Experiencias pedagógicas en pandemia - Rosana Serafini - E-Book

Experiencias pedagógicas en pandemia E-Book

Rosana Serafini

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Todo comenzó en marzo 2020. Un estrepitoso mal venía aquejando al mundo desde unos meses antes. Un mal que rápidamente se convirtió en pandemia y, en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos reconvirtiendo nuestra vida laboral, escolar, universitaria, familiar, en fin, nuestra vida. Estudiantes de todos los niveles se encontraron sin la presencia del docente "real" y los referentes más cercanos en temas de educación pasaron a ser los adultos con quienes convivían. Las redes sociales, los tutoriales de internet, las plataformas educativas en todos sus formatos y los grupos de WhatsApp se tornaron herramientas de comunicación valiosas y necesarias para las clases a distancia. En paralelo, comenzábamos a pensar un futuro con nuevos espacios áulicos, menos estudiantes por aula, mayor distancia física entre ellos y con los docentes, recreos distintos, más trabajos online, menos horas de clases presenciales. El duelo por la escuela que fue, por ese pasado no tan lejano que pareciera imposible de recuperar, comenzó a incrementar las ansiedades, los miedos, las angustias. Hoy, el regreso a las aulas se va dando en grupos reducidos, con distancia social, con controles estrictos para el cumplimiento de las normas, con un plan de contingencia que nos conduce a modalidades híbridas. En tiempo escaso se montó un nuevo sistema educativo "remoto" que rápidamente se puso en marcha y la tarea del docente presencial se transformó en virtual y, con gran esfuerzo, se fue perfeccionando día a día. El contexto que nos toca atravesar amerita una reflexión permanente de nuestra práctica para responder, de la mejor manera posible, a las necesidades de nuestros estudiantes, y en eso estamos. Por eso, este libro pretende compartir relatos de experiencias educativas surgidas en pandemia para ponerlas a disposición de las y los docentes y así construir nuevos saberes pedagógicos.

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EXPERIENCIAS PEDAGÓGICAS EN PANDEMIA

Todo comenzó en marzo 2020. Un estrepitoso mal venía aquejando al mundo desde unos meses antes. Un mal que rápidamente se convirtió en pandemia y, en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos reconvirtiendo nuestra vida laboral, escolar, universitaria, familiar, en fin… nuestra vida.

Estudiantes de todos los niveles se encontraron sin la presencia del docente “real” y los referentes más cercanos en temas de educación pasaron a ser los adultos con quienes convivían. Las redes sociales, los tutoriales de internet, las plataformas educativas en todos sus formatos y los grupos de WhatsApp se tornaron herramientas de comunicación valiosas y necesarias para las clases a distancia. En paralelo, comenzábamos a pensar un futuro con nuevos espacios áulicos, menos estudiantes por aula, mayor distancia física entre ellos y con los docentes, recreos distintos, más trabajos online, menos horas de clases presenciales. El duelo por la escuela que fue, por ese pasado no tan lejano que pareciera imposible de recuperar, comenzó a incrementar las ansiedades, los miedos, las angustias… Hoy, el regreso a las aulas se va dando en grupos reducidos, con distancia social, con controles estrictos para el cumplimiento de las normas, con un plan de contingencia que nos conduce a modalidades híbridas.

En tiempo escaso se montó un nuevo sistema educativo “remoto” que rápidamente se puso en marcha y la tarea del docente presencial se transformó en virtual y, con gran esfuerzo, se fue perfeccionando día a día. El contexto que nos toca atravesar amerita una reflexión permanente de nuestra práctica para responder, de la mejor manera posible, a las necesidades de nuestros estudiantes, y en eso estamos… Por eso, este libro pretende compartir relatos de experiencias educativas surgidas en pandemia para ponerlas a disposición de las y los docentes y así construir nuevos saberes pedagógicos.

Rosana Serafini Magíster y especialista en Didáctica (FFYL, UBA), especialista en Consultoría en Sexualidad (Equipo Koinonía, CABA), especialista en Psicopedagogía (Secretaría de Salud, Dirección de Capacitación, GCBA), licenciada en Ciencias de la Educación (FFYL, UBA). En UADE es profesora asociada regular en el Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades (FASA), investigadora en INSOD y psicopedagoga en el Servicio de Ayuda al Estudiante. En ISFP Polo Educativo IMPA es profesora titular de Pedagogía y Didáctica General. Se ha desempeñado en institutos de formación secundaria y terciaria y en programas de formación docente/profesional en Argentina y Perú. En consultorio privado realiza diagnóstico y tratamiento de las dificultades de aprendizaje; asesoramiento a padres y escuelas y orientación vocacional/ocupacional. Ha participado en congresos, jornadas y cursos de actualización como expositora y disertante y publicado artículos en revistas nacionales en temas de su especialidad.

ROSANA SERAFINI(editora)

EXPERIENCIAS PEDAGÓGICAS EN PANDEMIA

 

Luciana Comerci Pinella • Lucila Dallaglio • María Fernanda de la Mota • Andrea Delfini • Mariela Jaras • Esteban Maioli • Patricia Marramá • Guadalupe S. Oviedo

Índice

CubiertaAcerca de este libroPortadaAgradecimientosPrólogo, por Rebeca AnijovichIntroducción. Nuevos escenarios repentinos, por Rosana SerafiniLa cuarentena obligatoria en el hogar y sus efectos en el estudio en alumnos universitarios, por Patricia M. E. MarramáTiempos de pandemia: niños y jóvenes desganados, adultos sobrepasados, por Luciana Comerci PinellaLa performance dramática de la clase remota: una breve reflexión a la luz del enfoque dramatúrgico de Erving Goffman, por Esteban MaioliLas nuevas condiciones y posibilidades de enseñanza y aprendizaje en el nivel superior: interacciones discursivas en el aula virtual, por Rosana SerafiniLa pandemia y el derecho a la educación superior: el desafío de la inclusión en un sistema educativo desigual, por Lucila María Teresa DallaglioUna experiencia pedagógica en aislamiento: leer en la escuela, por Andrea DelfiniAcompañar la enseñanza: el rol directivo en el contexto de la pandemia, por María Fernanda de la MotaPandemia en la Argentina: la educación en perspectiva Desde la educación pública de gestión estatal en nivel medio de adultos, tecnicatura en instituto de nivel superior y carrera de grado (universitaria), por Mariela JarasOtros tiempos, otros escenarios, siempre la educación, por Guadalupe S. OviedoLos autoresCréditos

Agradecimientos

Queremos agradecer en primera instancia a nuestros estudiantes, materia prima de la que se nutre la labor cotidiana de enseñar y aprender, quienes nos invitan a seguir pensando cómo mejorar nuestra práctica docente, más allá de toda circunstancia adversa.

Del mismo modo, queremos agradecer a Rebeca Anijovich, quien alentó este proyecto desde sus inicios y escribió el prólogo.

A Javier Riera, de Biblos, por confiar plenamente en este trabajo, y a todo el equipo editorial, por ayudarnos a organizarlo y hacerlo posible.

A nuestros familiares y amigos, que acompañan y apoyan cada proyecto.

Y a los compañeros y compañeras de trabajo, que siempre son fuente de inspiración.

 

Prólogo Rebeca Anijovich

Este es un libro que nos permite bucear en experiencias educativas que emergieron en un contexto incierto, inédito, con más preguntas que respuestas. En este escenario complejo, las y los docentes, según sus testimonios, se han “reinventado”, diseñando experiencias alternativas, experimentando ideas innovadoras, pero la mayoría de ellas se han narrado oralmente. Por eso este libro tiene el valor, entre otros, de haber reunido y sistematizado muchas de esas experiencias y ponerlas a disposición de colegas, de manera generosa.

Philippe Perrenoud afirma que “aprender de la experiencia consiste en servirse de momentos excepcionales para comprender lo que somos y lo que valemos”,1 y eso estamos haciendo al recorrer las distintas experiencias aquí registradas.

Dar a conocer estas experiencias, exponer sus ideas, compartir sus relatos invita a las lectoras y los lectores a una reflexión sobre las prácticas de enseñanza y la construcción de nuevos saberes pedagógicos. Es una instancia abierta a la posibilidad de búsqueda y generación de nuevos interrogantes en el ámbito profesional. Sabemos que no es la práctica en sí misma la que genera conocimiento, sino su análisis, su relación con las teorías, con las investigaciones y con el contexto social, político y cultural en el que la práctica se inscribe.

Quienes protagonizaron las experiencias que se relatan aquí cuentan y reflexionan acerca de lo que vivieron en escenas particulares. La polifonía de voces muestra aristas distintas del trabajo en pandemia, y presenta nuevos sentidos para debatir sobre la enseñanza, el aprendizaje y los procesos educativos.

La sistematización de experiencias que se presenta también nos interpela a cada uno de quienes enseñamos a comprender el sentido de nuestras prácticas, a reflexionar sobre nuestro trabajo, a entender mejor lo que estamos haciendo en una “pedagogía de la excepción”, como tan bien ilustra Axel Rivas.

La selección de experiencias contempla criterios importantes como la relevancia para colegas educadores, la pertinencia referida a la situación inédita del contexto y las motivaciones, claramente definidas en la introducción del libro.

El propósito de la sistematización va más allá de describir la experiencia con una invitación a dedicar un tiempo para pensar y pensarnos en pandemia y en el futuro.

Jerome Bruner afirma que lo central de la narrativa es cómo se llega a darle significado a la experiencia, en virtud de que esta es un instrumento útil, no tanto para resolver los problemas, sino más bien para encontrarlos. Encontramos en este libro algunas pistas para ello.

1. Philippe Perrenou, Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar, Ciudad de México, Graó, 2004.

INTRODUCCIÓN Nuevos escenarios repentinos Rosana Serafini

Llega un momento en que cualquier realidad se acaba. Y entonces no hay más remedio que volver a inventarla […] hay que volverla a concebir.

Mario Benedetti, El porvenir de mi pasado

 

 

Todo comenzó en marzo de 2020. Un estrepitoso mal venía aquejando al mundo desde unos meses antes. Un mal que rápidamente se convirtió en pandemia, tal vez la única en nuestros tiempos biográficos. De repente nos encontramos atravesando, todos, una situación de crisis general: el mundo nos había sorprendido y debimos tratar de acomodarnos a él. La vida social cambió abruptamente: como en un sueño, en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos reconvirtiendo nuestra vida laboral, escolar, universitaria, familiar, en fin… nuestra vida.

Comentarios, dudas, malestares, enojos, producto de la incertidumbre, la angustia, la ansiedad, la desesperación que generaba dicha situación sobre los distintos actores: docentes, no docentes, estudiantes, madres, padres, abuelas, abuelos, empleadores y empleados, trabajadores independientes y más…

Estudiantes de todos los niveles se encontraron, en la mayoría de los casos, con muchas tareas para realizar y sin la presencia del docente “real y presencial”. Los referentes más cercanos en temas de educación pasaron a ser sus padres, o los adultos con quienes conviviesen, quienes no tenían ni tienen la obligación de conocer todos los contenidos educativos, pero sí de acompañarlos en todo lo que tengan a su alcance. Fue así como se presentaron miles de situaciones. Los niños y jóvenes necesitaron más que nunca acompañamiento familiar, los docentes necesitaron comprensión de las familias.

El uso de herramientas como las redes sociales, los tutoriales de internet, las plataformas educativas en todos sus formatos, los grupos de consulta por WhatsApp entre padres y madres, de estudiantes entre sí, de profesores, e incluso la posibilidad de intercambiar mails con docentes, preceptores, directivos para consultar sobre ayudas posibles para niños y jóvenes se tornaron herramientas de comunicación valiosas y necesarias.

Se volvió indispensable hablar sobre hábitos y rutinas en casa, en momentos de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO). Algunos padres y madres rápidamente comenzaron a debatirse con las dificultades para organizar en casa horarios de estudio, de trabajo, de comidas, de limpieza, de ocio. ¿Cómo distribuir esos tiempos? ¿Cómo lograr que niños y jóvenes se levanten para estudiar y hacer sus tareas virtuales? Pensar en organizar rutinas para los días “laborales y escolares” y rutinas de “fin de semana” no fue tarea sencilla. Fue allí donde hubo que reacomodarse. Pautar las actividades escolares con horarios, así como las actividades laborales desde casa. Porque además, en muchos hogares, los elementos tecnológicos son compartidos y, a veces, hasta pareciera que hay que “sacar turno” para usar la notebook, la tablet, la computadora o el celular.

Organizar las actividades respetando también los tiempos de descanso, de recreo, fue necesario. Y los fines de semana, en el mejor de los casos, darles lugar a los juegos, a compartir en familia esos juegos que hacía mucho no jugábamos, a compartir series, películas, aprovechar ese tiempo que en otros momentos tal vez extrañábamos, porque nos encontrábamos “sin tiempo” para compartir con nuestros hijos.

En abril ya sabíamos que no volveríamos a las clases presenciales por un tiempo extenso. Privilegiando el cuidado de la salud, el sistema educativo siguió buscando nuevos caminos para seguir educando. Físicamente se hacía imposible el regreso a las aulas; sin embargo, el concepto de continuidad pedagógica comenzaba a instalarse desde otro lugar.

“Ya nada será igual”: frase que se fue escuchando cada vez con mayor fuerza. La educación que se viene, la docencia que se viene, la vida que se viene: adultos, jóvenes y niños comenzaban a pensarlo. Cambiaron los tiempos, cambió la vida social, cambió la educación y con ella todo lo que implica. Se elevaron voces y opiniones como “Ya no volveremos a la escuela de antes”, “Ya no volveremos a la universidad de antes”. Empezar a pensar en nuevos espacios áulicos, menos estudiantes por aula, mayor distancia física entre ellos y con los docentes, recreos distintos, más trabajos online, menos horas de clases presenciales, pareciera ser el mundo que se viene: hipótesis sobre lo que vendrá. Nos empezamos a preparar para otro mundo.

El coronavirus ha cambiado el mundo y, de aquí en más, todo será diferente. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Todo se fue cayendo? ¿O todo se fue acomodando? ¿Nos encontramos frente a la generación que transformó la educación? Estamos ante nuevas relaciones entre familia y escuela. Tradicionalmente la función básica de la familia fue la crianza y la función de la escuela fue la instrucción, y en las distintas épocas se mantuvieron más bien constantes. Hoy dichas relaciones se funden, se transforman, se solapan: la familia se encuentra con la obligación de criar e instruir, colaborando con una escuela que llegó a golpear las puertas del hogar.

Si bien existen consensos acerca de que la educación remota nunca podrá reemplazar el aula presencial, emergió repentinamente la necesidad de reinventar recursos y redistribuir roles y funciones. La educación a distancia, en algunos casos virtual y en otros radial, televisiva o impresa en formato de cuadernillos, ocupa hoy un lugar esencial en los hogares de miles de niñas, niños y jóvenes, asignando así un nuevo rol de alumna, alumno, estudiante y un nuevo rol docente: trabajar con los sentidos, especialmente la vista y el oído, dejando en suspenso el olfato, el gusto y el tacto. Nos conectamos con nuestros estudiantes a través de ellos, tecnología mediante en el mejor de los casos. ¡Qué lejos fueron quedando esas posibilidades de “tocar al otro”, “oler al otro”! Si la escuela o la universidad eran lugares para estar juntos, para mirarse, para tocarse, para interactuar en una situación de copresencia, por el momento dejó de serlo, quedó en suspenso. Si eran sitios donde la niña, el niño o joven se aislaban de lo que pasaba fuera, adentrándose en una dimensión diferente, sobre todo cuando el entorno del hogar no fuera el apropiado, ya no lo es.

El aislamiento fue generando una verdadera distancia social en todos los sentidos, incrementando la ansiedad que genera el encierro en algunos casos, pero sobre todo en quienes no contaban ni cuentan con los recursos físicos y/o mentales para afrontarlo. Se presentó así uno de los problemas psicosociales que puso de manifiesto la pandemia, la desconexión digital, pero también generó dificultades para cumplir con tal distanciamiento social, preventivo y obligatorio en ciertos sectores de la población desprovistos de una vivienda digna, de alimentación, de higiene y seguridad, de servicios esenciales y conectividad.

El duelo por las formas de educación perdidas, por la presencialidad en las aulas, por el contacto cercano con compañeros y docentes, por la contención que la escuela ofrece desde lo social en sentido amplio, más allá de lo estrictamente pedagógico… el duelo por la escuela que fue, por ese pasado no tan lejano que pareciera imposible de recuperar, comenzó a incrementar las ansiedades, los miedos, las angustias, la violencia intrafamiliar: la necesidad del acompañamiento profesional en el cuidado de la salud física y mental se hizo cada vez más necesaria.

Y el regreso a las aulas será de a poco: con grupos reducidos, con distancia real y psicosocial, con controles estrictos para el cumplimiento de las normas, para optimizar el uso de recursos y materiales, con un plan de contingencia que nos irá llevando a pensar en modalidades híbridas, presencial y a distancia.

Este trabajo pretende compartir relatos de experiencias, surgidos desde entonces, en materia de educación. Cambios repentinos, precipitados, inventados, ocurrentes, creativos, reconstruidos, urgentes: llegó la hora de “virtualizar” con suma urgencia un sistema educativo que hasta marzo de 2020 se valía de experiencias a distancia, electivas u opcionales, pero que en este caso se tornaban imprescindibles y obligatorias. Así se montó un nuevo sistema educativo “remoto” que rápidamente se puso en marcha. La tarea docente, en tiempo escaso, de presencial se transformó en virtual y, con gran esfuerzo, se fue perfeccionando día a día.

El trabajo de Patricia Marramá, titulado “La cuarentena obligatoria en el hogar y sus efectos en el estudio en estudiantes universitarios” nos plantea una serie de interrogantes iniciales: ¿cómo influye la convivencia obligatoria (impuesta por el ASPO en tiempos de pandemia covid-19) en las relaciones convivenciales en el seno familiar?, ¿cómo estas relaciones modificaron las posibilidades de estudio, comprensión, interpretación y aprendizaje de contenidos? Partiendo del supuesto de que esta convivencia obligatoria impuso una resocialización-resignificación de replanteos de la distribución de las tareas (acciones dentro del hogar) domésticas, trabajo home office, estudio virtual, reubicación de los espacios comunes y privados de todos los miembros del grupo familiar y redistribución del tiempo de estudio, trabajo y ocio. El trabajo se realizó a través de una encuesta cuyos destinatarios son jóvenes entre 17 y 30 años de edad, estudiantes universitarios, que conviven con la familia u otras personas.

El capítulo de Luciana Comerci Pinella, con una mirada psicológica, propone algunos ejes de análisis para pensar los procesos de subjetivación dados en estudiantes y docentes en el actual estado de pandemia y ASPO, rescatando la función del lenguaje en la construcción de subjetividad y los cambios en los roles y las relaciones entre los actores del nuevo espacio, en el mejor de los casos virtual, en el cual no se da el encuentro con el otro corpóreo y el deseo de saber se libra batalla frente a la impotencia, la incertidumbre y el sinsentido.

El artículo de Esteban Maioli, “La performance dramática de la clase remota: una breve reflexión a la luz del enfoque dramatúrgico de Erving Goffman”, afirma en su introducción que, al igual que muchas otras esferas de nuestra vida social, las prácticas docentes también se encuentran institucionalizadas. Ello quiere decir que, de igual modo que en otros espacios de interacción, las relaciones sociales que se desenvuelven en el espacio áulico cuentan con ciertas maneras de “hacer las cosas” históricamente conformadas, que condicionan el comportamiento social y orientan las conductas de los sujetos involucrados hacia ciertos modos legítimos de actuación. En el campo de la sociología, el orden institucional siempre ha sido un tema de interés fundamental, en cuanto se admite que, a partir de tal orden, es posible la vida social. La existencia de ciertas posiciones relativamente fijas establecidas a partir de un sistema de relaciones sociales estructurado habilita la posibilidad del desempeño de roles, los cuales son conocidos por los sujetos interactuantes, y que operan como “recetas” que permiten anticipar el comportamiento de los “otros” (Durkheim, 2006). En el contexto contemporáneo, sin embargo, el orden institucional se encuentra constantemente en tensión. Como afirma Anthony Giddens (1998), la reflexividad institucional da cuenta de un orden social que parece no adecuarse “a tiempo” a la multiplicidad de cambios a los que nuestro mundo actual se ve sometido. Sin lugar a dudas, la pandemia de covid-19 que azota al mundo entero desde principios de 2020 es un claro ejemplo del modo en que los “riesgos”, en el sentido propuesto por Ulrich Beck (2005), suponen un factor de cambio social inesperado que altera, al menos de manera temporaria, la estabilidad del orden social. En este sentido, cabe preguntarse acerca del modo en que las condiciones de las prácticas docentes se vieron afectadas a causa de las medidas de salud pública promovidas por el gobierno nacional para atenuar las devastadoras consecuencias sobre la población de la pandemia que aún hoy sigue afectando al mundo entero. El propósito de esta reflexión es, en consecuencia, revisar el modo en que los docentes respondimos a las exigencias de continuar con nuestra labor en el marco del ASPO promovido como estrategia de salud pública. En particular, su artículo pretende presentar, de manera sucinta, como una breve reflexión que propone más preguntas que respuestas, la experiencia de adecuar muchas de las prácticas docentes “habituales”, con el propósito de cumplir con la pretensión de formar a nuestros estudiantes y construir, junto con ellos, el conjunto de saberes y competencias que forman parte de las asignaturas que impartimos en el ámbito universitario.

En estrecha vinculación con el trabajo de Maioli, mis reflexiones acerca de las nuevas condiciones y posibilidades de enseñanza y aprendizaje en la educación superior se ubican centralmente en el aula universitaria, espacio de interacción que cobra nueva vida en el contexto actual. El interés por trabajar en dicho campo se remonta a algo más de veinte años atrás. La preocupación por el tema ha ido surgiendo a través de observaciones de clases, conversaciones con colegas y estudiantes y desde mi propia práctica docente. Actualmente, el vínculo entre docentes, estudiantes y conocimiento ha dado un giro rotundo y la preocupación por el tema ha regresado a mi mente a través de la urgente virtualización de las clases a la que nos vimos obligados la gran mayoría de los docentes. Las transformaciones en las formas de interacción discursiva en clase han generado nuevas posibilidades de enseñanza y aprendizaje en la educación superior, las que se gestaron con extrema rapidez. Ha sido motivo de observación y análisis el modo de intervención de algunos profesores al momento de establecer contacto con un grupo de estudiantes. La modalidad de interacción que se establece durante el desarrollo de las clases, particularmente a través del uso de la interrogación, ha dado origen a mis primeros trabajos sobre el tema y mi tesis de Maestría en Didáctica. En épocas de presencialidad áulica, muchas de las preguntas que los profesores solían hacer al “auditorio” sugerían de antemano las respuestas, generando ellos mismos “lo que querían escuchar”, hecho que a veces obstaculizaba la posibilidad de construcción real del conocimiento por parte de sus estudiantes de nivel superior. En algunos casos, se observaba también la “pasiva” respuesta de los alumnos ante la situación así planteada. Sin embargo, otros docentes jugaban con la interacción de distinta manera: hoy nos encontramos en este punto, frente al reciclaje “necesario” de las estrategias didácticas, entre ellas, el uso de la interrogación. Aciertos y desaciertos, ansiedad, angustia, sumado a los problemas de conectividad, fueron tornándose los avatares cotidianos del aula virtual: de ahí la importancia de estudiar ahora la interacción didáctica virtual, con el registro y análisis de los intercambios verbales y no verbales que comenzaron a establecerse entre unos y otros en el contexto de la clase remota.

El trabajo de Lucila Dallaglio busca analizar el panorama actual de las políticas públicas educativas que deben garantizar el derecho a la educación y los problemas o dificultades que se presentan en el nivel universitario a partir de la pandemia y del ASPO. En especial pretende indagar las asimetrías de capital cultural (Bourdieu, 2000), de capital académico y de capital virtual (Linne, 2018a, 2018b) que se ponen en juego en este momento para garantizar la continuidad de la enseñanza. La brecha educativa y digital que posee la Argentina requiere un análisis de las políticas públicas nacionales con el objeto de proponer alternativas para reducir esas desigualdades. Si bien el sistema de educación superior es muy heterogéneo y ha adquirido visos aún más variados en los últimos años, es necesario pensar una estrategia conjunta para ofrecer una educación de calidad y que permita la inclusión de las y los jóvenes o quienes deseen cursar un estudio superior. Una de las preocupaciones centrales de ese capítulo es revisar estrategias de articulación entre el nivel medio y la universidad con el propósito de permitir que los y las jóvenes que están cursando el último año del nivel medio no pierdan un año lectivo y puedan inscribirse y empezar la universidad.

El capítulo de Mariela Jaras se refiere a la educación secundaria, terciaria y universitaria. En su trabajo debate sobre la escuela media de adultos con vulnerabilidad social y la situación de estudiantes y profesores obligados a una virtualidad pero carentes de “la herramienta” en, al menos, el 50% de su población. Luego, relata vivencias docentes en el aula virtual en niveles de tecnicatura obligatoria, para sectores mayormente populares y en carreras de grado en universidades privadas.

El trabajo de Andrea Delfini propone dar cuenta de una experiencia pedagógica de educación en contexto de pandemia, en el nivel secundario (público y privado), correspondiente al área curricular de Lengua y Literatura. Su punto de partida es una serie de preguntas: ¿cómo se educa en la incertidumbre?, ¿qué ocurre con nuestros sujetos de aprendizaje (adolescentes) en este contexto y con esta modalidad de clases virtuales sincrónicas y asincrónicas? Luego analiza y compara las estrategias de planificación y las modificaciones (con poco y nada de preparación) en que nos vimos involucrados los docentes ante este desafío. Al trabajar en educación pública y privada, reflexiona acerca de la brecha informática y los derechos a la educación que en algunos casos no están garantizados. Luego se dedica a profundizar acerca de la importancia de la lectura literaria en contextos de crisis partiendo de las concepciones de Michèle Petit, quien trabaja desde la antropología las prácticas culturales (especialmente la lectura) en contextos de crisis, y toma también como referencia el marco teórico de la pedagogía de la lectura para analizar la experiencia de enseñar literatura en esta instancia inédita.

María Fernanda de la Mota, en su artículo titulado “Acompañar la enseñanza: el rol directivo en el contexto de la pandemia”, relata cómo los equipos directivos se están enfrentando durante la pandemia a la ardua tarea de sostener el acompañamiento cotidiano de la tarea docente y continuar siendo garantes de las trayectorias escolares de las y los estudiantes, a través de las pantallas. Como ocurrió en todos los ámbitos, su labor pedagógica se vio profundamente desafiada y modificada. Sin embargo, se encuentran también ante una gran oportunidad para transformar la enseñanza, renovar las propuestas y generar instancias únicas de formación docente en servicio. En ese artículo intenta recuperar aquellas vivencias que contribuyeron durante este tiempo a la mejora de las prácticas pedagógicas y que ojalá logren trascender y nutrir experiencias futuras.

Guadalupe S. Oviedo propone una breve historia de las decisiones en torno a la educación argentina en escenarios epidemiológicos similares. Durante la segunda mitad del siglo XIX y en el transcurso del pasado siglo XX nuestro país enfrentó escenarios epidemiológicos que afectaron a la salud de la población. En algunos casos epidemias localizadas en la ciudad de Buenos Aires y en otros casos escenarios de pandemia como el actual. Pero… ¿es posible historiar las respuestas del sistema educativo frente a los citados escenarios? En su artículo intenta dar respuesta a esta pregunta a partir de realizar un breve recorrido que le permita indagar sobre la reacción del Estado argentino y sus decisiones a nivel educativo (si es que las hubo) frente a otros escenarios epidemiológicos como la fiebre amarilla de 1872, la gripe española en la primera posguerra, la polio de mediados de siglo, el brote de cólera en las postrimerías del siglo XX y la N1H1 de los años 2000.

Queremos llegar a nuestros lectores narrando acontecimientos, relatos de experiencias nuevas, momentos, situaciones, acciones, sentires, pensares y, por qué no, propuestas sobre la educación remota. Los capítulos están centrados mayormente en el nivel superior, dada la formación y experiencia de cada uno de los autores. Hemos incluido el trabajo de colegas que acreditan, además, experiencia en los niveles medio y primario. Desde las ciencias políticas, la sociología, la psicología, las letras, la historia, la antropología, las ciencias de la educación y la psicopedagogía nos adentramos en la tarea de compartir experiencias pedagógicas en pandemia.

Bibliografía

BECK, Ulrich (2005), La sociedad del riesgo, Madrid, Paidós.

BENEDETTI, Mario (2003), El porvenir de mi pasado, Madrid, Santillana.

BOURDIEU, P. (2000), “Las formas del capital: capital económico, capital cultural y capital social”, en Poder, derecho y clases sociales, Bilbao, Desclée.

DURKHEIM, E. (2006), La división del trabajo social, Buenos Aires, Lea.

DUSSEL, I. (2020), “La clase en pantuflas, en el marco del espacio”, diálogos sobre pedagogía, Instituto Superior de Estudios Pedagógicos de la ciudad de Córdoba (ISEP). Conversatorio con Inés Dussel, a través de una transmisión en vivo el 23 de abril de 2020.

GIDDENS, A. (1998), Modernidad e identidad del yo: el yo y la sociedad en la época contemporánea, Barcelona, Península.

GOFFMAN, E. (1982), La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires, Amorrortu.

JELIN, E. (1998), Pan y afectos: la transformación de las familias, Buenos Aires, FCE.

LINNE, J. (2018a), “El deseo de ser primera generación universitaria: ingreso y graduación en jóvenes de sectores populares”, Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, 12 (1): 129-147.

– (2018b), “Nomadización, ciudadanía digital y autonomía: tendencias juveniles a principios del siglo XXI”, Chasqui. Revista latinoamericana de comunicación, 137: 37-52).

 

La cuarentena obligatoria en el hogar y sus efectos en el estudio en alumnos universitarios Patricia M. E. Marramá

El 19 de marzo de 2020 los argentinos nos enteramos por un mensaje televisivo (y otros medios de difusión masiva) a cargo del presidente de la Nación, Alberto Fernández, de que a partir del 20 de ese mes comenzaría a regir en todo el territorio del país el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO, DNU 297) como medida preventiva para proteger la salud pública frente a la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante el nuevo virus covid-19.1 Esto significaba que por un plazo determinado2 todas las personas deberían permanecer en sus residencias habituales o en el lugar en que se encontraran y abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo.

Así lo afirmaba el artículo 2º de dicho decreto 297/20:

 

Durante la vigencia del “aislamiento social, preventivo y obligatorio”, las personas deberán permanecer en sus residencias habituales o en la residencia en que se encuentren a las 00.00 horas del día 20 de marzo de 2020, momento de inicio de la medida dispuesta. Deberán abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo y no podrán desplazarse por rutas, vías y espacios públicos, todo ello con el fin de prevenir la circulación y el contagio del virus covid-19 y la consiguiente afectación a la salud pública y los demás derechos subjetivos derivados, tales como la vida y la integridad física de las personas.

 

La justificación de tal medida era el peligro sanitario y social (sin precedentes), a fin de mitigar la propagación del virus y su impacto en el sistema sanitario.

Estas severas medidas de aislamiento afectaron también a todo el sistema educativo nacional. El Ministerio de Educación de la Nación decretó:

 

En función de lo establecido por las autoridades sanitarias nacionales, el Ministerio de Educación de la Nación dispuso suspender las clases presenciales desde el pasado 16 de marzo y puso en marcha, a través de la resolución 106/20, el programa “Seguimos educando” para que las niñas, niños y adolescentes de la Argentina puedan continuar los estudios desde sus hogares. (Argentina.gov.ar, 20 de marzo de 2020)

 

Esto significó que, a partir de ese momento, se implementaran una cantidad de medidas para continuar con el sistema educativo en todos los niveles públicos y privados de todo el país, sin presencialidad. Los estudiantes y los maestros se debían quedar en casa.

Nos encontramos en octubre y muchas actividades comenzaron lentamente a reabrirse con protocolos y muchos cuidados. Fábricas, comercios, bares y algunos negocios comenzaron una nueva normalidad (debemos mencionar que la economía del país se vio fuertemente afectada, pero es otro tema que no se tratará en esta oportunidad). Sin embargo, lo referente a la escolaridad continúa sin modificación alguna. Es posible que antes de fin de año, algún tipo de regreso a las escuelas sea posible, pero hasta este momento en que me encuentro escribiendo estas líneas el debate está planteado, pero aún no resuelto. La cantidad de afectados por coronavirus aumenta de manera considerable y no nos encontramos dentro de los parámetros de seguridad propuestos por la OMS. Además, ejemplos de otros países en el mundo que regresaron a las aulas, pero tuvieron que volver a cerrarlas por el aumento de contagios. El gobierno argentino teme que los afectados por este virus no puedan controlarse y se produzca una saturación del sistema sanitario. Esto significa que los chicos en edades de formación primaria, secundaria y universitaria continúan su educación en forma remota, permaneciendo en sus hogares. Desde el comienzo de la cuarentena, las realidades de la vida cotidiana fueron cambiando: pasamos de cerrado total, a algunos permisos en algunas actividades. Sin embargo, en lo referente a la escolaridad con presencialidad, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires permite algunas alternativas, sobre todo en los niveles inicial y primario. Pero el nivel terciario y universitario continúa con clases a distancia.

Los analistas académicos y los de opinión debaten los diferentes avances, logros y dificultades que se han encontrado hasta el momento en el ámbito educativo. En una mirada muy general, se observó que dichos estudios abundan en los niveles inicial, primario y secundario de escolaridad, tanto privada como pública. Sin embargo, el grupo de alumnos universitarios pareciera no haber sido tan profundamente estudiado. Es por ello que, en esta oportunidad, nos enfocaremos principalmente en este segmento de estudiantes que se encuentran dentro del grupo etario de 17 a 30 años.

Ahora bien, estos jóvenes continúan sus carreras universitarias a través de diferentes dispositivos electrónicos, permaneciendo en sus hogares o donde la cuarentena los encontró. Se produce así que la gran mayoría convive con su grupo familiar. Algunos, aprovechando las facilidades de internet, volvieron a sus lugares de origen. No es extraño que en una clase virtual los alumnos se encuentren en diferentes ciudades del interior del país e incluso en otros países (Uruguay, Venezuela, Colombia, en general países latinoamericanos son los más frecuentes en la Argentina).

En este apartado no nos detendremos sobre los avances o las dificultades didácticas específicamente, o sobre las técnicas pedagógicas que debieron reestructurarse ante esta nueva situación, sino que nos interesará adentrarnos en el mundo convivencial de las familias. Nuestro análisis se centrará desde una perspectiva sociológica, efectuando una técnica metodológica de triangulación entre datos cuantitativos obtenidos de una breve encuesta. Posteriormente proponemos un análisis teórico interpretativo sobre las relaciones intersubjetivas que se pudieron establecer dentro de este mundo familiar.

Para realizar este análisis partimos de las siguientes preguntas: ¿cómo influye la convivencia obligatoria (impuesta por el ASPO en tiempos de pandemia covid-19) en las relaciones convivenciales en el seno familiar? En consecuencia, ¿cómo estas relaciones convivenciales modificaron las posibilidades de estudio, comprensión, interpretación y aprendizaje de contenidos?

Datos obtenidos de la encuesta realizada en septiembre-octubre de 2020

La primera aproximación al tema que se propuso fue realizar una encuesta autoadministrada, sincrónica, con preguntas de opinión y actitudes sobre diferentes temas que afectaran la convivencia y luego la manera en que esta podría afectar la posibilidad de estudio, comprensión y socialización. Recordamos que nuestra unidad de análisis fueron alumnos universitarios entre 17 y 30 años.

El tipo de preguntas que se utilizaron fueron cerradas. El primer grupo de preguntas estuvo orientado hacia el conocimiento morfológico del grupo participante (edad, sexo, conformación familiar) y luego tanto dicotómicas y politómicas en escala de intensidad para las diferentes temáticas (López Roldán, 2015; Rey Lennon, 2004).

La muestra no probabilística por decisión razonada se conformó a partir de 127 repuestas entre alumnos de universidades privadas y públicas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). En cuanto se trata de una muestra no probabilística (Hernández Sampieri y Baptista Lucio, 2014), los resultados obtenidos son significativos para ser estudiados, ya que se determinó una saturación teórica –sin modificación de los resultados a pesar de la incorporación de nuevas respuestas– (Glaser y Strauss, 1967).

 

Aspectos morfológicos del grupo participante (127 casos en total)

 

Género

 

Edad

 

Cantidad de personas que conviven en el hogar

Vínculos entre las personas que conviven en el hogar

Fuente: encuesta de elaboración propia (septiembre-octubre de 2020).

De acuerdo con lo que podemos observar, el grupo de participantes se compone en su mayoría por mujeres (80,3%) entre 17 y 20 años (75,6%). Este resultado es consecuencia de ser una encuesta no probabilística, donde la participación era libre y no obligatoria. Esto nos hace pensar que quizá no podemos generalizar las tendencias a todo el universo universitario, sino más bien a alumnos de los primeros años y de un grupo femenino en su mayoría. Los grupos familiares están conformados en su mayoría por tres o cuatro personas, padres, madre y hermanos. Aunque debemos destacar la conformación de grupos formados por madres e hijos y otros vínculos familiares, lo que nos demuestra la pluralidad de núcleos convivenciales. Esto demostraría que los jóvenes de entre 17 y 20 años aún permanecen en sus hogares de origen en convivencia con al menos uno de sus progenitores.

Una de las primeras afirmaciones a la que podemos arribar podría ser que la cuarentena obligatoria, de alguna manera, mantuvo a los jóvenes estudiantes en sus hogares familiares, reproduciendo el modo de convivencia que tenían previamente a la cuarentena.

Ahora bien, el aislamiento social, preventivo y obligatorio impuesto por las autoridades nacionales implicó la permanencia de todo el grupo familiar en el hogar (salvo algunas excepciones de actividades declaradas esenciales). Esta situación inédita llevó a nuevas situaciones convivenciales dentro del espacio llamado hogar.

Preguntas sobre la convivencia

La siguiente pregunta nos pone en la situación de ver si esta nueva realidad modificó la vida cotidiana de estas familias:

 

 

La cuarentena ¿modificó la convivencia?

Fuente: encuesta de elaboración propia (septiembre-octubre de 2020).

 

La muestra fue realizada sobre la base de 127 respuestas, pero esta pregunta no fue contestada por dos personas. Entonces, sobre 125 respuestas, el 84% dijo que sí. De esta manera queda confirmado que en menor o mayor grado la realidad hogareña se vio afectada por la permanencia y prolongación en el tiempo de todos los miembros del hogar.

A los que habían contestado que sí a la pregunta anterior se les propuso que continuaran con la siguiente, con múltiples opciones, con el objetivo de conocer qué aspectos fueron los que sintieron afectados por la permanencia obligada en el hogar. Debemos aclarar que para esta pregunta se tuvo en cuenta una situación problemática bajo las posibles tensiones entre el eje “relación de cooperación versus relaciones de conflicto”. Como cooperación se entendió: colaboración en el hogar, valoración de las tareas de los otros. Como conflicto: cambios de humor, estrés por convivencia, situaciones de enfrentamientos entre los miembros de la familia, invasión de privacidad.

 

 

Distribución de situaciones familiares y porcentaje de respuestas

Situaciones propuestas

Porcentajes

Cooperación en tareas domésticas

65,4%

Tiempo y lugar de estudio

63%

Cambios de humor

69,2%

Estrés por continuidad de cuarentena

66,49%

Revalorizar la tarea de los otros

30,8%

Privacidad

48,6%

Conflictos familiares

35,5%

Otros

6,5%

 

Situaciones convivenciales que son afectadas por la convivencia obligatoria

Fuente: encuesta de elaboración propia (septiembre-octubre de 2020).

 

Como se puede observar tanto en la tabla de distribución de situaciones como en el gráfico 5, las situaciones de cooperación en las tareas domésticas (65,4%) ocupan un porcentaje elevado tanto como las consideradas posibles situaciones de conflicto como los cambios de humor (69,2%), el estrés por cuarentena (66,5%), los tiempos y espacios para el estudio (63%).

Esto nos lleva a pensar que se ha producido en este tiempo de convivencia un proceso de redistribución de tareas que obligó a compartir espacios, a distribuir el tiempo entre estudio y el trabajo en el hogar, y significó pérdida de privacidad. Situaciones todas que, mantenidas en el tiempo, producen un cambio de humor y estrés. Ahora bien, lo que nos llama la atención es que la alternativa de conflicto familiar es menor (35,5%). Creemos que estos datos deben ser sometidos a reflexiones sociológicas que proponemos más adelante.

Preguntas relacionadas con la capacidad de estudiar en situaciones convivenciales familiares permanentes

El criterio que se tuvo en cuenta para este punto de interés fue adentrarnos en dos situaciones: 1) área de aprendizaje usando tecnología remota, y 2) la manera en que el aislamiento obligatorio afectaba la sociabilidad con compañeros, profesores y otros relacionados con el campo educativo.

A continuación se presentan los resultados obtenidos sobre las preguntas referentes específicamente a las posibilidades de estudiar, rendimiento académico, aprendizaje a partir del uso de las diversas tecnologías disponibles. Recordemos que la intención no es evaluar estas herramientas, sino cómo la convivencia obligatoria de todo el grupo familiar en el hogar pudo incidir en el rendimiento de aprendizaje en diferentes aspectos.

Para ello comenzamos con una pregunta simple para evaluar si los estudiantes sentían que esta situación afectaba o no su estudio.

Si observamos el gráfico, la respuesta afirmativa (casi 50%) señala que la convivencia obligatoria en familia afecta las posibilidades y rendimiento en el estudio. Ahora bien, lo que nos llamó la atención es el grupo “no sé”, con 21,5%, ya que se podría afirmar que casi un quinto (1 de cada 5) de la población que participó en la encuesta siente que el impacto es relativo. Por ende, deberíamos decir que no es contundente la afirmación de que la cuarentena afecta las posibilidades de continuar con el estudio.

Ahora bien, la encuesta prosigue con una pregunta de múltiples opciones, en la que se pide una comparación entre las clases presenciales y las remotas. Se les ofrece una escala sencilla (mejora, iguala, empeora) aplicable a las apreciaciones del (1) área capacidad de aprendizaje y del (2) área de sociabilidad educativa.

 

¿Sentís que estos aspectos de la convivencia afectan tu posibilidad de estudio y tu rendimiento?

Fuente: encuesta de elaboración propia (septiembre-octubre de 2020).

Comparación entre experiencias con clases presenciales versus clases virtuales

Fuente: encuesta de elaboración propia (septiembre-octubre de 2020).

Ítems que fueron medidos en relación con el campo de estudio:

 

a) Tiempo de estudio (medido en horas)

b) Capacidad de entender la clase (seguir las explicaciones del profesor)

c) Capacidad de estudio (lecturas y/o trabajos prácticos)

 

Ítems que fueron medidos en relación con el área de sociabilidad educativa:

 

d) Relaciones con pares (mantener contacto con compañeros)

e) Relaciones con profesores (contacto con los profesores fuera del tiempo de clase)

f) Vida social universitaria (sociabilidad con otros aspectos universitarios, por ejemplo, cursos, extensión universitaria, etc.)

 

Con respecto a los tres primeros ítems (área de aprendizaje), podemos observar en el gráfico 7, en consonancia con lo que se afirmó anteriormente (gráfico 6), que hay aspectos en que la cuarentena obligatoria no afectó de manera negativa. Así lo demuestra el primer punto referente al tiempo dedicado al estudio (medido en horas), que claramente mejoró con respecto a las clases presenciales. Asimismo, resaltamos que la capacidad de estudio (medida en lecturas en casa y trabajos prácticos) fue evaluada, en su mayoría, como igual que en la instancia presencial. En este último caso, la barra que mide la opción empeora, no supera a mejora, con lo que podríamos afirmar que en líneas generales los alumnos no se vieron en su mayoría afectados para leer y hacer trabajos en casa.

Pero nos llama la atención que la capacidad de entender las clases (con profesor presente online) sí empeoró con respecto a las clases presenciales. Aquí puede haber diferentes factores que estén interviniendo y que no fueron medidos. En primer lugar, se debe tener en cuenta que hay factores tanto psicológicos como psicopedagógicos en algunos estudiantes, como dislexia o síndromes atencionales. Estas causas se ven fuertemente afectadas por la virtualidad.

En segundo lugar, otras de las dificultades no evaluadas son las tecnológicas, como conexión a internet y/o audio, que sabemos son muy variables e inestables en nuestro país. También se debería tener en cuenta el tiempo de duración de la clase, que pueda afectar los tiempos atencionales. Otro elemento a considerar es la capacidad del profesor de adaptarse a las nuevas exigencias de las clases remotas. Es de conocimiento general que esta experiencia es un desafío complejo para todos, especialmente para los docentes que deben cambiar todas sus técnicas didácticas y preparar las clases con nuevos formatos.

Todas estas posibilidades y quizá otras no tenidas en cuenta pueden afectar la calidad del aprendizaje y la comprensión de las clases virtuales. Ahora bien, veamos qué se observó en los ítems medidos referentes a la sociabilidad.

Por lo que podemos observar, la imposibilidad de tener clases presenciales afectó claramente la sociabilidad de los alumnos. Son muy notorias las diferencias con las medidas de mejoró o igualó las relaciones interpersonales entre compañeros y profesores. También es notorio el resultado obtenido referente a vida universitaria