Juro que es verdad - Fernando Aime - E-Book

Juro que es verdad E-Book

Fernando Aime

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Beschreibung

Los cuentos que componen este ejemplar son –tal como anuncia el título– casos 100% reales. No vamos a repetir la trillada frase que reza que "La realidad supera a la ficción", aunque como se habrán dado cuenta, eso es justamente lo que acabo de hacer. Pero es que verdaderamente, de no anunciar de antemano que estos relatos son hechos verídicos, cualquiera diría que son fruto de la más retorcida imaginación. Por supuesto que algunos de ellos están adornados con una cuota de grandilocuencia para amalgamar cuestiones literarias, estructurales y argumentativas que aporten al lector la riqueza narrativa necesaria para que los persuada de arrojar el libro por la ventana o bien vaya a parar a las llamas de un futuro asado o al sostén de esa mesa que siempre tuvo la pata deformada. No tiene sentido tampoco aclarar cuáles son autobiográficos y cuales son relatos de terceros. Para estos últimos sobran los testigos y fueron chequeados personalmente por quien escribe, abocándome a una exhaustiva tarea de investigación y a la escucha de los relatos por parte de varias personas por separado que presenciaron los hechos brindando valiosos testimonios de primera mano. No creo necesario aclarar que los nombres de los personajes que protagonizan estas aventuras fueron cambiados por nombres ficticios, aunque como podrán observar, he vuelto a hacerlo nuevamente. Este libro contiene además dos cuentos extra que no responden al concepto de casos reales ("La Contradicción" y "Fanático" en este caso) pero que por formar parte del mismo proceso creativo decidí incluir en este mismo ejemplar. Espero que los disfruten y que les hagan recordar que en ocasiones pueden dejar volar su mente hacia lugares más concretos… total, para abstracta… está la realidad…

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Fernando Aime

Juro que es verdad

Historias verídicas que no lo parecen

Aime, Fernando Juro que es verdad : historias verídicas que no lo parecen / Fernando Aime. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2950-3

1. Cuentos. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

PRÓLOGO

ENCUENTROS CERCANOS

EL MESÍAS DE LOS PERROS

LOS BÉZARES

OVNI EN MERCADITO

UNA NOCHE DE HONGOS

LA CONTRADICCION

FANÁTICO

PICHÓN DE CÓNDOR

PEPI

VLADIMIR

EL CABEZÓN

Gracias Alon, Ernesto, Emi, Narvy, Javi y Tortuga por los aportes voluntarios e involuntarios en algunas de estas historias…Gracias Diego, por la magia y la predisposición de siempre...

PRÓLOGO

Los cuentos que componen este ejemplar son –tal como anuncia el título– casos 100% reales. No vamos a repetir la trillada frase que reza que “La realidad supera a la ficción”, aunque como se habrán dado cuenta, eso es justamente lo que acabo de hacer. Pero es que verdaderamente, de no anunciar de antemano que estos relatos son hechos verídicos, cualquiera diría que son fruto de la más retorcida imaginación. Por supuesto que algunos de ellos están adornados con una cuota de grandilocuencia para amalgamar cuestiones literarias, estructurales y argumentativas que aporten al lector la riqueza narrativa necesaria para que los persuada de arrojar el libro por la ventana o bien vaya a parar a las llamas de un futuro asado o al sostén de esa mesa que siempre tuvo la pata deformada. No tiene sentido tampoco aclarar cuáles son autobiográficos y cuales son relatos de terceros. Para estos últimos sobran los testigos y fueron chequeados personalmente por quien escribe, abocándome a una exhaustiva tarea de investigación y a la escucha de los relatos por parte de varias personas por separado que presenciaron los hechos brindando valiosos testimonios de primera mano. No creo necesario aclarar que los nombres de los personajes que protagonizan estas aventuras fueron cambiados por nombres ficticios, aunque como podrán observar, he vuelto a hacerlo nuevamente.

Este libro contiene además dos cuentos extra que no responden al concepto de casos reales (“La Contradicción” y “Fanático” en este caso) pero que por formar parte del mismo proceso creativo decidí incluir en este mismo ejemplar. Espero que los disfruten y que les hagan recordar que en ocasiones pueden dejar volar su mente hacia lugares más concretos… total, para abstracta… está la realidad…

ENCUENTROS CERCANOS

El Pepi es una de esas personas a las que les pasan las cosas más inverosímiles. Bueno...admito que ya somos dos. Pero encontrar en esta fauna urbana un personaje que protagonice en primera persona situaciones increíbles, es un alivio para alguien que, como uno, también ha protagonizado hechos que rozan lo fantástico o que hacen que más de uno lo mire de reojo cada vez que escucha este tipo de historias y que muchas veces nos hacen quedar como mitómanos o –lisa y llanamente– mentirosos. Y Pepi se me asemeja en que también él es el protagonista absoluto de las historias que cuenta. Le pasan a él. Y él las vive, las siente, las padece o disfruta, según cada caso.

Y ésta que voy a contar ahora es intensa, sobrenatural si se quiere. Y vendría a ser un caso como el que mencionamos en segunda instancia, donde alguien cuenta algo que le sucedió a otro. Yo voy a contar una de las anécdotas que lo tienen a él como protagonista. Es algo que le sucedió a él, no a mí en esta oportunidad. Intentaré transmitirles los hechos de la mejor manera posible para que podamos imaginar en todo momento qué fue lo que pensó, lo que sintió, lo que percibió en este caso.

Eran las cinco de la tarde de un viernes y la propuesta salió de improviso.

—¿Vamos de campamento a Carcarañá? – tiró el Huguito de golpe, de la nada, incorporándose de repente luego de estar cómodamente sentado en el cordón de la vereda. Pepi, su hermano Guille y Marcelo lo miraron confusos

—Dale, boludo. ¿Qué me miran? ¡Vamos!

—¿Y con qué carpa?

—Yo tengo. ¡Vamos ya! ¡Ahora!

—¡Dale! – aprobó sorpresivamente Guille. – Yo pongo el auto.

Pepi y Marcelo miraban ahora a ambos, pero ya notablemente mas convencidos.

—¿Y el morfi?

—Compramos ahora lo principal y después nos arreglamos allá. Está la despensa y el bufet. Dale, armen un bolsito así nomás y partimos ya mismo y nos volvemos el domingo a la noche. ¡Va, va!– batía sus palmas Huguito activando a la tropa.

—Che, yo laburo mañana hasta el mediodía –informó Marcelo– Trato de zafar a las 11 y me tomo el bondi y los encuentro allá ¿ok?

—Listo Marcelito, hacemos así. No hay problema. ¡No se olviden la malla, boludos!

—Vamos a estar donde empieza el bosque, pasando el puente, como el año pasado – informó Huguito a Marcelo mientras se dirigía cada uno a su casa.

El Parque Sarmiento de Carcarañá, es un lugar muy hermoso, situado a orillas del río Carcarañá. Es un parque enorme de muchísimas hectáreas de superficie, donde se puede acampar o bien ir a pasar el día. Y en el lugar uno tiene muchas opciones. Posee tres piletas gigantes de varias profundidades, canchas de fútbol, paddle, tenis, parrilleros con mesas, restaurante, bufet, despensa, plazas, boungalows y un sector de camping con parcelas, parrilleros, luz eléctrica y vestuarios con duchas. Es como una pequeña ciudad. Y pasando todas estas instalaciones, doblando hacia la izquierda, cruzando un puente que sortea un brazo del río, comienza un frondoso bosque de eucaliptos, pinos y otras coníferas y distintos relieves, ya que posee zonas llanas y otras semi montañosas. Para que se den una idea de las dimensiones de este bosque; recorrerlo en todo su perímetro, llevaría al menos, hora y media a pié. ¡Solo el bosque! Recorrer el perímetro del predio completo serían tres horas como mínimo.

Y es aquí en el bosque donde resulta mas atractivo acampar para los aventureros. Sin tantas comodidades, ni luz. Lejos del ruido. Armando la carpa sobre el siempre acolchado suelo, formado por parvas de perfumadas hojas de eucalipto que forran todo el terreno. Contando con el atractivo adicional de las fogatas furtivas y de las siempre terroríficas recorridas nocturnas por el bosque, o la osada posibilidad de sortear el alambrado perimetral para llegar al cementerio vecino distante a un kilómetro y medio o bien alcanzar las orillas del río y disfrutar de una relajante jornada de pesca sin griterío que perturbe o ahuyente a los peces.

Y así fue que en 20 minutos tenían el auto cargado y ya partieron los tres hacia la vecina localidad de Carcarañá, distante a unos de Rosario, previa parada pactada para adquirir provisiones básicas de comida y con el espíritu dispuesto, feliz, disfrutando de la libertad de poder realizar esas movidas espontáneas, sin planificación. Es sabido que en ocasiones, éstas son las que mejor resultan.

Al cabo de 45 minutos ya se encontraban en el camping. Se anunciaron en la recepción, acusando que serían tres personas hasta el domingo a la noche, obviando el detalle de que Marcelo se sumaría al día siguiente. Siempre solían mentir en la cantidad de personas acampantes, con el objeto de pagar menos. Y tenían controlado los horarios en que pasaba el guardia que les cobraba, momento en que uno de los acampantes (o dos, o tres, según cuántos sean los “ilegales”) desertaba al bosque y su bolsa de dormir se ocultaba debajo de las otras. El guarda no se hacía demasiado problema. Evidentemente su salario no dependía de la cantidad de acampantes. Él solo acudía, miraba cuantos eran en el sector, pedía abrir la carpa y contaba las bolsas de dormir. Coincidencia, cobro y a seguir la ronda.

Ni bien llegaron al lugar donde eligieron acampar, descargaron el auto, arrojaron la bolsa grande con la carpa y la pequeña que contenía las estacas y los caños interiores. Y Huguito enseguida encaró hacia el buffet, que distaba a unos.

—Vayan armando la carpa así no nos agarra la noche. Yo voy a buscar una sangría...

Pepi y Guille se movieron con parsimonia y comenzaron a desembalar.

Al cabo de media hora, volvía Huguito con la jarra de sangría de litro y medio, ya consumida a poco menos de la mitad y se encontró con ambos hermanos sentados en los bancos de la mesa, acodados con sus mentones apoyados sobre sus brazos, exhaustos, adormilados.

—Hijos de puta ¿Están cansados? ¡No hicieron una mierda!. Yo me tomé como media jarra así no se me volcaba al caminar ja, ja. Tomen...

—Ahora seguimos, espera un poco. Estamos cansados del viaje – rieron.

Lo único que los hermanos habían hecho en ese tiempo fue desplegar y clavar la base de la carpa en el suelo. Los caños y el resto de las estacas seguían desparramadas por ahí.

—Está bien. Tomemos una rica sangría, descansamos un poco y después entre los tres la armamos en 20 minutos...

Y así fue. Tomaron una sangría, luego otra y otra más. Hablaron y rieron hasta que los comenzó a vencer el sopor del alcohol. El crepúsculo ya se instalaba en el cielo, naranja, azulado y magenta.

La noche llegó enseguida. Huguito abrió la puerta trasera del auto y se tiró en los asientos asomando los pies hacia afuera. Guille se acomodó sobre el capot, con su espalda reclinada sobre el parabrisas, contemplando las estrellas. Y Pepi, abrió la puerta delantera solo para apoyar medio pié a modo de estribo sobre el marco de la puerta del auto y permaneció allí, parado. Cruzó sus brazos apoyándolos sobre el techo y su mentón sobre éstos, contemplando junto a su hermano la hermosa noche estrellada que les regalaba el cielo.

—Al pedo chupamos tanto. Yo tengo un pedo bárbaro ¿Quién va a armar la carpa?

Guille, sin moverse siquiera, mirando hacia el majestuoso firmamento, respondió balbuceando

—No sé...Montoto...dormimos acá, en el auto. Mañana vemos.

Y así quedaron un rato, contemplando el firmamento, anonadados. Hasta que algo llamó su atención. Una fila de estrellas o puntos luminosos, levemente más grandes que un lucero, comenzaron a rebotar en el aire como si fueran piedras que se arrojan al ras del agua, destreza vulgarmente conocida como “hacer sapito”. Y rebotaban de aquí para allá, por turnos, cruzándose entre sí y emitiendo un sonido agudo con cada “rebote”, semejante a ese sonido risueño que emiten los delfines.

—¿Vos estás viendo eso? ¿O yo estoy muy borracho?

—Lo veo, boludo. No lo puedo creer ¿Qué mierda son?

—No sé, pero...– Calló Guille.

Las esferas siguieron rebotando de aquí para allá, divertidas, graciosas, juguetonas.

—Guille, ¿Sabes que siento? Que se están riendo de nosotros porque estamos borrachos. Nos hacen burla.

Guille se sobresaltó y arrodillándose sobre el capot miró a su hermano con ojos enormes.

—¡Boludo, yo siento exactamente lo mismo! No te lo dije antes por vergüenza a que me tomes por loco. ¡Es increíble esto!

Y continuaron viendo el celestial espectáculo por tiempo indefinido.

Lo próximo que recuerdan, es la voz de Marcelo que gritaba inclemente.

—¡Despiertense, putos! Ya llegué. ¡Dale que son las doce y hace un sol hermoso!. ¡Vamos, dormilones!– y pateando las paredes externas de la carpa en busca de sus cuerpos reía a carcajadas. Abrió el cierre de la entrada de par en par para que les entre el sol en la cara y volvió a gritar.

—¡¡Arrriiiibaaaaa!!–

Pepi fue el primero en despertar, arrugando su cara, con la cabeza que le latía dolorosamente, atajando con su mano el sol que le quemaba la cara. Y cuando miró a su costado vio a Guille y a Huguito durmiendo a su lado, metidos igual que él dentro de sus correspondientes bolsas de dormir, los tres uno la lado del otro, perfectamente acomodados dentro de la carpa impecablemente armada.

Ninguno de los tres recuerda absolutamente nada. Nadie recuerda haber armado la carpa. Ninguno recuerda haber armado su bolsa de dormir y mucho menos haberse ido a acostar a la carpa. El desconcierto de los tres los acompañará por siempre, sin entender jamás lo que sucedió aquella noche.

En el presente siguen recordando la anécdota cada vez que se ven, o en cada mesa navideña junto a sus familias, en cada reunión. Aún hoy, Marcelo cree que mienten, que mentirán indefinidamente y que a él, lo agarrarán para la joda por toda la eternidad.

EL MESÍAS DE LOS PERROS

“La calurosa noche del 11 de noviembre de 2007 a las 3 am en punto, todos los perros del vecindario comenzaron a llorar al unísono. Aullaban como lobos desamparados, gritando sus lamentos guturales como en una ofrenda de algún ritual pagano y desconocido...”

Lunga era el nombre de una hermosa perra de caza que Miguel y su yerno, Emilio, llevaban de cacería cada vez que iban al campo. No poseían campo propio. Es por esto que eran asiduos concurrentes a los campos de la provincia de Entre Ríos, por la zona de Crespo, Vera, Federal y algunas localidades más donde ya conocían a los dueños de grandes extensiones de tierra parcialmente sembrada, y donde también se criaban animales y producían leche. Esta gente no solo les dejaba entrar al campo a cazar, sino que además les brindaban hospedaje y hasta les preparaban el desayuno o algún que otro asado, todo por mera hospitalidad. Por supuesto que ellos siempre le dejaban algo de dinero que jamás querían aceptar o regalaban parte de las presas cobradas para que puedan comer con su familia o alimentar a la peonada.

La cuestión es que siempre –ya sea al cazar perdices o liebres– llevaban a Lunga como perro rastreador, no solo por su eficiencia, sino porque el animal gozaba y disfrutaba verdaderamente de compartir esta actividad junto a sus amos. Lunga marcaba las presas como nadie. Sin margen de error. Cobraba las presas con una eficacia extraordinaria. Jamas estropeó con sus dientes algún animal. Jamás marcó en falso. Y era tan sigilosa como letal según ameritaba la situación. Inclusive ha llegado a cobrar presas que por accidente cayeron al lago y se han ido al fondo del agua. Lunga se lanzaba con determinación y se sumergía con destreza admirable. Podía aguantar más de un minuto debajo del agua, buceaba a la perfección y nunca claudicaba hasta dar con el trofeo tan preciado.

Es por esto que su dueño –Miguel– hacía tiempo que venía cruzando a Lunga con otros perros de la misma raza, de probado pedigree, para extender la descendencia y poder reemplazar a Lunga con la mayor eficiencia posible cuando llegara la hora de su retiro. Por otra parte ya estaba entrada en años a pesar de su vitalidad y gran espíritu y tampoco era cuestión exigirle cuando su cuerpo comience a responder mas lentamente y realice esfuerzos que acaso pudieran lastimarla malamente.

Luego de 5 intentos fallidos de preñar a Lunga, decidieron consultar con un veterinario. Lunga fue sometida a diversos estudios para determinar la causa de tantos fracasos. Finalmente, el diagnostico resultó lapidario: Lunga era estéril. El mismo veterinario dictaminó, luego de comparar estudios con algunos de los perros con los cuales pretendieron cruzarla, que la infertilidad se encontraba en el cuerpo de Lunga y nada tenían que ver los perros involucrados.

Luego de semejante noticia, dejaron de someter a Lunga a esas “sesiones” tan estresantes para los animales y se dispusieron a ir buscando un perro de reemplazo, permiténdole a Lunga una “jubilación” apacible y amena.

Meses después sucedería algo extraordinario…

La calurosa noche del 11 de noviembre de 2007 a las 3 am en punto, todos los perros del vecindario comenzaron a llorar al unísono. Aullaban como lobos desamparados, gritando sus lamentos guturales como en una ofrenda de algún ritual pagano y desconocido…

Miguel se levantó, su mujer también despertó y salieron a la calle intrigados. Casi todos los vecinos de la cuadra ya se encontraban afuera congregados en una particular pijamada, deliberando sobre el origen de aquel fenómeno tan extraño. Todos coincidían en que sus mascotas aullaban sin aparente razón y que acaso por contagio ese aullido se esparció por toda la manzana, ocasionando tan espeluznante espectáculo. Fue aquí que Miguel cayó en la cuenta de que su perra no había aullado y volvió a meterse en su casa para verificarlo. Cuando llegó al patio y asomó su mirada al interior de la cucha, el cuadro de situación le erizó los pelos. Allí yacía su perra amada acostada, agitada, transpirada, registrando la presencia de su amo por el rabillo del ojo. El cántico angelical canino iba in crescendo mientras Lunga paría un Cachorro oscuro, bañado en esa melaza transparente, típica de las pariciones de los mamíferos. Uno y solo uno. Nada tiene de extraordinario una perra teniendo una cría. Pero el diagnóstico del veterinario, los aullidos de todos los perros del barrio y la vigilia de todos sus vecinos, generaban en la mente de Miguel una escena de horror y espanto.

Llamó a su mujer, quien acudió raudamente a su lamento. Estela lo tomó diferente. Abrazó con ternura a su marido. Luego se agachó para colocar al cachorro en la teta de su madre. Pero este se negaba a mamar. Giraba sobre sí mismo con dificultad e insistía en salir de la cucha y bajar al piso del patio. La naturaleza es sabia. Mamará cuando tenga hambre. Y Lunga permanecía acostada, exhausta, observando la situación sin intervenir. Dejaron al cachorro en paz husmeando el entorno. Y los perros callaron tan de repente como comenzaron. Apagaron sus voces como si un director de orquesta los guiara. El silencio de la noche volvió y solo se escuchaba el agitado respirar de Lunga.

Miguel y su mujer se tomaron de la mano y lentamente se dirigieron hacia el dormitorio a descansar. Mañana le daría la sorpresa a su yerno y a sus vecinos y amigos. La descendencia de Lunga estaba asegurada.

Al día siguiente, antes del desayuno, Miguel y su mujer se encaminaron hacia el patio para ver cómo se encontraba el nuevo integrante de la familia. Pero no estaba en la cucha. Ni atrás de ella. Ni escondido entre las macetas ni debajo de Lunga ni en ningún lado. El cachorro había desaparecido.

Vecinos, amigos y hasta su yerno tejieron conjeturas de toda índole. Pero lo cierto es que nunca más supieron de él...

LOS BÉZARES

La barra de Los Bézares era una banda de amigos que pululaban por la ciudad en la década de los 80 en busca de aventuras de todo tipo. De las violentas, de las ilegales y de las divertidas, aunque muchas veces, esta última condición se incluía –curiosamente– en las dos características mencionadas primeramente. Estaba compuesta por una serie de personajes muy carismáticos que daban a la barra en general un carácter particular. Muchos de ellos eran delincuentes en potencia y oscilaban su comportamiento entre la actitud criminal más irreflexiva y la simpatía y amistad más leal. Tenían un concepto de diversión muy virulento y un sentido del compañerismo fraternal de carácter sagrado. Como prueba de esto tengo en mi recuerdo un suceso puntual que me tocó vivir personalmente y sobre el cual me explayaré más adelante.

Y son tan vastas sus historias, que el siguiente relato será una suerte de variados mini relatos o historias dentro de historias donde puedo pecar de irresoluto e irme por las ramas, para poder contar todas y cada una de las simpáticas contingencias que cada uno de ellos, a veces solos, a veces acompañados, han vivido y dejado huella en la memoria de todos los que convivimos en el barrio Echesortu / Ludueña por aquellos tiempos.