Esposa de papel - Tara Pammi - E-Book

Esposa de papel E-Book

Tara Pammi

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Beschreibung

El multimillonario Dante Vittori había pasado años labrándose una reputación impecable, cosa nada sencilla después de la encarcelación de su padre, pero su puesto corría peligro y, para hacer frente a la amenaza, tenía que hacer lo impensable: ¡casarse! La heredera Alisha Matta era un alma libre, capaz de cualquier cosa con tal de salvar la fundación de su madre, aunque fuese casarse con el hombre al que odiaba. Lo que no esperaba ninguno de los dos era que hubiese tanta pasión entre ambos. De repente, su matrimonio valía mucho más de lo que habían imaginado…

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2018 Tara Pammi

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Esposa de papel, n.º 2690 - marzo 2019

Título original: Sicilian’s Bride for a Price

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-819-9

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

DANTE Vittori miró fijamente el documento que le habían entregado una hora antes. Los ventanales de su despacho, situado en el piso cuarenta y seis de las torres Matta, en el centro de Londres, bañaban de un resplandor anaranjado el lujoso espacio en aquel momento, el de la puesta del sol a sus espaldas.

Vikram Matta, el hijo de su mentor, Neel Matta, y su mejor amigo, había fallecido.

Sintió que se le encogía el corazón durante un minuto seguido.

No obstante, había aprendido que el dolor era una emoción inútil. Lo había aprendido con trece años, cuando su padre se había quitado la vida en vez de enfrentarse a la cadena perpetua a la que había sido condenado por arruinar a cientos de personas con el caso Ponzi. Lo había aprendido cuando su madre se había limitado a cambiarse el apellido y recuperar el de su padre siciliano y se había casado con otro hombre solo un año después de la muerte de su padre.

Por aquel entonces, si Dante se hubiese dejado llevar por las emociones, se habría derrumbado. Vikram ya no estaba y él hacía tiempo que lo había asumido.

Repasó los documentos rápidamente para asegurarse de que no se le escapaba nada.

Acciones con derecho a voto del fallecido.

Se le erizó el vello de la nuca y recordó la conversación que había mantenido con Vikram y con Neel cuando Neel se había enterado de que no le quedaba mucho tiempo de vida.

Neel Matta había montado Matta Steel, un negocio de producción de acero, casi cuarenta años antes, pero había sido Dante quien lo había convertido en el grupo empresarial multimillonario que era en esos momentos. Y Neel había decidido enfrentarse a su propio hermano, Nitin, y otorgar sus acciones con derecho a voto a alguien de fuera de la familia, a Dante.

Así, había convertido a Dante en uno más de la familia y en esos momentos Matta Steel era parte de él, lo era todo para él.

En vez de perder el tiempo llorando la muerte de Neel y lamentándose por el terrible accidente de avión en el que había fallecido Vikram, Dante se había dedicado a trabajar todavía más y a consolidarse como director general de la empresa.

Pero en esos momentos estaban en juego las acciones con derecho a voto de Vikram…

Su secretaria, Izzy, entró en el despacho sin llamar. Ella también había recibido la generosidad de Neel y trataba a Dante con una confianza que este no permitía a nadie más. Además, estaba seguro de que si lo había interrumpido era porque tenía un buen motivo.

La mujer pelirroja clavó la mirada en los papeles que Dante tenía delante y sus ojos verdes mostraron aflicción por un instante, pero cuando lo miró a él lo hizo de manera profesional.

También estaba muy dolida por la muerte de Vikram, pero, al igual que él, era una persona pragmática.

Dante se echó hacia atrás en la silla, entrelazó los dedos detrás de la nuca y le dijo:

–Suéltalo.

–He oído decir a Norma, la secretaria de Nitin, que este va a convocar a la junta para una reunión de urgencia con un asesor especial.

–Ya me lo imaginaba.

La codicia del hermano de Neel no lo sorprendía.

–No sabía si eras consciente de que las acciones con derecho a voto de Vikram están en juego.

–Lo sé.

Izzy era competente y muy inteligente. Y, sobre todo, le era muy leal, una cualidad impagable para Dante.

–¿Qué opinas tú al respecto?

Ella tomó asiento y abrió su cuaderno.

–Le he tirado un poco de la lengua a Norma y sé que Nitin quiere repasar los estatutos delante de la junta para llegar a la conclusión de que las acciones de Vikram… deberían ser para él, dado que, según los estatutos, las acciones con derecho a voto deben mantenerse en la familia.

–Pero Neel los modificó para darme a mí sus acciones.

Se las había regalado después de que Dante hubiese realizado un importante logro para la empresa, había sido el gesto con el que Neel había preparado su camino hacia la jubilación y había entregado las riendas del negocio a Dante. Por desgracia, pocos meses después había fallecido de la enfermedad coronaria que sufría.

–Nitin va a decir que Neel hizo aquello porque no estaba bien de salud.

Dante sonrió.

–Lleva diez años con lo mismo y yo sigo con el control.

–Además, se ha olvidado de Ali.

Por primera vez en años, Dante se acordó de la hija rebelde de su mentor, la única preocupación de Neel con la que él no lo había podido ayudar. El único elemento de la ecuación que jamás había logrado entender.

–No, no se le ha olvidado.

Todo el mundo sabía que Alisha siempre había despreciado la empresa de su padre.

Dante se puso en pie, estaba empezando a anochecer.

–Nitin cuenta con que Ali no va a querer tener nada que ver con la empresa, como ha hecho siempre, y piensa que va a heredar las acciones de Vikram.

–¿Y tú puedes oponerte?

–Puedo, pero si la junta directiva se pone de su parte y decide que las acciones son para él, no podré hacer nada. Salvo que…

De repente, se le ocurrió una idea.

–Nitin tiene que aprender de una vez por todas que Matta Steel es mía.

–Supongo que tendrás un plan para conseguir eso.

Lo tenía. Y era un plan brillante. No se había dejado la piel en aquella empresa para tener que defender su puesto todos los años.

Tenía dudas, pero las apartó de su mente. No podía decepcionar a Neel, tenía que mantener el control de Matta Steel.

Alisha nunca había querido tener nada que ver con el legado de su padre, le había dado la espalda a todo lo relativo a la empresa, a Neel e incluso a Vikram.

Y, que Dante supiera, por él solo sentía resentimiento.

Pero todo el mundo tenía un precio y él solo necesitaba averiguar cuál era el de Ali.

–Averigua dónde está.

Izzy levantó la cabeza y lo miró con sorpresa.

–¿Ali?

No parecía convencida.

–Sí. Encuentra a Alisha –le confirmó antes de ponerse la chaqueta y mirar el teléfono.

No había ningún motivo para perderse la cita que tenía aquella noche con una actriz de Broadway que estaba de paso por Londres.

Al llegar a la puerta, se giró hacia su secretaria.

–Ah, y llama a ese detective en mi nombre. Me gustaría hablar con él.

–¿A qué detective?

–Al que pago para que le siga la pista a Alisha.

–Pero si nunca te lees sus informes –lo acusó Izzy claramente.

Nunca se había preocupado por Alisha, solo había querido que estuviese vigilada por si se metía en algún lío.

Lo había hecho por Neel.

–No había necesitado hacerlo, hasta ahora. Está bien, ¿no?

En realidad, Dante se leía todos los informes, pero Izzy no tenía por qué saberlo.

–En cualquier caso, ahora voy a necesitar más información.

–Dante…

–No es asunto tuyo, Isabel –la interrumpió antes de cerrar la puerta tras de él.

Izzy siempre había estado en su vida, desde que Dante se había ido a vivir a casa de Neel mucho tiempo atrás, pero eso no significaba que tuviese que compartir con ella sus pensamientos más íntimos, ni que la considerase una amiga.

Dante Vittori no tenía relaciones personales, de ningún tipo.

 

 

–Ha venido alguien a verte, Ali.

Alisha Matta levantó la vista. Estaba de cuclillas en el restaurante del Grand Empire Palace, soportando el peso de la cámara con los hombros, con las piernas doloridas por llevar demasiado tiempo en aquella posición. Ignoró a su amigo Mak y siguió tomando fotografías.

Se había pasado toda la mañana esperando en la pequeña cocina del restaurante a que Kiki volviese a casa.

Llevaba tres meses esperando aquel momento.

–A tu derecha, mira a la cámara. Saca la cadera izquierda. Estás maravillosa, Kiki –continuó alentando a la modelo.

Había aprendido un poco de tailandés durante el último año, pero su marcado acento hizo reír a Kiki.

Las luces de neón y el suelo de linóleo rosa, barato, eran el marco perfecto para una Kiki vestida con vaqueros y una camisa, que se movía de manera eficiente y sensual ante la cámara.

Pero ni siquiera la perfección de aquella imagen pudo evitar que las palabras de Mak la distrajeran.

–Si es John, dile que lo nuestro ha terminado –susurró.

–Es un caballero italiano vestido de Tom Ford y con zapatos de Gucci, creo.

Ali cayó hacia atrás.

–¿Qué dices, Mak?

Este frunció el ceño.

–Ya sabes, el tipo que escribió acerca de los círculos del infierno, ese.

–Dante –murmuró ella, pensando que Mak tenía razón al relacionar a Dante con el infierno.

Porque aquello era lo que el protegido de su padre representaba para ella.

El demonio.

«Las princesas no deberían tirar piedras, bella».

En realidad, llamarlo así era exagerar porque a ella nunca le había hecho daño, pero lo odiaba.

Se preguntó qué estaría haciendo en Bangkok.

La última vez que se habían visto había sido cuando se había enterado del accidente de Vikram. Cerró los ojos e intentó no recordar aquella horrible noche, pero no lo pudo evitar.

Se había sentido furiosa con Dante por un único motivo: que él estaba vivo y su hermano, no.

–Creo que no le gusta que le hagan esperar –añadió Mak, interrumpiendo sus pensamientos.

Ali se incorporó.

No, al multimillonario Dante Vittori no le gustaba que le hiciesen esperar en un hotel destartalado. Debía de estar impaciente por volver a su imperio. Y a su fortuna.

¿Cómo se atrevía ella a hacerlo esperar cuando un minuto de su tiempo podía significar un negocio, un millón, otra empresa…? Ali sonrió con malicia.

Iba a hacerlo esperar.

Porque la presencia de Dante allí solo podía significar una cosa: que la necesitaba.

Pero ella no tenía pensado hacer su vida más sencilla, ni más tranquila, ni lo iba a ayudar a ganar más dinero.

Guardó la cámara con cuidado, se la colgó del hombro, recogió el resto de parafernalia, le dio un beso en la mejilla a Kiki y salió por la puerta trasera.

Era finales de septiembre y hacía buena temperatura, la noche era ruidosa y estaba impregnada por los olores que emanaban de todos los restaurantes de la calle.

Le rugió el estómago. Comería y se bebería una Coca-Cola bien fría en cuanto llegase a casa.

Entonces un Mercedes negro con conductor se interpuso en su camino. La puerta se abrió y apareció Dante.

Con aquella camisa blanca, que realzaba su piel morena, y los pantalones sastre negros, parecía recién salido de la portada de una revista.

Su reloj, un Patek Philippe que su padre le había regalado cuando Dante había llegado a la junta directiva de Matta Steel, otra cosa más que su padre le había dado a él en vez de a ella, brilló cuando levantó la mano para sujetar la puerta.

–¿Estás huyendo otra vez, Alisha? –le preguntó él, esbozando una sonrisa.

Era el único que insistía en llamarla Alisha. Y lo hacía en tono de reproche.

Ali sintió resentimiento mientras él recorría con la mirada su camiseta de tirantes, los pantalones cortos de color verde, las chanclas, y volvía a subir al pelo recogido en un moño deshecho. Dante la miraba con desprecio, pero con tal intensidad que Ali no pudo evitar sentir calor.

Levantó la barbilla y le aguantó la mirada. Los ruidos de la calle fueron desapareciendo a su alrededor.

Ali se fijó en su nariz aristocrática, que le habían roto en la adolescencia, en la línea de su mandíbula, cubierta por una sombra oscura, en sus intensos ojos, en los hombros anchos y en aquella arrogancia que emanaba de todos los poros de su piel. Transmitía seguridad en sí mismo, tanto cuando estaba en la sala de juntas como fuera de ella.

Y su boca… El labio superior era delgado, parecía esculpido, y el inferior era mucho más grueso, era la única parte de su cuerpo que parecía suave, que hacía entrever la sensualidad oculta bajo aquella crueldad.

Ali tenía el corazón acelerado, tenía mucho calor. Lo miró a los ojos y se preguntó qué estaba haciendo. ¿Qué se estaba imaginando?

Se humedeció los labios secos con la punta de la lengua y consiguió decir:

–No tengo nada de qué hablar contigo ni quiero saber nada de ti.

Y recordó cómo había estado enamorada de él de niña. Todo lo que despreciaba de Dante era lo mismo que la atraía de él. Sabía que aquello era peligroso…

Él la agarró por la muñeca para impedir que se marchase.

Ali se zafó y lo vio apretar los labios un instante.

–Tengo que hacerte una propuesta que estoy seguro de que querrás escuchar.

Ella deseó poder decir algo que hiciese que se le cayese aquella careta. Deseó ser capaz de conseguir que aquel hombre arrogante se arrodillase ante sus pies. Se sorprendió a sí misma con semejante sed de sangre.

Siempre le había gustado saltarse las normas, pero sin llegar al punto de la autodestrucción. Y eso era lo que Dante la empujaba a hacer. Siempre.

En cierto momento, odiarlo había empezado a ser más importante que intentar acercarse a su padre y volver a conectar con Vikram.

Ya no.

«Eres un fastidio, Alisha. Te soporto por él, nada más que por él».

De repente, se sintió tranquila, decidida.

–¿Qué quieres de mí?

Él arqueó una ceja. Volvió a apretar ligeramente los labios. En un universo paralelo, Ali habría llegado a la conclusión de que le había molestado que diese por hecho que quería algo de ella, pero Ali lo conocía bien y sabía que Dante Vittori era incapaz de sentir emoción alguna.

–¿Por qué estás tan segura de que quiero algo de ti?

–Porque estás a miles de kilómetros de tu imperio y, que yo sepa, no tienes ninguna fábrica en esta zona. Salvo que hayas venido en busca de obra de mano barata, has venido a buscarme a mí.

–Siempre he sabido dónde estabas, Alisha.

Ella tragó saliva.

–Por mucho que intentes fingir que no hay ningún vínculo entre nosotros, por mucho que intentes huir, siempre serás su hija.

Ali tuvo que reconocer que Dante siempre le había sido leal a su padre; y que siempre lo sería. Por ese motivo, entendía que Dante quisiese saber qué hacía con su vida.

–No me interesa intercambiar insultos contigo –le dijo, y se le quebró la voz–. Ya no soy… no soy aquella Ali impulsiva y destructiva.

–Me alegro del cambio. Cenaremos juntos y no nos insultaremos esta noche.

–Que no vaya a insultarte no significa que quiera estar cerca de ti más de cinco minutos.

No quería estar cerca de él porque se sentía confundida y sentía atracción.

–Ah –dijo él, mirándose el reloj–. Acabamos de perder treinta segundos.

La miró fijamente a los ojos.

–Nunca he sido ni seré tu enemigo, Alisha.

Y con aquella frase la atracción que Ali sentía por él se hizo casi tangible. El odio era lo único que la hacía mantenerse fuerte.

–Para mí, comer es un placer del que no voy a poder disfrutar si estoy contigo –le replicó.

–Tengo algo que quieres. ¿Cuándo vas a aprender a guiarte por tus metas, no por tus emociones?

Aquello la hizo temblar.

–No todo el mundo es tan ambicioso, despiadado y cretino como tú –le respondió, incumpliendo su decisión de no insultarlo–. A ver, qué me quieres proponer.

–Tiene que ver con la obra benéfica de tu madre. No voy a decirte más. Mi chófer te recogerá a las seis para ir a cenar. Y, Alisha, vístete de manera apropiada. No vamos a cenar en la calle ni quiero que aparezcas medio desnuda, como la última vez.

Ella tampoco olvidaría jamás la fiesta con la que habían celebrado su dieciocho cumpleaños y el veintiocho de él.

–Sabía que eras arrogante, despiadado, manipulador, controlador, pero jamás pensé que también fueses un esnob –replicó.

–¿Porque quiero cenar civilizadamente en un lugar en el que no vayas a lanzarme cosas?

Otra mala noche. Otro mal recuerdo.

Había llegado el momento de cambiar la percepción que Dante tenía de ella.

–Una cena. Nada más.

–¿Por qué te molesta tanto tenerme cerca? –le preguntó él justo antes de que se alejase.

A ella le ardió la cara.

–No me molesta.

–¿No? ¿Por eso evitas la casa de tus padres y nunca vienes a Londres? Evitas a tu familia, a tus viejos amigos y vas de sitio en sitio como una nómada.

«Tú me quitaste todo lo que era mío», deseó contestar Ali, como habría hecho en el pasado, pero no sería la verdad.

Dante no le había quitado nada, su padre se lo había dado gustosamente. Dante no había roto su familia. La culpa había sido de su padre.

Pero Dante… Ali seguía sintiendo una mezcla de enfado y atracción hacia él.

–Esa mansión, incluso Londres, no han sido mi casa desde hace mucho tiempo.

Él volvió a sonreír.

–Es un alivio saber que tu vida no gira entorno al hecho de evitarme, entonces. Hasta esta noche.

Y se marchó antes de que a ella le diese tiempo a responderle. De camino a casa, Ali no logró deshacerse de aquella incómoda sensación de aprensión.

Dante y ella no se soportaban. ¿Por qué insistía este tanto en que cenasen juntos? ¿Y cómo iba a conseguir ella no poner en riesgo su dignidad?

Capítulo 2

 

 

 

 

 

COMO era de esperar, Dante no se había conformado con mandarle un mensaje con el nombre del hotel cuando le había dicho que se vistiera de manera adecuada para la ocasión, pensó Ali mientras el Mercedes negro sorteaba el tráfico para dejar atrás el bullicio de la ciudad.

Aunque, como Ali lo conocía desde los doce años, ya sabía cómo funcionaba Dante.

Era un hombre que esperaba, no, exigía siempre lo mejor de lo mejor. Tenía fama de ser perfeccionista con sus trabajadores, pero después nadie se quejaba porque recompensaba bien el trabajo duro y la ambición. En el pasado, Ali se había esforzado en encontrar motivos para odiarlo.

El lujoso Mercedes se detuvo en el patio de un complejo hotelero de cinco estrellas, con las bonitas vistas de los canales llenos de barcas del río Chao Phraya. Mak le había contado que el marisco que servían en aquel restaurante era para morirse.

Así que al menos iba a disfrutar de una cena deliciosa en un restaurante estupendo. Y le iba a demostrar a Dante que podía fingir que tenía clase y elegancia como la que más.

Se llevó una mano al estómago mientras salía del coche para alisar el vestido ajustado de color rosa que se había puesto para la ocasión. Mientras estudiaba la impresionante fachada del hotel, aprovechó para mirarse ella también en el reflejo de las cristaleras.