Elsa y el club de los números - Andrea Navarro Ruiz - E-Book

Elsa y el club de los números E-Book

Andrea Navarro Ruiz

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Beschreibung

Elsa es una adolescente curiosa y tenaz, con un talento que aún no conoce. Mientras sus mejores amigos, la enérgica Delia y el ingenioso Miguel, se dedican a sus hobbies, ella prefiere… Bueno, ella no tiene claro qué quiere hacer. Hasta que un buen día el don de Elsa atrae la atención de un selecto grupo de estudiantes, que le abren las puertas a formar parte de su mundo de enigmas. En esta aventura descubrirá divertidas facetas de las matemáticas y todo lo que puede aprender de ellas. Pero, claro, todo esto también pondrá su vida patas arriba y la llevará a tomar una importante decisión. ¿Qué le deparará este nuevo camino de secretos y acertijos?

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Elsa y el club de los números

Andrea Navarro Ruiz

Ilustraciones de Viv Campbell

Obra ganadora del Premio Hortensia Roig 2022

Primera edición en esta colección: noviembre de 2022

© Andrea Navarro Ruiz, 2022

Ilustraciones de Viv Campbell Sanjurjo

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2022

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-19271-01-3

Fotocomposición: Grafime

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

A esa niña que se mira en el espejo y se pregunta en quién se va a convertir.

ÍNDICE

1. Clubs2. La invitación3. La Sala 24. Ludus5. La selección6. El partido7. Secretos8. Inseparables9. La élite10. Reglas del juego11. La función12. Muros13. PrincipiosEpílogo

1. Clubs

Los niños se arremolinaban y saltaban emocionados en torno a las primeras filas del salón de actos, cerca del estrado. Aquel lunes iban a asignar los roles y todos hacían sus apuestas sobre quiénes serían elegidos como protagonistas. Todos menos dos amigas.

En la parte trasera, las jóvenes camufladas intercambiaron sonrisas cómplices. La más alta, Delia, se tocaba las trenzas impaciente. Elsa se mostraba más tranquila. Ambas tenían claro quién iba a interpretar el papel protagonista y estaban allí para confirmar su teoría.

Aun así, cuando la profesora pronunció el nombre de Miguel, Elsa no pudo evitar cruzar los dedos.

—¡Chan, chan! —canturreó Delia, para darle más entusiasmo.

—Prrrrr —se animó Elsa, simulando el sonido de los tambores.

—Miguel, tú representarás a Hamlet —confirmó la profesora.

—¡Sííí! —jalearon las amigas, que ya se habían puesto en pie y aplaudían sonoramente mientras atraían las miradas sorprendidas del resto del salón.

Miguel sonrió con ilusión y vergüenza a partes iguales, y se llevó el dedo a los labios en gesto de silencio. Las conocía desde infantil y sabía bien que eran dos terremotos capaces de desatar el caos a su alrededor.

La asignación de personajes debía continuar, pero ellas, en realidad, no necesitaban saber más. Miguel era su mejor amigo y, además, era capaz de fingir desmayarse con mucha naturalidad, que es lo que todo buen dramaturgo necesita. Estaban esperando que al fin consiguiera protagonizar una obra y ahora que lo había conseguido era el momento de celebrarlo, pero entonces Delia comprobó su reloj.

—Yo me debería ir yendo a cambiar, empiezo el entrenamiento en veinte minutos —dijo mientras cogía su mochila de deporte—. ¿Te veo luego?

—Ajá.

Y así, Elsa se quedó contemplando como terminaba la sesión de teatro y se iban marchando los estudiantes, tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta cuando la profesora se le acercó.

—Hola. ¿También quieres unirte a la obra? Podríamos buscarte un personaje —preguntó revisando las hojas que llevaba en las manos.

—No, no estoy en el club de teatro. Solo he venido de espectadora —alegó Elsa con cierto pesar.

—Bueno, si cambias de opinión, tiene solución.

¿La tenía? Porque lo cierto es que Elsa no pertenecía a ningún club, ninguno en absoluto, aunque lo deseaba realmente. No de teatro, claro, eso no era para ella, ¿pero cuál? ¡Ya había probado muchos! Solo ese año había intentado unirse al coro, a natación y a patinaje, pero no conseguía encontrar el suyo. Tenía que ser algo divertido, que se le diese bien y con una chispa… mágica.

Elsa no era de las que se rinden fácilmente y ese año, estaba decidido, iba a ser el curso en el que encontrase al fin el club perfecto para ella.

2. La invitación

Delia se removió en su silla por tercera vez.

—Vale, vete ya —exclamó Elsa.

—¿Por qué? —preguntó Delia pasándose el dedo por el pelo.

—Porque hace como diez minutos que te has acabado todas las uñas de las manos y, como sigas así, pronto vas a empezar con las de los pies —dijo Elsa con una media sonrisa—. De verdad, no me importa, te veo ahora en clase.

—Vale —aceptó Delia con un poco de vergüenza—, es que sí está tardando bastante.

Elsa sonrió y se despidió de su amiga. Llevaban un buen rato esperando a que el profesor las atendiese y Delia no era un ejemplo de paciencia. Además, aún iba por delante Iris, que estaba sentada en el último peldaño de la escalera.

Ahora que Delia se había ido, pensó en ir a sentarse junto a Iris. Ella le gustaba, con su toque misterioso e intelectual, pero estaba sumida en su libro —con las tapas cubiertas, como era habitual en ella— y no quería molestarla. ¿Qué estaría leyendo que no quería que nadie lo supiese? Quizás podría echar un vistazo disimuladamente.

Elsa se levantó y echó a andar en dirección a la escalera, en el mismo instante en el que el profesor asomó por la puerta:

—Iris, cuando quieras.

«Vaya, demasiado tarde».

Mientras Iris entraba con el profesor, Elsa se sentó en el mismo peldaño. Entonces algo llamó su atención. Pegado al rodapié, había dibujada una silueta de lo que parecía un cisne con trazos rectilíneos y justo debajo una serie de piezas que, bien colocadas, seguramente deberían caber en la silueta… ¿Pero cómo?

Trató de jugar con las formas y tras varios intentos había quedado claro que era mejor colocar antes las piezas más grandes y usar las pequeñas para los detalles. Tuvo que probar un par de veces más hasta que, ¡voilà!, las piezas encajaron a la perfección formando ese extraño cisne.

Satisfecha y emocionada con su descubrimiento, Elsa desmontó las piezas buscando otra configuración distinta que rellenase el cisne. Acababa de volver a conseguirlo cuando Iris y el profesor salían del despacho:

—Elsa, ¿pasas tú ahora? —invitó el profesor.

—Enseguida —respondió Elsa, deshaciendo su extraño rompecabezas para dejarlo como lo había encontrado.

Cogió su mochila y le dijo adiós a Iris, que lanzaba una mirada fugaz hacia el cisne desfigurado y luego hacia ella. A Elsa le pareció captar un extraño destello en sus ojos. ¿Era orgullo?

¿Complicidad?

Definitivamente esa chica era un misterio.

Riiiiiiiiiing.

Después de toda la mañana, sonó la campana del fin de las clases.

—¡Al fin libres! ¡Voy yendo a coger sitio en la cafetería! ¡Qué hambre! —Delia salió disparada.

—Esta chica siempre corriendo —acusó Elsa entre risas.

—Y con hambre, no te olvides —azuzó Miguel en tono cómplice—. Será mejor que no tardemos.

—Como tardemos se nos come a nosotros. Eh… ¿Qué es esto? —preguntó Elsa sorprendida.

Al abrir su taquilla, una carta azulada se deslizó del borde y cayó al suelo. Al cogerla se fijó en el dorso, donde un mensaje con letras itálicas citaba:

Para la atención de Elsa R. J.

—Esa soy yo.

—¡Qué suerte que estuviera en tu taquilla, pues! —exclamó Miguel tan jovial como siempre—. ¿A qué esperas? ¡Ábrela!

En la cafetería, pocos minutos después, los tres se disponían a descubrir el contenido de la carta.

—¿Y ya está? —Delia no entendía nada—. ¿Ni remitente ni nada?

—Una firma con forma de espiral.

—¿Será una cita? —propuso Miguel.

—¿En el sótano? Qué poco romántico.

—¿Con quién? Si no pone nada.

—Ahí está la gracia.

—Seguro que no es una broma vuestra, ¿no? —Elsa escudriñó el rostro curioso de sus amigos—. No, se os notaría.

—¿Será Leo, el de tercero? Yo creo que le gustas.

—O Iris, últimamente «coincide» mucho contigo —apuntó Miguel con picardía.

—Pues es verdad que a Iris me la encontré en el sótano el otro día —dijo Delia.

—¿Llevará allí a todas sus citas? —siguió Miguel burlonamente.

—¡Oye! ¿Nos centramos? —pidió Elsa con exasperación. Sus amigos siempre se iban por las ramas y ella quería ponerse manos a la obra—. Voy a buscar esa sala.

—Nosotros preguntaremos en conserjería.

Sin embargo, al llegar allí Elsa no pudo ver la Sala 2 porque estaba cerrada y ni siquiera tenía cerradura, sino un pequeño teclado numérico. Eso sí era extraño.

Delia llegó corriendo y Miguel la seguía a paso tranquilo.

—Elsa —farfulló Delia cogiendo aire—. El conserje… dice…

—Que es un club —Miguel se adelantó triunfal—. ¿Ves como por ir más rápido no llegas antes?

Delia le miró con los ojos entrecerrados, pero Elsa ahora no estaba interesada en sus batallitas.

—¿Club? ¿Qué club?

—Ludus —contestaron al unísono.

—No me suena —Elsa intentó hacer memoria—. ¿Lo conocéis?

—No, debe ser algo nuevo porque no lo había oído antes.

—Bueno —suspiró Elsa, agotada—, nos vemos mañana, chicos.

—¡Pero…! —Los ojos de Delia parecían los del gatito de Shrek—. Hoy tengo partido contra las Alley-Oop, son las campeonas de la liga. Creí que vendrías a verme.

—No me perderé el próximo, te lo prometo. Hoy tengo mucho en lo que pensar.

Y, de hecho, no dejó de pensar en toda la tarde, ni en toda la noche. Divagaba sobre qué ocultaría esa sala. Si se trataba de un club, tendría que haberse apuntado antes. Y aunque se había apuntado a muuuchos, a Ludus estaba segura de que no.

3. La Sala 2

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