HALLAZGO TIERRA - Patricia Nora Moltedo - E-Book

HALLAZGO TIERRA E-Book

Patricia Nora Moltedo

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Beschreibung

Esta obra entrelaza poemas, relatos breves, reflexiones y obras de teatro que celebran la conexión entre la humanidad y su entorno. A través de una voz única, los textos exploran la naturaleza, la vida urbana, los vínculos afectivos y la introspección personal, combinando elementos realistas y mágicos. Desde la contemplación de un paisaje hasta la complejidad de las emociones humanas, este libro invita al lector a un viaje íntimo y reflexivo lleno de sensibilidad y belleza.

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Seitenzahl: 122

Veröffentlichungsjahr: 2025

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PATRICIA NORA MOLTEDO

HALLAZGO TIERRA

Moltedo, Patricia Nora Hallazgo tierra / Patricia Nora  Moltedo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5899-2

1. Poesía. 2. Teatro   . 3. Relatos. I. Título.CDD A860

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice

POESÍA

Hallazgo tierra

Llueve Buenos Aires

De pronto

El barrio

Ayer

Otro

Haiku

Del ayer

La mujer que hacía pájaros con las manos

Corre

Los ojos

Canto

Abismo

Ex – navidad

Tango

Otra vez

Tango dulce

Tango Noche y luz

Maté a la abuelita

La noche

RELATOS

Irupé

Viejito rico en campos verdes

El eterno viaje

Barrios urbanos

Luz mortecina

Papá Noel en la comisaría

La imagen

Se asoma Federico

Una historia en la repisa

Crónica de un abandono

Ellos

Como gotas de rocío en la mañana

La puerta

TEATRO

Acá no pasó nada

Obra de una escena

La vida es un sainete

Pinceladas cotidianas

El club de las amigas

Nuestras estampas - Año 1995

De vuelta al bulín o a la casita de los viejos

Esto es posible gracias a mis profesores que desdemi tierna infancia me mostraron como viajarcon la lectura y la escritura, a Nelly, a Marta,y a mi amor Cesar.

A mi madre y a mi Nonna Pía que me enseñaron,allá lejos, las primeras letras.

¡A volar!

POESÍA

Hallazgo tierra

Pertenezco a la tierra

—PACHAMAMA—

de ella vine.

A ella quiero ir.

Me vendrá a buscar.

Lentamente,

Seremos una.

Mis huesos

como piedras,

se apoyan

en el desierto.

Mi cabellera,

abraza al viento.

Partícula a partícula,

me lleva hacia ella.

Soy feliz.

Y espero,

en cuclillas.

Aunque te horrorices,

cuando tus ojos,

se encuentran

con mis vacías cuencas.

A las momias del Perú

Pat 28/03/96

Llueve Buenos Aires

Llueve Buenos Aires,

Llueve y se desliza.

La gota corre

y baja al mentón.

Llueve, Buenos Aires.

En armonía con la estación.

Canta monocorde el día.

El tren lo acompaña.

Apurado.

Tus árboles resignados

reciben el chubasco.

17/05/03

De pronto

De pronto…

La esquina me quedó incómoda.

El alfeizar donde apoyaba mi maletín,

ocupado.

La vereda, donde esperaba,

manchada, sucia.

Los vecinos, que solían saludar,

Indiferentes.

¿Habrá que partir?

28/06/09

El tiempo

es un enano

sigiloso

e incansable,

con grandes

y anchos zapatos.

Murió.

Lloraremos

por nosotros.

Maquillada,

apuntalada.

Algunos amantes,

Son como aquellos

zapatos, se los añora,

pero ya pasaron.

El barrio

Te elevas,

a partir

de tus curtidas calles.

En ordenados,

montones grises,

observas el futuro.

Apoyado,

Sobre el ceniciento.

Sentado

en el pasado,

busca.

Asfalto,

cuna de moles,

nicho

de vidas.

Ayer

Ayer,

me pareció

malo,

lo que

hoy,

bueno

considero.

He empeorado.

Otro

Alemán desventajado.

Firme

en la vida.

Firme

en la pesquisa,

de cartones

y botellas.

Carrito en mano,

en la noche fría.

En la noche, noche,

a su lado,

de correa y remera,

el manto negro,

mueve la cola.

Haiku

Las tenues ondas

Por la piedra sembradas

Al junco van

Allá va él

Pintando suave senda

De plácido celeste.

Huellas acuosas

Detrás de los nenúfares

Lo continúan.

Con los naranjas.

Amarillos y blancos,

Del amanecer.

Sube la bola,

Escala el monte urbano,

Se va la noche.

Hace la abeja,

Floreciendo la flor,

La melodía.

Cae la semilla,

El germen brota,

En terso ser.

Es la gris piedra,

Soñando con el verde,

Anocheciendo.

Como la lluvia,

Ráfaga luminosa,

Siembra colores.

La suave tela,

Con el viento agostino,

Pende al compás.

Gris transparencia,

El rocío sostiene.

Visión celestial.

Del ayer

Flores,

caminando,

en cálida sombra,

de la mano de

mi madre,

el taconeo

se pierde,

en el fresco

y limpio zaguán,

ya antiguo,

de aquellas solteronas.

La mujer que hacía pájaros con las manos

Aquella

Era una mujer común,

O no.

No se trataba de su cabello, que era rebelde, como semidespeinado,

ni de su vestimenta, deportiva y sin almidones.

Quizá, fuera porque ella hacía pájaros con las manos.

Sí, con una habilidad y rapidez llamativas,

Salían pájaros de entre aquellos papeles y aquellas matrices.

Pájaros que aparecían para volar,

ir a horizontes ignotos.

Iban a manos de pequeños guías,

que deslumbrados, les hacían agitar las alas,

para abandonarlas desinteresadamente.

Un día, se durmió, profundamente,

los niños la llamaban y nada, no despertó.

Se convocó, entonces, a los alquimistas,

Pero no lograron

que el más pequeño pájaro saliera,

probaron mil trucos

los pájaros no tomaban forma y aún menos volaban.

Ni movían las alas.

Hete aquí que de las montañas

bajó un muchacho,

casi un duende,

entró a la casa de pino y cortinas apuntilladas,

miró a la sonriente señora.

¡Sacó una hoja de papel!

¡Armó un pájaro!

Que agitó sus alas,

se posó en la cabecera de la durmiente.

Apoyó su pico en la mejilla de aquella,

Que despertó.

Aquel se perdió entre las sombras.

Desde entonces, viajan multitudes

desde todos los puntos del universo,

a ver y recibir de las femeninas manos,

los pájaros de los sueños.

Corre

Como una brisa,

corre

El alma

Baila

liviana y joven.

La piel

en el espejo

sufre

los caminos,

los surcos y

los movimientos,

a que el tiempo,

vendaval irrefrenable,

la somete.

Los ojos

Los ojos

tristes

como gotas

en el mármol

resquebrajado.

Canto

En el colectivo,

busco mis viejos fantasmas.

Rechazo y añoro

queridas neblinas

del pasado,

con el sabor agridulce

de la cotidianeidad.

Acepté la edad,

como hube aceptado

aquella cicatriz.

Abismo

Evito el abismo,

esa boca negra,

sin fin.

Que no sé dónde

me lleva.

Ese camino

que duele.

Porque no sé

Dónde estoy.

Camino

de oscuras arenas

movedizas y mareadoras.

Elevo la mirada,

hacia el cielo,

celeste y luminoso.

E intento

volar y sortear

los escollos.

Ex – navidad

Desarmo el arbolito,

dos guirnaldas

sellaron su amor,

con una estrella.

Partir

morir un poco,

vivimos muriendo.

¡Oh! Dios

Me duelen

todos

mis amores

¿Soy poeta?

¡Patrañas!

Solo sangran

mis heridas.

Mi cáscara ríe,

aun cuando llora.

Como Ofelia muerta.

Envuelta en tules de agua.

Como la amada ausente.

Sin ser amada.

Inmóvil

con la mente helada.

Ciega.

Sin dar con el camino.

Espero y busco,

al errante.

Esta es una casa

Muy grande,

oscura.

La hice yo misma,

celda a celda.

Tango

El bandoneón

Es Buenos Aires,

es tango.

Y el tango

es una nota

que dobla

una esquina.

Es la pena

en la voz

de un hombre

que me comprende.

Es el ocho

en mi paso

mal dado.

Es el farol

en la cruz

de las calles.

Es una ventana amarilla,

que se apaga

con la aurora,

las sombras que

se pierden

entre paredes

sin revoque.

El tango

es mi madre

que, desde el ayer,

me mira y

me aconseja

El firulete viene, viene

La esquina en un firulete,

ojos redondos como chirolas.

Una vereda mal parida

en zanjones de olores

cercan al sol

entretejido en ramas

donde el amor desdibuja

un corte haciendo ochos

en un frente a frente,

un charco se resbala

en el rostro olvidado

de la chiruza tomada,

llantos de chiquilines,

y una pelota viene,

viene, viene, viene.

Otra vez

Vueltas en el camino,

subir,

mirar y ver.

Descubrir,

una ventana,

el cielo infinito,

que se abre a

techos de chapa,

rampas descubiertas

y torres que se alargan

en sombras.

Y otra vez, otra vez,

el bandoneón,

la falda inquieta,

la pared enladrillada,

con sus ventanucos y

las plantas, las plantas

que guardan

nuestro secreto,

otra vez, nada más.

Tango dulce

La sombra

de un angelito,

aletea,

en las calles,

en las veredas,

y por ahí,

en algún bar.

Trepa al frente

de algún caserón

quizás, descangallado.

En medio,

del gentío,

de las corridas,

de los colectivos,

un guiño inocente,

del niño alado,

dibuja una sonrisa.

Tango Noche y luz

¿En qué esquina

estarás Buenos Aires?

¿Qué alero te arrancó de mi pasado?

Y te pegó en mi corazón.

¿Qué empedrado

me encontró

y me busca,

alterando mi derrotero?

¿Qué luz amarillenta y sin fuerzas,

alargará las sombras de un farolito

esquinero y sin nombre?

¿Qué paredes de Buenos Aires,

contarán mis amores?

Sostuvieron mis besos,

rojos y húmedos.

Noches iluminadas,

movedizas,

escurridas

en antiguas alcantarillas.

Perdidas para siempre,

en el Mar dulce

de la vida mundana

del olvido.

Maté a la abuelita

Maté a la abuelita.

Sí, debí matarla,

la tenía que matar,

ya no soportaba su voz,

su mirada, sus gestos.

Fue necesario,

para poder respirar,

vivir,

ser yo.

Pero tengo miedo.

Mis manos con sangre,

la de ella, la mía.

¿Me pegarán algo?

Mis ojos ¿serán como los de ella?

¿Mis orejas?

¿Mis gestos?

¿Me transformaré en ella?

¿Será lento? o ¿de golpe?

¿Será?

La noche

Navegamos la noche

y el día.

Por distintos mares,

en el mismo barco.

¿A qué puerto llegaremos?

Cuando pensé en ti,

el sol salió,

como entonces.

RELATOS

Irupé

Ella se miraba el anillo verde, tan verde, como aquellos ojos. Y miraba el fondo del río que se prolongaba hasta las velas hinchadas e infinitas, techado por el esmeralda fecundo de los árboles, el yacaré adentrándose en las aguas amarronadas.

Todos creyeron que él la había abandonado, huyendo con los otros godos o como se llamaran. Todos los habían visto morir en los jergones vegetales y revivir entre las flores, navegando pieles, surcando vidas. Todos creyeron verla transformarse y seguir las naves en verdes platos que se hacen carne en blancas florescencias. Pero no sabían que él perdió los ojos por ella y nunca regresó a esa nave, a esa tierra lejana.

...Juega ella con las cuentas, con las cuencas y con la tierra alimentada por él. Simiente.

—De polvo eres y al polvo vuelves— Así decía la abuela en la remota Andalucía.

Viejito rico en campos verdes

Bajé del micro y me despabilé mirando alrededor y estirando las piernas. Me acerco a un café para desayunar después c viaje. Por una ventanita me atienden.

—¿Señor?

—Un café con leche con medialunas.

A pesar del barbijo alcanzo a ver que es una chica muy joven, parece responsable, seria, demasiado para su edad, ¡bah! Es una impresión.

Cuando me trae el servicio con todo descartable sobre una bandeja, aproveché para preguntarle:

—La ferretería “El buen tornillo” ¿a cuánto queda?

—La de Matías Fernández. Derecho hasta que acabe la avenida, luego por el camino. Lo va a ver.

Me siento en una banqueta al aire libre, termino mi café y me decido a caminar llevando mi bolso, primero al hombro y luego lo voy dejando caer. El sol me abraza, en un abrazo cada vez más cálido. Quiero quitarme la remera, pero sigo caminando mirando al frente. Al principio me rodean negocios, a veces abiertos. Llevo yo también barbijo, aunque en la calle no haya nadie, solo el polvo removido por el viento.

Un aire festivo se siente, flota, con todo lo que lleva la juventud, con dicha inocente y no sé por qué.

Trato de no detenerme a mirar las pocas vidrieras, pronto el camino aparece y se hace senda, ahora me rodea el campo, el aire cambia, la paz me circunda, aunque canten los pájaros y los árboles intenten un techo, el sol no se inhibe. Transpiro y un pañuelo me paso por la cara y el cuello. Comienzo a preguntarme si el camino es mucho más largo y a punto de arrepentirme de haber emprendido mi ruta, al fondo creo ver una construcción, parece un galpón, debe ser muy grande. Las piernas y el calor no hacen juego, estoy cansado. Al fin llego, una gran persiana de metal, tapa la entrada, tiene una puerta en uno de sus lados.

Golpeo las manos, los perros ladran, y me rodean. Sale alguien de unos cuarenta años.

—¿Qué desea? —inquiere.

—¿Señor Matías Fernández? Tengo el catálogo para que pueda hacerme el pedido de lo que necesite en ferretería, por supuesto.

—Buenas tardes, tempranas tardes. Creí que se movía por e-mail, o WhatsApp y todos los mecanismos nuevos.

—Sí, buenas tardes, así lo hacemos, pero, yo soy un intermediario, vengo a levantar el pedido. Aquí tengo el catálogo.

Le paso los folletos. Marque con una cruz lo que necesite o me lo dicta.

—Sí, está bien, pase, mientras toma algo fresco, yo iré viendo los papeles.

Entro, es un lugar muy grande con mostradores, lleno de elementos para el campo. Me hace sentar en una vieja silla de madera, aún muy fuerte. Un banco de taller hace las veces de mesa. Grita:

—Mariana, traé algo fresco para el hombre.

Pronto, una mujer joven se acerca con una jarra que traspira y lleva limonada desde ya fría.

—Tal vez prefiera otra cosa.

—No, así está bien.

—¿Cuándo parte para Buenos Aires?

—Bueno, el próximo micro sale mañana.

—Entonces, se queda acá, tenemos una habitación para, digamos, invitados.

—Pero, no se moleste. Buscaré un hotel en el pueblo.

—No, no es molestia. Además, el hotel se quemó hace unos meses. Una lástima era una tradición y sus dueños ya estaban muy viejos, muy viejos.

—¡Qué barbaridad! —replicó.

—No crea, todo tiene su lado bueno.

—Y esa gente, los dueños ¿qué fue de ellos?

—¡Ah! Ahora están mucho mejor. Digamos que tienen una mejor vida.

Bebo mi refresco, recuperándome del calor.

—Venga le mostraré dónde pasará la noche, su habitación y para mañana tendrá listo el pedido.

—Bien, muchas gracias.

Me lleva a una habitación en el altillo, con una pequeña ventana. Apoyo mi bolso a los pies de la cama. Antes de que se retire le digo: —Quería recorrer el pueblo, por si alguien quisiera algo.

—Ni falta que hace, todo lo compran acá. La cena es a las 8,

—Gracias, por su amabilidad.

Me tiro en la cama cuando me deja solo y pronto me quedo dormido. Extraños sueños parecen asaltarme. No sé si es real, todo en el sueño es real, y mi realidad parece un sueño. Me despierto, el sol se ha puesto hace poco. Miro mi celular y pronto serán las 8 de la noche. Me apresto a prepararme para la cena, me peino un poco. ¿Dónde habrá un baño? Abro la puerta, que da a una escalerita, que bajo y me encuentro en medio del local. Veo venir a Matías.

—¿Qué tal el sueñito?

—Bien, me sorprendió, debió haber sido el cansancio del viaje y el calor, pero ¿podría pasar al baño?

—Sí, por acá.

Me lleva a un baño moderno y cómodo.

Cuando salgo, lo encuentro cerca a Matías que amablemente me dice: