Karnaba - José Félix Arana - E-Book

Karnaba E-Book

José Félix Arana

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Beschreibung

La vida, a vuelo de pájaro: las rutinas, quehaceres, expectativas, peajes y satisfacciones de los hombres se conjugan con el vuelo, desapego en pos de un aterrizaje más esperanzador. Con una interesante impronta personal del autor, Karnaba ('jilguero') combina el relato y la poesía para expresar el resultado de la observación, el aprendizaje y la constatación de los mimbres que entrelazan vidas, devenires, expiaciones y alegrías. El desconcierto y la hilaridad se manifiestan en algunas de sus páginas, donde gana espacio la crónica humorística. Todo ello se combina para emanar el profundo interés del autor por el conocimiento y la cultura.

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© José Félix Arana Rivero

© KARNABA

Marzo, 2023

ISBN: 978-84-685-7385-4

Editado por Bubok Publishing S.L.

Diseño editorial: Gustavo Quintana

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

A los que nos antecedieron en el Vuelo.

PRÓLOGO

Los jilgueros (Cardulis, cardulis) son pájaros migrantes. Llegan a nuestro país procedentes de nuestros vecinos del Norte, Francia, Alemania, Bélgica. Aquí paran. Durante un breve tiempo. Siguen luego hacia África.

La belleza de su trino es tal que, a lo largo de mucho tiempo, han simbolizado al canto a la vida del amor, a la luz de la sabiduría.

Para algunos, son la imagen del alma. En cuadros religiosos, aparecen en la mano del Niño Divino.

José Félix elige, quiero creer, a este cantor viajero, y lo viste con una palabra vasca, "Karnaba", a fin de entregarnos, a lo largo de su texto, esa trayectoria exploradora, en incesante movimiento, sin duda, en pos del conocimiento, reflejo de su vida.

Él va y regresa, se eleva y desciende, vuela y se posa sin parar, en el campo, en la ciudad, en el mar. Ya ha elegido sus hogares, desde lo alto. Desde ese cielo de dioses, de viajeros, de comerciantes y aventureros.

Son las ciudades las que atrapan esos vuelos. Esos que muestran medidas imprescindibles. La distancia que no es huida, sino la perspectiva que aquilata las facetas del Cosmos, sus habitantes y sus devenires. 

El tomar tierra hace a ese viajero partícipe de ese mundo acróbata, arriba, abajo, que quizás le haga sentir envidia de otro más leve y cercano, el de la mariposa.

La mariposa que sobrevuela la cotidianidad de Doña Rosita. Ese monólogo salpicado de perfiles teatrales (¿andará por ahí Federico?), de programas de radio, de conjuros, de ensaladas frescas. Y el sexo imaginado en medio de tapetes impolutos y cojines bordados.

Nuestro jilguero, en esos ires y venires que no acaban nunca, descubre, feliz, la candidez y la ternura de la infancia. Esa etapa en que la amistad y el cariño son lazos casi eternos. Que se renuevan en ese "hasta pronto", "hasta mañana", para reiniciarse mágicamente. El juego, como descubrimiento de los otros.

Ahí es nada. La imagen y el fondo. Los otros y yo. Ese yo que persigue y acusa. Ese yo que escapa o se revuelve. El reo y el acusador.

Nada mejor, como colofón, a esa batalla que un desaparecido en el hielo. Uno que se hunde y otro que sobrevive. Un magnífico resumen de la supervivencia. Un rotundo acto de equilibrio en que hay que aceptar el perder para ganar.

Perder los hilos de algunas esperanzas, de la alegría, de la bondad, de la piedad. Sin embargo, el vuelo de la alondra trae, puede ser, un nuevo despertar.

Y en ese despertar, los cimientos. La familia. El placer de las cosas cotidianas que nos llevan de la mano al encuentro con el saber, el que responde a la curiosidad. En ese entorno cálido, los descubrimientos literarios, allende a nuestra cultura, una lectura de Goethe decepcionante y compartida.

Los hechos simples. La búsqueda de setas y caracoles. Un día de pesca en un entorno familiar.

La astucia tremenda de la vecina inquisidora, en su intento para impedir la cosecha de animalitos con caparazón…

Este jilguero, recorre todo su universo, con sus vuelos llenos de vida. No en vano su mensaje y su trino tienen que ver con las experiencias vividas, los momentos llenos de intensidad, los libros leídos, los viajes realizados. Todo ese mundo familiar y cercano, profundo por la pasión hacia la cultura, el arte, la música, la literatura y la poesía, se reflejan en esos aleteos incesantes.

La magia está servida, a través de todas sus páginas, escritas con la marca de un lector sin límites, y que, por ello mismo, producen en quién las lea la emoción, el humor y un recorrido sin par por tantas referencias culturales. Que estos vuelos no acaben…".

Cintarosa Guil Redondo. Escritora

4 de febrero de 2023

“Dile al pájaro que vuelva…

…Dile al pájaro que sólo hay árboles en mi corazón”.

Clara Janés. “Huellas sobre una corteza”.

“¡Cima de la delicia!

Todo en el aire es pájaro.

Se cierne lo inmediato

resuelto en lejanía.

Mas, todavía más.

Hacia el sol, en volandas

la plenitud se escapa.

¡Ya sólo sé cantar!

Jorge Guillén. “Cántico”.

“¡Los pájaros, los pájaros!, gritó Tashtego”.

Herman Melville. “Moby Dick”.

“Alondra, paloma,

rosa. ¿Qué esperas?”

María Zambrano.

La distancia necesaria

Me relajo, acomodo y abandono,

meciéndome en un columpio confidente.

Así oteo las cosas y a los demás

desde una cierta distancia benefactora.

Necesito unas vacaciones, ay, si fueran contigo…

En la distancia se muere.

Aun así, es imprescindible.

Veo la ciudad a tresbolillo, sin imbuirme en ella.

Puedo imaginar personas, quehaceres y trajines

incesantes y raudos por millares. Cometidos.

También ignorados en cierta medida,

aunque pertenezca a ellos, para mal y para bien.

La sociedad. La distancia no es distanciamiento

en el sentido de escapismo.

Es la necesidad de sentir el microcosmos

de forma inédita, más profunda quizás.

Si no paro, no pienso. Me mezo un poco en el columpio,

adelante, hacia atrás y contemplo pausado, tranquilo y en paz.

Somos todos, yo incluido.

¿Tiene sentido? Por supuesto.

¿Trascendencia? Seguro, para quien crea en ella.

No puedo anticipar el destino de los “humanitos” y del mundo.

Respiro hondo. Aunque demasiadas cosas no vayan bien,

estoy tranquilo, la coyuntura y nosotros estamos así y aquí.

Lo acepto. Nada que sea humano me es ajeno,

creo que dijo alguien.

A esta distancia me parece admisible lo que veo.

Me siento ubicado y hermanado. En paz.

La religión que me enseñaron lo nombra: comunión.

Pienso en Federico, que fue fraterno…

Adiós, columpio entretenido y solitario como yo.

Al vuelo de una mariposa monarca debo volver

a esa ciudad de seda y estaño, asedada.

Cuidad de estrellas y gasas, ciudad de barro.

Más huérfana que nunca.

Anís Ains

Doña Rosita descansa la vista y la vida

contemplando y cuidando de sus plantas.

Obcecada y embaucada por ellas vive,

como la sirviente Felicidad, obsesionada con el loro

de su señora, en magistral novela corta de Flaubert.

“Alma de Dios”, creo que la titularon desde el francés.

Felicidad es un personaje que se hace amar hasta la adoración,

por su ternura y candidez.

Si algún pensamiento oscuro nubla la mente de doña Rosita,

lo despacha con conjuros y a escobazos.

Si tiene miedo en la noche bruna, tila doble y a muchos sorbos

y santos se encomienda. Se persigna compulsivamente.

Hasta la cabeza se tapa con las sábanas.

¿Sufrirán los rulos coronados y corolados de redecilla?

Durante el día “quien canta su mal espanta”, qué verdad es.

Gusta de escuchar “Radio Olé”. ¡Cuántas tonadillas sabe y sigue

de memoria!

El trabajo es terapéutico. ¡Vaya tontería!

Lo terapéutico de verdad es hacer lo que a una le venga en gana,

dentro de cierto orden que dicta la estrechez u holgura

de miras y conciencia… ¡Basta de embrollos y rollos!

“Tralará, tiralá, tiroliro, ratatá… Mis niñas, hoy vengo con el esprái.

A la ducha, a la ducha todas. No os escapéis ninguna.

¿Qué tal, aguacates? Hoy os voy a retirar de la mesa camilla:

Os vais a la encimera de la cocina. Porque… porque

mañana viene el fontanero. Tenemos que lucir lindas y hermosas,

sobre todo, yo.

El tapete de ganchillo, impoluto. Para las sillas de enea

traeré los cojines bonitos y cómodos del Sepu.

¿O era el butanero el que venía? Ay, esta cabeza mía.

Qué más dará, Santa virgen de Cieza, son por el estilo.

El vestido floreado de los domingos. Quiero decir que, para mí…

Dos copitas y la botella de anís. (Suspira profundamente). Ains”.

Le brillaron los ojos y esbozó una sonrisa.

Hasta pronto

“Sube a nacer conmigo, hermano”, escribió Neruda este primer

verso para un poema emblemático y magistral, que es encuentra

entre mis más dilectos.

“El agua no tiene color”, observó alguien y también supimos que

“no se puede poner puertas al campo”.

Ni a la amistad y al cariño ataduras ni cerrojos,

quizás espejos y ventanas.

La niñez es partitura de candor e inocencia.

Vital es aprehender esa blancura ignota de gaviota esencia.

Me abrazo a tu abrazo y me siento un niño doble redoblado,

sólido como el granito, recio como el álamo. Regio.

Meloso como la miel, dulce como el dátil.

Deificado como la ambrosía, generoso como el buen vino.

Aprecio en tu espalda tu prisa y tu risa.

Ridas descabalgadas de caballos desbocados

La expectativa de los sueños, vida de futuras promesas,

fortunas y esperanzas.

Brindo por nosotros, por esta vida azul enaltecida,

celebro esta categoría de “estar vivos”.

Siento los latidos de tu corazón como tú sentirás bombear el mío.

Concluyo que sentimos este instante mágico, único, trascendente.

Infinito y exacto. Inconmensurable.

E infiero que todos somos libres para elegir la forma en que queremos

vivir y liberados para vivir de esa manera, pese a quien pese.

Arrieros del verso, vates agraciados, ¡salud!

En vuestros abrazos me agradaría fundirme.

Tenéis la cualidad del vuelo del pájaro más la belleza del diamante.

Por los caminos, coincidiremos.

Under ice

—Hábleme de la imagen.

—Tengo mucho frío. Mi temperatura corporal es muy baja. La imagen.

Podía ser yo, o usted o cualquiera, La gente…

—No me hable de la gente. Cíñase a usted.

—¡Vaya! Es usted un freudiano ortodoxo radical. ¿No podríamos pasar a Lacan?

—La escuela es lo de menos. Lo que importa es el resultado obtenido.

—Puedo ser yo. O mi hermano. Tengo mucho frío.

—Nos parecíamos mucho en el físico. Él era un fiscal con una reputación intachable. Yo era un excelente actor,

—¿Era? ¿Eso quiere decir que ya no lo es?

—El fallecimiento de mi hermano en extrañas circunstancias lo cambia todo.

Usted sabe que probablemente sea imputado por asesinato en primer grado.

—Yo no sé nada. Soy siquiatra forense pero no soy la ley exactamente.

—Me asombra lo exactos que son ustedes, siquiatras y poetas.

—Al grano. ¿Qué tipo de relación tenían? ¿Existía rivalidad entre ustedes?

—Sí y no. Nos queríamos. Teníamos un pasado feliz común. La mansión familiar en East Side, la de Sunset Boulevard, los veranos felices en playas paradisíacas. Últimamente solía pasar temporadas largas en su loft de Nueva York. Él venía asiduamente a visitarme a Los Ángeles.

—¿Qué me dice de las mujeres?

—¡Aquí llegamos! Chercez la femme. ¿No podría subir la potencia de la estufa? No termino de entrar en calor. Paul era promiscuo. Era de los que pensaba que todo el campo es orégano y para qué ceñirse a una mujer pudiendo tener a muchas. Yo soy gay. Bruce ha salido en la prensa muy

a su pesar, una de las rémoras de la fama.