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Este libro reúne una selección de capítulos escritos por algunos de los más prestigiosos investigadores en análisis del discurso de América Latina, quienes han sido pioneros en el desarrollo y en la consolidación de este campo académico en la región. Cada autor, con su estilo particular, ofrece un recorrido metodológico que invita a los lectores a profundizar su propio enfoque para investigar los discursos sociales. Los distintos recorridos reflejan la pluralidad, la creatividad y la riqueza que han caracterizado las contribuciones de estos académicos a lo largo de varias décadas, así como el desarrollo del análisis del discurso en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, México, Uruguay y Venezuela. Este innovador compendio se presenta como una herramienta valiosa para investigadores, docentes y estudiantes de las ciencias del lenguaje, y de otros campos de las ciencias sociales y humanas, interesados en explorar los distintos métodos configurados en Latinoamérica para estudiar una variedad de discursos y para comprender su impacto en las dinámicas sociales.
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Seitenzahl: 1002
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Este libro reúne una selección de capítulos escritos por algunos de los más prestigiosos investigadores en análisis del discurso de América Latina, quienes han sido pioneros en el desarrollo y en la consolidación de este campo académico en la región. Cada autor, con su estilo particular, ofrece un recorrido metodológico que invita a los lectores a profundizar su propio enfoque para investigar los discursos sociales. Los distintos recorridos reflejan la pluralidad, la creatividad y la riqueza que han caracterizado las contribuciones de estos académicos a lo largo de varias décadas, así como el desarrollo del análisis del discurso en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, México, Uruguay y Venezuela. Este innovador compendio se presenta como una herramienta valiosa para investigadores, docentes y estudiantes de las ciencias del lenguaje, y de otros campos de las ciencias sociales y humanas, interesados en explorar los distintos métodos configurados en Latinoamérica para estudiar una variedad de discursos y para comprender su impacto en las dinámicas sociales.
Oscar Iván Londoño Zapata. Profesor e investigador colombiano, nacido en Ibagué en 1984. Es licenciado en Lengua Castellana, magíster en Educación por la Universidad del Tolima, y magíster en Lingüística por la Universidad Tecnológica de Pereira. Actualmente cursa el doctorado en Lenguaje y Cultura en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Se desempeña como profesor asociado de carrera adscrito al Departamento de Estudios Interdisciplinarios del Instituto de Educación a Distancia (IDEAD) de la Universidad del Tolima, donde también dirige el grupo de investigación Configuraciones. Sus investigaciones se enfocan en el desarrollo del análisis del discurso en América Latina y el Caribe, así como en el análisis de los discursos sociales desde perspectivas interdisciplinares. Recibió el reconocimiento a la Excelencia Académica y fue distinguido con el Grado de Honor por sus estudios de pregrado. En 2014, fue galardonado con la Medalla al Mérito Académico de la Universidad del Tolima. Es autor de diversos textos publicados tanto a nivel nacional como internacional.
OSCAR IVÁN LONDOÑO ZAPATACOORDINADOR
ENFOQUES LATINOAMERICANOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO
VOLUMEN I
PRÓLOGO Y PREFACIO TEUN A. VAN DIJK | PATRICK CHARAUDEAU
Quiero expresar mi agradecimiento a todas/os las/os autoras/es por sus invaluables aportes a esta obra. Estas/os investigadoras/es pioneras/os han promovido el desarrollo del análisis del discurso en América Latina y el Caribe de manera sostenida durante varias décadas. Asimismo, manifiesto mi gratitud a Teun A. van Dijk y a Patrick Charaudeau por construir el prólogo y el prefacio del libro. Sus palabras, además de resaltar la relevancia de este trabajo, brindan un respaldo importante a nuestras contribuciones. De igual modo, quiero extender mi reconocimiento a la artista argentina Mariana Baizán por crear las magníficas ilustraciones que acompañan cada texto de la compilación. Por último, agradezco a todos ustedes, estimadas/os lectoras/es, por su interés en este libro. Confiamos sinceramente en que encontrarán en estas páginas conocimientos relevantes que les ayudarán a configurar sus propios enfoques para abordar los discursos sociales.
Oscar Iván Londoño Zapata
Oscar Iván Londoño Zapata se ha convertido, sin lugar a dudas, en el “biógrafo” de los estudios del discurso en América Latina. Al igual que en sus publicaciones anteriores, a veces en colaboración con otras y otros, este volumen muestra su capacidad para revisar la investigación sobre los estudios del discurso latinoamericanos. No solo fue capaz de convencer a importantes académicas y académicos para que contribuyeran a este libro, sino que su detallada introducción también da testimonio de su conocimiento acerca de los estudios del discurso en general y sobre los avances del campo en América Latina, en particular.
Aunque los capítulos de este libro aún reflejan la influencia de autoras y autores europeas/os y estadounidenses, la creación de la Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso (ALED) en 1995 ha provocado un cambio fundamental en los recursos disponibles para la investigación científica en esta disciplina. Las autoras y los autores de los capítulos, invitadas/os por el editor, citan muchas de sus propias publicaciones, mostrando así la cantidad, la calidad y la diversidad de los estudios del discurso en América Latina. Además, citan las publicaciones de sus colegas, lo que evidencia tanto la creciente cooperación regional como su independencia y compromiso con la descolonización en sus esfuerzos de investigación. En este sentido, el campo de los estudios del discurso en Latinoamérica es único a nivel internacional. No existen asociaciones de estudios del discurso, ni congresos regionales o nacionales periódicos en otras partes del mundo, excepto en España y Portugal, donde posteriormente se crearon nuevas asociaciones motivadas por el éxito de la ALED. Mientras que las autoras y los autores en Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Alemania, entre otros países, a menudo están limitadas/os por sus teorías, sus datos (y sus lenguas), las investigadoras y los investigadores en América Latina se apoyan en un horizonte académico mucho más amplio. Desde la década de 1970, he tenido el privilegio excepcional de leer estudios y de escuchar conferencias de colegas en análisis del discurso en la mayoría de los países de Latinoamérica.
Dado que las tradiciones de investigación anteriores fueron moldeadas por los programas de doctorado en los que las académicas y los académicos (y sus estudiantes) se formaron, se ha creado una desafortunada división entre las tradiciones francófona y anglófona en este campo de estudio, como lo analiza el editor en su introducción. No obstante, afortunadamente, nuestro análisis de las 1.288 referencias incluidas en este libro muestra que la mayoría de los capítulos contienen referencias “mixtas” y, por lo tanto, internacionales, además de las frecuentes citas de autoras y autores latinoamericanas/os. Esta combinación de referencias también se pone de manifiesto en la introducción del editor. Las investigadoras y los investigadores más jóvenes reconocen cada vez más que la investigación científica es internacional y no puede dividirse en diferentes “escuelas”. Para cada artículo o libro, las teorías y las referencias deben guiarse por el tema, la calidad y la originalidad del estudio, y no por la lengua o el país de origen de las autoras y los autores referenciadas/os.
En efecto, los distintos temas, teorías y métodos presentes en los capítulos de este libro revelan una interesante diversidad. Sin entrar en comentarios detallados sobre cada capítulo, observamos una rica variedad de inspiración internacional, métodos independientes, análisis originales, y datos y ejemplos locales. En la actualidad, el estudio del discurso en América Latina ya no se limita al análisis de las estructuras lingüísticas del texto y el habla, sino que abarca estudios en torno a la interacción y la multimodalidad, temas relacionados con las ciencias sociales, así como métodos cualitativos y cuantitativos (como los basados en corpus). Además, los estudios del discurso en Latinoamérica, más que en muchos otros países y regiones del mundo, no se restringen a la investigación en las ciencias del lenguaje o las humanidades. Sus hallazgos también se aplican en campos como la educación, y las ciencias sociales y políticas.
La lista de campos estudiados en este libro es impresionante. Incluye el estudio de los discursos político, académico, literario, mediático, educativo y publicitario, entre otros. Los temas y los métodos específicos son igualmente diversos, y abarcan la multimodalidad, la (des)cortesía, el populismo, la xenofobia, el género, el edadismo, la argumentación, la retórica, la pobreza, los afiches, la falta de vivienda, la violencia y el anarquismo, así como temas de la sociolingüística, como el bilingüismo, la narrativa y las habilidades de lectura en niñas y niños.
Como era de esperarse, la mayoría de los datos provienen exclusivamente de América Latina. De este modo, los análisis no solo contribuyen a la cooperación internacional y a los avances en los estudios del discurso, sino también a nuestra comprensión de la sociedad y de la cultura, lo cual genera una mayor conciencia sobre los problemas particulares de la región.
Quizá lo más impresionante sea la destacada presencia de mujeres en este libro. A diferencia de la investigación en muchos países y disciplinas, las mujeres en Latinoamérica han sido pioneras en el campo de los estudios del discurso como investigadoras líderes, como autoras y como profesoras. Por ello, se convierten en una fuente de inspiración para las estudiantes.
En resumen, este libro es otro testimonio de la prominencia internacional de los estudios del discurso en América Latina, y una valiosa contribución para la enseñanza y el aprendizaje en este campo.
Barcelona, 15 de junio de 2023
El análisis del discurso en América Latina es una evidencia. Quiero decir que la problemática del lenguaje está en la vivencia de los países de aquella región. Estos países, lo sabemos por la historia, se constituyeron en el entrecruce de movimientos migratorios con los pueblos autóctonos. Los de Europa, y también de Arabia, de otros países asiáticos y de Rusia. El primer choque fue el enfrentarse con la lengua del otro, o sea, de otra identidad. De ahí esa sensibilidad particular que tienen los latinoamericanos y las latinoamericanas para con el otro, y la apetencia de investigadores e investigadoras por dedicarse al estudio de todos los aspectos del lenguaje. Así se explica el enorme desarrollo que la disciplina –el análisis del discurso– tiene en estos países. Recuerdo cómo, en la década de 1980, en cada país del continente adonde me llevaron mis pasos con diversos motivos –primero, coloquios sobre la enseñanza de lenguas extranjeras, y concretamente del francés; después, temas de análisis del discurso– se fueron desarrollando poco a poco los estudios hasta llegar a fundar la famosa Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso (ALED) en 1995, lugar casi mágico de encuentro de estudios, teorías, descripciones, reflexiones distintas sobre todo lo que concierne al lenguaje en la diversidad de su expresión cotidiana, en sus manifestaciones institucionales y en el campo de la creación literaria, como lo refleja este mismo libro.
El análisis del discurso es, dentro de las “ciencias del lenguaje”, una disciplina que tiene sus propias herramientas de análisis, y sus propios marcos teóricos y metodológicos. Esta disciplina se propone analizar el lenguaje en acción, los efectos que produce a través de su uso, el sentido social que testimonia sobre la vida de los grupos sociales, sobre los intercambios que se instauran entre ellos o con otras comunidades que les son ajenas, y dentro del mismo grupo. Así, contribuye a mostrar cómo se estructura discursivamente lo social, y cómo el discurso es, a la vez, portador de las normas que sobredeterminan al individuo que vive en colectividad y portador de las posibles estrategias que le permiten singularizarse. Luego, no es de extrañarse que el análisis del discurso se encuentre en la encrucijada de una interdisciplinariedad necesaria con las demás ciencias humanas y sociales.
Sin embargo, este campo del discurso consta de distintas corrientes de análisis. Desde su origen, han surgido varias hipótesis y corrientes teóricas, sin que ninguna pueda pretender ser superior a las otras. Pretender tal superioridad sería cuestión de moda, a veces de poder, y no de cientificidad. Si algunos modelos se vuelven dominantes hasta el punto de borrar a los demás, es la ciencia la que pierde su razón de ser. Hay que defender la diferencia en nombre de la libertad de la investigación y de la democracia científica que exige discusión, y no polémica.
En este libro encontramos varios estudios, unos enfocados en asuntos teóricos, modelos de análisis y metodologías, otros en aspectos retóricos y argumentativos, otros en problemas de representaciones sociales, otros en temas literarios, sin olvidar que el lenguaje es objeto de enseñanza, lo que implica reflexionar sobre la didáctica de la lengua. Tenemos aquí lo que se podría llamar el crisol en donde se encuentran los distintos aspectos del análisis del discurso en América Latina, sin que haya predominio de unos sobre otros, sino coexistencia, a veces diálogo y otras, discusión, todo lo cual corresponde al espíritu científico.
Una cosa me parece que caracteriza los estudios del discurso en Latinoamérica: es la cuestión del posicionamiento del investigador o de la investigadora en su trabajo de análisis. Esa cuestión no le es propia. En Europa también se discute entre partidarios de un posicionamiento de compromiso, y partidarios de una cierta neutralidad en la investigación. Sin embargo, se puede decir que esta cuestión del posicionamiento del investigador es de particular sensibilidad en América Latina, hasta el punto de que a veces llega a convertirse en luchas de influencia para ocupar el campo de la investigación, cuando lo que debería dominar en la actividad científica es la discusión, la controversia y no la imposición. Lo que se plantea aquí tiene dos aspectos: uno es de credibilidad; el otro, de ética. El primero lleva a hacerse la siguiente pregunta: ¿qué credibilidad puede tener un análisis, si este es orientado de antemano, o sea si se basa en unos presupuestos que se afirman antes de demostrar? El segundo lleva a preguntarse ¿en qué medida el investigador o la investigadora puede exponer su opinión cuando su papel, como científico o científica, consiste en dar cuenta, de la manera más objetiva posible, de las características de un fenómeno social?
Dos preguntas que merecen reflexión, y que se reúnen en los términos de “crítica” y de “compromiso”, como lo subraya Oscar Iván Londoño Zapata en la introducción a este libro. El primer término sufre cierta ambigüedad, porque la crítica es lo propio de toda investigación científica, que consiste en sacar a luz lo que parece encubierto y oculto en las manifestaciones sociales. En ese sentido es pleonástico hablar de un método crítico porque todos los métodos de análisis en las ciencias humanas y sociales son críticos por definición, a no ser que este término tenga otro significado: el de denuncia, denuncia de una situación social inaceptable. Entonces aparece un dilema: tener que elegir entre un compromiso ciudadano y un compromiso científico. El primero consiste en dar su opinión como ciudadano, bien sea para aprobar o para criticar una situación social, y eso implica tomar posición en los debates públicos aportando su propio punto de vista. El segundo consiste en responder a lo que la sociedad espera de los estudios científicos: el análisis más objetivo posible de los fenómenos de la vida social, lo que supone que el sujeto que analiza se acople a las exigencias de la disciplina a la cual se refiere. Son dos posturas radicalmente distintas; sin embargo, se pueden combinar de una cierta manera. Por ejemplo, en el momento de elegir los objetos de estudio, el sujeto, como individuo, puede hacerlo siguiendo la sensibilidad que tiene para con ciertos problemas de la sociedad (violencia, desigualdades, discriminaciones de todo orden); así muestra cuál es su compromiso personal. En cambio, en el momento de analizar dichos objetos, debe respetar, esta vez como sujeto investigador, las exigencias de su disciplina y no orientar el análisis hacia una opinión propia. Se debe tener en cuenta que lo que se juega en esta cuestión de posicionamiento es la lucha entre el saber de conocimiento y el saber de creencia. De eso testimonian estos muy ricos Enfoques latinoamericanos de análisis del discurso.
París, 7 de julio de 2023
Los métodos críticos, según Cesare Segre (1969, 1970), pueden compararse con el uso de filtros fotográficos de colores, debido a que “cada filtro destaca diversos particulares del objeto fotografiado y atenúa otros” (Segre, 1970: 15). El semiólogo italiano, al explicar su comparación, se refiere a la crítica crociana, que sometió los estudios literarios a una serie de tomas con un tipo de filtro “de notable eficacia, cuando se emplea bien, pero que es siempre el mismo” (p. 15). No obstante, iniciada la posguerra, la crítica literaria experimentó nuevos filtros, entre ellos la estilística, el análisis del lenguaje y la sociología, generando así una renovación del pensamiento. En este contexto, ¿a través de qué filtros ha sido designada la noción de crítica en el análisis del discurso?, ¿existe prevalencia de algún filtro en particular?, ¿qué orientaciones de la crítica se destacan y cuáles se ignoran?
En relación con la dimensión crítica, el análisis del discurso se aborda mediante dos perspectivas distintas: una minimalista y otra maximalista (Maingueneau, 2012).1 Desde la primera concepción, se sostiene que este campo académico carece de una orientación crítica, mientras que desde la segunda se le atribuye una fuerza crítica constitutiva.
En primer lugar, desde algunos enfoques de la corriente anglófona se argumenta que el análisis del discurso es neutral. Esto se debe a que sus métodos se centran en el estudio de formas lingüísticas que trascienden los límites de las oraciones (Harris, 1952a, 1952b), en el análisis del lenguaje que se produce de manera natural (Stubbs, 1983, 1987), en la descripción de estructuras lingüísticas en función de propósitos comunicativos específicos (Brown y Yule, 1983, 1993), en la investigación del “uso del lenguaje tomando en consideración el contexto de situación” (Sayago, 2019: 79), en el estudio de los procesos de producción y comprensión del discurso (Jáimez, 2022) y en la inspección de distintos aspectos del lenguaje en uso (Nunan, 1993; Canning y Walker, 2024). Los atributos mencionados conducen a equipararlo con la lingüística textual (de Beaugrande, 2011) o con la lingüística discursiva (Östman y Virtanen, 2011). En consecuencia, desde esta perspectiva minimalista, se afirma que el análisis del discurso, a diferencia del análisis crítico del discurso, se encuentra desprovisto de una dimensión crítica, debido a que se centra exclusivamente en la descripción de estructuras, procedimientos, funciones y procesos discursivos. Así, a cambio de comprometerse de manera activa en la lucha contra la dominación o el abuso de poder, sus “intereses [son] puramente teóricos y académicos” (Soler, 2012: 132).
En segundo lugar, el análisis del discurso es percibido como portador de una fuerza crítica constitutiva, no solo por algunos autores de la corriente francófona, sino también por aquellos que se inspiran en ella e, incluso, por ciertos investigadores de la corriente anglófona (Pêcheux, 1969, 1975, 1978, 1984, 2016; Maldidier, 1992; Carbó, 1995; Maingueneau, 1999, 2012, 2014, 2015; Haidar, 2006; Arnoux, 2006, 2019, 2021; Maingueneau y Londoño, 2012; Carbó y Londoño, 2012; Haidar y Londoño, 2012; Arnoux y Londoño, 2012; Gee, 2014; Charaudeau, 2014; Londoño, 2019, 2021, 2023; Olave y Londoño, 2019). Es por ello que, desde sus inicios como campo académico en Francia a fines de la década de 1960, el análisis del discurso “se concibió y se proyectó hacia el exterior, explícitamente, como una práctica intelectual rigurosa y crítica del funcionamiento verbal en la reproducción de la injusticia y la dominación” (Carbó y Londoño, 2012: 93). Dentro de esta tradición, el análisis del discurso, en especial el formulado por la escuela francesa, se erigió como un enfoque caracterizado por su interés en examinar de qué manera el lenguaje contribuye a la reproducción de relaciones de poder y de ideologías en la sociedad. Por consiguiente, estos investigadores no consideran necesario incorporar una marca enfática a su nombre, como la etiqueta “crítico”, debido a que resulta redundante.
Dicho lo anterior, en este capítulo se lleva a cabo una revisión de las perspectivas minimalista y maximalista, con el objetivo de proponer una perspectiva pluralista que conciba el análisis del discurso como un campo académico constitutivamente crítico. En esta concepción, la crítica no se centra de forma exclusiva en el marxismo ni se vincula únicamente a la relación entre discurso, poder e ideología, como subrayan, cada uno a su manera, el análisis crítico del discurso y la escuela francesa de análisis del discurso. Por el contrario, desde esta perspectiva pluralista, la dimensión crítica abarca múltiples orientaciones provenientes de otras corrientes de pensamiento, que los analistas del discurso pueden considerar como válidas. Con el fin de abordar lo formulado, en primer lugar, se examina la perspectiva minimalista; en concreto, se abordan el análisis del discurso y el análisis crítico del discurso, la conexión entre crítica y discurso, poder e ideología, así como las orientaciones acerca de la crítica, las convergencias y tensiones entre la lingüística crítica y el análisis crítico del discurso, y las adaptaciones realizadas a la perspectiva minimalista en el análisis del discurso desarrollado en Latinoamérica. En segundo lugar, se examina la perspectiva maximalista; en particular, se aborda la escuela francesa de análisis del discurso, la conexión entre crítica e ideología, así como las orientaciones acerca de la crítica, y las convergencias y tensiones entre la escuela francesa y el análisis crítico del discurso. En tercer lugar, se ofrece una reflexión en relación con la perspectiva pluralista, a través de la cual se reconoce el carácter multiacentuado de la crítica.2
En distintos enfoques de la corriente anglófona, el análisis del discurso se ocupa de “estudiar la organización del lenguaje por encima de la oración o la frase” (Stubbs, 1987: 17), de “ofrecer una explicación de cómo se usan las formas lingüísticas en la comunicación” (Brown y Yule, 1993: 12) y de indagar “las diferencias sistemáticas entre las formas y las funciones, y de la relación entre ambas” (Renkema, 1999: 14). Por consiguiente, estas propuestas involucran la investigación de unidades comunicativas más amplias, como la conversación y el texto escrito. En el primer caso, Michael Stubbs (1987: 17) sostiene que el “análisis del discurso es un término muy ambiguo”, aunque se refiere “al análisis lingüístico del discurso, hablado o escrito, que se produce de modo natural y es coherente”. En el segundo caso, Gillian Brown y George Yule (1993: 12) consideran que este campo permite estudiar “cómo usan los seres humanos el lenguaje para comunicarse, cómo construyen los emisores mensajes para los receptores y cómo trabajan los receptores sobre los mensajes para interpretarlos”. En el tercer caso, Jan Renkema (1999: 13) plantea que esta disciplina “tiene por objeto la investigación de la relación entre forma y función en la comunicación verbal”. Por lo tanto, en lugar de centrarse en desentrañar las relaciones entre discurso, poder e ideología (van Dijk, 1994b, 1997), estos enfoques se dedican a examinar cómo el lenguaje varía en distintas situaciones de comunicación y en contextos sociales particulares (Bolívar, 2015a).
En la tradición anglófona, el análisis del discurso también ha sido designado como “estudio de la conversación” (Maingueneau, 2005a: 33), a pesar de que tanto el análisis del discurso como el análisis de la conversación se consideran campos diferentes. En Estados Unidos surgió durante la década de 1960 el análisis de la conversación, definido como “un enfoque hacia el estudio de la organización social de la conducta cotidiana” (Pomerantz y Fehr, 2000: 101), en el cual el discurso se concibe como una actividad interactiva. Influenciado por la microsociología de Erving Goffman (1959, 1981), su maestro, y por la etnometodología de Harold Garfinkel (1967, 2006), Harvey Sacks se propuso “efectuar un estudio descriptivo, naturalista y empírico de la conducta humana” (Pomerantz y Fehr, 2000: 106), a partir de las llamadas telefónicas al Centro para la Prevención del Suicidio de Los Ángeles en 1963. Sacks, junto con sus compañeros de posgrado Emanuel Schegloff y David Sudnow, y sus estudiantes Gail Jefferson, Anita Pomerantz y Jim Schenkein, analizaron los detalles de la conducta interactiva en las conversaciones. Estos investigadores, enfocados en la descripción de las estructuras de los textos (Fairclough, 1992), se dedicaron a “explicitar los procedimientos, reglas y métodos con los cuales los locutores ordenan y construyen su propia actividad conversacional mientras la desarrollan” (Wolf, 2000: 215).
La atención centrada en la descripción de estructuras, procedimientos, funciones y procesos discursivos conduce a caracterizar el análisis del discurso como un campo desprovisto de cualquier fuerza crítica. Esta ausencia de lo crítico, que acentúa su falta de compromiso social y político, ha impulsado el desarrollo del análisis crítico del discurso, actualmente renominado “estudios críticos del discurso” (van Dijk, 2009, 2016; van Dijk y Londoño, 2012, 2019), al tiempo que establece una diferencia epistemológica entre un campo y otro (Perdomo, 2023). De esta forma, durante la década de 1980 se desarrolló dentro del análisis del discurso un enfoque que pone “énfasis autoidentificatorio (diacrítico) en la naturaleza crítica de sus descripciones de hechos de discurso” (Carbó y Londoño, 2012: 93). El análisis crítico del discurso, uno de los campos más valiosos del análisis del discurso (Sher, 2020), se designa como una “perspectiva crítica” y “una actitud” (van Dijk, 2003: 144); “una teoría y un método”, así como “un «momento» del proceso social material” (Fairclough, 2003: 179); “un paradigma” (Wodak, 2003: 21); “un enfoque” (Meyer, 2003: 35); “un método analítico” (Jäger, 2003: 79); “un programa de análisis social” (Scollon, 2003: 206) o “un programa de investigación” (Ferreiro y Wodak, 2014: 190) que surgió como respuesta a problemáticas sociales predominantes (van Dijk, 1991, 1993; Kress, 1996; van Leeuwen, 2005; Caldas-Coulthard y Londoño, 2014). En términos generales, este enfoque, con obras fundacionales como Prejudice in Discourse (van Dijk, 1984, 2010), Language and Power (Fairclough, 1989) y Language, Power and Ideology (Wodak, 1989), constituye “un planteamiento, posicionamiento o postura explícitamente críticos para estudiar el texto y el habla” (van Dijk, 1997: 16). De esta manera, se centra en las relaciones entre discurso, poder e ideología (van Dijk, 1994b, 1997; Caldas-Coulthard y Coulthard, 1996, 2023; Bolívar, 2007; Londoño, 2007) e investiga el papel que desempeña el discurso en la configuración de dinámicas sociales y en la naturalización de ideologías, que se convierten en parte del sentido común (Fairclough, 1985, 1992; Krzyżanowski et al., 2023).
La “distancia académica” entre el análisis del discurso y el análisis crítico del discurso, como señala Hugo Ernesto Perdomo Colina (2023: 795), se evidencia no solo por la incorporación de la palabra “crítico”, sino también por el objetivo que persigue el análisis crítico del discurso al estudiar el lenguaje. En otras palabras, el análisis crítico del discurso se diferencia del análisis del discurso porque, en lugar de estudiar unidades lingüísticas por sí mismas, adopta un compromiso sociopolítico en el estudio del lenguaje (Vaara y Tienari, 2004). La brecha entre ambos enfoques, especialmente en lo que respecta a la dimensión crítica, también se hace evidente al afirmar que es el análisis del discurso el que suministra al análisis crítico del discurso su método y su marco teórico, por lo que se utiliza a menudo al servicio de objetivos críticos (Johnstone, 2002). En este contexto:
Es generalmente aceptado que el análisis crítico del discurso responde a una posición personal comprometida, de resistencia y de denuncia frente a las injusticias y desigualdades que la sociedad misma crea y recrea a lo largo del tiempo. Si es una posición, que lleva a seleccionar determinados temas de la vida social para convertirlos en objeto de estudio, no aporta necesariamente el método y el marco teórico. Lo anterior se encuentra o debería encontrarse en las propuestas del análisis del discurso. (Calsamiglia y Londoño, 2012: 171)
Por esta razón, el uso del análisis del discurso como método, técnica o herramienta ha llevado a su inclusión en algunos manuales de investigación social, sin que se le atribuya potencia crítica alguna.
La conexión entre teorías textuales y sociales cumple un papel crucial en el desarrollo de la dimensión crítica dentro del análisis crítico del discurso (Savski, 2023). Los investigadores pioneros sentaron las bases de este campo al combinar sus estudios del texto con teorías sociales más amplias, adoptando “una postura sociopolítica explícita” (van Dijk, 1993: 252). En su enfoque sociocognitivo, Teun A. van Dijk integra las gramáticas textuales y los modelos psicológicos del procesamiento del texto con teorías sociales. En su enfoque sobre el cambio sociocultural y el cambio en el discurso, Norman Fairclough utiliza nociones de la lingüística sistémico-funcional, apoyándose al mismo tiempo en teóricos sociales como Michel Foucault. En su enfoque histórico-discursivo, Ruth Wodak se basa en la lingüística textual y en la sociolingüística interaccional, además de incorporar la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt. En consecuencia, la tendencia predominante en el análisis crítico del discurso ha sido establecer un marco teórico y metodológico sólido para el estudio lingüístico, en conjunción con una agenda social crítica.
El interés de los analistas críticos del discurso por el estudio de problemáticas sociales, la desvelación de las ideologías, la desnaturalización de las relaciones de poder, la denuncia de toda forma de opresión y la transformación del mundo surge, entre otros factores, como consecuencia de la influencia de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt (Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Walter Benjamin, Theodor Adorno y Jürgen Habermas) y, por lo tanto, de la relectura del pensamiento de Karl Marx (Fairclough y Wodak, 1997, 2000; Fairclough, Mulderrig y Wodak, 2010). Esta teoría, en contraposición a la teoría tradicional, surgió a partir de revisiones de las obras de Immanuel Kant, Georg W. F. Hegel, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud, entre otros. Su objetivo consistía en analizar la relación entre teoría y práctica, así como llevar a cabo una reflexión interdisciplinaria de la sociedad industrial, con el fin de desafiar las estructuras de poder. “Las tareas de la teoría crítica consistían en ayudar a «recordar» un pasado que corría el peligro de ser olvidado, en luchar en favor de la emancipación, en elucidar las razones para esa lucha y en definir la naturaleza del propio pensamiento crítico” (Wodak, 2003: 29). Por esta razón, se propuso fomentar el cambio en la sociedad en su conjunto (Adorno, 1998; Londoño, 2009), ya que las relaciones de producción capitalistas no solo se reproducen en la base económica, sino también en el seno de la cultura. En consecuencia, la noción de crítica promovida en el análisis crítico del discurso encuentra su motivación en el ideal emancipatorio defendido por este grupo de intelectuales europeos.
De acuerdo con lo anterior, mientras que el análisis del discurso se ocupa del funcionamiento discursivo, el análisis crítico del discurso estudia cómo las relaciones de poder, las ideologías y las desigualdades sociales se perpetúan mediante los usos del lenguaje, adoptando una postura comprometida con los grupos dominados y con la justicia social (Cassany, 2022). En otras palabras, a diferencia del análisis del discurso que se limita a la descripción, el análisis crítico del discurso, aparte de su enfoque más centrado en lo social, busca “explicar las estrategias discursivas de manipulación con el fin de contribuir a la resistencia” (Aleán y Paternina, 2012: 2). Por este motivo, el análisis crítico del discurso incorpora una orientación crítica en un análisis del discurso que, por su propia naturaleza, no la posee de manera intrínseca. La diferencia entre el análisis del discurso y el análisis crítico del discurso, además de ser epistemológica, tiene implicaciones institucionales. Por un lado, los analistas críticos justifican sus investigaciones al afirmar que tienen un valor social, por cuanto contribuyen al estudio de cómo se reproducen en el discurso el racismo, la xenofobia, el clasismo, el sexismo, la homofobia, la bifobia, la transfobia, el edadismo, la pobreza, el militarismo, el antisemitismo, el fascismo y el especismo. Como consecuencia, participan activamente en luchas de diversos ámbitos: político, económico, jurídico, educativo, religioso, sexo-genérico, entre otros, así como en proyectos que trascienden la esfera académica. Por otro lado, el análisis del discurso designado como no crítico o acrítico, al eludir compromisos sociales y políticos, tiende a restringirse al ámbito académico.3
El análisis crítico del discurso no solo aporta una dimensión crítica al análisis del discurso, sino que también estimula el desarrollo de la crítica en otras disciplinas de las ciencias del lenguaje, posibilitando así una interpretación más profunda de los mecanismos de dominación presentes en la sociedad. En la sociolingüística, por ejemplo, el tema del poder no había sido teorizado explícitamente; sin embargo, el análisis crítico del discurso ha tenido una influencia significativa al impulsar a esta disciplina a adoptar una orientación crítica (Coupland, 2016; Niño, Zavala y de los Heros, 2020). La sociolingüística crítica se define en este contexto como un proyecto tanto científico como político comprometido con la justicia social. En lugar de dar por sentado un “orden sociolingüístico dado”, cuestiona cómo ha surgido ese orden, cómo se sostiene y cómo podría transformarse en beneficio de los grupos dominados. Por lo tanto, en vez de limitarse a describir lo que “realmente existe”, la sociolingüística crítica busca desafiar las representaciones dominantes y proporcionar alternativas.
En la década de 1990, con el creciente interés en el análisis crítico del discurso, se acentuó aun más la relación entre crítica y discurso, poder e ideología. Esta conexión, vigorosamente impulsada en los trabajos iniciales de van Dijk, Fairclough y Wodak, se perfiló en el contexto de la perspectiva minimalista con una marcada impronta social, política y normativa. Estos investigadores, interesados en un nuevo campo de estudio que aborda acciones sociales reproducidas mediante el discurso, como la dominación, el abuso de poder, el control, la desigualdad social y la exclusión social, exploran la noción de crítica con distintos énfasis.
Van Dijk aborda la dimensión crítica desde cuatro perspectivas diferentes: como la aplicación de una ética en los actos discursivos de los analistas, como una forma de resistencia solidaria con quienes luchan contra el abuso de poder, como el análisis de los sistemas de dominación y sus mecanismos de control discursivo, y como una crítica positiva que propone alternativas prácticas y sostenibles (Bolívar, 2005). Estas acentuaciones amplían la noción crítica más allá de los atributos de vigilancia y de autocrítica profesionales:
Los investigadores críticos no se contentan con ser conscientes de la implicación social de su actividad (como cualquier sociólogo de la ciencia lo sería), sino que asumen posiciones explícitas en los asuntos y combates sociales y políticos. Y lo hacen no solo como ciudadanos, sino también en tanto que, precisamente, investigadores. Aspiran a producir conocimiento y opiniones, y a comprometerse en prácticas profesionales que puedan ser útiles en general dentro de procesos de cambio político y social, y que apoyen en particular a la resistencia contra el dominio social y la desigualdad. Lo cual significa que los investigadores críticos con frecuencia estarán al lado de los distintos grupos y gentes socialmente dominados en el mundo, por los que preferirán trabajar y con quienes se declararán solidarios. (van Dijk, 1999: 24-25)
En términos generales, “la dimensión crítica de los estudios críticos del discurso está basada en el análisis sistemático y en la evaluación crítica de las prácticas discursivas abusivas de los grupos dominantes” (van Dijk y Londoño, 2019: 81). Además, las investigaciones más recientes de van Dijk (2020, 2021, 2024) sobre el antirracismo y los movimientos sociales, que profundizan en diversas formas de subversión, lo han llevado a enfatizar la relación entre crítica y resistencia.4
Desde la perspectiva de Fairclough (1985), la crítica consiste en poner al descubierto la relación dialéctica entre el discurso y las estructuras sociales, y en desnaturalizar la ideología. Por ende, implica un análisis del discurso que busca desentrañar las conexiones a menudo veladas de causalidad y determinación entre las prácticas discursivas, los eventos y los textos, y las estructuras, los procesos y las relaciones sociales y culturales más amplios. Este análisis se propone “investigar de qué modo esas prácticas, relaciones y procesos surgen y son configurados por las relaciones de poder y en las luchas por el poder, y […] explorar de qué modo esta opacidad de las relaciones entre discurso y sociedad es ella misma un factor que asegura el poder y la hegemonía” (Fairclough, 2008: 174).
La crítica, de acuerdo con Fairclough (2012), abarca una dimensión normativa (crítica normativa) y otra explicativa (crítica explicativa), porque se centra tanto en normas como en relaciones causales y dialécticas. Por un lado, adopta una orientación normativa debido a que evalúa las realidades sociales, analizando en qué medida se ajustan a normas consideradas fundamentales para la sociedad. Por otro lado, asume una orientación explicativa a causa de que, además de evaluar estas realidades, se esfuerza por explicarlas. En este sentido, la crítica explicativa se encarga de indagar las problemáticas sociales identificadas por la crítica normativa como consecuencia de estructuras y prácticas sociales. Por consiguiente, la crítica busca demostrar que estas problemáticas son el resultado de fuerzas que el analista postula y cuya existencia intenta corroborar. A pesar de que algunas orientaciones de la crítica se enfoquen exclusivamente en aspectos normativos, Fairclough (ibíd.) sostiene que lograr un cambio en el mundo depende de la capacidad para explicar por qué y cómo ha llegado a ser como es. Así, criticar el lenguaje y las prácticas de las personas bajo la premisa de que son racistas o sexistas no equivale a explicar por qué y cómo surge el racismo o el sexismo en circunstancias específicas. Por lo tanto, si el objetivo es lograr una transformación en las realidades sociales y mejorar las condiciones de vida, una crítica normativa resulta insuficiente, aunque la evaluación moral sea un componente esencial en el ámbito de la ciencia social crítica.
En los últimos años, Fairclough (2018, 2019) ha revisado el concepto de ética del discurso de Habermas (1996) con el objetivo de ampliar su comprensión normativa y explicativa de la crítica. Vinculadas a la argumentación práctica (Fairclough, 2013), estas revisiones no renuncian al compromiso social y político de combatir el abuso de poder y de desvelar la ideología; en cambio, lo integran en un proceso de cuestionamiento deliberativo. De este modo, la crítica, en lugar de asociarse a un punto de vista político unilateral o a un sesgo ideológico, se convierte en un compromiso ético con la cientificidad del análisis, un aspecto esencial para respaldar la legitimidad del análisis crítico del discurso como método en las ciencias sociales y humanas. Así pues, la crítica ética, aparte de evaluar y de explicar las realidades sociales, se ocupa de valores sociales y políticos como la libertad, la justicia, la igualdad, la equidad, la democracia y la paz, considerados determinantes para el cambio social. Estos valores no se definen desde una única acentuación, sino que están sujetos a diversas interpretaciones, de forma tal que lo que podría considerarse justo desde una posición podría parecer injusto desde otra (Swift, 2014). Por esta razón, un mismo valor se manifiesta por medio de distintas posturas ideológicas. Esta orientación sobre la crítica permite cuestionar el conjunto de valores sociales y políticos, así como los juicios morales que conllevan, a través de los cuales el analista establece lo que es correcto, lo que es incorrecto y lo que debería cambiarse para mejorar. Además, la crítica ética promueve en el investigador la disposición para someter sus interpretaciones a un escrutinio riguroso. El razonamiento dialéctico vincula su argumentación a una autorreflexión, generando de esta manera un debate abierto y sin prejuicios ideológicos (Fairclough y Fairclough, 2018).
La crítica ética busca explorar la diversidad de posiciones éticas implicadas en un caso de estudio específico, proporcionando espacio para el cuestionamiento deliberativo y considerando argumentos y contraargumentos, sin llegar a imponer el punto de vista del analista sobre el problema en cuestión. Es por ello que, en el análisis, no se debe optar por un único posicionamiento moral; más bien, se debe examinar la situación en su totalidad desde diversas posturas, asumiendo una perspectiva sin prejuicios ideológicos (Fairclough, 2021). En este contexto, para el analista, la evaluación normativa considera especialmente los puntos de vista de los demás, incluidos los oponentes. Por lo tanto, es esencial que el investigador adopte un enfoque en el cual busque comprender la fuente del desacuerdo y las posibles buenas razones detrás de él, en lugar de convertir la crítica en una batalla entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal. La evaluación normativa, desde la cual se realiza el análisis, debe ser defendible mediante un proceso sistemático de discusión crítica y debe resistir los cuestionamientos de aquellos que no están de acuerdo con ella. En resumen, desde esta orientación, la crítica se centra en argumentar y en contraargumentar posiciones que promuevan la transformación de las lógicas de dominación, sin la necesidad de respaldar un punto de vista predefinido ni de incurrir en sesgos ideológicos.
Wodak (2013) sostiene que la crítica implica hacer explícita la relación implícita entre discurso, poder e ideología. Por esta razón, conlleva “cuestionar lo que parecen ser experiencias y significados de sentido común, abrir estos significados a muchas lecturas, al debate, a la discusión” (Wodak y Colorado, 2010: 584). En consecuencia, no asume ningún hecho como dado, sino que explora significados desde múltiples interpretaciones, buscando “desmitificar textos cuando encubren ciertas ideologías latentes” (p. 584). Además, la crítica implica la autocrítica: “[L]a noción de «crítica» ha de entenderse como el resultado de tomar cierta distancia respecto de los datos, enmarcar estos en lo social, adoptar explícitamente una postura política y centrarse en la autocrítica” (Wodak, 2003: 29). Este atributo enfatiza de manera contundente la necesidad de mantener una autorreflexión constante. Se trata de cuestionar no solo el discurso objeto de estudio, sino también la propia crítica (Wodak, 1989, 2013; Chouliaraki y Fairclough, 1999; Chilton, Tian y Wodak, 2010; Ferreiro y Wodak, 2014; Reisigl y Wodak, 2015). Por ende, para Wodak la crítica está intrínsecamente vinculada a la reflexión que el investigador realiza sobre su praxis: “[R]eflexionar diariamente sobre uno mismo acerca de lo que uno hace, cómo investiga, qué significan los resultados, y también cómo comunicarlos en la sociedad” (Wodak y Colorado, 2010: 584).
Al referirse a las sinergias entre el análisis crítico del discurso y la etnografía crítica, Wodak y Kristof Savski (2018) argumentan que los distintos abordajes que ha tenido la crítica en diferentes campos de las ciencias sociales y humanas convergen al considerar un punto de vista normativo para su definición (Sayer, 2009). Esto sugiere que la crítica está intrínsecamente vinculada a una serie de valores sociales y políticos esenciales para toda sociedad. De este modo, lo que diferencia a un enfoque discursivo-etnográfico crítico, como el enfoque histórico-discursivo (Wodak, 1996, 2011a, 2015; Reisigl y Wodak, 2015) o el análisis del discurso mediado (Scollon, 1998, 2003, 2008), de otros métodos, es el compromiso social y político explícito del investigador, el cual se define a partir de ese conjunto de principios. Por esta razón, en lugar de limitarse a observar el campo y a documentar las prácticas, el analista se propone denunciar los desequilibrios del poder; en otras palabras, se dedica a cuestionar a quienes tienen el poder y a establecer un diálogo con los marginados, defendiendo sus necesidades. Por consiguiente, al adoptar una postura crítica, se invoca una serie de estándares éticos que se reflejan en la intención de ser lo más transparente posible en cuanto a la posición, los intereses y los valores del analista, sin sentir la necesidad de disculparse (van Leeuwen, 2006). En el caso del análisis del discurso mediado, Ron Scollon (2003) subrayó que la empresa crítica de su enfoque, además de orientarse hacia el estudio de la posición ideológica contenida en los discursos dominantes, se interesa por examinar los límites tanto de su teoría como de su método.
La orientación de Wodak, al igual que las de van Dijk y Fairclough, destaca la importancia de la performatividad de los estudios. Esto se debe a que los resultados de las investigaciones pueden impulsar la realización de acciones prácticas con el objetivo de transformar la sociedad y de mejorar las condiciones de vida. Al respecto, Wodak y van Dijk expresan lo siguiente:
Creo que es muy importante aplicar nuestros resultados, pero con frecuencia esto significa que tienes casi que traducirlos a un género de discurso distinto, a un lenguaje diferente, cosa que a muchos académicos no les gusta hacer, porque significa simplificar la complejidad de los resultados, los instrumentos, la metodología, para volverla comprensible para las aplicaciones de los profesionales, sean médicos, profesores, activistas, etcétera. Para mí esto ha sido siempre muy importante, así que he sido partidaria de establecer pautas para el comportamiento de un lenguaje no discriminatorio; también he trabajado con médicos, abogados y profesores para construir mejores maneras de comunicación entre ellos y sus pacientes, clientes y estudiantes, respectivamente. (Wodak y Colorado, 2010: 584)
La actividad científica no solo involucra disciplinas, teorías, métodos y análisis, también influye en los procesos de cambio social desde la formación escolar, la construcción de movimientos sociales, entre otras acciones. Mis aportes a la producción de mejores libros de texto, así como a la formación de mejores periodistas, han intentado generar cambios sociales. (van Dijk y Londoño, 2019: 82)
Por esta razón, para que el análisis alcance una auténtica criticidad, debe ser constructivo (Bañón y Londoño, 2012), de manera tal que aporte soluciones o alternativas viables para abordar las problemáticas sociales y superarlas.
Aunque van Dijk, Fairclough y Wodak presentan la noción de crítica con énfasis y atributos distintos, convergen en destacar, con una marcada orientación normativa, el compromiso social y político que los analistas deben asumir en la lucha contra la dominación.
El anterior recorrido conlleva plantear que en la perspectiva minimalista las orientaciones en relación con la crítica se configuran a través de varios filtros, vinculándose con el compromiso social y político, con la militancia, con la denuncia, con el compromiso ético y con la performatividad de los estudios, entre otros (van Dijk, 1994b, 1997; Wodak, 2003; Rogers, 2004; Pardo, 2007, 2013; Bukhari y Xiaoyang, 2013; Hart y Cap, 2014; Olave y Londoño, 2019; Bolívar, 2020; Londoño, 2023). Estas acentuaciones permiten que el analista rechace el ejercicio abusivo del poder en el ámbito social (Fant y Londoño, 2012). En este contexto, la crítica se asocia con “un gesto inicial de compromiso y denuncia, incluso una postura militante que se manifiesta en la selección del tema y en la voluntad de incidir con el estudio en un cambio social” (Arnoux, 2021: 729). Esto implica adoptar un “gesto militante que subyace al procedimiento de desmontar los mecanismos ideológicos de sometimiento y discriminación” (Arnoux, 2006: 15). En este sentido, la crítica conduce al investigador a interesarse por “develar la desigualdad social, que cobra realidad en los discursos que promulgan, sostienen y legitiman los miembros de una sociedad al hacer uso de las expresiones sígnicas y los recursos tecnológicos disponibles” (Pardo, 2012: 43). Se trata de una actitud que el analista debe asumir, comprometiéndose a desvelar la dominación, a identificar a sus responsables concretos, a denunciar todo abuso de poder y a solidarizarse con los oprimidos (van Dijk, 1994b, 1997; Weiss y Wodak, 2003; van Dijk y Londoño, 2006; Forte, 2020; Salerno y Caneva, 2021). En resumen, la crítica en el análisis crítico del discurso busca poner al descubierto las estructuras sociales y los mecanismos de poder que se reproducen en el discurso, con el objetivo de fomentar la conciencia crítica y la transformación social.
El proyecto Centers for Research Into Text/Talk Information and Communication in Society (CRITICS), creado por van Dijk en 1994, contribuyó a la difusión de las anteriores orientaciones sobre la crítica adoptadas por los investigadores pioneros, de manera tal que facilitó el diálogo entre especialistas en análisis crítico del discurso provenientes de diferentes territorios, en concreto, entre latinoamericanos y europeos (van Dijk, 1994a). En líneas generales, el proyecto formuló un conjunto de actividades destinadas al estudio crítico del lenguaje, de la comunicación y del discurso, al análisis de la dominación y de la desigualdad social y política, y a la organización de centros para el desarrollo del enfoque crítico, como la sede argentina que fue dirigida por María Laura Pardo.
La crítica vinculada al análisis crítico del discurso no solo se basa en la teoría marxista y en la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, sino que también tiene sus cimientos en la lingüística crítica, particularmente en obras como Language and Control (Fowler et al., 1979) y Language as Ideology (Kress y Hodge, 1979), a pesar de que se argumente que constituyen campos distintos. La lingüística crítica, concebida como “una corriente de análisis del discurso” (Flax, 2019: 174) e influida por la noción de crítica de la Escuela de Frankfurt (Fowler, 1996), articuló la lingüística sistémico-funcional con la teoría de la ideología. A su vez, reaccionó contra las tendencias contemporáneas de la pragmática (teoría de los actos de habla) y la sociolingüística laboviana, estableciendo sólidas conexiones entre la estructura lingüística y la estructura social (Wodak, 2011b). Este campo, desarrollado por un grupo de lingüistas de la Universidad de East Anglia (Inglaterra), impulsó la investigación sobre la mistificación de los eventos sociales causada por los usos del lenguaje. Dichos estudios se basan en la interpretación lingüística, entendida como “el proceso de recuperación de significados sociales expresados en el discurso mediante el análisis de las estructuras lingüísticas a la luz de sus contextos sociales interactivos y más amplios” (Fowler y Kress, 1983: 262).
La lingüística crítica, por consiguiente, marcó el inicio del movimiento crítico en la lingüística y en el análisis del discurso:
Sus trabajos fueron los primeros estudios en evidenciar que incluso las estructuras gramaticales de las oraciones no son políticamente neutras y que, por ejemplo, las oraciones pasivas o las nominalizaciones pueden ser usadas para mitigar u ocultar el rol activo de nuestra gente en acciones negativas, como actos racistas, clasistas o sexistas. (van Dijk y Londoño, 2019: 40)
Es por esta razón que:
el grupo en su conjunto proponía una ampliación y relectura del campo de la lingüística que le era coetánea, y un uso deliberado de las posibilidades más sofisticadas de la misma para servir a propósitos críticos de «develamiento» de lo social, lo ideológico y lo político cuando estos fenómenos de poder y dominación son efectuados por medio del lenguaje […] La dimensión crítica (unida en algunos casos a la militancia política) era constitutiva del núcleo teórico del proyecto intelectual. (Carbó, 1995: 44)
Entre la lingüística crítica y el análisis crítico del discurso se establecen relaciones de equivalencia, continuidad y diferencia. Estas relaciones, aparte de representar posicionamientos distintos, definen diferentes formas de influencia de un campo sobre el otro en torno a lo crítico. Wodak (2003: 17) señala: “[L]os términos lingüística crítica (LC) y análisis crítico del discurso (ACD) se utilizan con frecuencia de manera intercambiable”, aunque en los últimos años se prefiere el uso de la etiqueta “estudios críticos del discurso” para referirse a la teoría antes identificada como lingüística crítica (Wodak, 2011b; van Dijk y Londoño, 2019). Otras posiciones consideran que el análisis crítico del discurso representa una continuación de la lingüística crítica, ya que ambas áreas “se apoyan sobre la base de que los discursos son ideológicos y de que el uso de los signos, es decir, la elección de una forma lingüística en lugar de otra, jamás reviste arbitrariedad” (Pardo, Marchese y Soich, 2019: 97).
En cambio, desde el punto de vista de Izabel Magalhães (2003: 19) estas relaciones “reducen, en un sentido, problemas más importantes que el ACD ha hecho explícitos en términos teóricos y prácticos”. Así, mientras que el análisis crítico del discurso examina textos y eventos en diferentes prácticas sociales, y propone una teoría y un método para describir, interpretar y explicar el lenguaje en su contexto sociohistórico, la lingüística crítica “desarrolló un método para analizar una pequeña muestra de textos” (p. 20). En esta misma línea, Alejandro Raiter (2001, 2007, 2009) establece diferencias contundentes entre ambos campos. Al respecto argumenta: “la (LC) se propuso –y se propone– hacer una crítica racional de las formas lingüísticas y no solamente de algunos usos, previamente definidos, como lo hace el ACD” (Raiter y Londoño, 2016: 303). Los autores inscriptos en la lingüística crítica, entonces, “han asumido una posición crítica independiente de la del análisis crítico del discurso” (Fonte y Londoño, 2016: 60). En consecuencia, la lingüística crítica y el análisis crítico del discurso tienen programas diferentes, específicamente en cuanto a la metodología de análisis y a la construcción del objeto de estudio, aunque en algunos casos pueden llegar a complementarse (Raiter, 2010).
¿De qué manera es designada la crítica en la lingüística crítica? Para la lingüística crítica, el significado social tiende a ser implícito, es decir, “no contenido en las declaraciones de los textos, no a menudo en los actos verbales presentados ostensiblemente por las estructuras del lenguaje” (Fowler y Kress, 1983: 262). Esto sugiere que los usos del lenguaje son inconscientes en su mayoría, por lo que los hablantes no tienen un conocimiento absoluto del valor de sus enunciados ni ocultan deliberadamente sus propósitos comunicativos. Por el contrario, “a menudo las personas no reconocen conscientemente los propósitos que codifican en el lenguaje, y […] los fines que mediatizan en sus «capacidades profesionales» pueden no coincidir con sus simpatías y creencias” (p. 262). El lenguaje, por ende, no constituye un instrumento consciente de conspiración para distorsionar la realidad (Raiter y Londoño, 2016). La crítica se entiende, entonces, como una actividad de desvelación o desnaturalización, que a través de la interpretación lingüística se dedica al estudio de los significados sociales construidos en el discurso. La crítica no se dirige en este sentido al lenguaje mismo ni a sus usuarios, sino a los procesos sociales que determinan su funcionamiento en la comunicación. En definitiva, la crítica se orienta hacia las estructuras sociales que impregnan el lenguaje con significados negativos, restrictivos y deshumanizantes.
Al mismo tiempo, el análisis crítico se presenta como un “método analítico que puede aplicarse a los textos y al discurso” (Fowler y Kress, 1983: 263), siendo práctico y susceptible de ser enseñado y aprendido. En lugar de centrarse en el virtuosismo del investigador, este método impulsa el desarrollo de una técnica de análisis distinta de las rutinas analíticas convencionales, en las cuales la crítica se obtiene de manera automática. En cada caso de estudio, el analista inicia su investigación partiendo de la hipótesis de que el texto tiene alguna significación específica en la estructura social, y emplea los procedimientos que considere apropiados para someterla a prueba. Como ejemplo, Roger Fowler y Gunther Kress plantean:
[A]unque la estructura del inglés ha sido descripta extensamente, no hay ningún procedimiento de análisis paso a paso que revele con plena garantía qué construcciones caracterizan al texto, menos aun cuáles se relacionan de manera significativa con la hipótesis que se está investigando. (ibíd.: 263)
La crítica, en este sentido, trasciende el ser simplemente una actitud vinculada al compromiso social y político, a la militancia, a la denuncia, al compromiso ético y a la performatividad de los estudios. Más bien, se presenta como “un método de trabajo que se aplica a diversos objetos de investigación” (Raiter y Londoño, 2016: 302), con el propósito de desvelar o desnaturalizar el sentido. En otras palabras, constituye “un método propio de las ciencias humanas y sociales [que] consiste –para decirlo de modo sencillo y superficial– en no aceptar por dadas y válidas las premisas, formas, hábitos del objeto de estudio, con el objeto de desarmarlas, someterlas a análisis, pruebas, contrastaciones, etcétera” (Raiter, 2009: 23). Por lo tanto, el lingüista argentino propone que todos los usos del lenguaje pueden y deben criticarse: “Desde la crítica del lenguaje podemos desnaturalizar el sentido y la significación de los intercambios lingüísticos [y] es un deber de los analistas del discurso realizar esta tarea” (p. 29).
Las orientaciones configuradas sobre la crítica dentro del análisis crítico del discurso mainstream han sido acogidas de manera más o menos directa por científicos de otros territorios, como América Latina (Londoño, 2012, 2013, 2016). Las consecuencias de las dictaduras militares y el advenimiento de las democracias en los países de esta región, entre otros factores, llevaron a que sus investigadores se interesaran en un campo que profundiza tanto en las problemáticas sociales como en la dominación o el abuso de poder. Esta recepción positiva conduce a la formulación de criterios, mediante los cuales se valoran y se posicionan los diversos enfoques latinoamericanos de análisis del discurso. En concreto, es el mayor o menor compromiso social y político asumido por el investigador, respecto del estudio de problemáticas sociales predominantes, aquello que determina si su práctica analítica es más o menos crítica. De ahí que, “si ellas/os no tienen interés por el estudio de estas problemáticas ni por la lucha contra el racismo, el clasismo, el sexismo, el militarismo o la pobreza, no deberían iniciar una investigación desde los estudios críticos del discurso; podrían, más bien, desarrollar un estudio discursivo en cualquier área” (van Dijk y Londoño, 2019: 191). En consecuencia, para un gran número de analistas del discurso de Latinoamérica, la noción de crítica se utiliza con el fin de examinar la manera en que el discurso influye en las dinámicas de discriminación, exclusión y control, así como en las resistencias que los grupos marginados oponen a esas formas de dominación (Martín Rojo, Pardo y Whittaker, 1998; Pardo, Marchese y Soich, 2019; García, 2021; Flores, 2023; Oteíza y Achugar, 2023; Perdomo, 2023). En otras palabras, estas acentuaciones de la crítica permiten a los investigadores desentrañar “los mecanismos y estrategias a partir de las cuales los modelos mentales, los modelos culturales, las representaciones sociales y las ideologías tienen la potencialidad de activarse en los discursos como marcos de referencia que dan cuenta del ejercicio del poder en una sociedad” (Pardo, 2011: 20).
En el Handbook of Spanish Language Discourse Studies más reciente, Estudios del discurso, publicado por Routledge, que cuenta con contribuciones de autores latinoamericanos y ofrece una visión abarcadora de temas en este campo, se plantea que los analistas del discurso pueden orientar su trabajo de tres maneras: 1) enfocándose en una dimensión discursiva específica, como la semiosis lingüística o no lingüística, la pragmática, la textual, la interaccional o la cognitiva; 2) explorando las interfaces entre algunas de estas dimensiones, y 3) aspirando a etapas explicativas críticas al abordar la relación dialéctica entre la acción discursiva y las estructuras sociales, es decir, considerando cuestiones sobre el poder y el papel del discurso en su reproducción (López, Carranza y van Dijk, 2023). En este contexto, los editores subrayan que para que el analista del discurso aspire a ser crítico es crucial que se centre en la relación entre discurso y poder. Esta sugerencia señala un camino mediante el cual el investigador puede descubrir el potencial para evaluar o, en un sentido técnico, criticar los aspectos de la realidad y los datos discursivos que está estudiando.
Además de lo mencionado, algunos investigadores latinoamericanos adoptan la distinción establecida en la corriente anglófona entre enfoques críticos y acríticos dentro del análisis del discurso (Pardo, 2011; Bolívar, 2015a, 2015b; Sayago, 2019). En Discourse and Social Change, Fairclough (1992) planteó la existencia de enfoques de análisis del discurso tanto críticos como no críticos. A grandes rasgos, los primeros se interesan por el estudio de cómo las ideologías y las relaciones de poder contribuyen a moldear el discurso, mientras que los segundos se ocupan de la descripción de las estructuras de los textos. Según el lingüista británico, los enfoques críticos incluyen la lingüística crítica (Roger Fowler, Bob Hodge, Gunther Kress, Tony Trew) y el análisis del discurso francés (Michel Pêcheux), en contraste con los enfoques no críticos, que abarcan el análisis del discurso en el aula de clase (John Sinclair, Malcolm Coulthard),5 el análisis de la conversación (Harvey Sacks, Emanuel Schegloff, Gail Jefferson), el discurso terapéutico (William Labov, David Fanshel) y la psicología discursiva (Jonathan Potter, Margaret Wetherell). Siguiendo esta línea, Neyla Graciela Pardo Abril (2011: 25) afirma:
En los ECD [estudios críticos del discurso] se identifican cinco enfoques: el sociocognitivo [van Dijk, Martín Rojo], el político [Chilton], el sociológico [Fairclough], el histórico [Wodak] y el semiótico [Kress, van Leeuwen]. Además, se reconocen por lo menos dos enfoques de tradición no crítica, que han contribuido al desarrollo de los estudios discursivos: el sociocomunicativo [Charaudeau] y el psicosocial, y, finalmente, se ubican los estudios del discurso centrados en la perspectiva de Foucault [Jäger], los cuales han fortalecido los estudios del discurso en sus distintas perspectivas.
Los enfoques latinoamericanos de análisis del discurso también han sido clasificados en dos categorías: aquellos asociados a las tradiciones críticas, representados por Berardi, Bolívar, Carbó, Fonte, Garcia, Magalhães, Montecino, Pardo, Resende y Williamson; y aquellos no críticos, representados por Arnoux, Ciapuscio, Emilsson, Granato, Harvey, Koch, Montes, Parodi y Zaslavsky (Pardo, 2011). No obstante, es fundamental destacar que a pesar de esta división algunos investigadores, como Elvira Narvaja de Arnoux (2006, 2019, 2020, 2021), proponen enfoques de análisis del discurso críticos. La misma situación se da en el caso de los analistas del discurso colombianos, cuyos trabajos suelen ser clasificados de manera análoga. Por ejemplo, Pardo (2011) distingue entre los investigadores críticos que estudian temas como el racismo (Soler, Texcultura), la pobreza y los derechos humanos (Pardo), los medios y la cultura (Azqueta, Martínez, Muñoz), la educación (Londoño, Martínez, Santos) y la democracia (Benavides, Cortés, Morales, Retis), y aquellos no críticos que se centran en la educación (Abouchaar, Cisneros, Jaimes, Ramírez, Rodríguez), los medios y la cultura (Acosta, Serrano) y la identidad (Castañeda, Escamilla, Zuluaga).