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El Racimo Galáctico es la sociedad más avanzada de la Galaxia Triángulo y su Democracia nuclea a la mayor parte de los Planetas habitados, que la componen. Más de un millón de años han pasado desde su primer contacto con los Originarios. Estos seres, que reclaman ser depositarios de las enseñanzas del Ser Supremo, han vuelto. Su regreso es totalmente diferente al del primer contacto. El Racimo y el Universo entero están ahora enfrentando su casi segura destrucción. Todo lo que se ha construido se perderá para siempre. La salvación podría estar en un pequeño y caótico planeta en una Galaxia vecina. Una expedición marcha hacia allí con la esperanza de evitar el Juicio al Universo.
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Seitenzahl: 904
Veröffentlichungsjahr: 2018
D´Agostino, Gustavo
Juicio al universo / Gustavo D´Agostino. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.
484 p. ; 22 x 15 cm.
ISBN 978-987-761-110-6
1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail:[email protected]
Coordinación de producción: Helena Maso Baldi
Diseño de portada: Victoria Medina Artola
Maquetado: Eleonora Silva
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina –Printed in Argentina
A mis hijos Soledad, Magdalena, Francisco y Pedro a quienes amo profundamente y he dedicado mi vida. No importa donde estemos, siempre están en mi corazón
A mi querida Ro, quien con su inagotable pasión y espíritu indomable, me alentó para escribir este libro.
A mis padres Carlos y Magdalena. Uds. fueron un ejemplo de vida. Sus almas inmortales me siguen guiando hoy.
To my friends, Tim, Colin, Rob, Jim and Randy. You taught me your techniques, but most importantly, how to be a better man. Stay safe.
CAPÍTULO I
El inicio
LUGAR: PLANETA RIVERGREIT I en la galaxia Berferax (Triángulo para nosotros) TIEMPO TERRESTRE: ACTUAL
Dilmon Luxx caminaba por los pasillos del edificio central del Consejo Supremo del Racimo Galáctico –CSRG– sumido en sus más profundos pensamientos. Su presencia ante el CSRG podía definir el destino no solo de la galaxia y sus billones de habitantes, sino del Universo entero tal como lo conocía.
Nada hacía suponer que su presencia iba a traer por parte de los consejeros una calurosa o siquiera tibia recepción. Lo más probable era que fuera sometido a un intenso interrogatorio, casi una tortura, producto de la desesperación imperante en el recinto en el que tantas veces había sido vitoreado.
¿Qué le quedaba por hacer? Mentir no era parte de su naturaleza. Disfrazar la verdad era lo mismo que mentir. La verdad sin una solución era agigantar el problema. No parecía haber salida y él más que nadie lo sabía. Si su vida no fuese una de responsabilidad, honor y dedicación, terminaría con su vida en ese mismo instante. Pero ese no era él. Debía afrontar el problema y encontrar una solución.
Encontrar una solución… La carga de su vida entera, que ya llevaba 1452 años. A veces deseaba no haber sido nunca tan responsable, ni haber asumido en sus hombros el peso de toda la galaxia. Sabía que nunca hubiese podido ser de otra manera, era su esencia, y si de algo sabían los rivergreiters era de esencias del alma.
Su mundo era el centro de uno de los núcleos más importantes de las galaxias conocidas. Ciento cincuenta y cinco millones de Planetas con trillones de seres eran miembros de la originalmente denominada Democracia Galáctica, luego Racimo Galáctico como se llamaba al sistema de Gobierno que los había regido a lo largo de eones. Desde hacía apenas 324 años, él era su Presidente. Amaba la Democracia.
Su vida había sido plena en todo sentido. Mujer, 3 hijos, dos varones y una mujer que todavía estaban muy lejos de darle nietos, le habían dado toda la felicidad que un Padre puede anhelar. Su mujer Kalina, había sido y era la mejor mujer que un hombre podía desear. Gran compañera, excelente esposa y mejor madre, había sido el complemento perfecto para un hombre que había hecho del servicio público el leitmotiv de su vida.
Sumido en sus bellos recuerdos, casi había olvidado que el motivo de su caminata era otro muy distinto, nada bello, todo lo contrario.
–Sr. Presidente.
Absorto en sus pensamientos, no se había dado cuenta de que su asistente personal, Foren, estaba caminando junto a él.
–¿Qué? –preguntó algo sorprendido.
–Sr. Presidente, ¿se siente bien?
–Sí, ¿por qué preguntas, Foren?
–Porque es la tercera vez que llamo su atención y no me ha respondido hasta ahora
El Presidente Luxx contempló a su asistente por un momento. Foren era el Administrador por excelencia. Amante de la burocracia y de los papeles, no se le podía pedir que aportase otra cosa que no fuese orden. Por supuesto que personas como Foren eran imprescindibles para que hombres como él pudiesen llevar su pesada carga de una manera más eficiente. Pero mucho más importante, gente como Foren permitía que personas como Luxx usasen su intelecto sin las distracciones ociosas de la burocracia y el papeleo. Por ello nunca había dejado de admirar el trabajo de Foren.
–Discúlpame, Foren, no fue mi intención. ¿Qué se te ofrece? Estoy un poco apurado.
–Lo sé, Señor, y me disculpo por ello, pero necesito que me autorice a llevar la Biblioteca Galáctica de Ciencias al Planeta Laster II
Luxx lo contempló nuevamente. Esta obsesión sin criterio era lo que nunca respetaría de Foren. Él en camino al CSRG, y Foren obsesionado por una Biblioteca, que había estado en Rivergreit por más de lo que nadie pudiese recordar. Es decir 1.358.741 años. En el estado de evolución al que su galaxia había llegado, la falta de recuerdos era algo que ni siquiera se tenía ya en cuenta. Todos recordaban todo y la memoria era una sola.
–Foren –dijo con un tono de impaciencia en su voz, que apenas pudo disimular–, ¿por qué en este preciso momento te parece este un tema de importancia?
Foren pareció sorprendido y luego un poco avergonzado. Por un momento a Luxx le pareció que una sombra cruzaba sus ojos. Una sombra que no pudo descifrar. Si fue así, duró tan poco que ni siquiera pudo estar seguro de haberla visto
–Sr. Presidente, si no creyese que esto es importante, no lo hubiese interrumpido en su caminata. La biblioteca está amenazada ya hace milenios por el tránsito ininterrumpido de naves de corto, medio y largo alcance, que con sus motores de energium perturban los neurocircuitos lógicos de las memorias cuánticas de las supercomputadoras que administran el flujo de datos
–Claramente no podemos permitir que eso suceda –dijo Luxx con un tono irónico que el otro no captó.
–No, Sr. Presidente. La situación es ya insostenible y Laster II tiene cavernas subterráneas naturales, excavadas por su pueblo después de la guerra que finalmente los extinguió. Adaptadas adecuadamente pueden albergar la Biblioteca y protegerla de cualquier amenaza exterior.
Curioso que Foren hablase justo en este momento de amenaza exterior. ¿Sabría algo que no debería saber? Sacó ese pensamiento de su mente casi al mismo momento de haberse cruzado. No podía saber nada, porque nadie sabía nada más allá de un muy pequeño grupo de personas. Además, su mente estaba bloqueada a cualquier intrusión telepática. No, no había manera de que supiese nada. Con impaciencia respondió:
–Muy bien, Foren, haz los arreglos necesarios para que la Biblioteca sea trasladada a Laster II lo antes posible. ¿Cuánto demorará el traslado?
–Con las conexiones neurales y lógicas una semana de Laster II –contestó Foren, ya más calmado y en su elemento.
–Una semana de Laster II equivale a un mes de Rivergreit. ¿No es demasiado?
–Es lo mínimo para un traslado seguro de acuerdo con nuestros cyber ingenieros. Tiene que ver con las reconexiones cuánticas.
–Muy bien. Mantenme informado –dijo Luxx sin querer estar informado en realidad. Siguió su camino y volvió a hundirse en sus pensamientos.
Foren lo siguió con la mirada, pensando que jamás podría hacer un trabajo como el de Luxx. Muy dentro de sí, sentía desprecio por la gente que se creía dueña de la verdad y tomaba decisiones que afectaban a miles de millones de seres sin importarles las consecuencias. Lo había visto tantas veces. Él mismo apartó ese pensamiento y se dijo que en realidad Luxx era uno de los mejores, si no el mejor al que había tenido que asistir. Independientemente de lo cual jamás querría estar en sus zapatos. Dio media vuelta y se fue a su oficina.
***
Krista Luxx, hija de Dilmon, era por derecho propio una de las mentes más brillantes del Racimo Galáctico. Su coeficiente intelectual estaba casi fuera de la escala, aun en una sociedad donde el intelecto era la base fundamental de sus habitantes.
En el caso de Krista esa condición se había dado de una manera totalmente natural. Se podía decir que su singular intelecto unido a una no menos singular belleza eran producto de alteraciones genéticas, pero el Racimo había dejado de experimentar con el genoma humano hacía milenios, cuando el descontrol, producto de la curiosidad científica, casi llevó a la extinción de miles de especies en sendos Planetas.
En la actualidad, la genética solo era permitida cuando se ejercía para fines puramente reparadores de daños accidentales o malformaciones congénitas. Muchos milenios y debates debieron pasar para que la casta religiosa aceptase tales prácticas que, según su entender, contradecían los principios básicos que el Ser Supremo había abrazado, desde la época de la aparición de los Originarios.
En los tiempos actuales, la casi perfección a la que habían llegado les permitía usar con racionalidad absoluta lo que millones de años antes hubiese resultado en ejecuciones sumarias por cargos de hechicería. O al menos eso pensaban los habitantes del Racimo. Krista no estaba tan segura de que la tan mentada perfección no escondiese una dosis enorme de arrogancia. De todos modos, su trabajo era la ciencia, y la ciencia los había llevado al estado de evolución que había hecho del Racimo de la galaxia Triángulo, una de las sociedades más equilibradas del Universo.
Krista era la menor de tres hermanos. A los 547 años había conseguido todo lo que un ser podía aspirar. Sus hermanos mayores, Vraxit y Saltron habían elegido caminos muy distintos al de ella.
Vraxit era comandante de una de las flotas de Defensa Estratégica Galáctica, la fuerza más poderosa con la que contaba el Racimo, para defender los bordes externos de la galaxia Triángulo. Su hermano estaba a cargo del cuadrante tres, que era el que enfrentaba las galaxias más antiguas del Universo, más allá de la galaxia Traynor 211. Luego de millones de años de paz universal, el trabajo de su hermano se había transformado más en una rutina de paseo espacial que en un real puesto de combate. Krista nunca entendió muy bien para qué era necesario semejante poder de fuego, cuando no había nadie contra quien usarlo. Las últimas Guerras peleadas por el Racimo estaban tan atrás en la historia que nadie que no fuese a la Biblioteca Galáctica de Historia sabía cuál había sido la razón que las había desatado. Krista no sabía entonces cuánto de eso estaba por cambiar.
Saltron por otra parte era un artista. Había nacido con un talento natural para las artes manuales, y las había desarrollado hasta el punto de que hoy era uno de los escultores preferidos de la Mancomunidad de Planetas de Drixon, muy cercano al borde de la galaxia, y curiosamente, en el mismo sector donde su hermano era comandante militar. A diferencia de Vraxit y de la misma Krista, Saltron era muy humilde en su manera de ser y sumamente retraído para una sociedad donde las libertades individuales y la satisfacción de los deseos eran uno de los pilares de la vida cotidiana. Saltron vivía en un Mundo apartado de la Mancomunidad, donde decía que la inspiración para su obra venía del ecosistema mismo. La mente de Krista apenas podía procesar tanto lirismo, a pesar de que su misma formación le había enseñado a tolerar todo tipo de personalidades y comportamientos, aun los más extravagantes. Su hermano simplemente era distinto, y a su manera particular, probablemente más feliz de lo que ella jamás sería.
A pesar de las inmensas distancias que los separaban en términos absolutos, las distancias en el Racimo eran relativas, y a través de la conexión mental, estaba cerca de sus hermanos casi de manera constante. Regularmente los tres se juntaban para comidas holográficas o se transportaban a través de los haces hipermagmalumínicos para charlas casuales e intercambio de experiencias. Desearía hacer lo mismo con su padre, pero su cargo y su particular modo de ser hacía esto casi imposible, salvo en muy contadas y especiales ocasiones.
El trabajo de Krista le insumía también gran parte de su tiempo. Su responsabilidad era la supervisión de millones de científicos esparcidos a través de miles de millones de años luz, con quienes desarrollaba investigaciones que en la mayoría de los casos resultaban en descubrimientos en todas las ramas de las ciencias que expandían los horizontes del Racimo de una manera casi infinita. Su trabajo le había valido más de un reconocimiento, incluido el Premio Gosmal, máximo galardón para un científico, el Medallón del Ser Supremo, lo mismo, pero para la Religión y muchos más. Era la estrella de la comunidad científica del Racimo. A diferencia de su hermano, nunca había disimulado su orgullo por llevar en el pecho los símbolos de tales distinciones.
***
Krista estaba en su oficina cuando recibió el llamado. El mini droide de comunicaciones que tenía a su derecha se iluminó con el color violeta pálido de una llamada entrante de carácter urgente. Cuando las llamadas debían ser registradas, el uso de la telepatía no se permitía. Más de un ciudadano que había intentado violar esta regla había terminado en la sección de reeducación de la Policía Galáctica, donde la porción del cerebro que había disparado la transgresión era sometida a una reconstrucción casi completa. Una forma invasiva, pero eficiente de evitar transgresiones y crímenes.
Oprimió el botón del comunicador y vio el rostro del Ministro de Ciencias Nerox Hum, uno de los colaboradores de su padre en el Gobierno del Racimo. Si bien no era inusual que recibiera llamados de Hum, generalmente no llamaba tan temprano ni tampoco con carácter de urgente. Hum era bien conocido por sus inclinaciones sexuales un poco excéntricas, prefiriendo el sexo grupal al de pareja. Esto, en el Racimo, era totalmente aceptado y se consideraba normal. Lo que se le criticaba a Hum no era la práctica aceptada, sino que lo hacía casi todas las noches y eso afectaba sus horarios, y a juicio de Krista, su eficiencia en el trabajo. Para eso, había tenido la habilidad de rodearse de genios como ella, que suplían su trabajo de supervisión, y le dejaban las manos libres para la política. Sin embargo, los logros enormes que Krista había conseguido y el hecho de que había rechazado en más de una oportunidad las invitaciones de Hum a sus fiestas sexuales habían creado entre ellos un cierto recelo, que en el caso de Hum era más un sentimiento de defensa ante una amenaza potencial a su cargo que desencanto sexual. El pobre imbécil no sabía que Krista jamás aspiraría a un cargo político. La experiencia con su padre la había desalentado hacía mucho tiempo de cualquier deseo en ese sentido. Por supuesto que Hum nunca iba a saberlo. Privilegios de ser mujer. Rodearse de misterio siempre la divertía.
–Hola, Krista –comenzó Hum la conversación con tono casual. Sus ojeras denotaban que no hacía mucho que había despertado, seguramente luego de una de sus reuniones.
–Ministro –dijo ella con tono solemne. Una forma de marcar distancias, nada sutil, pero que sabía que a Hum lo ponía nervioso.
–Te esperaba en mi casa anoche –siguió Hum con el mismo tono.
–Tuve un compromiso imprevisto –contestó mientras pensaba “ni en tus mejores sueños me vas a ver jamás desnuda y menos aún en una de tus fiestas”.
–Krista –de pronto el tono de Hum había cambiado–. Necesito verte urgentemente en mi oficina. Es algo de la mayor importancia.
–¿Perdón? –La sorpresa en la voz de Krista no pudo disimularse y se odió por ello. No quería demostrar nunca debilidad frente a Hum, o frente a nadie por caso, y para ella, ser tomada por sorpresa era un signo de debilidad–. No entiendo, ¿dijo su oficina?
–Sé que es algo inusual y que normalmente, aun en casos urgentes como este, podemos usar el droide. Pero prefiero que hablemos personalmente
–¿Ahora mismo? Krista ya se había recompuesto de la sorpresa inicial y se controló para no demostrar a su interlocutor nada que le pudiese quitar ventaja, en una futura conversación.
–Ahora mismo –respondió Hum
–Voy en camino –dijo Krista cortando la conversación.
Salió de su oficina y se dirigió a una de los miles de cabinas submagmalumínicas que la llevaría en segundos a las oficinas del CSRG, ubicadas en un Continente a 25.000 kilómetros de distancia de donde ella tenía la suya.
En el corto recorrido hasta la cabina más cercana, pensó que, si era otra treta de Hum para atraerla a su juego sexual, lo pagaría caro. En el fondo, sabía que una requisitoria a una reunión personal era mucho más que eso. No pudo evitar que una sensación de intranquilidad invadiera su cerebro. Entró en la cabina y en un nanosegundo una luz blanca brillante envolvió todo su cuerpo.
***
En el Racimo había tres tipos de transportes, todos ellos sobre la base de la descomposición de la materia en un haz de luz que se comprimía y descomprimía en función de la distancia que debía ser recorrida. El proceso de energetización de las cabinas comenzaba con tomar la energía producida por el magma del núcleo de cada planeta, convertirlo en energía lumínica, a través de un bombardeo de partículas de polvo estelar, hecho en plantas subterráneas. Luego era llevado a la superficie como un haz de luz que al acelerarse con partículas subatómicas de energium (un material descubierto hacía apenas 1.000.000 de años aproximadamente), y que abundaba en toda la galaxia, se convertía en energía dirigida totalmente limpia y de una tremenda capacidad de compresión y direccionamiento. Con la debida tecnología, dicha energía podía desmaterializar y rematerializar cualquier objeto, orgánico o no y llevarlo a las distancias que el operador desease. A pesar de sus impresionantes cualidades, nunca había podido ser convertido en arma. El motivo: su potencia no duraba lo suficiente como para infligir daño a objetos con escudos de energía reactiva. En el Racimo y más allá, cualquier objetivo de valor militar tenía al menos ese tipo de defensas. Por lo tanto, su uso se ceñía exclusivamente al transporte de individuos. Eficiente y sin atacar el medioambiente. Otra lección aprendida duramente hacía eones.
Las submagmalumínicas eran cabinas de bajo poder y corta distancia que no necesitaban de mayor asistencia que la de un generador del tamaño de una uva, que era asistido por el poder de teletransportación mental del viajero. Lo único que este tenía que hacer era pensar en el destino antes de iniciar el viaje. En el Racimo eran usadas para trasladarse dentro de un Planeta, normalmente en recorridos intercontinentales.
Las magmalumínicas eran cabinas de poder y recorridos medios, que eran operadas por generadores del tamaño de un limón y que operaban sin asistencia ninguna por parte del viajero, debido a que su recorrido tomaba más tiempo y por ende la mente del individuo era más propensa a desenfocarse y producir la muerte del pobre diablo. Se usaban para trasladarse de un Planeta a otro, dentro de un mismo sistema solar.
La hipermagmalumínicas eran cabinas de potencia alta y eran usadas para recorridos interplanetarios entre distintos sistemas solares. Sus generadores eran sustancialmente más grandes que los de las otras dos, operaban en paralelo en grupos de tres y el viajero definitivamente no tenía nada que ver con su funcionamiento. Nadie podía usar telepatía para un viaje que requería tamaño drenaje de energía. Ni las mentes más poderosas del Racimo podían enfocarse tanto y por tanto tiempo.
Estas últimas cabinas se usaban muy de vez en cuando por sus obvias limitaciones en cuanto a espacio y eficiencia. En viajes de distancias como las que cubrían las cabinas hipermagmalumínicas, el viajero normalmente necesitaba de elementos que simplemente no cabían en un espacio tan reducido. Las naves espaciales eran preferidas en estos casos, y por lo tanto la demanda para las cabinas hipermagmalumínicas era baja.
Las naves espaciales del Racimo viajaban a miles de veces la velocidad de la luz, gracias a la formación de un campo alrededor de ellas que literalmente doblaba el espacio tiempo haciendo que distancias de miles de millones de parsecs se convirtiesen en unos pocos miles de kilómetros. Estos motores se alimentaban de energium. La operación de las naves, se hacia a través enlaces neurales con sus tripulaciones.
Los generadores variaban de acuerdo al fin de cada nave y se privilegiaba las de transporte de personas a las de carga y las militares, ya que las primeras eran las más utilizadas en el Racimo. El transporte de carga, salvo el de energium, no era tan necesario entre los diferentes sistemas, dado que la conversión de Planetas al estilo Rivergreit, que se llevaba a cabo de forma permanente, garantizaba que todos ellos tuviesen recursos similares. Todavía no se había podido descubrir por qué el energium escapaba a dicha conversión. O el Planeta lo tenía en estado natural, o no lo tendría jamás.
Afortunadamente para el Racimo, la mayor parte de los planetas lo tenían en abundancia.
***
Krista llegó a las oficinas de Hum. Cada vez que lo veía en persona, le producía más rechazo. A pesar de ello, su trato siempre había sido de respeto cordial, aun cuando rechazaba sus invitaciones a participar de sus placeres nocturnos.
–Ministro Hum.
–Krista, es bueno verte de nuevo en persona. Luces más hermosa cada vez que te veo.
–Acá va de nuevo –pensó Krista. Esta vez ni siquiera se molestó en mostrar una mueca de fastidio–. Gracias, Ministro, dijo con voz gélida.
–¿Cómo va tu trabajo? ¿Algún progreso digno de mencionar?
–¿A qué se refiere específicamente, Ministro? Su fastidio iba en aumento. No podía creer que la hubiese sacado de su despacho para dar un informe de rutina.
–Nada en particular. –Su voz sonaba nerviosa. Algo más estaba pasando.
–En el sistema Sart II, se han hecho progresos significativos en materia de aceleración de detección y extracción de Energium. Si las pruebas finales tienen éxito, podremos detectar planetas ricos en mineral en tres veces menos tiempo que el actual.
–¡Excelente! –La exclamación de Hum era totalmente desproporcionada en relación con la noticia. Él sabía mejor que nadie de esa investigación y de sus resultados preliminares.
¿Te puedo ofrecer una copa?
¿Adónde iba con todo esto? Parecía más una visita social que un asunto urgente. Sin embargo, estaba convencida de que había algo más. Decidió seguirle la corriente.
–Agua, por favor
–¿Agua? ¿Algo más fuerte?
–Solo agua por favor. –Ya la estaba exasperando.
–Te preguntarás por qué te llamé hasta aquí.
¡Por supuesto que sí, idiota! Pensó para sí. Su mente estaba bloqueada a toda forma de intrusión telepática. De otro modo nunca se hubiese atrevido a pensar de esa manera.
–Debo decir que siento cierta curiosidad por saberlo –dijo en forma cautelosa, pero al mismo tiempo firme.
–Me temo que hay algo de suma importancia que tenemos que escuchar juntos.
–No entiendo, Ministro, ¿qué significa lo de escucharlo juntos? –Cada vez entendía menos. ¿Juntos? ¿Él no sabía de qué se trataba? Parecía una broma de mal gusto.
–Significa que hemos sido citados, junto con otros muchos miembros de los distintos ministerios a la reunión del CSRG, que tu padre ha convocado para dentro de unos minutos.
–Perdón, Ministro, pero sigo sin entender qué hago yo aquí. –Cada vez más confundida, trató de mantener la compostura. La última vez que se habían convocado funcionarios de rango menor a una reunión de los Consejeros, tres sistemas solares y 42 Planetas habitados, habían desaparecido por un experimento sobre expansión solar que había salido horriblemente mal. Los esfuerzos para evitarlo fueron inútiles y todavía hoy, después de miles de años de ese evento, nadie más se había atrevido a modificar la estructura molecular de una estrella.
–Muy simple. Yo fui convocado, y quiero al cerebro más brillante de todos mis equipos conmigo.
–Gracias, Ministro –dijo con un tono de falsa gratitud que sabía usar muy bien cuando de manipular a alguien se trataba–. ¿Cuánto falta exactamente para la reunión? –Es decir que necesita a alguien al lado para culpar, por si algo no sale bien, pensó Krista enseguida. De todos modos, debía admitir que su curiosidad iba en aumento y no quería perderse la reunión por nada en la galaxia.
–Nos van a avisar. Mientras tanto, cuéntame un poco más de ese experimento en Sart II.
***
Dilmon Luxx llegó finalmente a la puerta del CSRG. Se detuvo un instante y pareció dudar. En realidad, era una reacción natural a la importancia de lo que iba a exponer. Jamás dudaría de entrar para cumplir su deber.
La cerradura respondió inmediatamente a la firma telepática de su cerebro y la puerta se abrió. Frente a sí tenía la sala que regía los destinos del Racimo Galáctico, representada por todos sus miembros: 154.999.999. Con el presente, el número se completaba en 155.000.000.
Contempló la sala con una rápida mirada y se sentó en su lugar.
-Estimados delegados, los he reunido hoy para informarles de una amenaza que puede devenir en el fin del Universo tal cual lo conocemos.
CAPÍTULO II
El nacimiento del racimo
Que el Racimo fuese un número redondo de Planetas, no era casualidad. En sus orígenes, lo que hoy se conocía como el Racimo Galáctico eran billones de Planetas, pocos de ellos habitados y la mayoría incapaces de sustentar cualquier tipo de vida, orgánica o no.
A medio camino del borde de la galaxia y su Centro, se encontraba el Sistema Numental, un sistema de 12 Planetas, tres de los cuales eran capaces de albergar vida, todos girando alrededor de una estrella amarilla muy joven bautizada Elmas.
De los tres, Rivergreit I era el cuarto planeta contando a partir de su Estrella. Su composición era casi igual a la de los Planetas Originarios de las galaxias más antiguas. Oxígeno, Hidrógeno y Monóxido de Carbono se combinaban de una manera que hacía que la vida animal y vegetal fuera sumamente rica y diversa.
Los otros dos planetas, Rivergreit II y III, tenían masas más pesadas y por ende mayor gravedad que la de Rivergreit I. Esto había hecho que la evolución de la vida dependiese más de la contextura física que de otros atributos. De todos modos, el Homo sapiens también se había impuesto como la raza dominante. La diferencia con los habitantes de Rivergreit era que el promedio de los humanos tenía la caja torácica más ancha y mayor resistencia al abuso físico que demandan ciertas actividades. Esto sería muy conveniente para el sistema Numental, en determinado momento de su evolución.
El desarrollo de las civilizaciones de los tres planetas se produjo en forma casi paralela, aunque en Rivergreit I, la ciencia se privilegió sobre otras actividades, mientras que en Rivergreit II y III la tecnología se aplicó más a fines militares que a ciencia aplicada. Como la agresividad y cierto barbarismo son parte de la naturaleza del Ser Humano, Rivergreit I también dedicó parte de esa ciencia a fines militares.
Inevitablemente la evolución tecnológica natural llevó a que los tres planetas, al llegar a la etapa de la exploración espacial, tomasen conocimiento de las razas que habitaban los otros dos.
Es una ley no escrita del Universo, que cualquier civilización tecnológica al llegar a los 100.000 años de su evolución se pone a sí misma al borde de su propia destrucción. Esto sucedió en Numental. Cuando las tres especies se encontraron, todas ellas estaban en la era nuclear, sus naves rudimentarias eran de todos modos capaces de llevar ojivas nucleares y bombardear planetas desde sus órbitas y por otro lado sus propias sociedades vivían al borde de la extinción por mutuas amenazas entre los estados en que se habían dividido todas ellas.
La coyuntura no podía ser peor. Tres sociedades con capacidad de destruirse a sí mismas cientos de veces encontraban sociedades que, al igual que ellas, veían a las otras como una amenaza a su propia precaria supervivencia.
No había una solución sencilla a este predicamento y la guerra parecía la consecuencia lógica de una falta absoluta de capacidad de negociar y entenderse. Parecía que los 100.000 años de evolución iban a ser borrados en pocas semanas, consumidos en un holocausto nuclear de magnitudes interplanetarias.
Los Gobernantes de los tres Planteas no querían, sin embargo, ser los primeros en apretar el gatillo nuclear, ni mandar sus naves –mucho más sofisticadas y veloces ahora que cuando tomaron contacto con las otras civilizaciones– a iniciar un bombardeo orbital que solo traería una respuesta similar en su propia atmósfera.
En momentos de insania basta que uno o más individuos tengan la mente clara para que lo que puede ser un desastre se convierta en una bendición. Por supuesto que lo contrario también es verdad, y mentes desquiciadas pueden llevar al desastre a civilizaciones enteras. La voluntad del Ser Supremo quiso que los Gobernantes de los tres países dominantes de cada Planeta tuviesen la mente clara.
En una de las lunas de Rivergreit II, Liberta, se llevó a cabo una reunión ultra secreta entre los líderes de estos pueblos: Argos Labru por Rivergreit I, Sivor’Mil por Rivergreit II y Braxon V por Rivergreit III
Los primeros dos eran presidentes democráticos. El tercero un monarca secular. Sistemas de gobierno diferentes y el hecho de que ninguno de ellos hablaba por su Planeta entero eran obstáculos mayores, para evitar el desastre que se avecinaba.
Los diálogos y negociaciones de esta reunión no fueron grabados para la posteridad, ni tampoco se tienen registros de ellos. Los fragmentos que se filtraron a través de edecanes y ministros tampoco son del todo confiables. Lo que realmente cuenta es el resultado final. Lo que sucedió a partir de ese momento y lo que resultó de dichos eventos.
Argos tomó la palabra:
–Estimados colegas: las negociaciones de los últimos días han sido agotadoras y todos estamos exhaustos. Sin embargo, lo que está en juego es demasiado grande para que nos demos por vencidos en este momento.
–Estoy de acuerdo –dijo Braxon V.
–Yo también –terció Sivor’Mil.
–Rivergreit I está preparado para deponer todo su arsenal en forma unilateral y espera que los otros dos planetas hagan lo mismo en aras de una convivencia pacífica y de la supervivencia de nuestras especies que de aquí en más deberían ser una sola.
El silencio que se produjo en la habitación fue tal que un insecto volando hubiese aturdido a todos los allí presentes.
–Usted no puede estar hablando en serio –dijo Braxon–. Tampoco puede estar hablando en nombre de su Planeta entero. Sabemos que los habitantes de vuestro continente septentrional son proclives a atacar.
–Mi querido Braxon, sus espías están equivocados.
–¡Me ofende! ¿De qué espías me habla?
–De los mismos que todos tenemos en cada uno de nuestros Gobiernos. Mientras descansábamos me he contactado con los Gobernantes de nuestras diferentes naciones y les he hecho una propuesta que ninguno ha podido rechazar. –Argos lo miró con un dejo de ironía y tristeza al mismo tiempo.
–¿Y esa propuesta es? –intervino Sivor’Mil.
–Que en lugar de matarnos entre nosotros, asumamos en forma conjunta la exploración y explotación de los recursos de nuestro sistema solar y luego las estrellas. Que, si encontramos enemigos allende nuestras fronteras, sean enfrentados por una sola raza unida y no conquistados como razas enemistadas. Si alguna vez tenemos que usar nuestras armas será para enfrentar a un enemigo común no a nuestros vecinos.
De tan simple que era la propuesta parecía demasiado complicada y hasta cierto punto una broma de mal gusto, o peor, una trampa.
–No sé qué decir –dijo Braxon.
–Parece una fantasía de una novela para niños –dijo Sivor.
–No es así. Todos somos patriotas, y antes que nada seres lógicos –continuó Labru como si hablase para un auditorio mucho más amplio que el que estaba escuchándolo–. De esta guerra nadie saldrá victorioso, y la paz basada en el miedo, no es duradera, porque siempre puede haber alguien que crea que en un ataque sorpresivo puede alzarse con la victoria. En resumen, nadie gana.
No era que los otros dos no vieran la lógica de estas afirmaciones. Era que la propuesta era demasiado generosa para ser tomada en serio.
–Continúe, por favor –dijo Sivor.
–El espacio, por las sondas que todos ya hemos mandado desde hace décadas, ofrece infinitas posibilidades y, por qué no admitirlo, riquezas. Explotarlas juntos aumenta exponencialmente nuestras posibilidades de dar a nuestra civilización una era de prosperidad como nunca imaginó, sin derramar una gota de sangre Rivergreiter a manos de otro miembro de su misma raza.
–Eso asumiendo que nadie traicione a nadie –señaló Braxon.
–No digo que eso no sea una posibilidad, ¿pero qué se ganaría? –La seguridad con la que Labru hablaba empezaba a calar muy hondo en la psique de los demás–. Aun en el caso de que Uds. decidieran atacar a mi Planeta ya indefenso y destruyeran todo vestigio de vida en él, habrían cruzado un umbral del que ya no será posible volver y terminarían matándose entre Uds. ¿Es eso lo que quieren?
Estas últimas palabras tenían tanto sentido que cualquier duda que los otros dos podían tener se había disipado. Ante la certeza de una muerte segura, el ser humano tiende a ser más humano. Esta Ley Universal es tan contundente que aquellas razas que no supieron abrazarla a tiempo hoy son polvo del que nadie tiene memoria.
Un poco por esto y otro poco por vanidad y deseo de quedar en la historia, tanto Braxon como Sivor prometieron llevar la propuesta a sus respectivos planetas. Veedores de cada Mundo irían a los otros dos para asegurarse de que no hubiese violaciones, y en un mes se volverían a reunir para la respuesta final.
La perspectiva de explorar las estrellas fue algo mucho más tentador que la potencial conquista de dos planetas y la perspectiva de una muerte cierta en una tormenta atómica. Esto no significó que las negociaciones no fueran durísimas y en algunos casos se produjesen escaramuzas entre Estados que amenazaron con destruir toda esperanza de acuerdo, y de paso, borrar de la faz de los planetas a algunos de dichos Estados rebeldes.
Nuevamente el miedo, la ambición y la curiosidad primaron y quiso el Ser Supremo que, al mes de la propuesta, esta vez todos los líderes de todos los planetas estuviesen reunidos en la misma Luna, para acordar la formación de la nueva Comunidad de Numental, bajo un triunvirato de presidencia rotativa con un miembro por cada Planeta.
Argos Labru, Sivor’Mil y Braxon V quedarían para siempre como los fundadores de una de las civilizaciones más adelantadas de la galaxia y probablemente de todo el Universo.
Y entonces ocurrió.
***
Una luz blanca de extraordinaria potencia inundó la sala de conferencias, dejando a todos los delegados al borde de la inconsciencia. Se escucharon gritos de ¡Traición! Pero duró un nanosegundo, porque enseguida todos quedaron mudos y absortos contemplando las dos figuras que tenían delante de ellos, un hombre y una mujer.
Las figuras eran idénticas a los rivergreiters en todo. Por lo menos en el aspecto exterior. Las proporciones físicas, los rostros y la serenidad de las miradas les daban a ambos una belleza singular. Ya sea por esto o por el halo de luz blanca pura que rodeaba sus cuerpos, los delegados de ambos sexos no podían sacar sus ojos de la figura del sexo opuesto que tenían frente a sí.
Una de las delegadas consiguió recomponerse de la sorpresa inicial y, poniéndose de pie, y en voz más aguda de lo que hubiese querido, exclamó:
–¿Quiénes son Uds.? ¿Quién los manda? ¡Esto es guerra!
La exclamación era totalmente inexacta por varios motivos. El primero de ellos era que ninguno de los planetas tenía tecnología para hacer semejante aparición, y menos en un recinto fortificado como ese. Segundo, porque si bien las figuras eran en su apariencia iguales a los rivergreiters, había en ambos ciertas diferencias muy sutiles que los hacían diferentes, orejas más pequeñas, dedos más finos y una estatura más allá del promedio de los tres planetas. Independientemente de los cual la belleza de ambos individuos era de naturaleza singular. Claramente no eran de ninguno de los tres planetas.
–Nuestros nombres son Telfos y Gruxana, somos enviados del Planeta Originario Nordan y no tenemos ninguna intención de hacer la Guerra con nadie –dijo el hombre con toda suavidad y con una voz que a pesar de su tono denotaba un control absoluto de su entorno, y probablemente, más allá de él.
–¡Saludos, Rivergreiters! –agregó Gruxana–. Los planetas Originarios les extienden sus más cálidos deseos.
***
La confusión en el recinto seguía siendo cuasi apocalíptica. Acusaciones cruzaban de un lado a otro, con miembros de cada Planeta acusando a los otros dos. Lo que hasta ese momento parecía ser un ámbito de paz y armonía, se había transformado en algo caótico y lleno de agresividad. Las negociaciones que habían llevado a la cumbre habían sido largas y muy delicadas y la mecha de la bomba nunca había dejado de ser corta. Ahora parecía encendida y a punto de explotar.
–Seres de los planetas Rivergreit, silencio por favor –se escuchó por encima del griterío la voz de Gruxana. La voz de la hembra tenía un tono que cautivaba, pero en este momento había tapado todas las otras voces sin esfuerzo ninguno.
–¿Qué significa esto? –exclamó uno de los representantes de Rivergreit I.
–Silencio, por favor, no hay motivo para alarmarse y vuestras acusaciones son completamente infundadas –dijo ahora el hombre–. Hágannos el favor de volver a sus asientos y prestarnos toda su atención. –Extrañamente, al igual que su pareja, no había levantado la voz ni un ápice y, sin embargo, su voz había retumbado en la sala como si hubiese utilizado un megáfono.
Lo más llamativo era que ambas voces eran firmes pero melodiosas, casi hasta un arrullo, una canción de cuna. Parecía como si el interlocutor fuese invadido por una irresistible sensación de Paz.
Los delegados volvieron a sus asientos y el silencio se adueñó de la sala.
–Vamos a explicar quiénes somos, de dónde venimos y a qué hemos venido. Solamente les rogamos que nos escuchen en silencio, y una vez finalizado nuestro monólogo, gustosamente contestaremos vuestras preguntas, en la medida de lo razonable –volvió a tomar la palabra Telfos.
Esta última frase no dejó tranquilo a nadie pero, de todos modos, el silencio se mantuvo.
–Como ya les hemos dicho, venimos del Planeta Originario Nordan, uno de los Billones de planetas de las galaxias más antiguas del Universo. Nuestro Planeta está ubicado en la galaxia Segunda. Esto identifica a la segunda galaxia formada luego de lo que la ciencia denomina Gran Explosión, es decir la rotura del núcleo de energía comprimida que dio origen a la formación de nuestro Universo. No voy a abundar ahora en este hecho, ni en la interpretación que las distintas religiones le dan a este fenómeno, porque no vienen al caso.
–¿Pero…? –intentó interrumpir un delegado.
–Por favor, déjennos continuar. Las preguntas vendrán después. –El tono de la voz de Telfos seguía siendo muy cortés y calmo.
–Algunos miles de millones de años luego del fenómeno, algunos planetas, luego de enfriarse, comenzaron a tener las condiciones necesarias para albergar distintos tipos de vida. En ese aspecto, nada de lo que les digamos será nuevo para Uds. Es sorprendente cómo la vida en el Universo se desarrolla sobre caminos casi idénticos, en la medida en que los planetas tengan compuestos de Oxígeno, Hidrógeno y Monóxido de Carbono en cantidades ideales.
Su voz ahora parecía hasta divertida, como si le estuviese hablando a un grupo de niños de jardín de infantes. Este detalle no le pasó inadvertido a ninguno de los allí presentes que, a pesar de todo, seguían el relato con suma atención.
–Bien, como les iba diciendo, la vida evolucionó y con el paso de los eones llegamos en muchos planetas de las cinco galaxias Originarias (GO, para hacerlo más fácil) a lo que hoy llaman Uds. sociedades industrializadas. Estas sociedades tienen dos características fundamentales:
• Tienen capacidad de abandonar sus planetas en busca de exploración estelar
• Tienen capacidad de autodestruirse
–A los efectos de nuestro relato abreviado, digamos que más del 60% desapareció de la faz de sus respectivos planetas y hoy sus ruinas son un mudo testimonio de la estupidez del Homo sapiens.
Las que sobrevivimos y comenzamos la exploración estelar dejamos de ser Homo sapiens y con el tiempo nos convertimos en Homo galactus. Cuando la exploración estelar se convirtió en exploración intergaláctica y tomamos conocimiento de otras civilizaciones más allá de nuestra propia galaxia, nos convencimos de que nuestro futuro era algo así como un gran designio que apenas estábamos comenzando a entender. En ese momento, las civilizaciones de las cinco GO se convirtieron en los habitantes de los planetas Originarios (PO), y por lo tanto en los Seres Originarios.
–¡Qué sorprendente arrogancia! –exclamó sin poder evitarlo una de las delegadas.
–¡Silencio por favor! –Ahora fue Gruxana la que intervino. Su tono de voz esta vez fue más firme y hasta un poco autoritario. Nuevamente los delegados se percataron de ello y un atisbo de desconfianza recorrió el recinto como una ráfaga de viento gélido
–En lo que Telfos acaba de decir no hay arrogancia ninguna. –Su voz se había suavizado–. Estos son hechos históricos para nosotros y si bien entendemos que son nuevos para Uds. queremos que escuchen con la misma mente abierta que han demostrado al venir a esta reunión. ¡Gracias, hermanos!
El uso de la palabra hermanos tuvo el efecto deseado. Si lo hizo a propósito, o realmente era lo que sentía, nadie lo supo en ese momento, pero los delegados redoblaron su atención inmediatamente.
–Al darnos cuenta de que más allá de nuestras cinco galaxias todo era relativamente nuevo en términos de antigüedad estelar, y que las civilizaciones de los planetas habitados no tenían todavía nivel de civilizaciones industriales, decidimos formar un Consejo Intergaláctico, formado por supuesto por las galaxias I a V. Sus mejores telescopios orbitales todavía no pueden alcanzar a verlas, pero con el tiempo podrán admirarlas en todo su esplendor.
La atención del auditorio crecía y no lentamente. Si bien muchos delegados todavía no entendían de qué se trataba todo esto, no podían dejar de hacer volar su imaginación pensando en todas las maravillas que estas pocas palabras encerraban.
Siguió Gruxana con la explicación de lo que sería un punto de inflexión en la historia de los planetas Rivergreit:
–El Ser Supremo que creó el Universo apareció por única vez en todos los planetas de las cinco galaxias y nos dejó un mensaje que hasta hoy rige nuestro consejo:
• Uds. son los planetas Originarios del Universo que he creado para Uds.
• Formarán un consejo que se encargará de vigilar el desarrollo de civilizaciones más allá de vuestras cinco galaxias.
• Cómo lo harán y qué harán con vuestros destinos lo dejaré a vuestro libre albedrío. No interferiré más en vuestra evolución ni me verán más, pero sabrán que existo y que son mi creación.
• Serán bondadosos y caritativos con las sociedades que encuentren.
• No interferirán en su desarrollo, ni siquiera cuando estén por autodestruirse.
• Cuando encuentren una sociedad que haya unido a sus pueblos en uno, tomarán contacto con ella y la guiarán por la senda del desarrollo pacífico.
• Sean dignos del regalo de vida que les he dado.
–Bajo estas simples reglas hemos monitoreado el desarrollo de billones de civilizaciones a lo largo de eones. Muchas han desaparecido, otras muchas hoy gozan de una vida plena y llena de bendiciones, tanto morales como tecnológicas. Todas ellas conseguidas, primero con nuestra guía, después por sus propios medios y principios.
–El Ser supremo jamás ha sido visto nuevamente en ninguno de estos Mundos, pero es venerado por incontables y diversas religiones que, cada una a su modo y en convivencia pacífica unas y otras lo veneran como el único dador de vida.
Ahora, Telfos volvió a tomar la palabra y continuó:
–Todo lo que hemos dicho hasta ahora se ha mantenido inmutable a lo largo de millones y millones de años. Nuestras sociedades florecen todos los días y constantemente tomamos contacto con civilizaciones de seres que han pasado lo que denominamos en los planetas Originarios, El Gran Desafío, que es, ni más ni menos la capacidad de controlar la autodestrucción por la vía de la convivencia pacífica y la sana ambición de mejorarse. A este momento han llegado Uds., hermanos, y, por lo tanto, les damos la bienvenida a la nueva era que han abrazado. ¡Han entrado a la era de la transición del Homo sapiens al Homo galactus!
Un murmullo creciente se apoderó del salón y, esta vez ni Telfos ni Gruxana pudieron poner orden.
***
Finalmente se hizo silencio. Los delegados estaban tan asombrados por lo que habían escuchado hasta el momento que no se atrevían a preguntar a los extraños, pero tampoco sabían cómo ordenar sus mentes a lo que deseaban saber fervientemente. No hizo falta, los mismos visitantes rompieron el incómodo silencio que se había apoderado de la sala.
–Entendemos que esto que han escuchado es mucho para asimilar, pero no teman –dijo Telfos. Lo que estamos haciendo hoy, no va a perturbar vuestro desarrollo, no va a cambiar sus vidas sustancialmente, por lo menos no en lo que respecta a vuestra vida cotidiana, ni sus costumbres ni sus hábitos. Los adelantos tecnológicos que ofreceremos en los años por venir se harán de una manera que les resulte totalmente natural y no interrumpirán vuestro proceso evolutivo normal. De hecho Uds. mismos serán dueños de lo que se descubra de aquí en más. Nosotros solamente seremos guías de ese proceso para acelerarlo de una manera sana.
–Hermanos, hora de hacer preguntas –intervino Gruxana.
Si hasta ese momento les había resultado difícil a los delegados no transformar la inesperada reunión en un descalabro, ahora fue inevitable que cientos de voces se levantasen al unísono tratando de averiguar a qué se estaban enfrentando.
La voz de Telfos ahora se hizo imperativa.
–¡Silencio! Todas las preguntas serán respondidas, pero no de este modo. Sugiero que, ya que estaban a punto de firmar un acuerdo tan trascendental, tengan la paciencia suficiente para hacer las preguntas en forma ordenada. Es más, volveremos en una de sus horas y sería conveniente que cada Planeta nombre un representante que tenga todas las preguntas en su poder y se hagan en forma ordenada. Tenemos todo el tiempo del Universo y no hay por qué responder todo ahora.
Habiendo dicho esto, y sin más trámite, las dos figuras desaparecieron del mismo modo en que habían llegado.
***
Lo que siguió fue totalmente caótico. Voces que se entrecruzaban y trataban de imponerse a otras voces coparon el salón. La mezcla de temor, curiosidad e impaciencia había transformado lo que iba a ser una ceremonia formal en un griterío insoportable.
Finalmente, los tres delegados originales, Argos Labru, Sivor’Mil y Braxon V, impusieron a sus delegados el silencio que se necesitaba para poder cumplir con lo requerido por los extraños.
–Delegados –casi gritó Labru. Todo esto es mucho para digerir y claramente estamos tan asombrados como Uds., pero si no ponemos orden a esta situación nunca sabremos de qué se trata realmente. Cada Delegado de cada Planeta entrará en su computadora personal diez preguntas. La Computadora central recibirá la información y eliminará las preguntas repetidas hasta llegar a la cantidad que sea de preguntas diferentes que cubran lo que sea necesario en este momento de zozobra. Si no nos han mentido, tenemos una hora para comenzar el proceso, y mucho tiempo después para completarlo. A sus tareas, señores, y que el Ser Supremo se apiade de nosotros.
Las palabras de Labru, secundadas por Sivor y Braxon, actuaron como un bálsamo entre los delegados, quienes se pusieron inmediatamente a trabajar en las preguntas que les parecían más importantes o perentorias según el caso.
Al final del proceso de clasificación de preguntas realizado por la Computadora central, asombrosamente solo veinticinco preguntas quedaron para los visitantes. Fue como si una sincronización tácita se apoderara de los asistentes y todos tuviesen sus mentes enfocadas en los mismos tópicos.
Las preguntas serían formuladas por los mismos Labru, Sivor y Braxon, los dos primeros ocho cada uno y el último nueve, una manera de demostrarles a los visitantes que no había rivalidades entre ellos.
Uno de los delegados hizo la pregunta que todos temían poner en sus computadoras personales, pero que estaba en la mente de todos:
–¿Qué pasa si no vuelven?
–Entonces, estamos condenados –dijo Braxon y se dejó caer en su asiento de una manera no muy digna para su investidura.
Pero los visitantes volvieron exactamente una hora después de haber partido. Del mismo modo en que habían llegado la primera vez y con el mismo efecto, aunque atenuado, entre la concurrencia. Se podría decir que esta vez al asombro se le sumaba un poco de alivio. No tuvieron mucho tiempo de reflexionar sobre el tema. Gruxana habló no bien hicieron su aparición. Su voz nuevamente sonaba dulce y calmada como quien sabe que es dueña absoluta del espacio que la circunda.
Hermanos, tal como prometimos, aquí estamos nuevamente, esta vez para que puedan aclarar vuestras dudas y contestar todas vuestras preguntas. ¿Cómo quieren proceder?
–Hemos decidido que los tres delegados que hicieron el acuerdo original que nos trajo a este salón, en primer lugar, sean nuestros voceros en este diálogo –dijo una delegada que usó cuidadosamente la palabra “diálogo” para no ofender a los extraños.
–No hace falta que moderes tu lenguaje, hermana –contestó Gruxana–. Sabemos que esto es más un interrogatorio que un diálogo. No importa, tenemos vasta experiencia en estas artes, así como en primeros contactos con civilizaciones allende las nuestras. Comencemos, por favor.
El tono era un tanto condescendiente, pero amable a pesar de todo. Ayudó a distender el ambiente de excitación que se respiraba en la sala.
–Hemos dividido las preguntas en veinticinco y yo seré el que comience –dijo Labru.
–Muy bien –contestó Telfos.
–¿Es esto una invasión? Nuestros satélites de observación de largo alcance han detectado naves extrañas en los confines de nuestro sistema solar.
No, no es una invasión. Esas naves que han detectado son naves de exploración científica que llevan a bordo personal de apoyo. En caso de aceptar Uds. nuestra oferta, se pondrán a trabajar con vuestros científicos para acelerar vuestro desarrollo tecnológico. Telfos era el que seguía hablando.
–¿Tenemos opción de rechazar vuestra oferta, o al menos postergar nuestra aceptación?
Son dos preguntas en una –dijo ahora Gruxana–. Sí a la primera y no a la segunda.
La propuesta, como se ha dicho, es solo eso. No es una imposición. Uds. han dado un paso enorme al elegir la coexistencia pacífica entre vuestros pueblos, sobre una casi segura autodestrucción. Por ello nos hemos revelado por primera vez ante Uds. Es lógico suponer que, si la convivencia pacífica es vuestra elección, también lo será para con seres de buena voluntad que habiten más allá de vuestro sistema solar.
A la segunda parte de la pregunta, la respuesta es no, porque no creemos que debamos dilatar un proceso que es de mutuo beneficio. –En este punto, más de un delegado se preguntó cuál sería el beneficio para estos seres tan avanzados, de relacionarse con una civilización relativamente primitiva de acuerdo a sus estándares, o lo que suponían que eran sus estándares, pero nadie interrumpió. Gruxana continuaba diciendo-: Existen muchas civilizaciones en el Universo que están en condiciones similares a las suyas. ¿Por qué esperar a una cuando hay tantas para ayudar? Por lo tanto, hace milenios que hemos abonado la idea de que si una civilización duda es porque no está realmente comprometida en su corazón, y por lo tanto no debe ser acelerada en su proceso de evolución, ya que eso podría llevar a esa civilización a destruirse. Eso es lo opuesto a lo que buscamos.
–¿Uds. son el Ser Supremo hecho carne?
Sí, así como Uds. y todas las civilizaciones que habitan el Universo. Nuestras civilizaciones son miles de millones de años más antiguas que ninguna otra del Universo, y por ello creemos que, hasta lo que sabemos, somos la única que ha visto al Ser Supremo y recibido su mensaje de difundirlo a otras civilizaciones más jóvenes que no han tenido nuestra suerte. El porqué de esta diferencia todavía nos es un misterio. Nunca tomamos nuestro deber con arrogancia o superioridad. Somos en esencia depositarios de un mensaje, que es en realidad una gran responsabilidad. Somos tan humanos como Uds. y no creemos que podamos considerarnos Dioses o algo parecido. Somos frágiles como Uds. y ciertamente no libres de defectos, pero hemos recorrido un camino mucho más largo que ningún otro para llegar al estadio donde nos encontramos. Consideramos que es nuestro deber pasar ese legado a quienes lo merecen y desean abrazarlo. En los millones de años que hemos avanzado por las galaxias a medida que estas se han ido formando, hasta llegar al punto de albergar vida, y dicha vida se ha desarrollado hasta el punto en que Uds. se encuentran, hemos visto todo tipo de formas de vida, basadas en carbono o no, pacíficas o agresivas. Por principio no interferimos, ni tampoco nos quedamos donde no somos bienvenidos. Uds., como los demás seres que hemos encontrado, son dueños de vuestro destino, y solo Uds. pueden decidir qué es lo quieren hacer con él. Esto vale también para la interpretación que cada uno le da a la figura del Ser Supremo. Pero sí podemos decirles algo: la casi totalidad de las civilizaciones que han decidido unirse a nuestra cruzada creen en un solo ser que dio origen al Universo. Aun las civilizaciones más aferradas a la ciencia y a la tecnología como su religión fundamental, en el fondo creen en algo que está por encima de todos nosotros. Ese algo tiene muchos nombres y adopta distintas formas, pero en esencia es una entidad que habita un plano superior al nuestro.
Esta respuesta, como se vería después y por muchos años, dejaba una serie de interrogantes que eran difíciles de despejar en una charla tan corta.
–¿Qué esperan a cambio de vuestra propuesta?
Nada –contestó Telfos con voz sumamente pausada–. Lo que ofrecemos es lo mismo que Uds. alcanzarían por sí solos unos milenios más tarde, si no recibiesen nuestra ayuda. El solo hecho de incorporarse a nuestra familia de galaxias es recompensa suficiente para nuestra propuesta. De no hacerlo, tampoco pasará nada. La vida seguirá su curso y Uds. tendrán unos milenios más de coexistencia pacífica mientras vuestra civilización avanza y alcanza el nivel de desarrollo que hoy les ofrecemos.
Esta respuesta parecía muy vaga y no era lo que esperaba el auditorio. Sin embargo, la disciplina se mantuvo.
–¿Qué es exactamente lo que nos ofrecen? Esta pregunta no se sabía si era parte de las veinticinco, o había surgido como consecuencia de lo anterior.
No podemos en este breve diálogo enumerarles la enorme cantidad de adelantos que van a ver en los próximos siglos –enfatizó la palabra siglos, para diferenciarla claramente de los milenios que había mencionado antes–. Todas las ramas de las ciencias experimentarán adelantos que su estado actual de desarrollo no puede siquiera imaginar. El Homo galactus no habita en un Planeta dentro de un sistema solar, sino que el espacio infinito es su hogar. Hacia allí se dirigirán Uds., de elegir aceptar nuestra propuesta. Uds. ya optaron por la paz. Este primer paso es el más importante. A partir de allí, el único camino lógico es explorar las estrellas. Los recursos que procuren vuestras expediciones –nuestras en una primera etapa– serán utilizados para retroalimentar el proceso de investigación, descubrimiento y hallazgo. El hallazgo expandirá vuestras fronteras de conocimientomás y más en un proceso cuyo final nadie puede todavía predecir. Todas las enfermedades que hoy padecen pronto desaparecerán. Otras seguramente van a aparecer y nuevos desafíos se plantearán. Es el círculo del conocimiento aplicado a la vida y a mejorarse como especie. Llevar ese conocimiento más allá de cualquier frontera que puedan imaginar hoy es el destino del Homo galactus.
–¿Uds. se instalarán en nuestros planetas?
No. Estaremos en contacto con Uds. de manera permanente y algunos de nosotros residirán temporalmente con Uds. para colaborar en los avances de los que antes hablábamos. No habrá una presencia permanente en vuestros planetas.
–¿Ni siquiera una representación diplomática?
Esta pregunta, que estaba en las veinticinco originales, fue formulada de manera diferente debido al curso de la conversación.
Por supuesto que sí. Habrá una delegación diplomática a modo de embajada que representará al GO ante vuestra civilización –a partir de ahora, nos referiremos a Uds. Rivergreiters como una sola civilización– y se encargará de atender los asuntos relacionados con la nueva alianza.
–¿Tendremos una embajada en vuestro GO?
Definitivamente. Habrá una embajada vuestra en el Planeta sede de nuestro Consejo. Allí tomarán contacto con los millones de civilizaciones que ya forman parte de nuestra Alianza. –A nadie se le escapó que el nombre del planeta no fue mencionado.
–Una vez aceptada vuestra Propuesta, ¿será posible abandonar, como Ud. ha dicho, nuestra Alianza?
Curiosa pregunta. –Esta vez fue Gruxana la que intervino–. Nunca ha pasado, pero supongo que la respuesta es sí. Habiendo dicho esto, creo que los beneficios que verán serán tan grandes que nunca se plantearán dejar la Alianza.
Nuevamente la respuesta era bastante críptica y de algún modo estaba claro que había tomado a los visitantes por sorpresa. Esto arrancó una sonrisa de satisfacción en más de un delegado.
Era ahora el turno de Sivor. Así se le hizo saber a los visitantes y sin más preámbulos siguió con el orden acordado. A esta altura, de todas maneras, las preguntas ya no eran exactamente las pactadas, sino que empezaban a tomar vida propia y tenían un cariz más dialoguista que inquisitorio.
–Uds. han dicho que sería inédito que deseáramos dejar la Alianza. Pero como toda Alianza tiene más de una parte, ¿sería posible que Uds. la dejaran?
En los millones de años que llevamos adelante esta Cruzada, nunca hemos abandonado a ninguna civilización que haya seguido los acuerdos a los que hemos arribado –respondió Gruxana. Intervino entonces Telfos–. Sí se ha dado el caso de haber tenido que tomar la dolorosa decisión de dejar civilizaciones que han tergiversado nuestros acuerdos y han tratado de utilizar los conocimientos que hemos compartido para fines que no han sido los que originalmente fueron acordados.
Un murmullo recorrió el salón. Esta respuesta dejaba demasiados interrogantes como para que fuera ignorada. Hasta ese momento, los Seres Originarios habían hablado de igualdad. Su respuesta daba la idea de que la relación entre ambas civilizaciones no sería tal. Los Seres Originarios podrían decidir abandonarlos por motivos que quedaban a su exclusivo juicio. Esto no parecía una alianza, sino más bien a una relación desigual entre una civilización dominante y otra dominada, en donde la primera tenía la facultad de erigirse en juez y verdugo cuando y como lo deseara. Así lo señaló Sivor.
–Si bien esta pregunta no estaba acordada y no lo he consultado con nadie, es mi deber señalar que vuestra respuesta es altamente perturbadora. Si Uds. pueden dejar la alianza cuando les plazca, no veo que haya una alianza verdadera en vuestra propuesta. Y antes que respondan, aclaro que entendimos bien la parte en donde nosotros también podemos hacerlo, pero puesto de la manera en que Uds. mismos lo han manifestado, Uds. tienen mucha mayor flexibilidad en la toma de esta decisión crucial.
Una mirada fugaz se cruzó entre ambos visitantes. Fue tan rápida que pasó desapercibida para todos los asistentes, excepto para Labru, que, por ser muy observador, o haber tenido suerte, captó dicho cruce con creciente preocupación.
Telfos tomó la palabra para responder a su interlocutor.
¡Hermanos! Tal vez no hemos sido lo suficientemente claros en nuestra respuesta y por ello pedimos vuestra indulgencia.
Nunca hemos abandonado a ninguna civilización por capricho. Las pocas veces en que esto ha sucedido es porque la civilización en cuestión se ha apartado de los mandatos del Ser Supremo. Normalmente han sido civilizaciones que han utilizado los conocimientos adquiridos con fines de conquista o bélicos internos. En este caso, el principio de no interferir prima sobre todo lo demás. Bajo ningún otro concepto abandonaríamos una alianza.
No se olviden que nuestra presencia aquí es voluntaria. Nosotros vinimos a Uds., no a la inversa. Hasta hoy no sabían de nuestra existencia, como tampoco lo sabían todas las civilizaciones que hemos incorporado a nuestra Cruzada. No tendría objeto alguno venir a Uds., acelerar vuestra evolución en varios milenios, si nuestro objetivo fuese abandonarlos a la primera oportunidad, ¿no les parece?
Creemos firmemente en lo que hacemos, y estamos convencidos de que servimos a un bien mayor que nos ha encomendado una tarea. Nuestra civilización lleva millones de años haciendo esto que hoy Uds. experimentan por primera vez. Llevar este estandarte no ha sido fácil ni tampoco ha dejado de tener sus contratiempos, pero lo hemos abrazado con la fe, que es el motor principal de nuestras sociedades y de las que han aceptado nuestra oferta. No queremos que confundan nuestra Cruzada como algo puramente religioso, pues no lo es. Somos una sociedad que ama la tecnología, aplicada a hacer el bien en una escala Universal. El Ser Supremo al que veneramos no quiere que la fe y el progreso recorran caminos distintos, sino todo lo contrario. Esta es nuestra oferta. Esta es nuestra misión y esto es lo que nos comprometemos a darles, si Uds. deciden aceptar.
Sus palabras generaron un aplauso por parte de la mayoría de los asistentes. Algunos, sin embargo, quedaron callados. Labru fue uno de ellos. Su mente privilegiada estaba funcionando vertiginosamente, recapitulando y desmenuzando las palabras que había escuchado hasta ese momento: