Islam y modernidad - Slavoj Žižek - E-Book

Islam y modernidad E-Book

Slavoj Zizek

0,0

Beschreibung

Un ensayo provocador y que aporta perspectivas novedosas sobre las bases y las paradojas del conflicto entre Occidente e Islam, abordando temas espinosos como los ataques terroristas en París o el papel de la mujer en las dos culturas. Ahora, cuando todos nos encontramos en estado de shock tras las matanzas en París, es el momento justo de reunir el coraje de pensar. Según Žižek, las manifestaciones apasionadas generadas por estos hechos implican en el fondo un acercamiento de la sociedad a las fuerzas de orden y control. "La amenaza terrorista triunfaba así al lograr lo imposible: reconciliar a los revolucionarios del 68 con su peor enemigo, con el pueblo ofreciéndose a sí mismo para tareas de vigilancia." Ahora bien, —se pregunta Žižek— ¿cómo hemos llegado a este punto? ¿Qué es lo que ensombrecen tales acontecimientos? Žižek trata en este ensayo cuestiones espinosas como el fundamentalismo religioso y el Occidente moderno, la libertad y la tolerancia, el papel de la mujer en el islam y en Occidente, sirviéndose, como es habitual en sus ensayos, de la teoría psicoanalítica lacaniana para su análisis de la política internacional y de la identidad de las comunidades religiosas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 78

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



TÍTULOS DE LA COLECCIÓN PENSAMIENTO HERDER

Fina Birulés Una herencia sin testamento: Hannah Arendt

Claude Lefort El arte de escribir y lo político

Helena Béjar Identidades inciertas: Zygmunt Bauman

Javier Echeverría Ciencia del bien y el mal

Antonio Valdecantos La moral como anomalía

Antonio Campillo El concepto de lo político en la sociedad global

Simona Forti El totalitarismo: trayectoria de una idea límite

Nancy Fraser Escalas de justicia

Roberto Esposito Comunidad, inmunidad y biopolítica

Fernando Broncano La melancolía del ciborg

Carlos Pereda Sobre la confianza

Richard Bernstein Filosofía y democracia: John Dewey

Amelia Valcárcel La memoria y el perdón

Judith Shklar Los rostros de la injusticia

Victoria Camps El gobierno de las emociones

Manuel Cruz (ed.) Las personas del verbo (filosófico)

Jacques Rancière El tiempo de la igualdad

Gianni Vattimo Vocación y responsabilidad del filósofo

Martha C. Nussbaum Las mujeres y el desarrollo humano

Byung-Chul Han La sociedad del cansancio

F. Birulés, A. Gómez Ramos, C. Roldán (eds.) Vivir para pensar

Gianni Vattimo y Santiago Zabala Comunismo hermenéutico

Fernando Broncano Sujetos en la niebla

Gianni Vattimo De la realidad

Byung-Chul Han La sociedad de la transparencia

Alessandro Ferrara El horizonte democrático

Byung-Chul Han La agonía del Eros

Antonio Valdecantos El saldo del espíritu

Byung-Chul Han En el enjambre

Byung-Chul Han Psicopolítica

Remo Bodei Imaginar otras vidas

Wendy Brown Estados amurallados, soberanía en declive

Slavoj Žižek

Islam y modernidad

Reflexiones blasfemas

Traducción deMaría Tabuyo y Agustín López

Título original: Islam and modernity: some blasphemic reflexions

Diseño de la cubierta: PURPLEPRINTCreative

Traducción: María Tabuyo y Agustín López

© 2015, Slavoj Žižek

© 2015, Adriano Salani Editore s.u.r.l., Milán

© 2015, Herder Editorial, S.L., Barcelona

1ª edición digital, 2015

Depósito Legal:  B-8695-2015

ISBN:  978-84-254-3469-3

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Producción digital: Digital Books

Herder

www.herdereditorial.com

Índice

Títulos de la colección Pensamiento Herder

Portada

Créditos

Punto de partida

El islam como modo de vida

Un vistazo a los archivos del islam

Notas

Información adicional

Punto de partida

Ahora, cuando todos nos encontramos en estado de shock tras la matanza en las oficinas de Charlie Hebdo, es el momento justo de reunir el coraje de pensar. Ahora y no más tarde, cuando las cosas se calmen, como tratan de hacernos creer los partidarios de la sabiduría barata: lo difícil de combinar es, precisamente, la tensión del momento y el acto de pensar. Pensar en el sosiego que se instaura con el paso del tiempo no genera una verdad más equilibrada, sino que, más bien, normaliza la situación, permitiéndonos evitar el filo cortante de la verdad.

Pensar significa moverse más allá del pathos de solidaridad universal que explotó en los días que siguieron al acontecimiento y que culminó en el espectáculo del domingo 11 de enero, con destacados políticos de todo el mundo cogidos de la mano, de Cameron a Lavrov, de Netanyahu a Abbas: si alguna vez hubo una imagen de falsedad e hipocresía, fue esa. Cuando la manifestación de París pasaba bajo su ventana, un ciudadano anónimo puso en un altavoz el «Himno a la alegría» de Beethoven, el himno extraoficial de la Unión Europea, añadiendo un toque de kitsch político al indignante espectáculo de Putin, Netanyahu y compañía —los líderes más directamente responsables del lodazal en que nos encontramos— cogidos de la mano. Aunque soy decididamente ateo, pienso que esta obscenidad fue demasiado incluso para Dios, que se sintió obligado a intervenir con otra obscenidad, digna esta del espíritu de Charlie Hebdo: cuando el presidente François Hollande abrazaba a Patrick Pelloux, el médico y columnista de Charlie Hebdo, delante de las oficinas de la revista, un pájaro defecó sobre el hombro derecho de Hollande, en presencia del personal de la revista, que trataba de contener su risa incontrolable: una respuesta verdaderamente divina de la realidad al repugnante ritual. Y, efectivamente, el gesto verdaderamente propio de Charlie Hebdo habría sido publicar en primera página una gran caricatura burlándose brutalmente y con mal gusto de este acontecimiento, con dibujos de Netanyahu y Abbas, Lavrov y Cameron, abrazándose y besándose apasionadamente mientras afilan sus cuchillos por la espalda.

Hay, además, una característica de los recientes acontecimientos de Francia que pareció pasar, en general, inadvertida: no había solo carteles y pegatinas de Je suis Charlie, sino también carteles y pegatinas de Je suis flic. La unidad nacional celebrada y representada en grandes reuniones públicas no solo era la unidad de la población que se extendía a todos los grupos étnicos, a todas las clases sociales y religiones, sino también (y quizá, sobre todo) la unidad de la gente con las fuerzas de orden y control. Francia era hasta ahora el único país de Occidente —que yo sepa— donde los policías eran blanco constante de chistes brutales que los retrataban como estúpidos y corruptos (como fue práctica común en los países excomunistas). Ahora, en los días posteriores a los asesinatos de Charlie Hebdo, la policía es aplaudida, ensalzada y abrazada como una madre protectora; y no solo la policía, sino también las fuerzas especiales (las CRS, a las que en el 68 se gritaba: «CRS, SS»), los servicios secretos, todo el aparato de seguridad del Estado. Ningún lugar para Snowden o Manning en este nuevo universo, o, por citar a Jacques-Alain Miller: «El resentimiento contra la policía ya no es lo que era, salvo entre la juventud pobre de origen árabe o africano; cosa sin duda nunca vista en la historia de Francia». Lo que vemos de vez en cuando en Francia y en todo el mundo, en raros momentos privilegiados, es la extática «ósmosis de la población con el ejército nacional que la protege de las agresiones exteriores; pero ¿el amor de una población por las fuerzas internas de represión?».[1] La amenaza terrorista triunfaba así al lograr lo imposible: reconciliar a los revolucionarios del 68 con su peor enemigo, algo así como la versión popular francesa de la Patriot Act[2] puesta en vigor por aclamación popular, con el pueblo ofreciéndose a sí mismo para tareas de vigilancia. Ahora bien, ¿cómo hemos llegado a este punto?

El islam como modo de vida

Los momentos extáticos de las manifestaciones de París son, por supuesto, un triunfo de la ideología: unen al pueblo contra un enemigo cuya fascinante presencia arrasa, momentáneamente, con todo antagonismo. Así pues, la pregunta que hay que plantearse es: ¿qué es lo que ensombrecen?, ¿qué aspiran a ocultar? Por supuesto, debemos condenar sin ningún tipo de ambigüedad los asesinatos como un ataque a la esencia misma de nuestras libertades, y condenarlos sin reservas escondidas (al estilo de «no obstante, Charlie Hebdo se pasaba provocando y humillando a los musulmanes»). Debemos rechazar toda referencia de orden similar que remita a un contexto atenuante más amplio: los hermanos atacantes estaban profundamente afectados por los horrores de la ocupación norteamericana de Iraq (de acuerdo, pero ¿por qué no atacaron alguna instalación militar estadounidense en vez de un periódico satírico francés?); de facto, los musulmanes son en Occidente una minoría explotada y apenas tolerada (sí, pero los negros africanos también lo son, incluso más, y sin embargo no se dedican a lanzar bombas y a matar), etc. El problema con esa evocación del complejo trasfondo es que también se puede utilizar perfectamente a propósito de Hitler: también él consiguió traducir en movilización la injusticia del tratado de Versalles, pero, no obstante, estaba plenamente justificado luchar contra el régimen nazi con todos los medios al alcance. Lo importante no es si los motivos de queja que condicionan los actos terroristas son verdaderos o no, lo importante es el proyecto político-ideológico que emerge como reacción contra las injusticias.

Todo esto no es suficiente; deberíamos ir más allá en nuestro pensamiento, y ese pensar más allá no tiene nada que ver con la banalización barata del crimen (el mantra de «¿quiénes somos nosotros en Occidente, perpetradores de terribles matanzas en el Tercer Mundo, para condenar esos actos?»). Tiene incluso menos que ver con el miedo patológico de muchos izquierdistas liberales occidentales de ser culpables de islamofobia. Para estos falsos izquierdistas, cualquier crítica al islam es una expresión de la islamofobia occidental, y Salman Rushdie habría provocado innecesariamente a los musulmanes y fue por tanto responsable (parcialmente, al menos) de la fatwa que lo condenaba a muerte, etc. El resultado derivado de esa postura es el que se puede esperar en tales casos: cuanto más exploran su culpa los izquierdistas liberales occidentales, más son acusados por los fundamentalistas musulmanes de ser hipócritas que tratan de ocultar su odio al islam. Esta constelación reproduce perfectamente la paradoja del superego: cuanto más te atienes a lo que el Otro demanda de ti, más culpable eres. Análogamente, cuanto más toleres al islam, más fuerte será su presión sobre ti…

Esta es la razón también de que encuentre insuficientes las llamadas a la moderación en la declaración de Simon Jenkins (en The Guardian, el 7 de enero), en el sentido de que nuestra tarea es «no reaccionar en exceso, no dar demasiada publicidad a las consecuencias. Hay que tratar cada acontecimiento como un accidente pasajero del horror». Pero el ataque a Charlie Hebdo