Inclusión Radical - Christian Rodríguez Morales - E-Book

Inclusión Radical E-Book

Christian Rodríguez Morales

0,0

Beschreibung

«El camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas, sino con el corazón». En las majestuosas montañas, donde la naturaleza se eleva en su máxima expresión, un grupo de apasionados aventureros ha formado un club de montaña en el que nadie queda fuera. Este libro te invita a vivir un emocionante viaje hacia las cumbres, pero también hacia el corazón de la inclusión y la camaradería. Conocerás a un grupo diverso de montañistas, con sus propias habilidades y desafíos únicos. Novatos y expertos, jóvenes y mayores; todos se reúnen bajo el mismo cielo estrellado para conquistar las montañas juntos. A través de experiencias compartidas, aprenderás sobre la importancia de la solidaridad, la adaptabilidad y el respeto por la naturaleza. Inclusión Radical. Un viaje unificador a través de las montañas es un canto a la inclusión y la pasión por la aventura. Únete a este viaje extraordinario y descubre cómo el espíritu humano puede alcanzar las alturas más inimaginables.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 225

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Primera edición digital: enero 2024 Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com Imagen de la cubierta: Christian Lauro Rodríguez Morales Maquetación: Eva M. Soria Corrección: Víctor Rojas Revisión: Isabel Bravo de Soto

Versión digital realizada por Libros.com

© 2024 Christian Lauro Rodríguez Morales © 2024 Libros.com

[email protected]

ISBN digital: 978-84-19999-00-9

Christian Lauro Rodríguez Morales

Inclusión radical

Montañas como punto de encuentro

A Nekane que me enseña a vivir con amor y empatía, sin discriminación. A mi madre Mirsa, que me educó con el sacrificio, darlo todo por quienes se aman; y a mi viejo Lauro, por guiarme por las sendas de la rebeldía. ¡Les debo todo!

A mis hijos, Maya Laura y Oihan Balam, mis patojitos que crecen sin parar. Gracias por aportar tan buenos momentos a nuestras vidas.

A toda mi familia de este y del otro lado del charco: son tantas personas que llenaría páginas y páginas enteras si haría mención de cada una. ¡Apapachos para todas!

A todos mis muertos, que los llevo en el corazón.

Por último, este libro está dedicado también a las personas diferentes, a las que van contra corriente, a quienes les han dicho «No se puede», a «les discapacitades», a quienes se han sentido discriminadas por los constructos religiosos, políticos, culturales y principalmente capacitistas.

A todas las personas voluntarias de cada rincón del mundo que ha apoyado nuestro proyecto de montaña, sin ustedes/vosotros esto no hubiera sido posible.

Muchísimas gracias Eskerrik asko Matyox chäwe Շնորհակալություն Tanemmirt Aguyje

Մենք ենք մեր սարերը «Somos nuestras montañas».

Proverbio armenio

Índice

 

Portada

Créditos

Título y autor

Dedicatoria

Cita

Introducción

Inclusión Radical

Guatemala

Armenia

Marruecos

Expedición Argentina

Anecdotario

Mecenas

Contraportada

Introducción

 

Muchos aún se sorprenden cuando ven a personas con discapacidad haciendo actividades de montaña, como si fuera algo novedoso o extraordinario. Lo cierto es que han estado presentes en todas las culturas del mundo, desde siempre, viajando, explorando, migrando, buscando refugio. Las personas con discapacidad siempre se han movido por el mundo acompañadas de familiares, amistades e incluso en solitario.

La primera historia documentada sobre uno de estos viajeros nos lleva siglos atrás, a conocer a un hombre extraordinario, James Holman, conocido como The Blind Traveller, el viajero ciego. Nacido un 15 de octubre de 1786 en Inglaterra, quedó ciego, parcialmente sordo y paralítico a los veinticinco años a causa de una enfermedad mientras servía como teniente en la armada real británica. Obteniendo una pensión de por vida, solicitó estudiar medicina y literatura en la Universidad de Edimburgo para luego ir al extranjero en el Grand Tour de 1819 a 1821, viajando en solitario por varios países de Europa. Un año más tarde, solicitó una subvención para realizar un viaje alrededor del mundo de oeste a este, algo inédito para la época para cualquier persona, con o sin discapacidad. La subvención le fue concedida varios años más tarde y pudo dar inicio a un viaje extraordinario que duraría cinco años. En 1832 se convierte en la primera persona ciega en dar la vuelta al mundo. Pero el viaje no terminaría allí, gracias al éxito alcanzado en la venta de sus libros, pudo financiar más viajes y siguió haciéndolo. Para el año 1846 ya había pisado todos los continentes habitados. Escaló muchas montañas en su camino, como documenta en sus memorias; entre ellas su ascenso en caballo a la Table Mountain, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en el año de 1829, montaña poco explorada en esa época. Otro ascenso muy bien descrito en sus publicaciones fue el que hizo andando hasta la cumbre del monte Vesubio, y que cuenta cómo logra circunvalar el cráter, llenando sus botas de ceniza y chamuscando su bastón. Solía decir que como mejor veía las cosas era con sus pies, por lo que hace descripciones sorprendentes de los lugares que visitó. Tras su muerte en 1857, pasó a la historia como el viajero ciego más famoso del mundo, citado por el mismísimo Charles Darwin como un referente para conocer la flora del océano Índico. En el año 2017, la asociación sin ánimo de lucro LightHouse for the Blind and Visually Impaired, Faro Para Ciegos y Deficientes Visuales, crea en su honor el Hofman Prize, para dar apoyo a personas ciegas y con baja visión con espíritu aventurero.

Pero quizá esta es la única historia de aquella época bien documentada. De hecho, la mayoría de historias que se difunden no son más que fábulas y leyendas que podrían no ser ciertas, o se han exagerado con el pasar de los años. Como una que nos viene de Damasco, en 1889, gracias a una fotografía de Tancrède Dumas, en la que se ve una persona ciega llevando a sus espaladas a otra que tiene algún tipo de deformidad física. Se sabe que eran viajeros y que se ayudaban entre sí, uno aportando la visión y el otro la movilidad. A partir de aquí no se sabe nada más, aunque en internet abundan las publicaciones en las que se cuenta que se llamaban Sammir y Muhammad, que uno era cristiano y el otro musulmán, uno pobre y el otro rico, ambos huérfanos, y que cuando uno de ellos falleció, a las pocas semanas lo hizo el otro de tristeza. Rondan muchas versiones de esa historia, todas dramáticas, conmovedoras y romantizadas de lo que se cree podría ser la inclusión en todos sus contextos sociales, económicos y culturales. Pero es probable que ninguna de ellas sea cierta.

Hay muchas historias como estas, incluso de épocas anteriores, de personas con discapacidad viajeras y exploradoras que se aventuraron a navegar por el mar, a escalar montañas y atravesar desiertos, pero que no se documentan porque se realizan en contextos diferentes del ocio. La mayoría de estos viajes se realizan de forma forzosa, obligadas a migrar huyendo de la pobreza o de conflictos armados: andando por extensos desiertos entre México y EE. UU., navegando en pateras de África a Europa, retando la impenetrable selva del Darién entre Panamá y Colombia o atravesando montañas entre Asia y Europa, en pleno invierno, con familias enteras. Todas estas historias que quedan invisibilizadas por medios de comunicación, que se fijan de manera exclusiva en los elitistas viajeros que cuentan con muchos recursos económicos, que por más aventureros temerarios que parezcan, lo son desde una posición acomodada.

Por esa razón el Everest es la montaña de referencia a nivel mundial, donde confluyen personas y marcas comerciales; de ahí su fama, porque es la que más presencia tiene en los medios de comunicación. Es por eso que conocemos historias de tantas personas con discapacidad que han coronado dicha montaña: personas ciegas como Erik Weihenmayer, de Estados Unidos, en 2001, quien además logra las Siete Cumbres un año más tarde. Le siguen otros ciegos, como Andy Holzer, de Austria, en 2017; 張宏/Zhang Hong, de China, en 2021; y, más reciente, el mexicano Rafa Jaime Jaramillo en 2023. También hay historias de personas con amputaciones, llamando más la atención las de miembros inferiores. Hay muchas personas que, con una sola pierna, han alcanzado la cumbre del techo del mundo. El primero —según fuentes oficiales— fue Thomas Whittaker en el año 1998; luego fueron muchos más, como el colombiano Nelson Cardona, quien lo intentó, además, sin oxígeno suplementario, pero al final necesitó utilizarlo para poder pisar la cumbre. Otra persona amputada de una pierna que conquistó la cumbre fue la célebre exjugadora de vóleibol de la India, अरुणिमासिन्हा/Arunima Shinha, quien perdió una pierna tras ser arrollada por un tren, después que unos ladrones la lanzaran a las vías. Durante su rehabilitación, se interesó por la montaña y, tras años de preparación, no solo logró la cumbre en el año 2013, sino que también completó las Siete Cumbres en 2019. Casos de amputados dobles en esa montaña también hay: con prótesis en ambas piernas lo logra el neozelandés Mark Inglis en 2006 y el chino 夏伯玉/Xia Boyu en 2018; ambos amputados por debajo de las rodillas. Y en un caso más reciente, del 2023, हरिबुद्धमगर/Hari Budha Magar, de Nepal, se convierte en el único —de momento— amputado doble con corte de piernas sobre las rodillas en hollar tan preciada cumbre.

En cuanto a personas con discapacidad intelectual, parece que nadie ha logrado pisar la cumbre del Everest. Quizá porque la mayoría de personas con estas condiciones suelen ser más propensas a sufrir mal de altura en cotas menores a 2500 metros, así como ser más frecuente en ellas las lesiones en la columna vertebral a causa de portear demasiado peso. Sin embargo, varias han realizado el trekking al campamento base, situado a 5300 metros. En el año 2013, llama la atención de los medios de comunicación el caso de Elisha Reimer, un adolescente estadounidense de apenas quince años con síndrome de Down que completa el recorrido con la intención de recaudar fondos para una asociación que ayuda a familias de escasos recursos económicos y que tienen a su cargo personas con discapacidad. Y aunque Reimer aparezca en la tabla oficial como la primera persona con tal condición en lograrlo, años más tarde él mismo y su padre reconocen en un comunicado haber conocido a otra persona con síndrome de Down que ya lo hizo antes, un inglés de 35 años que, por diversas razones, ha querido quedar en el anonimato. En abril del 2018 logra llegar Max Stainton, de 25 años, con parálisis cerebral, también inglés, y para el año 2022 se hace viral la noticia de आदित्यतिवारी/Aditya Tiwari, un ingeniero informático de la ciudad de Indore, India, quien acompañó a su hijo adoptado con síndrome de Down, de tan solo 7 años de edad, llamado अवनीश/Avnish, a este afamado lugar. El pequeño Avnish había participado en unas olimpiadas especiales haciendo atletismo y Tiwari confió en que el trekking no sería complicado para él si se hacía una buena aclimatación previa a la altura. Así que entrenaron durante seis meses visitando poblaciones con altitudes de entre 2500 y 3500 metros, y plantearon el recorrido en tres semanas, y no en doce días, como se suele hacer. Fueron acompañados de un sherpa, un médico, amistades y familiares, y, según sus propios comentarios, no tuvieron ningún inconveniente en su camino.

No cabe duda de que la cantidad de personas con discapacidad que intentan ir allí es inmensa. De hecho, la lista de récords en dicha montaña tiene su propia sección de Disabled Summiters, en la que se registran récords de ascensos de personas con, por ejemplo: fibrosis quística, Nick Talbot en 2016; un brazo amputado, Gary Guller en 2003; diabetes tipo 1, Geri Winkler en 2006; o con esclerosis múltiple, Lori Schneider en 2009; solo por mencionar algunas pocas.

A esa lista también podemos añadir al alpinista japonés 三浦雄一郎/Yuichiro Miura, la persona con mayor edad en lograrlo. Y es que Yuichiro escaló la montaña en tres ocasiones: con 70, 75 y 80 años. Yuichiro seguía en activo cuando, a la edad de 87 años, queda con parálisis en ambas piernas, y aun así no dejó de hacer montaña. Volvió a ser noticia en agosto del 2023 en otra montaña de gran popularidad, el monte Fuji, que logra ascender con 90 años utilizando una silla de ruedas adaptada y la ayuda de varios voluntarios. La persona de mayor edad que alcanzó la cumbre de dicha montaña andando fue 五十嵐貞一/Teiichi Igarashi, con más de 101 años de edad. Y es que la discapacidad está muy ligada a las personas mayores; de hecho, una definición de la discapacidad es que es una condición a la que todas las personas nos enfrentaremos en algún momento de la vida, ya sea por enfermedad, accidente o a consecuencia de la edad.

Otra de esas montañas famosas a la que acuden multitudes es el Kilimanjaro, de 5895 metros, la más alta del continente africano. Quizá sea la cumbre que más personas con discapacidad hayan hollado en la historia, ya que cada año se cuentan por decenas los ascensos de personas con discapacidad física, intelectual o sensorial. La primera de ellas fue Tofiri Kibuuka, persona ciega nacida en Uganda, medallista paralímpico, que coronó la cumbre en el año 1968, muchos años antes de que la montaña se volviera un destino de turismo masificado. También allí se llevó a cabo la primera ascensión con personas con discapacidad intelectual a mayor altura en el año 2019, gracias a un equipo ruso de once atletas paralímpicos con síndrome de Down y parálisis cerebral en un proyecto llamado Килиманджаро. Я могу!/Kilimanjaro. ¡Yo puedo! De todos ellos solo uno alcanzó la cumbre: СтепанБезруков/Stepan Bezrukov, de 37 años; mientras que СтаниславБогданов/Stanislav Bogdanov llegó a 5300, y el resto a los 4700 metros, en el campamento Kibo.

El mismo Kilimanjaro fue el objetivo del estadounidense Kyle Maynard, luchador profesional amputado de ambas piernas y ambos brazos. Logró cornarlo sin utilizar ningún tipo de prótesis ni asistencia, más que protecciones de goma de bicicleta en sus cuatro muñones. Maynard lo intentó por la ruta normal, pero fracasó; era demasiado agotador porque la ruta tenía poca inclinación. La adaptación que él necesitaba para poder ascender montañas es avanzar por las rutas con mayor pendiente, ya que su centro de gravedad y posición boca abajo le complica el avance en terrenos llanos. Así que lo intentó por una ruta más directa y escarpada, alcanzando así la cumbre en el año 2012. Cuatro años más tarde se propone un objetivo aún mayor: otra cumbre emblemática, el Aconcagua, de 6960 metros, en Argentina. Y lo logra, pero cuando le preguntan sobre su «récord», responde que su único récord es ser la persona que más tiempo ha tardado en subir a la cumbre.

Aparte de esas montañas hay otros casos mucho menos mediáticos, pero igual de impresionantes, como la del ruso РустамНабиев/Rustam Nabiev, quien con amputación total de ambas piernas, sin ninguna prótesis y utilizando solo la fuerza de sus brazos, logra en 2021 la cumbre del Manaslu, la octava montaña más alta del mundo, con 8163 metros, mucho más complicada de ascender que el mismo Everest. Pero Nabiev no tuvo la suerte mediática del resto; por un lado porque la montaña no es tan famosa entre las personas ajenas al montañismo, y por otro porque la mayoría de notas son publicaciones rusas y, al menos en Europa, están censuradas.

Pero todas estas expediciones que los medios de comunicación califican como inclusivas, en realidad carecen de todo el sentido de la inclusión. Primero porque son hazañas de atletas de alto rendimiento, varios medallistas paralímpicos, casi todos a título personal, y lo que es más importante, con grandes apoyos económicos de patrocinios y subvenciones que muy pocas personas pueden llegar a obtener, hablando de manera general tanto de personas con o sin discapacidad. Sin embargo, de esas mismas iniciativas individuales han nacido algunas propuestas de proyectos inclusivos en todo el amplio sentido de la palabra.

Por ejemplo, la de Erik Weihenmayer, que luego de convertirse en la primera persona ciega en alcanzar la cumbre del Everest, recibe un email de varios estudiantes ciegos de una pequeña escuela en el Tíbet. Le escriben para contarle que lo admiran y que su historia los había motivado para iniciar un programa de escalada en roca. Eran estudiantes de una pequeña escuela fundada por Sabriye Tenberken, una chica ciega alemana que había llegado a ese país para crear proyectos sociales, recorriéndolo a caballo en busca de niños ciegos en las comunidades. Weihenmayer quedó atónito, y, según cuenta, se sintió cobarde al darse cuenta de que sus gestas alpinas eran mínimas ante la gran e importante labor de Tenberken. Sus hazañas en la montaña las hacía desde una posición acomodada, mientras que la otra había renunciado a todo para ayudar a personas que, por sus condiciones de discapacidad, eran discriminadas, pues las consideraban poseídas por demonios, rechazadas por sus progenitores y marginadas por completo por la sociedad. A Weihenmayer se le ocurrió hacer algo, una actividad de montaña en la que pudieran participar todas las partes en igualdad de condiciones y con el mismo objetivo: irían a escalar con seis chicos y chicas ciegas de la escuela una gran montaña, el monte Lhakpa Ri, de 7045 metros. La propuesta incluía convivencia con las familias, charlas de sensibilización en las comunidades, talleres de técnicas de senderismo, escalada y alpinismo en general. El proyecto inició en el año 2004 y se financió con la filmación de un precioso documental titulado Blindsight (A Ciegas), dirigido por la británica Lucy Walker, junto con el galardonado y experto en fotografía alpina Keith Partridge. Durante el documental hay un constante debate de las metas que quieren alcanzar por un lado los alpinistas buscando grandes aventuras y, por otro, las personas con discapacidad local, que solo buscan un espacio de convivencia, un sitio donde puedan sentirse parte de un grupo, un espacio donde sentirse aceptadas. Y ahí está la inclusión que tienen que negociar y decidir en conjunto para el bienestar común.

Otro gran proyecto de montaña inclusiva nació del ascenso del ya mencionado con anterioridad Tofiri Kibuuka en el Kilimanjaro de 1968. Con esa misma cumbre en mente, un año más tarde el fundador de una organización benéfica llamada Sightsavers, John Wilson, organizó un proyecto de montaña para personas ciegas de Kenia, Uganda y Tanzania, que de manera voluntaria se inscribieron para participar en un programa de entrenamiento con talleres de cuerdas, acampada nocturna, cocina y dominio del uso del equipo de radio para comunicación en montaña, con la idea de empoderarlas, al mismo tiempo que daban a la sociedad una imagen diferente de lo que podían llegar a alcanzar las personas ciegas. Recordemos que en esa montaña y en ese entonces no existían las condiciones técnicas de hoy en día, ni siquiera de vestimenta, mucho menos de equipo, por no mencionar que el sitio todavía mantenía su estatus de lugar en sumo estado salvaje, sin todas las facilidades que hoy en día cuenta esa montaña. Así pues, en febrero de 1969, logran la cumbre siete, de nueve, personas ciegas más el equipo de voluntariado. Este caso puede ser uno de los referentes a nivel mundial de montañismo inclusivo con temática transversal de discapacidad, inmigración y reducción de las desigualdades, pero no lo ha sido; de hecho, es constante ver publicaciones de iniciativas contemporáneas en diarios occidentales adjudicándose ser las primeras iniciativas de su tipo, cuando la que hemos mencionado sucedió hace ya más de medio siglo atrás. Culpa de ello son los algoritmos informáticos, que en las búsquedas solo muestran notas cercanas geográficamente y en idiomas específicos, aparte de que los medios de comunicación occidentales no suelen interesarse por noticias que no tengan como eje central Europa o EE. UU. Pero esa noticia estuvo en portada de varios periódicos nacionales de varios países africanos y todas las personas que participaron fueron recibidas como verdaderos héroes en sus propios países. Para hacerse una idea de la importancia que tuvo, en la actualidad hay tres pares de botas y algunas de las vestimentas usadas en esa expedición expuestas en el Museo Nacional de Uganda. Y, lo más importante, este programa de empoderamiento aún continua activo después de medio siglo.

Así que montañismo e inclusión no tienen nada que ver con récords, ni competencias, ni con grandes montañas… tiene que ver más con convivencia, cooperación y con programas en los que se asegura una continuidad.

El modo de ver la montaña y la discapacidad ha cambiado de manera radical. Lejos quedan ya aquellas leyendas de la antigua Grecia en la que se decía que, según las leyes de Licurgo, el único lugar para las personas con discapacidad era el monte Taigeto, desde donde se las lanzaba al vacío para poner fin a sus vidas, porque en esa sociedad no había espacio para personas débiles. En el otro extremo, algunas culturas nórdicas las consideraba personajes divinos que venían de las montañas, y en las culturas mayas tenían un papel muy importante y respetado porque se las creía mágicas, con el poder de crear montañas y hacer rabiar volcanes. En la actualidad, estamos abriendo los ojos, viendo que son personas comunes y que pueden hacer lo mismo que cualquier persona, con todas sus capacidades, aunque de maneras distintas, pero casi siempre con mayor creatividad.

Por último, tenemos que decir que este libro no pretende ser un manual de instrucciones de cómo ascender, guiar o acompañar. Cada cultura y cada persona tiene su propia manera de hacerlo, y todas son válidas, siempre y cuando no sean dañinas para nadie. Contaremos sobre nuestra experiencia, de cómo hemos resuelto algunos problemas y cómo nos hemos equivocado en otros. Tampoco es un libro motivacional para que todas las personas se pongan a cumplir sueños, primero porque hay que fijarse bien en de quién son esos sueños, ya que en la mayoría de los casos no son de personas con discapacidad, sino de empresas y guías de montaña que pretenden llamar la atención para obtener subvenciones o lavar su imagen, diciendo que hacen una labor extraordinaria cumpliendo los sueños de otros, algo que ya de por sí es demasiado pretencioso.

Y es que no hace falta subir lo imposible para visibilizar la inclusión, esta se da en los ambientes más cercanos y con las personas más próximas, por lo general, en actividades que no llaman la atención de los medios de comunicación porque no hay amarillismo que vender.

Con este libro lo que buscamos, en realidad, es desdramatizar el tema de la discapacidad.

Inclusión Radical

 

Tal vez «inclusión» no sea la palabra apropiada para definir el trabajo que hacemos. Si bien es cierto que en nuestros proyectos se incluyen de manera transversal temas de discapacidad, empoderamiento de las mujeres, población inmigrante y local, exiliada y refugiada, personas sin hogar, interculturalidad, intergeneracionalidad y proyectos de cooperación internacional… en realidad no ha sido un proyecto diseñado con ese planteamiento en ningún momento. Más bien, es el resultado de necesidades que hemos encontrado en el camino y que se han resuelto de manera natural, sin forzar a nada ni a nadie.

Por otro lado, el término «inclusivo» se lo han apropiado entidades que tienen poco o nada que ver con la inclusión. Muchas buscando dar una mejor imagen a su entidad, marca o empresa y otras que quieren ayudar, de buen corazón, pero terminan montando circos y eventos puntuales que se prestan más al amarillismo mediático que a la verdadera inclusión.

Somos conscientes de que la inclusión total es imposible de alcanzar, pero hay características en las que se reconoce a quienes lo intentan. Por lo general, no son actividades masivas ni puntuales, se planifican con objetivos en común para todas las personas por igual, trabajan en red con otras iniciativas y suelen tener una continuidad a medio y largo plazo.

Nosotros no es que hayamos inventado nada. Todo esto ya existía, solo fuimos sumando ideas de aquí, de allá y de acullá. No somos los únicos, por fortuna, que realizamos estas actividades. Hay muchas asociaciones, clubes y entidades de montaña que lo hacen, y cada vez se suman más. Algunas por separado y otras en conjunto, pero todas con esa visión de que en la montaña cabemos todas las personas y todas tienen derecho a disfrutar de un ocio saludable y cooperativo. Haremos mención solo de algunas de ellas, de diferentes partes del mundo y con culturas muy disímiles, con otras técnicas y herramientas, pero tan válidas como las nuestras. Lo haremos solo con la intención de poner en contexto que la inclusión es universal, y no algo propio de sociedades económicamente desarrolladas.

Sightsavers

Mencionada en la introducción de este libro, es una entidad fundada en 1950, que trabaja en el tratamiento y prevención de la ceguera evitable, así como promueve la igualdad para las personas con discapacidad visual y otras discapacidades. Con sede en el Reino Unido y sucursales en Suecia, India, Italia, República de Irlanda, Kenia, Uganda, Tanzania y Emiratos Árabes Unidos, iniciaron sus programas de montañismo para personas ciegas en el año 1969, en el Kilimanjaro, programa que continua hasta la fecha y en el que pueden participar todo tipo de personas, ofreciendo estas experiencias para poder recaudar fondos.

/STEP, Seeking To Equip People

Este es un programa de entrenamiento de escalada para personas ciegas o con baja visión de la región kurda de Iraq. En ella también participan personas refugiadas de Irán y Siria, niños y niñas por igual. Inició en 2014, en el 2017 se unió a /Kurdistan Mountaineering Union, y en apenas tres años lograron la participación de más de mil personas en sus propuestas de senderismo, escalada y visita a cuevas. Enseñan a manejar cuerdas y el equipo técnico para escalar, aunque también usan cuerdas y arneses en sus actividades de senderismo con tres o cuatro guías que dirigen la cuerda en la que se sujeta una treintena de personas para poder avanzar en los complicados caminos de las montañas de Sulaymaniyah. A finales del año 2020, la red creció y también se unieron a /Handren Mountaineering Group, quienes trabajan desde el 2015 con mujeres ciegas ascendiendo las cumbres más altas de ese país.

No Barries USA

Organización no lucrativa que trabaja varios frentes: jóvenes, veteranos de guerra y personas con discapacidad en general. Fundada por Erik Weihenmayer, primera persona ciega en ascender el Everest; y los educadores y activistas David Shurna y Julie Dubin. Tienen un programa completo de escalada, campus de verano, viajes y ocio para todo tipo de personas. Así como programas adaptados a las necesidades de cada grupo o persona. Su programa estrella es el conocido bajo el nombre Warriors, guerreros, con personas con discapacidad que se inician en la montaña y que se enfrentan a retos de ascenso a montañas míticas y técnicas de Estados Unidos y algunas en expediciones fuera de sus fronteras.

Guías a la par

Es un grupo de amigos que une a guías voluntarios con atletas ciegos. Fundaron la asociación en 2017 en Mar de Plata, Argentina. Ligada en principio al atletismo para personas ciegas, recién en 2020 comenzaron a incursionar en el senderismo, montaña y escalada. La primera actividad que realizaron de este tipo fue el «Proyecto Lanín, 3776 metros», en el que dos personas ciegas con dos guías intentaron escalar el volcán del mismo nombre. Le siguieron los ascensos al cerro Tres Picos y al cerro Champaquí. Las actividades del grupo se financian con la venta de empanadas y rifas de productos ecológicos. Este año 2023 están uniendo esfuerzos con nuestros amigos de X Más Inclusión, de Buenos Aires.

פאראטרק/Paratrek

Empresa israelí que se dedica a organizar viajes para personas con discapacidad y fabricación de sillas adaptadas para montaña. Comenzaron en 2008, cuando Omer Zur, su fundador, decidió ayudar a su padre llevándolo de trekking