Experimento B-75 - Julieta Barreiros - E-Book

Experimento B-75 E-Book

Julieta Barreiros

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Beschreibung

>> Esto no es un simple experimento escolar, esto es algo grande. Y nosotros somos la llave maestra << Cinco adolescentes. Cinco habilidades diferentes. Con la idea de cambiar el mundo, Laboratorios Portani decidió hacer pruebas en jóvenes desconocidos, que no tardarían en renovar el futuro del mundo como lo conocen. Pero la ausencia de sus memorias solo plantó confusión entre los sujetos. Los días corrían y junto con ellos aparecían preguntas. ¿Por qué ellos? ¿Por qué así? ¿Cuál sería el siguiente paso? Y la pregunta más importante: ¿En quién podrían confiar?

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Seitenzahl: 418

Veröffentlichungsjahr: 2024

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JULIETA BARREIROS

Experimento B-75

Barreiros, Julieta Experimento B-75 / Julieta Barreiros. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5025-5

1. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice de contenido

Parte I“El Proyecto”

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Parte II “La Vida Nueva”

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Parte III “De vuelta al infierno”

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Parte IV “Hogar”

Capítulo 44

Capítulo 45

Agradecimientos

Para papá,

Gracias por abrir esa puerta que creí que estaría para siempre cerrada.

Parte I“El Proyecto”

Capítulo 1

Los científicos estaban fascinados. Algo que nunca habían creído posible era real y estaba detrás de esa puerta. Todos estaban perdidos en sus pensamientos sobre cómo iba a resultar el experimento tan esperado, pero nadie hacía nada al respecto. O más bien, nadie podía hacerlo. Aunque la intriga abundaba en ese pasillo, tenían que esperar a la llegada de su jefe, quien parecía estar llegando tarde.

Adentro de la habitación, la historia era otra. Una pelinegra se despertaba de algo que definitivamente no fue una simple siesta. No solo estaba desconcertada, sino también desesperada por la falta de salidas que tenía la habitación. No había ventanas, ni rejillas de ventilación, y pudo imaginar que la puerta frente a ella no estaba abierta. Para ayudar a la desesperación, no podía recordar su nombre. O mejor dicho, no podía recordar nada de lo que alguna vez había vivido.

Giró su cabeza bruscamente al escuchar murmullos, y la desconcertó todavía más el hecho de que nadie estaba hablando. Ninguno de las cuatro personas junto a ella estaba emitiendo un sonido ni parecía estar escuchando nada. Inevitablemente, fijó su vista en la puerta.

—Buenas tardes, ¿Dónde están los sujetos? – escuchó, sin saber el autor de la voz. Se oía grave y demandante, con cierto grado de poder en ella. No sabía de qué hablaba, pero una parte de su cerebro le indicó que ella era uno de los sujetos

—En esta habitación, señor – respondió otra persona –. Todavía nadie ha entrado.

—Perfecto, ahora pueden retirarse a sus labores. Más tarde les daré nuevas indicaciones relacionadas con el proyecto.

Las voces callaron y los demás levantaron la cabeza al escuchar la puerta abrirse, dejando paso a un hombre alto con bata blanca. Los miró fijamente por un momento, sin decir una sola palabra. La tensión del ambiente se sentía hasta en los huesos, más era difícil explicar el por qué. Cerró la puerta y se sentó frente a ellos, sin romper el silencio o el contacto visual.

Todos lo miraban atentamente, aunque en verdad ninguno de ellos comprendía qué estaba pasando.

—Hola – dijo el hombre por fin – seguro ya han escuchado de mí, pero me presento, soy Greyson Montani. Intenten recordar ese nombre porque lo escucharan seguido por los próximos meses.

Esperó algún tipo de respuesta por parte de los adolescentes, la cual nunca llegó. A juzgar por sus caras, la pelinegra creyó que no era la única que ignoraba cómo habían llegado ahí o quién era ese hombre, a pesar de que él mismo había supuesto que lo sabían. ¿Por qué no lo sabían? ¿Por qué no recordaban nada? No notó cuando el científico decidió seguir hablando.

—…pero cuanto menos sepan, mejor. No hagan preguntas si no desean saber la respuesta. Ahora, haremos un par de pruebas de aptitud, veremos si esto en verdad funciona.

¿Qué es exactamente lo que debería funcionar? La misma pregunta resonó en la cabeza de las cinco personas frente a él, pero nadie habló. No hubo tiempo de hacer preguntas, ya que parecía que el tal Greyson estaba apurado en hacer estas supuestas pruebas de aptitud.

¿Qué eran siquiera estas pruebas?

—Maia, aquí dice que eres una chica muy inteligente, ¿Estoy en lo cierto? – preguntó, leyendo unos papeles.

Por un momento, los cinco se miraron, intentando deducir de quién estaba hablando el hombre frente a ellos. Fue una punzada en la mente de la pelinegra lo que la hizo comprender.

—Pues... – respondió, desconcertada.

—Entonces podrás resolver esto – la interrumpió, volviendo a clavar su mirada en ella.

Le entregó uno de los papeles, en el que había una larga cuenta. Miles de números, signos y letras combinados uno al otro. Maia observó bastante confundida el papel, preguntándose si él en verdad creía que ella sabía cómo hacer eso. Ya tenía demasiado con sus propios problemas como para que le pidan algo tan inútil como esto. O así lo veía ella.

Hasta que su cerebro hizo un clic.

Sus ojos comenzaron a destellar una luz tenue verde a medida que escribía el proceso en otro papel. No entendía cómo lo estaba haciendo, era como si su mano fuera independiente del resto de su cuerpo. Después de un par de segundos, un número golpeó su mente, y sin duda no era su edad.

—17,5282 por diez elevado a la menos catorce – dijo levantando la cabeza hacia el hombre. Ni ella podía creer cómo había llegado a ese resultado. Se sentía mareada y su vista estaba ligeramente nublada, detalles que el científico no pareció notar, ya que siguió con lo suyo.

—Eso es correcto – exclamó, impresionado, y escribió algo en sus propios papeles. Ignorando el estado de Maia, continuó – ¿Podrías decirme cuánto tiempo pasaría antes de que se acabe el oxígeno de esta habitación?

Había que ser honestos, estar en lo correcto traía una satisfacción que todos amaban, y ella no era la excepción. No perdía nada en volver a intentarlo. Su cabeza volvió a ponerse en marcha, esta vez con un poco más de confianza, y la luz verde volvió a hacer presencia. Giraba su cuello para todas partes, para calcular todo tipo de variables: largo de las paredes, la inexistencia de ventanas, la cantidad de personas.

—Nos quedarían cerca de veintidós horas de oxígeno, si contamos con el hecho de que todos sigamos respirando y la puerta no se abra.

Más de uno en esa habitación se sorprendió por la respuesta, incluyéndola a ella, y algo le decía que esa no sería la última vez que pase.

—Impresionante – Greyson miró expectante a la pelinegra y giró su cabeza hacia la derecha –. Bien, Scarlett…

—Esa creo que soy yo – respondió la pelirroja junto a ella. Su imagen era relajada, pero Maia dudaba que su situación sea muy diferente a la de ella.

—En efecto. Bien, escuché que eres rápida. ¿Quieres probar eso?

—No entiendo por qué la pregunta si de todas maneras lo tendré que hacer.

No estaba equivocada, pero el tal Greyson decidió ignorarla, junto con la expresión de confusión que dejó ver tras su cara de póker cuando él insinuó que era rápida. El hombre sacó unas pequeñas piedras y las tiró al aire. Supuso que ella había entendido ya que al instante estaba corriendo por la habitación en su búsqueda, evitando que toquen el piso. Se la veía concentrada mientras los demás veían como cada piedra desaparecía a su paso. Al terminar volvió a sentarse en la silla con una sonrisa orgullosa, mientras el brillo de sus ojos, igual de rojos que su cabello, se apagaba lentamente.

—Fascinante… – murmuró el hombre, anotando algo en un cuaderno. Se lo veía satisfecho con lo que veía, pero podía notarse que había algo más que ellos no sabían –. También sé que eres fuerte, pero eso lo veremos en otro momento – volteó su cabeza hacia el castaño junto a Scarlett, quién le sonreía inocente –. Ahora tú…

—¿Qué puedo hacer por usted?

—Aquí dice que manejas la telequinesis, veamos qué tan poderosa es. Levanta esto – le pasó una lata y la apoya en la mesa frente a ambos.

—Ignoraré el hecho de que no dijiste mi nombre y complaceré tus deseos – miró con incredulidad a la lata antes de volver a mirarlo a él –. Un reto no me vendría mal, ¿sabe?

Sin despegar la mirada, la lata voló por los aires y le cayó en la cabeza al científico. Su sonrisa se ensanchó y sus ojos azules se apagaron.

—Si quiere también lo puedo levantar a usted.

La confianza del chico impresionó a Maia, aunque también le asustaron las consecuencias que esta podía traer. No tenían idea de dónde estaban o con quiénes estaban tratando, pero algo le decía que debían tener cuidado.

—Está bien, gracias, Oliver – respondió claramente molesto, lo cual hizo reír a Scarlett y al castaño, que al fin sabía su propio nombre – Katherine, dime qué están pensando estos tres.

La última chica fijó sus ojos naranjas en ellos. Su cara era totalmente ilegible, y eso que Maia era buena leyendo a las personas. No recordaba haberlo hecho alguna vez, pero simplemente lo sabía. Sin más, la supuesta Katherine comenzó a hablar.

—Maia está intentando recordar cosas de su pasado, Scarlett en que necesita comer algo y Oliver… – frunció el ceño por un segundo –. Digamos que quiere molestarlo.

—¿Con todo lo que estamos viendo solo estás pensando en comida? – preguntó Maia, confundida, ignorando la carcajada silenciosa del castaño junto a la pelirroja.

—No me mires así, tengo hambre.

—Suficiente, terminemos con esto – los interrumpió, rodando los ojos mientras continuaba anotando algo en los papeles – Charles, enciende esto – le pasó una lámpara despreocupadamente. Sin embargo, el rubio solo lo miró confundido, hasta parecía asustado.

—¿Que haga qué?

—Dios mío. Tú solo intenta pasar energía a la lámpara – explicó, enojado por algo que ellos no entendían.

Por un momento, el rubio se quedó inmóvil, intentando procesar lo que le estaban pidiendo. Más confundido que antes, tomó entre sus dedos la entrada del cable y la bombilla se prendió en un instante. Asombrado, y asustado, soltó el cable de golpe, por poco tirando la lámpara de la mesa.

—Wow – dijo Oliver sin contener su sorpresa.

—Bueno, es todo por hoy, mañana comenzarán su entrenamiento grupal. Ahora vendrá alguien a llevarlos a su habitación – se levantó con sus papeles en la mano con un gesto despreocupado. Antes de que pudiera perderlos de vista, Charles intervino, todavía sorprendido por lo que había hecho.

—¿Qué? ¿Así sin más? ¿Nadie va a explicarnos qué está pasando?

—Como dije, Charles, no estoy para eso y no pregunten cosas que no desean saber la respuesta.

El hombre tomó sus cosas y se fue. Ahora Maia podía confirmar que no era la única que ignoraba todo lo que había pasado antes de que despierten en esa habitación.

Aprovechando el pleno silencio que había, todos estaban pensando lo mismo. Pérdida de memoria, poderes, un raro científico malhumorado. ¿Qué mierda estaba sucediendo?

El primero en expresarlo fue Oliver.

—Bien, ¿Alguien sabe qué mierda acaba de pasar?

—No y, sinceramente, no me importa. Yo solo necesito algo para comer ahora mismo.

—Es verdad, sigue pensando en pizza –aclaró Katherine mientras sus ojos se apagaban con una mirada juzgadora.

—¿Podrías no leer mi mente? – respondió, irritada –. Me gustaría que mi privacidad se quede así, privada.

—No hace falta que le hables así – reclamó Charles en un murmullo. Por alguna razón, había algo extraño con ella que no sentía con ninguno de los otros sujetos.

—Relájate, Chars, solo están jugando – dijo Oliver mientras palmeaba la espalda del rubio.

—¿Chars?

—¿Qué? Es un apodo. Ya le puse uno a cada uno de ustedes. Scarlett es Scar, Katherine es Kath y Maia es cerebrito.

—Que original eres – murmuró Katherine sarcásticamente –. Nadie podría haber pensado en nombres así.

—No me llames así – ordenó Maia con el ceño fruncido al escuchar su apodo.

—Está bien, está bien, pensaré uno mejor, cerebrito – respondió el castaño entre risas, lo que hizo que los demás se rieran con él. Hasta Maia soltó una risa, aunque no pudo evitar rodar los ojos para luego mirarlo con las cejas alzadas.

—¿Qué dirías si te dijera que no hay gente inteligente, solo gente idiota?

—Que agradable eres.

Por fin se estaban riendo de verdad, y claro que Maia tenía dibujada una sonrisa triunfadora en el rostro.

—Tú no te libras de esta, Ollie – rio Katherine.

—Ollie – repitió –. Me gusta como suena. Apuesto que es más original que los míos, ¿verdad?

A los pocos minutos, otro científico entró al cuarto y los guió por los pasillos de lo que parecía ser un laboratorio. Se lo veía raro. Bueno, no es como que recuerden como se veía un laboratorio, pero dudaban que sea con tan poca gente, las paredes despintadas y algunas luces intermitentes.

Por fin llegaron a una habitación compartida, que, según entendieron, sería donde dormirían por quien sabe cuánto tiempo. En ella había tres camas marineras, una al lado de la otra, y unas pequeñas mesas de luz.

Encima de una de las camas, había cinco mudas de ropa cómoda que, según el muy amable guía, sería la ropa que usarían mañana para la Primera Prueba. Como siempre, nadie entendió de qué hablaba, pero asintieron de todos modos. Luego salió, cerrando la puerta con llave tras él.

Los cinco chicos, que tenían planeado buscar la manera de averiguar qué estaba pasando, abandonaron el plan al encontrar unas deliciosas pizzas sobre una de las mesas. Aunque claro, Scarlett fue la primera en arrasar con una de las cajas.

Capítulo 2

Todos comían en un silencio incómodo, ya que ninguno sabía cómo empezar una conversación después de haber visto lo que vieron. No es como que haya sido algo malo, pero de seguro se podía definir como extraño. Por ahora, la excusa de tener la boca llena servía bien para no hablar, pero pronto se volvería un poco inútil.

—¿No se sienten raros? – dijo Chars, acabando con el silencio, mientras miraba sus manos –. Es algo completamente nuevo esto de tener poderes.

—No los llamaría poderes, más bien… – Oliver se quedó unos segundos mirando el techo pensando un nombre, con una porción de pizza en la mano – habilidades – soltó, antes de darle un bocado a su comida.

—Como digas, no sé ustedes, pero yo me siento así al controlar la electricidad de cualquier cosa. Es como si la sintiera en todo momento.

—Primero, define raro. Segundo, yo me siento genial, hasta diría que es divertido – respondió, mientras hacía levitar la caja de pizza.

—¡Deja eso, quiero comer! – exclamó Scarlett al ver que no podía alcanzar la caja en el aire.

—Está bien, está bien – rio mientras la dejaba caer.

—Yo estoy con Chars, no se siente normal leer la mente de las personas.

—Pero sigue siendo genial, rubia, tanto como mi poder – Scar miró a Katherine con una sonrisa burlona y ella respondió rodando los ojos divertida.

—Reina de la humildad.

—La humildad no sirve para nada.

—¿No creen que todo esto es un poco raro? – dijo Maia sin despegar sus ojos del piso, interrumpiendo la conversación. Todos la miraron ya que no había hablado mucho desde su llegada –. Digo, probablemente nosotros estábamos tranquilos viviendo nuestras vidas hasta que simplemente nos tomaron y nos quitaron los recuerdos. ¿Por qué nosotros? ¿Por qué ahora? ¿Para qué? No puedo ser la única que se pregunta todo esto.

—Tengo el presentimiento de que mi vida nunca fue tranquila. Y no me importa la razón, mientras me pueda quedar con estos lindos poderes – respondió Scar, pero antes de que Oliver la interrumpa, se corrigió –, perdón, habilidades. Tampoco debería importarles. Mírennos, aquí, con estas geniales habilidades, comiendo pizza gratis. Si esto no es el Paraíso, no sé qué es.

—¿Por qué siento que a la zanahoria nunca le importó nada?

—Cuando vives al límite, ya no te importa lo que venga, rubia – soltó con un aire filosófico –. Simplemente haces lo que quieres.

—¿Cómo sabes que vivías al límite si con suerte te acuerdas tu nombre? – Oliver la miraba con una sonrisa divertida.

—No lo arruines – su sonrisa se ensanchó –. Además, te sorprendería lo mucho que confío en mi instinto. Pero, en serio, si algo tiene que pasar, pasará.

—Esa ciencia aplica hasta que pasa algo que no te gusta y se arruina todo – comentó, levantando las cejas por un segundo.

—No, Maia, esa ciencia aplica para lo malo y para lo bueno. Todo pasa por algo. Al menos así lo pienso yo – explicó, con algo de molestia por su actitud –. Es una gran excusa en algunos casos.

Oliver abrió la boca un par de veces antes de por fin decir lo que estaba pensando.

—Entonces crees que estábamos destinados a conocernos, de esta manera, en este momento, ¿no?

—Exacto. Tal vez nos necesitaremos los unos a los otros en un futuro, solo que todavía no lo sabemos.

—Puede ser… – aunque era la única que concordaba en voz alta con la pelirroja, Katherine presentía que todos estaban de acuerdo, pero no se molestó en leer sus mentes para comprobarlo.

Volvieron a permanecer en silencio, aunque la tensión no lo acompañaba esta vez. Efectivamente creían que Scarlett tenía razón. Se necesitarían el uno al otro, tarde o temprano. Tal vez por algo bueno, tal vez por algo malo. Pero, por ahora, su única preocupación era saciar su hambre. Sus personas del futuro se ocuparían de lo demás.

La persona del presente de Scar estaba demasiado ocupada disfrutando la comida en su mano.

—Por dios, esta pizza es deliciosa, ¿de dónde es?

—¿Pizzería Foco? – dijo Chars entrecerrando los ojos para leer lo que estaba escrito en la caja.

—Dice Zoko. Amigo, en serio necesitas lentes – exclamó Oliver, palmeándole el hombro.

—Lo sé, probablemente antes usaba.

—Se siente raro, decir antes como si fuera una vida pasada – pensó Kath en voz alta. Habían repetido demasiadas veces la palabra raro, pero parecía ser el término preciso para definir su situación.

—¿Cómo creen que era su vida antes de…? Bueno, todo esto – preguntó Ollie

—No lo sé, ni me interesa.

Scarlett parecía ser ese tipo de persona. No le importaba el antes o el después, a veces hasta no le importaba el ahora. Pero así vivía feliz en una ilusión, sin preocupaciones más que ella misma.

—Yo tengo el presentimiento de que me encantaba leer, todo el día – respondió Kath, levantando los hombros, imaginando con melancolía cuantas historias se habían borrado de su mente. Aunque no lo hizo notar.

Por más que los demás intentaban, ella era una piedra y sabían que tardarían en descifrar que había tras todos esos muros que había instalado. Hasta que eso pase, se la veía como una chica feliz, y con eso bastaba.

—Yo debía de tener muchos amigos, digo con mi belleza y carisma quien no querría ser mi amigo.

—Oh claro, Ollie, nosotros nos sentimos honrados de poder conocerte – Maia se levantó para hacer una reverencia, a lo que todos rieron con ella. La confianza y buen humor de Oliver era contagiosa, lo cual les agradaba a todos. A veces era necesario alguien así en sus vidas.

—¿Cómo crees que era tu vida, Chars? – preguntó Kath.

—No lo sé, no creo haber tenido muchos amigos – dijo Charles, clavando su mirada en la nada –. Parece que me es muy difícil hablar con la gente. Casi me da algo cuando Greyson llamó mi nombre.

—Bueno, mi querido Chars, ya no necesitas amigos porque nos tienes a nosotros – comentó el castaño, luego de notar la incomodidad del rubio. En respuesta, solo sonrió.

—Yo no sé cómo era mi vida, pero supongo que ya quedó en el pasado. Y el pasado ya no es importante, ¿verdad, Scar? – dijo Maia dudosa. En verdad, ella concordaba con Charles en la parte de pocos amigos, pero creyó que era mejor no decirlo.

—Así es, mi amiga, ya no hay que preocuparnos por el pasado – confirmó, señalando con un dedo hacia ella –. Ahora nos tenemos los unos a los otros y es todo lo que necesitamos.

El ambiente se había vuelto agradable en cuestión de minutos. No sabían si podían acercarse mucho en verdad, pero ya era muy tarde para pensar en eso. Era lo único que tenían en ese momento y sin duda lo cuidarían.

—Bueno, ya es tarde y creo que nos haría bien descansar. Si es cierto lo que dijeron y mañana hay más pruebas, necesitamos estar bien despiertos.

—Maia tiene razón – dijo Chars entre bostezos –, tenemos que dormir.

—¡Elijo la cama de arriba! – se apresuró a decir Oliver antes de salir corriendo hacia ella.

No fue una buena noche, al menos no para Charles.

El dolor se esparcía por toda su columna y apenas podía moverse. Cuando abrió los ojos entendió el porqué. La habitación no era la misma, empezando por el hecho de que esta no tenía camas, eso explicaba el dolor de espalda.

El piso frío de cemento sin duda no era tan cómodo como el colchón donde durmió la noche anterior. Al levantar la vista, notó que, otra vez, estaban en una habitación sin puertas o ventanas. Pero eso no era lo más preocupante.

Un escalofrío le recorrió la nuca, el mismo que sintió cuando prendió la lámpara el día anterior. Fue ahí cuando lo notó. El agudo y corto sonido que se repetía una y otra vez. Antes de que el pánico le gane, se levantó y advirtió a los demás.

—Vamos, chicos, ¡despiértense!

—¿Y ahora qué pasa? Quiero dormir... – murmuró Oliver para darse vuelta y seguir durmiendo.

—Hablo en serio. Necesitamos salir de aquí ahora.

—¿De dónde viene ese sonido? – preguntó Maia en un bostezo. Ya se había levantado del piso y miraba a su alrededor confundida, al igual que Kath.

—No lo sé, pero si no salimos rápido de aquí, pronto lo descu-briremos.

Capítulo 3

El terror no tardó en llegar a los demás. Ese molesto sonido seguía en la habitación y solo desesperaba cada vez más a los chicos.

—Hay que mantener la calma y– comenzó Charles, pero fue interrumpida por Scar.

—¡¿Mantener la calma?! ¡¿Estamos a punto de explotar vivos y tú quieres mantener la calma?!

—¡Scar deja de gritar! – dijo Kath, tomándola por los hombros y clavando su mirada en la suya –. Charles tiene razón. Si nos desesperamos todo saldrá peor.

La pelirroja suspiró, sin decir una palabra más.

Oliver comenzó a recorrer la habitación, nervioso, hasta que por fin decidió hablar

—Tenemos dos opciones, o buscamos como escapar de aquí o desactivamos esa maldita cosa. Y como no veo que haya una salida…

—Bien, esto es lo que haremos, todos busquen dónde está la bomba. Guíense por el sonido en las paredes – ordenó Maia, con la voz temblorosa.

Tic, tic, tic…

Todos se acercaron con una oreja a la pared, esperando escuchar el misterioso sonido con mayor intensidad. Parecían locos, pero ni siquiera Oliver se atrevió a hacer una broma al respecto.

Maia se acercó ligeramente a la pared, y casi se aturde al arrimar su oreja. El sonido sonaba tan alto, que estaba sorprendida que nadie haya descifrado dónde estaba.

—¡Está aquí! – gritó, señalando a un punto fijo en la pared.

—Scar, ¿harías los honores? – Charles preguntó, intentando sonar confiado.

—Con gusto – dijo con una sonrisa arrogante.

No esperó ni un minuto más para golpear la pared con fuerza, rompiéndola y dejando a la vista una gran caja de metal con un cronómetro en el medio. No pensaba aceptar que eso le había dolido como nunca, solo se limitó a sacudir su mano y seguir con el inexistente plan.

—Según esta cosa, nos quedan dos minutos, ¿ahora qué hacemos? – preguntó Katherine, mirando a Maia. Por alguna razón, ella era la más propensa a tener una idea.

Sin embargo, cuándo todos se giraron hacia ella, un sentimiento desconocido inundó su pecho, generando un zumbido agudo en sus oídos. Con rapidez, intentó disiparlo, y dijo la primera idea que pasó por su mente.

—Oliver vas a sacar la bomba de la pared, y Charles tu harás que siga teniendo corriente. No dejes que se apague.

—¿No sería mejor que la apague? – preguntó Scar, desde sus espaldas.

—No, porque parece que está diseñada para estar encendida en todo momento. Si la apagamos, explota – soltó Maia, sin cruzar miradas con ella –. ¿Entendieron? – preguntó, a lo que ambos asintieron nerviosos.

Oliver intentó ser lo más cuidadoso al sacar lo que podría costarles la vida. Sus manos temblorosas la apoyaron en el piso suavemente y vio como Charles también estaba haciendo lo que habían acordado. Maia se apresuró a ir a la parte interna y buscar el cable que desactivaría la bomba. El cronómetro marcó un minuto y, mientras sus ojos verdes se iluminaban como linternas, localizó lo que estaba buscando.

—Mierda.

—¿Qué pasa? ¿Se va a desactivar? – preguntó Charles mientras sus ojos naranjas se intensificaban cada vez más. La presión y el pánico que sentía eran inexplicables, pero por nada del mundo iba a abandonar su posición.

—Necesitamos algo para cortar el cable.

—¿Esto sirve? – dijo Scarlett cuando sacó un pequeño pedazo de vidrio roto de su bolsillo.

—¿De dónde lo sacaste? – exclamó Kath, intrigada y a la vez sorprendida. La pelirroja levantó los hombros con indiferencia totalmente falsa.

—Tengo mis trucos.

—Lo acabas de encontrar en el piso, ¿verdad?

—¡Deja de leer mi mente!

—¡Es inevitable!

—Si, como no.

—Chicas, ¿les importa? – dijo Maia algo irritada, ya que intentaba concentrarse y las voces de las dos chicas no ayudaban. Menos aún el ruidoso latido de su corazón, pero a ese no podía simplemente gritarle que se callara.

Volvió a buscar el cable azul hasta que lo encontró. Dudó unos segundos, su instinto era lo único que le decía que eso los salvaría. De cualquier manera, no importaba, ya no había tiempo. Al cortarlo, el sonido se apagó y los cinco chicos pudieron respirar tranquilos.

—¡Lo hicimos! No puedo creer que lo hicimos, creí que íbamos a morir – estalló en carcajadas el rubio, pasándose ambas manos por el pelo mientras caminaba sin dirección.

—Que optimista, Chars – río Scar por lo bajo.

—Sí que eres una cerebrito – exclamó Oliver, mirando a Maia. Ella lo miró cansada y suspiró con un intento de sonrisa.

Sólo se podía escuchar las inhalaciones y exhalaciones pesadas de los sujetos hasta que un fuerte golpe los puso alerta nuevamente. De la mismísima nada, una de las paredes se abrió, dejando ver a dos científicos del otro lado.

—Al parecer si había una salida...

—Así es, Katherine, la había. Pero, ¿qué sentido tendría la prueba si la hubieran encontrado? – explicó Montani.

—Eres un maldito… – gritó Scarlett, yendo hacia los dos hombres violentamente, pero Oliver la tomó de la cintura antes de que eso pase.

—Scar, cálmate. Ya estamos bien. No vale la pena.

—¡Suéltame!

—Ya sé que deben estar enojados por lo repentino que fue esto – dijo el otro científico, más calmado que su compañero. A diferencia de él, tampoco hacía contacto visual con ninguno de los sujetos.

—No, ¿le parece que nos enojaríamos por casi matarnos? – respondió, aún más enojada, intentando zafarse de los brazos de Oliver.

—Scarlett, si te sigues comportando así no tendremos problema en hacer algunos cambios en las pruebas, y créeme que no te gustarán – volvió a hablar Montani con tono severo, a pesar de la mirada de desaprobación de su compañero. Al no recibir respuesta, continuó –. Como decía el Doctor Porton, esta no era más que otra prueba para desarrollar sus habilidades, solo que esta vez en equipo.

Greyson se ganó cinco miradas de disgusto. Lo último que se les habría ocurrido era que había dos personas examinando todos sus movimientos. Estaban demasiado ocupados intentando no morir como para pensar en ello.

—¿Qué hubiese pasado? – habló Maia, sentada en el piso con la espalda en una de las paredes. Su pecho subía y bajaba lentamente ahora, pero su voz sonaba más cansada que la de los demás –. ¿Qué hubiese pasado si ninguno de nosotros se despertaba antes de que el cronómetro llegara a cero?

—Eso no iba a pasar – declaró Montani.

—Pero podría haber pasado, y hubiésemos muerto.

—Creo que sería mejor si llevamos a los chicos a su habitación así reponen fuerzas – intervino el segundo científico, antes de que la discusión pase a mayores. Ya tenía un mal sabor en la boca como para que siga empeorando.

—Me parece bien, Doctor – confirmó, antes de girarse hacia ellos –. En unos minutos vendrán por ustedes, quédense aquí.

Con mala gana, se vieron obligados a obedecer, para luego volver a su verdadera habitación.

Como si nada hubiera pasado, las pruebas programadas para los próximos días siguieron con normalidad, aunque las expresiones de los sujetos demostraban su desagrado constante. Al pasar el tiempo y las distintas pruebas, se volvió cada vez más notorio la particularidad de ellas.

¿Por qué querrían enseñarles a utilizar un arma?

Capítulo 4

—Fascinante, es completamente increíble lo que estos chicos son capaces de hacer – exclamó Greyson al ver las anotaciones de las pruebas de ese día. Sonreía mientras negaba con la cabeza, sin poder creer lo que habían conseguido después de todo –. Por fin. Al fin logramos lo que queríamos.

Ambos científicos estaban en la oficina comparando anotaciones. O por lo menos en lo que ellos consideraban su oficina. Constaba de una habitación con un escritorio y dos sillas. De todas formas, no es como que pudieran pedir mucho más.

El rendimiento de los cinco adolescentes era más alto de lo que esperaban y su trabajo en equipo era notablemente bueno. Nadie estaba más feliz que el mismo Greyson.

—La verdad es que tienes razón, lo hicieron estupendo hoy – respondió su acompañante, asintiendo, aunque no con la misma emoción que Greyson.

—Sí, aunque su actitud no es muy agradable. Esa chica con velocidad y fuerza es muy irrespetuosa.

—En realidad, yo creo que tienen razones para enojarse – respondió Tom, con el ceño fruncido, intentando más explicárselo que convencerlo de ello. Sabía que tenía que ir con cautela

—Oh, vamos Tom, la desesperación hizo que puedan pensar rápido, y vaya que sirvió. Pueden superarlo.

—Lo sé, pero Maia tenía razón–

—¿Maia? ¿Qué Maia? – lo interrumpió Greyson. Era notable su confusión, incluso tras su oscura barba.

—Pelinegra, ojos verdes, inteligencia sobrenatural – la describió Tom, mirándolo con obviedad.

—Ah sí, ella.

Tom se limitó a mirarlo por unos segundos. No podía evitar molestarse al notar que se refería a aquellos chicos por sus habilidades. Inhaló para mantener la calma y continuó.

—Como decía, ¿Qué hubiera pasado si no despertaban a tiempo? – se acercó a él lentamente –. Nosotros no podíamos desactivarla desde afuera. Están en su derecho de estar molestos. Además, recuerda que no tienen memoria de nada, debe ser muy desesperante para ellos.

Era claro que Greyson no compartía su preocupación porque asintió con indiferencia e hizo un gesto con la mano para sacarle importancia.

—Si sí, como sea, concentrémonos más en los resultados y menos en el proceso.

Aunque no estaba muy de acuerdo con su compañero, prefería no discutir. Casi siempre era así entre ellos. Tom decía algo, Greyson imponía lo que sea que él pensaba y Tom evitaba conflictos aceptando o simplemente dejando de hablar. Había sido un día largo, por lo que comenzó a leer otras anotaciones.

Greyson tenía parte de razón. Hace poco tiempo, estos resultados se consideraban imposibles de alcanzar. Y ellos habían conseguido cambiar eso. No pudo evitar sonreír.

– Dentro de unos años, podrán hacer cosas grandes… – murmuró, casi imaginándose el futuro. Estaba tan sumergido en esa imagen que no entendía porque su compañero lo miraba confundido.

—¿Dentro de unos años? ¿Hablas en serio? – preguntó, soltando una carcajada –. Tom, a este paso podríamos pasar a la siguiente fase en cuestión de meses, si es que no son semanas.

Tom frenó un segundo antes de responder.

—Son solo jóvenes – aclaró, incrédulo de sus palabras –. Tienen tan solo diecisiete años, Greyson, no están listos.

—No son solo jóvenes de diecisiete años, Tom – respondió entre carcajadas –. Te recuerdo que tienen habilidades que los jóvenes normales no tienen. Son sujetos de un proyecto completamente exitoso y no lo echaremos a perder.

—¿Sujetos? Son adolescentes, Greyson. Adolescentes que prometimos proteger – su tono había comenzado a elevarse y la ira comenzaba a quemar su pecho –. Había una parte del plan que especificaba lo que haríamos en este momento. ¿O acaso ya lo olvidaste?

—Claro que no lo olvide, y los estoy protegiendo – respondió sin más mientras escribía algo en la computadora, lo que enojó más al Doctor Porton.

—¿A eso le llamas proteger? – preguntó, ya sin poder contenerse mucho más. Apoyó ambas manos en la mesa, haciendo más ruido del que esperaba hacer, pero cumpliendo con su objetivo. Los ojos de Greyson saltaron desde la computadora hacia él –. Literalmente los encerraste en una habitación con una bomba que podría haber explotado mientras ellos dormían, y hace dos minutos me dijiste con total normalidad que podríamos seguir con una fase que implica un gran riesgo para ellos. ¡Y todavía tienes el descaro de decir que los proteges!

El Doctor Porton siempre intentaba mantener la calma en momentos como este. Solía ser él quien calmaba a su amigo cuando se sacaba de quicio. Pero toda la situación de la bomba y lo de hace unos meses… era demasiado.

La mirada oscura de Greyson se mantuvo en él, incluso cuando ya había dejado de hablar.

—Lo dices como si tú no hubieras estado de acuerdo cuando firmaste el contrato para comenzar esto – le recriminó con un tono desesperadamente tranquilo –. Además, lo de la bomba no me incluye solo a mí.

—Sabes que no es así, ni siquiera me lo consultaste. Yo firmé para cambiar el mundo, no para esto. Esto no es lo que acordamos – le recordó, haciéndole frente. Su pecho subía y bajaba con violencia.

—Qué pena que no lo hayas pensado dos veces. Si no tienes las agallas, entonces no deberías formar parte de esto – dijo, acomodando unos papeles, desviando por fin la mirada.

—Estás olvidando el propósito de este proyecto.

—Todo lo contrario. Es lo único en lo que puedo pensar.

—Habíamos acordado esperar a que cumplan la debida edad para comenzar con la Fase 2, y que sería su decisión – habló a sus espaldas, en un último intento de hacerlo entrar en razón.

El Doctor Montani se detuvo en la puerta para responder. Ni siquiera se molestó en girarse completamente hacia él. Solo giró su cabeza, para que escuchara bien sus palabras.

—Sí, bueno, las cosas tomaron otro rumbo.

Los cinco sujetos encontraron la habitación tal y como la habían dejado la noche anterior, y la anterior, y la anterior. Luego del incidente de la Primera Prueba, el ambiente se había vuelto más apagado. Todo lo agradable de la primera noche ahí se había esfumado, pero a nadie le importó mucho en realidad. A nadie excepto a Scarlett, quien no podía olvidar lo que había pasado.

Por alguna razón, desde ese día, Scarlett se había vuelto muy sobre protectora. No dejaba que los guardias se acerquen amenazantes hacia cualquiera de ellos o que siquiera les hablen mal. Su preocupación era admirable, pero también arruinaba el intento de hacer lo justo y necesario sin hacer enojar a Greyson.

—Esos malditos, pudimos haber muerto y siguen con sus pruebas como si nada hubiera pasado – repitió, como cada vez que se encontraban solos.

La mayoría se limitaba a asentir cuando hablaban de este tema. Casi siempre la conversación se basaba en Scar enojada con el mundo y Oliver y Katherine intentando que lo olvide.

—No les importa. Simplemente habrían buscado a otros chicos para el trabajo. Somos completamente reemplazables– exclamó Scarlett, enojada –. Un día somos increíbles y al otro nos encierran en una habitación junto a una bomba.

—Esta vez estoy de acuerdo con Scar, no somos más que ratas de laboratorio.

—Gracias Kath, al fin alguien decente.

—No creo que seamos reemplazables… – murmuró Maia mientras sus ojos verdes se prendían como focos de luz.

Scar la miró con una ceja alzada. Su enojo le estaba ganando y no entendía como Maia no podía ver lo que estaba frente a sus ojos, tan claro como el agua.

—A ver, ilumínanos.

Ella sólo la miró por unos segundos, antes de ordenar sus pensamientos y comenzar a hablar.

—Bueno, empezando por el hecho de que no somos los primeros sujetos. Había muchos resultados escritos en esos papeles, así que debemos ser los únicos exitosos. Es decir, no pueden reemplazarnos – aclaró como una obviedad, levantando los hombros –. Al menos no les será tan fácil hacerlo.

Scarlett rodó los ojos, aceptando la derrota.

—Segundo, esto no es simplemente un experimento escolar, esto es algo grande, y nosotros somos la llave maestra. Somos la clave para que esto funcione, y, por la forma, en la que estamos desarrollando nuestros poderes – aclaró haciendo comillas con sus manos –, no creo que se trate de algo muy bueno.

—¿A qué te refieres con eso? – preguntó Oliver con clara confusión en su rostro.

Era una teoría que había estado rondando en su cabeza por unos cuantos días, a pesar de que no estaba tan segura de que sea verdad. Dudó un momento hasta que decidió compartirla con los demás.

—Nos quieren utilizar para atacar a algo o a alguien. Por favor, ¿Desactivar una bomba? ¿Tiro con rifle? No solo quieren que controlemos nuestras habilidades, quieren que aprendamos a pelear con otros, con o sin ellas.

El ambiente había cambiado rápidamente de ira a miedo. Pero todavía no estaban seguros de a quién debían tenerle miedo.

—¿Crees que nos quieren usar para una guerra o algo así? – preguntó cautelosa, aunque Kath no era la única que deseaba que la respuesta a esa pregunta fuera no.

—No lo sé, en verdad. Si el propósito fuera otro, no estaríamos haciendo este tipo de pruebas.

Oliver negó con la cabeza mientras mordía la parte interior de sus labios. No podía creer lo que estaban diciendo. No quería hacerlo. Se pasó una mano por la cara para esconder su temblor.

—Tal vez estamos malinterpretando las pruebas, ¿sí? Tal vez nuestro propósito si va a ser bueno y si va a ayudar a las personas. Pensemos eso.

—¿Lo crees, Ollie? – preguntó Scar, queriendo hacerlo entrar en razón – Entonces explícame por qué están entrenándote para levantar cosas del tamaño de una bomba y arrojarlas lo más lejos posible. O por qué están haciendo que Chars desvíe un rayo hacia un blanco en específico. O por qué Kath tiene que–

—Está bien, ya entendí. Puede que tengan razón

—Sin el “puede”, es claro que Maia no se equivoca con lo que dice.

—Sigo sin poder creer que hayas llegado a esa conclusión tan rápido – murmuró Charles con la mirada fija en el suelo.

—Ellos fueron los idiotas que me dieron este poder.

—Y sí que lo fueron…

Oliver no pudo evitar sentirse nervioso. Odiaba la idea de lastimar a otros, y menos si eran inocentes. El simple pensamiento de que sus pruebas en algún punto involucren a alguien más…

—Si estamos tan seguros de esto, tenemos que hacer algo, y tenemos que hacerlo rápido – concluyó.

—Oliver tiene razón. No podemos quedarnos mucho más aquí. Seguimos sin saber cuál es el objetivo principal.

—Y tampoco nos morimos por averiguarlo – exclamó Scarlett, sarcástica.

—Necesitamos un plan. Lo mejor sería salir de aquí, pero no tenemos a donde ir. Dios, ni siquiera sabemos dónde estamos – pensó Maia en voz alta –. Necesitaremos tiempo para organizar todo esto. Hasta entonces, mantengan un perfil bajo. Cumplan con lo que piden e intenten no hacerlos enojar – exclamó, mirando a la pelirroja – Hablo en serio. Lo peor que nos puede pasar ahora es que nos separen–

Maia se interrumpió a sí misma y sus ojos volvieron a iluminarse. Su ceño se frunció de repente.

—¿Escucharon eso?

—¿A qué te refieres? ¿Qué sucede? – preguntó Scar, estando en alerta. Maia ignoró que el sonido había sido demasiado alto como para que solo ella lo haya escuchado y advirtió a los demás.

—Alguien viene.

Efectivamente, la puerta se abrió a los pocos segundos y todos giraron la cabeza hacia ella.

—Hola chicos.

Capítulo 5

Se quedaron inmóviles con la llegada del científico. Después de la Primer Prueba, no lo habían visto mucho, pero tampoco les gustaba la idea de que él esté ahí. Ninguno pensaba hablar antes de que el recién llegado lo haga, limitándose a mirarlo. Al parecer él lo entendió, ya que no tardó mucho en empezar a hacerlo.

—¿Cómo están? No tuvimos mucho tiempo de hablar durante las pruebas, ya que yo me baso más en lo analítico que en lo práctico. Me gustaría conocerlos bien. Me llamo Tom Porton – se lo notaba nervioso, aunque parecía querer ocultarlo. Ninguno podía deducir por qué.

—Doctor Porton, con todo respeto, ¿qué hace aquí?

—Bueno, Maia, como dije antes, solo quiero conocerlos – respondió con voz tranquila –. El Doctor Montani los conoció el primer día, pero yo no tuve la oportunidad.

Todos estaban extrañados por la repentina curiosidad del doctor, pero después de varias miradas acordaron que hablar lo justo y necesario sería la mejor opción.

Al principio todo iba bien. Preguntas rutinarias sobre cómo se sentían con sus poderes y en general. Hasta les preguntó sobre las pruebas. No hubo ni una pizca de verdad en sus respuestas, pero no tenían otra opción. No podían decirle que todo era una mierda.

Se notaba su interés. Demasiado interés, a juzgar por Maia, cuyos ojos estaban brillando. Algo que el científico presente no pasó por alto.

—¿En qué estás pensando? –preguntó cambiando drásticamente de tema, haciéndole prestar atención a la conversación – Tus ojos se iluminaron y creo que ya todos tenemos claro que eso significa que tus poderes están funcionando.

—Habilidades – murmuró Oliver, lo que hizo que a Scar se le escapara una risa.

—Está nervioso – respondió finalmente.

Hubo una pausa.

—¿Qué?

—Usted. Está mirando a la puerta demasiado seguido, y frota sus manos porque están sudando. Está nervioso, y aquí hay algo que no está bien. Se lo preguntaré de nuevo, Doctor. ¿Qué hace aquí?

Tom solo la miró fijamente, maravillado del alcance que tenía su inteligencia. Su mirada se desvió al piso, probablemente pensando que hacer, y no era el único en la habitación que lo hacía.

Los chicos volvieron a compartir miradas. Su situación no era fácil, y, si el Doctor Porton compartía el mal genio del Doctor Montani, no habría mucho por hacer. Pero antes de hacer cualquier cosa, el doctor habló, todavía con la mirada en el piso.

—Charles, tengo entendido que tu puedes controlar la energía eléctrica.

—Sí, doctor.

El doctor volteó a mirarlo y desvió rápidamente su mirada a un lugar en específico. Charles abrió los ojos como plato y le dedicó una mirada de sorpresa mezclada con confusión. No podía estar hablando en serio. En respuesta, el científico asintió, en el intento de darle ánimos.

Segundos después, las luces de la habitación se apagaron junto con las cámaras de seguridad. Solo quedó encendida una tenue luz de emergencia.

—¿¡Qué mierda haces, Charles!? –los ojos de Katherine estaban abiertos de par en par, sin entender nada de lo que fueron esas miradas de hace unos segundos.

—¡No lo sé, él me lo pidió!

—Sé que ustedes no confían en mí, pero tenía que hacer algo – explicó con rapidez, echando otro vistazo a la puerta.

—Sería de mucha ayuda que sea un poco más específico con sus palabras, doctor – dijo Scar, con clara molestia –. ¿Qué está haciendo aquí realmente y qué mierda está pasando?

—Scar, cálmate – susurró Kath cuando notó que la pelirroja se acercaba al doctor de forma amenazante. Le tomó el brazo ligeramente e hizo que retrocediera un poco.

—Necesitaba hablar con ustedes, las cosas no están saliendo como lo planeado.

—¿Acaso no somos suficientes? – preguntó Oliver, con su usual tono de sarcasmo.

—No exactamente – respondió Tom nervioso –. Todo lo contrario, de hecho. Están mejorando más rápido de lo que esperábamos, y apenas llevan una semana de pruebas. Y creo que merecen saber lo que está pasando.

—Ilumínenos – Scar se puso cómoda, sentándose en una de las camas junto a Kath, esperando que el científico empiece a hablar. Los demás las imitaron en silencio.

El científico suspiró, no muy convencido aún. Sabía que había ido ahí para hacer eso mismo, para contarles la verdad. Pero si lo hacía, ya no habría vuelta atrás. Había algo que lo retenía en el fondo de su cabeza, que le gritaba que no lo haga.

Pero él ya había tomado una decisión.

—Este laboratorio se creó por y para este proyecto. El gobierno del momento decidió que era una buena idea tener algunos prodigiosos en la sociedad, capaces de ayudar y proteger a las personas del mundo – Oliver no pudo evitar sentirse orgulloso de la manera en que se referían a ellos –. Pasaban los días, y no lográbamos encontrar compatibilidad con ningún sujeto. Usábamos un suero especial, el objetivo era despertar una parte del cerebro que solo el 5% de la población tenía la capacidad de usar correctamente.

—Espera, ¿qué? – interrumpió Charles, su cara reflejaba confusión que todos sentían –. ¿Estás diciendo que nos inyectaron un suero que manipula el cerebro? ¿Qué les ocurría a las personas que no pertenecían a ese cinco por ciento?

—Ese fue el primer problema… Los sujetos no compatibles comenzaban a sufrir algunos efectos secundarios. Pérdida de los sentidos como la vista y la audición, deformaciones y otros aún más desastrosos. Pérdida de memoria, entre ellos…

No podían creer lo que el científico estaba diciendo. Aunque sabían que no habían sido los únicos sujetos, no se imaginaron lo que les había pasado a los otros. Ellos pudieron haber sido esas personas. Ellos pudieron haber sufrido lo que esos sujetos sufrieron, y a los científicos no parecía importarles.

—Después de un tiempo y después de… En fin, el gobierno nos prohibió continuar con las pruebas.

—Me pregunto por qué – exclamó Scar con sarcasmo– . Sin embargo, aquí estamos, otro grupo de sujetos. No me sorprende.

—Greyson insistió en continuar, prometió que se iban a arrepentir de habernos dado la espalda. Él quería reanudar las pruebas de inmediato, pero yo insistí en que debíamos analizar lo que ya habíamos descubierto. No sería de mucha ayuda que aparezcan más personas con efectos secundarios.

Dejó de hablar y solo los miró por unos segundos.

No me creo que eso sea todo, pensó Maia

—Maravillosa historia, muy emocionante por cierto, pero ¿no se te ocurrió preguntarle qué era exactamente lo que planeaba hacer con los próximos sujetos? – preguntó Maia, como si fuese algo obvio – No creo que al salir de aquí nos dejaran libres para ayudar a los demás, como usted dice.

El científico pudo sentir como aparecían los fantasmas de su pasado, los mismos que lo habían estado persiguiendo por los últimos meses.

—Creí que el propósito seguía siendo el mismo, ¿de acuerdo? No había ninguna razón para cambiarlo, al menos no que se me haya ocurrido en el momento – respondió Tom, exasperado.

Se levantó de la silla y su voz comenzó a temblar mientras se llevaba las manos a la cabeza. Los cinco chicos se miraron en alerta.

—Ustedes no tienen idea lo que era el mundo allá afuera – notó el cambio de actitud de los sujetos y, esta vez, habló con calma –, necesitaban un salvavidas y nosotros podíamos construir uno.

—Lo necesitaban tanto que les dijeron explícitamente que dejen de construirlo – murmuró Oliver.

La charla se prolongó más de lo que esperaban. Tom se limitó a explicarles lo justo y necesario para que no se fíen de Greyson, lo cual no fue muy difícil ya que los sujetos nunca confiaron en él. También les dijo que debían seguir con las pruebas sin usar el cien por ciento de sus habilidades.

Necesitaban mantenerse en la Fase 1 ya que, si seguían así, la Fase 2 estaría a la vuelta de la esquina.

—¿Qué es la Fase 2? – preguntó Kath, curiosa.

—Ni lo intentes – respondió, después de notar como sus ojos se iluminaron ligeramente –. Ni siquiera yo tengo ese tipo de información, pero sé que, después de eso, ya no hay vuelta atrás.

Kath sabía que mentía, pero de todas formas no pudo descifrar de qué se trataba la siguiente Fase. Tom sabía esconder bien sus secretos, y eso no tardaría en jugarles en contra.

La puerta se cerró tras el científico y Charles volvió todo a encender las cámaras para no llamar la atención de los guardias. Habían vuelto a su normalidad, pero con todo tipo de información nueva, sin contar la interminable lista de preguntas que cada uno intentaba responderse.

Cada uno estaba en su cama, excepto Scarlett, que estaba acostada sobre los pies de Katherine. Todos estaban pensando lo mismo, y no hacía falta leer sus mentes para saberlo.

Estaban preocupados, no sólo por ellos mismos, sino también por las demás personas que estaban en la habitación. Ellos sólo se tenían los unos a los otros, y tenían que cuidarse las espaldas para que eso no cambie.