Ketrupillan - Jaime Casas Barril - E-Book

Ketrupillan E-Book

Jaime Casas Barril

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Beschreibung

En un combate frente a las fuerzas represivas, la Muerte detiene un proyectil disparado a un Combatiente. …La Muerte, siempre usada como la alcahueta del Poder, se ha negado a cumplir ese destino y ha iniciado una relación de amor con el Combatiente.

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© LOM ediciones Primera edición, octubre de 2022 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN impresa: 9789560016195 ISBN digital: 9789560016607 RPI: 2022-a-7808 Edición y Composición LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56–2) 2860 68 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de gráfica LOM Miguel de Atero 2888, Quinta NormalImpreso en Santiago de Chile

El autor:

Jaime Casas B. es escritor y guionista autodidacta. Desempeña oficios varios. Ha sido merecedor del Premio Consejo del Libro y la Lectura en dos oportunidades: en 1999, por su volumen Delirium tremens, en categoría Cuentos Inéditos, y en 2003, por Un esqueleto bien templado, en categoría Novela Inédita. Esta última fue publicada por LOM ediciones en el año 2004, iniciándose de ese modo la serie de Jaime Casas bajo este sello editorial. Entre las obras que forman parte del catálogo encontramos: Leprechaun (2005), Un actor sin escenario (2006), El maquillador de cadáveres (2007), El hombre estatua (2010), Volver al laberinto (2012), De vuelta a la caverna y otros cuentos (2015) y Una raíz para Gustavo (2021).

¿Qué puedo decirte?

Cuando la muerte se enamora de ti es distinto. Para el resto parece ser siempre lo mismo. Un día cualquiera se apaga tu vida y sobreviene ella. Pero, como escribió Epicuro en su Carta a Meneceo: «la muerte es una quimera, pues cuando yo estoy, ella no está; y cuando ella está, yo no». Para Nicanor Parra fue una visita obligada. La vieja de la guadaña llega borracha hasta la puerta de su casa exigiendo una buena cacha: «la puerta se abrió de golpe:/ Ya – pasa vieja cufufa/ ella que se le empelota/ y el viejo que se lo enchufa». En «La Cogida y la Muerte», Federico García Lorca recita: «Cuando la plaza se cubrió de yodo/ a las cinco de la tarde/ la muerte puso huevos en la herida/ a las cinco de la tarde…». También dijo Antonio Muñoz Feijoo: «No son muertos los que en dulce calma/ la paz disfrutan de la tumba fría/ muertos son los que tienen muerta el alma/ y viven todavía…». En su «Elegía a Ramón Sijé», Miguel Hernández se queja: «Temprano levantó la muerte el vuelo/ temprano madrugó la madrugada/ temprano está rodando por el suelo. / No perdono a la muerte enamorada, / no perdono a la vida desatenta, / no perdono a la tierra ni a la nada/».

¿Qué decir? La muerte no es para el que muere, es para el que sigue viviendo. Pero si se enamora y te conquista… ¿podrás vivir con ella?... tú, que la has seducido. Y ella… ¿podrá morir contigo?

No, no fue un amor a primera vista. Y tampoco la vieja de Parra. Primero fue para mí doncella como nuestras primeras batallas en nuestra primera guerra. Era una muerte comprensible a veces, cuando besaba las armas y las calaveras de quienes corrían a la cita, pero también una loca desquiciada cuando segaba raíces al azar. Parecía ensañarse con los que no debían morir y gozar más con el último suspiro de los inocentes.

Su abrazo, para mí, estaba escrito en las constelaciones como parte de la vida. Pero, en cuanto al amor, todas las páginas estaban en blanco.

Aquel día del encuentro, decidí enfrentar al dragón con un escudo hecho al estilo de las guerras pobres en la antigüedad. Convertíamos las herramientas de carpintería en armas para hacer lanzas. En las fraguas, tenedores, cuchillos, cucharas, recibían su baño de fuego y morían para revivir; sus cuerpos fundidos se levantaban como picas y caían sobre el suelo rompiendo el pavimento hasta que nuestras manos pudieran empuñarlo y arrojarlo al enemigo. Volvimos a la edad de la piedra, de la honda, de las catapultas, del grito desgarrador, mientras los drones de la edad cibernética volaban sobre nuestras cabezas encapuchadas.