Ghatgrè el arcángel - ViGaMay - E-Book

Ghatgrè el arcángel E-Book

ViGaMay

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Beschreibung

Brayan Barrie (11) y Annabel Martin (11) son dirigidos subrepticiamente, por la magia de un ser feérico (Andìomor), hacia un mundo (Draupnir) que está bajo el dominio de un despiadado monstruo (Werkaer). Allí, Andìomor les explica que ellos constituyen las esencias vitales Kruykr (hombre) y Kriankr (mujer) que combinadas dan forma a un ser angelical llamado Ghatgrè, el cual deben restaurar para derrotar a Werkaer y poder retornar a la tierra. Para alcanzar este objetivo deben superan los temores que sienten y recolectar cinco cristales de poder ocultos en Draupnir, los cuales deberían permitirles adquirir y dominar poderes mágicos. De tener éxito, deberían terminar transformándolos en el arcángel Ghatgrè, dueño y señor de la única fuerza mágica capaz de enfrentar exitosamente a Werkaer.

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GHATGRÈ EL ARCÁNGEL

PRÍNCIPE DE LA LUZ Y PRINCESA DE LA VERDAD

ViGaMay

© ViGaMay

© Ghatgrè el arcángel. Príncipe de la luz y princesa de la verdad

Agosto 2022

ISBN ePub: 978-84-685-6936-9

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Dedicada a aquellos, que se esfuerzan en lograr lo que todos, a excepción de ellos mismos, creen imposible.

Índice

I. El inicio

II. Dunkeld

III. La Daga Dorada

IV. Draupnir

V. Los cristales

VI. El regreso a casa

I. El inicio

Visiblemente nerviosos, Andrew Barrie y su esposa Ashling Lamond, aguardan por el resultado del análisis sanguíneo y las pruebas para detección de cáncer, que los doctores de la clínica Stonecomfort, en Edimburgo, realizaron en su hijo Brayan.

Procedimientos médicos ejecutados en el niño, a solicitud de su pediatra, después de que sus padres le llevaran a evaluar, debido a una serie de jaquecas de corta duración que repentinamente habían empezado a molestarlo; inicialmente con una baja intensidad, pero al transcurrir los días se fueron haciendo más fuertes, sin aparente causa física o psicológica.

Además de los síntomas, el desasosiego por la salud del pequeño halla justificación en el hecho de que, hasta unas pocas semanas atrás, había mostrado un estado de salud excelente, a tal punto, que las cotidianas enfermedades de los niños nunca se habían manifestado en él.

Condición que se había convertido en un punto obligado de conversación, para los médicos que solían hacerle el chequeo anual requerido por los padres, desde que el niño cumplió siete años, debido a una tradición arraigada en ambas familias.

Mientras tanto, en medio de ambos, Brayan duerme profundamente sobre la camilla que ocupa, debido a los efectos de la sustancia calmante que le fue administrada un par de horas atrás, con el fin de suavizar las molestias físicas que pudiesen derivarse de la toma de muestras efectuadas, y de reducir la potencial aparición de algún efecto traumático indeseable.

—No entiendo qué pasa con los resultados, porque según el doctor Wolf no tardarían más de dos horas, y llevamos aquí casi cuatro —manifestó Andrew con visible enfado.

—Disculpa querido mío, pero según entendí, él solo hizo referencia a los exámenes que involucran las muestras de sangre, y no a la totalidad de ellos —replicó cariñosamente su esposa, en un intento por calmarlo.

La respuesta que iba a emitir el hombre quedó en suspenso, producto de la entrada a la habitación del médico tratante que, acompañando con una amplia sonrisa en el rostro el agitar de un manojo de papeles que portaba en su mano derecha, les dijo:

—Estimados señores, por favor conserven la calma, porque todos los resultados son negativos. Es decir, que los problemas de salud del niño no provienen de algún tipo de afección o condición que pudiese considerarse grave o severa.

Como por encanto, la rigidez del rostro del padre desapareció y una abierta sonrisa se reflejó en sus labios. En tanto que la madre, aparentemente la más tranquila de los dos hasta ese momento, dejó escapar un corto suspiro, en tanto susurraba:

—¡Gracias a Dios!

—En lo que concierne a nuestros especialistas, no queda nada por revisar. Por ello les aconsejo que, en cuanto sea posible, hagan evaluar al niño por un oftalmólogo para que determine si los dolores se relacionan con las manchas oculares u otra alteración en su vista, terminó diciendo el galeno, haciendo referencia con sus anteriores palabras a dos manchas, en forma de media luna, que mostraban las escleróticas de los ambarinos ojos de Brayan.

Después de lo dicho, el médico pareció meditar un poco antes de agregar:

—Entre los resultados de los análisis que les serán entregados en la oficina administrativa, les dejaré la dirección de uno ya retirado, pero con una brillante trayectoria. No obstante, considérense libres de acudir al que ustedes estimen adecuado.

Culminadas sus palabras, el doctor solicitó a la pareja unos datos personales adicionales y procedió a retirarse discretamente.

Al quedar solos, Andrew se aproximó a la camilla para acariciar la rubia cabeza del pequeño, en tanto su esposa, en un arranque de felicidad se sentaba en el lado contrario para abrazarlo fuertemente, al tiempo que manifestaba:

—Yo sabía que nada malo te ocurría, mi precioso príncipe. Porque los ángeles de Dios siempre han cuidado y cuidarán de ti, amado mío.

Provocando con ello un sobresaltado despertar en Brayan, que le indujo a usar un cierto tono de protesta, en la somnolienta voz, para indagar:

—¿Qué pasa mami?, ¿Por qué me ahogas?

Ante el cuestionamiento del niño, la dama se percató de lo impulsivo de su accionar, por este motivo aflojó la presión de sus brazos antes de responder:

—Nada mi hermoso. Es solo que estoy muy feliz porque podemos irnos de inmediato a casa. —Procediendo a continuación a levantarse con prontitud de la cama.

Noticia que, aparte de despabilar al jovencito, lo animó a sentarse en el punto abandonado por su madre con el fin de colocarse el calzado, que había dejado en el piso al acostarse.

Después de ello, los padres procedieron a realizar los pagos de las facturas correspondientes a honorarios médicos y exámenes practicados, recibiendo a cambio los documentos referidos por el médico tratante, para finalmente abandonar sin demora el silencioso lugar.

Minutos más tarde, en tanto Andrew se concentraba en la conducción del vehículo familiar rumbo a su hogar en Stockbridge, su esposa escudriñaba los papeles recibidos. Procediendo a extraer uno, con la dirección del oftalmólogo recomendado.

—¡Excelente! —dijo tan pronto como leyó la nota, para luego agregar—: El oftalmólogo se llama Johnston Hendry, y vive en Dunkeld, querido, que como recordarás es la zona referida por Evaleen y Lucían, en sus comentarios acerca del asentamiento celta que investigan.

Haciendo referencia a dos colegas arqueólogos, muy cercanos a ellos durante la época de estudios. Con quienes, por diversas causas, en los últimos tiempos los contactos se habían limitado al correo electrónico, y a la vía telefónica.

Aunque ciertamente, sus amigos preferían usar los emails para contarles acerca de los pormenores del extenso trabajo exploratorio que adelantaban en Dunkeld, desde hacía seis meses aproximadamente.

—¡Qué bien! Sería como hora y media de camino —comentó Andrew, adicionando inmediatamente—, si estás de acuerdo haremos lo siguiente: contactaremos al médico para la cita, luego llamamos a los rocosos para decirles la fecha en que vamos, y finalmente solicitaré mis quince días de vacaciones pendientes, para hacer todo eso.

Con un gesto entre burlón y crítico, la dama respondió:

—Concuerdo en todo amor, a excepción de llamar a mi amiga rocosa. Tú sabes que ella y yo, a pesar de lo poco que nos vemos en los últimos tiempos, siempre hemos sido muy unidas y no quiero que la llames de esa forma, tan solo por su pasión por el trabajo en campo.

Acompañando su respuesta con un amago de picardía, con la que quería decir que era solo una forma jocosa de llamar a sus amigos y no un insulto, el hombre manifestó:

—De acuerdo, de acuerdo cariño. Prometo no volver a llamarlos así, ni en tu presencia, ni cuando no estés. Y tú campeón, jamás oíste nada de lo que dije. ¿Correcto?

Terminó diciendo hacia su hijo, al tiempo que intentaba verlo por el retrovisor. Pero el pequeño, quien parecía prestar poca atención a sus palabras, debido a que se hallaba concentrado en jugar con un dispositivo electrónico, solo atinó a responder:

—Si papi, no estoy oyendo nada.

Sin embargo, su madre no estuvo de acuerdo con la respuesta, porque mediante señas intentó decirle a su esposo que el pequeño había escuchado todo. Siendo interrumpida por este último, cuando en forma de reproche, directamente le dijo:

— ¡Ah!, ¡ah!, mami. Como recordarás, uno no debe decir cosas de la gente, cuando no lo están viendo. Tú misma pusiste la regla, no lo olvides.

Sonriendo, por haber sido descubierta, la madre señaló:

—Cierto precioso. Disculpa, no se volverá a repetir.

En ese momento se hallaban entrando en el garaje de la casa, que en otros tiempos fue el hogar de los padres de Andrew. Acción por la que todos se concentraron en las maniobras que el padre ejecutaba, hasta que al finalizar e ir descendiendo del vehículo, Ashling refirió a su esposo:

—Después de atender lo concerniente a la comida y a Brayan, llamaré a Evaleen y Lucían. Por favor atiende lo demás, amado mío.

Obteniendo del aludido, una petición para que esperara a que él gestionara el día de la cita con el oftalmólogo, con el fin de darle una fecha exacta de arribo, a sus amigos.

Plenamente de acuerdo en lo que al punto se refería, ambos se separaron. La madre para atender lo concerniente al hogar, y el hombre dispuesto a realizar las gestiones comentadas.

Una hora más tarde ya tenían todo dispuesto, por ello le comunicaron a su pequeño hijo que partirían al inicio de ese mismo fin de semana.

Noticia que fue de total agrado para el chico, porque representaba una oportunidad ideal para probar su equipo de arqueólogo junior, que le habían dado sus padres en la recién pasada celebración de su onceavo cumpleaños.

Material que enseguida salió a buscar en su cuarto, ubicado en la segunda planta. Con el fin de limpiarlo y tenerlo a punto para las múltiples tareas que aspiraba ejecutar, en las excavaciones que adelantaban los amigos de sus padres.

En función de ello, minutos más tarde Brayan descendía las escaleras haciendo oscilar en su mano un pequeño maletín negro, en cuya cara frontal resaltaba la figura de un espeluznante tiranosaurio Rex, en plena faena de ataque.

Etiqueta que los padres del niño incorporaron al contenedor de herramientas, después de adquirirlo. Tanto para hacerlo más llamativo, como para satisfacer la gran fascinación que su hijo sentía por los prehistóricos animales y su entorno.

La cual llevaba hasta el extremo que, para beneplácito de sus progenitores, podía repetir sin errores los nombres científicos de más de una treintena de los connotados especímenes.

Pese a ello, el niño insistía en que su primera prioridad estaba relacionada con la realización de estudios en el área de la arqueología, como sus padres.

Para posteriormente enriquecer su preparación académica, orientándola hacia la rama de la Dinosaurología o Paleontología de los Dinosaurios.

Mientras tanto, al llegar a la sala Brayan colocó el maletín sobre una mesa para proceder a extraer, con sumo cuidado, un portaherramientas de tela que desenrolló en toda su extensión.

A partir de allí, fue colocando frente a él: un vernier, una lupa, dos martillos, tres espátulas, dos espejos extensibles, tres brochas, cuatro pinceles de diversos tamaños, unas pinzas y cuatro cinceles de variado grosor. Uno de los cuales sustituyó, a petición de la madre, el exacto original que traía el juego de herramientas.

Luego, con un paño de mediano tamaño fue tomando una a una las piezas distribuidas en la mesa, para proceder a limpiarlas con gran cuidado.

Todo ello bajo la discreta y amorosa observación de sus padres, que en un extremo de la habitación permanecían sentados, en apariencia ajenos a la actividad desplegada por su retoño, pero continuamente intercambiando miradas rebosantes de orgullosa complicidad.

Finalizada su meticulosa tarea, el niño retornó todos los implementos al maletín que les resguardaba, procediendo luego a entregarlo a su padre, con la expresa encomienda de que lo guardara en el vehículo, para no correr el riesgo de dejarlo accidentalmente. En respuesta, y acompañando sus palabras de un tono solemne, el aludido respondió:

—Si mi capitán, como usted ordene se hará.

Recibiendo a cambio un abrazo del pequeño, en tanto le manifestaba:

—Papá, no juegues. Que es en serio que puede quedarse.

Con gran amor, de forma alternativa ambos padres le abrazaron, procediendo luego a pedirle que fuese a lavarse las manos, porque la cena iba a ser servida.

Sin decir nada más, Brayan se dirigió al lavabo a cumplir con lo solicitado por su madre, en tanto que el padre se acercaba hasta donde estaba su sobretodo para colocar el maletín al lado, con el fin de guardarlo en el vehículo al día siguiente.

Después de la cena, ambos padres pidieron a Brayan que permaneciera en la mesa un rato más. De inmediato el pequeño supuso, con acierto, que le hablarían acerca de las actividades que realizaban los amigos en Dunkeld, por tal motivo aceptó gustoso.

—Cómo pudiste oír en el auto, luego de la visita al oftalmólogo en Dunkeld iremos a visitar unos colegas arqueólogos, que tú ya conoces pero imagino que no recuerdas, porque hace más de cinco años de la última vez que nos reunimos en esta casa —comenzó diciendo Andrew.

—Te refieres a la niña pecosa, de ojos verdes y trenzas rojizas, a la señora que se parece bastante a mamá, pero de cabello similar al de su hija, y al señor un poquito más bajo que tú y con menos cabello —respondió Brayan con rapidez, dejando atónitos a sus padres.

—Pero hijo, cómo es que los recuerdas tan bien, si tú tendrías más o menos cinco años para esa fecha —replicó la madre, aún sin salir de su estupor.

Sin darle mayor importancia al asunto, el niño les recordó que a él siempre le resultaba sencillo rememorar los rostros de las personas. Aunque ellos alegaron, como excusa por su manifiesta perplejidad, que para el instante de la visita de sus amigos tenía muy corta edad

Luego del breve impase, el padre retomó la palabra. Procediendo a explicarle al jovencito, que sus ex compañeros de estudio se hallaban explorando un área donde se determinó que hubo un asentamiento o importante campamento celta.

Y dado que a él le gustaba todo lo relacionado con esos pueblos, aunado a que ellos tenían tiempo sin ver a sus amigos, consideraban que era la oportunidad ideal para cubrir ambos puntos.

Brayan manifestó que la propuesta le parecía excelente. Pero, que le gustaría saber un poco más en torno a las razones por la que había sido escogida el área de Dunkeld, para esa exploración, puesto que la mayor presencia celta se ubicaba en Irlanda y Gales.

Con la finalidad de atender la petición recibida, el padre comenzó diciendo:

—Hijo, en cuanto a las razones de índole estratégica, debemos preguntar a Evaleen y Lucían. Pero en referencia a lo histórico-místico, tu madre y yo te contaremos dos historias, que esperamos satisfagan tus expectativas en relación al tema en cuestión.

»Por tanto, empezaré contando la primera para que posteriormente tu madre continúe con la otra, debido a que domina mucho mejor que yo varios de sus aspectos no históricos. A esta narración semi histórica la llamaremos: La Princesa y el poder de la Verdad.

»Según el relato, cuando llegaron a estas islas los primeros celtas, provenientes de tierras ibéricas, encontraron a un cierto número de habitantes, los cuales se hallaban distribuidos en grupos o clanes bastantes dispersos, pero con cierto nivel de comunicación.

»Gracias a ello, los invasores supieron que hacia la zona de lo que hoy es Escocia se hallaba una princesa muy hermosa llamada: Luna Radiante, que tenía como atributo, aparte de su gran belleza, la cualidad de que todo aquel que se hallaba frente a ella solo podía decir la verdad.

»Pero esta última destacada característica de la dama, era atribuida a la magia de un objeto en forma de media luna, fabricado de azabache, que perennemente colgaba de su cintura, el cual tenía en la parte superior de una de sus caras, dos círculos pequeños, con un trébol de tres hojas en el de la derecha y una corona en el de la izquierda.

»Complementados por un tercer círculo más grande en medio de los dos, que rodeaba una runa Ansuz, dictamen de la verdad.

»En tanto que en su contracara destacaban siete desconocidos símbolos, rodeando dos espadas cruzadas. Según el cuento, el objeto lo había recibido de un hada amiga ...

En este punto de la narración el niño detuvo a su padre al decir:

—Pero papá, siempre me has dicho que las hadas, y otros seres mágicos son solo producto de la imaginación, y ahora ¿me vas a decir que, por una de ellas, exploraron allá en Dunkeld?

Ante la protesta de Brayan los padres sonrieron comprensivamente, debido a que le habían inculcado que los cuentos y leyendas escocesas eran fruto de la imaginación de sus habitantes.

Por tal motivo, Andrew le solicitó que le dejara terminar la narración antes de juzgarla. Condición que, al ser aceptada por el niño, le permitió al padre continuar diciendo:

—Cómo te comentaba, la joven princesa era poseedora del poder de obligar a decir la verdad, a cualesquiera que estuviese en su presencia, gracias al anteriormente mencionado objeto mágico en forma de media luna, que le había regalado un hada.

»Circunstancia que resultaba ideal, para el rey de los conquistadores porque, desde hacía cierto tiempo atrás, sospechaba que tres de sus más cercanos jefes le estaban robando parte del botín que tomaba de las zonas conquistadas o le era entregado como tributo.

»Por tal motivo, el rey envió secretamente a un grupo de veinte soldados hacia la zona donde le dijeron que se hallaba la princesa, para que la llevasen hasta su presencia.

»Pero sin mucho esfuerzo, los jefes implicados en los desfalcos lo supieron, por lo que a su vez enviaron gente por vía marítima.

»Estos últimos emisarios tenían la misión expresa de asesinar a la joven, antes de que fuera ubicada por los soldados del rey. Por esta razón se apresuraron bastante, y llegaron hasta ella con la antelación necesaria, para cumplir sus órdenes y marcharse.

»Pero no contaban con la presencia del hada buena, quien con sus poderes mágicos les obligó a interceptar a los enviados del rey, por lo que ambos grupos se exterminaron entre sí.

»Cierto tiempo después, el monarca se preocupó por la tardanza de sus hombres y decidió enviar a otro grupo para que indagara por ellos.

»Nuevamente los jefes se enteraron y enviaron gente a matar a la dama, pero debido a otra intervención del hada, el resultado fue el mismo que la vez anterior. Por tal razón, en la siguiente oportunidad el rey mismo, junto a un grupo de súbditos se dirigió en busca de la princesa.

»Por tal motivo, los malignos jefes no se atrevieron a enviar a nadie, y el monarca pudo llegar sin tropiezos hasta donde se hallaba la joven. Una vez allí, ambos fueron tocados por la flama del amor y terminaron casándose, a los pocos días de conocerse.

»Previo a ello, el rey le preguntó a la muchacha acerca de la honestidad de sus jefes, los cuales se habían quedado con la excusa de cuidar a los que habían permanecido en el campamento que tenían montado.

»Después de consultar a su hada, la princesa le indicó que además de deshonestos, habían sido ellos los que mandaron hombres para matar a los primeros emisarios.

»En función de ello, el monarca les mandó a matar y trasladó a su gente hasta donde él se hallaba junto a la princesa. Pasados unos años, la pareja tuvo tres hijos: dos varones y una hembra, y la princesa, ahora convertida en reina, transfirió a su hija el amuleto mágico.

»Pero a esta pequeña princesa no le gustaba hacer uso de la magia constantemente, por lo que pidió al hada que confeccionara algo que pudiese evitar que el amuleto obligara a todos a decir la verdad cada vez que se hallaban en su presencia.

»Para cumplir su solicitud, el pequeño ser confeccionó una bolsa especial que tenía la particularidad de controlar el poder del objeto mágico.

»Cuando estaba cubierto el amuleto no actuaba, por tanto la gente podía mentir sin problemas. Lo que no afectaba en modo alguno, la buena marcha de los eventos en el reino.

»No obstante, al poco tiempo de morir sus padres, un mago oscuro decidió hacerse con el amuleto y dar muerte a su portadora.

»Para ello, contactó y convenció a una de las sirvientas de la princesa para que encerrara en una jaula mágica al hada, que le cuidaba. Después, esperó hasta que vio al hermano mayor, ahora rey, salir en una de sus frecuentes faenas de cacería.

»Momento en el que, haciendo uso de la magia, se disfrazó como uno de los jefes del reino y se apareció ante la princesa diciéndole que el rey había sufrido un accidente, por lo que se hallaba gravemente herido, y clamaba por su presencia.

»Terriblemente preocupada, la joven salió en compañía del maligno sujeto. Quien, tan pronto como perdió de vista el reino, mató a los acompañantes de la princesa y la llevó con él hasta un oscuro bosque, con el fin de tomar el objeto mágico y matarla.

»Pero en este sitio vivía un solitario gnomo, que al ver que el hombre iba a matar a la joven, salió de improviso y lo asesinó a él.

»Posteriormente, el pequeño ser la guió de vuelta a su reino, pero en el camino le dijo que si no se deshacía del objeto mágico, otros malvados intentarían matarla para quitárselo.

»Por este motivo la princesa le rogó que le ayudara a deshacerse del mismo, porque cuando lo tiraba a algún sitio volvía invariablemente a sus manos.

»Compadecido, el gnomo la condujo a una laguna y allí llamó a un hada acuática, que recibió la prenda y más nunca se supo de ella.

»Finalmente condujo a la princesa ante sus hermanos, que junto a él bailaron y se regocijaron del regreso de su amada hermanita. Y como una perdiz, el cuento terminó feliz.

Culminó diciendo jocosamente Andrew, en tanto palmoteaba suavemente el brazo de su hijo. Motivando con ello a que el pequeño, un tanto incómodo preguntase:

—Papá, ¿Qué tiene que ver un cuento infantil, lleno de seres fantásticos, con la exploración en Dunkeld que realizan los esposos Martin?

—Por favor espera a que mamá cuente su parte, pero primero te contará algo personal relacionado con seres mágicos —dijo Andrew, al tiempo que sonreía con picardía.

—Ya va, ya va. Mami, ¿por qué papá insiste en que tú sabes de seres mágicos?, si siempre me has dicho que no existen —manifestó enfáticamente Brayan, antes de que su madre iniciara.

Cuestionamiento por el que la dama no tuvo otro remedio que contarle al niño, que se trataba de una historia que había narrado a Andrew, hacía muchos años atrás, referida a unos graves problemas de salud que padeció cuando era de aproximadamente de su misma edad.

Asunto que pareció interesar profundamente a Brayan, porque olvidándose de todo lo demás pidió a su madre que le contara la historia sin quitarle nada.

Solicitud que hizo soltar un suspiro a su madre, acompañado de un fruncir de entrecejo al mirar a su esposo, antes de empezar a decir:

—Tenía poco más de diez años, cuando repentinamente me empezaron unas fiebres que me elevaban la temperatura peligrosamente. Por ello tu abuela, pidió a mi padre que me llevara al médico, quien luego de unos exámenes me mandó un tratamiento, que no logró mejorarme.

»Por esta razón, fui llevada a varios doctores en otros sitios, con idénticos resultados. En vista de ello, mi madre me llevó hasta la casa de una señora que se suponía era bruja, pero en el buen sentido de la palabra, porque mi tía Beth aún no vivía con nosotros.

»Esta señora, después de verme un rato, lanzó unas piedras sobre una mesa y le dijo a mi madre, que un ser mágico maligno, más poderoso que ella, intentaba matarme. Por tanto no le era posible curarme, pero si podía indicar como llamar un hada que vivía en determinado sitio.

»Si este ente mágico lo consideraba adecuado, se acercaría hasta mí en un momento dado, y me libraría del peligroso ser que me afectaba.

»Sin otro recurso para curarme, tus abuelos siguieron las indicaciones de la bruja, y luego se quedaron esperando por el accionar de la supuesta hada.

»Las dos noches siguientes, luego de ver a la bruja, no me dio fiebre. Pero a la tercera, me empezó una calentura tan fuerte que no pude pararme a avisar a mi madre para que me atendiera.

»Sin embargo, de repente sobre el vidrio de la ventana cerrada observé la aparición de una pequeña luz, que se hizo más grande al pasar al interior del cuarto.

»Luego el resplandor desapareció, y en su lugar se hallaba una bella mujer con alas, como de cuarenta centímetros, que levantó una varita y apuntó hacia mí. Enseguida, vi caer a mi lado a un ser oscuro y horrible, que terminó volviéndose una negra humareda.

»Después, la mujer alada se acercó hasta mí, me tocó la frente con su mano, y sentí que me hundía en un profundo sueño, en el que oí que me decía: No temas pequeña nadie más te hará daño, eres la sexta y estás destinada a dar vida a un séptimo poderoso mago.

»Al siguiente día, me desperté muy bien y descansada. Posteriormente, nunca volví a sufrir de fiebre o de otro tipo de enfermedades que solía darles a otros niños.

En ese instante Andrew intervino para decir, que lo que ella había sufrido era una alucinación causada por la fiebre, por lo que no debía ser tomado como un evento real. Apreciación que fue reforzada por la misma Ashling, cuando señaló que pensaba lo mismo.

En este punto Brayan manifestó que luego analizaría detenidamente lo que su madre le acababa de contar, pero que ahora le interesaba oír la historia siguiente. Por este motivo, después de sonreír y mirar a su esposo, Ashling comenzó diciendo:

—Cuentan que cerca de donde hoy se erige el puente de Dunkeld sobre el rio Tay, vivía un buen rey y sus súbditos, quienes gracias a su afable trato se sentían alegres y felices.

»Por tal motivo, cuando a partir de un determinado día la gente empezó a manifestar síntomas de tristeza e incomodidad, el monarca se preocupó mucho.

»Sobre todo porque lo que estaba ocurriendo parecía ser contagioso, debido a que el número de habitantes melancólicos crecía abrumadoramente.

»Alarmado el rey llamó a todos los médicos del reino, y de otros cercanos. Pero fue inútil, porque ninguno podía curar a su gente.

»Hasta que una mañana apareció un viejo ermitaño que se acercó hasta el palacio y le dijo a su majestad, que solo un brujo en una lejana montaña podía curarlos.

»Esperanzado, el rey mismo emprendió camino, junto a sus soldados, hacia el sitio señalado por el ermitaño. Llegando, después de sortear innumerables peligros, hasta la entrada de una cueva ubicada en una alta montaña, desde cuyo interior le indicaron que solo él podía entrar.

»Resueltamente el monarca descendió de su montura y accedió al sitio, donde le fue entregada una tablilla de piedra que tenía, labrado al relieve, un sol en cada una de sus esquinas, y uno más grande en el centro, rodeado de siete símbolos prácticamente desconocidos para él.

»Adicionalmente fue instruido para que, cuando estuviese frente a un enfermo le mostrase la tablilla y le dijese: Dolor, pesar y tristeza, dejen a este ser con presteza. Después de ello, supuestamente la persona volvería a recuperar su alegría.

»Pero, debía tener mucho cuidado de que un símbolo en forma de medio disco solar, tuviese con la forma redonda hacia arriba, porque de lo contrario el individuo, en lugar de curarse, se volvería completamente loco y acabaría con lo que tuviese a su paso, hasta que fuese muerto.

»Finalmente el brujo le indicó al monarca, que regresara tranquilo con su gente hasta su reino, porque él les cubriría con un hechizo que impediría cualquier agresión hacia ellos.

»Sumamente contento el rey regresó a su señorío y empezó a curar a todos, por lo que las cosas volvieron a la normalidad. Sin embargo, después de doce años el primogénito del rey empezó a dar muestras de melancolía, por lo que su padre buscó la tablilla para curarlo.

»Pero tristemente olvidó la advertencia, y recito la fórmula curativa con el medio sol a la inversa. Tan pronto como finalizó, el joven adquirió gran fuerza y empezó a destruir todo, hasta que finalmente tomó a su padre del cuello para matarlo, obligando a los arqueros a darle muerte.

»Finalizados los ritos funerarios del joven el rey decidió deshacerse de la tablilla, por lo que la llevaron a un acantilado y la lanzaron.

»Pero fue inútil, porque la tablilla volvió a aparecer sobre el regazo del monarca. Hasta que después de múltiples intentos por dañarla, se dieron por vencidos.

»Por este motivo llamaron a un poderoso brujo, quien les dijo que la única manera de deshacerse de ella, era entregándola a una ninfa de un determinado lago.

»Procedimiento que ejecutaron, siguiendo fielmente los pasos indicados por el hechicero convocado, y ya nunca más se supo de la tablilla.

En ese instante, al ver que su madre callaba dando por terminado el cuento, Brayan movió la cabeza pesarosamente antes de decir:

—Disculpen, mami y papi, pero de verdad no entiendo nada.

Ambos padres, sonrieron ampliamente, al tiempo que intercambiaban una mirada de complicidad, que le permitió a Andrew intervenir diciendo:

—Tranquilo hijo, que cuando leí por primera vez las historias tampoco entendí. Pero para aclararte el asunto te diré, que tanto el amuleto en forma de media luna como la tablilla de piedra existen y fueron encontradas en Dunkeld, en la zona explorada por los Martin.

En ese instante el pequeño, denotó en su rostro muestras de sorpresa, y de una creciente ansiedad, que le llevaron a intervenir, para preguntar:

—¿Quién halló esos objetos?, porque sinceramente no creo que ellos también aparecieron por arte de magia, como los seres y cosas que señalan las historias.

Ciertamente divertidos por la ocurrencia del pequeño, los padres no pudieron contener una carcajada, pasando luego a reconocer que las historias contenían ciertamente elementos inverosímiles, de difícil aceptación. Por ello el padre, cesó la risa para continuar diciendo:

—Según explicaron los Martin, hace muchos años un habitante de Dunkeld salió a buscar unas trufas y encontró el azabache, pero no dijo nada.

»Luego volvió al mismo sitio por trufas y para ver si conseguía otra cosa, fue entonces cuando halló la tablilla, pero nuevamente la guardó sin informar a nadie.

»Sin embargo, hará aproximadamente un año, el señor enfermó y antes de morir comunicó sus hallazgos a su hijo menor, quién casualmente estudia antropología, en una universidad en la que dicta una cátedra el director del museo para el que trabajan los Martin.

»Cuando este señor se enteró de la existencia de los citados elementos los analizó y adquirió junto con la información del sitio donde habían sido ubicados.

»Posteriormente, esa área se convirtió en un lugar de exploración en el que se han hecho varios hallazgos adicionales.

»Ahora, el ocultamiento inicial de los objetos trajo como problema, que no se sabe a ciencia cierta si las historias se desarrollaron antes o después de encontrarlos.

»Punto respecto al cual, en particular, opino que los cuentos fueron un intento por explicar el origen de los elementos hallados.

Al finalizar su última frase, Andrew hizo un paréntesis silencioso, que le permitió a Brayan, después de un breve cabeceo afirmativo, intervenir señalando:

— ¡Ahh! Ahora comprendo que las historias no tienen nada que ver con la exploración, porque en realidad lo importante son los objetos que fueron encontrados en esa área ¿Cierto?

—Cierto, hijo mío. Pero te contamos las historias para hacerte partícipe de las mismas, debido a que justamente iremos a la zona donde se originaron —manifestó sonriente el padre.

Con estas palabras el padre pretendió dar por concluido lo relativo a la visita a los amigos en Dunkeld. No obstante, el pequeño aún tenía una inquietud adicional que le llevo a preguntar:

— ¿Esas historias eran referidas a celtas? porque no se me parecen en nada a las de ellos.

Acompañando sus palabras con un suspiro, la madre respondió:

—Como tu padre te dijo, lo más seguro es que esas historias surgieran para justificar la procedencia de las piezas, por eso es muy improbable que correspondan a algún período relativo a los celtas, o relacionado con las poblaciones anteriores a ellos.