Ensayos breves - Sigmund Freud - E-Book

Ensayos breves E-Book

Sigmund Freud

0,0
0,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Esta edición contiene: Lo sientro y El yo y el ello

En Lo Siniestro Freud presenta lo siniestro como una vivencia discordante donde lo extraño se presenta como conocido y lo conocido se torna extraño.
Habla de esa sensación que al ser conocida y familiar regresa a la persona con un sentimiento de extrañeza y terror que genera angustia.
Freud plantea lo siguiente ¿Cómo es posible que lo familiar devenga siniestro, terrorífico y en qué condiciones ocurre?

Uno de los puntos de mayor relevancia en El yo y el ello de Freud es la teoría de las estructuras yoicas, y esta publicación se explican detalladamente sus bases o fundamentos.

Se analizan profundamente la diferencia y los principios por los que se rigen el «Ello», el «Yo» y el «Superyó», así como su papel en la psique humana.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Sigmund Freud

ENSAYOS BREVES

Traducido por Carola Tognetti

ISBN 978-88-3295-992-5

Greenbooks editore

Edición digital

Noviembre 2020

www.greenbooks-editore.com

ISBN: 978-88-3295-992-5
Este libro se ha creado con StreetLib Writehttp://write.streetlib.com

Indice

EL YO Y EL ELLO

LO SINIESTRO

EL YO Y EL ELLO

Las consideraciones que van a continuación prosiguen desarrollando las ideas iniciadas por mí en mi trabajo titulado “Más allá del principio del placer” (1920), ideas que, como ya lo indiqué entonces, me inspiran una benévola curiosidad. El presente estudio las recoge, las enlaza con diversos hechos de la observación analítica e intenta deducir de esta unión nuevas conclusiones, pero no toma ya nada de la biología, y se halla, por tanto, más cerca del psicoanálisis que del

«más allá». Constituye más bien una síntesis que una especulación y parece tender hacia un elevado fin. Sé perfectamente que hace alto en seguida, apenas emprendido el camino hacia dicho fin, y estoy conforme con esta limitación.

Con todo ello entra en cuestiones que hasta ahora no han sido objeto de la elaboración psicoanalítica y no puede evitar rozar algunas teorías establecidas por investigadores no analíticos o que han dejado de serlo. Siempre he estado dispuesto a reconocer lo que debo a otros investigadores, pero en este caso no me encuentro obligado por ninguna tal deuda de gratitud. Si el psicoanálisis no ha estudiado hasta ahora determinados objetos, ello no ha sido por inadvertencia ni porque los considerara faltos de importancia, sino porque sigue un camino determinado, que aún no le había conducido hasta ellos. Pero, además, cuando llega a ellos se le muestran en forma distinta que a las demás.

I. Lo consciente y lo inconsciente

Nada nuevo habremos de decir en este capítulo de introducción; tampoco evitaremos repetir lo ya expuesto en otros lugares.

La diferenciación de lo psíquico en consciente e inconsciente es la premisa fundamental del psicoanálisis. Le permite, en efecto, llegar a la inteligencia de los procesos patológicos de la vida anímica, tan frecuentes como importantes, y subordinados a la investigación científica. O dicho de otro modo: el psicoanálisis no ve en la conciencia la esencia de lo psíquico, sino tan sólo una cualidad de lo psíquico, que puede sumarse a otras o faltar en absoluto.

Si supiera que el presente estudio iba a ser leído por todos aquellos a quienes interesan las cuestiones psicológicas, no me extrañaría ver cómo una parte de mis lectores se detenía al llegar aquí y se negaba a seguir leyendo. En efecto, para la mayoría de las personas de cultura filosófica, la idea de un psiquismo no consciente resulta inconcebible y la rechazan, tachándola de absurda e ilógica. Procede esto, a mi juicio, de que tales personas no han estudiado nunca aquellos fenómenos de la hipnosis y del sueño que, aparte de

* Título original “Das Ich und das Es”. Traducción de López Ballesteros.

“El Yo y el Ello”

otros muchos de naturaleza patológica, nos impone tal concepción. En cambio, la psicología de nuestros contradictores es absolutamente incapaz de solucionar los problemas que tales fenómenos nos plantean.

Ser consciente es, en primer lugar, un término puramente descriptivo que se basa en la percepción más inmediata y segura. La experiencia nos muestra luego que un elemento psíquico (por ejemplo, una percepción) no es, por lo general, duraderamente consciente. Por el contrario, la conciencia es un estado eminentemente transitorio. Una representación consciente en un momento dado no lo es ya en el inmediatamente ulterior, aunque pueda volver a serlo bajo condiciones fácilmente dadas. Pero en el intervalo hubo de ser algo que ignoramos. Podemos decir que era latente, significando con ello que era en todo momento de tal intervalo capaz de conciencia. Mas también cuando decimos que era inconsciente damos una descripción correcta. Los términos

«inconsciente» y «latente», «capaz de conciencia», son, en este caso, coincidentes. Los filósofos nos objetarían que el término «inconsciente» carece aquí de aplicación, pues mientras que la representación permanece latente no es nada psíquico. Si comenzásemos ya aquí a oponer nuestros argumentos a esta objeción, entraríamos en una discusión meramente verbal e infructuosa por completo.

Mas, por nuestra parte, hemos llegado al concepto de lo inconsciente por un camino muy distinto; esto es, por la elaboración de cierta experiencia en la que interviene la dinámica psíquica. Nos hemos visto obligados a aceptar que existen procesos o representaciones anímicas de gran energía que, sin llegar a ser conscientes, pueden provocar en la vida anímica las más diversas consecuencias, algunas de las cuales llegan a hacerse conscientes como nuevas representaciones. No creemos necesario repetir aquí detalladamente lo que ya tantas veces hemos expuesto. Bastaría recordar que en este punto comienza la teoría psicoanalítica, afirmando que tales representaciones no pueden llegar a ser conscientes por oponerse a ello cierta energía, sin la cual adquirirían completa conciencia, y se vería entonces cuán poco se diferenciaban de otros elementos reconocidos como psíquicos. Esta teoría queda irrebatiblemente demostrada por la técnica psicoanalítica, con cuyo auxilio resulta posible suprimir tal energía y hacer conscientes dichas representaciones. El estado en el que estas representaciones se hallaban antes de hacerse conscientes es el que conocemos con el nombre de represión, y afirmamos advertir durante la labor psicoanalítica la energía que ha llevado a cabo la represión y la ha mantenido luego.

Así pues, nuestro concepto de lo inconsciente tiene como punto de partida la teoría de la represión. Lo reprimido es para nosotros el prototipo de lo inconsciente. Pero vemos que se nos presentan dos clases de inconsciente: lo inconsciente latente, capaz de conciencia, y lo reprimido, incapaz de conciencia. Nuestro mayor conocimiento de la dinámica psíquica ha de influir tanto en nuestra nomenclatura como en nuestra exposición. A lo latente, que sólo es inconsciente en un sentido descriptivo y no en un sentido dinámico, lo denominamos preconsciente, y reservamos el nombre de inconsciente para lo

“El Yo y el Ello”

reprimido, dinámicamente inconsciente. Tenemos, pues, tres términos: consciente (Cc.), preconsciente (Prec.) e inconsciente (Inc.), cuyo sentido no es ya puramente descriptivo. Suponemos que lo Prec. se halla más cerca de lo Inc. que de lo Cc. y como hemos calificado de psíquico a lo Inc., podemos extender sin inconveniente alguno este calificativo a lo Prec. latente. Se nos preguntará por qué no preferimos permanecer de acuerdo con los filósofos y separar tanto lo Prec. como lo Inc. de lo psíquico consciente. Los filósofos nos propondrían después describir lo Prec. y lo Inc. como dos formas o fases de lo psicoide, y de este modo quedaría reestablecida la unidad. Pero si tal hiciéramos surgirían infinitas dificultades para la descripción, y el único hecho importante, o sea, el de que lo psicoide coincide en casi todo lo demás con lo reconocido como psíquico, quedaría relegado a un último término, en provecho de un prejuicio surgido cuando aún se desconocía lo psicoide.

Podemos, pues, comenzar a manejar nuestros tres términos -Cc., Prec. e Inc.-, aunque sin olvidar nunca que en sentido descriptivo hay dos clases de inconsciente y sólo una en sentido dinámico. Para algunos de nuestros fines descriptivos podemos prescindir de esta diferenciación. En cambio, para otros resulta indispensable. Por nuestra parte nos hemos acostumbrado ya a este doble sentido y no nos ha suscitado nunca grandes dificultades. De todos modos resulta imposible prescindir de él, pues la diferenciación de lo consciente y lo inconsciente es, en último término, una cuestión de percepción que puede resolverse con un sí o un no, y el acto de la percepción no da por sí mismo explicación alguna de por qué razón es percibido o no percibido algo. Nada puede oponerse al hecho de que lo dinámico sólo encuentre en el fenómeno una expresión equívoca1628.

1628 Véase el estudio “Observaciones sobre el inconsciente”. Habremos de examinar aquí una nueva modalidad de la crítica del inconsciente. Algunos investigadores, que no rehúsan aceptar los descubrimientos psicoanalíticos, pero que se niegan a reconocer la existencia de lo inconsciente, alegan el hecho de que también lo consciente (considerado como fenómeno) presenta múltiples grados de intensidad o precisión. Existen procesos clara e intensamente conscientes, y otros que no lo son, siendo de un modo casi imperceptible. A los más débiles entre éstos últimos, sería a los que el psicoanálisis denominaría inconscientes, calificativo inadecuado, pues tales procesos son también conscientes. Se hayan en la ciencia y pueden ser hechos intensa y completamente conscientes, dedicándoles una suficiente atención. Aunque en la decisión de éstas cuestiones, dependientes de una pura convención o de factores personalísimos, no puede influir ninguna clase de argumentos, alegaremos que la referencia a una escala de la precisión de la conciencia carece de todo valor probatorio. Es como si, fundándonos en la escala de intensidad de la luz (desde la más deslumbradora a la más tenue), afirmásemos que la oscuridad no existía o concluyésemos, de la amplia escala de vitalidad de los seres animados, la inexistencia de la muerte. Estos principios pueden encerrar, desde cierto punto de vista, un alto sentido, pero son inaceptables en la práctica, como se demuestra cuando se quieren deducir de ellos determinadas consecuencias, tales como las de que no es necesaria la luz artificial, o la de que todos los organismos son inmortales.

Además, incluyendo lo imperceptible entre lo consciente, no conseguimos sino destruir la única seguridad inmediata dada en lo psíquico. Una conciencia de la que nada sabemos es, a mi ver, algo más absurdo que la existencia de un psiquismo inconsciente.

“El Yo y el Ello”

Por último, tal equiparación de lo imperceptible con lo inconsciente ha debido de ser intentada sin atender a las circunstancias dinámicas, las cuales determinaron, en cambio, la teoría psicoanalítica, pues observamos que en tal tentativa no se han tenido en cuenta dos hechos importantes. En primer lugar, que es dificilísimo y exige intensos esfuerzos dedicar atención suficiente a tales elementos imperceptibles, y en segundo, que cuando así lo conseguimos, lo anteriormente imperceptible no es reconocido por la conciencia, sino rechazado por ella. 1630 Cf. , 1920. 1631 Cf. , 1915. 1632 G. Groddeck: . 1633 Groddeck sigue el ejemplo de Nietzsche, el cual usa frecuentemente este término como expresión de lo que en nuestro ser hay de impersonal. 1634 Nota de 1927 (Aparecida en la traducción ingles). El Yo se deriva en último término de las sensaciones corporales, principalmente de aquellas producidas en la superficie del cuerpo, por lo que puede considerarse al Yo como una proyección mental de dicha superficie y que por lo demás, como ya lo hemos visto, corresponde a la superficie del aparato mental. 1635 Me contaron recientemente un ejemplo así discutido como una objeción contra mi descripción de la “labor onírica”. 1636 Cf. 1637 Únicamente habremos de rectificar la afirmación de que el examen de la realidad era una función del SuperYo. Las relaciones del Yo con el mundo de la percepción parecen más bien indicar que dicho examen es ejercido por el Yo. También ciertas manifestaciones indeterminadas, que en otros lugares hemos consignado, sobre la existencia de un nódulo del Yo, deben ser concretadas ahora en el sentido de que dicho nódulo es únicamente del sistema preconsciente (Strachei recuerda que en (1920) Freud pensaba que el núcleo del Yo es su porción inconsciente. Posteriormente en , (1927), ubica a dicho núcleo en el SuperYo) 1640 Una vez establecida la diferenciación del Yo y el Ello, hemos de reconocer a este último como el gran deposito de la libido señalado en mi trabajo sobre el narcisismo. La líbido que fluye al Yo por medio de las identificaciones descritas representa su narcisismo secundario. 1641 Quizá fuera más prudente decir “con los padres”, pues el padre y la madre no son objeto de una valoración distinta antes del descubrimiento de la diferencia de los sexos, o sea, de la falta de pene en el femenino. Una joven casada a la que tuve hace poco en tratamiento me comunicó que al descubrir tal referencia, no extendió la carencia de dicho órgano a todas las mujeres, sino tan sólo a aquellas “que nada valían”, y aún creía que su madre poseía uno entonces. (Véase una nota en el ensayo “La organización genital infantil”). Para simplificar nuestra exposición trataremos exclusivamente aquí de la identificación con el padre. 1642 Cf. * Strachei señala acertadamente que la idea de la bisexualidad aparece ya en los primeros escritos de Freud en la que Wilhelm Fliess fue probablemente el promotor. 1643 Prescindimos aquí por el momento del arte y de la ciencia. 1644 Cf. y . 1645 Según nuestra teoría, los instintos de destrucción orientados hacia el exterior han sido desviados de la propia persona del sujeto por mediación del Eros. 1646 Podemos decir que también el Yo psicoanalítico o metapsicológico se halla colocado cabeza abajo, como el Yo anatómico (el “homúnculo cerebral”). 1647 La lucha contra el obstáculo que supone el sentimiento inconsciente de culpabilidad es harto espinosa para el analítico. Directamente, no puede hacerse nada contra ella, e indirectamente, sólo descubrir paulatinamente sus fundamentos reprimidos inconscientes, con lo cual va transformándose poco a poco en sentimiento consciente de culpa. La labor del analítico queda considerable facilitada cuando el sentimiento inconsciente de culpabilidad es “de préstamo”, resultado de una identificación del sujeto con otra persona que fue, en su día, objeto de una carga erótica. Esta génesis del sentimiento de culpabilidad es con frecuencia el único resto, difícilmente perceptible, de la relación erótica abandonada. (Sucede aquí algo análogo a lo que descubrimos en el proceso de la melancolía). Si conseguimos revelar esta previa carga de objeto detrás del sentimiento inconsciente de la culpabilidad, conseguiremos muchas veces un completo éxito terapéutico, que en el caso contrario resulta harto improbable, y depende, ante todo, de la intensidad del sentimiento de culpabilidad y quizá también de que la personalidad del analítico permita que el enfermo haga de él su Ideal del Yo, circunstancia que trae consigo, para el primero, la tentación de arrogarse, con respecto al sujeto, el papel de profeta, salvador o redentor. Pero como las reglas del análisis prohíben tal aprovechamiento de la personalidad médica, hemos de confesar honradamente que tropezamos aquí con otra limitación de los efectos del análisis, el cual no ha de hacer imposibles las reacciones patológicas, sino que da de dar al Yo del enfermo la libertad para decidirse en esta forma o en otra cualquiera.