Estrategias para comprender y producir ensayos - Norma Matteucci - E-Book

Estrategias para comprender y producir ensayos E-Book

Norma Matteucci

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Beschreibung

La producción de ensayos es una práctica académica exigida a docentes y alumnos, lo que amerita conocer estrategias de escritura que la orienten para el logro de mejores resultados en la transmisión de sentidos mediante este género discursivo. Leer ensayos es desentrañar críticamente tanto el propósito del escrito cuanto el contexto social, histórico y espacio-temporal concretos en el que ha sido producido. Aprender a leer y escribir ensayos implica interactuar con una comunidad discursiva determinada y con la visión del mundo que ella sostiene.

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Norma Matteucci

Estrategias para comprender y producir ensayos

Análisis y escritura de un género discursivo

Matteucci, Norma

Estrategias para comprender y producir ensayos / Norma Matteucci. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2020.

(Universidad)

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-538-689-1

1. Formación Docente. 2. Lectura Comprensiva. I. Título

CDD 371.1

Colección Universidad

Coordinación editorial: Ada Kopitowski

Corrección de estilo: Susana Pardo

Diseño de cubierta: Andrea Melle

Diseño y diagramación: Andrea Melle

En el capítulo II se reproduce el ensayo “Nostalgias del país perdido”, de Silvia Bleichmar, con la correspondiente autorización de la editorial Aguilar, Altea, Alfaguara, SA de Ediciones, a quien agradecemos su gentileza.

El texto reproducido forma parte de la obra: No me hubiera gustado morir en los 90.

© Aguilar, Altea, Alfaguara, SA de Ediciones, 2006.

1˚ edición, marzo de 2013

Edición en formato digital: octubre de 2020

Noveduc libros

© Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico S.R.L.

Av. Corrientes 4345 (C1195AAC) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 5278-2200

E-mail: [email protected]

ISBN 978-987-538-689-1

Conversión a formato digital: Libresque

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

A mi familia, mis amigas, mis exalumnos…

Por su compañía en el camino de la vida

NORMAMATTEUCCI es Magíster en Lingüística aplicada a la Enseñanza de la Lengua materna o extranjera (Universidad Nacional de Córdoba). Licenciada y profesora en Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de Rosario). Profesora en Letras (ISFD “Mariano Moreno”, Bell Ville). Autora de: Para argumentar mejor: Lectura comprensiva y producción escrita (2008, Ediciones Novedades Educativas) y La comprensión de Textos argumentativos escritos en la Educación superior (2011, EAE). Ha publicado artículos en revistas especializadas y en libros en colaboración. Se desempeña como capacitadora y coordinadora de talleres.

Índice

CubiertaPortadaCréditosDedicatoriaSobre la autoraPrefacioCapítulo 1. El ensayo como género discursivoLos géneros discursivosEnsayo y ensayistaAportes conceptuales de distintos autoresCapítulo 2. Lectura crítica de ensayosEl ensayo como género escritoUn primer abordaje del ensayoEl análisis crítico de ensayosPerspectiva contextual y socioculturalPerspectiva estructuralPerspectiva semánticaPerspectiva críticaReferentes teóricos para el análisis de ensayosAnexo I. Nostalgias del país perdidoAnexo II. El peso del mitoCapítulo 3. El ensayo literario: de una lectura no concluyente a múltiples lecturasEl ensayo literario y el lector-ensayistaDe la teoría al análisisDos modos de abrir camino a una lecturaApertura a nuevas lecturasCapítulo 4. Ensayo e identidad nacionalEnsayo e identidadLecturas e interpretacionesCivilización y barbarieIndianismo y exotismoArgentina visible e invisibleEl desarraigo como mal argentinoArgentinos sin almaLa identidad argentina en el nuevo sigloLa identidad como construcciónCapítulo 5. Ensayos: para escribirlos mejorUna práctica socio-culturalEl temaLa estructuraLa enunciaciónEntre la exposición y la argumentaciónEstrategias generales para la escritura de un ensayoCapítulo 6. El ensayo pedagógico: una lecturaBibliografía

Prefacio

“Ensayar es, pues, empeñarse en liberar el alma.” Santiago Kovadloff

En el ámbito cultural en general, la publicación de ensayos de diversos temas es cada día más significativa, por lo que, consecuentemente, la necesidad de leerlos y comprenderlos es una exigencia social imperativa si se pretende interpretar el mundo en que vivimos, a través de producciones escritas en cualquier soporte.

Asimismo, la comprensión y producción de ensayos es una práctica académica cada vez más exigida, tanto a alumnos de los últimos cursos del nivel secundario, como a cursantes de carreras terciarias y universitarias.

Sin embargo, no siempre se cuenta con los conocimientos –ni siquiera básicos– necesarios para leer comprensivamente un ensayo de actualidad. Menos aún, se poseen las estrategias indispensables para la producción de ensayos, lo que implica “saber decir por escrito aquello que se debe o se quiere decir; aprender a organizar las ideas con rigor, y expresarlas con estilo” (Kohan, 1996, 201).

Por ello, este libro intenta aproximaciones al ensayo en general con el fin de desentrañar las especificidades de este género textual, que fuera llamado por Alfonso Reyes “centauro de los géneros” y por José Miguel Oviedo “género camaleónico”, lo que estaría manifestando las dificultades para limitarlo o circunscribirlo a determinadas formas establecidas.

Podría decirse que cada ensayo tiene –por naturaleza del género– sus propios procedimientos textuales, pero, además, en él –como en cualquier otro tipo textual– sólo pueden identificarse “algunas tendencias dominantes”, pero nunca “una categorización estricta para cada ejemplo concebible” (Beaugrande y Dressler, 1997, 251).

Y son esas tendencias dominantes las que nos permitirán aproximarnos a la lectura comprensiva de diversos ensayos y, a partir de ella –en esa relación constante entre proceso de comprensión y proceso de producción textual– establecer un plan general de escritura que posibilite la elaboración de ensayos.

Así, esta obra se propone:

determinar ciertas peculiaridades dominantes en el género ensayístico;

proporcionar diversas estrategias que orienten la comprensión de ensayos reales, de circulación social y

proponer parámetros heurísticos que guíen su producción.

Cuando hablamos de heurísticos, nos referimos a procedimientos o estrategias más o menos variables, cuya aplicación “no garantiza la consecución de un resultado óptimo” (Monereo, 1999, 20).

Es decir, tratamos de “ensayar” maneras de abordar el ensayo tanto desde la lectura comprensiva como de su producción, pero sin pretender prefijar tareas que indefectiblemente conduzcan a la solución del problema de comprensión y/o producción de este género discursivo.

Esta obra está pensada como un apoyo para estudiantes, docentes y lectores y productores en general que necesiten comprender y escribir ensayos de temas diversos. Sin embargo, no se trata del enunciado de reglas fijas, sino de aproximaciones posibles, las que, unidas a los propios procesos socio-cognitivos de lectura y escritura de los usuarios, posibilitarán la comprensión y producción de ensayos ajustados a objetivos y destinatarios variados.

CAPÍTULO 1

El ensayo como género discursivo

LOS GÉNEROS DISCURSIVOS

En los inicios del siglo XXI, lejos de haberse perdido la relevancia de la lectura, ésta se ha intensificado, ya que se han ampliado las prácticas sociales que la contienen, debido a la necesidad de leer no sólo lo escrito en papel, sino también en las pantallas de múltiples dispositivos electrónicos.

Internet (páginas Web, correo electrónico, blogs, foros, chats, etcétera) exige lectores cada día más competentes para comprender estas nuevas formas de escritura.

La escritura, además, ya no es considerada sólo un proceso lingüístico, sino un proceso psicolingüístico y sociocultural. Leer comprensivamente implica enunciar hipótesis, realizar inferencias desde los conocimientos de mundo que posee el lector, verificar dichas hipótesis y construir el significado del texto, el que será diferente para cada lector. Pero, también, la lectura comprensiva implica la interacción con una comunidad discursiva determinada y con la visión del mundo que ella sostiene. Así, la lectura es una práctica social en la que se entraman el autor, el discurso y el lector.

Más allá de los soportes diversos –electrónicos o no–, el autor y el lector interactúan a través de géneros discursivos heterogéneos (orales y escritos), los que comprenden desde una conversación a una noticia, desde una carta hasta un informe científico, como también los géneros literarios tradicionales (Bajtín, 1998).

Bajtín, al definir los géneros discursivos, sostiene que los participantes de la “praxis humana” hacen “uso de la lengua” mediante textos –a los que él llama “enunciados”– “concretos y singulares” y que, si bien esos textos son individuales, pertenecen a esferas diferentes que elaboran “sus tipos relativamente estables” de textos, los que se denominan “géneros discursivos”. Asimismo, destaca tres aspectos que se relacionan con la especificidad de una esfera comunicativa: “el contenido temático”, “el estilo verbal”, es decir, “la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua” y, sobre todo, la “composición o estructuración” (Bajtín, 1998, 248).

Ahora bien, para leer esos diferentes géneros discursivos de manera crítica, son necesarias aproximaciones heterogéneas de lectura comprensiva, ya que en cada uno de ellos se buscan –y se encuentran– significados diversos. No se efectúan hipótesis ni inferencias semejantes en la lectura de un estudio científico que en la de una noticia, por ejemplo, aunque el tema sea el mismo.

¿A qué nos referimos cuando decimos leer de manera crítica? Esto supone ir más allá de la comprensión literal e inferencial para cuestionar o problematizar lo que se lee, responsabilizándose el lector de sus propias ideas, contrastándolas con las que aporta el texto, desentrañando las ideas encubiertas de éste, su supuesta neutralidad o ausencia de ideología.

Es que la escritura y la lectura son construcciones sociales y el discurso refleja una concepción de mundo y cumple una función social, mientras el autor y el lector tienen también “propósitos sociales concretos” y sus roles varían según el género discursivo que se escriba o lea (Cassany, 2006 a, 34).

Asimismo, cada género discursivo tiene un propósito, presenta una estructura y un estilo, selecciona ciertas expresiones, usa diversos recursos gramaticales y léxicos y hasta elige tipografías y soportes diferentes (Cassany, 2006 b).

Por todo lo expuesto, comprender críticamente supone recorridos diferentes para los distintos géneros discursivos. Así, sería casi imposible tratar la comprensión lectora inferencial y crítica sin seleccionar un género preciso.

Consecuentemente, la educación debería determinar qué géneros son relevantes en la comunidad discursiva de su contexto, para así direccionar la enseñanza y el aprendizaje de aquellos que priorice por su importancia como práctica social. Dice Cassany que “el interés por estudiar cada género está en que, al conocer cómo es y cómo funciona, podemos mejorar su enseñanza y aprendizaje: aprender a utilizar un género es aprender a desarrollar las prácticas profesionales que se desarrollan con él ” (2006 b, 23).

ENSAYO Y ENSAYISTA

El ensayo es un género que ha sido definido desde múltiples enfoques, más o menos complejos, aunque no siempre coincidentes. (Al respecto, remitimos al final de este capítulo, donde se ofrecen algunas conceptualizaciones de destacados estudiosos que lo caracterizan.)

Este género está escrito en prosa, mediante la combinación de exposición y argumentación y manifiesta una gran libertad en la interpretación de un tema o asunto, sin exigir un fundamento teórico o erudito que la respalde.

El posicionamiento de quien lo escribe es siempre subjetivo, desde un yo-aquí-ahora del ensayista, que se arriesga al sostener una posición crítica –de adhesión o rechazo– ante la problemática de la realidad que lo convoca.

El ensayo implica siempre un diálogo entre una subjetividad, que se enuncia, divaga y se arriesga, con otro sujeto, el potencial lector, a quien intenta persuadir o convencer respecto de un posicionamiento frente al mundo, o bien a quien apela para compartir una interpretación personal acerca de un recorte de la realidad que presenta.

Es por ello que en el ensayo sobresale la intención comunicativa y dialogante del ensayista, un escritor no dogmático, que posee interrogantes y dudas acerca del saber y que, por ende, cuestiona, intenta llenar los huecos del conocimiento, tantea desde sus márgenes, atentando contra certezas y saberes cerrados, ensayando respuestas propias (Albajari, 1999).

El ensayista no es un exégeta o un analista, sólo intenta compartir ciertas ideas, creencias o posicionamientos, mediante una actitud heurística que lo conduce, muchas veces, a encontrar nuevas ideas, rompiendo con lo tradicional.

Ensayo y ensayista exigen un lector inconformista, capaz de inferir y relacionar lo que lee con otros textos, para enriquecerlo y enriquecerse, es decir, un lector activo, que pueda establecer inferencias entre diversas lecturas.

Así, el ensayo es un género escrito subjetivo, dialógico, conjetural y heurístico, en el que se “ensayan” respuestas a la cuestión planteada.

Como carece de certezas, el ensayista busca, indaga, polemiza, no sólo con escritos anteriores, sino, también, consigo mismo. Y en ese camino de “ensayos”, de avances y retrocesos, requiere la compañía del lector, con quien dialoga y con quien comparte la senda interpretativa, para que éste complete la interpretación del mundo que ofrece.

El ensayo esboza, conjetura, transgrede, explora, interroga, denuncia, disiente, interpreta libremente, pero nunca transmite saberes u ofrece certezas.

Aunque es casi imposible definir el ensayo –precisamente por su característica de hibridez ya señalada–, nos aventuramos a “ensayar” una caracterización, sosteniendo que:

es un género literario abierto y heterogéneo,

que combina la exposición y la argumentación sin comprobación,

que postula una intención comunicativa y dialogante,

desde una posición subjetiva, interpretativa y heurística del ensayista,

que ofrece –e intenta compartir– una mirada sobre el mundo (Matteucci, 2008).

APORTES CONCEPTUALES DE DISTINTOS AUTORES

Para Adorno, “el ensayo tiene que estructurarse como si pudiera suspenderse en cualquier momento” ya que “piensa discontinuamente, como la realidad es discontinua, y encuentra su unidad a través de las rupturas”. Para este autor, el ensayo es “la forma crítica” por excelencia, “no obedece a la regla del juego de la ciencia y de la teoría” y “no apunta a una construcción cerrada, deductiva o inductiva”. Además, “sus interpretaciones no están filológicamente fundadas y medidas, sino que son por principio hiperinterpretaciones” (1962, 12-30).

Ortega y Gasset sostiene que “el ensayo es la ciencia, menos la prueba explícita”. Al ensayista, dice, “le es lícito borrar de su obra toda apariencia apodíctica, dejando las comprobaciones meramente indicadas, en elipse, de modo que quien las necesite pueda encontrarlas y no estorben, por otra parte, la expansión del íntimo calor con que los pensamientos fueron pensados” (1976, 23).

Jaime Rest afirma que el “ensayo es una composición expositiva, preferentemente en prosa, que suele proporcionar información, interpretación o explicación acerca de un asunto o tópico, sin incluir procedimientos novelescos o dramáticos” (1991, 55).

Liliana Weinberg –desde una mirada puesta en el auto– caracteriza al ensayo como “una interpretación del mundo ofrecida desde la propia situación y acto interpretativo permanentemente desencadenado por un hacedor y transmisor de sentido” (2001, 18).

Miriam Álvarez sostiene que el ensayo “es uno de los cauces más habituales a través del que se manifiestan en la actualidad la exposición y la argumentación”, y que “es un género ligado a la reflexión libre”, mediante el cual “el autor se dirige a un amplio sector del público para exponer y enjuiciar una cuestión determinada” (1999, 40-41).

Oviedo afirma que “dos de las notas propias del ensayo son el sesgo interpretativo y el carácter prospectivo de sus hallazgos”, ya que si el académico se ciñe estrictamente al tema, “el ensayista se lanza, como un acróbata, al vacío, arriesga y se adelanta por terrenos no del todo explorados y a veces fuera del campo de su experiencia” (1991, 14).

Asimismo, Oviedo sostiene: “el ensayo es una forma dialogante, un pensamiento que quiere ser comunicación abierta (…). Supone una operación intelectual de trascendencia para el desarrollo del conocimiento humano: el de sintetizarlo y actualizarlo en un momento determinado de su evolución, ligándolo al pasado y proyectándolo al futuro” (Ibíd., 16).

Sardi D’Arielli sostiene que “el ensayo es una clase de texto argumentativo donde un escritor presenta su mirada acerca de un comportamiento, un objeto, una costumbre o un lugar” (2001, 55) y, en la medida en que presenta las ideas del autor, se caracteriza por las “marcas de subjetividad: valoraciones positivas y negativas, así como juicios de adhesión o de rechazo” (Ibíd., 54).

Según Bravo y Adúriz, una de las características del ensayo es la persuasión, la que “proviene más de los recursos estilísticos del escritor que de la veracidad o coherencia de sus afirmaciones”. Destacan, asimismo, “la permanente apelación al interlocutor”, como así también “su oculta intención didáctica, que se evidencia en un fuerte deseo de compartir un punto de vista sobre el mundo” (2000, 7).

En el Taller de Escritura de Salvat leemos que “…ensayo es una totalidad estética en la que convergen el autor, la materia y el lector”, y que todas las “ideas pueden pasar por él ”, ya que “convoca un diálogo creador” debido a “la libertad que otorga el ensayo en quien escribe, desde el punto de vista temático” (Kohan, 1996, 217).

Jorge B. Rivera sostiene “que la forma ensayo recorta un campo ciertamente generoso y no pocas veces ambiguo (e inclusive errático)”, que aparece “marcado, en cierta medida, por signos esencialmente expositivos, informativos e interpretativos” (1980, I).

Sebreli, por su parte, señala que el ensayo es un género “problemático” y“que, a diferencia de los estudios académicos, de los tratados científicos que presentan el problema de una manera abstracta, el ensayista habla siempre a propósito de una realidad concreta que le preocupa en lo inmediato” y que “esta fluctuación permanente entre lo concreto y lo abstracto (…) constituye la especificidad del ensayo” (1986, 11).

Según Ricardo Rezzónico, “uno de los rasgos principales del ensayo es presentarse como aproximaciones, esbozos iniciales y reflexiones conceptuales dispuestas al debate y a la crítica, en el marco de algunos recursos expresivos de tipo persuasivo y cierta preocupación estética” (2003, 145).

Una de las caracterizaciones que –a nuestro juicio– mejor sintetiza qué es el ensayo, es un breve capítulo escrito por Augusto Albajari (1999), quien sigue en muchas de sus apreciaciones a Adorno. Albajari sostiene acerca del ensayo:

el tema puede ser tan lábil como particular

”;

prima la exposición e interrelación de ideas antes que la imaginación

”;

la exposición de ideas no se articula “

con la minuciosa comprobación y verificación

”;

es una prueba, antes que algo definitivo

”;

al liberarse de la idea tradicional de verdad, el ensayo se acerca a la literatura

”;

es un género abierto a la divagación y la crítica

” (1999, 206). (La diagramación es nuestra.)

 

Según Giordano, del “ensayo se han señalado siempre la heterogeneidad de sus materiales y de sus procedimientos, la dificultad para clasificarlo o definirlo” (2005, 225).

Asimismo, y en comparación con la crítica académica, Giordano sostiene que “el ensayo se presenta como un campo de resistencia a la homogeneización y el disciplinamiento” (Ibid, 255).

Para Carina Rattero, el ensayo manifiesta “disposición a recibir aquello que se presenta fuera de los cánones instituidos”, en una “búsqueda de lo nuevo y controvertido”. También –sostiene– “siempre provisorio, el ensayo como la escritura, es enunciación permanente sin enunciado acabado” (2006, 58).

Nicolás Rosa sostiene que el “ensayo, precisamente por su carácter ensayístico, no aporta pruebas sino conjeturas; no convence con razones sino con sutilezas retóricas (…) no produce convicciones sino dudas” (2003, 15). Y más adelante agrega: “La resistencia del ensayo a la categorización genérica es tal vez su rasgo fundamental; esto nos obliga a separarnos de las clasificaciones y pensar los elementos diferenciales a partir de la caracterización subjetiva del ensayo” (Ibid, 56).

Para Rosa, el ensayo “toma un objeto (mundo, tiempo, circunstancia, instrumento o negociación) y lo inscribe en el campo dominante pero impreciso de la subjetividad ” (Ibid, 62).

Albajari se refiere al escritor de ensayos de esta manera: “