La torre del presente - Nagi Jules - E-Book

La torre del presente E-Book

Jules Nagi

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Beschreibung

En un mundo donde los mitos y la realidad se entrelazan, se teje una trama épica de batallas y traiciones, amor y redención. Todo comienza con el relato de un misterioso mito contado por borrachos en un bar, que llama la atención de un miembro de la alta iglesia. Este mito habla del rey caballero negro, un enigmático personaje destinado a luchar por la humanidad con su escudo como arma. A medida que se desencadena una guerra, secretos y traiciones salen a la luz, revelando un plan maestro que ha sido tejido. Dioses antiguos intervienen, y el destino se retuerce en un intento desesperado por cambiar el rumbo de los acontecimientos. En esta heroica batalla entre el bien y el mal, el amor y la redención se convierten en claves para descubrir la verdadera naturaleza de la realidad.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Rejala Sánchez, Miguel Ángel

La torre del presente / Miguel Ángel Rejala Sánchez. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

316 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-566-9

1. Narrativa. 2. Novelas. 3. Novelas Fantásticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Rejala Sánchez, Miguel Ángel

© 2023. Tinta Libre Ediciones

El gran emperador. Prolegómenos

Cuentan las historias que hay un gran rey en las olas, un rey que va con su reino en sus barcos gigantes, con todo lo necesario para sobrevivir a toda clase de clima o lugar. Con la bendición de un dios antiguo, puedo escuchar desde el otro lado de la mesa —detrás de mí, exactamente—, cómo narran sus historias actuales y su llegada a nuestras tierras. Es el aviso que hacen en cada lugar adonde bajan como el pueblo gitano conocido más grande de los últimos 500 años, tras la vuelta a la Antigüedad, unas cuentas bombas y el fin de lo europeo. Sus tierras tardaron la mitad del tiempo en curarse.

Me aburro de escuchar, faltan datos históricos para no ser un mito del mito que nos lleve a usar ballestas y a beber en bares para luego pelear con espadas.

—Muy bien, pero te olvidas de algunos detalles curiosos —detrás de mí, el narrador se da vuelta, con su grupo de amigos, los que en total serán diez, prestan atención a mis ropas de monje, mi túnica larga con mangas grandes y un moño de mi culto, la Iglesia del Señor—. En su última aparición fueron las doce llegadas, con la número trece caerá el castigo sobre el hombre —los escuchas me miran sorprendidos, supongo que aún no se ha librado el aviso, la última Biblia lo ha dicho—. Como lo ha dicho la última vidente pura, el gran rey del mar, va a llegar paz a la humanidad cuando se demuestre su llegada y eso está cerca —al decir esto veo una botella que vuela en mi dirección, bajo la cabeza por los reflejos mejorados de la mano de dios. El mero sonido de la mano al hacer ese movimiento me puso sobre aviso.

Un civil:

—Otra vez tus basuras, sacerdote de la Santa Ejecución.

—Basura será, pero futuro es —miro el resultado de su acción. Alcanzó el muro tras no impactar con nada ni nadie. La Santa Ejecución es el culto a la Quinta Jinete cuya creación nos dará paz—. ¿Y ustedes son…? —levanto mi cabeza, mis ojos rojos y el cabello largo demuestran mi estatus.

—Nadie que te interese, sacerdote demente —dicen así y empiezan a lanzar objetos contra mí, los evito con solo moverme un paso. Hasta que, de pronto, escucho un disparo hacia el techo, ha sido el cantinero (como debe ser). El sujeto con su barba y sin un pelo en la cabeza deja claro con su mirada qué va a decir. Me anticipo:

—Como sea, no me interesa beber aquí. Volveré a pagar los daños al rato —menciono así y camino distraídamente, como si no lo notaran, hasta que cierro la puerta, lo que causa un susto por su reacción no bendecida. Amon nos da fuerza y Uriel inteligencia, y nuestro santo provee velocidad única.

—What? —escucho que alguien dice esto desde el interior, acaban de reaccionar un milisegundo después de mi salida. Pobres imbéciles, morirán rápido sin la bendición para el fin del hombre que vendrá del cielo.

Capítulo 1

La llegada

Tierra a la vista. Diviso unas islas antes de ingresar al súper continente con mares interiores, del mar más dulce al salado. De un lado, el agua del mar es apta para el consumo; del otro, es cuestionable, sin mucho tratamiento. El capitán y rey emperador ha subido a su trono para ver desde lo más alto la que será su siguiente área de comercio. Luce su gran melena roja, con un casco de batalla y una corona marcada. Su armadura de caballero negro ha sido hecha por un mago herero legendario de su familia.

—Tierra a la vista, capitán —menciono mirando a mi lado, el caballero emperador está aquí. En un instante ha desaparecido de donde estaba para aparecer a mi lado, al frente del barco ciudad.

—Sí, tierra a la vista, una que marca nuestro destino, con su puerto roto y una ventana ampliada; y el sacerdote que no es más que una monja.

—¿La leyenda será cierta? —el rey, ante mi pregunta, ha mirado hacia el cielo, en dirección de una nube a la que ahora no deja de contemplar, tanto que voltea su cabeza de forma que ese movimiento sería digno de ser el de una mano.

—¿Puede ser? O no. Son mitos del pasado para el futuro que afirman que soy el Caballero Negro que luchará contra esa mano, la invisible.

—Lo escucho confiado —respondo mientras busco mi botella de agua que ha sido hecha para aparecer cuando la necesite. Su tecnología es un desarrollo del capitán en sus primeros años de vida, un genio en potencia que nació para ser inventor, agricultor, guerrero y hasta pintor, como muestran sus trabajos— ¿Qué planea hacer en primera instancia? Nos recibirán o nos alejarán si creen en el mito.

—Negociar como el rey de este barco. Voy a mantener mi pueblo ayudando a otros en el camino — ha mencionado esto el rey levantando el casco que había caído sobre su rostro, deja ver su cara fina y sus ojos completamente negros que marcan su autoridad.

Capítulo 2

Rayos

A lo lejos, vemos una ciudad flotante que, marcando su camino hacia la costa, se abre paso sin ningún daño en el área. Pareciera que puede moverse de forma calculada sobre el agua, como si de un lienzo se tratara. Mi telescopio de vigilante me muestra a su rey: es el Caballero Negro y está en la punta de la nave, junto a él se ve un soldado con cabello negro. Hablan mientras el rey emperador levanta su espada y hace caer un rayo del cielo sobre ella. Lo ha invocado de alguna forma, y su guardia hace lo mismo con un arco que aparece en su mano. ¿Vienen por guerra? ¡Debo avisar!

Capítulo 3

Sariete

Menos es más. El objetivo vigilado ha llegado al área que ha sido dicha por la leyenda del gran rey humano. El Caballero Negro ha detenido su barco en la costa, mide más que el pueblo entero y aun así le sirve para bajar en aguas altas o bajas. Y puedo ver que tiene energía propia con molinos en lo alto, cerca de las astas.

—Toda una máquina de guerra, ¿no? Admirable

—Demasiado perfecta. Podría invadir este lugar y acabar con todos en un día sin que podamos hacer nada —respondo al padre. Ha sido mi mentor, el que me tomó de la calle cuando no tuve madre por el hambre. Está a mi lado, con su traje de negocios porque vende seguros de vida además de profetar como maestro y orador.

—Sí, es preocupante que el portador de la profecía pueda invocar tanto poder. Pero ¿tú qué piensas, Sariete Sei?

—Mi nombre… no deberías decirlo así, a la ligera, mentor, eso sería contraproducente. —Tomo mi peluca y la retiro para mostrar mi cabeza de un cabello negro natural que llega hasta el cuello. Al quitarme la peluca vuelve mi rostro femenino. Ha sido la bendición de la diosa: no parecer lo que soy: una mujer.

—Sariete, querida, has estado perdida estos días. ¿Algún miedo que quieras contar?

Me vuelve a colocar la peluca con cariño mirándome a los ojos. Siempre lo hace al notar la miel particular que puedo tener como él. Siento que me adoptó solo por el parecido y que le traería problemas si voy por ahí mostrando mi verdadero aspecto.

—Ninguno, solo he estado aprendiendo de las demás mujeres. ¿Sabías que llaman paredes a algunas?

—Término usado para mencionar el aspecto de sus pechos. ¿Inseguridad por no tenerlos muy marcados, mi querida aprendiz? —replica al colocar la mano sobre la entrada. ¿Habré llamado la atención al estar tanto tiempo mirando esa nave a lo lejos? Es el horario en el que el sacerdote Pailis debería estar dando clases a niños—. Ven adentro. Que haya dos tú para la iglesia es un asunto difícil de explicar.

—Lo siento, Sariete tiene miedo de que si la profecía fuese real nadie sobreviva.

—He escuchado acerca de tu acción en el bar. ¿Tienes miedo o es otra la razón? —vuelve a preguntar al dejarme ingresar al lugar. Miedo, afirma, un ser de dios miedo del otro. Es el cuento que narramos de acuerdo y según pasan los años, porque lo liberaremos para el saber general cuando falte poco.

—Quiero salir un rato, ¿puedo bajar la colina apenas termine de dar misa?

Ignoro lo que ha dicho y pido permiso, guardo las manos y me pongo el anillo que debería llevar siempre: una cruz, en el centro una piedra de color morado para representar mi puesto.

—Tardarás una hora para solo llegar a la salida de la iglesia, y otra para el pueblo. Aun a caballo y corriendo. No llegarás a tiempo antes que el sol se retire, Sariete.

—Lo sé, pero solo dame el permiso. Este lugar no está muy bien iluminado y el aire es muy frío.

Miro a mis lados, la luz apenas ingresa a esta habitación a pesar de que tiene las ventanas abiertas. Representa a la diosa de la luna que profetiza las palabras que repetimos en los libros que traen cada noche de luna llena. En este interior es como si estuviera oscuro, con una luminiscente azulada y un aire del mismo carácter que el del invierno.

—Por favor, he tomado la medicación, ayer la tomé en todos los horarios —saco mis brazos de las mangas que caen, por momentos, hacia mi estómago de lo largas que son. Mi brazo tiembla, necesito salir. En verdad debo ir y tomar ese aire caliente de abajo, allí donde la diosa lunar no modifica ni las zonas ni las nubes para un invierno propio.

—Ve, puedes ir al lugar de siempre y estar debajo de ese árbol que tanto te agrada mirando el cielo. Solo deja una copia tuya donde debes estar.

—Gracias, padre. —Le sonrío mientras se retira a su asiento en la otra habitación, su oficina. Ha evitado ver para atrás, nunca lo hace cuando sonrío. Y por miedo, al parecer, más que su súbdito soy su adoptivo, le ha negado muestras de cariño en público como en privado. Necesito esa luz solar ahora más que nunca…

Capítulo 4

Comercios

El señor rey ha bajado primero, muestra productos y servicios. Pensarían que iría un peón en primer lugar, en términos normales… Si conocieran al rey, sabrían que esto es la norma de sus acciones. Con una caja y cuidado por su guardaespaldas, el espadachín más peligroso del barco en persona ha mostrado productos médicos como su gel limpiador de heridas, que aumenta la sanación de quien lo usa por un tiempo. Con el médico real han curado enfermedades que parecían no curables en términos normales. El rey logra que la gente sin movilidad en las piernas, por un accidente o por la edad, camine de nuevo. Sana hasta lo que el tiempo daña.

En mi caso, soy el memory doll. Cualquiera que tenga un deseo, un deseo que quiera escribir, yo lo haré realidad. Son cartas por un bajo precio y con seguro de legitimidad firmado por una autoridad muy grande, de varios reinos. Mi calidad ha sido aprobada y juzgada por el duque de la escritura.

Ahí viene un nuevo cliente. En estos días solo he tenido una docena. Es un ¿sacerdote? Su aura es diferente; de pie, frente de mí y sin tomar asiento, se queja.

—Bienvenido o debo decir…

—Un auto memory doll, me gustaría que haga una carta para mí mismo.

—Excelente, desde ahora estamos solos —dicho esto mi local se cerró bajo la forma de un cubo. El sonido no sale, lo que evita que la información se divulgue. Mi cliente se ha quedado de pie y mirando para sus lados antes de sentarse. Su aura es femenina, su cabello largo negro real está debajo de esa peluca que evita que veamos sus auténticas facciones—. Diga el motivo de su carta, señorita.

—Vaya, puedes verlo. Supongo que puedo quitarme esto —lo afirmó para quitarse la peluca y dejar ver un rostro bastante bonito. Sus ojos parecen salidos de la miel más pura, sus orejas están remarcadas por dos lunas que sin la peluca se pueden apreciar. Su figura delgada real es… completamente natural. Es una mujer tan linda que pienso que es un mal gasto ocultar tal obra de arte debajo de esa magia. Y mides casi 1.74 m, con solo verla por un segundo puedo decir que me enamoraría si fuera más joven—. Una carta con lo que siento, que me haga sentir lo que dicen del amor, ¿cuánto costaría eso?

—Una moneda por hacerla; y por la firma autorizada, un extra de dos. En total serían tres monedas.

—Tenga, cinco —al escucharme, colocó su pago en la mesa; sonrió mientras yo hacía aparecer en mis manos el papel que usaría. Ha guardado sus manos en los mangas tan grandes que entraría un bebe en su interior. Al hacer esto último dejó de sonreír y en su lugar hay una expresión de tristeza. Su verdadero ser… lo que sucede al entrar en mi tienda—. ¿Qué significa un corazón que llora?

—Un paladín de la niebla llorando, de la santa iglesia del frío. Dime, ¿qué te trae realmente aquí?

Me vuelve a sonreír, mirándome a los ojos con esa miel pura. Leer su pasado por la autoridad que me dio mi rey es bastante dudoso, pero efectivo para escribir sus cartas. Gracias a eso puedo saber quién puede ser ella.

—Escribiré algo para ti y tu hermana.

—¿Hermana? —dijo en una voz algo baja. Retira las manos de sus mangas —pude verlo—, es un bolsillo sin fondo donde guarda toda clase de objetos: y de ahí cae una espada alfanje. La toma del piso. Puedo reconocerla como una de las siete espadas de la soledad.

—Doble personalidad: puedo leerlo en ti, pero ambas coinciden casi en lo que es amor. En esta área eres visible y al mismo tiempo sé que quisieras asesinarme, pero te prometo, con base en mi código de honor, que nunca saldrá de aquí el secreto.

—Mi nombre es Sariete. Mucho gusto en conocerte.

—Sariete, como las flores de la miel. Por eso tus ojos son tan… —hay un silencio entre ambos, sigo siendo joven al parecer, aún en mi mayoría de edad y entrando en la adultez. Ella solo ha mostrado sorpresa y sonreído por debajo para luego parecer molesta—. Perdóname… Puedo devolverte el dinero por esa falta de respet… —antes de que termine de decir la frase, se acerca al punto de estar con nuestros ojos uno al lado del otro. No la pude ver moverse, solo la sentí en el instante de la última palabra frente de mí.

—Tuve una idea mejor —se echó para atrás. Había puesto su mano en el pecho de Sariete y al parecer sintió sus latidos nerviosos. ¿Se habrá confundido al saber que puede sacar espadas de sus mangas con sus pensamientos no profesionales?—: te daré diez monedas con la condición de que hagas una carta para mí, una carta de ti para mí.

—¿De mí para ti? —repetí mientras ordenaba los papeles para empezar a escribir su pedido, o lo que pude entender de las palabras que dijo con una sonrisa de felicidad oculta—. Una carta de mí, Azri, para ti, Sariete. ¿Quiere decir usted eso?

—Hágalo, por favor. Usted sabe que en mi moneda ese precio que dije es la mitad de un salario normal. Y eso si son pesos cobre y no reales —menciona esto a la vez que muestra que las monedas que retira de sus mangas son reales puros; si, aun, no quisiera tomar ese precio, sería arruinar una oportunidad—. ¿Qué dices acerca de esto? —agrega tomando su peluca de nuevo. Parece que se la va a colocar otra vez.

—Acepto, Sariete. Su deseo son mis órdenes. Solo deme unos minutos.

Capítulo 5

La noche

Camino por este campo tan grande como el pueblo. Corriendo nunca llegaría y apenas llego a tiempo a caballo. Nos detenemos en tiempo y forma, mi ropa deja ver que he estado corriendo por el pueblo. He llegado a la puerta una hora después de potenciar al caballo y lo he dejado en el bar. Lástima que olvidase que debía dejarlo para que otro miembro de la alta iglesia volviera. No tenía el informe de que regresaría Tariel.

Tariel no reparó en gastos para reclamarme cuando llegué. Me reconoció por mi pelo largo y por los ojos que remarco con mi sonrisa. Se le escapó el caballo, confieso tras ir por él con la hija de un granjero sin que él lo sepa. Lo he localizado apenas me lo dijo: le di la opción de ir a buscarlo, pero solo señaló con gestos que sería una charla secreta, que me lo iba a pagar después. Para no discutir, solo lo dejé ahí.

Ahora estoy con mis cartas escritas por Azri. Cartas hechas a pedido y desde su corazón, apenas al leer una parte sentí cariño propio. Terminaré de leer en el campo, afuera del terreno de la iglesia, oculta entre las ramas de esos árboles donde solo entrando podrían verme sin la peluca. Ahí tirada por todo el tiempo que quiera, desapareceré hasta volver al día siguiente a mis tareas que ya hoy he terminado.

La luz azulada toca mi piel, el terreno apartado para mí a kilómetros… ya lo estoy pisando.

Capítulo 6

Oculto está

Trabajé hasta tarde ayer. Me duelen las manos al punto que para el siguiente trabajo me sigue mi mejor amigo, el castaño de Kairin. Lleva en su cabello los objetos que necesito mientras yo duermo en el carruaje. O, mejor dicho, miro el cielo y sonrió. Ha valido la pena cuando se ha tratado de ganar tanto dinero para mantener el barco. Cumplí con la cuota e hice lo que me gusta, de nuevo.

Esa chica, Sariete, tan dulce y oscura… tan hermosa ante mis ojos.

—Parece que es primavera. ¿Cómo se llama? —Kairin pregunta al aire. Ha notado que no estoy dormido, solo permanezco con los ojos cerrados dejando que el sol me bañe con su luz azulada.

—No sé a qué te refieres, mi amigo. Azri es profesional y lo sabes.

—Kairin conoce a Azri, y Kairin sabe que cuando Azri habla en tercera persona es porque hay una mentira entre medio.

—Ella es… —abro los ojos, me levanto sin decir nada hasta que tengo su espalda en mis ojos mientras dirige el caballo—, la adecuada —frena al escuchar esta declaración, estamos justo debajo de una sombra; a lo lejos, la vista de la iglesia donde debo ir.

—Eso… nunca te lo escuché decir, Azri. Eso suena extraño de tu parte, razona de forma profesional: a los clientes solo se los interpreta, no se los adora —baja del caballo y camina hacia un montón de árboles juntos, me señala para que lo siga; luego pregunta—. ¿Lo llevamos?

—¿A quién?

—A la persona que está durmiendo entre las ramas.

Miro en esa dirección de nuevo. Por haber estado usando mi autoridad no lo había notado hasta que lo mencionó: la energía de uno de mis clientes viene de esa dirección. Entre las plantas… debe estar descansando.

—Vamos —avanzo primero hasta llegar a ver una manga que sale de entre las plantas y puedo reconocerla. Kairin me observa sin razón, me mira directo al rostro con su expresión de duda—. ¿Tengo algo, amigo mío?

—Sí, deja de sonreír tanto.

—No estoy haciendo eso —al responder, él se adelanta y toca suavemente con su pie las botas de quien creo que sería Sariete. Provoca en ella una reacción inmediata por levantarse rápido aún con su peluca puesta y poniendo en el cuello de mi compañero un cuchillo, cuando él apunta desde su cintura con una pistola. Los dos están uno frente del otro tan cerca que el mero movimiento podría causar la muerte de uno. Todo en un instante, tras ingresar a los árboles—. Hola, Sariete.

—Hola —replica y baja la daga del cuello de mi amigo: me sonríe. En la otra mano tiene las cartas que le escribí por pedido, se queda observándome como ignorando que Kairin está extrañado por nuestra reacción—. ¿Qué hacen aquí? —pregunta sin dejar de ignorar a mi compañero: solo tiene su mirada clavada en mi rostro de cabello negro igual al de ella.

—Estamos de camino a tu iglesia, sacerdote. ¿O debo decirte monja? —esta pregunta de Kairin hace que Sariete se centre en él por primera vez, su mirada remarca su agresividad hacia él—. Descuida, es secreto para nosotros qué son las personas. Y lo que seas o no seas es un problema de quién es: tuyo, no nuestro —al escuchar esto veo cómo cae una peluca al piso y deja ver su verdadero ser. La peluca ha desaparecido al tocar el piso y reaparece asomando, por entre sus mangas, directo en sus manos.

—Excelente. Bien, como sea, si me llevan, mejor.

—Claro —le replico y obtengo su mirada color miel, camina hacia mí para quedarse en frente de mí sin decir nada hasta salir completamente de la arboleda.

—¿Sucede algo? —al decir esto hace una reverencia hacia delante.

—Muchas gracias, Azri.

Capítulo 7

Dos en uno

Azri la observa sin decir nada y ella solo le responde de la misma forma: con esa mirada entre la vida y la muerte. Asumo que es callada, pero hasta cierto punto puedo ver ese algo particular. No es una sola persona, diría que son dos y la segunda personalidad está entre sus ropas que se mueve por el viento durante la subida a la montaña donde se ubica su castillo que mira hacia la costa.

—Azri, ella tiene algo especial, ¿no?

No tengo respuestas de primera instancia, solo siento sus miradas en mí y un suspiro de la primavera con nombre de flor.

—¿Me han notado? Hacer silencios nunca es suficiente

—¿Esa voz viene de debajo de tu ropa, Sariete? —dice Azri antes de que los ojos de color flor se den vuelta y meta sus manos entre las mangas para empezar a buscar algo en un interior. Con solo tener una vista de reojo puedo identificarlo como más grande de lo que se ve.

Al escuchar su voz voltea, cierra sus mangas que entonces se hacen más pequeñas y ella solo sonríe de forma que intenta sacar algo de su interior.

—Te presentaré a mi hermano: el Caballero de la Niebla. Supongo que es una forma de decir que soy formal en todos los sentidos familiares —dice mientras escucho una voz masculina quejarse, como si movieran a un niño por la fuerza de su habitación. Observo a la chica que viste de sacerdote mostrar una jaula con una bola con ojos y una boca en su interior: sonríe mientras se la muestra a Azri—. Saluda, Pailis.

Hay un silencio entre él y nosotros. Hasta de espalda puedo notar el cambio de gestos visuales de enojo al sacudir a su ¿hermano?

—Ya, ya. Voy a saludar a tu novio, ¿o cómo quieres llamarlo, hermanita? —mientras Pailis dice esto, veo cómo se sacude de nuevo: ya voy entendiendo por qué no quería salir de donde estaba oculto. La hermanita: eso solo confirma lo que pienso. Escucha el llamado con calma, pero cuando se siente sacudido su calma se pierde.

—No es nada mío, los votos dictan que ni debo hablar como una chica.

Azri, del otro lado de mi vehículo, adelanta su mano como para saludar a una pelota en una jaula que, al notar el saludo, crea una mano pequeña y devuelve el saludo sin que ninguno diga nada. Solo se sonríen entre Pailis y un automemory doll.

—Así que tú eres quien escribió esas cosas.

—Afirmativo —responde mi amigo y se va hacia atrás. Sariete, del otro lado, hace lo mismo y deja a su lado la jaula que se ajusta a la pared para no moverse con un metal que se ata al muro sin que haya que romperlo, solo se pega—. ¿Le gustaron mis letras a tu hermana?

Sariete cambia de expresión. Veo cómo busca en su manga, que la oculta de todo aspecto real, su peluca mágica.

—No lo intentes, te la daré antes del castillo, mi hermanita querida.

—Llamarme por mi nombre, hermano adoptivo.

—Sariete, hazlo si quieres. Nadie te ve y a unos kilómetros nadie mira en esta dirección. Desde el castillo nadie llega a vernos por las montañas entre medio. Cumple lo que soñaste —la hermana agarra la jaula e intenta ocultarla, pero solo logra que de ella se abran portales extraños que envían sus manos hacia otra zona. Es un excelente método de defensa.

Esa es magia de viaje, o de niebla fría en otras palabras; puedo sentir, incluso de espaldas, la sonrisa de Pailis, aunque no sea más que una simple bola con personalidad. Sariete se hace para atrás con cara de enojo y mira directamente a los ojos de mi amigo Azri que no logra entender la charla entre estos dos hermanos.

—Azri, ¿soy bonita?

—No debo opinar de mis clientes ni dar afirmaciones por nada del mundo.

—Azri, ¿soy bonita?

—Estamos a un minuto de estar en otro claro. Les debo avisar —menciono mirando para atrás y notando un movimiento al frente de la que se llama como una flor: ha tocado el pecho de mi amigo. Esto hace que levante mi arma pensando que sacará un arma, pero a medio camino puedo sentir solo su desesperación en el aire—. Puedes romper tu código, si quieres; no le diré nada al capitán. Con estas palabras, Azri y su cabello negro comienzan a tomar un brillo como el del sol que lo golpea de un lado.

—Eres una flor del verano que con solo verla una vez me ha vuelto loco. Eres como una poesía de tantas palabras que se hace imposible pretender escribirla.

—No digas más, por favor —responde Sariete con la voz de su hermano, mientras esconde la bola con la jaula en la misma manga de donde salió, ese lugar a donde entran cosas y no sabemos dónde irán.

—Está muy emocionada, por lo que he tomado prestado su lugar; después de todo y por un rato ella estará oculta hasta recuperar la calma —afirma Pailis y cambia su forma a la del sacerdote que vi en el bosque, con un cabello tan largo que llega hasta su cintura y lleva tiras para acomodarlo. No era su peluca, era un cambio de forma que puede controlar.

—Pailis, el Caballero de la Niebla Legendario, ¿no?

—San Pailis, me dirás —replica sacando de su manga un retrato de su mito de cuando asesina al dragón—. El dragón Slayer.

—Te diré cuñado, en todo caso.

—Como quieras, ahora hagan silencio que yo sí puedo escuchar a Sariete.

Capítulo 8

Transcribir

La entrada del castillo es enorme y oscura. Aun con la luz de sol golpeándome de un lado, solo se pueden ver los cascos de los guardias que vigilan el sentido general en las cuatro direcciones y hasta la entrada de los barcos. No hace falta ver desde el otro lado de la montaña para notar que fueron los primeros en vernos llegar antes que el mismo vigía del pueblo. Al bajar del transporte, puedo percibir cómo nos analizan; solo esperan nuestros papeles de autorización.

—Venimos llamados por Tyomas.

—¿Posee alguna certificación? —a la pregunta respondo mostrando el papel firmado por Tyomas con el pedido especial de trabajo—. Ingrese —vuelve a hablar mientras se abre la puerta detrás de él. Se hace a un lado justo para continuar diciendo—, y gracias por traer a Pailis.

—Silencio —veo que Pailis emerge desde el cuerpo de Sariete, al hacerlo los sujetos se arrodillan y se levantan recién cuando Pailis ha avanzado y los deja atrás. Pailis no ha entrado al transporte, camina en una dirección diferente a la nuestra. En un instante, Kairin lo ha seguido y sin decir una palabra se detiene al ver las lanzas de los guardias frente de él junto a la puerta de sellos. Con un gesto, Pailis la abre y los guardias se hacen a un lado—. Pasa, Kairin, el pecado por el que quieras hablar… estará este sacerdote para ti.

—Azri, te veo luego. Cuiden mi transporte.

—Claro —es todo lo que digo como respuesta a él que me ha dejado con sus caballos. Avanzo hacia mi trabajo como automemory doll—, otro día más —digo sentado y viendo las estatuas de la gran sala donde a la luz y bajo el viento helado hay gente ya rezando tan temprano. Apenas son las 6 a. m. para empezar un día con rezos.

—¿Un automemory doll? —menciona uno que detuvo su rezo cuando me vio pasar por entre medio de la gran sala. Llamo la atención de algunos más mientras un sacerdote con máscara roja de cuervo ordena seguir con la misión.

—Y, usted, pase más silencioso: va a tener una gran paga extra mientras menos desastres modifiquen nuestra calma —al decir así el área se empezó a iluminar con una luz azulada en parte y otra de color amarillo, correspondiente al sol normal sin una bendición.

—Afirmativo —digo en voz baja. Noto que me responde con una seña. Al parecer, reconoce la lectura de sabios como yo. Puedo ver a Pailis salir por una puerta en la parte de arriba; o, mejor dicho: pude reconocer parte de su energía. Al ser parte, Sariete es reconocible para la magia de las flores.

No he terminado de avanzar cuando se abre una puerta secreta por donde baja mi transporte y sigue hacia una subida que me deja en un jardín. No hubo más que abrir y cerrar una compuerta para llegar al fin a una mesa acomodada en medio de un gran jardín. Si hasta hay unos osos que duermen bajo la sombra de un árbol y plantas sariettes creciendo por todas partes.

—Bienvenido sea usted, señor Mago de los Días —escucho en mi mente y desde el fondo, al lado del oso que mencioné antes. Es la voz de un hombre mayor.

Capítulo 9

Confesión

Anoto lo que me pide, sus deseos; de paso me narra historias nuevas para las Santas Escrituras. Extrañamente lo hace de forma oral y siento que es algo nuevo y diferente a lo que conozco de los muchos textos, ríe entre medio con un aspecto similar en términos de cabello y ojos a Sariete. Hasta por el jardín puedo dudar de que no sea el padre, o un familiar.

Mientras pienso y anoto rápidamente analizo algo extra de él: sus mangas son cortas.

—Entonces, el Mago de los Días vio a la flor más hermosa y marrón que habrá visto en la misma vida, enamorado de ella como si fueran… —al escucharlo hablar así me sonreí, usó de la nada un título particular: uno que muy pocos tienen y que es único.

—Mago de los Días, mi título como automemory doll.

—Tu magia se basa en flores de emociones y de escritura, es algo que solo puedo saber yo antes de que estuvieras en esta parte del mundo —declara mientras pone en sus manos un libro que retira de bajo de la mesa. Por lo que sentí, salió de un portal; y he sentido lo mismo con la que ya podría asegurar que es su hija. La magia se heredera uno a otro y no se puede repetir, al menos que tomes el sistema mágico entero para adaptarlo a ti.

—Al Mago de los Días le gusta su hija —le respondo al mismo tiempo que transcribo sus ideas.

Él pierde su sonrisa al notar que mi declaración es con burla y seguridad.

—El Mago de los Días no sabe qué le viene…

—Lo sé. Sariete es particular y eso me atrae de ella, desde el primer instante en que la sentí con mi autoridad de Caballero Negro —dicho esto, se ha levantado de la mesa tan rápido que la ha tirado, los documentos vuelan para no caer y ser arruinados por la tierra. Por lo que siento de él, fue un susto más que enojo—. Sigamos con el trabajo, ignoremos mi declaración de intenciones por el bien del negocio.

Aclaro mi voz y pongo con mi magia todo en su lugar, la mesa regresa a estar de pie, los papeles sobre ella y mis lápices de nuevo con punta. El sacerdote rey de este castillo solo se sienta, sin decir nada, para seguir narrando los hechos. Sus palabras ni en mi mente destacan, solo debo pasar en limpio en varios idiomas las Escrituras Sagradas aun cuando mencionen al Mago de los Días y la flor color café tan hermosa con su tallo negro. Ha callado un instante sin seguir después de unos minutos, solo inició un silencio cuando ha pasado una hora desde el último.

—Mago de los Días, puedo ver en ti un gran futuro —ha dejado de narrar para iniciar un tono de charla —, rodeado de esa flor tan hermosa que estará lista para su misión, al igual que mis visiones futuras.

—¿Visiones futuras? —digo con sorpresa directa. Es imposible ver el futuro con la magia.

—Mis sueños de patrones, en forma de versos, me permiten ver ciertas cosas, o cosas futuras cuando está la persona al frente. Tú, sí, tú, puedo verte muy feliz con su corazón y al mismo tiempo triste con mi creación —se levantó dándose la vuelta, deja en la mesa el pago y una suma extra por mucho: una bolsa entera de la misma moneda que usa Sariete. Eso significa que estuve más de seis horas por un buen aporte.

Capítulo 10

Oscuridad

Este sujeto tiene muchas preguntas y casi todas son sobre mi relación con mi hermanita. ¿Quién hubiera pensado que el santo Pailis tuviera que responder mientras Sariete se niega a salir? Está su hermano mayor en su oficina sobre esa mesa horrible y blanca. Normalmente ocurre del lado contrario, para no romper la línea de valores normales de la personalidad de Sariete. Creo que se durmió en su ocultamiento.

—Y así es cómo funciona este lugar. Te veo muy interesado, más que en solo esperar a tu mejor amigo. ¿Hay alguna razón en querer pasar el tiempo, que tengo de sobra, esperándolo?

—Ninguna, pienso que es interesante hablar con un héroe legendario.

—Me halaga —respondo tomando la taza de té. Siento cómo la hermanita en mi dimensión está intentando hacer algo. Y creo que está pintando algo, según cómo la escucho y puedo ver sus manos en el mundo de nieblas: está dibujando algo que sacará después, apenas pueda.

—Te veo distraído.

—Disculpe —puedo ver que centrarme en lograr atrapar a Sariete y que esta salga me desvió de lo que iba diciendo—. Es difícil tener una hermanita, al menos ahora cuando es su primavera… Discúlpeme un... —empiezo a tirar sangre por la boca, la medicación de mi hermanita color miel hace efecto contrario en mí—. Como decía, es difícil tener una —tiro un poco más de sangre— una hermana especial.

—¿Tiene ella alguna enfermedad? —dice el a ver cómo limpio la mesa con mi ropa que al instante vuelve a su color normal porque puede ser reparada en el mismo momento en que la arruino—. Puede ser antilopotia, curable si tomas unas de estas gotas por día por dos semanas —me lanza, entonces, un frasco que he atrapado de un portal y lo guardo. Sariete habrá escuchado eso y verá el regalo.

Así que él puede crear objetos. Supongo que es el médico que estaba en la oficina de cuidados cuando Sariete paso rápido a ver a su auto memory doll.

—Kairin, dime, ¿qué quieres? ¿Las preguntas son más para analizarme o saber a quién quiere como princesa tu mejor amigo? —veo cómo ríe entre dientes el sujeto, parece que puedo saber la respuesta con solo eso—. Vaya… ¿eres eso?

Mientras hablo puedo ver mejor su raza, aun cuando luce como una persona pude notar lo que era, realmente.

—Estoy intentando saber qué sintió él, en realidad. Soy un lubu.

—Eso acabo de notar, un comedor de sentimientos. Y yo pensaba que sería el Mago de los Días eso. —respondo levantándome. Ya es la hora de que se retire, su amigo ya está libre de trabajo—. Lubu Kairin, su mejor amigo ya se está retirando.

A terminar de decirlo camino hacia la puerta, cuando se abre y veo entrar a un grupo de niños. El trabajo de Sariete: el cuidado de mocosos. Tengo suficiente con ella para preocuparme por tal cosa.

—Suerte en tu trabajo, Pailis.

—Graci… —antes de terminar de decirlo, Sariete ya ha cambiado lugar conmigo. Sentí por un momento la presencia de Azri. Se está obsesionando mi hermanita.

Capítulo 11

Doble personalidad

He llegado a tiempo para tomar su lugar, para despedirlo de lo que debería ser la última vez que lo vea. Porque dudo de que me dejen verlo de nuevo, mi hermano mayor como mi mentor se negarán. Su sonrisa tan linda, con esa armadura de Caballero Negro que lo cubre casi todo… ayer no la tenía. Solo usa ropa de trabajo en el pueblo.

No se cubre la cabeza, ni tiene marcas para un casco, apenas deja suelto su cabello. Como el Mago de los Días, he dejado el aspecto de Pailis para no parecer rara al frente de los niños que vinieron a verme.

—Chicos, Hoy tengo que atender algo. ¿Le harían el gran favor de esperar por su cuento al señor Pailis? —al decirlo, se retiran sin mediar palabra. Saben que ante mi palabra de señor Pailis solo deben hacer caso y acudir a mi título de gran sacerdote y santo.

—Vaya, ¿usas tu título de vez en cuando?

—Cuando lo necesito, Azri. Pase.

—Con gusto.

Ha ingresado el Mago de los Días y se ha sentado de nuevo con su mejor amigo. Tienen un rato antes de que se pierda por completo la luz del día, lo que causaría que deban posponer su viaje para no morir de frío en caso de no tener un tipo de defensa como la mía ante tal cosa. Puedo escuchar, cuando se sienta Azri junto a Kairin, unas palabras internas. Creo que están debatiendo de forma no civilizada mis hermanos mayores. Por alguna razón Pai y Lis no están de acuerdo uno con el otro. Pai, como buen hermano querido, me apoya; y Lis no quiere niños cerca, ni caballeros como él.

—¿Te llevas bien con Pailis? Ha sido muy amable en las horas en que me atendió.

—Lo sé, puedo ver y oír lo que hacen de afuera para dentro. Al contrario, es muy difícil hasta entenderlos.

—¿Plural?

Acabo de decir de más, puedo ver cómo Azri levanta las orejas con signo de confusión.

—Error gramatical mío, lo siento. Cuando estoy alterada es normal que sucedan —menciono esto al tiempo que saco de mis mangas unos tés que son diferentes, los separo a mi gusto y son respetados por los hermanos que tengo conmigo en mi área espiritual. Lo coloco sobre el agua que se calentó al instante con mi cocina especial (la tengo al lado de la mesa de la oficina, en un lugar donde nada se quemará). También está la cama escondida en la pared. Está todo junto para mi placer y sin nunca tener que salir.

—Entiendo, Sariete. ¿Puedo hacer la pregunta o la harás tú?

—Hazla. Si debes hacer una pregunta, la puedes hacer.

—¿Saldría usted con este sexto caballero del rey Wilter? Me gustaría que Sariete pudie…

—Para… Por favor, detente —digo mientras apago el fuego para lo cual he metido la mano por un portal al escuchar el agua que aparece por mi obra en las tazas. Su pregunta directa afecta mi sentido del trabajo y evita que la medicación haga el efecto adecuado—. Lo siento, sigue —le doy la orden de terminar el trabajo para mantener mi mente en pie. Es muy difícil pensar con dos imbéciles que discuten en mi interior.

—Si a Sariete le gustase salir conmigo, en su forma normal, sin actuar como otra persona y si así pudiera ser mi dama, quiero afirmar mis intenciones.

Lo miro con dudas. Cualquier cosa que responda hará que se enojen conmigo: mi mentor, por salir como soy realmente; mi hermano Pai, si lo rechazo; y Lis, si lo acepto. Pero uno de mis hermanos me apoya y eso es lo que me importa, aun cuando solo está en forma de bola en una jaula.

—Si quieres mañana, debo hacer un trabajo hoy —al responderle noto cómo Kairin baja su taza, como pensando algo antes de tomar otro té del pozo sin fin de agua. Mientras su otra mano retira un medicamento que aparece de la nada, básicamente, de su armadura, entonces pregunto—. ¿Qué tienes para mí?

—Debes darle esto a la niña, su enfermedad avanzará pronto.

—¿A Nalir? Nunca la vi enferma —respondo tomando una foto de un portal: los hago aparecer y desaparecer a mi placer. Es un lugar sin fin donde puede estar lo que sea congelado y sin daño alguno. Al mismo tiempo, retiro de mi biblioteca sus archivos médicos para revisarlos—. Lo revisaré, pero no sé qué me estás dando, Caballero de las Nubes.

—Sí que escuchas lo que decimos, y puedo ver que te preocupar por la gente al guardar sus objetos en ese mundo imaginario tuyo.

—Vaya, lo notaste —digo esto al pasar el archivo por un portal hasta sus piernas. Gracias a la humedad, no hay gasto de energía ni abuso de la magia de Pailis—. Es solo un lugar de niebla y oscuridad, donde la historia del mundo, si fuera un libro, no cubriría ni una página con todos los detalles.

—Lo dices como si no fuera una magia impresionante. Solo mirarla me causa miedo, se nota ese tamaño digno de un creador.

—¿Qué te interesa tanto de mi ser realmente, Kairin? Es por el hecho de que tu mejor amigo me quiere como su dama, ¿o porque necesitas algo más? —al decirlo puedo ver cómo Azri le empieza a hacer señas con gestos enojados, como queriendo que se retire.

—No importa. Te dejo con Azri, según como deseas no ser molestada.

—Te veo luego para irnos, Kairin —afirma el Mago de los Días, veo cómo se levanta y se sale de mi oficina. Esto ha sido curioso.

Capítulo 12

Primavera

Ha pasado un día y no puedo entenderla, solo aceptar. Luego, hago de cuenta que nunca escuchó mis palabras directas: “Quiero que seas mi esposa”. Es simplemente extraño, sin más, y eso me atrae. Puedo decir que es más perfecta que el paisaje de las olas desde el puesto interior, que cuando se abre puedo ver el mar lejano desde el lado inverso. En este caso, por la necesidad que tenemos de bajar por las escaleras y no por el agua.

Las olas que caen junto a los barcos atados golpean mis pies. Puedo sentir mis dedos mojados y de forma dulce ignoro el hecho de que, a la larga, esta agua no es buena para mi ropa.

—Azri, ¿ya estás listo? —escucho una voz detrás de mí, me levanto de la posición en la que estoy y me pongo las botas sin darme vuelta. Por hoy no uso mi armadura ni mi traje de trabajo—. Te ves particular sin nuestra ropa normal…

Kairin afirma esto al ver mi ropa cuando me doy vuelta. Llevo pantalones marrones y camisa blanca con un moño, lo que me hace parecer alguien más entre la multitud, como pidió Sariete que nos veamos.

—¿Se ve tan extraño? Digo, ¿me veo bien?

—Lo suficientemente guapo para tu princesa —empieza a reír, pero no es su risa. Su forma de reír es diferente. No es él, aun con su armadura puesta noto falencias, como el lugar donde lleva el arma: en la mano contraria. No es Kairin.

—Fayles. ¿Qué quieres, Caballero de la Lanza?

—No te molestes —lo veo cambiar a su aspecto normal, con su traje sin armadura completa, solo torso, piernas y casco. Su pelo rubio por su poder del sol me hace dudar por momentos, es tan atractivo para las mujeres. Y peor en este momento cuando no ayuda—, el Caballero Solar solo vino a dar un consejo.

—¿Eh? —me expreso así al ver cómo se acerca y me arregla la ropa. Por alguna razón, la pone más ordenada, como mi camisa que tenía levantada por algunas partes y los botones sin terminar de colocar.

—El truco es parecer común, pero no corriente. ¿Sabes cuál es la diferencia entre esas dos cosas? — afirma y pregunta como un profesor. Mide solo 7 cm más que yo y, aun así, cuando da clases, me paree enorme, como un gigante cuyo dedo de su pie es todo mi cuerpo—. Responde, auto memory doll —noto que ha levantado su voz para terminar de ordenarme.

—Disculpe, debo admitir que no poseo ninguna idea de nada de tales cosas. Aprendí a escribir lo que sé con novelas y nunca practiqué hasta que… —suspiro al recordarla pidiendo sus cartas—. Digamos que la vi quitarse esa peluca y al ver sus ojos perfectos y esa piel suave con toques de palidez, me llamaron tanto la atención que dudé en cumplir mi código de honor y no pedirle la mano en ese instante.

—Un lubu auto memory doll me parecía curioso. Ahora, que esté tan enamorado me hace dudar de que sea uno natural —cuando responde Fayles, deja de sonreír con su 1.90 m y hace aparecer su lanza que apunta a mi pecho tras hacer dos pasos hacia atrás—. Dime, Azri, ¿en verdad sientes eso o lo has copiado de ella? —dice con voz grave, acerca cada vez más su lanza a mi pecho. Sin embargo, aunque me hiciera daño, no moriría por la bendición de mi rey Wilter. Y llegado el caso, habría de romper su autoridad por ser el único que puede darme muerte: me dejarían en el piso hasta que me recupera desde cualquier célula que quedara.

—Ella tocó mi pecho. Al sentir algo que no podía yo entender completamente, creí que era por leer tantas novelas donde se sienten atraídos sin mucha explicación. En este caso… solo me sentí raro.

—¿Sentías un sabor dulce?

—¿Dulce?

—Responde —presiona su lanza contra mi pecho, siento su punta que ya casi rompe la tela.

—En mi boca había un aroma, un olor, un sentido nuevo. Solo con verla, era como la miel en mi boca y la…

—Primavera con su viento de temporada en un campo de flores. Okey —junto a estas palabras hizo desaparecer su lanza. Al hacerlo, pude ver el brillo del sol—. Ve con calma —va desapareciendo por el lado contrario al que debo usar yo. Al hacerlo, tomo el camino que corresponde a la hora de salida. Hoy no tengo negocios: día libre, pedido por mí de forma especial.

Por la línea que debo seguir veo algunas risas, siento que estoy sonriendo más con este sol de la popa del barco. Bajo por la escalera hacia el pueblo, me dijo que el lugar es a unos diez minutos. Hay una cosa que puedo hacer: hacer aparecer mi caballo. Lo hice en un abrir y cerrar de ojos, lo que causó miedo en quien estaba cerca. Pero seguí el ritmo y llegué en un minuto.

No fui ni a la mitad de mi potencia, pero nada mal para hacer el trabajo de un caballo normal en menos de un minuto. Al frenar, noto que es una plaza pública, digamos que es tan normal que tiene una fuente en el centro. Y hay alguien a quien puedo reconocer. Con su pelo negro y ojos marrones, mira hacia unos árboles donde hay pájaros en un nido que igualmente la observan.

Hago desaparecer el caballo y al caer de pie camino hacia el lugar donde está. Se voltea y me ve a unos pasos de distancia. Se levanta para saludarme con un vestido largo celeste, y un collar que cuelga desde su cuello y hasta la mitad de su estómago. Usa unos guantes oscuros que no dejan ver sus muñecas. El resto de su figura la puedo ver bien: es una persona linda de aspecto y preciosa con lo simple que puede ser. No es corriente ni tampoco común; es única en su especie, para mi juicio.

—No tengo aire… —eso no lo pensé. Ella al escucharlo se echa a reír y se acerca a mí para poner sus manos sobre mi brazo. Me pide ambos y hace un saludo de reverencia.

—¿Quieres pasear conmigo unas horas? Hay muchas cosas por hacer, como…

—Claro —al responder tan rápido como aceptando términos y condiciones sin preguntarme cuáles eran ella vuelve a reír, como Pailis. O actuando como él, nunca la había visto hacer eso hasta ahora. —. Perdón, no te deje terminar…

—No pasa nada, vamos —sonríe y de la mano me lleva en la dirección contraria a donde vine.

Capítulo 13

Corazones

Comimos helado, leímos libros que compramos juntos —al menos el primer capítulo—, hasta estuvimos de la mano sin notarlo, y lo que siento es algo imposible de pensar, él solo lo sentirá porque lo toma de mí. Ahora se ha sentado en la sombra junto a mí ser al que parece amar. Su sonrisa es perfecta para un Caballero Negro del rey. ¿Si fuera su pareja, soy su princesa? Capaz no deba preguntarme esto, porque estoy al frente a él, con las piernas de uno delante de las del otro, como esperando algo más. Quizá él quiera hacer una pregunta, por lo que puedo sentir por la lectura corporal que hago de su expresión.

—Se mi… —él se levantó de la nada para decir algo en el mismo instante en el que yo lo estaba por decirlo—. Primero tú —aclara al notar que yo iniciaba algo también. Su cabello negro se ha modificado por uno un tanto azulado por la luz que viene desde mi templo. Con eso me animaré.

—¡Sé mi caballero! —se hizo para atrás asustado con mi grito. Alguien que pasaba nos miró por un instante para seguir caminando. Estamos casi en el camino, si no estuviéramos sobre el muro cerca del árbol—. Perdón.