Experimento Eternidad - Nick Nouan - E-Book

Experimento Eternidad E-Book

Nick Nouan

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Beschreibung

Una roca perdida en el universo infinito golpea y cambia para siempre el destino de los habitantes de un mundo en miniatura, una semilla de humanidad que viaja a la deriva con el único objetivo de llegar hasta los confines más recónditos del tiempo.

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EPUB
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Seitenzahl: 119

Veröffentlichungsjahr: 2024

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NICK NOUAN

Experimento Eternidad

Nouan, NickExperimento eternidad / Nick Nouan. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5634-9

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Parte Inicial

Capítulo único: El Impacto

Segunda parte

Capítulo 1: Mandato de la Juventud

Capitulo 2: deshechos

Capitulo 3: Simpleza

Capítulo 4: Dos futuros

Capítulo 5: Medias Tintas

Capítulo 6: Telegrama

Tercera parte

Capítulo 1: Evolución in vitro

Capítulo 2: Brotes

Capítulo 3: Impass

Capítulo 4: Los niños del futuro

Capitulo 5: Semillas congeladas

Capítulo 6: Diamantes

Capítulo 7: Escape

Capítulo 8: Enlace

Capítulo 9: Bacterias

Cuarta Parte

Capítulo 1: El sucesor

Capítulo 2: Otro grito en la oscuridad

Capítulo 3: Aprender

Capítulo 4: Y aprender

Capítulo 5: Fuego y espíritu

Capítulo 6: Alas a la obra

Capítulo 7: Un día en la vida

Capítulo 8: Palabra Maestra

Capítulo 9: Terkins

Parte Final

Capítulo único

Epílogo

Parte Inicial

¿Para qué colonizar nuevos planetas efímeros si podemos crear uno propio, sin límites?

Peter Niloum

Capítulo único: El Impacto

Lugar: indefinido.

Tiempo: El momento del impacto.

—Hey Adeklis despierta, tengo ganas de ir a una de las ventanas. Hace mucho que no miro el cielo.

Adeklis abrió sus enormes ojos negros con desidia, como si le pesaran una tonelada.

—Estaba descansando y me interrumpes. Ya lo hiciste más de una vez. ¿Es que no puedes permanecer un rato a solas?

—Claro que sí, pero llevas dormida mucho tiempo y falta poco para que nos llamen a la ingesta. Luego nos toca ventilar, apenas tendremos unos instantes.

—No entiendo cómo puedes descansar tan poco sabiendo el esfuerzo que nos espera. Es la última vez que me despiertas antes de tiempo. Quiero dormir hasta que el cuerpo resista o me llame uno de los guardianes.

—Es que ya los vi merodeando, por eso sé que falta poco para que nos despierten, dale vamos.

—Espera, aguarda un poco, quiero observar algo… ¡Sí! ¡Mi flor abrió sus pétalos al fin! Quiero probar ya su néctar. Hace tanto que espero este momento. Madre me dijo que una vez que lo haga, ya no volveré a ser la misma.

—Bueno, pero rápido. Yo te tapo, no vaya a ser cosa que te vean los guardianes y te castiguen por alimentarte por fuera de la ingesta.

—No me pueden castigar por consumir mi flor. Es normal en cualquier mujer.

Adeklis unió sus labios y los presionó hacia adelante estirándolos y afinándolos hasta formar un pico de unos diez centímetros. Luego lo colocó dentro del largo capullo y deslizó su fina lengua hacia la fuente del néctar. De inmediato, una sensación de gran placer invadió su rostro y exhaló un aire de satisfacción. Segundos más tarde sintió una efervescencia desconocida en su sangre, un impulso incontenible que la incitó a besar con desesperación a Pulkin y a abrazarlo efusivamente. El inexperto muchacho apenas pudo reaccionar ante el sorpresivo avance de su novia y le dejó hacer a voluntad. Durante el beso Pulkin recibió parte del néctar y poco después se vio sorprendido por una excitación inédita que sólo concluyó cuando un vigoroso torrente escapó desde el centro de su organismo, justo en aquella parte de su cuerpo que se encontraba perfectamente acoplada a Adeklis.

—¿Qué fue esto? Preguntó Pulkin sin salir de su asombro, ¿Por qué lo hiciste?

—No sé, no lo pude contener.

—Debe haber sido por la flor ¿Qué tiene?

—No sé… Madre dijo que antes de consumirla le consulte a ella pues me dirá cuando es el momento indicado, pero yo quise averiguar por mi cuenta. Fíjate, aún tienes tu tubillo dentro de mí.

—Hey, Tú lo has colocado allí, yo ni siquiera sabía que estaba sucediendo.

—Pues, muévete tú primero, yo apenas si puedo hacerlo. Si nos encuentran los guardianes en esta escena flor de castigo nos darán.

Con dificultad Pulkin retrocedió y logró separarse de su novia.Ambos se miraron con rostros relajados y atónitos.

—Esto es muy extraño.- continuó Adeklis, Ahora siento cosquillas en el estómago, pareciera tener gusanillos en mi panza o algo así. ¿Qué voy a hacer?

—Deberías hablar con tu madre, ella seguramente te podrá explicar, aunque… prepárate para el reto que se te viene por desobedecerla. ¿Vamos a las ventanas? Ya están a punto de llamarnos.

—Cierto, las ventanas. Me había olvidado. Vamos.

Inmediatamente ambos jóvenes desenroscaron sus largas colas de los tubos de sujeción y flotaron apenas moviendo sus extremidades hasta llegar a una de las enormes ventanas de grueso vidrio de la Aldea. Se acomodaron en la base y observaron el imponente espectáculo. Millones de estrellas chispeaban en un horizonte difuso. Pulkin acariciaba el blanco pelo de su enamorada mientras observaba la tenue luz fosforescente que emanaba del contorno de sus orejas puntiagudas. En ese instante, Adeklis embelesada por el espectáculo, le agradecía en silencio el haberla despertado un rato antes de la ingesta. Bien valía la pena energizarse contemplando el cielo antes de comenzar la jornada. En cientos de oportunidades habían compartido ya sus pensamientos y deseos observando el infinito, tal como lo solían hacer todas las parejas jóvenes en la Aldea desde hacía milenios. En aquella ocasión sin embargo, Adeklis comenzó a sentir un repentino malestar proveniente de la boca de su estómago. Al principio sospechó de alguna reacción adversa a consecuencia de su reciente unión física con Pulkin, pero de inmediato descartó la idea. Era un sentimiento extraño, como de expectación y ansiedad irracional. Intrigada, giró su pálido rostro hacia su novio para ver saber si sentiría lo mismo, pero éste le devolvió una mirada insulsa. Retornó entonces sus ojazos hacia el vidrio y fue allí cuando ambos observaron anonadados cómo una enorme roca se acercaba en dirección rectilínea hacia la Aldea. Antes de atinar a reaccionar, fueron sacudidos por un cimbronazo que los impulsó varios metros hacia el centro y quedaron allí flotando mientras veían como todo, el piso, el techo, las plantas y los otros pobladores recibían también las consecuencias del impacto. Sólo los pocos guardianes que en ese momento realizaban su habitual rastrillaje aéreo tuvieron la suerte de no ser afectados. Imposibilitados de tomar acción, apenas atinaron a observar con desesperación al resto, intentando reacomodarse y regresar a su lugar. Al rato escucharon un fuerte grito llamando a la calma. El líder y maestro de la Aldea, Elmu, bajando desde otra ventana se les aproximó y de a poco se le sumaron varios guardianes. Elmu tomó la palabra:

—Escuchen todos, hemos sido impactados por un cuerpo celeste. Es una situación extraña e inusual. Tuvimos la enorme suerte de que el objeto no era de gran tamaño e iba en nuestra dirección, por lo tanto el golpe fue leve, de otra forma nuestra existencia hubiese culminado. A partir de ahora nos dividiremos en grupos para revisar los contornos de la esfera; deben informarme de inmediato si observan algún tipo de avería o grieta que implique algún contacto directo con el espacio exterior. De ser así debemos buscar la manera de subsanarlo cuanto antes pues el mínimo escape de aire o fuga de temperatura puede ser mortal.

Al observar al grupo reunido, Elmu se percató de la presencia de la joven pareja entre ellos.

—Pulkin y Adeklis, ¿Cómo se encuentran, están en condiciones de ayudar a los guardianes?

—Si, no sufrimos daños en el golpe. Justo estábamos en la ventana observando el cielo cuando vimos la roca acercarse e impactarnos.

—Fueron afortunados, Luego me cuentan en detalle.Seguramente muchos hermanos deben estar heridos o golpeados, tenemos que ir en su ayuda. Únanse a los guardianes. Cualquier extrañeza que encuentren, y repito, cualquiera, me lo avisan inmediatamente.

—Claro señor.

Los adolescentes salieron disparados hacia el centro de la gran esfera, agitando sus alas, constituidas por una fina membrana que unía las muñecas con los tobillos. Se elevaron hasta alcanzar una posición panorámica para observar con comodidad casi todo el contorno. Cientos de pequeños jardines con iluminación propia se esparcían por doquier, hacia los costados, arriba y abajo, como pequeños oasis luminosos en un mar de oscuridad. A priori ninguno de ellos parecía haberse afectado por el impacto, al igual que el bosque colgante central y sus luces, principal fuente de oxigenación de la esfera. No obstante, era imperioso cerciorarse de la integridad de los distintos depósitos de agua. Cualquier rotura en su estructura podría afectar directamente la estabilidad del frágil equilibrio vital de ese pequeño mundo. De a poco varios aldeanos fueron soltándose y se elevaron hacia el centro tranquilizando al resto, confirmando su buen estado de salud. A medida que llegaban, Elmu les daba las mismas indicaciones: revisar exhaustivamente cada rincón, cada tubería de riego, cada tanque y cada recipiente. Luego de un rato, Adeklis y Pulkin decidieron deslizarse por entre los jardines y observar en detalle el suelo. A medida que revisaban, rehicieron su camino hacia la ventana, chequeando la estabilidad de la base donde se aferraba la vegetación, pintada en casi su totalidad de un tenue verde esmeraldino. Sólo dos clases de plantas sobresalían de la monotonía cromática general. La Disíaca y la Soñadora. El resto compartía la palidez con el resto de seres vivos. Los de sangre caliente vestían piel blanca a punto de transparentar y ojos oscuros casi tenebrosos en función de aprovechar cada mínima chispa de luz. El albino era el pelo predominante. El tenue grado de pigmentación de los aldeanos era apenas coloreado por la escasa luz de las lámparas en los jardines y las columnas de medusas luminosas. Esta energía, exigua pero suficiente, les permitió sostener la vida, ya no aquella pletórica de colores y tonos variopintos que disfrutaran sus ancestros en los mundos de luz solar, pero vida al fin. La pareja se aproximó a la ventana con cautela. Cada nuevo paso era un nuevo chequeo exhaustivo de alguna eventual avería en el rígido terreno. Justo antes de alcanzar la base de la ventana, Pulkin observó una leve deformidad inhabitual debajo de una tubería hídrica. No era una grieta, sino más bien una dispersión de piedras que se contuvieron tan sólo porque las tapaba la tubería. Sin dudas, ese reacomodamiento fue a consecuencia del impacto. Acercó su mano para constatar la temperatura o percibir algún movimiento de aire indicativo de fuga y para su tranquilidad los resultados fueron negativos. Sin embargo el piso no estaba firme y parecía nunca haberlo estado en ese lugar. Comenzó a escarbar con su mano limpiando pedregullo hasta que una superficie lisa y transparente se le descubrió ante sus ojos. Le pidió a Adeklis que lo ayudara a extraer aquel objeto y entre los dos lograron tomarlo dificultosamente. En un santiamén alcanzaron la ventana y tocándolo con sus cuerpos, lo inspeccionaron en detalle. Se trataba de un cofre de grueso vidrio de unos sesenta centímetros de largo por treinta de ancho y treinta de grosor en cuyo interior se encontraba un enorme libro. Destrabaron el débil gancho de la tapa, también de vidrio y lo abrieron. Era un gran volumen con tapa y hojas en extremo delgadas, de un metal muy duro, escrito en unas letras irreconocibles para Adelkis, pero no para Pulkin. Junto con el libro se encontraba un pequeño artefacto pequeño también de metal que parecía un reloj o cronómetro de amplia escala. Lo tomaron y se lo acercaron a sus oídos para ver si escuchaban algún sonido que indicara su funcionamiento pero nada, parecía ya descompuesto. Al lado de los números se leía la palabra “años”. Se había detenido en el 198.874.987,35.

Segunda parte

Capítulo 1: Mandato de la Juventud

Lugar: Escuela Preparatoria Isaac Newton Boston EEUU

Tiempo: año 2050

—Luego de años de investigaciones arqueológicas, sabemos que existieron ciertos momentos en la historia de la tierra en donde la continuidad de la vida y particularmente la vida humana pendió de un delgado hilo.

De esta forma comenzaba habitualmente su primera clase anual de preparatoria Universitaria el profesor Ernest Jostainser ante su nutrida audiencia adolescente.