Juan Basilio de Castellví y Coloma Conde de Cervellón - Juan Basilio de Castellví y Coloma - E-Book

Juan Basilio de Castellví y Coloma Conde de Cervellón E-Book

Juan Basilio de Castellví y Coloma

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Beschreibung

Juan Basilio de Castelví y Coloma, conde de Cervelló ( 1675-1754), representa la figura del intelectual que protagonizó la transición de la cultura académica barroca a la orientación racionalista y europeísta. En el presente volumen aparecen recopiladas, en edición crítica, sus obras poéticas y su correspondencia con Manuel Maní, Gregorio Mayans, Otto Mencke, Pladdus Schwesinger, Vicente Millera y Otto Ferdinand.

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JUAN BASILIO DE CASTELVÍ Y COLOMA CONDE DE CERVELLÓN

POESÍAS Y EPISTOLARIO

COLECCIÓN PARNASEO 30

Colección dirigida por

José Luis Canet

Coordinación

Julio Alonso Asenjo

Rafael Beltrán

Marta Haro Cortés

Nel Diago Moncholí

Evangelina Rodríguez

Josep Lluís Sirera

JUAN BASILIO DE CASTELVÍ Y COLOMACONDE DE CERVELLÓN

POESÍAS Y EPISTOLARIO

Introducción, edición y notas de

Pasqual Mas y Javier Vellón

©

De esta edición:

Publicacions de la Universitat de València,

los autores

Enero de 2017

I.S.B.N.: 978-84-9134-092-8

Diseño de la cubierta:

Celso Hernández de la Figuera y José Luis Canet

Imagen de la portada:

Maquetación:

Héctor H. Gassó

Publicacions de la Universitat de València

http://puv.uv.es

[email protected]

Parnaseo

http://parnaseo.uv.es

Este volumen se incluye dentro del Proyecto de Investigación del

Ministerio de Economía y Competitividad, referencia FFI2014-51781-P

y cuenta con la colaboración del Proyecto de Investigación de la

Generalitat Valenciana «Personatges, identitats socials i territori a la literatura

valenciana dels anys seixanta al canvi de segle», código AICO/2015/041

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

1. Una vida marcada por la Historia

2. Un intelectual reformista

3. Obra literaria

3.1. Respuesta de Eneas a la epístola ovidiana de Dido

4. Epistolario: retrato de una época

5. Criterios de edición

POESÍAS VARIAS

Respuesta de Eneas a la epístola ovidiana de Dido

EPISTOLARIO

El conde de Cervellón y Otto Ferdinand, gobernador de Milán

El conde de Cervellón y Manuel Martí

El conde de Cervellón y Gregorio Mayans

El conde de Cervellón y Otto Mencke

El conde de Cervellón y Vicente Millera

El conde de Cervellón y el Abad de la cartuja de Mauerbach, Placidus Schwesinger

BIBLIOGRAFÍA

A Josep Lluís Canet, Amparo Felipo, Evangelina Rodríguezy Josep Lluís Sirera, que iniciaron el estudio de la saga delmarqués de Villatorcas y del conde de Cervelló.

Introducción1

1. Una vida marcada por la Historia

El autor del siguiente conjunto de poemas es Juan Basilio de Castelví y Coloma (1675-1754),2 primogénito de los cuatro hijos que José de Castelví Coloma Alagón y Borja, Marqués de Villatorcas, tuvo con doña Guiomar Coloma.3

Los datos sobre el futuro Conde de Cervellón provienen de los trabajos de Alain Beguè y, sobre todo, de los de Amparo Felipo y Yolanda Gil, además de las informaciones acerca del exilio austracista valenciano, de las referidas a dos intelectuales de la talla de Manuel Martí y Mayans y Ciscar4 —con quienes mantuvo una relación epistolar muy extensa—,5 sin olvidar las noticias que aparecen en las composiciones que aquí se presentan, tanto sobre su familia, como del momento de su producción, y de otras en torno a la vida cultural y literaria de la generación finisecular valenciana.

La vida del que habría de ser el segundo Marqués de Villatorcas transcurrió entre 1673 y 1754. Si en las postrimerías del reinado austríaco de Carlos II logró las prerrogativas habituales entre los hijos de la nobleza —en 1690 fue nombrado portavoz del Gobernador General de Valencia; en 1694, se incorporó al ejército de Cataluña; y, cuatro años después, accedió al cargo de Gobernador de Valencia—, su vida derivó por derroteros muy complejos durante las primeras décadas del siglo XVIII, sumida en los vaivenes de la Guerra de Sucesión.

Efectivamente, en los primeros tiempos de la contienda, fiel a parte de la tradición familiar, Juan Basilio abrazó la causa borbónica, hasta el punto de que en 1706 Felipe V lo nombró virrey de Mallorca, cargo que ya había ocupado su padre, como veremos a continuación. De hecho, como señala Giménez (2007: 28), cuando Felipe V dispuso que se socorriera a los nobles acogidos en la corte madrileña con el dinero obtenido de las incautaciones a las grandes familias austracistas, obtuvo 3800 reales, y ello a pesar de que existían reservas sobre algunos miembros de su familia. Tal fue el caso de su hermano Jaime, que tuvo un dudoso comportamiento durante la Guerra de Sucesión (se habló de la facilidad con la que había rendido el castillo de Miravete), pero cuando esta acabó con la victoria borbónica, acudió a Morella y se inventó una historia a la medida de sus intereses.

Sin embargo, en 1710, tras la segunda ocupación de Madrid por parte del Archiduque, cambió de bando en defensa del Archiduque Carlos, lo que le llevó al exilio a Viena en 1713, junto a su esposa Francisca María Mercader — descendiente de dos familias con una gran tradición cultural en Valencia, los Mercader y los Cervellón6 y de quien sumó a sus títulos el del conde de Cervellón—, y a una larga disputa familiar con sus hermanos tras ser desheredado por su padre, que acabó en 1729 cuando le fueron reconocidos sus derechos de herencia tanto en lo económico como en lo concerniente a sus posesiones y títulos. El hecho se produjo cuatro años después de que se firmara la Paz de Viena, cuando Felipe V concedió una amplia amnistía a los austracistas, con las que se les garantizaba «la devolución de sus bienes y propiedades confiscados a causa de su militancia en la Guerra de Sucesión» (Vidal y Martínez, 2011:219), a la que no se acogió el matrimonio Cervellón.

León Sanz (2007a) describe de manera minuciosa los avatares de los valencianos fieles al Archiduque tras la batalla de Almansa en 1707. Muchos de ellos, entre los cuales estaba el matrimonio Cervellón, se refugiaron en Barcelona, hasta que el 23 de junio de 1713, el mariscal Starhemberg firmó el armisticio de Hospitalet. Dos meses después, el 21 de agosto, muchas damas, como la condesa de Cervellón, se embarcaron en Mataró con el general Wallis, rumbo a Italia y Alemania. Más tarde, entre 1714 y 1715, tras la derrota de la Ciudad Condal, se desarrollará el grueso del exilio de los austracistas.

En la Corte de Viena, donde «se formó una verdadera ‘colonia’ de españoles que tuvieron mucho peso en la vida de la ciudad» (Stiffoni, 1991:11), vivió el matrimonio durante casi cuarenta años. El conde se convirtió en un alto funcionario del emperador Carlos VI y, posteriormente, de la emperatriz María Teresa. Antonio Mestre (2003a: 121; Felipo, 2013) lo considera la persona más relevante e influyente del exilio austracista.

Juan Basilio de Castelví formó parte del Consejo de España del emperador Carlos VI, institución fundada el 29 de diciembre de 1713, que «simbolizaba el rechazo de la Corte imperial a reconocer a Felipe V» (Sanz, 2007a: 87). Estuvo presidida por el arzobispo de Valencia, Antonio Folch de Cardona, tío del autor. Inicialmente ejerció como Procurador Real y Juez del Real Patrimonio de Cerdeña. Cuando se perdió Cerdeña, fue nombrado consejero de la secretaría de Sicilia. El Consejo perduró hasta 1736, cuando fue sustituido por el Consejo de Italia, al que también perteneció. Todo ello muestra su relación con los diversos estados italianos, lo que explica algunos episodios literarios que se expondrán a continuación.

Como indica Yolanda Gil (2013), el matrimonio en ningún momento perdió contacto con el círculo de intelectuales valencianos —los novatores—, con el que habían mantenido una fluida relación, como lo demuestra el intercambio epistolar de la condesa con el deán Martí, con Mayans y con el genealogista Luis de Salazar y Castro, con quien compartía la mencionada afición; también el hecho de que Juan Basilio, que había heredado la pasión bibliófila de su padre, patrocinara desde la lejanía la edición de las obras del poeta burgalés del siglo XVI Fernando Ruiz de Villegas, discípulo de Juan Luis Vives, publicadas en 1734 en la imprenta de Giovanni Battista Albrizzi de Venecia, con prólogo de Manuel Martí. El manuscrito original pertenecía a la biblioteca familiar del Marqués —de la que se hablará más tarde—, que fue ampliada por su hijo.7

Según Mestre (2003a: 122 y ss.), fue Manuel Martí quien encontró el manuscrito original en la mencionada biblioteca en 1702. En esta época la amistad entre ambos era muy sólida, puesto que Martí, tras su vuelta a Valencia quiso emular las actividades de los arqueólogos de las que había sido testigo durante su estancia en Roma. Con este fin, junto a Vicente Torres y José Manuel Miñana visitaron Sagunto en numerosas ocasiones. Fue precisamente hacia 1702 cuando iniciaron las mencionadas pesquisas, según Rodríguez y Martín (1996: n. 57), cuyos resultados Martí ofreció a Bernardo de Montfaucon (por lo que se menciona en las cartas, las visitas arqueológicas a la ciudad valenciana debieron de comenzar en 1703).

El proyecto del deán y de Juan Basilio, cautivados por el afán erudito y filológico de raíz humanista, fue editar la obra desde el primer momento, pero las vicisitudes de la contienda demoraron el trabajo: si el mayor de los Villatorcas hubo de recalar en Viena, no fueron menores las fatigas de Martí, que se vio obligado a abandonar su cargo como bibliotecario del duque de Medinaceli, desterrado por Felipe V; posteriormente, no prosperó su candidatura a la Real

Biblioteca, al ser acusado de austracista; marchó a Roma y, pocos meses después, fue obligado a regresar a España.8

Esta edición demuestra la preocupación de los intelectuales dieciochescos por recuperar la tradición humanística del rigor filológico en la edición de textos clásicos. Yolanda Gil (2014) revela el interés del conde de Cervellón a través de sus cartas con Mayans. De hecho, encargó la labor de fijar el texto a Apostolo Zeno, poeta veneciano y, sobre todo, a Bernardo Andrea Lama (que aparece en la portada del libro con la inscripción iterum recognita ac recensita nunc primum prodeunt), intelectual napolitano, del círculo de Pietro Giannone, habituado a aplicar metodologías filológicas en el trabajo sobre textos bíblicos.

No parece que el resultado llegara a convencer demasiado al conde, puesto que en el ejemplar que se conserva en la Biblioteca Històrica de la Universitat de València9, en la portada aparece una anotación manuscrita, con su letra, que expone los siguientes reparos:

Esta es la prueba original q[ue] todas las semanas se me embiava de Venecia para corregir. Con toda esta diligencia y las que se hicieron allá, han quedado no pocos errores sin advertir.

Los datos mencionados sitúan al autor en el centro de la vida intelectual valenciana finisecular, incluso en una línea que se aleja de la tradición cultural de la familia, como se observará en el análisis de los poemas editados.

Biblioteca Universitat de València: BH-X-48/024

2. Un intelectual reformista

Gregorio Mayans, en el Epistolario publicado por Antonio Mestre (2006: 78-81), dice de él que vivió «cultivando las letras desde niño», lo que no resulta extraño en una familia que, desde su palacio de la plaza de Predicadores, fue uno de los referentes culturales valencianos durante la segunda mitad del siglo XVII, con la participación en los principales eventos de la época, tanto los de índole academicista (las del Alcázar, la de Desamparados, ya en su palacio), como los conmemorativos, por ejemplo, los actos teatrales y los elogios en torno a la figura de Calderón.

Además, Mayans informa de que Juan Basilio Castelví dominaba las lenguas clásicas, lo que resulta evidente en alguno de los poemas aquí editados, tanto en las traducciones como en el texto escrito en latín, así como en la numerosa producción epistolar en dicha lengua y el interés por la literatura clásica que manifestó en numerosas ocasiones, como lo demuestra el texto Respuesta de Eneas a la epístola ovidiana de Dido que editamos. Más allá de otras consideraciones, la reivindicación militante del paradigma clásico es uno los aspectos más notables del programa de esa juventud ilustrada que se aleja paulatinamente del lastre barroquista para optar por nuevas vías de pensamiento.

Escudo de los Cervellón de Valencia restituido en su palacio de la Plaza de Tetuán

Las vicisitudes de su vida le llevaron a convertirse en uno de los grandes referentes culturales de la Valencia que miraba ya al nuevo siglo y, sobre todo, de la generación de jóvenes intelectuales cuya cabeza visible fue el deán Martí, que muestran un evidente hartazgo respecto al modelo literario heredado de sus padres, como puede observarse en las obras que aquí se presentan y de las que se hablará a continuación.

En primer lugar, vamos a detenernos en los entresijos de su matrimonio con Francisca María Mercader, hija de Gaspar Mercader, conde de Cervellón. Al margen de que se emparentaron dos familias que ocuparon durante décadas el epicentro de la vida cultural valenciana, la condesa era una erudita, con relaciones fluidas con numerosos intelectuales, hasta el punto de que Antonio Mestre plantea la posibilidad de que la gran amistad de Juan Basilio Castelví con el deán Martí tuviera su origen en algún tipo de vinculación de este con la condesa, dado que nació en Oropesa del Mar (provincia de Castellón), de donde era ella señora, tal como indica Mestre (2003b: 82).

Qué duda cabe de que otra de las circunstancias que contribuyeron a su importancia en la vida cultural valenciana fue la extraordinaria biblioteca de la familia Villatorcas. Si el marqués ya poseía una rica biblioteca antes de 1691, cuando se trasladó en este año a Mallorca a ejercer su cargo de virrey, la aumentó de manera considerable, como ha estudiado Yolanda Gil (2007-2008: 174-175) y también Pasqual Mas y Lola Torres (1995), gracias a la compra, en 1696, de la librería del presbítero Gabriel Martorell Aixartell.10

Cuando en 1698 volvió a Valencia con los libros adquiridos en su etapa balear, José de Castelví poseía ya la biblioteca más importante de la ciudad (se habla de más de 7.000 ejemplares), además de su colección de pinturas,11 lo que permitió que su palacio volviera a ser centro de reuniones del mundo intelectual valenciano. Entre otros, los cuadros de la colección salieron de los pinceles de Esteban March, José de Ribera «El españoleto», Massimo Stanzione, Antonio Tempesta y Giacinto Brandi.

Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía antes de 1691, ahora el anfitrión va a ser el primogénito, Juan Basilio Castelví, pues su padre, nombrado miembro del Consejo de Aragón, se trasladó a la corte.

Así pues, entre 1699 —año de la llegada de Manuel Martí a Valencia— hasta 1704, las nuevas corrientes sobre las que se iba a vertebrar la ilustración valenciana, representada por Gregorio Mayans y Siscar, se fueron gestando en la casa de los Villatorcas (Pérez, 2002: 93). Allí acudían regularmente Vicente Torres, Pedro Borrull, Tomás Vicente Tosca, Juan Bautista Corachán, José Manuel Miñana, José Rodríguez, Baltasar Íñigo, bajo los auspicios de Juan Basilio Castelví y con el liderazgo intelectual del deán Martí, quien, tras su estancia en Roma, donde había conocido de primera mano la Accademia degli Arcadi,12 pretendía trasladar a Valencia el nuevo modelo de reunión académica, diferente a las organizadas por sus padres.13 Como recuerda Pérez (2002: 93), el del primogénito de los Castelví no era el único foro de encuentro intelectual de la época: las tertulias científicas y literarias menudearon en la Valencia de finales del siglo XVII, herederas de la rica tradición académica de la ciudad. En ellas se gestó el movimiento reformista que abrazó los nuevos ideales basados en la razón, el clasicismo, frente al modelo barroquista aún imperante en la generación inmediatamente anterior.

3. Obra literaria

El conjunto más relevante de obras pertenece a una pieza manuscrita —salvo el poema 31, del que aparece también una versión impresa que corrige algunas de las estrofas manuscritas— que proviene de la colección de Fernán Núñez, recogida en la Bancroft Library de la Universidad de California, Berkeley.14

Uno de los aspectos interesantes del manuscrito aparece ya en su portada, pues, por encima del dibujo central, se transcribe un verso en latín cuyo origen es el Ars Amandi de Ovidio («Sedibus aetheriis spiritus ille venit,15 Ovide in Sybilla»). La inspiración clásica, de la que ya se ha hablado, estará muy presente en la obra —incluso en la vida— del autor, como puede ya observarse en las composiciones realizadas en su juventud, así como en la relación epistolar en latín que mantuvo con notables personalidades de la época.

Bancroft Library de la Universidad de California, Berkeley

Como ya se anticipó al comienzo de esta Introducción, a partir de la información aportada en los poemas resulta fácil fijar la época de esta vertiente de su producción literaria.

Así pues, los poemas fueron escritos en los años en que su padre, José de Castelví, ejerció el cargo de virrey de Mallorca –—juró su cargo el 5 de septiembre de 1691, y volvió a Valencia en marzo de 1698—, por lo que han de considerarse como obras pertenecientes a su etapa juvenil, en torno a los veinte años aproximadamente.

La cronología de los poemas nos lleva al más antiguo, el nº 11, unas coplas para ser cantadas en una fiesta organizada por su padre por la canonización de Santa María de Cervellón, hecho que permite datarlas en 1692. A continuación, aparecen los que pueden datarse un año después: el nº 5, dedicado su tío Joseph Coloma al ser nombrado para un importante cargo en la Audiencia de Valencia; el nº 9, soneto que, como se indica en el manuscrito, conmemora el hundimiento del buque San Francisco en el puerto de Mahón.

Será en 1695 cuando se va a gestar el grupo más notable de poemas; en ese momento el autor contaba con 20 años. El romance nº 30 es el más rico en información, puesto que en él Juan Basilio de Castelví relata a unos amigos que han estado ausentes las principales novedades que se han producido, por lo que el texto es de finales de agosto o de principios de septiembre: la toma de Namur por Guillermo de Orange —junio—, la llegada de la escuadra de Sicilia a Mallorca –—julio— y la llegada de Bernardo de Leiza como fiscal de las islas —20 de agosto. De fechas próximas es el romance nº 26, escrito para conmemorar la inauguración del templo de las Capuchinas, el 25 de agosto, y el soneto nº 28, conmemorativo de la toma de Casal, el 9 de julio.

La última de las composiciones que pueden datarse sin ningún tipo de duda es la nº 31, un romance heroico de tono elegíaco dedicado a la muerte de la Reina Madre, doña Mariana de Austria, que se produjo el 16 de mayo de 1696.

En definitiva, se trata de un notable muestrario de lo que fue la etapa juvenil de Juan Basilio de Castelví, como joven instruido, en la corte virreinal de Mallorca.

El conjunto ofrece la imagen de composiciones escritas con una finalidad lúdica, como ejercicios de estilo y de entretenimiento propios de un joven ilustrado, que conoce de primera mano la tradición poética clásica, pero también la práctica académica, con lo que ello supone de vivencias arraigadas en los retos de ingenio, en el alarde expresivo, en la figuración literaria como reflejo de una condición social y cultural.

El mejor ejemplo de ello son poemas como el nº 21, un largo romance dedicado a glosar un tema tan impersonal como la muerte de Cleopatra, o los producidos con una finalidad conmemorativa completa, tanto los festivos, como el nº 11, los musicados —nº 26 y nº 27, reflejo de los intereses artísticos de un joven cortesano—, como los de género elegíaco, el nº 1 y el nº 31.

Más interés poseen los centrados en la vida literaria y cultural. Así, los que intercambia con Martín Landívar, secretario de la Administración virreinal (nº 17 y nº 17 bis); el escrito por Pedro de Arce (nº 1 bis) sobre el primer poema de la colección, y la respuesta de Juan Basilio Castelví (nº 10); o el texto último en forma epistolar, dedicado a hablar de los versos del nuevo fiscal de las islas, el navarro Bernardo de Leiza.

El conjunto presenta el flujo de las relaciones literarias entre autores pertenecientes a las clases altas vinculadas con las instituciones del Estado, con formación académica sólida, con inquietudes creativas propias de un sector que vive la literatura como una vertiente natural de su experiencia, un signo de identi dad de las jóvenes elites, que observan la cultura y sus manifestaciones como un modelo de relaciones humanas.

Sin duda, lo que resulta más sintomático de las nuevas orientaciones poéticas es la tendencia documentalista, la obsesión por fijar los hechos históricos, biográficos y los datos cronológicos; y, por otra parte, los poemas de temática amorosa, sobre todo los que pertenecen al ciclo dominado por el referente de Cintia (nº 7, nº 8, nº 12, nº 13, nº 16 —de despedida—, nº 18 —reencuentro y bienvenida—, nº 29). En estos últimos se evidencia un gusto por el detalle minucioso, por escenas no habituales en la lírica barroquista —el niño con su madre, incluso amamantándolo—, por la atmósfera sentimental, lacrimógena en ocasiones, de tonos pastel cercanos a la estética rococó.

Junto a este tratamiento del contenido, el lenguaje, sin perder del todo su artificio, se decanta por formas menos alambicadas, más claras en su exposición y desarrollo; incluso algunos sonetos tienen un cierto aire garcilasista que se aleja de las fórmulas gongorinas, de la vocación por el estilo oscuro y conceptual, de los temas doctrinales.

No cabe duda de que las nuevas generaciones intentan reorientar los planteamientos culturales de sus mayores. La comparación entre padre y primogénito en la casa de los Villatorcas revela ese salto generacional que apenas se adivinaba en las décadas anteriores del siglo XVII. En sus postrimerías, se vislumbran nuevos tiempos en los que el paradigma estético barroco comienza a sufrir una fuerte erosión frente a otros modelos más cercanos al humanismo, al clasicismo y a un cierto empirismo que trata de aproximar la literatura a su dimensión histórica.

Además de los motivos ya comentados, una prueba de esta nueva dimensión es el poema nº 22, traducción del epigrama del humanista valenciano del siglo XVI Jaime Juan Falcó. No es casual la elección de este escritor valenciano, cuya Opera en octavo estaba en la biblioteca del Marqués de Villatorcas.16 Toda su producción es en latín, lengua de los humanistas que Juan Basilio de Castelví revindica constantemente desde su uso, pues no tuvo problemas en versificar asuntos pertenecientes a ámbitos tan poco líricos como las ciencias y canalizó a través del verso su pasión por los grandes pensadores grecolatinos, como Aristóteles.

También hemos rescatado un poema que Juan Basilio de Castelví hubo de escribir en una estancia en Madrid. Se trata de una décima conservada en manuscrito en la Biblioteca Nacional de España que el conde escribió con motivo de una fiesta de carnaval, probablemente en 1706, cuando, como otros nobles, se refugió en la capital.

3.1. Respuesta de Eneas a la epístola ovidiana de Dido

Se trata de una composición, dividida en 60 estrofas, que se suma al largo listado de obras que desde la Edad Media, pero sobre todo desde el siglo XVI, tratan el tema de la relación entre la reina de Cartago, Dido, y Eneas, fundador de Roma, a partir del libro IV de la Eneida de Virgilio. Concretamente, se encuadra entre las piezas que tomaron como referencia las HeroidasVII, en la que Ovidio escribe poemas elegíacos en forma de carta de personajes femeninos famosos a sus enamorados. En este caso, se trata de la carta de Dido a Eneas, en la que la dama le recrimina a su amante el haberla dejado, tras haber hecho el amor, para cumplir su deber fundacional en Roma, por lo que le amenaza con el suicidio.

Juan Basilio de Castelví, como indica en la Advertencia previa al largo poema, toma como guía una Paráphrasis Castellana de la Epístola Ovidiana de Dido a Eneas. Se trata de la obra de dicho título, publicada en París en 1708 en casa de Florentin Delaune, de Joseph Zeñún (Núñez), jesuita, confesor del duque de Alba cuando estuvo de embajador de España en París. De hecho, se trataba de una persona que conocía perfectamente la cultura francesa, como lo demuestra su libro más conocido, Grammatica de la lengua francesa dispuesta para el uso del Real Seminario de Nobles, impresa en Madrid en 1743 por el establecimiento de Manuel Fernández.

Biblioteca Nacional de Madrid

La Paráphrasis fue escrita, según consta en el reverso de la portada del ejemplar que se conserva en la British Library, por el siguiente motivo:17

Motivóla una disputa erudita, en que se habló con poco aprecio de la lengua española. El autor [...] pretendió que viesen la igualdad de nuestra lengua en todas las líneas con la latina, si se maneja con destreza.

La obra fue reimpresa en Mallorca en 1801 por el establecimiento de Josef Doblado. En el Memorial Literario del 15 de enero de 1882 se publicó una crítica feroz contra la composición.18

Lo cierto es que la obra debió sugerirle la idea a Juan Basilio de Castelví, pues está escrita desde la perspectiva de Eneas, en estrofas de seis versos, con un patrón métrico próximo al de la lira —aBaBaa—, similar al utilizado por el jesuita, con el fin de que el contenido no «corriesse en la paridad de los versos, sino en la propiedad de la phrase y en la uniformidad de los pensamientos».

El tema de Dido y Eneas fue un lugar común en la literatura española, sobre todo en los siglos de oro, como recuerdan Lida de Malkiel (1974) y González Cañal (1988). Cada autor, en su interpretación, tomó partido por uno de los dos amantes, sobre todo en el caso de Dido, a quien se defendía por su honestidad o a quien se criticaba por su condición de tentación del héroe, crítica que, en ocasiones, alcanzaba al propio Virgilio.

En la Respuesta de Eneas el mensaje se centra en la justificación del futuro fundador de Roma, en su sentimiento de dolor al tener que abandonar la tierra de su amada para cumplir un destino que viene marcado y al que se somete, más allá de sus inclinaciones personales.

Conviene recordar que el poema está escrito en una época próxima a 1710, año en que se inicia una etapa muy difícil en la vida del autor, dado que abandonó la causa borbónica, para abrazar la de los oponentes austríacos, lo que le supuso un enfrentamiento virulento con su padre, que lo desheredó, y una situación insostenible en España, lo que le llevó al exilio pocos años después.

Desde esta evidencia, resulta tentador interpretar algunos pasajes de la obra en clave personal. No hay que olvidar que cuando la elaboró ya no era un joven ocioso que cultiva la literatura como un signo de distinción y como un entretenimiento del ingenio, sino una persona ya madura (con casi cuarenta años), sometido a importantes tensiones en un momento muy complicado para la nobleza valenciana. No sería extraño que algunos versos tuvieran el aliento emanado de la conflictividad interior del autor. Por ejemplo, cuando Eneas lamenta que la fuerza del destino, dominado por los dioses, le lleve a cambiar de patria e ir a Italia: «No somos los primeros / que buscamos dominios estrangeros» (estrofa XVII). O cuando, en las estrofas siguientes, menciona la imagen de su padre muerto, como un evento que planea sobre su existencia: «Veo que me precisa / la imagen de mi padre que me avisa» (estrofa XVIII). No hay duda de que el debate de Eneas entre el amor, el corazón, el sentimiento y, por otra parte, el deber, lo que dicta la razón, las convicciones de la mente, tienen notables similitudes con el que debió experimentar Juan Basilio de Castelví:

¿Por qué quieres que espere

a que serene el mar y calme el viento?

¿Quieres que considere

que en la tardanza alivio mi tormento?

Te engañas, que mi daño

crecerá a ser mayor con el engaño.

(Estrofa XXV)

4. Epistolario: retrato de una época

La correspondencia de Juan Basilio de Castelví, que aquí se edita, es el reflejo de una época y de unos seres cuyos intereses y aspiraciones se presentan incluso mucho más evolucionados que su creación literaria, aún lastrada en exceso por la huella barroquista perpetuada por la tradición académica.

Las cartas del autor con figuras de la talla de Manuel Martí, Gregorio Mayans u Otto Mencke, editor de la primera revista científica alemana Acta Eruditorum, que comenzó a publicarse en 1682, revelan cinco aspectos ilustrativos de la generación de intelectuales que pugna por abrirse camino en la modernidad frente a la cerrazón del siglo que contribuyeron a clausurar.

En primer lugar, frente a las vicisitudes de un periodo histórico marcado por las incertidumbres, los conflictos sucesorios —que llevaron al destierro a reputados miembros de la mencionada generación, como el conde de Cervellón—, la compleja urdimbre política que determina la realidad europea, estos autores apuestan por una vida centrada en la cultura, en la especulación intelectual, con preocupaciones que llevan desde decenas de líneas dedicadas a comentar una preposición latina, hasta la obsesión por los libros, por la recuperación de obras de difícil acceso, y por la edición, incluso, de sus relaciones epistolares.

Esa inmersión en la cultura como objeto vital no supone una evasión de la realidad, sino una reivindicación de las claves por las que deben discurrir los nuevos tiempos, vertebrados a partir de sólidos fundamentos que se sustentan en un espíritu que permanece en las grandes realizaciones de la antigüedad.

De ahí el segundo aspecto que reflejan estas cartas: la vuelta al modelo humanístico que perseguía el renacer cultural —y, por ende, el social— en la capacidad para recobrar la energía del mundo clásico a través de sus obras, convenientemente depuradas y editadas según criterios científicos. La erudición, por tanto, no es un gesto sino un compromiso con la historia, con el fin de consolidar un nuevo paradigma para el presente y el futuro, una manera de hacer un compendio del saber que sirve de guía para el ser humano. Basten estas palabras del conde a Mayans en torno a la obra del recientemente fallecido deán Martí (carta 40):

Recoja Vm. sus obras, mal halladas en manos de la ignorancia, o mal logradas en poder de la malicia, con riesgo de perderse entre las tinieblas del olvido; o con el mayor peligro de que algún día salgan a luz bajo el nombre de algún plagiario. Deles Vm. aquel orden que necesiten para su inteligencia, porque no haya quien se atreva irreligiosamente a profanarlas, osando corregirlas. Y dege Vm. a mi cuydado el publicarlas; para que assí paguemos la deuda que con vanidad nuestra confesamos Vm. y yo a la fama de nuestro maestro.

Esta actitud y disposición ante el legado del pasado es lo que explica las páginas dedicadas a la edición de las obras, tanto las propias, como es el caso de la ya nombrada de Villegas, como las ajenas, con un afán perfeccionista y un ansia de rigor en la fijación del texto, así como en los mínimos detalles, incluso ornamentales, que pueden contemplarse con criterios actuales. También contextualiza la pasión con que se mencionan los estudios sobre literatura, sobre la lengua, sobre gramática, historia, las referencias a numerosos autores del humanismo europeo, con especial mención de Juan Luis Vives y de Nebrija.

Y, por supuesto, el deseo de recobrar el patrimonio cultural propio es el que se corresponde con la investigación arqueológica, actividad que el deán conoció de manera directa en Roma, y que trasladó a sus amigos del círculo de Villatorcas, lo que dio lugar a la labor en las ruinas saguntinas, uno de los temas más citados en el epistolario. Así como la afición por la heráldica y la numismática, que el primogénito de los Castelví compartía con su esposa.

El tercer ámbito sobre el que ilustran las cartas editadas es el de la visión universalista de la cultura. Tras unas décadas en las que la cultura española había estado ajena a las actividades del resto del continente, la generación que señala la transición hacia el nuevo siglo concibe la cultura desde una perspectiva global, europeísta incluso, e impulsa una red de relaciones entre los grandes centros divulgativos del arte, la ciencia y el conocimiento: impresores, libreros, autores, ilustradores, editores de revistas, críticos. Holanda, Francia, las ciudades italianas, Alemania y, por supuesto, la Viena imperial, aparecen constantemente en la correspondencia de estos autores, lo que muestra no solo su conocimiento de los ejes por los que transcurren las nuevas ideas, sino además su implicación en lo que es su difusión e, incluso, su protagonismo.

En esta línea, el latín cumple un papel esencial. Su uso en la escritura, la preocupación, patente en las cartas, por las formas correctas de una lengua alejada de los estándares comunicativos, responden no a un afán elitista, sino a la necesidad de lograr un vehículo adecuado para la internacionalización del conocimiento, que permita la fluidez del intercambio de ideas entre representantes cualificados de los diferentes países. Una lengua franca, en definitiva, sobre la que se construye un espacio cultural que, más allá de las fronteras políticas, actúa como lugar de encuentro para un grupo de seres que comparten la idea del progreso amparado en la guía de la razón.

Junto a ello, y es el cuarto aspecto al que aluden las misivas, se transluce un sentimiento de escepticismo ante la situación de una España que aún vive alejada de las nuevas corrientes alentadas desde Europa. El conde, desde su exilio, que le ha permitido entablar amistad con intelectuales de las más diversas nacionalidades, escribe a Mayans con la conciencia de que, salvo contadas excepciones, su país sigue de espaldas a los tiempos del cambio:

En fin, concluyamos la materia literaria, con decir a Vm. (quizá ya lo sabrá) cómo se imprimieron a Ámsterdam las Epístolas del Deán, y también las de Vm. en Lipsia, harto mejor que lo fueron la primera vez en Madrid y Valencia. En todas partes rechinan las prensas, en todas fervet opus con felicidad, menos en España. Confesémoslo entre nosotros, y con los demás callémoslo por vergüenza (Carta 43).

Más lacónico, el de Oliva le responde:

Por acá no llegan estas obras. Se vive entre bárbaros (Carta 44).

Finalmente, la relación epistolar también deja traslucir los sentimientos personales, las relaciones afectivas entre personas permeables a las vicisitudes más emotivas. Así, en la correspondencia entre el conde y Mayans se perciben las tormentosas relaciones con Manuel Martí, cuyo carácter difícil lleva incluso a la ruptura de las amistades. Ello no es óbice para que el primogénito de los Castelví se muestre muy afectado por su muerte, lo que le lleva a escribir fragmentos de gran hondura y de sinceridad en lo afectivo:

Confieso a Vm. que andava buscando cómo huir de estos reqüerdos, persuadido, aunque engañado, de que con ellos iva cobrando fuerzas mi dolor; o que se mantenía en el propio grado que le concibió mi voluntad; como si esta y mi conocimiento necesitassen de otra luz para entenderse o de otro incentivo para amar, y consiguientemente, como si tuviesse libertad mi corazón para dejar de sentir, o para crecer o minorar su justa pena. Mucha es la mía; mucha la de Vm., pero toda la devemos a nuestro amado Deán. (Carta 40 a Mayans).

Un ánimo similar es el que alienta las palabras que evocan la muerte de su hermano, contemplada desde la distancia, en la confesión muy humana ante un amigo:

No es esta ocasión de alegar disculpas de mi silencio, ni tampoco de avisar a Vm. noticias literarias, porque verdaderamente estoy aún mal convalecido de mi justo sentimiento (Carta 42 a Mayans).

5. Criterios de edición

En la presente edición se respetan las grafías originales, pero se moderniza la puntuación y, cuando resulta necesario, se añade alguna letra entre corchetes [] para facilitar la lectura de la palabra. Además, se explican las variantes y rectificaciones de manuscritos y ediciones a pie de página.

Así mismo, se explican en nota los datos históricos y bibliográficos que facilitan la comprensión de pasajes oscuros y referencias eruditas.

1. Pasqual Mas y Javier Vellón, profesores de la UNIVERSITAT JAUME I, han contado para la realziación de esta investigación con la ayuda de la Generalitat Valenciana, Proyecto: «Personatges, identitats socials i territori a la literatura valenciana dels anys seixanta al canvi de segle», código AICO/2015/041.

2. Adoptamos la forma ‘Castelví’ y no ‘Castellví’, con la que suele aparecer en los manuales historiográficos, pues, como indica Mestre (Mayans, 2006: 79 n. 22), es el modo con el que firmaban todos los miembros de la familia.

3. A Juan Basilio le siguieron José, Laura y Jaime. Para el estudio de la obra del Marqués de Villatorcas, vid. VV.AA (2016).

4. Conviene no olvidar que, como recuerdan Vidal y Martínez (2001), el padre de Mayans fue austracista y estuvo en Barcelona con el archiduque, lo que supuso un problema en muchos momentos de la vida del erudito de Oliva, como afirma Mestre (2006: 13 y ss.).

5. Tanto uno como otro mantuvieron una estrecha relación con el hermano de Juan Basilio, José Castelví, arcediano de Xàtiva, y muy relacionado con las elites del poder político y cultural valenciano.

6. Vid. Pasqual Mas y Javier Vellón, 1999.

7. Existe una edición actual de la obra publicada en Venecia, realizada por Nabu Press en 2012. ISBN-13: 9781273705632.

8. La amistad de Martí y Juan Basilio se interrumpió en 1727 por «piques literarios» (Mestre, 2003: 123): Martí realizó una serie de observaciones a la inscripción en latín que su amigo había hecho por la muerte de su tío, el arzobispo Antonio Folch de Cardona. Tales observaciones fueron mal recibidas por su interlocutor. No fue esta la única pendencia por motivos intelectuales de Manuel Martí, como recuerda Pérez García (2001).

9. BUV: BH X-48/024.

10. Arxiu del Regne de Mallorca, Prot. V-173, not. Joan Vanrel, f. 111.v-112v., 4 de agosto: «Joana Aixartell, viuda de Miquel March, de Pollença, y su hijo Antoni March Aixartell, firman ápoca al Ilmo. Sr. D. Joseph de Castelví, marqués de Villatorcas, virrey y capitán general, de 600 piezas de 8, recibidas por manos del Dr. Joaquim Fiol y Sastre, doctor en ambos derechos, por el precio y valor de la librería del Sr. Dr. Gabriel Martorell, presbítero, vendida a través del dicho Dr. Fiol. Agradezco la noticia, que, sin duda, deberá ser puesta en valor en otro contexto, al profesor Marià Carbonell».

11. Gil, 2007-2008: 176 y ss. Los datos sobre la colección de pintura proceden de las capitulaciones matrimoniales: Arxiu de Protocols del Patriarca de València. Prot. 2578. Not. Vicent Guil. 25 de febrero de 1702.

12. A esta academia pertenecieron, además de hasta ocho papas, conocidos personajes españoles, como Carlos III, Juan Manuel Fernández Pacheco, conde de Villena —fundador de la Real Academia Española— o el propio Nicolás Fernández de Moratín. Para conocer la actividad de Manuel Martí en Roma, en la mencionada academia, así como el círculo de sus amistades, vid. Pérez García, 2001: 169 y ss.

13. Para el estudio de las academias valencianas, vid. Mas, 1999 y 2009.

14. Para una descripción del manuscrito, vid. Díez Fernández (1997: 153-154) y Beguè, 2011: 142-143.

15. Corresponde al Libro III, verso 550. Es una cita clásica que ya aparecía como conclusión del ‘Prohemio’ de la Propaladia de Torres Naharro. La referencia a la idea de la inspiración como impulso espiritual procedente de la divinidad está presente en numerosos poetas de vocación clasicista, como Ronsard en su oda XVIII dedicada a Joachim Du Bellay (Martínez, 1994: 33-34).

16. Mas y Torres, 1995: 227. Operum Poeticoreum (Mantua, Pedro Madrigal, 1600). Jaime Juan Falcó —citado por Cervantes en La Galatea— también es autor del curioso ensayo Circuli quadratura invenit (Valencia, 1587).

17. Aguilar Piñal, 1983: 104, nº 705.

18. Menéndez Pelayo, 1952, VII: 233-235.

Poesías varias

 

POESÍAS VARIAS DE DON JUAN DE CASTELVÍ Y COLOMA1

Recorte de la portada del manuscrito de la Bancroft Library de la Universidad de California en Berkeley

1

A la temprana muerte de la Señora Doña Josepha de Cardona,2 dama de la reyna reynante Nuestra Señora. Romance heroyco

[H]oy, soberano padre de las luzes,

solicito propicios tus ardores

para llorar de la mayor belleza

la desgracia mayor que ha visto el orbe.

No con acorde y con templado plectro,5

no con alegres y conformes vozes,

si no es con plectro destemplado y ronco,

si no es con vozes tristes y discordes.

Pues que cortó la inexorable Parca

la más bella, temprana flor, más noble10

que en el templo de Amor se vio adorada

de la esperanza no, sí de atenciones.

Aquella, pues, que con las experiencias

que en sí se vían persuadió a los hombres

a que no [h]ay discreción sin hermosura15

y a que hermosura no [h]ay sin discreziones.

Aquella que tan sabiamente supo

unir a dos extremos tan discordes,

pues en ella se vio rigor lo afable

y afables parecieron los rigores. 20

Aquella a quien de la esperanza altiva

no3 osaron atreverse a ver los temores,

que a tan altas deydades nunca llegan,

aunque las disimulen oblaciones.

Aquella que a nacer entre gentiles 25

la huvieran adorado las naciones

deponiendo de altar y trono a Venus

por dar trono y altar a sus dos soles.4

Aquella, en fin, Belisa, en fin, aquella

[h]arto dixe, pues dixe ya su nombre, 30

pues en él comprehendida se vio solo5

lo que no fue capaz de comprehensiones.

Aquella murió, en fin. ¿O[h], Parca aleve,

si eres deydad, por qué usas de rigores?

¿Con los dioses no viven las piedades? 35

¿Los rigores no nacen con los6 hombres?

¿Fue acaso, Parca aleve, cruel Parca?

¿Por qué temiste y acetaste enorme

que a los que tú, cruel, quitas la vida

dieran vida7 sus bellos arreboles?840

¿Fue, acaso, porque Venus imbidiosa9

—que la embidia tal vez llega a los dioses—

quiso vengarse con tal fiero estrago

que antes de ser amago ya fue golpe?

¿Fue acaso porque Amor, viendo que herían 45

sus arpones más dulces y velozes,

quiso quitar con una vida sola

tantas vidas a tantos coraçones?

No fue por esto, no, sino es que el Cielo

quiso dar a entender [h]oy a los hombres 50

que si esta no exceptaron sus piedades,

ninguna espere ya las excepciones.

2

A las mejores lágrimas de la mejor penitente

santa María Madalena, de repente. Soneto

Detente, Madalena, espera, aguarda.

Tú descompuesta, el pelo sin cuydado,

el pecho sin sosiego y alterado!

¿Qué es esto que te aflige y acobarda?

 

¡Balbuciente la voz [h]elada y tarda, 5

tu mirar quieto, desasosegado,

el paso desmedido y descuydado!

Diga tu labio quién es, qué yra se tarda.

Mas qué [h]a de ser si que, reconocida,

los pies de Christo con su llanto riega 10

y ha cobrar buelbe la difunta vida.

Con plata compra el cielo que ya anega

y, por mostrarse más agradecida,

en sus cabellos oro a Christo entrega.

3

Galanteó un cavallero a una dama mucho tiempo y, al cabo, él le mandó que no prosiguiera en su intento,10 y a este —ofreziendóse una fiesta en quanto de salir—11 [h]ize estos motes para ir dando

1

A12 pensamientos humanos

[h]ay preceptos soberanos.

2

Se haze obedeciendo dicha

la más sensible desdicha.

3

Solo basta el intentar

sin esperar alcançar.

4

Aún más que el atrevimiento

fue de Ícaro la caída

celebrada y aplaudida.

5

Nunca es culpa el sacrificio

ni a dexar por adorar

que se deva castigar.

6

Nadi[e] más fino que aquel

que sabe hazer de un rigor

un beneficio y favor.

4

Dispútase un día quién sentiría menos una adversa fortuna, el que siempre [h]avía sido desdichado o el que en algún tiempo había sido dichoso. Y me tocó a mí, por precepto superior,13 el defender la primera parte en una décima

Aquel siempre desdichado

que a violencias del dolor

vive ya con el rigor

mal rendido bien hallado,

aunque otro rigor ayrado 5

contra sí mire y advierta,

ya en el dolor no dispierta,

que enseñado a padecer

no le es nobedad el ver

pena viva y gloria muerta. 10

5

[H]aviendo su Magestad14 —que Dios guarde— hecho merced a mi tío don Joseph Coloma15 de una plaça en la Audiencia de Valencia, me descuydé de escribirle la en[h]orabuena y después, enmendando el error, le escriví este romance

Que estáys conmigo quexoso

mi padre,16 señor, me [h]a dicho,

por [h]averme decuydado