Intenta olvidarme - Mario Quintana - E-Book

Intenta olvidarme E-Book

Mario Quintana

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Beschreibung

Ofrecemos esta antología de uno de los poetas brasileños del siglo XX más conocidos en su país y más ignorados en España, Mario Quintana, nacido en el municipio de Alegrete, en 1906, y fallecido en el de Porto Alegre, en 1994.Tras trabajar en la Editora Globo, estuvo dedicado al periodismo, a la traducción y a la creación poética, de la que esta compilación es una muestra relevante. Calificado "el poeta de las cosas simples", aúna en su poesía autobiografismo, emoción, intensidad, sencillez y perfección técnica, lo que hace descubrir en algún que otro conocedor de su obra lírica cierto paralelismo con la poeta polaca Wislawa Szymborska. Fiel a un estilo propio, inconfundible, en el que resaltan tanto el interés por la musicalidad de los versos como el afán por mostrar un constante y delicado humor, que a veces raya en fina ironía, y en el que es fácil encontrar rasgos románticos, realistas e, incluso, surrealistas, Quintana resulta siempre sorprendente, frívolo e inteligentemente tierno. La presente selección, versión y prólogo corre a cargo de Enrique García-Máiquez (Murcia, aunque El Puerto de Santa María –Cádiz–, 1969), quien ya había editado del mismo autor la breve antología Puntos suspensivos. Articulista, prologuista, traductor de G. K. Chesterton o de Shakespeare, García-Máiquez ha publicado, además, aforismos, diarios y ediciones de poetas contemporáneos, aparte de cinco poemarios: Haz de luz, Ardua mediocritas, Casa propia, Alguien distinto y Con el tiempo.

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Veröffentlichungsjahr: 2019

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INTENTA OLVIDARME

(Antología poética)

MARIO QUINTANA

INTENTA OLVIDARME

Antología poética

EDICIÓN BILINGÜE

Selección, versión y prólogo de Enrique García-Máiquez

ADONÁIS

664-665

EDICIONES RIALP,S.A.

Madrid

El editor se encuentra a disposición de los titulares de derechos de autor con los que no haya podido ponerse en contacto.

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

© 2018 byMario Quintana

© 2018 de la presente edición, by

Ediciones Rialp, S.A. - Colombia 63 - 28016 Madrid

ISBN (edición digital): 978-84-321-5058-6

Depósito Legal: M-36.994-2018

Printed in Spain - Impreso en España

PRÓLOGO

I. El poeta

Mario de Miranda Quintana fue el cuarto hijo de Celso de Oliveira Quintana, farmacéutico, y de Virgínia de Miranda Quintana, que, educada en Uruguay, declamaba a Espronceda y a Bécquer. Mario nació en Alegrete (Brasil) el 30 de julio de 1906, y murió en Porto Alegre en 1994. No son detalles baladíes. Por su padre, su poesía es una fórmula magistral, un tratamiento antidrepresivo, una pura vitamina biográfica y un infalible analgésico sin necesidad de receta médica. Por parte de madre, no hizo nunca ascos ni a la más becqueriana emoción ni a la ironía más esproncédica. Y la alegría le acompañó del principio, poeta alegretense, al puerto final.

Vivió una fotogénica bohemia, soltero, de hotel en hotel, pero en su ciudad, sin viajar apenas. Cuando en cierta ocasión se quedó sin alojamiento, comentó: «No tiene importancia, yo vivo dentro de mí mismo». Tampoco fue una anécdota, sino una categoría. Trabajó en periódicos, y tradujo a Marcel Proust, Joseph Conrad, Voltaire, Virginia Woolf, Guy de Maupassant, Graham Greene, Honoré de Balzac, Prosper Mérimée, etc. En 1940 se estrenó como poeta con Rua dos Cataventos, un libro de sonetos que fijó el rumbo de su poesía, pues Quintana siempre declaró con desconcertante orgullo que él no evolucionó. El poeta se mantuvo fiel a su estilo, esto es, a una ternura inteligente, a una frivolidad profunda y a una milagrosa naturalidad. Publicó numerosos poemarios, entre los que destacan: Canções (1946), O Aprendiz de Feiticeiro (1950), Espelho Mágico (1951), Apontamentos de História Sobrenatural (1976), A Vaca e o Hipogrifo (1977), Baú de Espantos (1986) o Preparativos de Viagem (1987). Hizo cuentos y aforismos, tan propios que se conocen como «quintanares», tan poéticos que los incluyó en su poesía completa, aunque aquí nos ceñimos a su poesía en verso. También escribió para niños. No es poco para alguien que presumió de su indolencia hasta el punto de poner como título a uno de sus libros más personales De la pereza como método de trabajo (1987).

No será sólo por aplicar ese método por lo que este prólogo será muy breve. Hay una segunda razón, tan poderosa o más: la desconfianza de Quintana hacia la crítica, que le llevó a sostener primero y a transcribir después esta conversación:

Esa manía de leer sobre los autores hizo que, en el último centenario de Shakespeare, se trabase entre una joven profesora del interior y este escriba el siguiente diálogo:

—¿Qué debo leer para conocer a Shakespeare?

—A Shakespeare.

II. Los poemas

Para hablar de la poesía de Mario Quintana, la crítica brasileña se enzarza, en cumplimiento de su deber profesional, en problemas de categorización y dilemas generacionales. Se pregunta incesantemente si su primer libro fue o no epigonal; si recibió tales influencias; y cuáles confluencias. También intenta reconstruir la compleja cronología de su obra, pues en los primeros libros primó el criterio formal, sonetos, canciones, epigramas…, y sólo a partir de Apuntes de historia sobrenatural (1976), Quintana empezó a agrupar sus poemas por un laxo orden de creación. No sin alivio, nos consideramos dispensados de entrar en esas polémicas y laberintos de casa ajena.

En el primer poemario, algo tardío, publicado con 36 años, ya están expuestos todos los temas de su poesía. Tenía razón, pues, cuando muchos años después presumió de no haber evolucionado. Tampoco, aunque lo parece, en lo formal. El verso libre, que cada vez más dejará correr a rienda suelta a lo largo de su obra, ya estaba dentro de sus primeros sonetos, tan aireados y libérrimos. La observación de Antonio Machado de que, en el primer libro de un poeta auténtico, se encuentran todas las posibilidades que va a desarrollar e incluso bastantes más, en las que no tendrá tiempo de profundizar, se ve en La calle de las veletas, donde Quintana ya escribe una poesía muy metapoética, arraigada en su circunstancia más inmediata (su calle, su cuarto, sus amigos, su ángel de la guarda…), donde el poeta aparece como un tierno inadaptado, incapaz de compromiso político, y vivamente interesado en la muerte. Hay una voz propia y un mundo reconocible que no perderá nunca.

Admirado por Carlos Drummond de Andrade, Manuel Bandeira y Cecília Meireles, tuvo desde el principio el aprecio de los mejores, aunque las características de su poesía (sencillez, emoción, biografismo, sinceridad) hicieron profetizar a algún crítico apresurado que ganaría el fervor de los lectores más elementales y no el de los sofisticados. Al final, ha tenido el de ambos, pero empezó por el de los sofisticados. Esta aparente paradoja de la poesía de Mario Quintana la ha desentrañado Fausto Cunha: «Es una poesía difícil, en cuanto intensamente alusiva y de un humour sutil, irreductible. Su claridad es ilusoria, siendo un instrumento multívoco». Tania Franco Carvalhal lo confirma: «Es sorprendente cómo conviven en la poesía de Mario Quintana elementos tan contradictorios como el dolor y la risa, la amargura y el humor, la vida real y lo sobrenatural, el pasado y el presente». Y, en cualquier caso, Fabrício Carpinejar da la última clave de por qué los más exquisitos han recurrido a esta poesía: «La simplicidad de Mario Quintana es terapéutica».

Su cóctel, tan transparente, es complejo. Mario Quintana combina un romanticismo tardío con un evidente modernismo (en el sentido hispánico y también en el anglosajón, para complicarlo más). Federico de Onís lo habría incluido en su «Prosaísmo sentimental» y, sin duda, nos recuerda muchísimo a Baldomero Fernández Moreno, aunque, leído desde hoy, Quintana tiene también un asombroso aire de familia con Wislawa Szymborska. Menos sorprende su parentesco cercano con el realismo mágico. Popular y parnasiano, con toques medidos de surrealismo, e incluso con cierto voluntarismo apotegmático en los epigramas de El espejo mágico, Mario Quintana es un mundo completo. Unificado gracias a dos de sus características. Primero, el permanente cuidado por la expresión. «La mariposa

más difícil de cazar es el adjetivo», confesó. Y, por debajo, el encanto magnético del propio personaje. Su impenitente autobiografismo (véase el poema «Diario de viaje», donde nos cuenta que «El poeta fue visto por un río,/ por un árbol,/ por un camino…») viene compensado por un horaciano Mutato nomine de te fabula narratur que le funciona como un reloj. Lo avisa en El color de lo invisible (1989):

TROVA

Aquel que canta sus penas

si acaso las canta bien

está cantando sus penas

y las de todos también.

El autobiografismo tiene un reflejo divertido y emocionante, pues el poeta escribe tres poemarios de vejez y despedida, tres, como si Quintana no dejase nunca de asombrarse, aprovechando su fructífera longevidad, de lo inagotable de la poesía y de la belleza del mundo. Más secretamente, supo conjugar un amable egocentrismo con el signo de la máxima modernidad. El poeta, habla de sí mismo, sí, pero sin dejar jamás de buscar su propia identidad, como un Pessoa sin heterónimos, pero con paralelo desasosiego, tamizado por el humor y la alegría, fiado en unas esperanzadas ansias de salvación:

S. O. S.

El poema es una botella de náufrago

lanzada al mar.

Quien lo encuentra

se salva a sí mismo.

En Baúl de asombros, dejó este «Proyecto de prólogo» que habrá de servirme para cumplir, in extremis, mi promesa de ser breve:

Sabias agudezas, refinamientos,

no.

Nada de eso encontrarás aquí.

Un poema no es para pasar el tiempo

como esas imágenes mutantes de los caleidoscopios.

Un poema no es cuando te detienes para apreciar un detalle.

Un poema tampoco es cuando lo terminas al final

porque un poema continúa siempre…

Un poema que no te ayude a vivir y que no sepa prepararte para la muerte

no tiene sentido: es un sonajero.

III. La versión

Más que traductor, mi trabajo ha sido de antólogo. Quiero decir «trabajo» literalmente, porque es en la selección donde más me he tenido que esforzar ante una obra tan amplia y tan sugerente. En cambio, el portugués, lengua hermana, es muy fácil de leer y lleva al traductor, como a un niño pequeño de andares vacilantes, de la mano.

Confiado, no me empeñé en hacer una traducción fidelísima, que el lector puede hacerse igual o mejor que yo sobre la marcha. La hospitalidad del portugués permite que el traductor, amparándose en la edición bilingüe que ofrecemos, arriesgue más para traer el poema a los ritmos y aires de nuestra tradición poética. De la «Canción de la ventana abierta», por ejemplo, Gilda Néves da Silva Bittencourt nos explica, con muy doctas razones, que evoca a la antigua cantiga «Passa-passará», pero para el lector hispánico tiene un irremediable sabor albertiano, que forma parte, de alguna manera, de su traducción a nuestro idioma.

He tratado de trasladar el aire, el humor, los guiños, la música, las rimas, la sorpresa de los giros de Mario Quintana. Quizá con la esperanza de que su imprescindible espíritu (su desdén por las modas, su emoción, su inteligencia, su gracia, su sentido de la forma, su indiferencia por hacer carrera literaria, su autencidad) arraigue bien en nuestra poesía. Me he atado también a sus libertades, que espero que, a pesar de la paradoja, resulten tan refrescantes aquí como en el original. Pero me he atado muy en largo. Entre los extremos de la traducción literal y los de la variación literaria, he tratado de moverme el amplio término de la versión poética.

En caso de dudas y versiones distintas del original, he dado la última palabra a la edición de la poesía completa de Tania Franco Carvalhal en Editora Nova Aguilar, 2006. De todos los títulos se traducen poemas, de modo que la bibliografía poética de Mario Quintana puede seguirse a través de la lectura de la antología. Una primera entrega de mi traducción se publicó en Los Papeles del sitio en 2006 con el título Puntos suspensivos. Ésta podría haberse titulado Punto y coma porque mi pasión por traducir a Mario Quintana no pondrá su punto final hasta que tengamos en español su obra completa. Con todo, Intenta olvidarme hará que sus lectores no olviden que queda mucho Quintana pendiente y que El punto final es, además, inalcanzable, porque un poema continúa siempre…

LA CALLE DE LAS VELETAS (1940)

I

Escrevo diante da janela aberta.

Minha caneta é cor das venezianas:

Verde!… E que leves, lindas filigranas

Desenha o sol na página deserta!

Não sei que paisagista doidivanas

Mistura os tons… acerta… desacerta…

Sempre em busca de nova descoberta,

Vai colorindo as horas quotidianas…

Jogos da luz dançando na folhagem!

Do que eu ia escrever até me esqueço…

Pra que pensar? Também sou da paisagem…

Vago, solúvel no ar, fico sonhando…

E me transmuto… iriso-me… estremeço…

Nos leves dedos que me vão pintando!

[Cuadro]

Escribo junto a la ventana abierta.

Mi pluma es del color de las persianas,

verde… Y qué leves, lindas filigranas

deja el sol en la página desierta.

No sé qué paisajista tarambana

mezcla tonos…, y acierta…, y desacierta…,

y busca así una novedad que vierta

colores en las horas cotidianas…

¡Juegos de luz danzando en el follaje!

De lo que iba a escribir voy y me olvido…

¿Por qué pensar? También yo soy paisaje…

Y, soluble en el aire, estoy soñando,

transformado, irisado, estremecido,

entre los dedos que me van pintando.

II

Dorme, ruazinha… É tudo escuro…

E os meus passos, quem é que pode ouvi-los?

Dorme teu sono sossegado e puro,

Com teus lampiões, com teus jardins tranqüilos…

Dorme… Não há ladrões, eu te asseguro…

Nem guardas para acaso persegui-los…

Na noite alta, como sobre um muro,

As estrelinhas cantam como grilos…

O vento está dormindo na calçada,

O vento enovelou-se como um cão…

Dorme, ruazinha… Não há nada…

Só os meus passos… Mas tão leves são,

Que até parecem, pela madrugada,

Os da minha futura assombração…

[Nana]

Duérmete, callejón… Todo está oscuro

y mis pasos, ¿quién puede, di, sentirlos?