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Hay una ella, hay un él y hay dos ventanas. El espectáculo que monta cada noche para un desconocido es como un ritual. Para ella, es una especie de catarsis, algo que le permite limpiar el cuerpo y la mente, pero ¿qué es para él? ¿Y quién es el misterioso hombre que permanece inmóvil en las sombras? ¿Qué ocurrirá si se encuentran? ¿Y tiene sentido tal encuentro? Al fin y al cabo, todo el mundo tiene sus secretos...
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Seitenzahl: 25
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Catrina Curant
Lust
En observación
Translated by LUST
Translated by LUST
Original title: Podglądana – opowiadanie erotyczne
Original language: Polish
Imagen en la portada: Shutterstock
Copyright ©2021, 2024 Catrina Curant and LUST
All rights reserved
ISBN: 9788728129067
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Empiezo como siempre, como si fuera un ritual. Primero enciendo la luz; es importante que no sea la luz del techo, sino la lámpara de cerca del espejo. Luego me suelto el pelo. Normalmente lo llevo recogido en un moño bien apretado, sin que se escape ningún mechón. Me gusta la sensación cuando cae libre, ya que yo también me libero en ese momento. Me siento libre, sin reglas ni principios.
Empiezo a quitarme la camisa que forma parte de mi uniforme: camisa, falda lápiz, tacones altos. Un código de vestimenta machista.
Me paso los dedos por el pelo y continúo desabrochándomela, botón a botón. Luego miro a un lado para poder ver mi perfil izquierdo y dejo caer la camisa a mis pies, dejándola ahí. A veces me paro sobre ella a propósito, un poco rebelde. Deslizo la falda hacia abajo y apoyo una pierna en el taburete, puesto allí específicamente para este fin. Lo hago despacio, acariciándome la piel con las yemas de los dedos. Primero una pierna, luego la otra. A veces no llevo bragas; me divierte sentarme sin ellas cuando hablo con todos esos hombres en el trabajo. A veces imagino que me levanto y hago un espectáculo delante de la junta, sus ojos me siguen, aunque la actuación no es para ellos, es solo para él.
Finalmente me quito el sujetador y las bragas mientras me acerco a la ventana para cubrirla.
Siempre postergo este momento: a veces me peino, a veces me desmaquillo. Me gusta que esté ahí; es por él por quien me aseguro de dejarme puestos los tacones hasta el último momento. Cuando tengo un mal día, pienso en cómo lo haré esta vez.
¿Debería dejarme las medias puestas, darme un baño e hidratarme, o llegar solo hasta el punto en que se me caiga el sujetador? Imagino que él está trabajando y que también está pensando en mí, que está esperando la noche, curioso por ver qué le enseño y cómo lo hago.