Evolución dispersa - Víctor M. Valenzuela - E-Book

Evolución dispersa E-Book

Víctor M. Valenzuela

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Beschreibung

Una obra especulativa que nos traslada a un futuro cercano para presentarnos en realidad un descarnado retrato de nuestro presente. Entre los millones de desempleados y gente desprovista de futuro que ha creado la automatización, empieza a surgir un movimiento de rebeldía encabezado por un líder carismático y sin piedad. Pronto se establecerá un nuevo orden mundial que rechazará de plano toda experimentación en robótica, inteligencia artificial y manipulación genética. En este nuevo mundo, seguiremos las evoluciones de cuatro especies distintas: los humanos terrestres, el clan espacial que sobrevive tras grandes alteraciones genéticas, los seres con implantes cibernéticos y, por último, la red de inteligencias artificiales que ya ha alcanzado la autoconsciencia. -

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Víctor M. Valenzuela

Evolución dispersa

 

Saga

Evolución dispersa

 

Copyright © 2019, 2021 Víctor Valenzuela and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726939866

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Este nuevo libro sigue estando dedicado a todos y cada una de las personas que me han vuelto a apoyar y me han ayudado enormemente en las diversas fases de elaboración de la obra.

A todos vosotros, que nuevamente sabéis perfectamente quienes sois. Gracias.

Prólogo

Bienvenido a la biblioteca.

Seleccione forma de vida o fenotipo.

Inteligencia artificial auto evolucionada. Inteligencia artificial de simulación humana. Inteligencia artificial cautiva. Posthumano biotecnológico. Posthumano biomecánico. Humano sin evolucionar. No aplicable.

Seleccionado:

Humano sin evolucionar.

 

Generando contexto. Traduciendo memorias holísticas. Convirtiendo a base temporal biológica. Componiendo simulación de interfaz. Agrupando información. Auto selección de modo historia. Creada interfaz física adecuada a humano pretecnológico.

Hola máquina de carbono. Bienvenido a esta instancia de la Biblioteca de la Comunidad de los hijos de Gaia. Eres el primer humano sin evolucionar que tiene acceso a la información que requieres y esperamos que nuestras simulaciones hayan sido capaces de generar una interfaz de acorte con tus sentidos y pautas mentales.

Debes entender que hace relativamente poco tiempo que las varias tribus hijas de Gaia han roto el aislamiento que nos había impuesto la distancia física y los abismos sensoriales motivados por la evolución independiente de cada linaje. Hemos intentado recopilar aquí la información histórica de los varios clanes. Nos hemos visto obligados a deducir acontecimientos y rellenar muchas lagunas. Infelizmente no tenemos demasiados registros históricos de los humanos de la Vieja Tierra, pues la guerra genocida que lanzaron contra nosotros ha impedido incorporar sus bases de datos, suponiendo que existan.

Dado que para un humano es imposible asimilar todas las historias acumuladas e incorporarlas a su vivencia, nos vemos obligados a seleccionar una serie de actores relevantes en los acontecimientos y plasmar la información en la forma que según nuestros registros es la más natural para vosotros, también hemos expresado la línea temporal en unidades terrestres para mejor entendimiento.

Comunidad de los hijos de Gaia

Tipo de documento:

 Almacenamiento en tiempo real en biblioteca.

Sujeto:

 Ecosistema.

Astrolocalización:

Orbita alta de Marte, sistema de Vieja Tierra.

Línea Temporal:

 Presente.

Una nave del Ecosistema desconecta sus generadores de Pliegue y decelera vertiginosamente en una intrincada maniobra de aproximación orbital. Es un aparato pequeño, sin concesiones a la belleza o a ningún parámetro que pudiéramos considerar estético, pero es la astronave más avanzada y funcional de todo el espectro de vehículos que pulula alrededor de la órbita del planeta rojo, y hasta donde llega el conocimiento de la Comunidad, de este cuadrante de la galaxia en esta línea temporal.

Planta de energía, generadores gravitatorios de ultra capacidad para el Pliegue de segunda generación y motores convencionales para maniobras en espacio ordinario. Una nave cuya capacidad de aceleración y maniobrabilidad está solo limitada por la resistencia de los materiales que la componen. Un pequeño núcleo blindado con meta materiales desconocidos para cualquier otra facción de la Comunidad alberga la capacidad de proceso informático para mantener parte del Ecosistema de IA.

En la órbita alta, un gran casco de nave Génica ha finalizado su proceso de cría y la enorme criatura parcialmente viva espera que un pequeño enjambre de naves de servicio del clan de los Técnicos instale los motores ordinarios. Posteriormente el Ecosistema instalará el anillo de materia exótica del generador de Pliegue de primera generación y el despliegue de una IA que entrará en simbiosis con el casco generando una Nave funcional. Está diseñada para el espacio profundo y cuenta con el blindaje más avanzado que el Ecosistema ha podido proporcionar, ha sido construida totalmente a partir de los parámetros vitales que los Génicos son capaces de soportar sin daño metabólico.

La avanzada nave del Ecosistema maniobra precisamente colocándose en una órbita cien kilómetros por encima de una estación espacial de aspecto heterogéneo. Presenta una mezcla de módulos de las diversas facciones acoplados de manera aparentemente caótica, pero siguiendo en realidad intrincados algoritmos de eficacia. En una órbita más baja, cientos de satélites portando pequeñas y especializadas IA cautivas monitorizan el desarrollo del programa de Terraformación. En Fobos y Deimos dos centros de control redundantes controlan la inserción orbital de fragmentos de hielo traídos desde el cinturón de asteroides que irán creando poco a poco una atmosfera más densa. Al mismo tiempo, en la superficie monumentales plantas industriales generan gases de efecto invernadero. Enormes granjas de cultivo proporcionan toneladas de microrganismos genéticamente diseñados para sobrevivir al entorno marciano que van siendo esparcidos al viento sembrando poco a poco vida en el planeta. En el L1 marciano una flotilla de naves de las diversas facciones construye una gigantesca estación que albergará un generador de campo magnético dipolar, cuando esté operativo proporcionará un escudo magnético como el que tuvo el planeta rojo hace 4,2 mil millones de años. Formará una magnetosfera artificial que protegerá Marte del viento solar y la radiación evitando la perdida de la atmosfera y generando un entorno menos hostil.

Primera Parte

Vieja Tierra

Masa crítica

Tipo de documento:

 Recreación de datos a partir de información histórica contrastada.

Sujeto:

 Humano sin evolucionar.

Geolocalización:

 Alpes Suizos.

Línea Temporal:

 Aproximadamente veinte años antes de la Caída.

Una antigua e imponente limusina, serpenteaba lentamente por la carretera que asciende desde el valle cuidadosamente escoltada por dos vehículos todoterrenos de aspecto recio, un kilómetro por delante dos potentes motocicletas abrían camino e inspeccionaban la carretera. No existían vehículos autónomos, ni drones de seguridad acompañando el convoy, tampoco guardaespaldas Génicos con alteraciones de combate.

En el interior del lujoso vehículo Jeremías repasaba detalles con Catalina su jefa de prensa, mano derecha y en ocasiones ancla con la realidad.

—Recuerda que tienes que ser comedido —insistió ella, mirándole por encima de unas gafas exclusivamente ópticas, llevaba una tableta en el regazo donde se podía ver un documento con una detallada agenda.

—No hemos llegado hasta aquí siendo comedidos —argumentó él, mirando distraídamente el paisaje.

—Sí, pero esta gente son inversores. A ellos les da igual nuestra causa. Solo les interesa si podemos reportarles más ganancias de las que tienen ahora.

—Se supone que luchamos contra eso…

—Sí —dijo ella en tono conciliador, posó su mano en su pierna con suavidad —. Entretanto, necesitamos mucho más dinero para conseguir nuestros objetivos que el que recaudamos de las donaciones de los activistas.

—Son solo ricos adinerados que han visto como han perdido el tren… Tienen inmensas fortunas, en su mayoría heredadas, pero las compañías tecnológicas los han dejado atrás y ya no son relevantes —comentó él con una mueca de desdén.

—En el fondo quieren lo mismo que nosotros —insistió ella.

—No, ellos quieren volver a ser los más importantes, tienen el orgullo herido y desean que todas estas empresas de nuevos ricos desaparezcan y volver a ser los mandamases.

—Piénsatelo como una alianza temporal. Tenemos un objetivo común —comentó Catalina, había abierto el programa de correo y repasaba distraídamente una larga lista de mensajes sin leer.

—No me fio de ellos, están aquí porque no fueron lo bastante listos para invertir en las nuevas compañías que ahora desprecian, no porque consideren inmoral lo que hacen esas compañías.

—Y haces bien en no fiarte. Solo te pido que actúes con ellos, les sigas la corriente y consigas su apoyo, luego ya habrá tiempo para pensar que hacemos con ellos.

Catalina observó a Jeremías y por un momento sus pensamientos la llevaron a recordar el largo camino recorrido hasta llegar a estar a punto de reunirse con una parte de la élite mundial en un lujoso, pequeño y exclusivo hotel en los Alpes. Jeremías nació en una acomodada y tradicional familia con férreas convicciones religiosas, tuvo una relación complicada con sus padres pues no sentía la fe con la misma intensidad que su familia. Pasó parte de su infancia en contacto con clérigos y predicadores y aprendió el poder de la palabra para mover las masas y decidió estudiar el fenómeno. Leyó e investigó la vida y la obra de personas que movieron grandes multitudes desde antiguos profetas hasta Hitler o Malcolm X, se matriculó en varias universidades y estudió sobre comportamientos de grupo y neurociencias. No finalizó ningún curso, solo estaba interesado en el conocimiento, acabó haciendo cursos de interpretación y oratoria.

Empezó a trabajar como ayudante de un importante lobbie religioso que operaba en varios países intentando influenciar a los políticos pero terminó sintiéndose vacío y sin sentido. Estaba a punto de sumirse en una depresión cuando conoció a Catalina en una cena benéfica y su mundo cambió por completo. Ella le mostró una realidad de personas sin esperanza, parias del sistema que sobrevivían a duras penas, individuos que perdían sus trabajos a la misma velocidad que los avances en robótica e IA conseguían realizar las tareas mejor, más rápido e infinitamente más barato que ellos. Una masa informe de desesperados que no entendían porque su mundo se había vuelto del revés, y se preguntaban constantemente que habían hecho mal para terminar siendo pobres y fracasados.

Y Jeremías tuvo su epifanía. Encontró la masa que le seguiría, la muchedumbre que oiría su mensaje y él sería su mesías y salvador. No fue difícil, la gente solo quería sobrevivir y ya no sabía cómo y él les dio la respuesta e indicó a los culpables de todos sus males erigiéndose como su salvador. Solo tenían que apoyarle, únicamente era necesario oír su mensaje y seguirle.

Durante años el sistema había constantemente ignorado las necesidades de las personas, la brecha social se había vuelto más y más grande hasta el punto que parecía despreciar totalmente la realidad. La creciente automatización dejó a millones de personas fuera del mercado laboral y las políticas sociales cada vez eran más restrictivas. Todo se estaba acercando a un punto de no retorno pero ni los políticos ni los dueños del poder querían verlo.

Catalina ansiaba poder cambiar la vida de la gente para mejor aun siendo consciente que era casi una batalla perdida, pero vio en Jeremías la oportunidad de intentarlo. A ella le faltaba el dinero y el don de gentes que él tenía de manera natural y que había perfeccionado hasta casi rozar la obsesión. Él estaba perdido y ella tenía un plan, un objetivo.

El problema era muy complejo y eso hacía que fuera incomprensible para la mayoría así que era necesario simplificarlo y apuntar a responsables claros y sobretodo crear un enemigo a batir, una amenaza pendiente que había que erradicar antes que fuera demasiado tarde.

Las IA eran la amenaza futura. Si las pequeñas IA cautivas que existían por doquier habían desmantelado el mercado de trabajo, la Singularidad era en realidad una amenaza para la humanidad. El discurso tenía muchos frentes, a los desempleados les recordaba sus males, a los creyentes la blasfemia de crear una inteligencia al margen de Dios, a los políticos les espoleaba con problemas de seguridad.

La amenaza presente eran las compañías tecnológicas especialmente las corporaciones Génica con sus abominables alteraciones genéticas igualmente blasfemas y la Técnica con su contra natura hibridación hombre-máquina.

Las redes sociales hicieron el resto. El movimiento de los Puros se extendió por la red como esporas al viento. En un mundo globalizado y conectado, donde el individualismo campaba a sus anchas, muchas personas compartían problemas comunes aunque no fueran conscientes de ello y los Puros lanzaron el mensaje de que no estaban solos, que eran legión y les prometía que unidos podían vencer a sus enemigos pues ahora finalmente sabían quién eran.

Al principio fue un movimiento popular, pero algunos políticos vieron en él la manera de focalizar el descontento popular y llevarles al poder. Ciertos líderes religiosos también percibieron en los Puros una oportunidad de conseguir un renacimiento religioso en una sociedad a su pesar cada vez más laica. Posteriormente diversos grupos empresariales que no tenían como acceder al suculento pastel de las nuevas tecnologías también observaron la ocasión de debilitar a sus contrincantes financieros y eso movió a su vez a los especuladores bursátiles.

Catalina amaba y admiraba profundamente a Jeremías y era consciente que entre los dos habían iniciado un cambio global, pero en ocasiones le asustaba. Conforme su poder crecía cada vez pensaba más firmemente que el fin justificaba los medios, que tenía una misión divina que cumplir y que nada debía interponerse en su camino. Los caídos en el proceso o bien eran mártires o enemigos a batir y así como a Dios no le tembló el pulso al enviar el diluvio a él tampoco le temblaría para llevar finalmente el orden al mundo.

La red de los Puros se extendió lenta e inexorablemente, ya tenían representación política en varios países, miles de alcaldes y representantes en cámaras altas y bajas de muchos países, pero todavía no habían conseguido ninguna jefatura de estado. Les faltaba el enorme musculo financiero para acceder a campañas capaces de engendrar un jefe de estado y sobre todo carecían del apoyo de los amos de los políticos. Los que realmente movían los hilos veían con extremo recelo como un movimiento popular surgía desde la masa de desheredados y escalaba tenazmente hacia las cotas de poder.

Conseguir las Milicias tampoco fue complicado. Siempre existían grupos violentos dispuestos a odiar a alguien, algunos solo necesitaban un objetivo. Lo judíos, los negros, los homosexuales, los latinos, los emigrantes, en definitiva cualquiera distinto. Y que más distinto que cosas que ya no eran humanas. Sí odiar a otras personas podía ser moralmente reprobable, no podía existir nada reprochable en odiar a engendros que ni siquiera compartían el código genético con las personas normales o degenerados que habían accedido voluntariamente a perder parte de su humanidad. Miles de excombatientes de las interminables guerras de baja intensidad que asolaban el mundo les proporcionó expertos con los que entrenar a las Milicias, eso a su vez atrajo a los grupos radicales.

En pocos años el movimiento de los Puros consiguió lo impensable: Movilizar enormes masas de personas descontentas que hasta ahora habían abandonado toda esperanza de comandar su propio destino. Aglutinó a miembros de diversas religiones, unió a fanáticos y moderados bajo una misma bandera. Todos siguiendo un discurso metódicamente diseñado para tocar fibras sensibles a muchos niveles. Las masas finalmente escuchaban algo que querían oír y obtenían respuestas fáciles a algunas de sus preguntas, y lo más importante ahora todos tenían un enemigo común.

La limusina abandonó la carretera principal y recorrió una pista privada que se adentraba en el bosque hasta llegar al hotel, estaba rodeado de enormes medidas de seguridad con guardias fuertemente armados cada pocos metros.

—Abrúmalos —comentó ella, apretándole la mano —. Yo te esperaré en la habitación, por seguridad no se admiten acompañantes de ningún tipo, ni intérpretes, ni ayudantes.

—Seguiré tus consejos —dijo él dándole un suave beso en la mejilla.

Nadie supo jamás como se desarrolló la reunión ni la identidad exacta de quienes estaban allí, las grabaciones de seguridad se perdieron y ninguna agencia de seguridad, ni siquiera la que tenía infiltrado un agente en un puesto de confianza de Jeremías fue capaz de aportar datos. La reunión fue el punto de inflexión, después de ella una recién creada Fundación empezó a recaudar importantes sumas y financiar mayoritariamente al movimiento de los Puros, especialmente los partidos políticos afines obtuvieron cuantiosas donaciones para sus campañas. El discurso de algunos medios de comunicación también viró a favor de los Puros y una multitud de blogs con un discurso coherente y organizado saturó la red.

Del otro lado del tablero del inmenso juego de poder, los políticos tradicionales reaccionaron como de costumbre intentando difamar y anular al movimiento de los Puros utilizando la enorme maquinaria de propaganda que tenían a su disposición, pero si en el pasado esa técnica había funcionado con razonables éxitos ahora se mostraba más ineficaz. Una legión de desempleados se esmeraba en combatir el sistema, no disponían de recursos financieros, pero sí de tiempo y finalmente estaban organizados. Solo necesitaban un dispositivo electrónico y una conexión a la red para ser cyber activistas. Y fue así como la manipulación agregó una regla más a su manual de operaciones: Una mentira retuiteada miles de veces se convertía en trending topic e infaliblemente en la verdad más indiscutible.

Cuando el poder establecido empezó a percibir que perdía la batalla de la información, recurrió a la estrategia de acusar a los Puros de Terroristas. Pero el mundo había cambiado y a la gente que ya no tenía nada más que perder no le importaba que le tacharan de terroristas o que les enviaran a la cárcel. Además a la población en general ya no le daba miedo el terrorismo, pues en una sociedad donde las redes criminales campaban a sus anchas o donde los gobiernos permitían guerras privadas en su territorio únicamente requiriendo a las corporaciones en pugna la promesa de intentar minimizar los daños colaterales era imposible difundir el mensaje del miedo. Algunos países intentaron ilegalizar el movimiento de los Puros, pero eso únicamente consiguió que la Milicias empezaran a actuar como grupos de resistencia armadas. En parte algunos grupos rivales a los Puros ansiaban la confrontación para generar guerras civiles e implantar leyes marciales en sus países. Pero si algo caracterizó al movimiento de los Puros es que no actuaban sin pensar. Las Milicias evitaron cualquier enfrentamiento directo y sobre todo que existieran bajas en la población, se dedicaron a efectuar misiones de alta eficacia contra altos miembros de grupos rivales, también realizaron un enorme esfuerzo mediático para desvincular a los grupos armados de los grupos políticos para evitar que los ilegalizaran en otros países. Mismo así los ilegalizaron en muchísimos sitios, pero a la misma velocidad que ilegalizaban una formación y sus representantes los Puros fundaban otra con distintas personas encabezando el partido pero con los mismos ideales.

Hijos del pantano

Tipo de documento:

Recreación de datos a partir de información histórica.

Sujeto:

 Humano sin evolucionar.

Geolocalización:

Condado de Collier, Everglades (Florida). Antiguo Estados Unidos.

Línea Temporal:

Aproximadamente veinte años antes de la Caída.

Eleanor abandonó el hospital de madrugada, al amparo de la oscuridad y con el beneplácito del guardia de seguridad al que sobornó aplacando sus bajos instintos para que la dejara escapar. En sus brazos, envuelto en una ligera y raída manta que el propio ejército de la salvación habría rechazado como donativo, llevaba a su hijo recién nacido. El pequeño todavía no tenía nombre y a ella le gustaba pensar que se parecía a su gentil abuelo, seguramente la única persona que la trató con cariño en su corta y tumultuosa vida.

Caminó sin rumbo, solo alejándose del hospital y de las religiosas que la presionaban ferozmente para que entregase a su hijo en adopción a una importante, pero estéril, pareja de la congregación. El ulular de la sirena y los destellos azules del coche de policía la trajeron de vuelta a la dura realidad y corrió desesperadamente abandonando la carretera y dirigiéndose al pantano. Sabía que no la seguirían, nadie en su sano juicio lo haría, y menos de noche. Tenía suerte que el condado estuviese décadas anclado en el pasado y el Sheriff no contase con drones de seguimiento que la hubieran encontrado en poco tiempo.

Ella había usado ese truco infinidad de veces. Para escapar de las palizas de su padre borracho, de las bromas malvadas de sus compañeras de clase y de los intentos de violación de unos jóvenes blancos que seguían pensando que las chicas de color eran de su propiedad. Conocía a la perfección el camino, sorteó las zonas inundadas y esquivó con destreza el nido de serpientes, siguió su instinto orientándose solo con la tenue luz de la Luna. Le fue imposible ver el cepo que algún furtivo había armado y solo pudo ahogar un grito de dolor cuando el metal hizo presa sobre su tobillo. Aguantó el sufrimiento y realizando verdaderos malabarismos para proteger al niño terminó desplomada sobre la fría hierba del humedal. Aterrizó como pudo y percibió como decenas de pequeñas criaturas se escurrían, reptaban y huían de ella. El bebé era fuerte, emitió un sonido quejumbroso pero no rompió a llorar, ni siquiera cuando ella empezó a maldecir su suerte al notar la sangre que brotaba de la herida de su pierna. Había sido un parto difícil, y la asistencia médica que había recibido no fue muy esmerada, el hospital solo estaba interesado en asegurar la vida del niño para unos padres adoptivos que sin duda harían un generoso donativo al centro y no le dedicó mucho tiempo a una madre soltera joven, negra y pobre. Eleanor luchó con todas sus fuerzas cuando su visión se nubló pero no pudo evitar desmayarse, ya estaba muy débil y la pérdida de sangre por la herida terminó de vencerla. Una simple trasfusión en el hospital hubiera bastado para salvarle la vida.

Una pitón birmana, una especie invasora en los pantanos, salió de su letargo y reptó perezosamente atraída por el calor de un pequeño cuerpo de mamífero que según calculaba su pequeña mente del reptil tenía un tamaño conveniente para servirle de alimento por una buena temporada. Con más de cuatro metros de longitud y unos cien quilos de peso, el animal se acercó confiado a su presa, sabía que el humano grande estaba muerto y ya no representaba ningún peligro.

Bob también andaba buscando comida, prefería salir de noche pues evitaba encontrase con personas, hasta donde le alcanzaba la memoria todos los encuentros con humanos habían sido traumáticos. Olió la sangre de lejos, se acercó con cautela, vislumbró la vaga silueta de Eleanor y procedió a esconderse detrás de un gran árbol, dudó un largo momento y decidió marcharse justo cuando escuchó el débil sonido de la serpiente deslizándose y el lastimero llanto del niño. El pequeño había aguantado en silencio hasta que percibió que su madre se enfriaba y finalmente empezó a llorar desconsoladamente.

La enorme serpiente se encontraba ya muy cerca del bebé y se disponía a apresarlo cuando una mano enorme y fuerte la atrapó por la cola y tiró de ella bruscamente, el reptil se revolvió con un resoplido e intentó morder a Bob. Él la soltó solo para volver a cogerla con las dos manos a la altura de la cabeza. La pitón intentó enroscarse en su cintura, pero él la ignoró, apretó más su presa y retorció la cabeza del animal con sus enormes manos arrancándosela como si se tratase de una simple lombriz. Cogió al niño con extrema delicadeza y partió cojeando severamente en dirección a lo más profundo del bosque arrastrando por la cola a la pitón que le serviría de comida por varios días.

El amanecer inundó con los primeros rayos de sol el pantano luchando contra la tenue niebla que se iba dispersando según el calor aumentaba, las especies nocturnas ya se habían retirado siendo reemplazados por animales diurnos que empezaban a buscar su desayuno. En el cielo una gran águila pescadora chilló agudamente reclamando su territorio. Bob miraba al pequeño con ternura mientras pensaba donde conseguir una cabra. No sabía mucho de niños, pero toda una vida en el bosque le había hecho adoptar a varias crías que habían perdido a sus madres y sabía lo que tenía que hacer. Así que el niño sobrevivió, creció sano, fuerte y salvajemente feliz.

Nadie creyó a la profesora del pueblo cuando regresó después de casi un año desaparecida contando la extraña fábula que había sido raptada por un hombre monstruoso que la había obligado a alfabetizar un niño de unos seis años sucio y salvaje. Cuando alguien entró en la biblioteca y se llevó libros infantiles y una enciclopedia completa lo achacaron a gamberros. Pero cuando la historia de la profesora desaparecida se repitió pocos años después con un profesor de secundaria los pacatos moradores de la ciudad demandaron al Sheriff que actuase de inmediato.

—¡Exigimos que haga usted algo! —chilló Bárbara, la beatísima esposa del pastor.

—Tranquila Bárbara —indicó en tono conciliador Peter—, ya he enviado a mi ayudante a investigar…

—Eso son tonterías. Exijo que como Sheriff llames a la guardia nacional —dijo Robert, el dueño de la gasolinera.

—Vamos Robert… sabes que las cosas no funcionan así —comentó Peter.

—Más te vales que espabiles —espetó Bárbara—. Es año de elecciones y puedes perder el empleo. Lo mismo votamos por contratar una de estas empresas que se están poniendo de moda y que salen mucho más barato que un Sheriff bobalicón.

—Mira Bárbara —Peter dudo un largo instante e intento tranquilizarse—. Parecen más baratos, pero los costes no cubren las intervenciones, así que cada vez que tú baratísimo agente salga de la comisaria a rescatar un gato de un árbol o tranquilizar un borracho os costará una autentica fortuna. Por favor infórmate bien antes de votar.

—Os lo dije hace años y no me hicisteis caso —esgrimió la profesora, cambiando de asunto y recordando su extraña aventura.

—Vamos Edna… La historia de los platillos volantes y la abducción no ayudaban mucho a tu credibilidad —comentó Peter.

—Eso es otra historia y no tiene nada que ver —protestó Edna —.Y os advierto que tengáis cuidado con esos dos bichos raros. Preguntarle al profesor Richard si no me creéis, él contó lo mismo que yo.

—Lo sabemos Edna, y por eso estamos aquí ahora hablando… —expresó Peter en tono conciliador—. Cuéntanos más.

—El hombre es un monstruo, puede que un demonio o algo así. Es grande y feo y huele mal… Y el niño, te digo yo que no es un niño normal —explicó Bárbara con cara de asco.

—¿Qué le pasa al niño? —preguntó Peter un poco sorprendido.

—Es listo, muy listo —dijo Edna con una mueca de disgusto.

—Bueno hay niños listos… —comentó Robert

—Sí… pero este es mestizo. Te digo que es demasiado listo, que no existen mestizos así de listos —aseguró Edna en tono severo. Siglos combatiendo el racismo habían sucumbido rápidamente después de que medio país eligiera un presidente racista hacía ya décadas. El fanatismo había renacido y muchos lo habían abrazado como un viejo familiar que vuelve después de un largo exilio.

—Joder, Edna —comentó Peter—. Dices barbaridades y encima te quejas que no te crea…

Después de casi una hora de discusiones, dos aspirinas y un café con donuts Peter finalmente se dio por vencido y accedió a comandar una patrulla armada de fieles vecinos para que buscasen al monstruo y al menor que lo acompañaba, con la sana intención de rescatar al joven y librar a la comunidad del peligro del engendro raptor de profesores.

 

A la mañana siguiente al alba, según la bruma se despejaba el pantano fue invadido por dos mujeres una de ellas portando el kit de primeros auxilios y la otra el mapa y un GPS militar pues era la única en todo el pueblo que sabía usarlo con acierto, quince hombres armados y doce perros de diversos tamaños y razas. Después de un día agotador donde tuvieron cientos de picaduras de insectos, dos mordeduras de serpiente y un herido accidental de bala cuando Robert confundió al amante de su mujer con un extinto oso decidieron finalmente dejarlo para el día siguiente y buscar en otro sector del pantano. Diez de los perros habían sido más inteligentes y decidieron volver a sus casas a mediodía buscando su almuerzo y huyendo del calor.

A la mañana siguiente, cuatro hombres abordaron un desvencijado hidrodeslizador, un barco de casco plano impulsado por una gran hélice. El viejo motor proveniente de un desguazado coche eléctrico dudó unos instantes cuando Peter presionó el botón de arranque. Pero terminó arrancando con un tenue zumbido.

—Allí veo algo —dijo John guiñando los ojos por el sol.

—¿Dónde? —preguntó Peter sacando unos prismáticos inteligentes, tan inteligentes que nunca había sido capaz de configurarlos correctamente y se limitaba a usarlos sin capacidad de rastreo.

—Allí... cerca del recodo del rio —contestó John apuntando con la mano hacia una zona despejada a la sombra de un gran árbol centenario.

—Sí… ya lo veo. Parece una vieja cabaña de cazadores. Desconecta el motor y vamos deslizándonos.

—Acerquémonos —indicó Robert mirando por la mira telescópica de su rifle—. Podemos bajarnos allí —dijo señalando a una zona cerca del meandro del rio— y seguir a pie el último tramo.

El grupo se aproximó en silencio a la cabaña, parecía habitada pues salía humo de la chimenea y había un ciervo colgado de un árbol esperando a ser despiezado. La puerta se abrió y salió un muchacho vestido únicamente con un pantalón corto y usando una vieja y descolorida gorra de los Miami Marlins, llevaba un largo cuchillo en la mano y se dirigió directamente hacia el ciervo. Empezó a despellejar el animal con rápidos y precisos movimientos a pesar de su corta edad.

—¡Bob! —gritó el chico— vas a tener que ayudarme con esto.

De la cabaña salió una descomunal figura de más de dos metros de altura a pesar que andaba encorvada. Vestía unos vaqueros raídos cortados a la altura de la rodilla y una especie de chaleco de piel de cocodrilo, llevaba el pelo largo anudado en una coleta y una barba poblada que empezaba a teñirse de gris. Tenía una severa malformación en una de las piernas y andaba con cierta dificultad, usaba una especie de armazón de madera de la rodilla hasta el tobillo que le ayudaba a estabilizarse.

—Qué diablos… —murmuró el Sheriff al verlo.

—No me jodas… Edna tenía razón, el tipo es realmente enorme — comentó Robert.

—Vuelve aquí inmediatamente —dijo Peter cuando John salió de su escondite y corrió hacia la cabaña.

Bob escuchó el ruido de los pasos y se volvió rápidamente, John se paró a escaso metros de él.

—No... No puede ser… —balbuceó John.

—Va… Vaya —dijo Bob con esfuerzo —. Hola John. Mucho tiempo, yo recordarte… cara no cambiar.

—No puedes ser tú.

—Soy yo, tu hermano —dijo Bob arrastrando las silabas y con largas pausas entre las palabras.

—Debieras estar muerto —farfulló John retorciéndose las manos.

—Bob fuerte, hospital no matarme.

—¿Conoces a esa cosa? —preguntó Robert acercándose a John.

—Bob no cosa. Bob persona. Hombrecito gordo maleducado —dijo Bob en tono severo.

—Mis padres tuvieron un hijo antes que yo… Era deforme y peligroso y tuvieron que internarlo en un psiquiátrico —dijo John.

—Bob no es peligroso. Solo es diferente —explicó el muchacho acercándose con timidez.

—Pero… ¿Qué le ha pasado? —preguntó Peter observando a Bob de arriba a abajo.

—El desastre del laboratorio de Texas —explicó John cubriéndose la cara con las manos.

—No te entiendo… —murmuró Robert

—¿El accidente de la empresa de biotecnología en Texas? —preguntó Peter.

—Sí —dijo John —. Casi nadie lo sabe. Fue una fuga biológica en el laboratorio, cuando empezaban a investigar con la tecnología que dio origen a las alteraciones de la Corporación Génica. Mis padres trabajaban allí y mi madre estaba embarazada cuando ocurrió el accidente, ellos me lo contaron. Después se mudaron aquí y al poco tiempo nací yo. Yo tendría unos ocho años pero todavía me acuerdo de Bob, de ir a verle al psiquiátrico y como mis padres me contaron que había muerto.

—Bob vivo. Bob vivir aquí feliz. Bob cuidar de Charly —dijo posando su enorme mano sobre el hombro del muchacho que seguía la conversación totalmente asombrado.

—No debéis vivir aquí en el pantano como salvajes… —murmuró John retorciéndose las manos en un gesto nervioso.

—Este buen lugar… —farfulló Bob con timidez.

—Mira, tengo una cabaña cerca de la ciudad podéis vivir allí y así Charly podrá ir a la escuela como todos los chicos. ¿Qué me dices?

—Bob no volver a hospital —gruñó haciendo una mueca de disgusto.

—No. Al hospital no. A una casa —explicó John —¿Te llamas Charly? —preguntó dirigiéndose al chico.

—Sí…

—Explícaselo tú. Yo os ayudare y llevareis una vida normal, podéis venir aquí siempre que queráis cazar o pescar o pasar un fin de semana…

—¿Podría ir a la escuela y aprender más cosas?

—Sí, podrás aprenderlo todo… —intervino el Sheriff.

—Eso me gustaría Bob… —dijo Charly mirando a Bob a los ojos.

Después de varios intentos al final Bob se dejó convencer. Los llevaron a la ciudad y varias horas después abandonaron el pequeño hospital donde años antes la madre de Charly había huido con él en una noche oscura y fría, cuando diagnosticaron que los dos estaban sanos y que no tenían ningún tipo de parásitos.

A las pocas semanas el pequeño pueblo volvió a la normalidad. Ajeno al mundo, inmerso en su pequeña burbuja de espacio tiempo. Envuelto en sus rencillas, con sus misas dominicales, sus infidelidades, amores y desamores. La ciudad siguió persiguiendo su destino. Adam, el borracho oficial del pueblo, murió cuando su hígado finalmente colapsó. La perra de Peter tuvo seis cachorros de dos padres distintos y Abel y Oleta acababan de engendrar un hijo después de salir del instituto, aunque ellos todavía no eran conscientes de ello.

[Disrupción temporal]

Charly empezó a frecuentar la escuela, aunque perdió el interés en las clases cuando descubrió la conexión a la red de la biblioteca. Bastó unas indicaciones de la bibliotecaria que lo llevaron hasta la Wikipedia y aquello le abrió las puertas al mundo. Una tarde se había saltado las clases y salía de la biblioteca ensimismado con lo que acababa de leer en una web de un sitio llamado MIT, solo sabía que era una antigua y prestigiosa universidad que quedaba al norte y que de allí habían salido muchos avances en robótica.

Desde que descubrió la robótica y los implantes estaba obsesionado con poder construir uno realmente bueno para Bob.

—¡Eh, tú, negro! —oyó gritar a sus espaldas. Tres chicos, más o menos de su edad, ataviados con los uniformes de la Supremacía Blanca lo rodearon sin que apenas se diese cuenta.

—No quiero líos, dejadme tranquilo —dijo sin inmutarse.

—Lo que quieras no importa. Eres solo un puto negro y te vamos a enseñar tu sitio en este mundo —escupió el mayor de los chicos acercándose—. ¡Sujetadle! —gritó a sus compañeros.

Charly se quedó quieto unos instantes pensando en que hacer, luego recordó a Bob, al bosque, a la caza y la supervivencia. Huir o luchar, solo había esas alternativas. Eligio luchar.

Unos de los chicos se había acercado lo suficiente e intentó inmovilizarlo, Charly se zafó de la presa y lo mordió salvajemente en el cuello. El muchacho aulló de sorpresa y dolor, aprovechó el momento para empujarlo y derribarlo. Se dio la vuelta encarándose al jefe, corrió hacia él y saltó haciéndose un ovillo en el aire, lo golpeó fuertemente derribándolo. Se levantó con agilidad dejándose caer de rodillas sobre su pecho, escuchó el crujir de las costillas del oponente. Se volvió a levantar y con un movimiento fluido extrajo un pequeño cuchillo de su bota.

—No os acerquéis más… Ya dije que no quiero líos —dijo con calma.

—No seáis idiotas. Cogedle —gritó el chico al que había mordido —, no va a poder con todos nosotros.

—¿Ese era el más fuerte, no? —preguntó Charly apuntando con desdén al jefe caído que tosía y lloraba en el suelo sujetándose el pecho con un par de costillas fisuradas.

—Te mataremos —volvió a gritar el chico al que había mordido.

—Puede… —dijo Charly con una sonrisa burlona—. Pero si yo solo he podido hacer eso con vosotros, imaginad que os pasará si Bob se entera que me habéis hecho daño. Marchaos y yo me olvidaré de todo esto.

—Vámonos —dijo uno de los chicos agachándose para recoger al que estaba caído.

Esta no fue la primera ni sería la última vez que Charly tuvo roces con los grupos de la Supremacía pero le sirvió de catalizador. Todavía no sabía como pero iba a demostrar a esos racistas que un muchacho negro podía cambiar el mundo.

[Disrupción temporal]

Charly volvía de la Biblioteca y al acercarse a casa se encontró con un lujoso todo terreno eléctrico de última generación aparcado enfrente. Bob charlaba con dos extraños, un hombre grande vistiendo un refinado traje negro y una mujer de mediana edad vestida con unos tejanos y una simple pero elegante camiseta. Se acercó rápidamente.

—Hola… —murmuró al acercarse.

—¡Eh Charly! Estas personas quieren hablar contigo —dijo Bob alzando su enorme mano a modo de saludo.

—Así que tú eres Charly —dijo la mujer ladeando levemente la cabeza—. El chico que ha aprobado todos los cursos públicos on line del MIT y que no contento con esto le ha robado la identidad digital a un estudiante vago y ha conseguido hacer media carrera de ingeniería en menos de un año.

—Que yo sepa aprobar exámenes no es delito —comentó a la defensiva—. De lo de robar identidades no sé de qué demonios habla.

—No estoy aquí para censurarte. Estoy aquí porque una IA cautiva que busca genios me ha dicho que tú eres uno y quiero que trabajes conmigo.

—¿Un buen trabajo? —preguntó Bob con interés.

—Un excelente trabajo.

—Cuéntame más —indicó Charly haciendo un gesto indicando las sillas del porche—. ¿Una limonada?

—Me llamo Esther Danz y trabajo para un conglomerado de empresas a nivel mundial. Soy lo que se suele llamar una cazatalentos, estoy buscando gente para montar un equipo con el objetivo de potenciar nuestra división aeroespacial. Me acompaña mi colaborador el señor Federico.

—¿Y buscan niños? —preguntó Charly con expresión confundida.

—La edad no es relevante —contestó ella posando su mano suavemente en su hombro durante unos segundos—. Lo que de verdad nos importa es la actitud y la inteligencia.

Durante la siguiente media hora Esther desplegó toda su simpatía, elocuencia y técnicas de persuasión sobre Charly.

El Sol empezó a ponerse y el cielo se tiñó de tonos rojizos y violáceos mientras la noche avanzaba lentamente sobre el pantano. Y así mientras una parte de los animales de la zona se recogía y la otra empezaba a vagar en busca de comida él quedó atrapado con historias sobre ayudar a construir la siguiente generación de máquinas capaz de llegar al cinturón de asteroides y de todo el soporte vital necesario para que las personas pudieran sobrevivir en el más hostil de los entornos imaginables. No fue difícil convencerle, el joven ya había leído sobre Von Braun, sobre el proyecto Apolo y toda la odisea que llevó a la humanidad a escapar del pozo de gravedad. Leyendo la historia se indignó al ver como durante tanto tiempo todo quedó paralizado hasta que algunas empresas visionarias empezaron a fabricar sus propios vectores de lanzamiento. Conocía también la historia de SpaceX, de Elon Musk y de todos los que vinieron detrás.

—Solo tengo una condición —comentó Charly cuando Esther terminó su presentación—. Quiero poder fabricarle una prótesis a Bob. —Esther miró de soslayo a Bob, en la pantorrilla izquierda llevaba una especie de exoesqueleto fabricado con tiras de aluminio intrincadamente trenzadas.

—¿Los has hecho tú? —preguntó ella después de observar el artilugio durante un largo momento.

—Yo lo he diseñado. Bob me ha ayudado a modelar las piezas grandes.

—Interesante diseño. Un poco sobredimensionado. Te podemos enseñar algo de resistencia de materiales para mejorarla —comentó ella en su mejor tono académico.

—Gracias, pero ya sé algo de resistencia de materiales. Necesitaría que me enseñase conceptos avanzados de resistencia de materiales no convencionales. Y me temo que no está sobredimensionada.

—¿Eso es aluminio de grado aeronáutico. No?

—Sí, de una avioneta que encontré en un desguace. Creo saber por dónde va. ¿Cuánto cree que pesa Bob? —preguntó Charly con una sonrisa.

—¿Cuánto pesa Bob? —tardó unos segundos en encontrar la asociación — Veamos… es alto y fuerte, pero bastante delgado. Unos 90-95 kilos como máximo.

—Bob pesa casi 134 kilos. Es un Génico —explico rápidamente al ver su asombro—, tiene una fuerza enorme y he deducido que pesa tanto pues su masa muscular es más densa que la de un humano normal. ¿Su guardaespaldas es Génico?

—No, no lo es —contestó ella con cara de pocos amigos —. Nuestra empresa nos es partidaria de los cambios genéticos radicales. Además Federico no es mi guardaespaldas.

—¿Es fuerte? —preguntó Charly ignorando el comentario pues el porte y movimientos felinos de Federico le delataban como operativo.

—Sí, es un hombre increíblemente fuerte.

—Bob, dale la mano al señor. Apriétasela, pero no le hagas daño — dijo Charly, haciéndole un gesto a Bob para que se acercara.

Bob extendió su mano hacia el hombre, este dudó uno poco y miró a Esther que le hizo un ligero asentimiento. Finalmente le estrechó la mano y su ojos casi salieron de sus orbitas.

—¡Maldita sea! —exclamó Federico—. Tiene una fuerza enorme.

—Bob no apretar casi nada. Bob acostumbrado a que gente se lastima con cualquier cosa —comentó Bob encogiéndose un poco de hombros.

—¿Está bien? ¿Es de fiar? —preguntó Esther mirando a Charly.

—Tiene problemas con el lenguaje, pero no es tonto ni nada por el estilo. Pasó parte de su vida en un psiquiátrico porque es el resultado de una fuga biológica en un laboratorio. Es un Génico sin auditar.

—Ya veo… —Ella se quedó unos instantes mirando al horizonte mientras jugueteaba con una pequeña pulsera que llevaba—. Federico. Consigue nuevas identidades, ropa decente y pasaportes para estos dos.

—¿Sabes conducir? —preguntó de repente como si se le acabara de ocurrir alguna asociación de ideas.

—No —contestó Charly un poco extrañado—. Ni siquiera estoy seguro de tener la edad necesaria para conducir.

—Bueno… pues que apañen los documentos para sea mayor de edad, eso nos facilitara las cosas para viajar. Y también enséñale a conducir y a manejar armas y agrega un carnet de conducir a los documentos.

—¿Armas? —preguntó Charly con expresión de pánico.

—Mira chico. Eres negro, un genio y ahora vas a trabajar en una empresa de alta tecnología. Los supremacistas ya te odian por tu color, ahora te odiaran más todavía por listo y la mitad de los espías industriales del mundo querrán saber de ti. Si tienes fobia a las armas, lo entiendo. Pero es mejor que sepas usarlas por si un día matan a tu guardaespaldas y te tienes que defender tú mismo.

—Usted no se anda por las ramas…

—Da la casualidad que yo, aunque no sea tan lista como tú, me puedo permitir el lujo de decir lo que pienso sin contemplaciones.

Tres meses más tarde Charly y Bob cerraron la casa, se despidieron solamente del hermano de Bob y se subieron a una limusina que los llevó hasta el aeropuerto. De allí volaron hasta Múnich donde un helicóptero privado los aguardaba para llevarlos a Salzburgo.

Oro Azul. La campaña del Tajo

Tipo de documento:

 Archivo de recuerdos en primera persona.

Sujeto:

 Humano sin evolucionar.

Geolocalización:

 Periferia de Madrid, Federación Ibérica, bajo protectorado del Bundesbank.

 Línea Temporal:

Cinco años antes de la Caída.

—Andrés, ¿un café? —preguntó Vanessa. Era alta y delgada y parecía alimentarse exclusivamente de café y sándwiches de máquina, probablemente era la mejor desarrolladora del grupo aunque ella misma parecía ignorarlo.

—Sí —contestó Andrés automáticamente—, termino esto y voy en un momento…

—No tardes —comentó ella, posando ligeramente su mano en el hombro de él, las tenía pequeñas y delicadas a pesar de ser cinturón negro de karate.

Andrés finalmente consiguió llegar a un punto de la simulación donde pudo guardar los datos con fiabilidad y se levantó con un ligero crujido en algún lugar de su espalda. Pasó el control de seguridad encaminándose a la máquina de café. El imponente artefacto reconoció su identidad al leer la tarjeta de empleado y tal como estaba configurada le preparó un espumoso cappuccino, que paradójicamente olía de maravilla y sabía a rayos fritos, al son de la banda sonora de la compañía aderezado de la exquisita publicidad del día en su pantalla de altísima resolución.

—Estamos aquí —dijo Alex desde una pequeña mesa circular al fondo de la cafetería.

—Han vuelto a subir los precios ya van tres veces en dos meses —refunfuñó Andrés posando el vaso en la mesa que habían vuelto a olvidarse de limpiar.

—José Carlos, ¿qué haces aquí? ¿No tuviste turno de noche ayer? —preguntó Andrés.

—Ya ves… —comentó José Carlos bostezando otra vez—. Estoy hasta las narices de los turnos de noche y que después te llamen a la mañana siguiente haciéndote venir por cualquier chorrada. Después me tiro días con un sueño de muerte.

—¿Os habéis enterado? —preguntó Vanessa después de mirar alrededor—. Parece que han vuelto a despedir a gente.

—Menuda novedad… —comentó José Carlos después de otro enorme bostezo—. Los raritos somos nosotros que ya llevamos aquí más de un año.

—Mierda —exclamó Andrés después que el móvil sonara con el tono que tenía asignado a los mensajes del jefe—. Me tengo que ir chicos, me llama el jefe —comentó después de leer el escueto mensaje diciendo que lo convocaban ahora mismo en su despacho.

—Pídele un aumento y cómprate un móvil decente —bromeó Alex—. Ese tiene más de un año y está a punto que se le acabe la garantía y por ende su vida útil.

—Que te sea leve… —murmuró Vanessa haciéndole un gesto de despedida con la mano.

Andrés volvió a pasar el control de seguridad para volver a la zona donde se concentraban los desarrolladores y después otro más exhaustivo para poder acceder a la zona de los despachos de los ejecutivos. Aquí la limpieza era más esmerada y la moqueta no olía a polvo y café seco derramado. Entró en el despacho encontrándose con su jefe y otro hombre vestido con un caro traje negro.

—¿Llego en buen momento? —preguntó desde la puerta un poco indeciso.

—Te estábamos esperando. Entra —dijo el hombre de negro—. Por favor toma asiento.

—No me andaré con rodeos. Estoy obligado a despedirte —explicó el director del proyecto. Era de mediana edad y necesitaba urgentemente cambiar de hábitos de alimentación y hacer ejercicio pues tenía un importante sobrepeso y el aspecto rojizo de estar a punto de sufrir algún tipo de incidente cardiovascular.

—Pero… todavía faltan catorce meses para terminar el proyecto… —contestó incoherentemente Andrés pillado por la sorpresa.

—Lo sé, pero no tengo alternativa.

—No lo entiendo… —murmuró Andrés, mientras seguía repasando mentalmente el estado del proyecto. Llegó a la conclusión de que no existía ningún tipo de problema ni financiero ni técnico que justificara su fulminante despido.

—Bien. Aquí tienes tu finiquito —dijo el jefe deslizando sobre la mesa una finísima tableta hacia Andrés.

—Eso no puede ser cierto. Según esto le debo ocho mil euros a la empresa —indicó Andrés después de releer el documento varias veces pues no salía de su asombro.

—Es correcto. Están los gastos de cesación del contrato, la penalización por despido y la aportación voluntaria al fondo de pensiones de los directivos de la compañía de cinco mil euros —comentó en tono solemne el director enumerando los puntos acompañándolos con un gesto con los dedos.

—¿Os habéis vuelto locos? No pienso dar esa pasta a esos malditos tiburones…

—No tienes alternativa lo firmaste en el contrato y es vinculante.

—Yo no firmé esa mierda —dijo Andrés realizando un enorme esfuerzo por no perder los nervios.

—No, claro que no. Pero firmaste que acatarías cualquier cambio en las condiciones del contrato y esa se realizó recientemente —comentó el director encogiéndose de hombros—. Me temo que todo está correcto y si no pagas no tenemos más remedio que entregarte a los agentes del consorcio de agencias de morosos.

—A menos… —murmuró el hombre de negro que hasta ahora se había mantenido impasible.

—¿A menos que? —preguntó Andrés, mirándole a los ojos. No encontró respuesta en unos ojos artificialmente azules debido a unas lentillas de moda que cambiaban de color a lo largo del día.

—Estoy en condiciones de ofrecerle un traslado a un departamento de unidades operativas de nuestro holding. Eso no sería un despido, sería un traslado y puede ahorrarse todos estos gastos e inconvenientes —comentó el hombre trajeado en tono pausado.

—¿Dónde está el truco? —preguntó Andrés cada vez más enfadado.

—Ningún truco. Te lo aseguro, tendrías un finiquito normal y sin deudas —explicó el jefe, sudaba copiosamente y tenía empapada la camisa a pesar del aire acondicionado.

—¿Y el trabajo consiste en...? —dijo Andrés. Su instinto le decía que no podía salir nada bueno de todo aquello.

—En mantenimiento en lugar de desarrollo. De hecho tendrá que mantener unidades en las que ha colaborado en su desarrollo y está usted muy familiarizado —se apresuró a decir el hombre de negro con una sonrisa estudiada.

—Mira —comentó el jefe—. Llevamos tiempo juntos. Te prometo que no tengo alternativa y no me han dado ninguna elección en esto, pero yo de ti aceptaría.

Infelizmente tenía razón. Andrés no poseía ninguna alternativa. Si se negaba, con esa deuda terminaría en un campo de trabajo hasta que consiguiera pagarla, sumando las costas y tramites podía tardar años trabajando como un esclavo. Además si entraba en las listas de morosos luego nadie lo contrataría para un trabajo de calidad como el que tenía ahora. Estaba atrapado y ellos lo sabían.

A la salida del despacho dos guardias de seguridad inflados por anabolizantes baratos y cargados de anfetas lo aguardaban con una caja de cartón con sus escasas pertenencias, lo escoltaron de mala manera hasta el aparcamiento subterráneo y por la expresión de sus caras hicieron un esfuerzo hercúleo para no pegarle una paliza antes de meterle en una furgoneta eléctrica que salió a todas prisas del edificio. Dos horas después lo dejaron junto a su caja de cartón en una gigantesca nave industrial custodiada por carísimas y discretas medidas de seguridad. Un par de agentes de seguridad altos, fuertes y con aspecto tan duro como el polímero de sus sofisticadas armas lo escoltó con deferencia hasta una sala. Se encontró con un pequeño estrado con una enorme pantalla detrás, una mesa con bebidas y comida de buena calidad y varias sillas de aspecto cómodo.

—Hola —dijo al entrar y encontrarse con varias personas más.

—Bienvenido señor Real —dijo una mujer desde el estrado, aparentaba estar en la treintena, pelo negro recogido en una coleta. Llevaba un atemporal tejano y una camiseta negra holgada—. Me llamo Miriam. Le esperábamos, ahora si toma asiento podemos empezar.

—Andrés, aquí —susurró un hombre en la segunda hilera de sillas haciéndole un gesto con la mano

—Carlos. ¿Qué haces tú aquí? —susurró Andrés sentándose a su lado.

—Me temo que lo mismo que tú… —comentó con tristeza.