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Veröffentlichungsjahr: 1824
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Emilio o La educacion
Jean-Jacques Rousseau
Índice
Cubierta
Portada
Preliminares
Emilio o La educacion
PRÓLOGO.
LIBRO PRIMERO.
LIBRO SEGUNDO.
LIBRO TERCERO.
LIBRO CUARTO.
CONTINUACION DEL LIBRO CUARTO.
LIBRO QUINTO.
CONTINUACION DEL LIBRO QUINTO.
ADVERTENCIA DE LOS EDITORES.
CARTA PRIMERA.
CARTA II.
DESENLACE DE LOS SOLITARIOS.
Notas
Acerca de esta edición
Enlaces relacionados
Esta recopilacion de reflexiones y observaciones sin órden, y casi inconexa, la empecé por dar gusto á una buena madre que sabe pensar. Al principio solo habia proyectado hacer una memoria de pocas páginas; pero arrastrándome contra mi voluntad la materia, se convirtió poco á poco la memoria en una especie de obra, sin duda muy abultada con respecto á lo que contiene, pero muy reducida con referencia á la materia que trata. Mucho tiempo he dudado si la publicaria; y con frecuencia al trabajar en ella he visto que no basta haber escrito algunos folletos para saber componer un libro. Despues de vanos esfuerzos para hacerle mas bien, creo que le debo publicar como está, en la inteligencia de que es cosa importante dirigir la atencion pública á este asunto, y de que aun cuando fueran erróneas mis ideas, si doy motivo á que á otros les vengan acertadas, no he perdido enteramente el tiempo. Uno que desde su soledad lanza sus escritos al público, sin tener quien los alabe, ni partido que los defienda, y sin saber siquiera lo que de ellos dicen ó piensan, no debe temer, si se engaña, que sean admitidos sin exámen sus errores.
Poco diré sobre la importancia de una buena educacion, ni tampoco me detendré en probar que la comun es mala; ántes que yo lo han hecho otros mil, y no gusto de llenar un libro de cosas que sabe todo el mundo. Solo notaré que hace infinito tiempo que se ha levantado un grito unánime contra el estilo establecido, sin que piense nadie en proponer otro mejor. Mucho mas tiran la literatura y el saber de nuestro siglo á destruir que á edificar; la censura toma tono magistral, mas para proponer es necesario adoptar otro de que no gusta tanto la altivez filosófica. No obstante tantos escritos, que segun dicen, no se encaminan á otro fin que la utilidad pública, la primera de todas las cosas útiles, que es el arte de formar á los hombres, aun está olvidada. Enteramente nuevo era mi asunto despues del libro de Locke, y me rezelo mucho que todavía despues del mio lo sea.
No es conocida la infancia; y con las mismas ideas que de ella tienen, cuanto mas pasos dan, mas se descarrian. Los mas discretos se aplican á enseñarle lo que importa que sepan los hombres, sin considerar lo que están en estado de aprender los niños. Siempre buscan en el niño el hombre, sin atender á lo que es ántes de ser hombre. Este es el estudio á que yo mas me he aplicado, para que, aun cuando fuese fantástico y falaz todo mi método, pudieran siempre ser de provecho mis observaciones. Puede que haya visto muy al reves lo que debe hacerse, pero creo que he visto bien el sugeto en que se debe operar. Empezad estudiando mas bien á vuestros alumnos, porque es cosa certísima que no los conoceis; y si leeis este libro con este fin, creo que no será inútil para vosotros.
En cuanto á lo que calificarán de parte sistemática, que aquí no es otra cosa que el proceder de la naturaleza, esto es lo que mas en confusion pondrá al lector; sin duda tambien me atacarán por aquí, y acaso tendrán razon. Creerán que no tanto leen un tratado de educacion cuanto los sueños de un iluso acerca de la educacion. ¿Qué he de hacer? Yo no escribo conformándome á las ideas agenas, sino á las mias. No veo como los demas hombres: largos tiempos hace que me lo echan en cara. ¿Pero pende de mí el tener otros ojos, y el recibir otras ideas? no. De mí pende el no abundar en mi sentido, el no creer que yo solo soy mas discreto que todo el mundo; de mi pende, no el mudar de dictámen, mas sí el desconfiarme del mio; eso es todo cuanto hacer puedo y cuanto hago. Y si hablo alguna vez en estilo afirmativo, no es por arrastrar al lector, sino por hablarle como pienso. ¿Por qué he de proponer en forma de duda aquello en que yo no la tengo? Digo exactamente lo que en mi entendimiento sucede.
Aunque espongo con toda libertad mi dictámen, tan lejos estoy de pretender que forme autoridad que siempre junto con él mis razones, para que las pesen y me juzguen; pero sin quererme empeñar en defender mis ideas, no ménos me creo por eso con obligacion de proponerlas, porque no son indiferentes las máximas en que soy de un dictámen contrario al de los demas, que son de aquellas cuya verdad ó falsedad es importante conocer, y que hacen la felicidad ó la desdicha del linage humano.
No cesan de repetirme: proponed lo que sea factible. Lo mismo es eso que si me dijesen: proponed que hagan lo que hacen, ó á lo ménos proponed algun bien que se amalgame con el mal que existe. Semejante plan es en muchas materias mucho mas fantástico que los mios, porque con esta obligacion se echa á perder el bien, y no se sana el mal. Mas quisiera seguir en todo la práctica establecida, que adoptar una medio buena; ménos contradiccion existiria en el hombre, que no puede encaminarse á la par á dos opuestos fines. Padres y madres, lo factible es lo que quereis hacer: ¿como he de saber yo vuestra voluntad?
Dos cosas hay que atender en todo proyecto; primero la facilidad absoluta de él, y en segundo lugar la facilidad de su ejecucion.
En cuanto al primer punto; basta para que un proyecto sea admisible y practicable en sí mismo, que lo bueno que en él haya se halle en la naturaleza de la cosa; en este, por ejemplo, que convenga al hombre la educacion que se propone, y sea adaptable al corazon humano.
La segunda consideracion pende de relaciones determinadas en ciertas situaciones, relaciones accidentales á la cosa, que no son por consiguiente necesarias, y pueden variar hasta lo infinito. Por eso hay educacion que puede ser practicable en Suiza y no serlo en Francia; otra puede serlo para un vecino honrado, y otra para un grande. Pende la mayor ó menor facilidad en la ejecucion de mil circunstancias que no es posible determinar de otro modo que con una aplicacion particular del método á tal ó tal pais, á tal ó tal condicion. Pero no siendo todas estas aplicaciones particulares esenciales á mi asunto, no tienen cabida en mi plan. Otros se podrán ocupar en ellas, si quieren, cada uno con respecto al pais ó al estado que tenga á la mira. Bástame con que en todas partes donde nazcan hombres se pueda hacer lo que yo propongo, y con que haciendo lo que propongo se haga lo mejor que hay que hacer para ellos propios y para los demas. Si no satisfago este empeño, sin duda es yerro mio; pero tambien lo fuera ageno el pedir mas de mí, porque yo no prometo otra cosa.
TODO sale perfecto de manos del autor de la naturaleza; en las del hombre todo degenera. A esta tierra la fuerza á que dé las producciones de otra; á un árbol á que sustente frutos de tronco ageno; los climas, los elementos, las estaciones los mezcla y los confunde; estropea su perro, su caballo, su esclavo; todo lo trastorna, todo lo desfigura; la disformidad, los monstruos le aplacen; nada le peta como lo formó la naturaleza, nada ni aun el hombre, que necesita amañarle para su uso como á caballo de picadero, y configurarle á su antojo como á los árboles de su vergel. Peor fuera si sucediese lo contrario, porque el género humano no consiente quedarse á medio modelar. En el actual estado de cosas el mas desfigurado de todos los mortales seria el que desde su cuna le dejaran abandonado á sí propio. Las preocupaciones, la autoridad, el ejemplo, todas las instituciones sociales en que vivimos sumidos sofocarian su natural, sin sustituir otra cosa, sucediéndole lo que al arbolillo nacido en mitad de una vereda, que muere en breve sacudido por los caminantes que tiran en todas direcciones de sus ramas.
A tí dirijo estos renglones, madre amorosa y prudente, que has sabido apartarte del camino trillado, y preservar el naciente arbolillo del choque de las opiniones humanas (1). Cultiva y riega el tierno renuevo ántes que muera; así serán un dia sus sazonados frutos las delicias tuyas. Levanta al punto un coto en torno del alma de tu hijo; señale otro en buen hora el circuito, pero tú sola debes alzar la valla.
A las plantas las endereza el cultivo, y á los hombres la educacion. Si naciera el hombre ya grande y robusto, de nada le servirian sus fuerzas y estatura hasta que aprendiera á valerse de ellas, y le serian perniciosas porque retraerian á los demas de asistirle (2): abandonado entónces á sí propio se moriria de necesidad, ántes de que conocieran los otros su miseria. Nos quejamos del estado de la infancia, y no miramos que el linage humano hubiera perecido si hubiera principiado el hombre por ser adulto.
Débiles nacemos, y necesitamos de fuerzas: desprovistos nacemos de todo, y necesitamos de asistencia; nacemos estúpidos, y necesitamos de inteligencia. Todo cuanto nos falta al nacer, y cuanto necesitamos siendo adultos, se lo debemos á la educacion.
La educacion es efecto de la naturaleza, de los hombres, ó de las cosas. La de la naturaleza es el desarrollo interno de nuestras facultades y nuestros órganos; la educacion de los hombres es el uso que nos enseñan estos á hacer de este desarrollo, y lo que nuestra esperiencia propia nos da á conocer acerca de los objetos, cuya impresion recibimos, es la educacion de las cosas.
Así cada uno de nosotros recibe lecciones de estos tres maestros. Nunca saldrá bien educado, ni se hallará en armonía consigo mismo el discípulo que tome de ellos lecciones contradictorias; aquel solo ha dado en el blanco, y vivirá una vida consiguiente, que las vea conspirar todas á un mismo fin, y versarse en los mismos puntos; él solo merecerá el título de bien educado. De estas tres educaciones distintas la de la naturaleza empero no pende de nosotros, y la de las cosas solo en parte está en nuestra mano. La única de que verdaderamente somos los árbitros es la de los hombres, y aun esto mismo no es todavía mas que una suposicion; porque ¿quién puede esperar que ha de dirigir enteramente los razonamientos y las acciones de todos cuantos se acerquen á un niño?
Por lo mismo que la educacion es un arte, casi es imposible su logro, puesto que de nadie pende el concurso de causas indispensable para él. Todo cuanto á fuerza de diligencia puede conseguirse es acercarse mas ó ménos al blanco; pero es ventura dar en él.
¿Qué blanco es este? El mismo de la naturaleza; esto ya lo hemos probado. Una vez que para su recíproca perfeccion es necesario que concurran las tres educaciones, habemos de dirigir las otras dos á aquella en que ningun poder tenemos. Pero como acaso la voz de la naturaleza tiene, una significacion sobrado vaga, conviene que procuremos fijarla.
Nos dicen que la naturaleza no es otra cosa que el hábito. ¿Qué quiere decir esto? ¿No hay hábitos contraidos por fuerza, y que nunca, sofocan la naturaleza, como, por ejemplo, el de las plantas en que se ha impedido la direccion vertical? Así que dejan la planta libre, si bien conserva la inclinacion que la han precisado á tomar, no por eso la primitiva direccion de la savia ha variado, y si continúa vegetando, su prolongacion se torna de nuevo en vertical. Lo mismo sucede con las inclinaciones de los hombres. Miéntras que permanecen en un mismo estado, pueden conservar las que resultan de la costumbre, y son ménos naturales; pero luego que varía la situacion, se gasta la costumbre, y vuelve el natural. La educacion cierto no es otra cosa que un hábito. ¿Y no hay personas que se olvidan de su educacion y la pierden miéntras que otras la conservan? ¿De donde proviene esta diferencia? Si ceñimos el nombre de naturaleza á los hábitos conformes á ella, podemos escusar esta gerigonza.
Nacemos sensibles, y desde que nacemos, escitan en nosotros diversas impresiones los objetos que nos rodean. Luego que tenemos por decirlo así, la conciencia de nuestras sensaciones, aspiramos á poseer ó evitar los objetos que las producen, primero segun que son aquellas gustosas ó desagradables, luego segun la conformidad ó discrepancia que entre nosotros y dichos objetos hallamos, y finalmente segun el juicio que formamos acerca de la idea de felicidad ó perfeccion que nos ofrece la razon por dichas sensaciones. Estas disposiciones de simpatía ó antipatía crecen y se fortifican á medida que aumenta nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia; pero tenidas á raya por nuestros hábitos, nuestras opiniones las alteran mas ó ménos. Antes de que se alteren, constituyen lo que yo llamo en nosotros naturaleza.
Deberíamos por tanto referirlo todo á estas disposiciones primitivas, y así podria ser en efecto, si nuestras tres educaciones solo fueran distintas, pero ¿qué hemos de hacer cuando son opuestas, y cuando en vez de educar á uno para sí propio, le quieren educar para los demas? La concordancia es entónces imposible; y precisados á oponernos á la naturaleza, ó á las instituciones sociales, es forzoso escoger entre formar á un hombre ó á un ciudadano, no pudiendo ser uno mismo una cosa y otra.
Toda sociedad parcial, si es íntima y bien unida, se enagena de la grande. Todo patricio es duro con los estrangeros, los cuales no siendo mas que hombres, nada son ante sus ojos (3). ¡Inconveniente inevitable, pero de poca monta! Lo esencial es ser bueno con las gentes con quien se vive. En pais ageno los Espartanos eran ambiciosos, avaros, inicuos; pero reinaban dentro de sus muros el desinteres, la equidad y la concordia. Desconfiémonos de aquellos cosmopólitas que en sus libros van á buscar en apartados climas obligaciones que no se dignan de desempeñar en torno de ellos. Filósofo hay que se aficiona á los Tártaros, por no tener que querer bien á sus vecinos.
Su individuo es el todo para el hombre de la naturaleza; es la unidad numérica, el entero absoluto, que solo consigo mismo tiene relacion, miéntras que el hombre de la ciudad es la unidad fraccionaria que determina el denominador, y cuyo valor es presa su relacion con el entero, que es el cuerpo social. Las instituciones sociales buenas son las que mejor saben borrar la naturaleza del hombre, privarle de su existencia absoluta, dándole una relativa, y trasladando el yo la personalidad, á la comun unidad, por manera que ya cada particular no se crea uno, sino parte de la unidad, y solamente en el todo sea sensible. No era un ciudadano de Roma Cayo ni Lucio, que era un Romano, y en él era esclusivo el amor de su patria, hasta del suyo propio. Por Cartagines se reputaba Régulo, como peculio que era de sus amos, y en calidad de estrangero se resistia á tomar asiento en el senado romano; siendo preciso que se lo mandara un Cartagines. Indignado con los que le querian librar la vida, los venció y se tornó triunfante a morir en horribles tormentos. No veo que este se parezca mucho á los hombres que conocemos.
Presentóse el Lacedemonio Pedaretes para ser admitido al consejo de los trecientos, y desechado se vuelve á su casa rebosando un júbilo de que se hallaran en Esparta trecientos hombres de mas mérito que él. Supongo que esta demostracion fuese sincera, y no hay motivo para no creerla tal: este es el ciudadano.—Tenia una Espartana cinco hijos en el ejército, y aguardaba noticias de la batalla. Llega un Ilota, y se las pregunta asustada. Tus cinco hijos han muerto. Vil esclavo, ¿te pregunto yo eso?—Hemos alcanzado la victoria.—Sin detenerse corre al templo la madre á dar gracias á los Dioses. Esta es la ciudadana.
El que en el órden civil quiera conservar la primacía á los afectos naturales no sabe lo que se quiere. Siempre en contradiccion consigo propio, fluctuando siempre entre sus inclinaciones y sus obligaciones, nunca será hombre ni ciudadano, nunca útil ni para sí ni para los demas; será uno de los hombres del dia, un Frances, un Ingles, un paisano, en una palabra nada. Para ser algo, para ser uno propio y siempre el mismo, es necesario estar siempre determinado acerca del partido que se ha de tomar, tomarle resueltamente, y seguirle con teson. En mostrándome este portento, sabré si es hombre ó ciudadano, ó como hace para ser una cosa y otra.
De estos objetos por necesidad opuestos proceden dos formas contrarias de institucion; una pública y comun, otra particular y doméstica.
Quien se quiera formar idea de la educacion pública, lea la República de Platon, que no es una obra de política, como piensan los que solo por los títulos fallan de los libros, sino el mas escelente tratado de educacion que se ha escrito.
—Cuando quieren hablar de un pais fantástico, citan por lo comun la institucion de Platon. Muy mas fantástica me pareceria la de Lycurgo, si no la hubiera este dejado solo en un escrito. Platon se ciñó á apurar el corazon humano; Lycurgo ha sojuzgado la naturaleza.
Hoy no existe la institucion pública, ni puede existir, porque donde no hay patria, no puede haber ciudadanos. Ambas palabras patria y ciudadano deben borrarse de los idiomas modernos. Yo sé bien cual es la razon, pero no quiero decirla, porque no tiene conexion ninguna con mi asunto.
No contemplo instituciones públicas esos risibles establecimientos que llaman colegios (4). Tampoco haré mencion de la educacion del mundo, porque como esta se propone dos fines contrarios ninguno consigue, y solo es buena para hacer dobles á los hombres, que con apariencia de referirlo siempre todo á los demas, no hay nada que no refieran á sí propios. Pero como estas muestras son generales para todo el mundo, á nadie engañan, y son trabajo perdido.
De estas contradicciones nace la que en nosotros mismos esperimentamos sin cesar. Arrastrados por la naturaleza y los hombres en sendas contrarias, forzados á seguir en parte estas impulsiones distintas, tomamos una direccion compuesta que ni á una ni otra meta nos lleva. De esta suerte combatidos, fluctuantes durante la carrera de la vida, la concluimos sin haber podido ponernos de acuerdo con nosotros mismos, y sin ser de provecho ni para nosotros, ni para los demas.
Qnédanos pues la educacion doméstica, ó la de la naturaleza. Pero ¿qué aprovechará á los demas un hombre educado únicamente para él? Si por ventura los dos objetos que nos proponemos pudieran ambos reunirse en uno solo, quitando las contradicciones del hombre, removeríamos un grande estorbo para su felicidad. Para decidir el punto, seria preciso ver al hombre ya formado, haber observado sus inclinaciones, visto sus adelantamientos, seguido su camino; en una palabra, seria preciso conocer al hombre natural. Creo que dará algunos pasos en esta investigacion el que leyere este escrito.
¿Qué tenemos que hacer para la formacion de este raro mortal? mucho sin duda; estorbar que hagan nada. Cuando solo se trata de navegar contra el viento, se bordea; pero si la mar está alborotada, y quieren que no se mueva el navío, es preciso aferrar el áncora. Inesperto piloto; mira, no arries el cable, no agarre el ancla y derive el navío ántes que puedas estorbarlo.
En el órden social en que todos los puestos están señalados, cada uno debe ser educado para el suyo. Si un particular formado para su puesto sale de él, ya no vale para nada. Solo es útil la educacion en cuanto se conforma la fortuna con la convocacion de los padres; en cualquiera otro caso es perjudicial para el alumno, aunque no sea mas que por las preocupaciones que le infunde. En Egypto, donde los hijos estaban obligados á seguir la profesion de sus padres, la educacion tenia á lo ménos un blanco determinado; pero en nuestros paises donde solo las gerarquías subsisten, y los hombres pasan sin cesar de una á otra, nadie sabe si cuando educa á su hijo para su estado se afana en detrimento de él.
Como en el estado natural todos los hombres son iguales, su comun vocacion es el estado de hombre; y aquel que para este hubiere sido bien criado, no puede desempeñar mal los que con él tengan conexion. Poco me importa que destinen á mi alumno para la tropa, para la iglesia, para el foro, que ántes de la vocacion de sus padres le llamó la naturaleza á la vida humana, El oficio que enseñarle quiero es el de vivir. Convengo en que cuando salga de mis manos, no será ni magistrado, ni militar, ni clérigo; será, sí, primero hombre, todo cuanto debe ser un hombre, y sabrá serlo, si fuere necesario, tan bien como el mas aventajado; en valde la fortuna le mudará de lugar, que siempre él se encontrará, en el suyo. Occupavi te, fortuna atque cepi; omnesque aditus tuos interclusi, ut ad me aspirare non posses (5).
Nuestro verdadero estudio es el de la condicion humana. Aquel de nosotros que mas bien sabe sobrellevar los bienes y males de esta vida, es en mi entender el mas bien educado; de donde se colige que no tanto en preceptos como en ejercicios consiste la verdadera educacion. Desde que empezamos á vivir, empieza nuestra instruccion; nuestra educacion empieza cuando empezamos nosotros; nuestras nodrizas son nuestros primeros preceptores. Por eso la palabra educacion tenia antiguamente otra significacion que ya se ha perdido, y queria decir alimento. Educit obstetrix, dice Varron, educat nutrix instituit paedagogus, docet magister (6). Educacion, institucion, é instruccion son por tanto tres cosas tan distintas en su objeto, como nodriza, ayo, y maestro. Pero se confunden estas distinciones; y para que el niño vaya bien encaminado, no debe tener mas que un conductor.
Conviene pues generalizar nuestras ideas considerando en nuestro alumno el hombre en abstracto, el hombre espuesto á todos los azares de la vida humana. Si naciesen los hombres clavados al suelo de un pais, si durase todo el año una misma estacion, si estuviera cada uno tan pegado con su fortuna que no pudiese esta variar, seria buena bajo ciertos respectos la práctica establecida; educado un niño para su estado, y no habiendo nunca de salir de él, no podria verse espuesto á los inconvenientes de otro distinto. Mas atendida la inestabilidad de las cosas humanas, atendido el espíritu inquieto y mal contentadizo de este siglo que todo lo trastorna á cada generacion, ¿es posible imaginar método mas desatinado que el de educar á un niño, como si nunca hubiese de salir de su aposento, y hubiese de vivir siempre rodeado de su gente? Si da este desventurado mi solo paso en la tierra, si baja un escalon solo, es perdido. No es eso enseñarle á aguantar el dolor, sino ejercitarle á que le sienta con mas viveza.
Los padres solo piensan en conservar á su niño; eso no basta: debieran enseñarle á conservarse cuando sea grande, á aguantar los embates de la mala fortuna, á arrostrar la opulencia y la miseria, á vivir, si es necesario, en los hielos de Islanda, ó en la abrasada roca de Malta. Vano es tomar precauciones para que no muera; al cabo tiene que morir: y aun cuando no sea su muerte fruto de vuestros afanes, todavía estos serian necios. No tanto se trata de estorbar que muera, cuanto de hacer que viva. Vivir no es alentar, que es obrar, hacer uso de nuestros órganos, nuestros sentidos, nuestras facultades, de todas las partes de nosotros mismos que nos dan la íntima conciencia de nuestra existencia propia. No es aquel que mas ha vivido el que mas años cuenta, sino el que mas ha disfrutado de la vida. Tal llevaron á la sepultura de cien años, que fue cadáver desde la cuna. Mas le hubiera valido morir mozo, que á lo ménos hubiera vivido hasta entónces.
En serviles preocupaciones se cifra toda nuestra sabiduría, ni son todos nuestros estilos otra cosa que sujecion, incomodidades y apremio. En esclavitud nace, vive y muere el hombre civil; cuando nace, le cosen en una envoltura; cuando muere, le clavan dentro de una ataud; y miéntras que tiene figura humana, le encadenan nuestras instituciones.
Dicen que algunas comadres pretenden dar mejor configuracion á la cabeza de los niños recien nacidos apretándosela, ¡y se lo permiten! ¡Estarian mal nuestras cabezas como las formó el autor de la naturaleza! ¡Necesitan que nos las modelen por defuera las parteras, y los filósofos por de dentro! La mitad ménos de desdicha tienen los Caribes.
«Apénas ha salido el niño del vientre de su madre, y apénas disfruta de la facultad de mover y estender sus miembros, cuando le ponen nuevas ataduras: Le fajan, le acuestan con la cabeza fija, las piernas estiradas, y los brazos colgando; le envuelven con vendas y fajas de todo género, que no le dejan mudar de situacion; y no es poca dicha si no le han apretado de manera que le estorben la respiracion, y si han tenido la precaucion de acostarle de lado, para que pueda el agua que echare por la boca salir por sí propia, porque no lo queda facultad para volver la cabeza de lado, á fin de facilitarle salida (7).» El niño recien nacido necesita de dilatar y mover sus miembros para sacarlos del entorpecimiento en que han estado tanto tiempo recogidos en un envoltorio. Verdad es que los estiran, pero les impiden el movimiento; sujetan hasta la cabeza con capillos, parece que tienen miedo de que den señales de vida. De esta suerte el impulso de las partes internas de un cuerpo que busca incremento, encuentra con un obstáculo insuperable á los movimientos que requiere. Continuamente se afana el niño en vanos esfuerzos, que apuran sus fuerzas, ó retardan sus progresos. Ménos estrecho, ménos ligado, ménos comprimido se hallaba en el zurron de su madre que en sus fajas; no veo lo que ha grangeado con nacer.
La inaccion y el apremio en que retienen los miembros de un niño no pueden ménos de perjudicar á la circulacion de la sangre y los humores, de estorbar que se fortalezca y crezca la criatura, y de alterar su constitucion. En los paises donde no toman tan estravagantes precauciones, son los hombres todos altos, robustos y bien proporcionados (8). Los paises en que se fajan los niños manan en corcobados, cojos, raquíticos patizambos, gafos y lisiados de todos géneros. Por temor de que se desfiguren los cuerpos con la libertad de los movimientos, se dan priesa á desfigurarlos poniéndolos en prensa, y de buena gana los harian tullidos para impedir que se estropeasen.
¿Puede acaso tan cruel apremio tener ménos influjo en su índole que en su temperamento? Su primera afeccion es afeccion de dolor y tormento; y en medio de eso solo encuentran estorbas para todos los movimientos que necesitan; mas desventurados que un delincuente con grillos y esposas hacen esfuerzos inútiles, se enfurecen y gritan. Decis que son llantos sus primeras voces. Yo lo creo; desde que nacen los atormentais; las primeras dádivas que de vosotros reciben son cadenas, y torturas el primer trato que esperimentan. No quedándoles libre otra cosa que la voz, ¿como no se han de valer de ella para quejarse? Gritan por el daño que les haceis; mas gritarais que ellos si así os encadenaran.
¿De donde proviene tan desatinado estilo? de otro estilo inhumano. Desde que desdeñando las madres su primera obligacion no han querido criar á sus hijos, ha sido indispensable fiárselos á mugeres mercenarias, que viéndose madres de hijos agenos en cuyo abono no les hablaba la naturaleza, solo han pensado en ahorrarse trabajo. Hubiera sido forzoso estar en continua vela si el niño hubiera estado libre, pero bien atado le echan en un rincon sin curarse de sus gritos. Con tal que no haya pruebas de la negligencia de la nodriza, con tal que no se rompa al niño un brazo ni una pierna, ¿qué importa que se muera, ó que contraiga achaques para miéntras viva? A costa de su cuerpo se conservan sus miembros, y en cualquier suceso no se le echa la culpa á la nodriza.
¿Estas amantes madres que desprendiéndose de sus hijos se entregan con júbilo á las diversiones y pasatiempos de los pueblos grandes, saben acaso como tratan en la aldea á su hijo envuelto en fajas y pañales? Al menor ruido le cuelgan en un clavo, como un lío de ropa vieja; y así crucificado permanece el infeliz miéntras que la nodriza hace sus haciendas. Todos cuantos se han hallado en esta situacion tenian amoratado el rostro oprimido con violencia el pecho no dejaba circular la sangre que se arrebataba á la cabeza; y creian que el paciente estaba muy sosegado porque no tenia fuerza para gritar. No sé cuantas horas puede permanecer en este estado un niño sin perder la vida, pero dudo que puedan ser muchas. Esta pienso que sea una de las mayores utilidades que se sacan del fajado.
Alegan que dejando á los niños libres podrian contraer malas situaciones, y hacer movimientos que redundasen en detrimento de la buena conformacion de sus miembros. Este es uno de tantos vanos raciocinios de nuestra falaz sabiduría, que nunca ha confirmado esperpento ninguno. En la muchedumbre de niños que en pueblos mas racionales que nosotros se crian con toda la libertad de sus miembros, no vemos uno solo que se hiera ni se estropee, porque no pueden imprimir á sus movimientos la fuerza que baste para que sean peligrosos; y cuando toman una situacion violenta, en breve les advierte el dolor que la muden en otra.
Todavía no hemos pensado en fajar á los perros y gatos recien nacidos: ¿vemos que les redunde algun inconveniente de esta negligencia? Los niños son mas pesados;...convengo en ello, pero tambien son á proporcion mas débiles. Apenas se pueden menear, ¿como se han de estropear? Si los tendiesen de espaldas, se moririan en esta situacion, como el galápago, sin poder volverse.
No contentas con haber dejado de dar el pecho á sus hijos, dejan las mugeres de querer concebirlos; consecuencia muy natural. Así que es gravoso el estado de madre, luego se halla modo para sacudirse de él totalmente; quieren hacer una obra inútil, para volver sin cesar á ella, y convierten en perjuicio de la especie el atractivo mismo destinado á su multiplicacion. Esta costumbre añadida á las demas causas de despoblacion nos indica la suerte inmediata de Europa. Las ciencias, las artes, la filosofía y las costumbres que esta engendra, la convertirán presto en un páramo; la poblarán fieras, y en verdad no será mucha la diferencia en cuanto á la especie de sus moradores.
He presenciado algunas veces la artería de mugeres mozas que suelen fingir que quieren criar ellas á sus hijos, y que saben hacer que las rueguen encarecidamente que se dejen de ese antojo, haciendo que medien los maridos, los médicos, y especialmente las madres. Si un marido se atreve á consentir que crie su muger á sus pechos á su hijo, es hombre perdido, y le tildarán como á un asesino que quiere dar fin de ella. Maridos prudentes, preciso es que sacrifiqueis en holocausto de la paz el amor paterno. Gracias á que se hallan en los lugares mugeres mas continentes que las vuestras: mayores teneis que darlas, si el tiempo que estas así ganan no le emplean con hombres agenos.
Indubitable es la obligacion de las mugeres, pero como tan poco aprecio hacen de ella, preguntan si es cosa indiferente para los niños mamar la leche de su madre ú otra cualquiera. Esta cuestion de que son jueces los médicos, la tengo yo por resuelta á satisfaccion de las mugeres, y yo por mí pienso tambien que vale mas que mame el niño la leche de una nodriza sana que la de una madre achacosa, si hubiese nuevos males que temer de la misma sangre que le ha formado. ¿Debe empero mirarse esta cuestion meramente bajo el aspecto físico? ¿necesita ménos el niño del cuidado de una madre que de su pecho? Otras mugeres, y hasta animales, le podrán dar la leche que ella le niega, pero la solicitud maternal nada la suple. La que cria el hijo ageno en vez del suyo es mala madre: ¿como ha de ser buena nodriza? Podrá hacerse tal, pero será poco á poco; será preciso que el hábito corrija la naturaleza; y miéntras el niño mal cuidado tendrá lugar para morirse cien veces ántes que su nodriza le tome cariño de madre.
De esta última ventaja misma procede un inconveniente que bastarla por sí solo para quitar ó toda muger sensible el ánimo de dar ó su hijo á que le crie otra, que es el de dar parte del derecho de madre, ó mas bien de enajenarle; el de ver que su hijo quiere á otra muger tanto como á ella, y mas; el de contemplar que el cariño que á su propia madre conserva es gracia, miéntras que el que á su madre adoptiva le tiene es justicia; porque, ¿no debo yo el afecto de hijo á aquella que tuvo conmigo los afanes de madre?
El modo como se remedia este inconveniente es inspirando á los niños el desprecio de sus nodrizas, y tratando á estas como meras criadas. Cuando han concluido su servicio, les quitan la criatura, ó despiden á la nodriza; y á fuerza de desaires, la cansan de que venga á ver á su hijo de leche, que al cabo de algunos años ni la ve, ni la conoce. Engáñase la madre que piensa que ella se sustituye, y que con su crueldad resarce su negligencia; y en vez de grangear un hijo tierno, forma un hijo de leche despiadado, le enseña á ser ingrato, y le instruye á que abandone un dia á la que le dió la vida, como á la que la alimentó con la leche de sus pechos.
¡Cuanto insistiera yo en este punto, si me desalentara ménos tener que repetir en balde útiles consejos! Esto tiene conexion con muchas mas cosas de lo que se cree. ¿Querernos tornar á cada uno al cumplimiento de sus primeras obligaciones? empecemos por las madres, y nos pasmará la mudanza de cosas que produzcamos. De esta primera depravacion procede sucesivamente todo: se altera todo órden moral; en todos los pechos se estingue el buen natural; pierde el aspecto de vida lo interior de las casas; el tierno espectáculo de una naciente familia ya no aspira apego á los maridos, ni atenciones á los estraños; es ménos respetada la madre cuyos hijos no se ven; no hay residencia en las familias; no estrecha la costumbre los vínculos de la sangre; no hay padres, ni madres, ni hijos, ni hermanos, ni hermanas; apenas se conocen todos, ¿como se han de querer? Solo en sí piensa cada uno. Cuando la casa propia en un yermo triste, fuerza es irse á divertir á otra parte.
Empero dígnense las madres de criar á sus hijos, y la á costumbres se van á reformar por sí solas, los afectos naturales á revivir en todos los pechos; va á repoblarse el estado; este primer punto, este punto único lo va á reunir todo. La mas eficaz triaca contra las malas costumbres es el atractivo de la vida doméstica; se torna grata la bulla de los niños que creen importuna, haciendo que el padre y la madre se necesiten mas, se quieran mas uno á otro, y estrechando entre ambos el lazo conyugal. Cuando la familia es viva y animada, las tareas domésticas son la ocupacion mas cara para la muger, y el desahogo mas suave del marido. Así este abuso enmendado, solo resultaria en breve una reforma general, y en breve recuperaria la naturaleza todos sus derechos. Tornen una vez las mugeres á ser madres, y tornarán en breve los hombres á ser padres y esposos.
¡Superfluos razonamientos! ni aun el hastío de los deleites mundanos trae nunca á estos. Dejaron las mugeres de ser madres, y nunca mas lo serán, ni querrán serlo. Aun cuando quisieran, apenas lo podrian; hoy que está establecido el estilo contrario, tendria cada una que pelear contra la oposicion de todas sus conocidas, coligadas todas contra un ejemplar que las unas no han dado, y que no quieren seguir las otras.
No obstante todavía se encuentran algunas pocas mugeres mozas de buena índole, que siendo osadas á arrostrar en este punto el imperio de la moda, y los clamores de su sexo, con virtuosa valentía desempeñan esta tan suave obligacion que les impuso la naturaleza. ¡Ojalá que se aumente el número con el atractivo de los bienes destinados á las que la cumplen! Fundándome en consecuencias que presenta el mas obvio raciocinio, y en observaciones que nunca he visto desmentidas, me atrevo á prometer á estas dignas madres un sólido y constante cariño de sus esposos, una verdadera terneza filial de estos hijos, la estimacion y el respeto del público, partos felices sin azares ni malas resultas una salud robusta y duradera, la satisfaccion en fin de verse un dia imitadas de sus hijas, y citadas como dechado de las agenas.
Sin madre no hay hijo; las obligaciones de entrambos son mutuas; y si se desempeñan mal por una parte, serán desatendidas por la otra. El niño debe amar á su madre ántes que sepa que debe amarla. Si la costumbre y los cuidados no esfuerzan la voz de la sangre, fallece esta en los primeros años, y muere el corazon, por decirlo así, ántes que baya nacido. Así desde las primeras pisadas ya nos apartamos de la naturaleza.
Por una senda opuesta salen tambien de ella las madres que en vez de desatender los cuidados maternales los toman con esceso, haciendo de sus criaturas sus ídolos, acrecentando y prolongando su flaqueza por impedir que la sientan, y con la esperanza de safarlos de las leyes de la naturaleza, apartando de ellos todo choque penoso, sin hacerse cargo de cuantos desmanes y riesgos acumulan para lo futuro sobre su cabeza por algunas pocas incomodidades de que los preservan por un instante, y de cuan inhumana precaucion es dilatar la flaqueza de la infancia bajo las fatigas de los hombres formados. Para hacer Tetis á su hijo invulnerable, dice la fábula, que le sumió en las aguas de la laguna Estygia; alegoría tan hermosa como clara. Lo contrario hacen las crueles madres de que hablo; los preparan á sus hijos á padecer, á poder de sumirlos en la molicie, y abren sus poros á todo género de achaques, de que no podrán ménos de adolecer cuando sean adultos.
Observemos la naturaleza, y sigamos la senda que nos señala. La naturaleza ejercita sin cesar á los niños, endurece su temperamento con todo género de pruebas, y les enseña muy luego qué es pena y dolor. Los dientes que les nacen les causan calenturas; violentos cólicos les dan convulsiones; los ahogan porfiadas toses; los atormentan las lombrices; la plétora les pudre la sangre; fermentan en ella varias levaduras, y ocasionan peligrosas erupciones. Casi toda la edad primera es dolencias y riesgos; la mitad de los niños que nacen perecen ántes de llegar al octavo año. Hechas las pruebas, ha ganado fuerzas el niño; y así que puede usar de la vida, tiene mas vigor el principio de ella, Tal es la regla de la naturaleza. ¿Qué vale el oponerse á ella? ¿Quién no ve que pensando que la enmiendan, destruyen la obra suya, y estorban la eficacia de sus afanes? Hacer en lo esterior lo que ella ejecuta en lo interior, decir que es redoblar el peligro, miéntras que por el contrario es hacer diversion á él, y estenuarle. La esperiencia enseña que mueren todavía mas niños criados con delicadeza que de los otros. Con tal que se esceda el alcance de sus fuerzas, ménos se arriesga con ejercitarlas que con no ponerlas á prueba. Ejercitadlos por tanto á sufrir golpes que tendrán que aguantar un día; endureced sus cuerpos á la inclemencia de las estaciones, de los climas y los elementos, al hambre, á la sed, á la fatiga; bañadlos en las aguas estigyas. Antes que el cuerpo haya contraido hábitos, se le dan los que se quieren sin riesgo; pero una vez que ha tomado consistencia, toda alteracion se hace peligrosa. Sufrirá un niño variaciones que no aguantaria un hombre: blandas y flexibles la fibras del primero sin dificultad toman el doblez que les dan; mas endurecidas las del hombre no sin violencia pierden el doblez que han recibido. Así que es posible hacer robusto a un niño sin esponer su salud y su vida; y aun cuando corriese, algun riesgo, no se debiera vacilar. Una vez que estos riesgos son inseparables de la vida humana, ¿qué mejor cosa podemos hacer que arrastrarlos en la época de su duracion en que ménos inconvenientes presentan?
Al paso que crece en edad, es mas precioso un niño, que al precio de su vida junta el de las tareas que La costado, y con la pérdida de su existencia une él la idea de la muerte. Por tanto vigilando sobre su, conservacion debe pensarse, particularmente en el tiempo venidero, armarle contra los males de la edad juvenil ántes que llegue á ella, porque si crece el valor de la vida hasta la edad en que es útil, ¿no es desatino resguardar de algunos males la infancia con aumentarlos en la edad de razon? ¿Son esas las lecciones del maestro?
Padecer en todo tiempo es el destino del hombre, de suerte que hasta el cuidado de su conservacion está unido con la pena. Por fortuna que en su infancia solo conoce los males físicos; males muy ménos crudos, muy ménos dolorosos que los otros, y que con mucha ménos frecuencia nos obligan á renunciar de la vida, Nadie se mata por dolores de gota; solo los del ánimo engendran la desesperacion. Nos compadece la suerte de la infancia, miéntras que debiéramos llorar sobre la nuestra. Nuestros mas graves males vienen de nosotros.
El niño grita así que nace, y su primera infancia se va toda en llantos. Para acallarle, unas veces le arrullan y le alhagan; otras le ponen silencio con amenazas y golpes. O hacemos lo que él quiere, ó exigimos de él lo que queremos, ó nos sujetamos á sus antojos, ó le sujetamos á los nuestros; no hay medio: ó ha de dictar leyes, ó ha de obedecerlas. De esta suerte sus primeras ideas son las de imperio y servidumbre. Antes de saber hablar, ya manda; ántes de poder obrar, ya obedece; y á veces le castigan ántes que pueda conocer sus yerros, ó por mejor decir, ántes que los pueda cometer. Tan temprano infunden en este pecho novicio las pasiones que luego se imputan á la naturaleza, y despues de haberse afanado en hacerle malo, se quejan de ver que lo sea.
Así pasa un niño seis ó siete años en manos de mugeres, víctima de los antojos de ellas y del suyo propio; y despues que le han hecho que aprenda esto y lo otro, quiero decir, despues de haber abrumado su memoria con palabras que no puede entender, ó con cosas que para nada le sirven; despues de haber sufocado su índole natural con las pasiones que en él se han sembrado, entregan este ente ficticio á manos de un preceptor que acaba de desenvolver el germen artificial que ya encuentra sazonado, y le instruye en todo, ménos en conocerse, ménos en sacar fruto de sí propio, ménos en saber vivir, y labrar su felicidad. Finalmente, cuando este niño esclavo y tirano, lleno de ciencia y falto de razon, tan hago de cuerpo como de espíritu, le lanzan en el mundo, descubriendo su ineptitud, su soberbia, y sus vicios todos, hacen que se compadezca la humana miseria y perversidad. Es una equivocacion, que ese es el hombre de nuestros desvaríos; muy distinta forma tiene el de la naturaleza.
Si quereis que conserve su forma original, conservádsela desde el punto que viene al mundo. Agarraos de él así que nazca, y no le solteis hasta que sea hombre; nunca lograréis nada sin eso. Así como es la madre la verdadera nodriza, el verdadero preceptor es el padre. Pónganse ambos de acuerdo tanto en el órden de sus funciones, como con su sistema, y pase el niño de las manos de la una á las del otro. Mas bien le educará un padre juicioso y de cortos alcances que el maestro mas hábil del mundo, porque mejor suple el zelo por el talento que el talento, por el zelo.
Pero los quehaceres, los asuntos, las obligaciones…. ¡Ha, las obligaciones! Sin duda que la de padre es la postrera (9). No hay porque pasmarse de que un hombre cuya muger no se ha dignado de criar á sus pechos el fruto de su union se desdeñe él de educarle. No hay pintura que mas embelese que la de la familia; pero un rasgo solo mal tirado desfigura todos los demas. Si á la madre le falta salud para ser nodriza, al padre le sobrarán asuntos para ser preceptor. Desviados, dispersados los hijos en pensiones, en conventos, en colegios, pondrán en otra parte el cariño de la casa paterna, ó por mejor decir volverán á ella con el hábito de no tener apego a nada. Apénas se conocerán los hermanos y las hermanas. Cuando estén todos reunidos de ceremonia, podrán ser muy corteses entre sí, y se tratarán, como estraños. Así que no hay intimidad entre los parientes; así que la sociedad de la familia no es el consuelo de la vida, es fuerza recurrir á las malas costumbres para suplirla. ¿Donde hay hombre tan estúpido que no vea los eslabones de la cadena?
Cuando un padre engendra y mantiene á sus hijos, no hace mas que el tercio de sus funciones. Debe á su especie hombres; debe á la sociedad hombres sociables; y debe ciudadanos al estado. Todo hombre que puede satisfacer esta triple deuda y no lo lince es culpado, y mas culpado acaso cuando la paga á medias. Ningun derecho tiene para ser padre quien no puede desempeñar las funciones de tal. No hay pobreza, trabajos, ni respetos humanos que le dispensen de mantener á sus hijos y educarlos por sí mismo. Puedes creerme, lector; á cualquiera que tenga entrañas y desatienda tan sacrosantos deberes, le pronostico que derramará largo tiempo amargas lágrimas sobre su yerro, y que nunca encontrará consuelo.
¿Pero qué hace ese rico, ese padre de familia tan atareado, y precisado, segun dice, á dejar abandonados sus hijos? Paga á otro para que desempeñe afanes que le son gravosos. ¡Pecho venal! ¿crees que con dinero das á tu hijo otro padre? Pues te engañas, que ni siquiera le das un maestro; ese es un sirviente, y presto formará otro como él.
Mucho hay escrito acerca de las dotes de un, buen ayo; la primera que yo requeriria, y esta sola supone otras muchas, es que no fuese un hombre vendible. Hay profesiones tan nobles que no es posible ejercitarlas por dinero sin mostrarse indigno de su ejercicio; así es la del guerrero, así es la del institutor. ¿Pues quién ha de educar á mi hijo! Ya te lo dicho; tú propio. Yo no puedo. No puedes!,... Pues grangéate un amigo; no veo ningun otro medio.
¡Un ayo! ¡qué sublime alma!.... verdad es que para formar á un hombre es necesario ó ser padre, ó mas que hombre. Esta es la funcion que con sosiego fiais de un asalariado.
Cuanto mas uno reflexiona, mas dificultades nuevas se le presentan. Fuera necesario que hubiese sido educado el ayo para el alumno, sus criados para el amo, que todos cuantos á él se acerquen hayan recibido las impresiones que le deben comunicar; y de educacion en educacion fuera necesario subir hasta no sé donde. ¿Como es posible que sea un niño bien educado por uno que fué mal educado?
¿No es dable hallar este raro mortal? Lo ignoro. ¿Quién sabe en estos tiempos de avillanamiento, hasta que ápice de virtud se puede todavía encumbrar el alma humana? Pero supongamos que hemos bailado este portento. Contemplando lo que debe hacer, verémos lo que debe ser. Lo que de antemano se me figura, es que un padre que conociese todo cuanto vale un buen ayo se resolvería á no buscarle, porque mas trabajo le costaria encontrarle que llegar á serlo él propio. ¿Quiere granjearse un amigo? eduque á su hijo para que lo sea, y se escusa de buscarle en otra parte; ya la naturaleza ha hecho la mitad de la obra.
Uno de quien no sé mas que su gerarquía me hizo la propuesta de que educara á su hijo. Sin duda fué mucha honra para mí; pero lejos de quejarse de mi repulsa, debe alabar mi prudencia. Si hubiera admitido su oferta, y hubiera errado en mi método, la educacion hubiera sido mala; si hubiese salido con él, seria peor cosa; su hijo hubiera renegado de su título, y no hubiera querido ser príncipe.
Estoy tan convencido de lo grandes que son las obligaciones de un preceptor, y conozco tanto mi incapacidad, que nunca admitiré semejante cargo, sea quien quiera el que con él me brinde; y hasta el interes de la amistad fuera para mi nuevo motivo de negarme á él. Creo que despues de leido este libro pocos habrá que piensen en hacerme tal oferta, y ruego á los que pudieran pensarlo, que no se tomen ese inútil trabajo. En otro tiempo hice una prueba de esta profesion que me basta para estar cierto de que no soy apto para ella, y aun cuando por mi talento fuera idóneo, me dispensaria de ella mi estado. He crecido que debia esta declaracion pública á los que al parecer no me estiman lo bastante para creerme sincero, y fundado en mis determinaciones.
Sin capacidad para desempeñar la mas útil tarea, me atreveré á lo ménos á probar la mas fácil; á ejemplo de otros muchos, no pondré manos á la obra sino á la pluma, y en vez de hacer lo que conviene, me esforzaré á decirlo.
Bien sé que en las empresas de esta especie el autor, á sus anchuras siempre en sistemas que no se ve precisado á reducir á la práctica, da sin trabajo muchos escelentes preceptos de imposible ejecucion, y que, por no descender á menudencias y á ejemplos, aun lo practicable que enseña no se puede poner en planta por no haber mostrado la aplicacion Por eso me he resuelto á tomar un alumno imaginario, y á suponerme con la edad, la salud, los conocimientos y todo el talento que conviene para desempeñar su educacion, conduciéndola desde el instante de su nacimiento hasta aquel en que ya hombre formado no necesite mas guia que á sí propio. Paréceme útil este método para estorbar que un autor qued desconfía de sí se extravíe en visiones; porque así que se desvía de la práctica ordinaria, no tiene mas que hacer que probar la suya en su alumno, y en breve conocerá, ó lo conocerá el lector, sino él, si sigue los progresos de la infancia, y el camino natural del corazon humano.
Así he procurado hacer en cuantas dificultades se han presentado. Por no abultar inútilmente el libro, me he ceñido á sentar los principios cuya verdad á todos debe parecer obvia; y en cuanto á las reglas que podian necesitar pruebas las he aplicado todas á mi Emilio, ó á otros ejemplos, haciendo ver muy circunstanciadamente como se podia poner en práctica lo que yo habia asentado; este es á lo ménos el plan que me he propuesto seguir: al lector compete decidir si le he dado cima.
De aquí ha resultado que á los principios he hablado poco de Emilio, porque mis primeras máximas de educacion, aunque contrarias á las usadas, son de tan palpable evidencia que no es fácil que un hombre de razon les niegue asenso. Pero al paso que voy adelante, mi alumno conducido de otra manera que los vuestros, ya no es un niño ordinario, y necesita un régimen peculiar para él. Sale entónces con mas frecuencia á la escena; y en los últimos tiempos casi ni un instante le pierdo de vista, hasta que, por mas que él diga, no me necesite para la menor cosa.
No hablo aquí de las dotes de un buen ayo; las doy por supuestas, y supongo tambien que las poseo yo todas. La lectura de esta obra hará ver cuan dadivoso soy conmigo propio.
Solamente notaré, contra el dictámen general, que debe ser mozo el ayo de un niño, y aun tan mozo cuanto puede serlo un hombre de juicio. Quisiera hasta que fuera niño, si posible fuese; que pudiera ser compañero de su alumno, y grangearse su confianza tomando parte en sus diversiones. Hay tan pocos cosas análogas entre la infancia y la edad madura, que nunca se formará apego sólido á tamaña distancia. Los niños alhagan algunas veces á los viejos, pero nunca los quieren.
Quisieran que ya el ayo hubiese educado á otro. Es demasiado; un mismo hombre no puede educar mas que á uno; si fuese necesario educar á dos para el buen logro, ¿qué derecho tuvo para encargarse del primer alumno?
Con mas experiencia sabria obrar mejor, pero ya no podria. Aquel que ha desempeñado una vez este estado con el suficiente acierto para conocer todas sus penalidades, no queda con ánimo para volver á acometer la misma empresa; y si ha salido mal la vez primera, no es buen agüero para la segunda.
Convengo en que es muy distinto acompañar á un jóven por espacio de cuatro años, ó conducirle por espacio de veinte y cinco. Vosotros dais un ayo á vuestro hijo ya adulto, y yo quiero que tenga uno ántes de nacer. Cada lustro puede el vuestro mudar de alumno, y el mio nunca tendrá mas que uno. Distinguis vosotros el preceptor del ayo: otro desatino. ¿Distinguis acaso el discípulo del alumno? Una ciencia sola hay que enseñar á los niños, que es la de las obligaciones del hombre. Esta ciencia es única; y diga lo que quisiere Jenofonte de la educacion de los Persas, no es divisible. Yo mas bien llamaré ayo que preceptor al maestro de esta ciencia, porque no tanto es su oficio instruir como conducir. No debe dar preceptos, debe hacer que su alumno los halle.
Si con tanto esmero se ha de escoger el ayo, tambien debe serle permitido á este escoger á su alumno, particularmente tratándose de un dechado que proponer. No puede versarse esta eleccion sobre el ingenio y carácter del niño, que no se conoce basta el fin de la obra, y que adoptó ántes que nazca. Si pudiera escoger, buscaria un entendimiento ordinario, como el que á mi alumno supongo. Solo los hombres vulgares necesitan ser educados; y sola su educacion debe servir de ejemplo para sus semejantes: los demas se educan á despecho de las contrariedades.
No es indiferente el pais para la cultura de los hombres, que solo en los climas templados son todo cuanto pueden ser: en los climas estremados es visible la desventaja. Un hombre no es un árbol plantado en una pais para no moverse de él; y el que sale de un estremo para ir al otro, se ve precisado á andar doble camino del que anda quien para llegar al mismo término sale del término medio.
Si viaja sucesivamente á ambos estremos un morador del pais templado, todavía saca evidentes ventajas, porque, aunque reciba las mismas impresiones que el que ha venido del otro estremo, se aparta no obstante la mitad ménos de su natural constitucion. En Laponia y en Guinea vive un Frances; pero no vivirá igualmente ni un Negro en Tornea, ni un Samoyeda en Benin. Tambien parece que no es tan perfecta la Organizacion del celebro en ambos estremos. La inteligencia de los Europeos ni la tienen los Negros ni los Lapones. Por eso, si quiero que pueda ser mi alumno morador de la tierra entera, le escogeré en una zona templada, por ejemplo en Francia.
En el Norte consumen mucho los hombres en un terreno ingrato; en el Mediodia poco en un terreno feraz; de donde procede otra nueva diferencia que hace laboriosos los unos, y contemplativos los otros. En un mismo pais nos presenta la sociedad la imágen de esta diferencia entre pobres y ricos; los primeros viven en el terreno ingrato, y los últimos en el fecundo.
El pobre no necesita educacion; la de su estado es forzosa, y no puede tener otra; por el contrario, la que por su estado recibe el rico es la que ménos le conviene para sí propio, y para la sociedad. La educacion natural debe por otra parte hacer al hombre apto para todas las condiciones humanas; ora, ménos racíonal cosa es educar á un rico para que sea pobre, que á un pobre para que sea rico, porque á proporcion del número de ambos estados, mas ricos hay que empobrezcan, que pobres que se enriquezcan Así escojamos á un rico; estarémos ciertos de haber hecho un hombre mas, miéntras que un pobre puede hacerse hombre por sí solo.
Por la misma razon, no sentiré que Emilio sea de ilustre cuna, que siempre será una víctima sacada de las garras de la preocupacion.
Emilio es huérfano. Nada importa que vivan su padre y madre: encargado yo de todas sus obligaciones, adquiero todos sus derechos. Debe honrar á sus padres, pero solo ó mí debe obedecer; esta es mi primera, ó mas bien mi única condicion.
Tengo que añadir esta otra, que es consecuencia forzosa de ella; conviene á saber, que no nos privarán á uno de otro sin nuestro consentimiento. Esta es cláusula esencial, y aun mas quisiera yo que el alumno y el ayo en tal manera se reputaran inseparables, que siempre el destino de su vida fuera objeto comun entre ellos. Así que contemplan aunque remota su separacion, así que preveen el instante en que han de ser los dos estraños uno á otro, ya lo son en efecto; cada uno forma su sistema aparte; y pensando ambos en la época en que no han de vivir juntos, viven ya en uno contra su gusto. El discípulo mira al maestro como la muestra y el azote de la niñez; el maestro no considera en el discípulo mas que una carga pesada, y solo ansía por verse libre de ella: así de consuno aspiran al punto de zafarse uno de otro; y como nunca hay entre ellos verdadero cariño, el uno tendrá poca vigilancia, y ménos docilidad el otro.
Pero si se miran como habiendo de pasar juntos la vida, les importa hacerse amar uno de otro, y por lo mismo se aman en efecto. No se avergüenza el alumno de seguir en su niñez al amigo que ha de tener cuando sea grande, y el ayo se interese á en los afanes cuyos frutos ha de coger, siendo todo el mérito que á su alumno da un fondo que pone á interes para sus ancianos dias.
Supone este tratado, hecho de antemano, un parto feliz, y un niño bien conformado, robusto, y sano. El padre no puede escoger, ni debe preferir á ninguno de la familia que Dios le da; todos sus hijos son igualmente hijos; á todos debe la misma solicitud; el mismo cariño. Sean ó no estropeados, sean enfermos ó robustos, cada uno de ellos es un depósito de que debe dar cuenta á la mano que se le ha dispensado; y el matrimonio es un contrato que se celebra con la naturaleza no ménos que entre los cónyuges.
Mas aquel que se impone una obligacion á que no le ha sujetado la naturaleza, primero ha de cerciorarse de los medios de desempeñarla; de otro modo, habrá de dar cuenta hasta de lo que no pudo hacer. El que se encarga de un alumno endeble y enfermizo, trueca su cargo de ayo en el de practicante de hospital; malgasta en cuidar de una vida inútil el tiempo que habia destinado para aumentar su valor, y se espone á ver á una madre desconsolada echarle en cara un dia la muerte de su hijo que largo espacio de tiempo haya retardado.
No me encargaria yo de un niño enfermizo y achacoso, aunque hubiese de vivir ochenta años, que no quiero un alumno siempre inútil para sí y para los demas, únicamente ocupado en conservarse, y cuyo cuerpo perjudique á la educacion del alma. ¿Qué he de hacer yo consagrándole en balde todos mis afanes, si no es doblar la pérdida de la sociedad y privarla de dos hombres en vez de uno? Encárguese otro en buen hora de este enfermo; para bien sea: yo alabo su caridad, pero no es ese mi talento; yo no sé enseñar á vivir á quien solo piensa en resguardarse de la muerte.
Es necesario que para obedecer al alma sea vigoroso el cuerpo; un buen sirviente ha de ser robusto. Bien sé que la destemplanza escita las pasiones, que estenúa al fin el cuerpo; muchas veces las mortificaciones y los ayunos producen el mismo efecto por una razon contraria. Cuanto mas débil es el cuerpo, mas manda; cuanto mas fuerte, mas obedece. En cuerpos afeminados moran todas las pasiones sensuales; y tanto mas aquellos se irritan cuanto ménos pueden satisfacerlas.
Un cuerpo débil debilita el alma. De aquí proviene el imperio de la medicina, arte mas perjudicial á los hombres que todas las dolencias que pretende sanar. Yo por mí no sé cual es la enfermedad que aman los médicos, pero sé que nos las acarrean funestísimas; la cobardía, la pusilanimidad, la credulidad, el miedo de la muerte, si sanan el cuerpo, matan el ánimo. ¿Qué nos importa que hagan andar cadáveres? Hombres son los que necesitamos, y no vemos que salga ninguno de sus manos.
