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La física cuántica trata de todo. Sí, así como suena. Si te han dicho que solo va de vibraciones cósmicas que resuenan en el universo, no te han contado más que tonterías. Para transmitirnos la auténtica magia de una extraña teoría que describe el comportamiento de los átomos y la luz, y que hasta un niño de diez años o un adulto después de unas cuantas copas puedan entenderlo, Lukas Neumeier y James Douglas, dos nerds declarados, han decidido escribir la historia de Bob, un hippie espiritual, y Alice, una ingeniosa nerd que se pasa el día soñando con la física cuántica. Física cuántica para hippies es una divertida conversación entre una nerd y un hippie que charlan sobre conceptos tan curiosos y fascinantes como la onda de posibilidades del universo, los universos paralelos, el gato de Schrödinger, el entrelazamiento cuántico y la influencia del cotilleo. En esta enriquecedora historia, los personajes se embarcarán en un viaje alucinante hacia la naturaleza de la realidad que cambiará sus vidas para siempre. Escrito por físicos cuánticos y acompañado de divertidas ilustraciones, este libro se ocupa del extraño y misterioso mundo de la física cuántica y lo pone al alcance de todos, incluidos hippies y nerds. No te preocupes si no lo entiendes en su totalidad. Eso nos pasa a todos…
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Física cuántica para hippies
Lukas Neumeier y James Douglas
Traducción de Pablo Hermida Lazcano
Ilustraciones de Jun Matsuura
Título original: Quantum Physics for Hippies, publicado originalmente en inglés en 2019
Quantum Physics for Hippies Copyright © 2019 by Dr. Lukas Neumeier.
All Rights Reserved
Primera edición en esta colección: enero de 2021
© de la traducción, Pablo Hermida Lazcano, 2021
© de las ilustraciones del interior, Jun Matsuura, 2021
© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2021
Plataforma Editorial
c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona
Tel.: (+34) 93 494 79 99
www.plataformaeditorial.com
ISBN: 978-84-18285-60-8
Realización de cubierta y fotocomposición: Grafime
Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).
Para todos los hippies, todos los nerds, todos los que no son ni lo uno ni lo otro y todos los que son ambas cosas a la vez.
En algún lugar de Barcelona.
—¿Eres un físico cuántico? ¡Fascinante! ¡Me encanta la física cuántica! Trata de que todos somos vibraciones cósmicas que resuenan con el universo, ¿verdad?
—Pues no.
—Pero ¡si lo he leído en un libro!
—Siento ser tan franco, pero ese libro que has leído no dice más que tonterías.
—Mmm, vale. ¿De qué trata entonces la física cuántica?
—La física cuántica trata de todo. Si quieres, tomamos una cerveza y te lo cuento.
Tal vez no lo creas, pero tenemos innumerables conversaciones como esta. La mayoría de ellas son divertidas, pero a veces solo nos apetece bailar, relajarnos con nuestros amigos o estar solos en el rincón cumpliendo con nuestro deber como nerds introvertidos. Así pues, para evitar sentirnos mal porque la gente se estaba perdiendo la auténtica magia de la física cuántica, decidimos escribir un libro. Un libro que explicase de qué trata realmente la física cuántica de una forma comprensible para un niño de diez años. O para un adulto después de unas cuantas copas. Un libro basado en los hechos, pero que te deje alucinado.
¿Por qué lo hemos titulado Física cuántica para hippies? Una de las razones es que los hippies son una especie gravemente amenazada en lo que atañe a la desinformación acerca de la física cuántica. Pero el motivo principal de nuestra elección es que los hippies y los nerds tienen en común algo inesperado. Mientras que los nerds leen libros de física, cosmología e informática, los hippies participan en retiros de meditación y en talleres de sanación emocional. ¿Ves la conexión?
Aunque estas cosas suceden en ámbitos diferentes, al fin y a la postre tanto el hippie como el nerd están buscando simplemente la verdad. La verdad sobre quiénes somos y cómo encajamos en el universo. Esta búsqueda nos une a todos, al margen de las convenciones sociales.
¿Cómo puede ayudarnos en esta búsqueda la física cuántica, una extraña teoría que describe el comportamiento de los átomos y de la luz? Nos ayuda diciéndonos que las reglas que sustentan todos los aspectos de la realidad no son las que esperamos. Además de revelarnos graves errores en nuestra manera de percibir el mundo físico, cuestiona nuestras creencias fundamentales acerca de nosotros mismos. ¿Por qué? Porque también nosotros estamos hechos de átomos.
Este libro recoge una conversación entre una nerd y un hippie que charlan sobre los misterios de la física cuántica, comenzando por el baile de posibilidades, el gato de Schrödinger, el entrelazamiento cuántico y la influencia del cotilleo. La conversación pasa a considerar a continuación qué significa todo eso para nosotros, conforme los dos protagonistas van hablando de la onda de posibilidades del universo, los universos paralelos, la conciencia, el sentimiento de identidad y la pregunta de quiénes o qué somos en realidad. Esto desemboca en una sorpresa que hará tambalearse por completo tu sentido de la realidad.
Esperamos que disfrutes del viaje por la madriguera del conejo de la realidad cuántica tanto como nosotros. No te preocupes si no lo entiendes todo. Eso nos pasa a todos.
La experiencia más hermosa que podemos tener es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y la verdadera ciencia.
ALBERT EINSTEIN
Mientras caminaba por el carrer de París en Barcelona, no tenía ni la menor idea de que iba camino de una audiencia con la muerte.
¡Qué hermoso día! Miro con curiosidad por las ventanas de los cafés y restaurantes al pasar. Sin ningún plan y con dinero suficiente para sobrevivir casi un mes. Acabo de regresar de una semana de yoga y meditación en los Pirineos. Había ganado algo de dinero como anfitrión de un par de sesiones de tantra. Había participado asimismo en unos talleres de sanación. Estoy tratando de resolver mis condicionamientos destructivos y la verdad es que tengo una buena colección.
Dicen que nuestras creencias negativas acerca de nosotros mismos están codificadas físicamente en nuestro cerebro.1 Como pequeños circuitos. Si quieres deshacerte de ellas, no te basta con adoptar nuevas creencias positivas. Las nuevas creencias compiten con las viejas y drenan tu energía. Y, tarde o temprano, la vida encontrará un modo de activar de nuevo esos viejos circuitos. Lo único inteligente que puedes hacer es borrarlas directamente. Esto se conoce también como «trabajo en la sombra». En la sombra, porque los viejos circuitos están escondidos detrás de una cortina. Sientes las emociones que provocan, pero no sabes por qué. Sientes ira o temor y acabas saboteando tus relaciones porque acusas a tu pareja de esos sentimientos. Para mí, el trabajo en la sombra es lo más efectivo que puede hacer un ser humano para mejorar su vida. Y el tantra, al usar la intimidad para activar nuestras creencias más profundas acerca de nosotros mismos y nuestras relaciones, es una manera de exponer y sobrescribir esos viejos circuitos. Por eso lo practico. Y por el sexo.
Los Pirineos son un hermoso lugar para una escapada. Cada vez que voy, regreso a la ciudad como nuevo. Pero en esta ocasión no hago más que darle vueltas a un incidente singular. Fue esa sesión de tantra con Samantha, una sanadora cuántica. He de admitir que me dejó muy confundido. Aunque no nos tocamos, se corrió. Solo con mirarme a los ojos. Tras despertar de su desmayo, me ofreció su versión de lo ocurrido. «Nos entrelazamos», me dijo. «¿Has oído hablar de la física cuántica y del gato de Schrödinger?»
Ni la menor idea. ¿Por qué demonios habría de interesarme el gato de alguien que no conocía de nada? En fin, la verdad es que debería haberlo escuchado.
Camino despacio. Me encanta andar despacio. No entiendo a la gente que parece ir corriendo a todas partes. Me gusta tomarme mi tiempo para mirar a los ojos a cada mujer que pasa. La mayoría de ellas me ignoran. Algunas me devuelven la mirada. Muy pocas sonríen. Ninguna se detiene.
Algo llama mi atención y me congelo, descubriéndome ante el ventanal de un café. Recién dibujado en la ventana hay un símbolo que había visto hace unos días. Un yin y yang con calaveras en vez de puntos. Mantén el equilibrio o muere. Al otro lado de la ventana hay una joven sentada con una sonrisa ausente en el rostro. Aunque estoy justamente en su campo visual, no se percata de mi existencia. Es uno de esos pequeños cafés con solo cuatro mesas, repleto de libros y cuadros apretujados en las paredes. La mujer parece disfrutar de su ensoñación, mientras toma alguna bebida caliente pese a las altas temperaturas del verano barcelonés.
Vacilo. Hay algo inusual en ella, pero tiene la mirada de alguien que acaba de pasarse horas meditando. Por alguna oscura razón se me antoja aterradora. Supongo que yo también debo de tener ese aspecto de vez en cuando. Intento dedicar media hora diaria a la meditación. Lo hago en parte para cultivar mi autoconciencia. Pero me queda mucho camino por recorrer.
Hagamos un experimento. Llévate la mano a la espalda y haz un signo de la paz con los dedos. ¿Cómo sabes que tus dedos han hecho lo que les has indicado? Sencillamente lo sabes, ¿verdad? Esto se debe a tu conciencia corporal. Sabes lo que están haciendo las distintas partes de tu cuerpo sin necesidad de verlas. Necesitas constantemente tu conciencia corporal, incluso para realizar acciones simples como andar, agarrar algo o sentarte. La conciencia corporal permite a las personas saludables hacer cosas asombrosas, como tocar un instrumento, bailar, hacer acrobacias o practicar el yoga. Sin embargo, hay personas cuya conciencia corporal se halla fuertemente deteriorada. No saben qué están haciendo las distintas partes de su cuerpo cuando no las ven. Existen casos de individuos así que se despiertan por la noche y se tocan a sí mismos sin querer. Al no saber qué están haciendo las partes de su cuerpo, se confunden a sí mismos con otra persona y empiezan a defenderse de un agresor inexistente, golpeándose.
Algo semejante ocurre con nuestra mente. No tenemos conciencia de lo que esta está haciendo, así que nos golpeamos mentalmente a nosotros mismos. Por eso medito yo, para cobrar conciencia de lo que hace mi mente. Para dejar de golpearme a mí mismo. La vida puede ser mucho mejor con un poco más de conciencia y menos palizas autoinfligidas. Así liberas tiempo y energía para tu familia, tus amigos y las actividades que te reportan felicidad. Y ese es solo el comienzo. Creo que la adquisición de una conciencia plena de la mente es el siguiente paso en la evolución humana.
Siguiendo un impulso espontáneo, entro en el café y me siento a la mesa de la joven, justo enfrente de ella. La miro a los ojos. Una pequeña parte de mí espera hacerla llegar instantáneamente al orgasmo. Tiene los ojos brillantes y cubiertos por unas cejas muy oscuras, y lleva un jersey que probablemente sea una de las mil labores creativas de su abuela muerta hace mucho tiempo. Tiene el pelo teñido de un tono rojizo, que parece contribuir significativamente a la luminosidad de la cafetería.
La joven me devuelve la mirada. No parece sorprendida ni molesta. Agarra lentamente unas gafas enormes de la mesa, mientras mantiene el contacto visual como si le fuera la vida en ello. Con un movimiento cuidadoso, las coloca donde corresponde. A juzgar por el grosor de las lentes, supongo que tiene aproximadamente el mismo nivel de visión que el banquero corporativo medio. Las gafas cubren la mitad de su cara, pero no pueden ocultar la expresión de diversión que aflora cuando me percibe.
—Al principio pensé que se había sentado enfrente de mí un simio gigante con un gusto dudoso en peluquería. ¡Menuda decepción al ver que no eres más que un maldito hippie!
Reprimo un ligero sentimiento de haber sido atrapado. Supongo que parezco en efecto un hippie. Pero no me veo a mí mismo como el estereotípico hippie que se pasa el día holgazaneando, que fuma marihuana y nunca se lava. Valoro la autenticidad, la conexión, el amor y la paz. Puede que sea hippie de corazón y, al parecer, también de aspecto. Pero eso es todo. Nada más.
¿Por qué me estoy justificando? Lo dejo estar. Me siento orgulloso porque funciona. Esta joven inspecciona mi pelo negro y mi barba recortada y oscura. Sé que parezco salvaje y arreglado al mismo tiempo, aunque pueda sonar contradictorio. Es algo deliberado. Pero no se lo digas a nadie.
—Guarda tu decepción para cuando el hippie no te invite a salir. —Actúo como si estuviera ofendido, al tiempo que le hago saber con una sonrisita que soy un tipo genial.
—Por mí está bien. Aunque los simios son más mi tipo. —Disimula una sonrisa—. Pero ese problema se resuelve fácilmente. —Vuelve a quitarse las gafas—. ¡Ahora invítame a salir, simio!
No puedo evitar reírme.
—Estás completamente loca. ¿Cómo te llamas?
—Alice.
—Bob.
—Nos estrechamos la mano como si se tratase de una reunión de trabajo formal.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Soñando con la paz mundial? —Trato de bromear.
—¿La paz mundial? ¡Atente a tu papel, simio! La paz mundial es lo que sueñan los hippies. Tú sueñas con los plátanos. Yo, como una nerd por definición, sueño con la física cuántica.
Alice dice que eso debería resultarle evidente a cualquiera. Menuda puta arrogante, pienso. —Eso es realmente interesante —digo.
En efecto, una parte de mí lo encuentra ciertamente interesante. Es la segunda vez en una semana que la vida me enfrenta a la física cuántica. ¿Se tratará de una señal?
Quizás Alice pueda contarme algo sobre ese asunto del entrelazamiento y sobre ese misterioso gato con el que todo el mundo está tan obsesionado. Tal vez averigüe cómo repetir mi experiencia con Samantha. A una parte de mí le agrada la idea de ser capaz de inducir orgasmos allá donde mire.
—Interesante sí, pero, una vez que entras en la madriguera del conejo de la física cuántica, ya no hay retorno. Jamás. Puede llegar a ser el mejor o el peor día de tu vida.
Su voz suena demasiado profunda para su aspecto. Además, hay algo frío en ella. Pese al calor del verano barcelonés, me estremezco.
—¿Mi peor día porque tengo que escuchar tu voz?
—Posiblemente. A mí me encanta hablar de física cuántica y puede que tú te sientas tan estúpido como pareces.
Me gustan las mujeres ingeniosas. Electrizan la danza sagrada entre las energías masculinas y femeninas.
—Eso está bien. Si me siento estúpido, significa que estoy aprendiendo. Sentirse inteligente es señal de estancamiento, mi querida nerd. —Sonrío.
—Excelente actitud, Bob. ¿Puedo invitarte a una cerveza?
No es una mala idea en un caluroso día de verano.
—Claro que sí.
No estoy seguro de que me guste. Para ser una nerd, es una tía bastante guay, pero también tiene algo que me resulta novedoso. Podría llamarlo energía, pero quizás sería más exacto definirlo como impredecibilidad controlada. Parece saber exactamente lo que dice y por qué lo dice. Pero, a pesar de su seguridad, me cuesta mucho anticipar lo que viene a continuación.
Alice busca al camarero, que está jugando con su teléfono en la esquina opuesta. En este diminuto café, eso significa que solo está a dos metros y probablemente escuche cada palabra que decimos.
—Creo que acabáis de ganar el premio a la pareja más extraña que jamás se ha sentado aquí —dice.
—¡Y tú te estás ganando el premio al camarero más indiscreto del planeta! Quizás podrías distraerte trayéndonos dos cervezas —contesta Alice. Acto seguido me mira—. Es curioso. ¿Por qué los humanos se comportan de manera tan diferente cuando se sienten observados?
¿Por qué preguntará eso?
—Imagino que es porque nos preocupamos por nosotros mismos. Nos vemos y nos juzgamos a través de los ojos de los demás, y nos obsesiona la imagen que creemos que otros podrían tener de nosotros —respondo.
Alice frunce el ceño.
—Eso es estúpido en muchos aspectos.
—Lo es. Pero eso es lo que hacemos. Todos nosotros.
Me pregunto qué piensa Alice de mis intenciones. ¿Creerá que la deseo? Pensamientos identificados. Mantente presente, Bob.
Alice sonríe mientras levanta su cerveza. El tantra no es solo una cuestión de sexo. Consiste en dejarse llevar, aceptar lo que hay y permitir que sucedan las cosas. De todos modos, no hay forma de controlar esta interacción.
—¡De acuerdo, comencemos! ¿Estás seguro de que quieres que te hable de la física cuántica?
—Por supuesto —digo, pensando en mi perspectiva sobre la vida—. ¿No va todo sobre vibraciones? Todo es energía, ¿verdad?
Alice me mira como si acabara de decirle que la Tierra era plana.
—Eso es cierto. Todo es energía. Pero si no eres capaz de decir de qué clase de energía estás hablando, eso no significa nada. Es como si no dijeras nada en absoluto —dice bruscamente—. En la ciencia existen muchas clases diferentes de energía y cada una de ellas se define con precisión.
Obviamente he activado un punto sensible en ella. Pero aprecio su franqueza. Prefiero eso a las personas que me sonríen y asienten con la cabeza, mientras piensan para sus adentros que soy idiota.
—¿Piensas que solo la ciencia puede explicar el mundo? —le pregunto intentando provocarla.
—Sí, creo que todas las buenas explicaciones son científicas.
Malditos científicos arrogantes.
—¿Esa afirmación que acabas de hacer es acaso una consecuencia de la ciencia?
Alice se reclina despacio; creo que siente que estoy tramando algo.
—No, supongo que no.
—Entonces, de acuerdo consigo misma, no puede ser verdadera. La teoría de que todas las explicaciones buenas son científicas se refuta a sí misma porque ella misma no proviene de la ciencia.
¡Bam! Sé que la he pillado. Incluso las clases de filosofía que suspendí dan sus frutos algunas veces. Alice negará que tenga razón, pero estoy degustando el dulce sabor de la victoria.
Alice bebe un trago de su cerveza y frunce mucho el ceño. Luego me mira sorprendida.
—Tienes razón. Ciertamente se descarta a sí misma. De ello se sigue que puede haber buenas explicaciones más allá de la ciencia. Gracias por actualizar mi mapa de la realidad.
No me esperaba eso. Estoy impresionado por la respuesta tan racional de Alice a un buen argumento. No se lo toma como algo personal ni tampoco parece tener ningún problema en admitir que estaba equivocada. Eso me gusta.
—Nunca lo había pensado de esa forma —su voz suena más cálida—, y siento un mayor respeto hacia los hippies. Y probablemente hacia los monos.
¡Sí! Realmente me desagrada la idea de que la ciencia lo sepa todo.
—He experimentado algunas cosas extrañas en mi vida —le digo—. Cosas que no puedo explicar en absoluto con la ciencia. Y, si quiero hablar de ellas, simplemente utilizo la palabra energía. Es verdad que no sé lo que significa exactamente, pero me da igual que vosotros los nerds no queráis compartir la palabra. Yo no necesito demostrar nada. A mí me basta con creerlo. No tengo que justificarme ante nadie.
—Lo comprendo. No obstante, a mí me suena a justificación.
Maldita sea, tiene razón. Eso es precisamente lo que estoy haciendo. Pero ¿por qué? Porque tengo mis dudas. Una parte de mí quiere creer que los yoguis pueden volar. Que existe la telepatía. Que los humanos podemos vivir solo de la luz. Que soy capaz de inducir orgasmos con mi mirada. Pero tal vez mi mente me esté engañando. Es experta en hacerlo.
—De acuerdo, tal vez tengas razón. ¿Entonces la física cuántica es algo más que vibraciones? Tendrás que explicarme cómo funciona.
—Será un placer. ¿Te has preguntado alguna vez qué es en esencia un átomo, qué es la luz o cómo hablan los átomos entre ellos?
¿Los átomos hablan entre ellos?