Era divina: Ellos existen - Jules Nagi - E-Book

Era divina: Ellos existen E-Book

Jules Nagi

0,0
10,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

¿Puedes recordar todo como fue o será? Ver todo desde el propio punto de vista es diferente a lo que vio el otro. ¿Nyu ve las cosas igual al resto del mundo? Su mundo se ve desde dos ojos extraños; según los que ven a los "reales". Mientras ellos miran y escuchan, otros lo harán de una forma tan diferente que no van a entender lo que quieren decir. Solo se puede entender desde la vista general de todos. Aquí se mostrará quién vive y quién muere en una mentira que se auto genera.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 431

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Magdalena Gomez.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Rejala Sanchez, Miguel Angel

Era divina : ellos existen / Miguel Angel Rejala Sanchez. - 1a ed . - Córdoba : Tinta Libre, 2020.

334 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-635-5

1. Narrativa Argentina. 2. Literatura Juvenil. 3. Novelas de Aventuras. I. Título.

CDD A863.9283

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución

por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2020. Rejala Sanchez, Miguel Angel

© 2020. Tinta Libre Ediciones

Capítulo 1

Siempre destino

Antes de dormir me pongo a recordar, como siempre. Por años he tenido recuerdos que nunca pasaron y que creo que son inventos míos para no recordar cosas que realmente pasaron. Me pregunto qué sería realmente bueno para ayudarme a dormir mientras veo la pared. Son las 4 a. m. y mis ojos al fin comienzan a ceder. Duermo ¿unos segundos? ¿Minutos? Lo siento como un pestañeo, cuando escucho la puerta cerrarse, creo que es una alucinación por la falta de sueño, igual voy a revisar, tal vez es un ladrón y me pone a dormir de verdad (bromeo, solo espero que no, total, no hay nada de valor aquí). Voy a la entrada y está todo vacío salvo mi sillón. Tengo un sentimiento de alegría y tristeza a la vez que trato de sacármelos bostezando y cerrando los ojos. Cuando los abro otra vez veo a una chica ahí sentada como una niña despreocupada, sin expresión alguna, creo que estuvimos 5 minutos así o 5 segundos, mi noción del tiempo no funciona en mi estado. Se para y se acerca a mí, ¿estaré soñando?

—Te recuerdo desde siempre, mi Nyu.

Siento un aire de cercanía que viene a mi cabeza. Se ve de mi edad, pero algo me dice que es un poco mayor. Se puso a hablar y yo, entre el sueño, el cansancio y la sorpresa, no entendí mucho, solo que me estaba buscando y quería hablar conmigo. Este sueño me confunde demasiado, tal vez si voy a la cama esto termine. Voy a la cama y caigo como una bolsa de cemento de un albañil distraído. Estiro mis brazos cuando siento que alguien se apoya en mi hombro, es la misma chica que vi en el sillón. Ella habla, tan directo como siempre, con una tierna voz y una sonrisa juguetona mientras me abraza. «Este es un sueño de esos», me digo en mi cabeza mientras sonrío pícaramente. Ella susurra cosas con su aguda voz, no le presto atención a lo que dice porque estoy perdido en las vibraciones que hace en mis orejas. Siento la enorme necesidad de sujetar su mano y parece que ella lee mi mente y lo hace a la par mío. Ella esconde su cabeza en mi axila. Es pelirroja, maldita sean las pelirrojas, son mi maldito fetiche. Tengo tal sensación de placer y tranquilidad, no puedo evitar cerrar los ojos y sonreír hacia el techo. Me quedo dormido.

Una marea de recuerdos golpea mi cabeza, de distintas épocas y lugares, lugares que ya no existen, que fueron olvidados o borrados. Dos nombres son recurrentes, Nyu y Sofía, al aparecer yo soy Nyu y la mujer que apareció en mi sueño... no, esto es una especie de sueño, la aparición de esa mujer en mi casa fue real y ella se llama Sofía, mi bella Sofía.

Despierto algo aturdido por tanto sueño. Sofía está sentada al lado de mi cama y al notar que desperté sale de la habitación. Regresa a los 5 minutos con una aspirina y un vaso de agua, se lo agradezco y me lo tomo. Mientras dejo el vaso en la mesada, escucho a mi tía gritar algo de que después tendremos que conversar (supongo que es porque hay una sensual chica en la casa que salió de la nada; no le doy mucha importancia, mi tía me hará una especie de reclamo y halago a la vez). Me levanto de la cama, veo en un primer plano a Sofía y me digo «tiene 18 años». En mi sueño la vi tantas veces, de tantas maneras, y podría decir cuántos pelos tiene en las cejas. Ella me sonríe, toma mi mano y me dice:

—Entonces... ¿has recordado todo?

Capítulo 2

Primera vista

Vamos a la mesa, no puedo evitar pensar en qué tipo de situación incómoda nos hará pasar mi tía, ella nunca ha sido invasiva en mi vida, con que no ande en nada ilegal y trabaje es feliz. Sofía me mira con cara de intriga y se ríe, me dice que le encantan estos momentos (claro, cuántas veces vivimos esta situación, no logro recordar alguna puntual ya que aún sigo sin poder asumir todo en mi cabeza, más de uno ya hubiera caído en la locura). Nos sentamos, mi tía sirve unos platos de lasaña mientras sonríe sin decir palabra. Cuando comenzamos a comer y nos entregamos a degustar tal manjar (las pastas siempre han sido su fuerte), me dice:

—Bien, Daniel, ¿cómo entró ella anoche y cuánto tiempo me la has estado ocultando? No se conocen hace poco, una mujer no cuida así a un hombre que conoce hace unas pocas semanas.

Siempre tan directa y observadora mi tía, me recuerda cuando de chico entraba en pánico si alguien fumaba cerca de mí y luego en casa había un interrogatorio.

—Pues... verás... —No tengo la mínima idea de cómo explicar la situación sin que me tome por drogadicto.

—Salimos hace 7 meses, señora —me interrumpe Sofía antes de que yo lo arruine—. Nos conocimos en el supermercado de la esquina.

Mi tía cambia un poco la cara y responde:

—Ya veo, también veo quién tiene los pantalones en su relación —dice mientras me mira de reojo.

—¡Tía! —digo con el ceño fruncido, aunque mi cara cambia rápidamente a una de tranquilidad, ya que nos sacamos un clavo de encima. Ella me responde:

—Bien, aún no me responden cómo y por qué ella entró a casa anoche.

A ver su reacción entendible, solo digo:

—Ella tuvo un problema en casa y por la hora solo podía venir aquí. —No sé de dónde sale eso, Sofía hace un gesto de aprobación y asombro por mi rápida respuesta. Mi tía replica:

—¡Oh, jovencita! ¿Qué problema has tenido en tu casa para que una niña salga a esas horas de la noche a buscar refugio?

Se preocupa genuinamente, ella no oculta sus sentimientos.

—Nada de qué preocuparse, señora, es que se suponía que debía llegar a casa a las 23:00 y llegué a las 3:00, además de que perdí las llaves de casa. No quería despertar a mis padres y comerme un sermón a esas horas y despertar a los vecinos. —Sofía inventa mientras habla.

Mi tía responde:

—Oh, menos mal, ¿ya llamaste a tu padre? Deben estar preocupados y enojados.

Sofía replica:

—Aún no... tengo miedo a su reacción, la última vez... prefiero no contarlo. —Su nivel de mentira y manipulación emocional es más que admirable.

Hay una pausa en la conversación para comer antes de que se enfríe. Ella come media lasaña, ningún ser vivo podría hacer tal ofensa a semejante delicia (yo podría comerme toda la lasaña y aún esperar la segunda tanda). Supongo que eso explica su delgadez, no se ve nada muscular en su cuerpo, pero no se ve anoréxica, debe pesar entre 45 y 55 kilos. No tengo idea por qué pienso en esto, no tiene ninguna relevancia. En fin, la conversación con mi tía continúa. De un momento a otro, algo en ella cambia.

—Está bien, puedes quedarte, pero deberás colaborar con las tareas domésticas y pagar una parte de los gastos del hogar. —Esta vieja no es buena ni tonta, es muy buena negociadora—. Y deberás llamar a tu familia para informar la situación, no quiero que la policía rompa mi puerta.

Sofía dice:

—¡Gracias, señora!

Mi tía responde:

—Dime tía, jovencita, supongo que ahora seremos algo similar a una familia. —Va a exprimir esta cercanía a tal punto que Sofía se va a arrepentir de pedir asilo.

Terminamos de comer, limpiamos los platos y nos vamos a mi habitación. Nos acostamos en mi cama mirando al techo en silencio, un silencio nada incómodo sino más bien de que no hay nada que decir. Supongo que ella no quiere presionarme y dejar que me adapte a mis nuevos recuerdos. Pierdo la noción del tiempo, siento que entro en sincronía con Sofía de alguna forma que no puedo describir, como que comienzo a sentirme más completo y perceptivo cuando mi tía golpea la puerta. Salgo a ver qué quiere.

—Dime, tía, ¿qué pasa?

—Daniel, voy a salir con unas amigas al casino. Cuiden la casa —lo dice mientras me guiña un ojo.

Respondo con felicidad:

—Está bien, tía, ve tranquila. —Realmente no tenía muchas ganas de hablar, solo quería estar con Sofía.

Una vez solos, Sofía pregunta si podemos salir, yo le digo que claro, que sería un placer salir con ella y agrego:

—Entonces tenemos que prepararnos.

Cambiando su visión hacia mí, me dice:

—¿Prepararnos? Si estamos bien así, pero para cambiarme necesito espacio sola. —Mete su mano en el bolsillo, me muestra unos collares y se saca el anillo con una cruz.

—Dame tu mano —dice mientras pone el anillo en uno de mis dedos—. Ahora date vuelta —dice y me coloca un collar violeta. Me da un collar azul—. ¿Puedes ponerlo? Me gustaría que me lo pongas tú.

Al ver su cara noto que se puso roja al hacer la pregunta.

—Claro —digo mientras ella se da vuelta y se recoge el pelo. Toco su suave piel mientras prendo el collar en su cuello.

Capítulo 3

Mentira

Después de salir de la habitación directamente al auto en el que nos llevaban otros familiares, me preguntaron si nos dejaban en la plaza. Respondimos de nuevo con una sincronización insana como si tuviéramos una mente parecida. Quizá es solo cosa mía, pero al ponerme el anillo y el collar empecé a sentir algo más desde ese momento, como un deseo más fuerte de no alejarme nunca de ella.

Mientras pensaba esto nos empezaron a preguntar cosas. No me di cuenta hasta que Sofía me preguntó directamente:

—¿No es así? —Le habían preguntado, por lo que escuché, desde cuándo nos conocíamos. Ella dijo una fecha bien puesta, fue justo un día que yo había salido de fiesta.

—Pues sí, la conocí ese día, bailando.

Me devolvieron una pregunta más, que simplemente era:

—¿Y a qué hora se metió en la casa? —Esa pregunta ninguno la respondió y pasamos del tema un rato hasta que llegamos a la plaza y ahí la pregunta volvió.

En la plaza, cuando nos metimos en el centro, me dijo algo que siempre recordaré:

—¿Sabes? El día está como la primera vez que nos vimos.

Solo le respondí:

—¿Tú recuerdas ese día? Fue un lindo día, en un lindo campo, usábamos solo animales como ropa, típicos de épocas pocas conocidas, ja, ja —le respondí.

Nos la pasamos hablando en el centro hasta que fuimos a buscar un helado para cada uno y ahí apareció un amigo de hace años que no veía. Se sorprendió de verme con alguien y lo primero que me preguntó en vez de cómo me había ido en este tiempo fue:

—¿Ya se casaron?

Solo le dije que sí. Mi chica especial sonrió mientras se sacaba el cabello de arriba del ojo.

Capítulo 4: Es amor si no nos dejamos ir

Después de un rato llegaron más amigos.

Camila, Ivana y Carlos me preguntaron quién era la tan linda pelirroja con estilo a la moda. Esta vez ella respondió directamente con una respuesta simple:

—Soy la novia.

En ese momento, Carlos me llevó un poco lejos y hablando en voz baja me preguntó algo directamente que ya no recordaba de un día para otro, no me pareció raro pero la pregunta fue:

—Hace tres días estabas tan triste que no querías salir de casa y ahora te veo tan feliz con esa chica, pero ¿quién es y dónde la conociste, que nunca la vi en la ciudad?

—La conozco hace mucho y volvió a mí.

—Me sorprende eso, pareces otra persona, pero es bueno verte bien.

Después de eso volvimos con las chicas y todo siguió normal hasta que le hablaron a solas a mi Sofía.

No escuché directamente qué le decían, pero lo pude escuchar en mi cabeza como si pudiéramos escuchar lo que uno necesita del otro. Sentí calma porque igual escuchéen mi cabeza su voz como si estuvieran cerca.

—Necesitas saber algo de él —le estaban intentando decir algo pero ella solo dijo:

—Yo sé todo de él.

Es un poco incómodo escuchar lo que escucha el otro pero apenas regresaron dijeron que tenían que hacer algo y nos dejaron solos.

Cuando se fueron, ella se puso a mi lado, me abrazó, me dijo algo al oído y me agarró una mano:

—No debes juntarte con esa gente, yo soy la única que te necesita. —Dijo eso y me besó.

Al pensar esto me respondió por medios mentales otra respuesta más para nuestros recuerdos. Antes de soltar una lágrima, pregunté si pasaba algo y mi chica dijo:

—Era extraño tener que esperar por esto y me alegra que suceda de nuevo.

En ese momento volvimos a casa de la mano, como en mis recuerdos, que lo hacíamos desde siempre.

Capítulo 5

Paz y comida

Después no pasó nada especial. Volvimos a casa, a las 7 de la tarde. Pasamos solo 3 horas en la plaza, aunque nos volvimos por el frío que tenía ella, porque iba vestida así en invierno. No dijimos nada hasta que llegamos a casa, no teníamos qué decirnos ya que teníamos recuerdos de eso y solo con nuestras manos nos podíamos dar cariño. Lo único que me dijo, pegada a mi oído y con su hermosa voz, mientras llegábamos a la puerta fue:

—Yo cocinaré esta vez, hay que avisar a tu familia, pero lo haremos como la primera vez.

Le respondí sin pensar, ya que en ese momento recordé la primera vez que cocinamos juntos, en el siglo XIV. Aún me acuerdo de la ropa que usábamos. Ojalá se pudiera tener una foto de esa época.

Solo le respondí que debíamos tomar las cosas, y ella me dijo:

—Nos olvidamos de comprar cosas especiales, querido —mientras tiraba una risa muy tierna.

Al entrar tomamos las cosas y empezamos cocinar. Mi tía, la única que vivía realmente ahí, tenía una cara de sorpresa al ver que estábamos cocinando apenas llegados, ya que comíamos normalmente una hora más tarde. Cuando nos fue a preguntar qué íbamos a cocinar, Sofía mencionó:

—Será lo mejor que probó en años, tía.

Al escuchar esto, mi tía la miró a los ojos y me dijo directamente a mí:

—Es muy buena tu pareja, si quiere se puede quedar más tiempo en casa.

Como yo estaba ocupado cortando las cosas, solo dije:

—Eso es muy bueno.

Para cocinar hay que tener la mente en la cocina, cortar rápido sin perder la vista y escuchar el sonido de cada cosa para saber qué está haciendo el otro.

Cuando terminamos de cocinar, preparamos la mesa para comer entre todos.

Antes de comer, rezamos. Mi tía le pidió a Sofía que lo hiciera, pero ella olvidó en qué idioma debía hacerlo y lo hizo en latín. Mi tía no le dio importancia al asunto y después de comer nos fuimos a dormir.

Le pusieron a Sofía algo para que se acomodara un poco lejos de mí, porque no querían que una chica de 18 años tuviera hijos tan temprano. La preocupación era acertada, aún tenemos una vida por delante antes de lo último. Antes de dormir, nos escribimos un poema para el otro en una hoja. El mío se lo entregué primero y respondió que le encantaba ciertamente y luego en la misma hoja escribió uno para mí. El mío lo recuerdo de entre 1890 y 1920. El de ella no me acordaba de cuándo era, así que le pregunté directamente y con una sonrisa dijo:

—Tu sonrisa es tal como esta dama la vio por primera vez.

Yo le respondí con una pregunta, con voz baja, la normal entre nosotros:

—¿La señorita se acordará de tales sucesos?

De inmediato, Sofía respondió:

—Semper autem plus difficile recall.

Con una sonrisa, dije:

—Quod non ut risus.

Sofía quedó en silencio unos segundos, y acercándose a mi oído sus palabras fueron:

—ll n’y a pas de limite te mon bonheur avec toi.

Después de darle un beso, salió una sonrisa de su cara y antes de dormir nos dijimos al mismo tiempo:

—πάντα μαζί την αγάπη μου.

Capítulo 6

Baila conmigo

Nos levantamos a las 8 de la mañana. Normalmente yo dormía hasta más tarde pero apenas se hizo la hora nos despertamos en el mismo instante casi, para decirnos tiernamente:

—Hola, corazón, buenos días.

Ella respondió:

—Igualmente, corazón. ¿Hoy no tienes clases?

—Sí, aunque podríamos quedarnos hoy a pasar el día juntos.

Su réplica fue:

—Necesitas ir, aunque hoy es un día sin uso porque van a hacer solo una fiesta por la primavera.

Pensando un momento cómo arreglar eso, respondió:

—En todo caso, te llevo. ¿Lo harías?

—Claro, aun así, estaremos juntos el día de hoy.

Se levantó de la cama en ese momento para comenzar a cambiarse de ropa frente a mí. Eso me dio curiosidad y con una sonrisa le dije, en broma:

—Y pensar que ayer no te gustaba que esté en la habitación para eso.

Se rio mientras se ponía ropa para ir a tomar algo en aquella mañana, al tiempo que decía:

—Al inicio me da algo que veas mi cuerpo, pero apenas pasa el tiempo me acuerdo de que lo viste tanto que en tu memoria seguro sabes todas mis marcas. Y que estoy en la misma cada vez que estás triste.

Cuando dijo lo último, se acercó a mi cama y se acostó al lado mío sin la camisa. Miramos juntos el techo por 10 segundos y nos miramos a los ojos hasta reír antes de ir a la cocina a preparar nuestro té de las mañanas. Llegó mi tía, se había despertado al darse cuenta de que alguien estaba despierto tan temprano.

Cuando se levantó, empezó a prepararse algo para tomar y nos dijo a los dos:

—Desde que terminaste la primaria que no te levantabas tan temprano. —Sofía la miró antes de decir:

—Y verás más cosas aparecer de nuevo en él, como si fuera alguien más que acabas de conocer.

Mientras Sofía me pasaba el azúcar y yo se la devolvía con la misma mano sin mirar dónde estaban nuestras manos, en sincronía, mi tía, al ver esto, solo dijo:

—Me recuerdan mucho a las parejas de mi época, cuando era niña, son como algo fuera de lo común en lo tierno que pueden ser.

Sofía se puso un poco roja por el halago. A mí, en ese momento, se me ocurrió algo de la nada. Con una pequeña sonrisa le pregunté directamente a mi tía:

—¿Nos darías la bendición?

Mi tía cambio un poco la cara y nos preguntó seriamente lo siguiente.

—Si se van a casar, la tienen, aunque deben esperar a un año que sea bueno, pero tendrán mucha responsabilidad con el otro y tendrán que ser fieles a ustedes mismos para que duren todo el tiempo que parece que quieren estar.

Después de eso cambiamos de tema y pasaron horas hasta que tuvimos que ir al baile de primavera. Se iba a hacer de noche, como todos los años, desde las 10 hasta las 4 a. m. Ese día tenía que ir a clases, aunque no iba a aparecer.

Sofía se preparaba poniéndose un vestido simple de color negro, muy lindo, digamos, yo simplemente me puse la ropa típica de fiestas. Cuando terminó de ponerse el vestido, me preguntó cómo se veía sin maquillaje. Es una chica hermosa, simple, con una linda preparación en el cabello, y yo —simplemente alguien sin tanto dinero para tener el estilo que me gustaría tener— le respondí:

—Hermosa como ese día que te vi en la multitud entre los aldeanos en aquel pueblo.

Se rio un momento y al oído me dijo:

—No deberíamos decir esas cosas con gente cerca, pensarán que alguno está loco.

Yo le respondí a esto con una frase que siempre uno debe tener en mente:

—No me importa qué opinen otros contigo al lado mío.

Se puso roja y lo único que dijo directamente fue:

—Mejor vamos, vamos a llegar tarde como a veces hacíamos por no ver la hora. —Como siempre, somos un mar de recuerdos, así que partimos al baile.

Cuando llegamos, nos pidieron documento. Cuando vieron el documento de ella, le preguntaron:

—¿Tú no eres la chica desaparecida de las noticias? Si es así vamos a tener que llamar a la policía y a tus padres, señorita Sofía.

Ella simplemente los miró y les dijo:

—No hay necesidad de avisar de nada.

De inmediato, el guardia del local quedó en silencio 5 segundos incómodos y dijo:

—Pasen —dijo, y no nos cobró entrada ni nada. Su compañero se quedó mirándolo hasta cuando entramos, y escuchamos que le preguntaba si estaba bien. Esa noche fuimos a lo que más nos gustaba... bailar, así que nos cruzamos con varios amigos y algunos de ella. Uno en especial la llamaba de lejos y como no le prestamos atención, no porque no queríamos sino porque no lo notamos al estar hablando, escribiendo por el teléfono en un idioma diferente al de los que estaban presentes, nos llegó por atrás y nos dimos vuelta rápidamente por el susto. Sofía de inmediato le preguntó si pasaba algo y no se lo tomó bien, por así decirlo. El chico le dijo exactamente esto:

—Llevas más de tres días desaparecida, y apareces en este lugar a 300 kilómetros de tu casa. Mamá y papá se van a enterar de que estás con este tipo que ¿cuánto años tiene? Se ve de 21 posiblemente. Por esta escapada tuya él será castigado.

Ahí Sofía cambió su expresión por una molesta, solo para decir:

—Hermano David, no eres quién para decir nada; además, si intentas decir algo... —En ese momento se acercó a su oído y apenas terminó de hablar él se retiró hacia sus amigos, que se lo quedaron viendo mientras él se ponía de color blanco.

Lo que le dijo no lo contaré, solo arruinaría un momento lindo. Después de eso bailamos hasta las 3 a. m., cuando nos aburrimos y nos fuimos a casa.

Capítulo 7

Carta de alguien más

Hola, señor mío:

Usted está ante mi presencia. Me presento como Lucís. Esta carta quedará a cargo del sujeto conocido como Nikola Tesla. Con mis conocimientos para ayudar al avance de su tecnología humana, esto será fundamental para el avance de estos, no obstante, será crucial que sepan utilizar los recursos que tienen para evitar la situación que nos llevó a este instante.

Han sido muy buenos conmigo desde mi llegada. Con mi más sincero cariño y respeto, ha llegado el día de irme a ser el último de Lucís. Necesitaré especialmente de ustedes que sepan subir con cuidado los escalones que este señor ha subido con demasiada velocidad, siendo esto el causante de la llegada.

Desde las playas de esta colonia, le envío estas letras para que sepa cómo va la situación. Estamos bien después de empezar la granja para intentar pasar desapercibidos hasta que encontremos los demás escritos y sepamos algo más de los sin nombre. Al despertar todas las mañanas pienso en usted después de separarnos tan apresuradamente. No puedo decir más por ahora al no encontrar nada más de lo que ya conocemos.

Con mucha pena tendré que irme y no habrá vuelta atrás. Ya dicho esto, me despido.

Hasta que nos veamos,

María Lucís

Capítulo 8

Días después

Han pasado días desde lo último que se ha contado. En sí no ha cambiado nada, pasamos el día juntos, como siempre. Despertamos, tomamos algo juntos, vamos a correr juntos y volvemos para analizar dos horas, antes de irme a estudiar. Te preguntarás qué analizamos. Simplemente, estudiamos lo que encontramos. Lo observamos de todos los lados posibles y desafiamos al otro para verificar si el otro entendió menos que uno. En esto ninguno ha ganado ni perdido, leemos las mismas fuentes, es un empate todos los días.

Siempre vamos juntos caminando hasta donde estudio. Cuando regreso, le traigo comida o ella prepara, dependiendo del día, para todos los que vivimos en esta casa. Están muy felices con mi chica. Nos dormimos siempre a la misma hora, las 11 p. m. A las 7 a. m. nos despertamos y empieza así el día, de lunes a viernes, ya que los sábados y domingos salimos a varios lugares. Hoy sábado vamos a salir a una ciudad a 80 km de donde vivimos. Vamos a ir en colectivo así que no molestaremos a nadie en nuestro fin de semana. Vamos a una cabaña que Sofía le pidió a una amiga. Estamos saliendo ahora, llevamos solo un poco de ropa para cambiarnos. En casa nos decían que quizá tengamos problemas por la edad de Sofía. Nos llevamos 3 años y por eso vamos en colectivo, ya que ahí no nos piden directamente a nosotros nuestras identificaciones. Ahora que vamos juntos al lugar de salida, vemos en las pantallas de las noticias que la están buscando. Sofía dice:

—Qué pesados son algunos buscando a quien no quiere ser encontrada.

—Seguro solo quieren saber cómo estás, conmigo estarás bien mientras podamos estar juntos.

Cuando terminé de decir eso, ella respondió en alemán, para que no entiendan las personas que se estaban acercando:

—Mis padres nunca te aceptarían, pero no es algo que se vayan a enterar.

Como es raro que nos vean hablar, esperamos que pasaran bastante lejos de nosotros y ahí pude abrir la boca para decirle, abrazándola con un brazo:

—Aunque no les guste a ellos, eres mi reina.

Ella cambió la cara que tenía por una sonrisa muy expresiva.

Vimos algo, nos dio tema de qué hablar. Ella escuchó algo de música y me dijo con una voz tierna:

—Me hace acordar cuando bailamos aquella vez el vals en nuestra boda.

Le respondí, con bellos recuerdos:

—Me acuerdo de tu lindo vestido, era de la mejor clase de la época.

Con su sonrisa siempre en alto me respondió:

—Esa vez sí que lo decidimos rápido, no te dejaban estar cerca de mí sin que estemos casados, menos usar anillos iguales. No teníamos familias muy iguales, yo era de parte de una media alta y tú eras parte de la nobleza.

Sofía, preocupada, agregó:

—Qué bueno que todo cambió, aunque en la central espero que no estén pasando mi noticia.

En ese momento justo llegamos allí. Al entrar tuvimos la mala suerte de que pasara alguien con un cartel con su cara buscando información, sobre una chica que se había escapado de su casa hacía algunas semanas. Como no salimos tanto a lugares así no había problema hasta ahora, que pasó cerca de nosotros sin darse cuenta porque justo bajó la cabeza. El que nos pedía los boletos nos dejó pasar directamente porque ya había llegado el bus hacía 5 minutos. Cuando íbamos subiendo, justo notamos que la persona que entregaba los papeles de información nos llamaba; lo ignoramos usando el truco de ponerse justo auriculares y subir haciendo de cuenta que no escuchábamos nada. Vimos por la ventana de reojo mientras salía el bus que le avisaba al guardia, pero ya era tarde para seguirnos.

Durante el camino, que es de una hora, nos quedamos viendo por la ventana el buen campo que había, con algunos bosques pequeños entre medio, no lo suficientemente grande para que sea considerado algo importante, pero sí lo suficiente para llamarse así. En un momento, faltando unos 40 km de viaje, nos quedamos dormidos, así que nos despertaron, una pareja.

Cuando bajamos fuimos a pie a la cabaña a 2 km de donde estábamos. A mitad del camino, pasó cerca un taxi. No dijimos nada porque no sabíamos qué decir. Era la pareja que vimos en el bus.

Apenas los vimos nos dijeron:

—Oigan, ¿van a las cabañas? Si es así dejen que los llevemos.

Como parecían buenas personas, subimos. Sofía fue adelante y yo atrás, por seguridad.

Apenas subimos nos saludaron.

—Hola, me llamo Marcelo.

Dijimos en ritmo y sincronía:

—Mucho gusto, somos Daniel y Sofía. —Como Nyu no es mi nombre real, uso otro nombre y mi nombre original cuando estoy con Sofía. La chica apenas terminamos se presentó:

—Yo soy Camila, mucho gusto.

Y nosotros le respondimos con un:

—El gusto es nuestro.

Nos preguntó cosas el tal Marcelo:

—Se ven muy unidos, ¿llevan mucho tiempo juntos?

En este punto, Sofía respondió antes que yo:

—Desde que tengo casi memoria lo conozco.

El conductor del taxi, al escuchar esto, se metió en la conversación diciendo lo siguiente:

—¿Se podría decir que son de familias amigas?

Ahí en ese caso yo le gané a Sofía al hablar:

—Pues se puede decir que sí, yo la conozco desde que era una niña recién nacida.

En ese momento llegamos, pagamos por la mitad del viaje, aunque Marcelo decía que no era necesario, pero aun así lo hice.

Al llegar a la cabaña, que era a unos 3 km de la que fueron Marcelo y Camila, nos preparamos para salir y caminar por la zona para analizar en qué lugares haríamos una comida al aire libre, algo de nuestros gustos personales, como el favorito de Sofía, unas sopas de pescado recién sacados del río. El mío en especial sería un guiso de conejo clásico con un té tradicional de los nativos. Cuando salíamos nos encontramos con la pareja vecina, solo había cinco grupos de personas en el lugar de las 15 cabañas, más paz para nosotros. Nos preguntaron si más tarde queríamos comer en la noche con ellos, les dijimos que sí de inmediato, no hace daño socializar con otras personas, así que a la vuelta nos preparamos para ir a comer algo después de pasear por el lugar e ir de caminata de 3 horas viendo la naturaleza.

Capítulo 9

Cena para cuatro

Lo mejor para conocer a alguien nuevo es comer con ellos y ver cómo actúan con uno. En este caso eran dos. Solo querían sacar información por egoísmo con un fin malvado, solo se preocupaban por una opinión pública.

Fue lo segundo particularmente. Nos preparamos en nuestra cabaña con Sofía como siempre. Hubo risas mientras nos cambiábamos hasta que Sofía paró de reír y en vez de vestirnos jugamos entre nosotros. Me dijo mirándome a los ojos.

—Siento una mala señal cuando los miro a ellos.

Apenas la escuché le intenté alegrar la noche con las palabras que siempre pienso que no fallan.

—Quizá solo nos dio mala espina que nos llevaran tan rápido en el taxi, seguramente solo nos quieren conocer.

Luego me daría cuenta de que me estaba equivocando mucho. Nos cambiamos para ir saliendo, pero noto que había alguien afuera. Cuando abrí, simuló el movimiento de tocar la puerta. Lo primero que mencionó cuando nos vio fue:

—Justo los venía a buscar. —Pero se veía como que tenía un poco de frío, como si hubiese estado hacía más tiempo ahí. Eso lo ignoré porque no me gusta pensar mal de la gente tan rápido.

Sofía lo notó también y me lo dijo, por nuestra comunicación en otro idioma al oído. Mientras caminamos a su cabaña me agarró del brazo y me dijo cerca del oído disimulando un poco:

—Sentí se va presencia foro de la cabana molabanas que fortísima a la porta —dijo, con una voz como de alegría para que él no notara qué decía si lo escuchaba, aunque como el catalán a medias se entiende, le respondí en latín:

—Intellexi autem quod vult videre cupio.

Antes de que Sofía me dijera algo, Marcelo nos preguntó directamente a los dos.

—¿En qué escuela enseñan esos idiomas? Siempre quise aprender diferentes idiomas y nunca encontré más que inglés y portugués.

Sofía lo miró un segundo y respondió:

—Pues somos estudiantes muy buenos a la hora de aprender idiomas.

Llegamos a la cabaña y saludamos a la cocinera, Camila.

Ayudamos a poner la mesa los dos. Camila me preguntó:

—¿No te gustaría sentarte, joven?

—Yo ayudo siempre con modales.

Marcelo, que estaba en la mesa, comentó:

—Un buen mozo en todo sentido, me recuerdas a mi hermano menor.

Me quedé como pensando, y Sofía preguntó:

—¿Por qué es eso?

—Siempre fue el educado de la familia y el único que se separó del resto por cosas mínimas.

Después de eso se hizo un silencio incómodo y en la mesa preguntamos si tenían alguna costumbre en la comida, a lo que Camila respondió:

—Solo comemos sin hablar ni nada.

A nosotros nos pareció normal, aunque la cara de Camila fue un poco rara, como tirando a que pasaba algo cuando lo miraba a él. Estábamos comiendo como siempre, dulcemente. Cuando uno quería algo hasta sin hablar nos pasábamos cosas, lo que puede parecer raro para otros. Marcelo después de un tiempo sin hablar le preguntó directamente a Sofía:

—¿No eres la chica que se fue de su casa hace unas semanas, que sale en las noticias como desaparecida?

Sofía sin pensar dos veces le respondió simplemente con un “no”, a lo que él respondió con enojo:

—Te vi en los papeles y en las noticias, tus padres llamaron a las noticias y fueron a la radio, pareciera que te escapaste con tu novio, que puede ir preso por esto.

—No me importa mucho tu opinión, si hubieras querido, hubieras avisado a alguien de tu sospecha en vez de traernos hacia aquí.

Camila estaba por decir algo y se quedó a la mitad:

—Quizá deberían calmar...

Marcelo levantó un poco el tono:

—Quién dijo que no lo haré, quizá ya lo hice, para romper su fantasía.

Nos estábamos por ir de la cabaña cuando Marcelo se nos acercó por la espalda con una expresión de enojo y nos dijo:

—No se van a ir antes de que llegue la policía.

En ese momento cerré los ojos y cuando los abrí estábamos en la cabaña de nuevo. Veíamos por la ventana cómo Marcelo, de 38 años, era retirado por una ambulancia y su mujer, Camila, con la ropa cubierta de sangre.

Sofía, antes de que nos durmiéramos, me dijo:

—Buenas noches, cariño.

Capítulo 10

Sed

Tener sed de ¿poder? Nací en una cueva, fui cuidada solo por la esperanza de que lo dejen volver, tiene dos oportunidades y yo, muestra de que sería la clave para ingresar de nuevo al reino del que ellos fueron echados. Lo más parecido que vi al cariño fue un intento de preparación, pero sin amor hacia mí desde que notaron lo siguiente... ¿ni así volverían? Como pasar de estar comiendo bien a la misma comida de alguien que le tenía más aprecio, esa mirada de diferentes colores me causaba por años intriga hacia él.

Al verlo a los ojos ese día que llegaron los soldados del reino a matarnos, algo me ayudó a seguirlo, él sabía cómo salir y me ayudó a pasar ese muro “falso” que en sí no estaba, pero él lo hacía ver real. ¿En la realidad hay mentiras y él maneja la verdad? Eso escuche de él, misterioso, porque en años nunca le dirigió una palabra a nadie, pero ahí tenía a mi héroe. Escuché su voz, me dejó tomar su brazo en la tormenta de arena para no perderlo, sin miedo a que me deje. Durante horas no dijo nada hasta que llegamos a un lugar con un círculo oculto entre 2 piedras.

Ese símbolo nunca lo olvidaré. Un ojo de cuervo esperando su presencia, buscándolo a él, a quién recuerdo y quiero.

Capítulo 11

Al aire libre

El sol golpeó máscaras haciendo que despertara. Apenas abrí los ojos, noté que Sofía se me adelantó esta mañana. Escucho un poco para saber que está calentando agua para tomar algo temprano, así que me levantaré a sacar la pava del fuego que se escucha ya lista. Llego a la puerta cerca del calentador de agua, pero en ese momento Sofía entra por la entrada de la cabaña.

—Al fin despiertas, aunque yo ya iba a traer el agua para calentar. —Quedé con muchas preguntas en la cabeza ya que parecía que ella no sabía del agua que se estaba calentando.

—Creí que tú habías puesto el agua, yo recién me levanto a sacarla. —Sofía cambió un poco su expresión, como si se preocupara bastante por algo, y respondió:

—Yo no puse el agua, que yo recuerde, pero seguro se me olvidó cuando salí.

Después de eso ignoramos el hecho y fuimos a ver el agua que estaba en la pava llena con una temperatura de 90° aproximadamente, perfecta para tomar nuestros tés tradicionales. Normalmente yo preparo el té y Sofía separa las galletas para cada uno. Tenemos en eso gustos diferentes, por ejemplo, Sofía es de las dulces y yo de las saladas, por eso siempre tenemos con nosotros los dos tipos por si tenemos que tomar un té.

Después de tomar el desayuno nos preparamos para salir a un lugar especial al que me quiere llevar Sofía hace tiempo, pero por falta de tiempo no podíamos hacerlo. Este fin de semana libre, Sofía está muy feliz porque al fin puede mostrarme un lugar que está a dos horas de caminata, así que partimos de inmediato tomados de las manos con nuestras mochilas, con lo necesario para la ida y la vuelta, sin necesidad de comprar nada.

Sin hablar, en silencio absoluto, tomados de las manos mientras caminábamos. Si nos sentábamos por ahí hablábamos hasta por los codos entre nosotros, a veces nos olvidábamos hasta de que en ese lugar se hablaba español y sucedía que si se acercaba alguien de un restaurante, nos traía un papel o directamente nos hablaba en inglés pensado que no hablábamos el idioma local. Un mozo se acercó con un celular con una aplicación que traducía todo lo que decía al idioma que estábamos hablando. Esa vez tuvo suerte de que habláramos un idioma vivo y en otros casos simplemente se nos acercaban a preguntar en qué lugar se podía aprender a hablar como en las películas. Ahí no teníamos respuesta fija porque en sí en este país no creo que exista una escuela no avanzada que enseñe algo como alemán o griego antiguo. Era gracioso cómo se confundían a veces con nuestras respuestas vagas en otro idioma.

Una hora después de llegar al lugar, vimos un hermoso camino marcado con pequeños ríos a sus lados, puentes y otras cosas. Todo se veía muy tierno en las fotos que sacamos con nuestra cámara, que subimos a algunas redes sociales. Ese lugar es popular por el agua, con una fuerte tonalidad que la hace diferente en cuestiones solo visuales, pero es muy bonito de ver, así eran muchas aguas antiguamente, pero fueron desapareciendo de a poco.

Cuando llegamos hicimos una comida. Habíamos llevado para hacer unas sopas de carne, la carne cortada y apartada de los demás ingredientes. Llegamos y empezamos a hacer fuego. Como es un lugar turístico hay un lugar para hacer fuego, con madera propia y vigilancia para preparar las cosas. Mi chica estuvo en silencio mucho tiempo así que inicié yo la conversación.

—Oye, hoy vamos a comer muy bien, con una buena vista.

Ella me replicó:

—Creo que verte todos los días es la mejor vista, pero bueno, ¿tú que ves en mí?

Yo no pierdo nunca la oportunidad de sonrojarla en estos casos.

—Usted es una mujer muy bella. Cuando la miro siento miles de estrellas explotando en una reacción insana. Tu calor se transmite hacia mí por tus manos. —Sofía se rio como un minuto de una forma muy tierna.

—Eres un caballero, digno de escudo y espada, ¿tus estandartes qué bandera poseen?

Le respondí con la verdad:

—Mi estandarte posee tu cara, usted, mi corazón mortal.

En ese momento escuchamos de fondo unas risas de un grupo de cuatro amigos que tenían por lo visto unos 17 a 18 años. Uno señaló con el dedo haciendo que nos diéramos vuelta a verlos, y para que no nos entendieran hablamos en latín al mismo tiempo.

—Ego denim daba risus.

—Obliviscatur populus eorum.

Al parecer nos escucharon, aunque hablamos en el tono de siempre, solo para nosotros dos, ya que llegaron los cuatro y nos provocaron.

—Oye, Gabriel, creo que se están burlando de nosotros.

El llamado Gabriel hablaba de una forma muy rural.

—Lucas, creo que ni son de este país.

—No deberían hablar en terrenos de otros como idiotas, invasores.

—Alan, Lucas, Gabriel, paren, tienen su libertad para hablar el idioma que quieran —dijo otro, que parecía mudo.

Con el tal Gabriel empezamos a discutir.

—Tú cállate que solo estás aquí por tu hermano. —Peleaban entre ellos, pero los ignoramos.

En ese momento se estaban acercando a nosotros tres de ellos, así que nos dimos vuelta de nuevo esta vez hablando español.

—¿No tienen otra cosa mejor que hacer? —dijo Sofía al chico que respondía como Lucas, mientras este agarraba una piedra. Con esa voz molesta dijo:

—Deberías estar en silencio después de provocar, pelirroja teñida. —E intentó tirar la piedra. En ese momento, el chico que estaba calmado le agarró la mano para que no la tirara. Eso provocó una pelea entre ellos. Entre los tres lo agarraron y lo empezaron a amenazar. No era nuestro problema, pero nos pareció raro que el guardia los mirara sin hacer nada.

—Oye, tú, guardia, ¿no ves que se están peleando?

El guardia lo único que hizo fue mirar y voltear a vernos.

—Son los hijos del dueño, siempre tienen sus problemas. Intentamos ignorar el ruido por un rato así que continuamos con lo nuestro. Después de un momento se fueron menos el último chico, que tenía como diferencia con ellos a simple vista que era medio gordito. Como nos dio pena verlo llorar en el piso lo llamamos para invitarlo a tomar sopa. Sofía habló primero.

—Oye, sí, tú, señorito, ¿no quieres tomar un poco de sopa?

Nos miró durante 5 minutos, sentado en un árbol, y luego se acercó a nosotros. Lo primero que dijo fue:

—Hola, soy Agustín, ¿ustedes cómo se llaman? ¿No será un nombre complejo como el idioma que hablan?

Nos reímos de esto entre dientes.

—Yo soy Daniel, ¡mucho gusto!

—Yo soy Sofía.

—¿Les molesta si les pregunto de qué país vienen? —Hablaba con voz tímida, a diferencia de los otros. Ya estábamos acostumbrados a esto así que le respondimos amablemente.

—Somos de este país, solo que sabemos hablar entre nosotros varios idiomas.

—I am from the world. —Siempre me hace gracia cuando Sofía abusa de los idiomas.

—Me disculpo por pensar otra cosa, también por los otros que tienen un problema con la gente que no entienden.

Sofía sonrió y replicó.

—No se necesita disculpar por las acciones de otros, como decía Sócrates: Μόνο η γνώση που προέρχεται από μέσα είναι η αληθινή γνώση.

Agustín puso una cara de sorpresa demasiado vistosa.

—No sé qué idioma es ese —dijo. Se lo traduje al español.

—Dijo exactamente “el conocimiento que llega desde adentro es el verdadero conocimiento”, frase de Sócrates, solo que Sofía la dijo en griego.

Agustín puso una cara de sorpresa.

—Tienen cara de saber muchas cosas, ¿en qué escuela enseñan eso? Me gustaría estudiar esas cosas. —Esto último nos pareció objetivo.

—Nosotros lo estudiamos de primera mano en otro lugar, pero si quieres saber muchos idiomas, vas a tener problemas. Si te refieres a otra cosa, un buen maestro te puede enseñar lo que sea si tiene afición por su trabajo —respondió Sofía mientras servía la sopa. Y la tomamos con el nuevo amigo, que no dijo nada más que:

—Es la mejor sopa que probé en toda mi vida.

Nos miramos con una sonrisa con Sofía y respondimos:

—Muchas gracias, es nuestro trabajo en equipo.

Al terminar la sopa, notamos que sus amigos (o eso creí que eran) nos estaban mirando junto con un hombre de como 50 años. Nos señalaba y hacía señas al guardia. Se acercó solo, y cuando llegó se sentó al lado de Agustín.

—Hiciste nuevos amigos, tu hermano y primos dicen que te comportaste mal. Además, te veo ahora con la gente que dicen ellos que les ibas a tirar una piedra.

Se notaba que Agustín estaba nervioso, ya que respondió tartamudeando, su respuesta era poco útil ante la situación, así que respondimos por él.

—Fue él quien evitó que nos tiraran la piedra.

El señor me miró como buscando algo hasta que preguntó:

—Usted, joven, ¿cómo se llama?

—Soy Daniel. ¿Y usted? —Le intenté dar la mano, pero me miró firmemente sin tomarla.

—Usted se llama como yo, ¿cómo es eso de que él no hizo nada?

Me pareció que debía explicar la situación.

—Simplemente los otros chicos se empezaron a reír de cómo hablábamos entre nosotros.

—Yo no soy de juzgar, pero mi hijo dijo que hablaron en idioma terrorista. —El señor hablaba con mucho respeto hacia nosotros.

—¿Se refiere a que hablamos en latín?

El señor nos miró con una cara como si Sofía le estuviera diciendo algo falso.

—Es muy raro que alguien tan joven pueda saber latín, seguro mi hijo exageró o ustedes hablaron inventando.

Sofía le respondió:

—Parece que le hace gracia. —Y empezó a hablar en tres idiomas diferentes, los más conocidos:

—I can speak English. Ich kann deutsch sprechen. я могу говорить по русски.

En ese momento abrí rápido la boca para decir al mismo tiempo:

—Nous parlons le langage de l’amour.

Al señor le pareció extraño que pudiéramos hablar tantas lenguas. En ese momento, Agustín le tocó el brazo.

—Me gustaría ir a una escuela así a aprender eso. —El señor lo miró por un segundo.

Le empezaron a entrar dudas al señor:

—Quizá ellos lo saben porque estudiaron desde pequeños, pero aún no creo que sea necesario más que el inglés.

Agustín y el señor se fueron en silencio. Nos miramos un momento y nos fuimos de nuevo a la cabaña, era un viaje de dos horas.

Cuando regresamos la policía aún estaba en la cabaña vecina. La ignoramos y nos acostamos porque llegamos en la hora correcta para dormir. Sofía, mientras veíamos por la ventana, me hablaba:

—Me pregunto qué pasó ayer cuando nos fuimos de esa casa.

Noté que ella no lo recordaba de igual forma que yo. Pensé un rato qué podía responder:

—Yo igual, pero no es un problema.

—Hoy me preguntaron los policías sobre eso y solo les dije que nos habíamos ido y no vimos qué pasó —agregó con un tono diferente, triste.

—Sea lo que sea, ya pasó, debemos dormir para ir mañana a las montañas, cariño —le respondí mientras me acostaba al mismo tiempo que ella.

—Duerme bien, mon amour —le dije mientras miraba sus ojos.

—Tú igual, mi rey.

Capítulo 12

Diario

En el día de ayer en las cabañas se vivió una situación violenta donde un hombre perdió la movilidad de un brazo con un fuerte trauma que ahora no lo deja hablar. Los médicos entrevistados dicen que su brazo ha perdido de alguna forma la reacción de los nervios, lo que significa que será removido si no pueden curarlo.

El director del hospital en su entrevista mencionó que solo perdió la movilidad en una parte del brazo, pero el resto está sano y no muestra trauma en otra parte.

La mujer del herido no ha dicho nada creíble según la policía. El comisario ha declarado:

—Este caso es especial por la naturaleza de las heridas, siendo fijas en puntos específicos. Además del brazo herido, la víctima ha tenido daño en la cabeza, no puede hablar, y como no se sabe qué pasó realmente, no tiene caso seguir con nuestra investigación.

Cuando le preguntamos por la declaración de la mujer, el comisario contestó:

—Es dudable la historia de la esposa por como la ha contado, dice que solo recuerda cuando llegamos nosotros pero no sabe cómo llegó a tener una mancha de sangre del herido en su ropa y ni una herida. Podemos considerar que si fue un accidente fue muy fuera de lo normal.

El corte en el brazo que lastimó al sujeto no parece hecho por ningún metal de la casa.

Capítulo 13

Dinero e idiomas

A primeras horas del día iniciamos la caminata con nuestras cosas a la central del bus. Todo ese tiempo intentamos ignorar a la policía, ya que si hablábamos mucho con ellos se podían dar cuenta de que uno de nosotros salía hasta en las noticias como desaparecida.

Debíamos evitar simplemente que nos vean por mucho tiempo, así que salimos de la cabaña ignorando a los vecinos, por si alguno había visto la cara de Sofía en las noticias. Nos levantamos una hora antes y partimos, a la hora que nadie estaba despierto.

Por un kilómetro o más, no había nadie a la vista en la ruta a las cabañas, ni un alma estaba viva a esa hora. Como notamos que no había nadie empezamos a hablar con nuestros acentos y tonos de la edad media, además de jugar corriendo uno al otro. Teníamos tiempo de sobra ya que recién como a los 40 minutos iban a abrir la central. Llegamos al lugar después de 30 minutos de divertirnos, tuvimos suerte y justo abrieron la puerta. Como estábamos como a 10 pasos de ellos, en vez de hablar en español les hablamos en inglés para confundirlos. Sofía empezó hablando con él.

—Hey, hey, are you just opening?

—We arrived on time! —dije yo. El guardia parecía que no sabía hablar mucho inglés, pero sí un poco nos entendió ya que lo único que dijo fue:

—Yes, the manager speaks English.

Nos dejó pasar haciendo una seña al encargado, que cambió de lugar con él en la caja para tomar nuestros boletos.

El encargado dijo:

—You speak English I guess.

Sofía, al darle los boletos, me dijo mentalmente que hablemos en inglés todo el viaje así se confundían un poco con nosotros. Yo acepté.

—If we speak only in English, we are tourists. —Sofía continuó con mi mentira. ¿Quién hablaría inglés tan perfectamente con acento?

—We are visiting your beautiful country.

Después de sentarnos en el bus, hablamos en inglés con acento exacto mientras investigábamos su reacción, pero nos quedamos dormidos. Llegó a mi cabeza un recuerdo en un restaurante.

Siempre que nos decían algo cambiábamos al español, para que vieran que sí los entendíamos. En algunos casos llegaban a hacer comentarios pensando que nadie los escuchaba, tales como: “Creo que deberían poner una ley para que no hablen tanto sin pagar”. Los únicos casos que pasaron a algo más fueron como máximo tres; uno ya lo conocen, y otro sucedió cuando tomábamos helado. Un niño de como 4 años se preguntaba en qué idioma hablábamos. El padre dijo cosas que no debía decir:

—Creo que es idioma musulmán, tienen pinta de que plantarán una bomba juntos.

La mujer del sujeto, con un tono bastante identificable, comenzó a prender el fuego.

—Querido, no hables así tan fuerte, entienden lo que decimos, quizás intenten explotar ahora mismo.

El niño parecía confundido.

—Todo lo que dicen no los hace criminales a ellos.

Como queríamos ver si eran tan valientes para hablar cerca de nosotros, les respondimos con tono agresivo, dando un mal ejemplo a ese niño, y empezamos el ataque con solo unas palabras dulces.

—Sería una pena que sepamos lo que decís vosotros con facilidad.

El padre cambió su cara a una de preocupación. El efecto Nyu y Sofía.

—No los queríamos molestar ni nada, no se enojen con nosotros. —En ese momento miró a la mujer, a quien Sofía tenía en la mira.

—¿Imponer tus miedos de ficción en un niño no será por tu inseguridad? —Cuando Sofía terminó de hablar, nos íbamos a dar la vuelta e irnos del local, pero la mujer se empezó a alterar bastante.

—No te conozco, ni tú a mí, no puedes decirme eso, más siendo dudable que tú tengas derecho en este lugar, pelirroja innatural. —Lo último nos molestó a ambos y giramos la cabeza para ver a los padres de arriba abajo, analizando con detalle. El encargado del local salió y dijo:

—Calmarse, no tienen que pelear.

El hombre comenzó a ponerse todavía más nervioso. Se vio ahí quién podía mantener la calma. Nosotros estábamos calmados en todo momento, mirando con pena a los sujetos.

—¿Qué nos miran, qué se creen?

Escuché esa voz, que intentaba guardar el miedo que nos tenían. Los ignoramos y salimos por la puerta, diciendo:

—Las miserias de todos los hombres se derivan de no poder sentarse tranquilos en una habitación estando solos. El hombre se alteró y nos siguió afuera violentamente, en la esquina me quiso atacar a mí por la espalda. Un hombre de más de 30 años atacando a alguien por atrás, se notaba su cobardía.

Lo que ocurrió después fue que le agarré la mano en el aire. Antes de que pudiera dar un golpe, se la detuve en el aire cortando su fuerza para que no se pueda mover, hasta que lo puse de rodillas. Mientras lo tenía de rodillas ante mi dama, él comenzó a gritar con toda la fuerza de sus pulmones.

—Los denunciaré, llamaré a la policía.

Sofía simplemente comenzó a reírse, mencionar “policía” cerca de nosotros es mala idea. La mujer miraba con su hijo al lado mientras este lloraba y ella llamaba al 911, pero ahí terminó todo para ellos.

Sofía puso su mano derecha sobre su ojo mientras miraba a la mujer. Esta quedó paralizada. Los celulares empezaron a explotar, mientras la gente se quedaba quieta en su sitio.