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Esta obra constituye una ocasión de resignificar la gestión de aulas, instituciones y territorios educativos. A través de distintos aportes y reflexiones, los autores nos invitan a reconocer las oportunidades como posibilidades de mejora. Desde esa perspectiva diferente, analizan diversas escenas escolares y las desarrollan en ejes tales como: los actores de la comunidad educativa, la formación y sostenimiento de equipos de trabajo, la centralidad de la enseñanza, el abordaje de la dimensión normativa como parte de los conocimientos sustantivos y el aprovechamiento de la información institucional de estudiantes y educadores. A la vez, elaboran ideas que permiten reconocer circunstancias problemáticas; plantean las previsiones a adoptar para evitar situaciones conflictivas y caracterizan distintas propuestas de intervención. Recorrer las páginas de este libro representa una oportunidad en sí misma que induce a repensar las prácticas situadas de educadores, directivos y supervisores.
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Seitenzahl: 311
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Néstor Zorzoli, Sandra Sánchez, Ruth Harf y Delia Azzerboni
GESTIONAR DESDE LAS OPORTUNIDADES
Nuevos desafíos para la mejora institucional
Néstor Zorzoli
Gestionar desde las oportunidades : nuevos desafíos para la mejora institucional / Néstor Zorzoli ... [et al.]. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2024.
(Noveduc Gestión)
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-631-6603-07-4
1. Gestión Educacional. 2. Planificación. 3. Pedagogía. I. Zorzoli, Néstor
CDD 371.2001
Corrección de estilo: Liliana Szwarcer
Diseño de cubierta: Pablo Gastón Taborda
Diagramación de interior: Ana Lía Dellacasa
Diseño de diagrama: Ana Lía Dellacasa
Ilustración de cubierta:es.123rf.com
Coordinación del video: Mirta Goldberg
Edición del video: Karen Poch
Los editores adhieren al enfoque que sostiene la necesidad de revisar y ajustar el lenguaje para evitar un uso sexista que invisibiliza tanto a las mujeres como a otros géneros. No obstante, a los fines de hacer más amable la lectura, dejan constancia de que, hasta encontrar una forma más satisfactoria, utilizarán el masculino para los plurales y para generalizar profesiones y ocupaciones, así como en todo otro caso que el texto lo requiera.
Las referencias digitales de las citas bibliográficas se encuentran vigentes al momento de la publicación del libro. La editorial no se responsabiliza por los eventuales cambios producidos con posterioridad por los responsables de los respectivos sitios y plataformas.
1º edición, abril de 2024
Edición en formato digital: mayo de 2024
Noveduc libros
© Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico S.R.L.
Av. Corrientes 4345 (C1195AAC) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 5278-2200
E-mail: [email protected]
ISBN 978-631-6603-07-4
Conversión a formato digital: Numerikes
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
DELIA ROSA AZZERBONI. Licenciada en Psicología (UBA). Profesora de Educación Inicial, con diploma superior en Ciencias Sociales y mención en Gestión Educativa (FLACSO). Cursó la Maestría en Psicología Cognitiva (FLACSO), además de numerosos cursos de posgrado. Actualmente trabaja como capacitadora y disertante a nivel nacional e internacional, y como consultora en Educación. Se desempeñó como directora del área de Educación Inicial (CABA), como rectora del Instituto Sara C. de Eccleston y como investigadora y capacitadora. Fue profesora de numerosas cátedras en Institutos de Formación Docente y jurado para la selección de directivos. Fue consultora para la elaboración de proyectos de mejora institucional, y para la definición de planes y programas de estudio. Es autora y coautora de numerosas publicaciones vinculadas con educación inicial, gestión institucional y educación en general.
RUTH HARF. Maestra Normal Nacional. Profesora Normal Nacional de Jardín de Infantes. Lic. y profesora en Cs. de la Educación y Psicología (UBA). Profesora de Expresión Corporal. Posgrados en Teoría y técnica psicopedagógica y Rol directivo en instituciones educativas. Fue profesora (UBA y otras universidades y profesorados), coordinadora del Equipo de Capacitación en Servicio para Directivos en la Escuela de Maestros (ex CEPA). Integró la comisión de elaboración de la Carrera de Formación Directiva para futuros directivos de todos los niveles en la Escuela de Maestros (ex CEPA), CABA. Es directora del Centro de Formación Constructivista, profesora de diplomaturas y posgrados (Fundación de Sociedades Complejas, 12ntes y universidades nacionales e internacionales), y autora y coautora de numerosos libros y artículos sobre temáticas educativas.
SANDRA SÁNCHEZ. Licenciada en Calidad de la Gestión Educativa (USAL). Profesora de enseñanza primaria. Maestra especializada en la enseñanza de adolescentes y adultos. Abogada (Universidad Siglo XXI). Ha escrito en coautoría los libros Cómo concursar cargos directivos y de supervisión; Gestión de una articulación educativa sustentable; Didáctica de la gestión-conducción; Gestión de la evaluación integral; Gestionar desde las diversidades en aulas, instituciones y territorios y Proyecto Educativo de Supervisión (Noveduc). Posee una extensa trayectoria en gestión educativa, desde el desempeño en cargo de Inspectora de Enseñanza (Educación Primaria) en la provincia de Buenos Aires, y es codirectora de la Consultora Integral de Gestión Educativa. Publicó diversos artículos acerca de la gestión educativa. Ha participado como conferencista en numerosos congresos y dictado talleres y seminarios en distintas provincias de Argentina.
NÉSTOR ZORZOLI. Profesor de Química (UBA). Profesor en Docencia Superior (UTN). Magíster en Educación en Ciencias (Universidad Nacional del Comahue) con un posgrado en Planificación y Formulación de Políticas Educativas (IIPE-UNESCO). Ha escrito en coautoría los libros Cómo concursar cargos directivos y de supervisión; Gestión de una articulación educativa sustentable; Didáctica de la gestión-conducción; Gestión de la evaluación integral; Gestionar desde las diversidades en aulas, instituciones y territorios y Proyecto Educativo de Supervisión (Noveduc). Posee una extensa trayectoria en gestión educativa, desde el desempeño en cargo de Inspector de Enseñanza (Educación Secundaria) en la provincia de Buenos Aires, y es codirector de la Consultora Integral de Gestión Educativa. Publicó diversos artículos acerca de la gestión educativa. Ha participado como conferencista en numerosos congresos y dictado talleres y seminarios en distintas provincias de Argentina.
Empecemos por señalar que Gestionar desde las oportunidades es una creación fiel a sí misma, congruente con lo que propone: su publicación tiene lugar en un contexto oportuno, que podríamos caracterizar como un momento –o, quizás, una época– de crisis, sin ahondar mucho más en esto, ya que es lo que hacen, entre muchas otras cosas, los autores a lo largo del libro.
Es que esta obra misma es una oportunidad para descubrir en nosotros, los lectores, las ocasiones para el aprendizaje, la mejora y el crecimiento que residen en nuestro interior, en nuestros compañeros, en nuestros alumnos, en nuestras escuelas, en nuestras comunidades.
Desde el inicio, en el Capítulo 1, se adelanta que se desarrollarán el “qué”, el “cómo”, el “cuándo” y el “con quiénes” de la práctica docente en toda su amplitud de espacios, tiempos, factores y dimensiones.
Nos parece relevante destacar el “con quiénes”, desarrollado con detalle en el Capítulo 3 – “Los equipos de trabajo como oportunidad” –, porque seguramente esta ha sido siempre una de las cuestiones más complejas de la gestión del aula, de la institución… y de la vida, ¿no? Pero que en la actualidad se ha vuelto sin duda más difícil aún, porque solemos ensimismarnos en las redes digitales, dedicados a los temas que preferimos (que rápidamente detectan los sistemas) junto con las otras personas que también tienen nuestras mismas preferencias, desarrollando en nosotros el dogmatismo de no movernos de nuestro tipo música, de nuestro género de ficción, de nuestro centro de interés informativo, de nuestro deporte, intercambiando solamente con los otros que comparten nuestros gustos. Así generamos el implícito autoritarismo de no explorar otros campos, otros mundos, otras opiniones, otros “otros”.
En ese capítulo, se encaran con amplitud y profundidad, justamente, las dificultades del trabajo con los demás, la relación dialéctica (plena de tensiones) entre las dimensiones personales y las del ejercicio del rol correspondiente (ese dilema dramático para el que enseña o gestiona la institución, que lo hace como persona –y está bien que así sea– y la necesariedad de mantener a raya esa dimensión personal, para no confundirla con la tarea profesional), la influencia de los contextos institucionales presentes e históricos, las posibilidades y los inconvenientes del análisis del propio desarrollo, cómo se aprende y cómo se enseña a trabajar en equipo, y el papel de las miradas externas –por ejemplo, las de directivos, supervisores y asesores–.
Otra característica a destacar (que resulta muy cara para quien esto escribe) es que la obra dedica más de veinte páginas a “La centralidad de la enseñanza…” en el Capítulo 5, en un libro que analiza la integralidad de la escuela.
Rescatar y focalizar en la enseñanza (y en el aprendizaje, obviamente) es un acierto que estaba resultando necesario en la bibliografía de las últimas décadas dedicada a cuestiones de gestión, porque creemos que ahí reside la razón de existir de las escuelas, instituciones que las sociedades fueron creando, esencialmente, para la formación de los jóvenes. Este es el sentido de su tarea: los estudiantes son el valor a cuidar; ahí, en ellos, está su razón de ser. Hemos sido designados para que ellos aprendan y, por lo tanto –perdón por destacar lo que parecería evidente–, nuestra tarea esencial es enseñar.
En el mencionado capítulo se avanza en la revisión de los conceptos de enseñanza y de aprendizaje, la relación tensionada entre las teorías del aprendizaje y la práctica concreta en el aula, el concepto de estrategia y el complejo sistema de dimensiones y conceptos que enmarcan su construcción y desarrollo, los condicionamientos institucionales en las propuestas didácticas y el papel del pensamiento divergente.
Que los autores, en tiempos de puro presente, de elástica flexibilidad de las reglas, del “todo pasa”, del “arreglate como puedas”, del desamparo, del “avanza sin mirar a los costados” como los equinos con anteojeras, de los cuestionamientos a toda autoridad, del “sé igual” de Minguito Tinguitela dediquen un capítulo a la normatividad, es, en principio, agradablemente sorprendente, por lo que las normas brindan a la vida de las instituciones, por lo que ofrecen como soporte, de sostén, de sano marco que suele decir “es por acá”: “Si vas por acá podemos cuidarte para que logres crecer”.
Pero que además propongan que veamos que en la normatividad misma (Capítulo 4) se encuentran oportunidades para crecer, para cambiar, para innovar, es infrecuente en la bibliografía y en los discursos actuales. Y es sustantivo, pertinente y necesario.
También resulta llamativo el rescate de la riqueza de los legajos (Capítulo 6), fuente de oportunidades para encontrar allí pistas para la mejora de los estudiantes y para la pertinencia de nuestro trabajo en función de cada trayectoria escolar, pero tan desvalorizados por burocráticos y anacrónicos. Perdón por la insistencia en la cuestión, pero señalar la importancia de “lo que ocurrió antes” en tiempos de puro presente y extrema fugacidad, es advertir –y nunca será suficiente– que “El presente está en la barriga del pasado”, como señala Agustín Cuzzani en Los indios estaban cabreros.
No es menos importante la trascendencia que los autores otorgan a los problemas como fuente de oportunidades para aprender. En realidad, ellos son la principal ocasión para crecer y mejorar, innovar y sostenerse en la acción, soñar y realizar.
Recordamos a un colega director que nos decía: “Estoy agobiado, me paso el año resolviendo problemas”. Bueno, de eso se trata: de encararlos, de meterse en ellos, de trabajarlos, de surfearlos, pero también de bucearlos, de nadarlos y de salir flotando entre sueños, entre olas, mucha agua y personas con salvavidas que estarán junto a nosotros. “La oportunidad de nadar en el peligro de un posible naufragio”, dirían nuestros autores.
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En cada una de sus obras anteriores, siempre nos ha sorprendido la capacidad de estos colegas para abarcar un espectro amplísimo de temas y de desarrollarlos en detalle y con profundidad, sin perder unidad y organicidad, sin agobiar.
Ocurre lo mismo en este caso. Sin abrumar y sin confundir –a pesar de la enorme cantidad de relevante e indispensable información que se presenta, quizás porque el lenguaje que han usado es impecable desde lo sintáctico, claro y simple para expresar la complejidad sin “gambetearla”– nos proponen una lectura fluida, porque el texto está escrito en estilo fluido, propio de quien “sabe”, de quien “haciendo, aprendió que supo” (Marianne Gouirich en su novela De dónde viene la costumbre), de quien ha hecho de la comunicación una parte esencial de su oficio de enseñar y de gestionar.
Además, estos autores escriben pensando en sus lectores (tanto como los buenos maestros enseñan pensando en sus estudiantes); usan el lenguaje que los docentes conocen; saben de sus capacidades, de sus miedos, de sus prevenciones, de sus resistencias, de sus potencialidades, de sus ganas, de sus contextos difíciles, de sus ideales, de sus deseos. Por ese motivo, lectores, ustedes se reconocerán en estas líneas y verán reflejadas en ellas sus aulas, sus escuelas, sus compañeros, sus autoridades y las oportunidades que allí residen.
Entonces –parafraseando a los autores– podrán dialogar con este libro y será una oportunidad, no solo por lo que es en sí mismo sino, y sobre todo, por la significatividad que ustedes están en condiciones de otorgarle.
Siguiendo con la irrespetuosa actitud de parafrasear, ahora con Murakami:
Cuando termines este libro
Ni siquiera sabrás si se acabó de verdad.
Pero en un punto no hay duda.
Y es que tú, ya fuera de este ventarrón,
no serás el mismo que entró en él.
De eso se trata esta obra.
Jorge Fasce
Maestro. Director de escuelas. Especialista en evaluación y en gestión institucional.
Capítulo 1
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.
Víctor Hugo
Este texto busca plantear una serie de reflexiones y propuestas en torno a la gestión de clases en aulas, instituciones y territorios educativos, tomando como eje vertebrador la idea de prácticas oportunas (y también inoportunas…). Este eje fue definido por considerar que tener sentido de la oportunidad resulta fundamental en el “saber hacer” que todo educador desarrolla como parte de su práctica y su trayectoria. Un “saber hacer” que implica un profundo conocimiento pedagógico y una adecuada fundamentación teórica, así como también un análisis situado, una lectura pertinente de entornos, actores, recursos y posibilidades, para que las decisiones pedagógicas asumidas devengan el mejor camino posible para conseguir los propósitos planteados.
Según la Real Academia Española (RAE), la “oportunidad” es el momento cierto, exacto, para realizar o conseguir algo. Etimológicamente, es una palabra proveniente del latín: opportunitas formada por op (antes) y portus (puerto), es decir “delante del puerto” (“al llegar al puerto”) y es una frase que explica las diversas opciones de actividades que tiene un navegante al llegar a un puerto seguro, para aprovechar ese tiempo de forma productiva antes de volver a partir al mar, por un lapso que quizá sea largo. Hace referencia a lo conveniente de considerar el contexto y a la confluencia de un espacio y un período temporal apropiados para obtener provecho o cumplir un objetivo.
La RAE define “oportuno” como aquello “que sucede o se realiza en unas circunstancias o un momento bueno para producir el efecto deseado”.
En consecuencia, estas variables de intervención nos llevan a realizar algunos cuestionamientos, a efectuar diversos planteos desde una perspectiva pedagógica y educativa.
QUÉ. Evaluar qué hacer desde la práctica docente parece ser una verdad de Perogrullo, pero si tenemos en cuenta lo que en otras producciones consideramos como “pedagogía de las obviedades” (Sánchez y Zorzoli, 2023), resaltar y poner sobre la mesa de análisis a esta variable nos lleva a pensar que, independientemente del rol que desempeñe cada docente/educador, la centralidad del mismo es la enseñanza (en todas y cada una de sus formas y alcances). El qué, en consecuencia, nos remite a las acciones oportunas.
CÓMO. Si seguimos esta línea de análisis, mencionar o quedarnos en los “qué” sin tomar en consideración los “cómo” nos llevaría a una postura externa, cercana al señalamiento y el control de las acciones. Pensar los “cómo” nos compromete a considerar posibles caminos, contextos, posibilidades reales y situadas, es decir, a desarrollar el pensamiento estratégico en la gestión de clases, instituciones y/o territorios. Trabajar los “cómo” nos remite a las estrategias, las metodologías y los modos “oportunos” para las diversas situaciones educativas.
PARA QUÉ. Definir claramente los propósitos de todas y cada una de las intervenciones resulta indispensable para desarrollar (es decir, para pensar y llevar a cabo) una planificación estratégica que permita alcanzar los resultados deseados, teniendo en cuenta lo situacional. Cada uno de esos propósitos subsidiarios necesariamente se centra y enfoca en uno esencial: que cada estudiante pueda construir los aprendizajes necesarios, teniendo en cuenta la diversidad de sus trayectorias y sus particularidades, de modo de garantizar su derecho a la educación. Desde ese encuadre, docentes, directivos y supervisores llevarán a cabo sus tareas para ir definiendo los micropropósitos que aportarán a ese macropropósito establecido desde los lineamientos pedagógico-didácticos, los marcos legales y las concepciones vigentes de hombre, sociedad y derechos humanos.
CUÁNDO. Cualquier tipo de análisis acerca de las prácticas docentes debe considerar la dimensión temporal, sobre todo si se toma como eje para efectuarlo el sentido de la oportunidad, ya que –como hemos señalado al hacer referencia a los aspectos epistemológicos– esta también se vincula con momentos más o menos adecuados. Muchas intervenciones no alcanzan el objetivo esperado, aunque las acciones y/o estrategias hayan sido adecuadas, porque han resultado (por algún motivo que intentaremos desentrañar en el texto) claramente inoportunas. Reiteramos aquí la línea conductora de este libro: ¿oportuno o inoportuno?
CON QUÉ. El análisis de contextos requiere considerar la diversidad de recursos reales, posibles, con los que se cuenta para el desarrollo de la tarea. Esto torna efectivas y oportunas las distintas decisiones pedagógicas, pero no significa dejar de bregar por alcanzar más y mejores recursos (hablamos desde la perspectiva de derechos) ni resultar aplastados por la resignación. También analizaremos si una práctica atenta contra el derecho a la educación, cuándo puede ser perjudicial y si justificamos las carencias y las empelamos como excusa para la no práctica.
CON QUIÉNES. Resignificar la tarea docente nos llevará a alejarnos de algunas prácticas instituidas centradas en el aislamiento y el celularismo. Cada vez es más evidente que en el trabajo de y desde la diversidad de trayectorias (de estudiantes y docentes) que se entraman en diversidad de instituciones y territorios, las miradas colectivas, complementarias, solidarias incrementan los resultados positivos, la eficacia y la eficiencia. Por este motivo, creemos que el análisis de la conformación, funcionamiento y evaluación de los múltiples equipos de trabajo que habitan las instituciones educativas constituye un eje esencial de las prácticas oportunas. Las intervenciones inoportunas en la gestión de equipos que promueven algunos miembros solo los transforma en agentes obstaculizadores que llevan a que la respuesta inmediata sea volver a la individualidad.
Retomemos nuestro análisis inicial; luego de la mirada desde lo etimológico, extendamos nuestro análisis apelando a algunos sinónimos de “oportunidad”, como por ejemplo ocasión, congruencia, conformidad, circunstancia.
La palabra “ocasión” es de origen latino: occasio. Ocasión es la oportunidad o comodidad de tiempo o lugar que se ofrece para ejecutar o conseguir algo, es decir, es la circunstancia favorable para lograr las metas que el sujeto desea. Decimos, por ejemplo: “Esta es la ocasión perfecta para invertir el dinero en un terreno”.
El término “ocasión” es uno de los sinónimos de “oportunidad”. Es la circunstancia, condición o situación conveniente para alcanzar un propósito; el momento en que las circunstancias están a favor de la persona y entonces es recomendable tomarlas en cuenta, aprovecharlas.
También la mitología se ha ocupado de este tema, así como lo ha hecho con todos los aspectos importantes de la vida del hombre. “El mito es cualquier relato o historia en la que son protagonistas dioses o héroes, pertenecientes en general al acervo religioso de los pueblos” (Cardona, 2011). Sin embargo, el mito es más que un mero relato: es un hecho que construye realidades y brinda una explicación del mundo y la vida, a la vez que contribuye a establecer identidades sociales y psicológicas.
En el panteón griego había un lugar reservado a la diosa Ocasión, conocida también como Oportunidad. Se la representaba como una mujer de hermosa y larga cabellera que le cubría el rostro, pero calva por detrás. Por lo general, estaba dotada de alas en los talones y espalda, y sostenía un cuchillo en su mano derecha; casi siempre estaba de pie, sobre una rueda en permanente movimiento. De esta manera la esculpió Fidias, el artista griego. La diosa corporizaba las buenas ocasiones y señalaba el riesgo de perderlas, ya que, si pasaba, lo haría rápidamente y no se la podría asir siquiera por los cabellos, ausentes en la nuca. El cuchillo en su mano expresaba que aquel a quien ella tocara podría cortar toda atadura que lo sujetara para lograr de ese modo aprovechar la oportunidad que le brindaba la diosa.
En la mitología griega, Kairós es el dios de la oportunidad. Habitualmente es considerado el hijo divino más joven de Zeus, pero se desconoce su madre o descendencia. Kairós trae las cosas en el momento adecuado de la manera más conveniente, incluso si se trata del último segundo. Cuando aparece la oportunidad, se vuelve imparable y ese instante es tan poderoso que ni siquiera el más fuerte de los dioses puede detenerlo. Al ser el hijo menor de Zeus, Kairós es nieto de Cronos; habría vivido cuando este ya no reinaba. Por lo tanto, él es el heredero del tiempo. Cronos representaba el tiempo lineal, que se mide con el reloj. Kairós es el momento justo, no el cuantitativo sino el cualitativo, el de la ocasión, la experiencia del momento oportuno.
En la vida cotidiana, son numerosos los ejemplos en los que se emplean estos términos. En el ámbito empresarial, suele hablarse de “oportunidad de negocios”; en el deporte –específicamente en el fútbol– los aficionados señalan las “ocasiones de gol”, en referencia a la cantidad de chances concretas que tuvieron de anotarlos el jugador o el equipo. Por otro lado, existe la expresión “de ocasión”, aplicada a los productos que se ofrecen rebajados, a un valor inferior al verdadero o habitual.
Podemos agregar significados propios, que no siempre figuran en diccionarios o textos académicos. Desde una mirada más personal, cabe decir que una situación representa una oportunidad de acuerdo al significado que cada persona le otorgue, en función de su propia historia y concepciones.
Si tomamos el ejemplo de la pandemia, ella en sí misma fue un hecho temido y trágico, y es difícil denominarlo “oportunidad”. Pero también es verdad que puso en juego una gran cantidad de estrategias de comportamiento no habituales, especialmente en el ámbito educativo, y que fueron justamente ellas, implementadas ante una situación no esperada ni deseada, las que la constituyeron en una oportunidad. ¿Oportunidad de qué? De analizar la pertinencia de las modalidades existentes hasta el momento en nuestras instituciones educativas, poco cuestionadas o tan fuertemente instituidas que se sostuvieron a pesar de las controversias, tomadas como un hecho no solo necesario sino natural e intrínseco al fenómeno educativo. Hacemos referencia, por ejemplo, a variables esenciales: tiempos, espacios, agrupamientos, uso de recursos, modalidades comunicativas, y otras que iremos desarrollando en el texto desde la perspectiva de la gestión de y desde las oportunidades.
Es por eso que en este libro nos preguntaremos y pondremos en tensión cómo podemos resignificar ciertas situaciones –ya presentes o a incorporar a la cotidianidad–, y entenderlas como una oportunidad. Esto incluye a la oportunidad de aquellos momentos y escenas que irrumpen, pasibles de considerarse como brechas o intersticios que dan lugar a nuevos fenómenos, no siempre producidos por reformas de diversas políticas educativas, que terminan implosionando como resultado de las dinámicas propias de las realidades educativas muchas veces catalogadas bajo el eufemismo de “emergentes”, como si ese término fuese negativo o superficial.
¿Pueden entenderse estos emergentes como oportunidades?¿En qué circunstancias?¿En qué contextos?¿Cómo pueden transformarse en cuestiones instituyentes?
Veremos, entre otros aspectos, el rol definitorio de los sujetos en educación. También observaremos cómo estos actores, ante una situación determinada, se posicionan para permitir que la misma se transforme en una oportunidad (oportunidad de replanteos, de nuevas miradas, etcétera). Es necesario considerar el modo en que los sujetos, de manera colectiva o individual, deciden abordar esta situación: si la niegan, la ignoran, la temen; si asumen el desafío del cambio, la innovación y la mejora, o si se realiza un análisis crítico que permita aprovechar los aspectos instituidos positivos y resignificar los que demanden revisiones con fines superadores.
En distintos ámbitos, es frecuente observar que se produce una postura dicotómica que considera “oportunidad” y “riesgo”. En este sentido, se le otorga al término “oportunidad” un carácter positivo, afirmativo, con compromiso de todos los involucrados, tanto a nivel personal como institucional y colectivo. En cambio, al término “riesgo” se le asigna un cierto matiz negativo, que pone el acento en los peligros que puede conllevar un proceso de cambio. Desde esta perspectiva, podría decirse que toda situación es evaluable como oportunidad o como riesgo, dependiendo de hechos contextuales y coyunturales de todo tipo, además de considerar los rasgos personales de quienes las abordan. Sin embargo, puede resultar potenciador no considerar estos dos términos como dicotómicos sino como complementarios, al analizar las situaciones que se presentan como riesgos (a evitar) y/o como oportunidades (a aprovechar). Y si a esto le agregamos la idea de que una oportunidad puede constituir un desafío, estamos incluyendo un aspecto motivacional capaz de empujar hacia la acción nueva o la acción renovada y resignificada.
Las oportunidades pueden ser aquellas situaciones en las que podemos aprender o desaprender algo; las que nos hacen rever lo hecho, pensado y sentido; las que nos permiten percibir pequeños destalles sutiles que no se habían registrado y que pueden conducirnos a adoptar nuevas decisiones de vida. Estos ejemplos de la vida individual pueden reflejarse también en la vida áulica, institucional y territorial, en tanto quienes configuran esas circunstancias son las personas que le dan vida colectiva.
Pero las oportunidades no se presentan tan solo en situaciones inesperadas.
¿Cómo desarrollar la mirada, cómo hacer lecturas significativas para apreciar y descubrir aquellas situaciones que, de manera intencional, pueden transformarse en oportunidades?
Nuestra experiencia nos muestra que existen estilos de acción caracterizados por la “espera” de que algo suceda. Otros estilos se caracterizan por “seguir” la oportunidad ofrecida o generada por otros. Y también existen los estilos de acción de quienes emprenden y provocan las oportunidades. En este sentido, desplegamos las preguntas orientadoras que retomaremos a lo largo del libro:
Preguntas orientadoras
¿Cuáles son las actitudes, los procesos de pensamiento, las estrategias a las que apelan quienes buscan detectar, crear y alentar oportunidades?¿Cuáles son las situaciones que, entendidas como oportunidad, pueden generar la mejora institucional, la transformación de las prácticas? ¿Cómo actuar ante ellas?¿Qué prácticas de cada institución pueden ser encaradas como oportunidad para que los educadores enseñen mejor, para que los estudiantes aprendan con placer y significativamente, para que los directivos gobiernen mejor las instituciones educativas (Azzerboni y Harf, 2023) y acompañen procesos beneficiosos para todos?¿Es posible pensar la oportunidad como estrategia enriquecedora?
Una y otra vez, en vueltas espiraladas, centrípetas y centrífugas, caminaremos en torno a un concepto que estructura y desafía: la oportunidad. Oportunidad para rever y analizar lo hecho, dicho y pensado hasta el momento; oportunidad para dejar atrás o actualizar concepciones, enfoques, paradigmas, estilos que ya no resultan conducentes; oportunidad para generar posibilidades y abrir nuevos caminos; oportunidad para reafirmar lo recorrido hasta el momento; oportunidad para encontrarse/nos con autores aparentemente antiguos y “perimidos” y asombrarse/nos con su pertinencia en la actualidad o la posibilidad de resignificarlos.
Queridos optimista, pesimista y realista: mientras vosotros discutíais sobre el vaso de agua, yo ya me lo bebí. Sinceramente, oportunista.
Lori Greiner
La frase que encabeza este apartado es muy popular en el ámbito empresarial, pero se aleja de las prácticas habituales en el espacio educativo, puesto que, por lo general, los educadores no “se beben el agua”, sino que adoptan decisiones para ir “llenando el vaso”. Pero… ¿por qué no esperar y tomar el vaso, considerando lo valioso que puede ser lo disruptivo?
En este sentido, será necesario reflexionar sobre las escenas pedagógicas que constituyen una oportunidad para la enseñanza y el aprendizaje (considerando las mejores prácticas que permitan “alcanzar el vaso lleno”), y aquellas que bajo determinadas condiciones resultan inoportunas, dejando nuevamente señalado que, para el despliegue de estos procesos, “lo inoportuno” puede ser “oportuno” en otro tiempo o espacio. Por ejemplo, si un equipo directivo se ha propuesto mejorar las prácticas de planificación de los docentes, prevé en su agenda los momentos para el encuentro con ellos, a fin de entrar en diálogo con sus planificaciones. Para ello, toma previsiones con la finalidad de que esas reuniones sean fructíferas: llevará preparadas una serie de preguntas que permitan interpelar los propósitos de cada propuesta, su relación con las actividades que se desplegarán para lograrlos, las mediaciones didácticas pensadas para cada grupo y subgrupo de estudiantes, las preguntas y las problematizaciones, etcétera.
Es así como esta intervención es considerada una buena ocasión para la reflexión acerca de las prácticas pedagógicas a través de la planificación. Ahora bien, si dada la vorágine de la semana –algo habitual en toda institución educativa– el directivo decide encontrarse con uno de los docentes en el pasillo, cuando este finaliza su clase, enunciarle una serie de aspectos que debería mejorar de su propuesta y entregarle la planificación didáctica con una serie de comentarios –o, mejor dicho, correcciones–, podemos ubicar su intervención dentro de las inoportunas. Entonces, lo inoportuno –nuevamente, remarcando su variable temporal– se asocia al hecho de terminar rápidamente con esa tarea para poder abordar otra que está a la espera, ya que la justificación de una decisión de este tipo casi siempre viene asociada a las innumerables intervenciones que los equipos de gestión deben enfrentar día a día (un hecho totalmente cierto e indiscutible). Esa es la razón que se esconde tras la brevedad y la prisa del asesoramiento; aunque el directivo se diga que en algún momento lo retomará, es difícil que eso suceda. Estos ritmos acelerados y fugaces de las intervenciones favorecen una suerte de pseudooportunidad, puesto que no se piensa en las consecuencias de las mismas, sino en que la acción ha sido ejecutada prestamente. Como consecuencia de esto, ese momento pedagógico aporta beneficios evanescentes, que caen en saco roto.
El cortoplacismo oportunista es casi siempre inoportuno, pues solo mide la oportunidad en función de momentos puntuales, en lo fugaz y con la mirada limitada al evento, más que al aprendizaje y la transformación que ese encuentro compartido pueda provocar en todos (supervisores-supervisados, asesores-asesorados). Una vez dicho esto, no podemos dejar de lado la realidad institucional, en la que casi siempre se observa la ausencia o limitación de espacios y tiempos previstos para el asesoramiento y acompañamiento a los educadores.
Idénticas acciones pueden evidenciarse en distintas situaciones áulicas. Por ejemplo, cuando estudiante efectúa una consulta que denota falta de comprensión/aprendizaje real y se le brinda una réplica para que, a modo de solución inmediata, resuelva una consigna. (“¿La respuesta es el primer párrafo?”, “¿El problema es de multiplicar?”, “¿Va con acento?”). No aprovechar la información que subyace en la pregunta para tener la oportunidad de centrar la práctica en la enseñanza implica seguir adelante sin avanzar realmente: otra vez se impone el cortoplacismo oportunista. No hubo reflexión, análisis, pensamiento crítico ni tampoco una retroalimentación enriquecedora.
Sin embargo, muchos docentes y directivos traen consigo el don (la cualidad) de la oportunidad; quienes no la tienen, pueden construirla, porque todo se aprende. Ese don requiere previsión, para que, en determinado espacio, tiempo y forma se logre una mejora de lo analizado. Y también demanda la posesión de una cualidad indispensable en quienes intervienen desde las oportunidades: la paciencia. Entonces, será necesario esperar el momento adecuado o, mejor aún, trabajar para construirlo. Planificación, mirada atenta a los procesos, flexibilidad y paciencia son pilares fundamentales para reconfigurar prácticas que permitan desarrollar y/o fortalecer esta habilidad en quienes lo necesiten. Estas bases pueden constituir objetos de reflexión y enseñanza en instituciones y territorios para quienes, desde la gestión, ejercen la práctica directiva y supervisiva.
Tener el don, la habilidad de la oportunidad, nada tiene que ver con ser oportunista, es decir, con aprovechar las circunstancias incluso a costa de otro. El oportunismo es una actitud de un individuo que no piensa en el colectivo, sino en sí mismo y consiste en sacar máxima ventaja de situación, en obtener el mayor beneficio propio posible, aun en perjuicio de alguien. Encontramos rasgos oportunistas en educación en docentes que trabajan desde el celularismo, pensando solo en el “éxito” de su propia tarea, sin prestar atención al trabajo de sus colegas; ese “éxito” no siempre implica que los estudiantes realmente hayan aprendido.
Analicemos esta escena: un directivo se vale de su cargo para encargar al vicedirector/a las intervenciones situadas de una serie de cursos, alegando que “no se siente seguro en esas prácticas”, pues siempre dio clases en segundo año. De este modo se vale de la trayectoria del otro para lograr el despliegue del proyecto educativo de supervisión/asesoramiento, en lugar de emprender esta tarea de manera colegiada, compartida, que le aportaría seguir aprendiendo, seguir profesionalizándose, para desplegar mejor su rol de enseñante.
En definitiva, las prácticas oportunistas (o de personas oportunistas) limitan la enseñanza y el aprendizaje, al transformar la oportunidad en un vehículo para el propio beneficio y olvidar su sentido real, que comprende a todos los actores institucionales.