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Hugo Gola

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Beschreibung

Esta es la primera reunión de la poesía completa de Hugo Gola. Con ella puede constatarse que su arte surge de una vocación por apropiarse del mundo, de esos raros momentos en que la belleza rapta los sentidos. También se nota una sabia armonía musical que se filtra en luminosas meditaciones cuyo movimiento recorre memorias, imágenes y sensaciones.

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TIERRA FIRME

FILTRACIONES

HUGO GOLA

FILTRACIONES

Poemas reunidos

Prólogo de JUAN JOSÉ SAER

MÉXICO

Primera edición, 2004 Primera edición electrónica, 2015

Diseño de la portada: R/4, Vicente Rojo Cama

D. R. © 2004, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-2866-4 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

HUGO GOLA

Conozco a Hugo Gola desde hace casi cincuenta años, y si tuviese que definir el rasgo principal de su personalidad no vacilaría un segundo en afirmar que se trata de su total y permanente dedicación a la poesía. En la pequeña ciudad de provincias argentinas donde nos conocimos alrededor de 1955 o 1956, Gola fue la primera persona en quien pude observar una práctica del trabajo poético en la que el conocimiento y la reflexión sobre la historia y la razón de ser de la poesía tenían la misma importancia que la mera capacidad de escribir versos. Todos los otros poetas que había frecuentado hasta ese momento (yo andaba por los dieciocho años más o menos) se conformaban con escribir poesía, algunos mejor que otros, muchos todavía aferrados a formas tradicionales o a un confuso vanguardismo, pero sin siquiera plantearse los problemas inherentes a esa actividad tan singular. Y hoy, medio siglo más tarde, en México, la fidelidad a esas preocupaciones sigue viva y se refleja magníficamente no sólo en su poesía, sino también en el trabajo editorial de Gola, a través de la revista El Poeta y su Trabajo, y de los hermosos volúmenes de poesía y de crítica que desde hace varios años, junto a un grupo de jóvenes colaboradores, viene publicando.

En la ciudad de Santa Fe, donde vivíamos, la idea que se tenía de la poesía era más bien tradicional y a veces incluso trasnochada, con relentes de neoclasicismo, de posmodernismo e incluso de neopopulismo romántico, y aunque había algunos poetas aceptables en su género, la búsqueda sistemática de una poesía novedosa, capaz de romper los moldes tradicionales y asumir las grandes corrientes de la poesía mundial, Hugo Gola y los otros poetas de su generación fueron los primeros capaces de practicarla. Me llevaban diez años más o menos, es decir que, bordeando la treintena, tenían ya una visión informada y madura de la literatura, de modo que su influencia sobre mi propio trabajo fue decisiva. El interés de estos poetas no se limitaba a la poesía, sino que toda la problemática de la modernidad, en las artes plásticas, en la música, en el teatro, e incluso en la política y en la filosofía, era motivo de reflexión, de búsqueda y de debate. Cuando en 1962 Hugo Gola fue nombrado profesor en el Instituto de Cine de la universidad, la cátedra que le asignaron fue la de integración cultural porque se quería familiarizar a los futuros cineastas con los problemas específicos del arte y de la cultura en la sociedad de la época. Las clases de Gola despertaron un singular entusiasmo entre los estudiantes, muchos de los cuales siguen hasta el día de hoy siendo sus amigos y sus discípulos.

Nos habíamos preparado para vivir siempre en esa ciudad; nos bastaba con sus noches calientes, sus librerías, su vino amistoso, su río inmenso. Pero las vicisitudes de la Argentina, por no decir sus tormentos, terribles, nos dispersaron. En los más inesperados lugares del mundo cayeron los fragmentos de nuestro pasado, como los restos de una explosión. Caracas, Bogotá, México, París, Amsterdam, Barcelona, Londres, de buena o de mala gana, nos acogieron. Gola estuvo primero en Londres, un año más o menos, y después se fue a México, donde reconstituyó, en la medida en que eso es posible, como ocurre con todos los exiliados, el diseño aproximativo de su existencia habitual. Con el debilitamiento del régimen militar en 1982 y la llegada de Raúl Alfonsín a la presidencia al año siguiente, intentó un regreso a la Argentina, que duró varios años. Fue en ese momento que se inició su trabajo de editor en la Universidad del Litoral, en Santa Fe, donde empezó a publicar la revista Poesía y Poética y algunos volúmenes de ensayo y poesía de diferentes autores. Pero la caída de Alfonsín, precipitada por oscuras manipulaciones financieras, lo disuadieron de quedarse en el país y lo indujeron a volver a México para instalarse definitivamente.

Todos estos cambios, obligatorios e incluso brutales, pero en definitiva exteriores a lo esencial de sus convicciones, no modificaron en nada su reflexión permanente sobre el trabajo poético y sobre el modo de concebir su propia poesía. A diferencia de la de muchos otros poetas, la obra de Hugo Gola es relativamente corta, y podría decirse que fluye de una fuente única y constante. Y aunque los conflictos de la época figuran en su poesía, sus alusiones se entremezclan en sus poemas con los grandes temas líricos que la alientan. Ya en la primera estrofa del primer poema de su primer libro, en 1956, escribe: “Y además / mi corazón / tiene la culpa / porque nació / tan tibio y sorprendido / y yo también / un poco / y este cielo / y estas mañanas libres / y estas calles / por donde el aire estalla / y este gran infierno de los hombres / tiene la culpa”. El despojamiento lírico de su poesía, lo que podríamos llamar su economía estilística, es capaz de incluir el peso de lo exterior, lo cual explicaría la fuerte inclinación de Gola por poetas como Ungaretti o Celan y, por razones semejantes aunque un poco diferentes, por la obra de William Carlos Williams.

Esta constancia lírica, que tiene poco que ver con la indiferencia y mucho en cambio con un sostenido rigor ante el trabajo poético, difiere de la poesía de circunstancia, que la mayor parte del tiempo es mero gesto circunstancial totalmente exento de poesía. La autoconciencia lírica está en relación con una búsqueda de la forma por considerarla el objetivo principal de toda actividad artística. La fidelidad a la forma, sin embargo, si bien obliga a descartar pacientemente todo lo que no armoniza con ella no es una manera de protegerse del mundo exterior, sino de poetizarlo con mayor exactitud. La paciencia del poeta lírico es lo contrario de un cálculo prudente, de un repliegue autoprotector; es una intemperie, una espera a menudo dolorosa y llena de incertidumbre durante la cual su existencia entera está en juego, dependiendo del retorno de esa armonía verbal única, que es la suya y que lo justifica como hombre y como poeta. La producción relativamente escasa de los líricos auténticos se explica por esa espera que vista desde fuera puede parecer inacción, pero que está acompañada siempre de un intenso trabajo interior.

La espera del momento poético, la visita del ángel, se activa también con la lectura, el descubrimiento de mundos poéticos lejanos o próximos, la reflexión sobre el arte, la traducción, la edición. A Gola, en colaboración con Rodolfo Alonso, le debemos la primera publicación en castellano, en 1956 o 1957, de los ensayos literarios de Cesare Pavese, El oficio de poeta, y en México, en los años ochenta, en cuatro volúmenes publicados por la Universidad de Puebla, una recopilación exhaustiva y ejemplar de ensayos sobre poesía escritos por los propios poetas, así como también una inteligente antología de literatura destinada a lectores jóvenes. Durante su corto regreso a la Argentina, después de la dictadura militar, en la Universidad Nacional del Litoral, además de fundar la revista Poesía y Poética, promovió una decisiva colección de ensayo y de poesía que incluía, entre otros títulos, las obras de Hugo Padeletti, de José Pedroni, de Juan L. Ortiz, así como también los ensayos de Edgar Bayley, de Ricardo Piglia y del historiador Agustín Zapata Gollán. Incluso después de su partida, el impulso y la orientación que supo dar a las ediciones de la universidad se mantiene en parte hasta el día de hoy, y muchos de los volúmenes publicados, con medios técnicos que dejaban bastante que desear y que lo obligaban a ir todos los días a la imprenta oficial para explotar en ella las mejores posibilidades, siguen siendo una referencia ineludible entre todos aquellos que en el Río de la Plata se interesan por la poesía.

Pero es obvio que es en su obra poética donde Hugo Gola ha dado lo mejor de sí mismo. En medio siglo de trabajo, su obra completa reúne algo más de 150 poemas de diferente extensión, pero ha sido en los últimos años que el poema largo, construido a partir de secuencias temáticas y de variaciones rítmicas y fónicas, como los Siete poemas de 1982-1984, ha constituido lo esencial de su tarea. Sobre estos poemas, Eduardo Milán escribió en la revista Vuelta, en abril de 1988, algunos párrafos perspicaces:

En Siete poemas la búsqueda de la condensación es desde dentro del lenguaje. Eso le abrió camino hacia una poética experimental y encauzó una nueva fase: la búsqueda del placer significante. En este sentido, Gola no se ha traicionado: su contención era una contención frente a lo real. La nueva etapa de su poesía lo lleva entonces, casi por un acto de respiración más prolongada, alejando uno de otro los periodos respiratorios, al poema extenso...

En cuanto a la concepción general de Milán en el sentido de que la poesía de Gola parte de una actitud unitiva con lo que es real, me permito discrepar con ella, ya que en su primera etapa el tema casi constante de sus poemas expresa justamente lo contrario de una unidad con lo exterior: un evidente desgarramiento. Solamente a partir de los Siete poemas, es exacta esta descripción de Milán: “De ahí su respeto frente al objeto, casi podría decirse su pudor. Como los imaginistas norteamericanos, especialmente como Williams, en el fondo de la poesía de Gola se intuye un deseo de pureza, de no contaminación referencial. Que el árbol sea árbol, que el fresno sea fresno y que la hoja sea hoja. Y la rama, rama”. Hasta los poemas de 1982, sin embargo, es decir, en la mayor parte de su producción, lo exterior es alternativamente enemigo o benévolo, según las modulaciones afectivas de la fluencia lírica.

Pero ese fluir no es torrencial, sino minuciosamente controlado: “...palabras repartidas / cuidadosamente / como armas”, dice el poema número 10 de Veinticinco poemas, su primer libro, aparecido en 1959. La manifestación del poema en Gola, el fruto de la espera lírica, el brillo infrecuente del ángel, es antes que nada un llamado rítmico, musical, un soliloquio expresado siempre con una entonación, un léxico, un paisaje, interno y exterior, un fraseo inconfundibles, como por ejemplo en “El vino que recibí”, del libro El círculo de fuego (1964-1967): “No / romperé / la copa / que recibí / al nacer // No / derramaré / sobre una tierra / de espuma / el vino / que me fue entregado // Vendaval / cielo de fuego / agujas todas / letales / soporto”. En esta poesía cada palabra cuenta, tiene su lugar asignado, y aunque a veces significa, sobre todo en su desnudez sustantiva, la mayor parte del tiempo apenas sugiere, colora el conjunto, diseminando en él el tenor de las emociones del poeta, su sentimiento del mundo y del tiempo podría decirse, para reunir en una sola expresión Ungaretti y Drumond de Andrade, dos poetas líricos, muy diferentes entre sí, pero que forman parte de la tradición en la que la poesía de Gola, a su manera, se inscribe.

El tono personal inmediatamente perceptible de un poeta, su capacidad de construir un idioma propio en el interior del idioma, es una reconocida evidencia en la obra de Gola, a causa de ese trabajo interior del que hablaba más arriba y sin cuya capacidad de selección, de estimación, palabra por palabra, de aquellos elementos que le corresponden íntimamente al poema, ninguna obra poética podría construirse. Esa permanente selección del material, totalmente extraña al espontaneísmo que muchos (y entre ellos, no pocos poetas) le atribuyen a una pretendida “expresión poética”, es el instrumento fundamental de lo que podríamos llamar la economía lírica y que en la obra de Gola salta a la vista como su más indiscutible atributo. Si los temas líricos, como es habitual afirmarlo, son permanentes, entonces el trabajo del poeta es doblemente necesario, porque esa universalidad temática exige de él una localización extrema de la forma. A fuerza de seleccionar su lenguaje, su ritmo, sus matices afectivos, su extensión, el poema, para acoger en su forma única esos temas universales, adquiere la autonomía y la irrefutabilidad de un objeto que no emite mensajes sino, más bien, destellos o radiaciones.

Tal es, me parece, el sentido del trabajo poético de Hugo Gola. Su rigor ejemplar ha sido, en su medio siglo de actividad, enseña y razón para muchos poetas que lo sucedieron, que lo escucharon y que lo leyeron. Su trabajo de reflexión ha indicado la línea que debe seguir la actividad de los poetas, no únicamente en el plano de la realización personal, sino en el más amplio de la cultura y de la sociedad. En estos tiempos en que la literatura se ha vuelto mercancía, únicamente el trabajo poético, elaborado y persistente, no lo es. Por eso cada nueva señal que los poetas mandan hacia el mundo es como un acto de desobediencia. Saludemos entonces la obra poética de Hugo Gola como un sobresalto viviente del idioma, en una época en la que el estereotipo y el comercio pretenden transformar en letra muerta toda palabra, escrita o pronunciada.

JUAN JOSÉ SAER

JUGAR CON FUEGOPoemas 1956-1984

 

Veinticinco poemas, 1956-1959Poemas, 1960-1963El círculo de fuego, 1964-1967Siete poemas, 1982-1984

VEINTICINCO POEMAS1956-1959

A Conce

 

Y ADEMÁS

mi corazóntiene la culpaporque naciótan tibio y sorprendidoy yo tambiénun pocoy este cieloy estas mañanas libresy estas callespor donde el aire estallay este gran infierno de los hombrestiene la culpa

 

Perosobre todomi corazónque no me dejami corazónque me derramay me pierde

 

La culpa es míala traigo desde lejospero qué puedo hacersino vivir asíy andar a cada ratocon un dolory un sueñocustodiándome

 

Qué puedo hacersi el corazónme vino enormey tiemblapor cada soplo livianoqué puedo hacersino abrazarloo cuanto másecharlo al aire

 

POR QUÉ ahora

cuando estoy más solo

 

Por qué llegas asícuando me rodeansolamenteestos asientos vacíosy estos espejosque devuelvenel color de mis ojos

 

Por qué me tomasen tus alasy te apoderas de mí

 

Por qué ahoraque todas las cosasestán calladasy yo no veo casi la luzy no llegan palabrasni pasos

 

Por qué dejastu leve manotu soplido secretoy caes junto a mi oídomariposa de sombrassuspiro imprecisode la gracia