el verbal en Estoy, cuando se sirve del pronombre sos junto con la segunda persona del singular en neutro. Esta flexibilidad en ella dota a su obra de una gran libertad y no la circunscribe a ningún esquema determinado.
Por otro lado, pone un empeño especial en la elección de los conectores y del léxico. Nada es por casualidad y todo obedece a un propósito bien definido. De este modo, proporciona una plasticidad especial al lenguaje, lo hace expresivo y vivo, subordinándolo a los conceptos que trata en cada escrito, sea este un microrrelato, una poesía o un monólogo. Así, genera textos ricos en diferentes figuras retóricas que inciden directamente en la experiencia del lector. A veces lo hace jugando con el sonido. Un ejemplo de bellísima aliteración lo tenemos en El destrato:
“… hacen que de sus bocas salga fuego.
Fuego que ni el agua bendita…”.
O apelando a otros sentidos, como en la sinestesia de Madurez:
“Tu boca se hace trigo, tus ojos se tornan agua.
Si tan solo pudieras rociar su membrana,
con el sudor de tus manos y el sabor de tu quijada,
dando a sus pechos el brillo y el calor de tu mirada”.
Como puede ver, el zócalo en el que sustenta la riqueza de su obra está conformado por los recursos literarios propios del oficio, entre los que usted, como lector, disfrutará de bellísimas metáforas, enumeraciones, sinécdoques, y un sinfín de otras figuras.
Por fin, por lo que respecta al lenguaje, a lo largo de El Vuelo va a poder encontrar trazas de lunfardo, el habla popular que da identidad a Buenos Aires, producto de los movimientos migratorios que ha experimentado la ciudad. Particularmente, ¡Pibe, pa vos! constituye un ejemplo sobresaliente de texto completo escrito en lunfardo que, sin duda, llamará la atención de los estudiosos y cuya lectura, para un profano, resulta, a la vez que atractivísima, todo un reto.
En resumen, esta obra ofrece mucho. Para empezar, la posibilidad de tener en un único volumen lo más selecto de la producción literaria de Silvana Marchese. También una oportunidad de disfrutar de un tipo de lenguaje enriquecido de tal modo que, huyendo de cualquier artificiosidad, hace buen uso de todos los recursos posibles sin ningún complejo.
Dicho esto, vuelvo al pacto del que le hablé antes, el que establece Silvana Marchese con sus lectores. Ella ha vertido lo mejor de sí misma en el contenido de El Vuelo, que recopila composiciones de los últimos veinte años. Ya le he hablado de su integridad y de su oficio al escribir, que hacen pensar en ella como en una artesana de filigrana cordobesa. Sin importar el trasfondo del texto concreto o el tono, que podrá ser sarcástico, íntimo, o como mejor sirva a sus fines, cuando empiece usted a leer le ocurrirá lo mismo que al resto de sus lectores: se sentirá interpelado. Se preguntará cosas de sí mismo; viajará con ella, disfrutando de momentos de serenidad, pero también de conflicto; se indignará cuando corresponda; se verá inmerso en situaciones de vulneración de derechos y deberá decidir qué sentir y qué hacer en semejante contexto; experimentará el amor en todas sus fases; la compasión; se solidarizará con el emigrante, con el expatriado, y usted mismo se sentirá como tal; en definitiva, El Vuelo es también un viaje de la mano de Silvana Marchese a través de Los Trinos, en la amplia gama de emociones que puede sentir un ser humano.
Solo que resta desearle que disfrute de la aventura y del descubrimiento de su lectura, y que sea feliz recorriendo el espacio en su compañía.
José Manuel Pons PeónZaragoza, abril de 2024.
¡Che, pebeta!
Luchadora de la vida,
calá que van de salida
los otarios del montón
y aunque el facebook
no lo exprese
yo, por Silvana Marchese
me juego hasta el corazón.
Sos una naifa leída
y por no ser presumida
en una que otra ocasión
ciertos cualunques malandras
de guante y con escafandra
te afanaron la edición.
Pero, como arrabalera,
mina jodida, orillera
con tu prosapia barrial
les diste vuelta la taba
y en medio de la espantada
tenés tu vuelta triunfal.
Laura Casamayor
Prosa
1 - EL HOMBRE DE LAS ALAS
2 - ¡TRAEME LA PRIMAVERA!
3 - SI FUERA UNA PINTURA
4 - EL APARTHEID
5 - ¡SI LA AMAS!
6 - HISTORIA DE UN PUEBLO... “EN VENTA”
7 - ¡HOLA, CIELO!
8 - ¡LLEVAME CON VOS!
9 - ¡OTRO MÁS!
10 - NO ME TIENTES
11 - SENTIDOS
12 - CELOS A LA NADA
13 - ROSTROS
14 - ARTESANO
15 - ANÁLISIS DE LETRAS
16 - NOSOTROS NOS ENTENDEMOS
17 - SI TAN SOLO PUDIERA
18 - MI ILUSIÓN
19 - TÓMATE DE MÍ
20 - MELODÍAS EN TUS OJOS
21 - TUS OJOS BRILLAN
22 - TÉ DE CANELA
23 - NO BAJES LOS BRAZOS
24 - AGRADECE EL MINUTO A MINUTO
25 - TE AMO EN SILENCIO
26 - HE VISTO Y APRENDIDO
27 - UN ABRAZO
28 - SIENTO TU PRESENCIA MÁS ALLÁ DE NO VERTE
29 - CORAJE
30 - NO SOY HERMOSA, SOY ALGO BONITA
31 - TE BUSQUÉ
32 - ME GUSTA EL PODER
33 - UN RAMO DE FRESIAS AMARILLAS
34 - TECLAS
35 - SÉ PIEDRA, ARENA O MAR, PERO SÉ ALGO
36 - SENTATE Y HABLEMOS
37 - ALOPECIA AREATA, “CON NOMBRE DE MUJER Y A PURA VIDA”
38 - A JOSÉ RAMÓN MARCOS SÁNCHEZ
39 - ¿QUE CUÁNTOS HIJOS TENGO?
40 - NO MANOTEÉS LA VIDA, ACARICIALA
41 - APARIENCIAS
42 - EL MISTERIO
43 - SOLTANDO AMARRAS
44 - TENGO UNA CITA
45 - NO HAY
46 - SUSÚRRAME AL OÍDO
47 - ESCRIBO
48 - COSECHA
49 - PUDE PINTAR EL GRIS EN COLORES
50 - MIS FLORES AMARILLAS
51 - UNA MADRUGADA
52 - NOSOTROS
53 - PANDEMIA
54 - LOCURA
55 - TE DESEO
56 - PARA QUÉ LO QUERÉS
57 - OSCURIDAD
58 - EL JUEGO DE LA COPA
59 - NO SÉ
60 - ANÍMATE
61 - SEMBRARÉ
62 - ¡QUÉ LINDO ES VERTE!
63 - COMO
64 - ASÍ ME FORMO
65 - NAUFRAGIO
66 - UNA CANCIÓN
67 - SACUDÓN DE MIGAJAS
68 - PUEDO PERDER EL AMOR
69 - HOMBRE
70 - MI VESTIDO
71 - EXPRÉSATE
72 - LA ENCRUCIJADA
73 - ESPERA QUE TE DIGA
74 - COHERENCIA
75 - SIN EMBARGO
76 - ÁNGEL CULERO
77 - MIEDO A SENTIR
78 - APRENDIZAJE JUNTO A TI
79 - SILENCIO CON MOMENTOS
80 - NUNCA MÁS TUVO MIEDO
81 - DÉJAME DE UNA VEZ
82 - NO TE ALCANZABA
83 - Y UN DÍA…
84 - ESTRELLAS Y ESTRELLADAS
85 - NO SUBO
86 - ESTAMOS LOCOS
87 - CUANDO
88 - ESTOY
89 - PUES ASÍ...
90 - SEMBRADOR
91 - LLAMAS ETERNAS
92 - ME MENTIRÍA
93 - NO, LOCA
94 - ¿ES IGUAL?
95 - RADIO A LA MADRUGADA
96 - AMIGOS ANTE TODO
97 - VACÍO
98 - FUE MEJOR DE LO QUE PENSABA
99 - SON ESOS RECUERDOS
100 - UN CACHO DE TANGO
101 - NUNCA ES TARDE
102 - DUELO
103 - LA PUTA DEL PUEBLO
104 - DESAFIÓ
105 - PRISA
106 - ELLOS DESEAN
107 - CUANDO YO LO VEO A ÉL
108 - SOLO ES UNA CARTA DE AMOR
109 - NO ME DIGAS
110 - ELLAS
Poesía
1 - REGALO DE NAVIDAD
2 - ME PEDISTE UNA SONRISA
3 - CUANDO OSCUREZCA
4 - TUS PALABRAS
5 - CON SOLO CONOCERTE
6 - SOLO VOS
7 - VOLVER
8 - NO TEMAS
9 - ME JACTO
10 - DAME TU MANO Y CAMINEMOS
11 - DIOS QUIERA QUE NUNCA DEJE DE AMAR
12 - TE DOY ALAS
13 - OBSERVA MI MIRADA
14 - ME AFERRO
15 - MAMÁ NO DEJES DE BRINDAR
16 - MIS LETRAS SE APAGAN
17 - EL ORGULLO
18 - TU ABRAZO CÁLIDO Y EN SILENCIO
19 - UN ABRAZO HIJO, SOLO UN ABRAZO
20 - NO TE EQUIVOCAS
21 - SI PUDIERA
22 - VALIÓ LA PENA ESPERARTE
23 - EL DESTRATO
24 - EL DESTIERRO ES ENTIERRO
25 - ÁRBOLES
26 - ME DESAPARECIERON Y ME TRAJISTE
27 - SIN COMPROMISO
28 - ME QUIERES LIBRE
29 - SIN PERMISO
30 - QUERER
31 - MADUREZ DE UN HOMBRE
32 - COMO MUJER
33 - DESVELO
34 - ¡JILGUERO... JILGUERO!
35 - LA PLAZA
36 - SEGÚN DICEN
37 - ERES TÚ
38 - NO
39 - DESPELLÉJAME
40 - IMPOSIBLE
41 - CADA VEZ
42 - CONTRADICCIÓN
43 - GRITANDO
44 - YA NO
45 - NO ME AMES
46 - TERNURA
47 - SI SUPIERAN
48 - SIN TÍTULO
49 - LUZ NARANJA - LA DEFENSA
50 - POSTERGACIÓN
51 - DICES
52 - HUESOS
53 - ARRANCARTE
54 - GUSTOS
55 - ¡PIBE, PA VOS!
56 - JODIDA
57 - PODÉS
58 - TRAICIÓN
59 - SERENAMENTE, TE AMO
60 - MIRADAS
61 - ALMENDRA
62 - DE MAÑANA
63 - NO ME CULPES
64 - ¿Y QUÉ?
65 - O SEA…
66 - AMAPOLA
67 - PERO PUDE (CUENTO POESÍA)
68 - UNA NOCHE PERFECTA
69 - ESTAR
70 - TAL VEZ
71 - COLORES
72 - MÁS ALLÁ
73 - JUGÁTELA
74 - TENGO
75 - CUANDO
76 - UN RAMO
77 - VOLVISTE
78 - MI MILAGRO
79 - SIMPLEZA
80 - ME GUSTAN ESOS ARTISTAS
81 - MANO
82 - EN FIN
83 - TUVISTE
84 - COMUNIÓN
85 - AMOR
86 - TENGO
87 - DECIME QUÉ SE SIENTE
88 - SOY
89 - NO HICE
90 - CUANDO NO PUDE
91 - ME DISTE
92 - QUIEREN
93 - ME QUIEREN
94 - DELEGANDO
95 - DESPEDIDA
96 - LOS HAY
97 - EMOCIONES
98 - VINIERON Y VOS LOS TRAJISTE
99 - ESPERO NO MOLESTAR
100 - FELICITACIONES
101 - GRITALO
102 - MIS NIETAS
A mi tío Nardo.
Cierto día quise volar, recuerdo la fecha, el veintiocho de octubre de 2003. Tal era el deseo que atiné a subir los brazos, pero fue en vano… ¡no tenía alas!
Sin embargo, ocurrió algo increíble: se presentó ante mí un hombre, cuyo aspecto, era el de cualquier otro. Lo miré indiferente, pero no sé por qué motivo supe al poco tiempo que era especial. Una tarde de bellísimo sol este hombre se paró ante mí y de su espalda se extendieron unas imponentes alas con los colores del arco iris, las cuales hacían sombra sobre mí. Al detener el aleteo, me dijo con tristeza:
—¡Necesito volar!
Lo miré atónita y observé cómo con un suave movimiento comenzó a planear por el aire; lo podía ver por detrás de las nubes y por sobre ellas.
A mi lado estaba aún la inmensa sombra creada por el sol.
Volvió a bajar y me dijo:
—¡Volá conmigo!
—No puedo —le respondí—. ¡No tengo alas!
Abrió las suyas, me abrazó tiernamente y me subió con él.
Vagamos muchas horas por el aire, era la primera vez que era yo la que estaba por entre las nubes y sobre ellas.
El sol calentaba mi cuerpo y mi alma. Podíamos observar el gran mar y las montañas. Cuando el viaje terminó volvió a ponerme en la tierra. Me miró con dulzura y vi en sus ojos un destello de luz.
—¿Te vas? —le pregunté—. A lo cual me respondió:
—¡Nunca me voy! Solo vuelo para saber qué hay en otras tierras, pero siempre que quieras ver el mar y que el sol caliente tu cuerpo y tu alma, vendré y mis alas se abrirán para que subas en ellas.
Y volvió a volar. Siempre miro el horizonte, y sé que detrás de una gran sombra viene él para buscarme.
Te pedí la primavera, ¿lo recordás? ¡Qué egoísta! Pensar que no me di cuenta, al pedirla, de que la tengo constantemente conmigo. Mis hijos, mis días, mis escritos... ¡Vos sos mi primavera! Pero te propongo algo, ¡traémela igual! Veré si con ella puedo llegar en espíritu a los más remotos lugares donde ya las flores no existen, en los que los niños no ven colores y la muerte es una condición de vida.
¡Te propongo lo siguiente!: Traeme la primavera, aunque yo ya la tenga. Mis flores y brillos no alcanzan para tanta miseria humana. ¡Necesito ayuda! Necesito aún más luz para tanta ceguera. Qué oscuridad hay en el mundo. ¡Cuánto dolor! ¡Cuánta perdición!... ¡NOS ESTAMOS QUEDANDO SIN PRIMAVERA! Lugares donde las flores ya no crecen; en los que el verde pasto es un manojo de cenizas que se esparce por el aire; donde la tierra se abona con huesos humanos; en los que el cielo, siempre tan azul, se convirtió en una tenue nube gris producida por las bombas. Te lo pido a gritos: ¡TRAEME LA PRIMAVERA!
Por cada flor, cada pimpollo, la esperanza de que un niño no muera a manos de la injusticia y de que un anciano pueda cerrar sus ojos solo porque su reloj se detenga y no por la orden de los que carecen de primavera, que dicten que esa sea la hora de su deceso.
¡NECESITAMOS PRIMAVERA! Que los árboles vuelvan a tener hojas y los pájaros no teman posarse en sus ramas. ¡NO TIREN MÁS BOMBAS! No destruyan la vida, dejen crecer a los niños, que no cierren sus ojitos, porque por cada uno que se duerme hay una flor menos en el planeta. No te pido la primavera para mí, traémela para poder justificar un día más de vida y así poder decir que el aroma de las flores puede más que el olor de la sangre y el de la pólvora. ¿Es que nunca tuvieron primavera los que sin piedad hunden sus cuchillos en los vientres sin comida?
¿Acaso no recuerdan la sonrisa de cuando eran niños que, sin piedad, ven pasar una flor de dos o tres años llorando por su madre? ¡Qué pena saber que no han tenido primavera aquellos que blasfeman y se llenan la boca con discursos alejados de la verdad!
¡Poné en mí la primavera! Lejos estoy de poder llenar esos vacíos sin flores, sin sombras de árboles. Necesito muy poco... traeme violetas, lilas, azucenas, lirios, pero más que nada poné en mis manos semillas de cualquier tipo... ¿Quién dice? Quizá la tierra puede ser fértil aún y que ese niño con ojos asustados por la luz de una explosión que lo sorprendió a medianoche, a la mañana pueda quizás ver cómo crece por primera vez una flor.
¡TRAEME LA PRIMAVERA! Dejame plantar semillas donde el agua seguramente sé que no las nutrirá, pero que a lo mejor un alma piadosa volcará sobre ella unas pocas gotas de lo último que quede de su vaso. Traeme semillas, pero a medida que camines hacia mí para traerlas a casa, sembrá ese camino donde tus huellas quedarán impresas en el recorrido de tu llegada. De esta forma, mientras tanto, las flores crecerán.
A mi tía Amelia.
Si fuera una pintura, tendría los más bellos colores... Verde, azul, amarillo, violeta, blanco. ¡Qué maravillosa me vería siendo una pintura! Delineada por Dalí, por Waterhouse, Perugino o tantos otros que, con sus manos, hicieron obras increíblemente hermosas.
Si fuera un cuadro, una pintura, querría ser un paisaje en el que el más mínimo detalle sea observado detenidamente por el espectador. Seguramente, sería admirada y criticada por renombrados eruditos en la materia... ¿Quién lo diría? ¡Admirada y criticada! Como si siendo lo que soy no lo fuera, como si no estuviese siendo observada de esta forma, sin siquiera tener una pincelada en el cuerpo.
Si fuera un cuadro, por favor, señores, no me pongan marco, déjenme libre, que el agua del lago corra, que las nubes se muevan y que las hojas de los árboles bailen al compás del viento. No me pongan marco, solo dejen que los infinitos colores con los que sea pintada traspasen la tela.
Si fuera un cuadro, haría que aquel ser humano parado frente a mí se tentara por entrar al lienzo sin querer volver a salir.
¡No me pinten en abstracto! Denme forma, que se entienda la emoción y la pasión con la cual fui pintada.
Si fuera una pintura, es probable que estuviera en la más humilde de las moradas como copia, y en una mansión como original, pero en ambas mi esencia sería la misma, transmitiría iguales sentimientos, con pequeñas diferencias de sensaciones dependiendo de la vida del dueño... ¿Dueño, dije? No, señores, no tendría dueño, pues la pintura, el arte no pertenece a uno, es parte de todos los que habitamos esta tierra.
Vagaría por el mundo mostrándome en cada uno de los rincones del planeta. Haría alarde de mis colores para los países en guerra, me pondría frente a los belicosos para que calmaran su alma y recordaran lo que es honrar la vida y la dignidad del ser humano. Viajaría a países pobres, donde me subastaría para que no hubiera hambre. O quizá tomaría a un niño de la mano, lo pondría dentro de mí para que paseara por la pradera y no sintiera, así, dolor alguno.
¡Por favor, señores! Si algún día quieren convertirme en cuadro, solo les pido que sus pinceladas tengan la suavidad de Hondler en El lago de Thun en invierno, y no los fuertes golpes de la mano de Kokoschka en su Autorretrato de un “artista degenerado”.
Si fuera un cuadro... Usted, ¿qué más pondría en él?
Para los niños que sufrieron el apartheid.
Basado en datos públicos de la Unesco.
Hombrecito negro que caminas por las calles de tierra de Sudáfrica, ya no llores, ven aquí, toma mi mano con fuerza, tus padres estarán por llegar.
Contará apenas con ocho años, no más, pero en su cara se ven marcadas líneas de adulto. Me mira asustado al ver mi piel…
—¡Tócame, no te haré daño!
Pero no comprendía cómo mi piel blanca estaba junto a la suya. Era uno de los miles de niños que habían sufrido el apartheid. No tenía derechos ni nada de lo que un niño blanco disponía.
—¡NO LLORES, niño negro, tus padres estarán por llegar!
Miento, pero ¿acaso el apartheid no nos permite a nosotros, los blancos, mentir a un niño de color?
—¡NO LLORES, niño negro, tus padres volverán!
Lo tomé de la mano y comenzamos a caminar por lugares prohibidos para él. Se dio cuenta y quiso retroceder, sabía que en su mismo pueblo tenía límites que le impedían avanzar.
—¡NO TEMAS, niño! De mi mano puedes traspasarlos.
Y seguimos nuestro rumbo.
—¿Hace cuánto que no comes, niño? ¿Cuándo te vio un médico por última vez?
¿Comida, médico? Palabras desconocidas para él, pues el apartheid no les daba esos derechos a los niños negros de Sudáfrica. Solo un médico por cada cuarenta y cuatro mil habitantes les daba el gobierno. Y él, seguramente, sería el habitante cuarenta y tres mil novecientos, ya que nunca lo vio un profesional.
—¡NO LLORES, niño, tus padres estarán por llegar!
Me senté junto a él en la mesa de la cocina, con esfuerzo abría la boca para poner un bocado en ella. Mientras esto sucedía, faltaban pocas horas para que comenzara el nuevo año noventa y dos. ¡Faltaban tan pocas horas! Solo unas pocas para que el apartheid fuera derogado.
—¡DUÉRMETE AHORA, niño negro, tus padres estarán por llegar!
Pasamos la noche abrazados en una pequeña cama donde lo estreché entre mis brazos como a un pollito.
Era ya la medianoche. ¡Año mil novecientos noventa y dos, al fin! El apartheid sería derogado. La supremacía de los blancos sobre los negros ya no sería una ley absurda parida por el hombre blanco.
En la mañana me despertaron ruidos de muchedumbre exaltada en la calle, gritos de esperanza y libertad. Miré por la ventana para ver si podía distinguir las siluetas de un hombre y una mujer caminando hacia la casa en busca del pequeño. Nadie venía por él.
—¡NIÑO, DESPIERTA, ERES LIBRE!
El muchachito me miró sin entender qué era la “libertad”, pero en sus ojitos se vislumbraba una llama de esperanza. Se levantó y corrió hacia la puerta, tambaleante por la debilidad. Vi que subía sus bracitos para que una mujer lo abrazara, era su madre. Ella me contó que faltando solo diez minutos para el año nuevo, un grupo de encapuchados vestidos de blanco mataron a su marido. Cuando le llegó su turno, las campanadas de medianoche la salvaron de la muerte. El año noventa y dos la salvó, al menos ese día, ya que si bien las leyes del apartheid serían derogadas entonces, las injusticias estaban encarnadas en la población sudafricana.
No vi más al niño ni a su madre, probablemente sea un científico o un profesor de la universidad o un humilde leñador. Pero cuántos niños aún padecen el apartheid sin ser sudafricanos. También nativos, provincianos, por qué no de la capital misma, son marginados por la sociedad; no por su piel, no por la raza, sin explicación más que por la ignorancia de los que nos gobiernan. Por una sociedad ciega y apática ante el sufrimiento del otro. ¿Cuánto del apartheid existe en nosotros aún? Será que el hambre, la falta de trabajo, la marginalidad, la violencia, la discriminación, la indiferencia, los hospitales sin insumos, gente durmiendo en la calle, niños y ancianos comiendo de los cestos; una inmensurable lista de miserias, hacen que el apartheid aún exista.
A veces creo que las leyes de esta barbarie se expandieron como células cancerígenas por los países de Latinoamérica. Leyes que no están escritas con tinta; peor aún, ya que de ser así, podrían ser borradas. Lo que preocupa, en verdad, es que estén grabadas en la mente de los mismos que firman para comprar armas de guerra y que, a su vez, lo hacen para dar ayuda a un comedor infantil. Las mismas manos que acarician la cabeza de un niño, abrazan a un anciano, visitan ese hospital necesitado, para luego volver la cabeza a un costado dejando a la espera la promesa dada en su momento.
Ya no es solo un niño negro caminado por una calle de tierra de Sudáfrica. Miremos más cerca nuestro, seguramente un niño rubio de grandes ojos celestes está muriendo hoy por las mismas causas.
¡Q uisieras decirle tantas cosas! Pero ¿cómo hacerlo si ni siquiera podés mirarla a los ojos, tomarla de la mano o tocar su cabello?
¿Qué le dirías si la tuvieras frente a vos? Seguramente, solo palabras en silencio, una única mirada clavada en sus ojos sonaría como las siete notas musicales con estribillos interminables llenos de poesías, frases con sentimiento, pasión.
¡Decime, Hombre del Silencio! Si la tuvieras un solo un minuto a tu lado, ¿pronunciarías palabra alguna? Está claro que mantendrías en reserva tus emociones para no asustar a esa bella mujer íntegra e inalcanzable. Pensá si por un segundo pudieras tocar su piel… sería como rozar con la yema de tus dedos los pétalos suaves de una pequeña violeta. Si dejás volar tu imaginación, esas palabras que no podés decirle susurrándoselas al oído, se las podés hacer llegar con un escrito donde tu letra clara, simple, transparente traspase el monitor de la computadora.
¡Hombre del Silencio! Dejá en tu interior la enorme emoción que se siente al amar, quizá haciendo esto llegará a esa hermosa mujer tu mensaje de amor más deprisa, con caricias en el aire, con besos de dibujos, con palabras en escrito en color tornasolado. Disfrutá con saber que tu corazón aún palpita por una mujer... ¡Y no cualquier mujer! Decile que quisieras enredarte en sus ramas, internarte en la selva de su alma, en el perfume que emanan las pequeñas flores que cuelgan de sus muñecas.
Decile, Hombre del Silencio, que la tierra es la madre de la fertilidad, en la que se nutren las semillas más preciadas de tus valores. Que tu amor va más allá de querer quitarla del camino que ella transita desde hace tiempo. ¡Decile que para vos, amarla es que se mantenga digna y firme en sus convicciones, sin hacerla cruzar la barrera de lo que para ella sería un desafío inmenso, poniendo en juego sus valores!
Si realmente la amas no sufras, intentá que ambos puedan volar más allá de la realidad. Si realmente la amas, no dejes que salga de su hábitat, pues ella necesita estar rodeada de sus árboles, enredaderas, flores campana, pájaros, ríos… pero, fundamentalmente, necesita seguir estando contenida por ese sauce llorón cuando sus extensas ramas la abrazan porque sabe que ella le pertenece.
¡Mi querido amigo! Si en verdad la amas, intentá ser vos su laguna donde ella pueda cobijarse en tus aguas mansas y no ser ese océano que arrebata con sus olas.
¡Mi querido amigo! Acompañala a pasear por páginas donde las melodías y las imágenes se convertirán en ese viaje tan anhelado por vos. Pero... ¡querido amigo! Si su corazón comenzara a despertar, sus latidos a palpitar fuertemente hacia vos, dejá que sea ella la que esta vez sienta la emoción de poder volver a amar, sin que ese nuevo sentimiento le traiga dolor. ¡Viví esta etapa, disfrutá de su compañía! Son pocas las ocasiones en que el amor se refleja en el espejo de la serenidad, sabiendo aun así, que te internás en una tumultuosa selva.
Caminando por San Telmo vi lo maravillados que estaban los turistas con nuestra cultura, con nuestros artistas —anónimos— y con nuestra originalidad. Antigüedades, artesanías, cantos, bailes y actores que, sin palabras, mostraban la letra de un teatro con el cuerpo: mujeres y hombres estatua, bailarines de tango que se movían solo si se les colocaba una moneda en la gorra, una pareja que imitaba Matrix y así más, y más, y más…
Recorrí cada puesto preguntando por los precios. Salía espantada mientras algún turista compraba lo que yo quería después de haberme ido. ¡Qué bronca! ¡Eso era argentino, pertenecía a una familia argentina! Pero, en fin, tampoco era de mi incumbencia, si esa reliquia se vendía o no. No era mi historia la que se iba a España, Brasil o a Estados Unidos. Seguí caminando y me detuve a escuchar el Concierto de Aranjuez, interpretado maravillosamente por Luis Salinas a la guitarra. Menos mal que dejó conforme a dos turistas españoles y pudo venderle tres CD, porque después de esa venta tocó Adiós Nonino. ¡Por fin, algo argentino!
Cuando entré a la verdadera feria de San Telmo —¿la ubican?, me refiero a la antigua—, encontré sifones, collares, muñecas que recordaba eran de mi infancia: Rayitos de Sol, Yoly-Bell, hasta ese corderito de goma, que si bien no movía nada era infaltable regalarlo en los cumpleaños. Así, infinidades de cosas que identificaban años y años de tiempo atrás, sean de mi generación o no.
De golpe, sentí atracción por una caja de cartón que decía “OFERTA $2”. Eran libros viejos, y no tanto. Me tiré de cabeza y empecé a ver los títulos: Juvenilia, Los Ángeles, de Víctor Sueiro, Platero y yo