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"En los Senderos de las Ánimas" es un libro de poesía en el que Carlos Warton, sacerdote y poeta, entrelaza su fe y su vocación pastoral con una profunda conexión con la naturaleza y el paisaje de Tandil. Tras un traslado que implicaba un sacrificio personal, Warton encontró en este entorno serrano una fuente insospechada de inspiración, que dio lugar a esta obra. El autor no solo ofrece una visión espiritual, sino que su poesía se convierte en un vehículo de reflexión profunda, donde la búsqueda de sentido y de amor divino se convierte en la motivación esencial de su escritura. A través de sus versos, se abren caminos hacia lo trascendental, invitando a los lectores a explorar la fe, la gratitud y el amor eterno. La figura de su madre, Luisa, permea su obra, representando el hogar como un lugar celestial y sagrado, un paraíso en la tierra que se refleja en las experiencias más humanas. Esta obra no es solo una introspección, sino una llamada a la acción, a encontrar la luz a través de las adversidades. Carlos Warton, en su dualidad de sacerdote y poeta, nos ofrece un canto a la vida y a la esperanza, lleno de evocaciones espirituales, que reflejan su visión de un mundo lleno de bondad y fe.
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Seitenzahl: 50
Veröffentlichungsjahr: 2025
CARLOS ALBERTO WARTON
Warton, Carlos AlbertoEn los senderos de las ánimas / Carlos Alberto Warton. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5860-2
1. Poesía. I. Título.CDD A861
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo
Introducción
Mamá en el cielo
Perfume de mujer
Escalar la montaña
Nuevas aventuras
Senderos de la montaña
Correr es...
La razón de tu vida
En los desiertos del mundo
El libro de mi vida
Semillas de Contemplación
Bienaventurada la montaña
Soltar para la eternidad
Una pasión
Mi Cristo del Calvario
Despierta naturaleza
Te extraño mamá
¿A mí, un niño?
El cerro Leonés
Silencio, escucha
La Cruz, María y el Buen Pastor
Tu nombre, Mamá
Mamá vuelve a casa
Plegaria en la montaña
El Malvón
En la Cruz del Cerro
Un trigal en las sierras
La Flor del Cardo
Al que busca creer
Misterioso camino
Seguir creyendo
Tu paso fue el cielo
Lámpara encendida
Veía pero sin ver
Oración de la mañana
En blanco y negro
Hogar de las Almas
Besos al Cielo
El secreto es cuidarlo
Venida del cielo
Me guiará al hogar
Mi amiga Fiona
Corazón de león
Tus canciones
Conclusión
A la memoria de mi madre Luisa Haydee Gadea, fallecida el 19 de septiembre de 2023.
“Como no creer en el Cielo si ahí te veo”
El paisaje nítido de Tandil es el nuevo destino de Carlos Warton, el sacerdote. Me consta que no opuso razones más que atendibles para seguir ejerciendo en su ámbito de Bavio y Magdalena, tan querido y familiar, porque una constante de su vida fue la de ser un facilitador, aunque el costo, en este caso, implicara un riesgoso sacrificio personal. Cuando a través del verde cerco que separa y vincula nuestras casas, yo le martillaba mi convicción de que debía apelar ese traslado, no dejaba de pensar a la vez que mi vecino y amigo Carlos Warton, el sacerdote y muy especialmente el poeta, iba a encontrar en ese amable balcón de la llanura bonaerense una fuente de inspiración incalculable. De modo que ambos nos equivocamos y acertamos al mismo tiempo. Carlos se equivocó al descuidar cuestiones personales delicadas, pero acertó en la intuición de que -como ocurrió siempre a lo largo de su vida- iba a recoger buenos frutos por esta disciplinada entrega a la labor pastoral a la que se ha consagrado. Personalmente, me equivoqué al tratar de disuadirlo de que aceptara, porque de haberme hecho caso, Carlos no hubiera tenido esta experiencia cercana a la plenitud que reflejan los poemas de “En los Senderos de las Ánimas”, el libro de poemas que intento prologar. Acerté en cambio, cuando supuse que su vena lírica iba a tener un crecimiento imprevisto, en su nuevo destino de capellán. Frente a esta nueva producción alumbrada en -y en parte por- el entorno serrano, me toca celebrar aquellos errores porque si algo central me dicen sus escritos es que el sacerdote y el poeta –que son dos pliegues de la misma vestidura- ha encontrado en Tandil una forma elevada y ardua de la felicidad: “... he cruzado caminos para hallar la bendición...”. Ese ápice espiritual lo estaba aguardando a 300 kilómetros de su casa. Carlos no fue allí con resignación. La fe ardiente que lo acompaña a donde le toque ir, le copió otra vez los pasos y fue a clavarse dentro de ese entrañable triángulo de rutas, la 30, la 226, la 74. Carlos convirtió la incertidumbre en aventura fecunda y lo puso en palabras: “... La mochila es sencilla, está preparada, llevaré lo que tengo. Los tesoros más preciados, mi fe en el Dios de la vida, la esperanza en un mundo de bondad, semillas para la primavera...”. Las semillas prendieron casi con furor estival, pero el poeta feliz de serlo no olvida ni por un instante que es un “sencillo hijo de Dios”. Por eso, y fundamentalmente para eso, es que Carlos Warton escribe. No agota su decir en la complacencia centrípeta y egoísta. Lo hace con la impronta paulina, con la voluntad misional, con un afán de mostrar el camino que desborda los rigores discursivos del ministerio eclesial. El hallazgo de Tandil pide algo más que la referencia habitual. La homilía del poeta sacerdote es casi una desesperación por allanar, por abrirle los caminos al que se niega, al que se priva de la gracia: “... Tú, escribe y siente lo que más amas y llena tu alma...” Ese dichoso estado del alma al que llega luego de pérdidas, decepciones y adversidades, no es una meta personal. Ha sido alcanzado para ser compartido, y si se me persona el exceso, para ser “revelado”, para volverse pieza evangélica. Nuevamente, sus poemas son invitación, llamado, señalamiento de la luz. Tengo para mí, al descifrar en cada paso de esta nueva serie, la permanente remisión de Carlos a su madre Luisa en clave de gratitud definitiva, que el círculo que vino a cerrarse en Tandil es el reencuentro de su propia infancia, vivida por él -en este texto y en anteriores- como una prefiguración del paraíso, entendido este como omnisciencia del amor. Luisa, la madre, representa y produce ese estado que se recupera en la montaña, es recuerdo y es también metáfora. Es presencia indoblegable: “... Tu corazón nunca duerme