La biblioteca, el corazón de la escuela - Jaume Centelles - E-Book

La biblioteca, el corazón de la escuela E-Book

Jaume Centelles

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Beschreibung

La biblioteca, el corazón de la escuela es un documento dirigido a los maestros y a las maestras, de carácter eminentemente práctico, donde se defiende la necesidad de este espacio fundamental de comunicación e intercambio, en el cual la lectura, la consulta y la investigación de información tengan su lugar de encuentro. Encontrarán el soporte técnico que fundamenta, defiende y justifica la importancia de la existencia de buenas bibliotecas escolares. También se facilitan pistas, ideas y sugerencias prácticas con el fin de organizar las actividades que se han de realizar en una biblioteca de un centro de educación infantil de primaria. Son acciones encaminadas a aficionar al alumnado en la lectura recreativa y como fuente de placer.

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Jaume Centelles Pastor

La biblioteca, el corazón de la escuela

Colección ROSA SENSAT núm. 8

La edición en catalán de esta obra, La biblioteca, el cor de l’escola, ha recibido el Premio de Pedagogía Rosa Sensat 2004

La realización de este trabajo ha sido posible gracias a una licencia de estudios concedida por el Departament d’Educació de la Generalitat de Catalunya (DOGC núm. 3926, de 16/72003)

Adaptación al castellano: Manuel León Urrutia

Primera edición (papel): julio de 2006

Segunda edición (papel): julio de 2007

Primera edición (epub): julio de 2021

© Jaume Centelles Pastor

© De la presente edición:

Ediciones OCTAEDRO

Bailén, 5 - 08010 Barcelona

Tel.: 93 246 40 02

www.octaedro.com - [email protected]

Associació de Mestres Rosa Sensat

Avda. Drassanes, 3 - 08001 Barcelona

Tel.: 93 481 73 73 - Fax: 93 301 75 50

www.rosasensat.org - [email protected]

ISBN (papel): 978-84-8063-824-1

ISBN (epub): 978-84-18615-56-6

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Diseño y realización: Octaedro Editorial

Índice

1. La biblioteca, el corazón de la escuela o la relación entre un libro, una cuchara y un martillo

Una miscelánea de la práctica educativa, a modo de presentación

2. La pedagogía de los sentimientos y su implicación en el proceso de creación de contextos de aprendizaje

El Programa de Invitación a la Lectura (PIL) y otras consideraciones acerca del acto lector

3. Del Orbis pictus a ¡No es fácil, pequeña ardilla! o un viaje sucinto por la literatura infantil de los últimos tres siglos y medio

Algunas lecturas recomendadas para la educación infantil y primaria

4. En aquel tiempo de los catorce vientos… o por qué las golondrinas hacen el nido en los aleros de las casas

La influencia de la biblioteca escolar en la evolución personal del alumnado de ciclo infantil

5. Castañas, barquillos, cuchufletas, y dragones o cuando las ondas cotidianas se alteran y se proyectan más allá de los márgenes, ¡fiuuuu!

La participación de la biblioteca escolar en el ciclo festivo

6. Entender la biblioteca o qué poco importa si antes fuiste monstruo o bandolero

La biblioteca escolar y la formación de usuarios autónomos

7. Las exposiciones creativas sobre un libro o cuando las alegres lavanderas blancas nos alegran la vida

La biblioteca escolar se transforma, cíclicamente, en un museo

8. Amar la poesía o cómo leer los versos escritos sobre la piel de una gota de agua

Biblioteca y poesía, un binomio indivisible

9. Recordando a Rodari

Un capítulo que nos quiere acercar a la figura y a la obra del autor de la Gramática de la fantasía

10. La aventura de escribir un libro o de las hierbas mágicas que crecen sobre las nubes

La biblioteca escolar como impulsora de la creación de libros colectivos

11. «De rana a rana y tiro porque…» o cómo saber si dentro de la jaula hay un kiwi ave o un kiwi fruta

La biblioteca escolar como favorecedora de las posibilidades educativas del juego

12. Ven conmigo a la biblioteca, dubi, dubi, dubi, dubi, dubi, dubá

Ejemplos de acciones de invitación a la lectura en la educación primaria

13. Café y libros o cuando la biblioteca huele a verbena

Una interacción de las familias con la escuela a partir de la biblioteca escolar

14. Sísifo, el mito del esfuerzo inútil o cuando el voluntarismo, la tenacidad y la constancia se diluyen inevitablemente por la falta de consistencia legal

La normativa que regula el funcionamiento de las bibliotecas escolares

Agradecimientos

Bibliografía

CAPÍTULO 1

La biblioteca, el corazón de la escuela o la relación entre un libro, una cuchara y un martillo

UNA MISCELÁNEA DE LA PRÁCTICA EDUCATIVA, A MODO DE PRESENTACIÓN

No se obtendrán resultados en lectura si no se les proporciona a los niños el placer de leer, el gusto por las palabras. La escuela no puede hacerlo sola. Todos sabemos cómo el medio, en particular el medio familiar, genera una función importante en este dominio […] pero es a la escuela a la que le corresponde plantar las bases de esta práctica de la lectura. La biblioteca es el corazón de la escuela.

LIONEL JOSPIN1

Un día cualquiera (anotaciones del diario del maestro)

A las tres menos cuarto de la tarde de un viernes, el maestro está preparando una sesión de cuentos para los niños y las niñas de cinco años. Como cada semana, treinta y dos viernes cada curso. Coloca las sillas en semicírculo, veintiséis sillas. Es una manera cómoda y práctica de situarse cuando se escucha una narración. El semicírculo facilita que todos puedan ver al narrador y a su vez permite que los niños puedan compartir la misma sensación y sentirse cercanos los unos de los otros, además de propiciar las miradas de complicidad, y las emociones comunes.

Enciende la luz roja que se esconde en un rincón, bajo los troncos de la chimenea. El ambiente se torna cálido y se suspende en la calma. Todo está a punto: las cortinas cerradas, el suelo limpio, los libros del día en su sitio y a punto para ser redescubiertos…

En el otro lado de la sala hay un espacio con mesas y sillas. Es la zona de los libros de no ficción y habitualmente está ocupado por los alumnos mayores, buscando datos para sus investigaciones o leyendo. Hoy hay una maestra que remueve entre los documentos de la colección local buscando una información acerca del crecimiento de la población de L’Hospitalet, para preparar unas clases con los chicos y las chicas de quinto de primaria –la escuela siempre se ha esforzado por ir abasteciendo este fondo y en la actualidad hay más de trescientas entradas sobre la ciudad.

Se oyen pasos. Es el grupo de los «pingüinos», los párvulos de P5. El maestro sale a recibirlos al pasillo y los invita a entrar. Se van sentando en orden y en silencio. Miran la mesa que ha preparado, buscan al duende, comprueban que todo está en su sitio. Un pensamiento en forma de flash back pasa por la cabeza del adulto que los observa y piensa en cómo han crecido. Recuerda las primeras sesiones, justo hace dos años, y el griterío que se organizaba, la cantidad de libros que se habían echado a perder –el tributo de todos los años con los de P3– y los buenos ratos que pasaron con los cuentos del mar.

Observa a Antoni2 y su jersey naranja desgastado. No falla nunca: se lo pone todos los viernes porque el jersey naranja es el pasaporte para mecer entre sus brazos al duende «Sentadillo», la mascota de la biblioteca, que sólo se deja tocar por quien lleve una pieza de ropa de ese color.

También mira a Mercè, que el año pasado le definió perfectamente el lugar donde se encuentran. Mercè tenía dificultades para ordenar los días de la semana, al igual que muchos de sus compañeros, y a menudo preguntaba, cuando se encontraban por los pasillos o coincidían en el patio:

–¿Hay hoy viruteca?

–No, Mercè, todavía faltan tres días –le respondía.

–¿Hoy hay viruteca? –insistía al día siguiente.

–No Mercè, hoy es miércoles. Y se llama biblioteca, ¡bi-blio-te-ca!, ¿a ver cómo lo dices?

–Vi-ru-te-ca –decía, y se iba corriendo.

El diálogo se repetía a menudo. El maestro sonreía y ella lo miraba como diciendo «¿Es que no lo entiendes?». Finalmente, lo comprendió. Mercè tenía razón. El espacio de la escuela donde están la mayor parte de los libros, más o menos bien clasificados y catalogados, no es todavía una auténtica biblioteca, aunque está en proceso, eso sí, pero no se puede considerar más que un proyecto apasionante, vivo, al cual se dedican muchas horas y muchos esfuerzos, pero que no es más que una viruteca, a pesar de que algún día será una verdadera biblioteca escolar.

Se hace el silencio y la sesión comienza. Se abre una caja y aparece un pequeño libro. Es de Taro Gomi y se titula Hay un ratón en la casa.3 Van pasando las páginas y se va narrando la historia. Lo miran y se ríen. Después el maestro comenta que está escrito en castellano y que si quieren lo pueden volver a mirar y pueden jugar a adivinar las palabras.

–¡Sí, sí! –dicen.

–Empecemos, entonces; mirad, dice así: «sin ninguna invitación, entra en la casa un…»

–¡Ratolí! –comenta uno [ratolí es ratón en catalán].

–¡Ratón! –comenta otro.

–Eso es –les dice–, «sin ninguna invitación, entra en la casa un ratón».

Aplauden y continúan haciendo rimas y riendo como locos.

Al acabar, les anuncia que el próximo día escucharán y aprenderán la canción de esta historia.

El segundo libro que se presenta va también de ratones: Rufus y las piedras mágicas.4 Lo miran y escuchan la aventura con detenimiento y, cuando se acaba, hablan de la naturaleza y qué hay que hacer para su conservación.

A continuación llega el momento importante, el cuarto de hora del cuento. Hoy se contará La ratita presumida.5 Es un libro publicado por Kalandraka, una de las editoriales que mejor está trabajando últimamente, con ideas innovadoras y un diseño muy moderno y arriesgado. El libro es de José Antonio López Parreño. Se trata de un álbum ilustrado diferente: los personajes están hechos con algún elemento musical y en un primer momento se puede pensar que la lectura de las imágenes va a resultar difícil para el alumnado del ciclo infantil.

Cuando se preparaban las sesiones trimestrales, el maestro dudó en el momento de incluir este álbum porque no conocía al autor. Entonces, llamó a la editorial para pedir información acerca del mismo y le comentaron que se trataba de un cómico de títeres de Madrid. Una segunda llamada a los compañeros del Servicio Permanente de Bibliotecas Escolares de Fuenlabrada6 le situó sobre la pista definitiva. Le explicaron que este libro son las fotografías de una de las historias que se narraban en el Parque del Retiro, en las sesiones de títeres que allí se representan habitualmente.

Se decidió que la idea parecía adecuada y el maestro, con la ayuda del equipo de biblioteca y algún padre habilidoso, montó los personajes como en el libro. Hoy lo explica con los personajes y los instrumentos musicales. Los niños lo entienden bastante bien, sobre todo cuando después se muestran las ilustraciones del libro.

–¡Ah!, ¡Sí, mira, es la ratita!

–¡Claro!, ¡y éste es el gato!

Está contento porque la apuesta era difícil. No siempre tenemos claro que los niños y las niñas puedan entrar en el juego de los símbolos y en los diferentes lenguajes visuales que se les presentan. Pero en este caso, sí.

–¿Sabes? –se acerca discretamente un alumno–, me ha gustado el cuento, sobre todo el final, cuando el ratón se casa con la ratita. En casa tengo dos campanas pequeñas que traeré para que hagas como si fuesen sus dos hijos, ¿vale?

–¡De acuerdo!

Los últimos momentos de la sesión se dedican a mirar libremente los libros que se han preparado para hoy. Unos niños se agrupan por parejas, otros se sientan en la alfombra a mirar su álbum, muchos se acercan a los maestros y piden que se les lea tal cuento o tal otro.

–¿Puedes contarme éste?

–¿El túnel?7 ¡Pero si ya lo hemos leído más de diez veces!

–Bueno, pero me gusta…

Y le vuelve a leer El túnel. Se agregan tres más, se arrebujan bien cerca, observan los dibujos, imaginan el miedo del hermano mayor y la preocupación de la hermana pequeña.

–¡Anda!, mira este árbol, ¡si parece un zorro!

–Y esta casita pequeña que está en medio del bosque, lejos…

–¡El túnel es húmedo!

–¡Y oscuro!

–¡Y largo!

Pasa la hora y deben volver a clase. Empiezan a recoger y a ordenar los libros en las estanterías. La maestra que les acompaña mira al maestro y le guiña el ojo como diciendo «ha ido bastante bien».

–El poder de la palabra, ¿sabes? El otro día vinieron los de quinto y les expliqué unas cuantas historias de misterio y, antes de marcharse, Marc me dijo que se lo había pasado muy bien y que le gustaba que les contase historias, que leer está bien pero que si te lo explican es más emocionante. Debe ser eso, ¿no?

–¡Me lo creo, me lo creo! Sólo hay que ver la cara que ponen las criaturas. Además, es una experiencia tan rica y educativa, ¿no?

–Sí.

El «regalito» del duende en una mano, el cromo en la otra y la mirada risueña. Hasta la semana siguiente.

Es probable que, mediante acciones como la descrita, los alumnos lleguen a comprender que en los libros duermen el saber, las ilusiones, los sueños…, y que a través de las narraciones y de las lecturas personales se pueden encontrar a ellos mismos, pueden ser felices, pueden vislumbrar un pedacito de libertad.

¿El corazón de la escuela o de la comunidad?

La biblioteca es el corazón de la escuela. Está situada en un lugar accesible, principal y con una clara función de soporte a la enseñanza. Es el centro gravitatorio sobre el cual descansa una buena parte de los materiales que van a ayudar al crecimiento intelectual de nuestro alumnado.

Lo que tenéis en las manos es el resultado de la voluntad de un grupo de maestros y maestras comprometidos con una escuela, un barrio, un alumnado y unas familias que confían en el proyecto pedagógico y el carácter particular del centro donde se educan sus hijos e hijas.

Un proyecto se hace realidad cuando detrás hay un fundamento teórico que lo sustenta y unas personas que creen en él. Parece que el camino iniciado hace unos cuantos años y los esfuerzos que se han hecho han convertido nuestra experiencia en un pequeño referente. Nuestra particular transmutación bibliotecaria ha sido fundamentada y otros factores externos que pueden ser determinantes han ido acercando posiciones hacia nuestra idea de hacer de la lectura una prioridad.

Muchas voces apuntan que aprender a leer y escribir –y hacerlo frecuentemente y con placer– es la base de todo aprendizaje posterior, incluso en los aspectos que hacen referencia a los valores y las conductas. Es evidente que no es suficiente con saber leer correctamente, pero es que sin este conocimiento todo es más difícil y complicado.

Las experiencias y los pensamientos que presentamos son una parte de las reflexiones que como escuela hemos ido generando durante los últimos veinte años, equivocándonos unas veces, con éxito otras.

Contamos con un colectivo de maestros estable, entusiasta y diverso. Contamos con el soporte incondicional del servicio de bibliotecas del ayuntamiento de la ciudad, que nos ha asesorado siempre que se lo hemos pedido, y contamos con unas familias entregadas fielmente al proyecto.

El objetivo principal, el objeto de nuestros esfuerzos, es ayudar a nuestro alumnado en su formación, poniendo a su alrededor todos los elementos necesarios para que se desenvuelvan aunque, como explica Philippe Merieu,8 no siempre se consigue (¡claro!):

Debemos admitir que lo que es «normal» en educación es que la cosa no «funcione»: que el otro se resista, se esconda o se rebele. Lo que es «normal» es que una persona que se construye ante nosotros no se deje llevar o que incluso se oponga, a veces simplemente para recordarnos que no es un objeto en construcción sino un sujeto que se construye.

La biblioteca es un lugar donde buscar información pero es también un lugar de encuentro, lugar de aislamiento para uno mismo, lugar donde estudiar, compartir, evadirse. La función tradicional de la biblioteca escolar no ha perdido su sentido, pero es necesaria una adaptación a los nuevos tiempos. Últimamente hemos oído calificativos tales como mediateca, centro de información, centro de documentación o centro de recursos, posiblemente porque la llegada de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) a las escuelas, nos está haciendo replantear el acceso a la búsqueda de información. A nosotros nos gusta la palabra biblioteca –del griego biblíon, libro– y es la que usamos para definir el espacio objeto del presente ensayo, a pesar de que los anaqueles se están llenando de discos compactos, cederrones, DVD y vídeos, que hay ordenadores conectados a diferentes redes (intranets, internet) y que las nuevas posibilidades que se nos ofrecen provocan toda clase de reflexiones. La conexión en red con otras escuelas y bibliotecas públicas, por ejemplo, multiplica la oferta de recursos de una manera exponencial, si hay una buena coordinación.

Tradicionalmente, la palabra biblioteca ha ido asociada al libro. Decía Sartre:9

Un instante después lo comprendí: era el libro quien hablaba. De él salían frases que me daban miedo: eran verdaderos ciempiés, hervían de sílabas y letras, estiraban los diptongos, hacían vibrar las consonantes dobles. Unas veces desaparecían antes de que las pudiese comprender, otras…

Otro aspecto que hay que considerar es el enfoque que se le da a la enseñanza. Hasta hace no demasiado, la escuela (y el instituto y la universidad) tenía la obligación de preparar al alumnado para la incorporación al mundo del trabajo en las mejores condiciones. Ahora parece que esta formación no se termina en las aulas y, en muchos trabajos, se habla de formación continua. Las tecnologías nos hacen pensar en un punto de acceso al saber y la biblioteca se convertirá probablemente en eso: un punto de partida dinámico y cambiante en vez de un simple almacén de libros. ¿Podríamos pensar, entonces, que su función actual se está perdiendo? Si, ahora, desde cualquier lugar y a cualquier hora podemos acceder a la información, ¿tendrá sentido la biblioteca en un futuro no muy lejano?

Creemos que sí, que la biblioteca seguirá siendo, probablemente, el corazón de la escuela, pero habrá que considerar la incorporación de las TIC y parece necesario resaltar que se necesitarán maestros bibliotecarios preparados para ayudar a los niños a moverse tanto por los libros como por la red y, además, las escuelas deberán emplear los medios informáticos para difundir sus especializaciones y su tarea al resto de la comunidad educativa.

Imaginemos una escuela de Tarragona que elabora un material didáctico sobre la ciudad romana o imaginemos una escuela de La Garrotxa (zona volcánica de Cataluña) que tiene unos materiales valiosos sobre vulcanismo. Si lo cuelgan en la red y todas las escuelas están conectadas, quien quiera podrá bajar esta información al momento, desde la escuela pero también desde casa, porque cualquier chico o chica tendrá acceso a la biblioteca de su centro y, de rebote, a todas las bases de datos y documentos del resto del país (¡incluso del mundo!).

Se nos abren nuevas reflexiones: ¿qué horario tendrá el servicio de biblioteca?, ¿quién tiene que sacar provecho?, ¿sólo el alumnado?, ¿toda la colectividad?

En este sentido, actualmente algunos centros que dependen del Ayuntamiento de Barcelona –las escuelas municipales– ya están interconectados con un programa de gestión de bibliotecas, llamado Absys, que les permite conocer todo el material que hay en los diferentes centros.

Las tecnologías están aquí y el proceso es irreversible. Las TIC nos permitirán el acceso a toda clase de servicios educativos y de ocio, la posibilidad de publicar y difundir los conocimientos generados por un centro o por un aula determinada y establecer contacto inmediato con las demás escuelas, grupos de alumnos o maestros de todo el mundo. Para facilitar este acceso habrá que abrir la biblioteca más horas, conseguir máquinas y programas específicos con puntos de conexión en la red y cierta especialización.

Probablemente, la biblioteca escolar pasará a ser una biblioteca tradicional en horario lectivo y estará abierta las veinticuatro horas del día para las personas que se están formando continuamente.

Las máquinas nos ayudan pero no cambiarán la escuela por sí solas. Cuando se inauguró la nueva Biblioteca de Alejandría, Umberto Eco apuntaba10 que pese a los ordenadores, Internet y el hipertexto, los libros eran, son y serán imprescindibles para las personas:

Si naufragamos en una isla desierta, donde no hay posibilidad de conectar el ordenador, el libro sigue siendo un instrumento valioso. Aunque tuviéramos un ordenador portátil con batería solar, no nos sería fácil leer su pantalla mientras descansamos estirados en una hamaca. Los libros siguen siendo los mejores compañeros de naufragio. Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez fueron inventados, no se han podido mejorar, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera.

Las experiencias que presentamos en los capítulos siguientes son fruto de las reflexiones del equipo del servicio de biblioteca del CEIP Sant Josep-El Pi. Se trata de un centro público situado en el barrio de Sant Josep de L’Hospitalet, con unas connotaciones similares a muchas escuelas de Cataluña y, por lo tanto, buena parte de lo que contamos podría prolongarse fuera de los límites de la escuela.

Estamos asistiendo a una propagación extraordinaria del interés por crear marcos teóricos que fomenten el funcionamiento de las bibliotecas escolares. Desde la década de los ochenta del siglo pasado se ha manifestado una preocupación de los maestros por asistir a cursillos y jornadas, formar parte de los grupos de trabajo y leer los artículos y libros que se han ido publicando. Con motivo de la aprobación de la Ley de Bibliotecas de Cataluña, aparecida en 1993, este interés ha aumentado y ahora nos encontramos ante una oportunidad histórica de concretar el modelo ideal de biblioteca escolar. Harán falta las aportaciones de muchos estamentos, de personas que hayan reflexionado, de las referencias de otros países que, posiblemente, van unos pasos por delante de nosotros, de las experiencias del Colegio de Bibliotecarios y Bibliotecarias. Y también hará falta la implicación de los docentes, maestros que tienen un bagaje importante y que han experimentado, con más o menos acierto, tratando de encontrar los argumentos que ayuden a los chicos y chicas de nuestras escuelas a disfrutar de los beneficios que proporciona la lectura, a disfrutar de una lectura con la que se accede al saber, que favorece el conocimiento de nuestra lengua, que nos enriquece el vocabulario, que nos da la posibilidad de ser críticos y de pensar y nos ensancha los horizontes.

Nuestro caso no es diferente. Hace años que dedicamos horas y esfuerzos a hacer posible el funcionamiento de la biblioteca escolar. Año tras año, semana tras semana, hemos ido efectuando acciones de todo tipo: con el alumnado, con madres y padres, publicaciones internas, asistencia a jornadas, intercambios con otras escuelas de Cataluña o de fuera, asesoramientos, etc. La biblioteca se ha convertido en un elemento indispensable, un elemento fundamental del quehacer diario y de las relaciones del centro educativo.

Se han impulsado una serie de acciones que nos tienen que abocar a hacer de nuestros alumnos unos lectores que sean capaces de entender, de relacionar, de encontrar y comparar las informaciones, a la vez que se van aficionando a la lectura recreativa y como fuente de placer.

De entre las funciones de la biblioteca de la Escuela de Sant Josep-El Pi, que desarrollaremos en los capítulos posteriores, señalamos las siguientes:

Promover la lectura.

Ayudar a despertar la curiosidad por los libros; ofrecer novedades.

Orientar al alumnado, padres y madres en la elección de sus libros.

Facilitar la bibliografía seleccionada.

Enseñar a cuidar los libros y a respetarlos.

Formar al alumnado en el manejo de la información.

Favorecer el acceso a diversas fuentes de documentación.

Son objetivos generales de la biblioteca escolar:

Proporcionar un soporte continuo al programa de enseñanza-aprendizaje.

Impulsar el cambio educativo.

Asegurar el acceso a toda clase de recursos y servicios.

Dotar al alumnado de las herramientas básicas para obtener informaciones.

Habituar al alumnado a emplear la biblioteca con finalidades recreativas, informativas y de educación permanente.

Para dar respuesta a uno de los objetivos generales del área de lengua –emplear la lectura como fuente de placer, de información y de aprendizaje, y como medio de perfeccionamiento y enriquecimiento lingüístico y personal– durante los últimos años de implantación del Programa de invitación a la lectura en la escuela, se han elaborado múltiples propuestas de acciones en los diferentes niveles. Estas acciones abordan los conceptos básicos del currículum escolar relativos a la lectura, insistiendo en la adquisición de procedimientos como la lectura crítica y comprensiva, el uso de fuentes de información variadas y documentos y el desarrollo de estrategias de búsqueda, recuperación y transmisión de la información.

Se han programado noventa y seis sesiones para el alumnado de educación infantil –treinta y dos por nivel– que se han experimentado semanalmente.

Para los niños y niñas de educación primaria se han programado ciento noventa y dos actividades –treinta y dos para cada nivel– algunas de las cuales son acciones colectivas que implican a toda la escuela.

El modelo de biblioteca escolar que defendemos quiere centrarse en su finalidad, en un para qué, evitando de entrada una concepción más organizativa que fija su interés en un cómo. Por este motivo, en el presente trabajo no encontraréis ningún capítulo que explique cómo estructurar el espacio ni cuál es el proceso de catalogación de los libros; no se explica tampoco cómo seleccionar los fondos, qué horarios son los más indicados, ni otras cuestiones de ordenación del espacio. Hemos centrado las explicaciones en las acciones o actividades concretas que hacemos de forma habitual relacionadas básicamente con el «goce de la lectura», intentando ofrecer ideas prácticas y soluciones pedagógicas concretas. En determinados puntos hemos anotado algunas indicaciones teóricas.

Tampoco entramos en la parte de la vida de la biblioteca que tiene que ver con la búsqueda de informaciones, aunque consideramos imprescindible en cualquier proyecto orientar al alumnado y ayudarlo a saber distinguir entre los libros de ficción y los de conocimientos, conocer y utilizar las diferentes fuentes de información, distinguir los tipos de documentos, identificar qué podemos encontrar a partir del índice, del sumario, reconocer la parte relevante de un escrito, saber interpretar los datos bibliográficos o saber utilizar los procedimientos de búsqueda y tratamiento de la información. Este aspecto es merecedor de una explicación más exhaustiva y limitaciones de espacio nos obligan a aparcarlo momentáneamente.

El presente trabajo está estructurado en capítulos que abordan cada uno de ellos un aspecto determinado de la vida de la biblioteca. Encontraréis:

Un capítulo, el segundo, en el que hacemos unas breves consideraciones acerca del hecho lector y defendemos la importancia de forjar un buen programa de invitación a la lectura desde la biblioteca general, insistiendo en la necesidad de implicación del claustro de maestros a la hora de conseguir transformar este espacio en un verdadero motor de la actividad docente.

El capítulo número tres hace un repaso de los principales libros que desde hace tres siglos han acompañado a los niños, proporcionándoles conocimientos y entretenimiento. Nos detenemos en los libros que se pueden encontrar en el mercado y hacemos una clasificación de lecturas dirigidas al alumnado de los diferentes ciclos educativos atendiendo a las orientaciones piagetianas del crecimiento mental y social de los niños. No es una selección exhaustiva pero creemos que la muestra es suficientemente significativa para ofrecer una pista y dar a entender por dónde se mueven en la actualidad los materiales de las distintas corrientes literarias.

El capítulo cuatro se centra en cómo organizar las sesiones con el alumnado de ciclo infantil y en qué efectos beneficiosos reporta a estos niños y niñas el contacto semanal con la biblioteca. Se valora especialmente la hora del cuento y se dan indicaciones sobre cómo contar las narraciones y cuáles son las acciones para conseguir que este acto comunicativo sea realmente mágico.

La lectura de los capítulos que siguen, del quinto al duodécimo, no es necesario que se haga en orden de numeración. Cada uno de ellos representa un aspecto puntual de la actividad que se desarrolla en la biblioteca en diferentes momentos del curso escolar.

Así, encontraréis un capítulo, el quinto, que plantea las sesiones que se organizan cuando la escuela se ve inmersa en las fiestas del ciclo escolar, deteniéndonos en las cuatro fiestas principales: la Castañada, la Navidad, el Carnaval y Sant Jordi.

El capítulo sexto comenta la necesidad de dedicar algunos momentos a hacer de los alumnos personas autónomas que puedan gestionar el acceso a los materiales de la biblioteca y puedan encontrar las informaciones con garantías de éxito.

El capítulo séptimo está dedicado a una de las acciones más espectaculares y que requieren más esfuerzos, a la vez que implican a toda la comunidad escolar: son las exposiciones creativas alrededor de un libro y representan la culminación de un proceso que dura meses. Es posiblemente la actividad de la que nos sentimos más satisfechos. Concretamente se explican cuatro exposiciones y en una de ellas, dedicada a la luna, se hace una explicación detallada de cada una de las actuaciones.

No queríamos dejar de incluir un capítulo dedicado a la poesía, todavía demasiado olvidada en la vida escolar, la cual a pesar de su brevedad e inmediatez puede ser una herramienta valiosísima para ayudar a los chicos y las chicas a reflexionar y a entender el mundo que les rodea. Planteamos dos tipos de acciones: una referida a la lectura de poemas y la segunda dedicada a ayudar a los niños en su proceso creador. De poesía, hablaremos en el capítulo ocho.

Gianni Rodari da pie, en el capítulo siguiente, para ejemplificar cómo trabajar un autor de literatura infantil y juvenil. Comentamos cinco actividades posibles, algunas directamente relacionadas con la Gramática de la fantasía y otras relacionadas con los libros de Rodari. Este autor, premio Andersen en el año 70, nos da la posibilidad de estimular mediante técnicas concretas la creación de narraciones literarias. No es el único autor que nos lo permite, pero sí uno de los más fácilmente adaptables. Naturalmente hay otros nombres interesantes que permiten una profundización que, sin duda, será riquísima.

El capítulo décimo enlaza con el anterior y reflexiona sobre la creación colectiva de libros, atendiendo tanto a los aspectos relacionados con la creación propiamente dicha, como a los aspectos formales de ilustración, maquetación, encuadernación, etc. Al final del capítulo añadimos dos ejemplos de libros elaborados por el alumnado de ciclo inicial a partir de dos lecturas: Historia de un círculo rojo y El sueño de Fellini.

La actitud lúdica con la que encaramos a menudo las actividades se puede entender mucho mejor con los ejemplos que proponemos en el capítulo undécimo. A partir de normas de juegos populares conocidos por todos, podemos hacer lecturas en voz alta, descubrir títulos, conocer los elementos de un libro, obtener conocimientos diversos, etc. Las normas del juego de la oca, del Trivial Pursuit, de las palabras encadenadas, etc. nos ayudan a difundir los títulos que queremos potenciar.

El capítulo duodécimo concluye esta parte dedicada al alumnado y es como una especie de cajón de sastre donde comentamos algunas de las acciones de las llamadas habituales. Es un abanico que pretende ofrecer diversos enfoques de lo que se puede hacer en la biblioteca. Hay acciones relacionadas con la actividad musical, con la expresión plástica, generadores de debate sobre temas controvertidos, policiacos, etc.

En el penúltimo capítulo queremos explicar el funcionamiento de unas tertulias muy especiales que se organizan con los padres y las madres de la escuela y que tienen como finalidad ofrecer un espacio de discusión y de debate que pueda servir para enriquecer a las personas que asisten. Las llamamos Café y libros y tienen una periodicidad mensual. Se incluyen tres resúmenes de tres tertulias concretas.

El último capítulo es informativo y presenta el estado de la cuestión legal en estos momentos. Se basa en las normativas y leyes que teóricamente deberían sustentar el objetivo largamente reclamado y deseado de conseguir un soporte legal y efectivo para el buen funcionamiento de las bibliotecas escolares.

Estamos viviendo en un país tecnológicamente avanzado, plural, democrático, en el que la cultura, la formación y la información son fundamentales para el crecimiento y la integración del alumnado. La biblioteca escolar, además de estar dotada de tecnología, debe responder a una visión más amplia, humanista, incluso crítica, de la sociedad.

Un funcionamiento adecuado de la biblioteca escolar incide positivamente en el alumnado y le ayuda a adquirir las competencias básicas en los distintos niveles educativos, especialmente en las áreas de lengua y de conocimiento del medio social pero también, en menor proporción, en las áreas de matemáticas, medio natural, educación artística y musical y educación visual y plástica.

Muchos de los contenidos y objetivos didácticos del segundo y tercer nivel de concreción tienen que ver con el desarrollo del gusto por la lectura, la investigación y el tratamiento de la información y el conocimiento de la biblioteca.

La biblioteca escolar posibilita, de manera global, el trabajo en la educación en valores y la convivencia, porque permite la democratización de los medios y de los materiales de aprendizaje, los cuales pone a disposición de todos sus usuarios.

La biblioteca escolar, además, es compensadora de las desigualdades porque proporciona los recursos de que dispone a los alumnos y a las familias con menos capacidad cultural y económica.

Las bibliotecas como instituciones flexibles y adaptadas a las necesidades de la comunidad, pasan a ser parte activa para la construcción de una sociedad cívica. El hecho de que sean espacios abiertos a todo el mundo y que en ellos se pueda entrar sin tener que pedir permiso, los convierte en lugares ideales para la socialización.11

La biblioteca escolar es un espacio de convivencia porque puede ofrecer un ambiente relajado, de reflexión y de aprendizaje. Es un buen lugar para practicar la cooperación, un sitio donde los niños comparten trabajos, tiempos, esfuerzos y lecturas.

La biblioteca escolar contiene muchos materiales que ayudan a la reflexión. Cuentos, escritos que ayudan a pensar, a crecer, a amar al mundo que nos rodea, a comprender a las personas, a tener conciencia de la diversidad.

Hemos entrado en un nuevo milenio y en una revolución tecnológica que no se detiene y permite que la información viaje más deprisa. Estamos interconectados, sí, pero las desigualdades sociales persisten y debemos encontrar los medios para romper las barreras de pobreza, de acercar el norte al sur, de luchar contra las diferencias. Tenemos medios para hacer la vida mejor, tenemos capacidad para construir hospitales, tenemos escuelas, parques públicos, transportes para todo el mundo, agua potable, aire puro, parques. Debemos tener medios para diseñar y para dotar a las escuelas de bibliotecas.

Todas las bibliotecas (las municipales, las de la Diputación, las escolares) son necesarias, son una parte activa en la construcción de la sociedad, son lugares privilegiados para la socialización, están abiertas a todo el mundo, son espacios donde los niños pueden descubrir libros, unos libros que activarán su mente, su imaginación y su creación.

En la biblioteca, los niños pueden hallar autoestima, comprensión, seguridad y atención. Allí se pueden escuchar historias, hojear libros, leer tranquilamente, cultivar la libertad de pensamiento.

Las bibliotecas son un derecho elemental, fundamental, de la infancia.

Notas

1. Lionel Jospin, ex ministro socialista francés, en un discurso del año 1990.

2. Hemos cambiado los nombres de los niños y las niñas para preservar su identidad.

3. GOMI, Taro. Hay un ratón en la casa. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Hay un cedé editado por el FCE con las canciones de algunos de los libros de la colección «A la orilla del viento», como Hay un ratón en la casa.

4. PFISTER, Marcus. Rufus y las piedras mágicas. Barcelona. Montena, 1998.

5. LÓPEZ PARREÑO, José Antonio. La ratita presumida. Barcelona: Kalandraka, 2002. (Libros para soñar).

Este cuento lo explicamos a la manera de López Parreño con el soporte visual de los instrumentos musicales, que son los personajes del cuento.

6. El Seminario Permanente de Bibliotecas Escolares de Fuenlabrada, el grupo Abanico, es un colectivo de maestras y bibliotecarias que se reúnen cada quince días para asesorarse mutuamente sobre la organización y el funcionamiento de sus bibliotecas. Organizan cada año unas jornadas en el mes de septiembre –en el año 2005 se organizaron las undécimas– en las que participan muchos maestros.

7. BROWNE, Anthony. El túnel. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. (A la orilla del viento)

8. MEIRIEU, Philippe. Frankenstein educador. Barcelona: Laertes, 1998.

9. SARTRE, Jean Paul. Escritos sobre literatura. Madrid: Alianza, 1985.

10. ECO, Umberto. Extraído de la revista electrónica Imaginaria, en cuya edición 118 se publicaba íntegro el texto de la conferencia que Umberto Eco ofreció el 1 de Noviembre de 2003 con motivo de la reapertura de la Biblioteca de Alejandría.

11. PÉREZ IGLESIAS, Javier. «Las bibliotecas como bien público: el factor humano». Artículo publicado en la revista Educación y biblioteca, núm. 97 (enero de 1999).

CAPÍTULO 2

La pedagogía de los sentimientos y su implicación en el proceso de creación de contextos de aprendizaje

EL PROGRAMA DE INVITACIÓN A LA LECTURA (PIL) Y OTRAS CONSIDERACIONES ACERCA DEL ACTO LECTOR

–El señor Hemingway dice muchas cosas que no entiendo –le dijo Matilda–. Sobre todo sobre los hombres y las mujeres. Me gusta igualmente. Su manera de explicarlo me hace sentir como si yo estuviese allí mismo mirando cómo pasa.

–Un buen escritor te hará sentir siempre esa sensación –dijo la señora Phelps–. Y no te preocupes por los trozos que no entiendes. Échate atrás y deja que las palabras te sumerjan, como si fuesen música.

ROALD DAHL1

Matilda

El aprendizaje de la lectura es una de las preocupaciones históricas del profesorado. En las reuniones o conversaciones, la constante inquietud sobre los progresos del alumnado en este ámbito es motivo de debates y de interrogantes múltiples.

En la escuela se dedican abundantes esfuerzos personales y materiales a atenuar las carencias que a menudo se generan en el alumnado por causa de las deficiencias de comprensión lectora, la pobreza del lenguaje oral y escrito o la deficiencia de ciertos métodos de aprendizaje. Son horas y horas las que se dedican a la ortografía, a los dictados, a las descripciones, etc., con unos resultados exiguos, desesperantes.

Los maestros y las maestras somos profesionales que intentamos estar al día, nos esforzamos en encontrar lo mejor para que el alumnado aprenda a leer, programamos refuerzos de todas clases, preparamos fichas de comprensión, juegos de lenguaje y cuadernos, hacemos cursillos y leemos revistas especializadas…, pero parece que no tenemos éxito. La obcecación nos lleva a plantearnos soluciones fáciles del tipo «los niños de hoy en día están poco motivados», «ven demasiado la televisión y no leen», «no están atentos en clase», «están en la lectura mecánica y ya madurarán».

Si preguntamos a cualquier maestro o maestra por el sistema de lectoescritura que emplea en su centro, la respuesta será más o menos la misma. No hay un método definitivo, único. Los maestros y las maestras, especialmente los de educación infantil y del ciclo inicial de educación primaria, saben que, según la etapa y el momento, hay que tener presentes las orientaciones montessorianas, las instrucciones decloryanas o las indicaciones freinetianas por lo que respecta al «texto libre». Estos tres pedagogos nos dan la posibilidad de avanzar –y mucho– en la mecánica y la comprensión lectora. Pero posiblemente no sea suficiente y es necesario que nos hagamos la pregunta correcta. Más que preguntarnos cuál es el mejor método o cómo podemos enseñar a leer al alumnado, la cuestión es anterior: ¿qué es el lenguaje?, ¿qué es hablar?, ¿qué es leer?, ¿qué es escribir?

¿Qué es leer?

Ésta sería la pregunta. Tres sencillas palabras entre dos interrogantes que deberían tener una respuesta también sencilla, en principio.

En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española encontramos: pasar la vista por lo escrito o impreso, haciéndose cargo de los caracteres empleados. Pero una segunda definición es más clarificadora. Dice: leer es entender o interpretar un texto.

Leer, aprender a leer, supone un esfuerzo considerable para el alumnado, para cualquier persona. Leer cuesta. En el acto lector se ponen en marcha unos mecanismos mentales y unas operaciones físicas realmente complejas, pero los esfuerzos que dedica el niño a aprender a leer, ya son per se los primeros pasos para conseguir el hábito lector. A menudo este hábito es anterior a tener automatizado el mecanismo. Podríamos decir que el proceso va en paralelo: a medida que va leyendo, el niño va adquiriendo una rapidez y una agilidad, va automatizando y le es más fácil comprender el texto.

Es en este «entender» donde debemos insistir. Isabel Solé2 escribió: cuando un alumno se sumerge en la lectura hace algo muy diferente a «decir» aquello que está escrito en el texto.

Uno de nuestros objetivos como educadores debería ser conseguir que los alumnos no sean unos simples leedores –como diría Borges–, sino que pasen a ser auténticos lectores capaces de emocionarse con la lectura de un poema de García Lorca, lectores a quienes tiemblen las manos cuando lean La historia interminable, que se enternezcan con el elefante Elmer, que se alíen descaradamente con Fabián contra la guerra, que crezcan y encuentren los argumentos y criterios que les permitan comprender la vida, conocerla y vivirla mejor.

En el hecho lector hay que considerar dos protagonistas. El texto y el lector.

El texto es el conjunto de signos y de símbolos gráficos que encontramos aglomerados como hormiguitas sobre el fondo blanco del papel –o de la pantalla del ordenador– y es el que aporta la información. Lo explica muy bien Bradley, el protagonista de Hay un chico en el baño de las chicas.3

–¿A que es sorprendente?

–¿Qué es sorprendente?

–La biblioteca. Todos esos libros… Y todos son diferentes, ¿verdad?

Carla asintió con la cabeza al tiempo que sorbía el zumo de Bradley con una pajita de refresco.

–Me he pasado todo el tiempo que he estado allí pensando en eso –dijo Bradley–. Todos los libros son diferentes, sin embargo, todos usan prácticamente las mismas palabras. Sólo que las ponen en un orden diferente.

–¿Has sacado…?

–En nuestro alfabeto hay veintiséis letras –afirmó–. ¡Basta con cambiarlas de orden para que signifiquen tantas cosas diferentes!

–¿Has sacado…?

–Lo más fácil sería pensar que después de un rato se agotarían las formas de colocarlas de forma diferente –reflexionó Bradley.

–¿Has sacado algún libro? –por fin logró preguntar Carla.

–No. La señora Wilcott no me deja. Hace mucho tiempo, antes de conocerte, solía sacar libros y no devolverlos. Solía garabatearlos y arrancar páginas. Así que ya no me deja sacar libros.

Bien, sólo tenemos estas escasas dos docenas de letras –si estuviéramos en la China de antes de la Revolución Cultural tendríamos más de 20.000 signos diferentes. Estos indicadores, palabras, sílabas o letras, ponen la información ante nosotros y entonces, si queremos, se produce un mecanismo fisiológico mediante el cual una serie de músculos alargados que tenemos a los lados de los ojos se contraen, se relajan y se paran durante unas milésimas de segundo para que podamos decodificar lo que hay escrito.

Para entender lo que leemos es necesario que el cerebro pueda comparar la información que le llega, procedente de los globos oculares, con los registros que tiene archivados. Si leemos, por ejemplo, baina nik oraindik ez dakit irakurtzen,4 lo leeríamos, sí, pero podría ser que no lo entendiéramos.

Aquí es donde entra el segundo protagonista, el lector, que aporta, por un lado, los conocimientos particulares que tiene del mundo y que almacena en su memoria, su sensibilidad, sus gustos y sus prejuicios; y por el otro, los conocimientos sobre la estructura del texto, su identificación como género. No es lo mismo una noticia del periódico que una novela. En el caso de la literatura infantil el niño lector conoce o presupone unos personajes, unos temas y una estructura que pasa por unas fases más o menos similares: situación y presentación de los actores, desarrollo hasta llegar al conflicto o nudo y resolución final o desenlace.

No se defiende que la lectura sea fácil, más bien al contrario, la lectura debe significar descubrimiento, emoción. La lectura tiene que arrastrar al niño o la niña a un esfuerzo por comprender, por desenmascarar misterios. Los buenos libros actúan tensando la cuerda sin que se llegue a romper. Hemos de poner en manos de nuestro alumnado lecturas que propicien el contacto directo con un texto que debe ser recreado, imaginado, vivido, emocionado al fin y al cabo. Eso no siempre es posible. Las lecturas son un hecho individual, silencioso y misterioso.

Leer, ¿para qué?

Los beneficios que nos proporciona la lectura son múltiples y evidentes. Si hiciéramos una lista de diferentes provechos que podemos sacar del hecho lector obtendríamos, sin duda, respuestas diversas:

Algunas incidirían en aspectos de crecimiento personal: la lectura da acceso al saber, favorece el conocimiento de nuestra lengua, nos enriquece el vocabulario, nos da la posibilidad de criticar, de pensar, ensancha los horizontes.

Existirían respuestas más pragmáticas y utilitarias: la lectura nos sirve para buscar el nombre de una calle, para saber el número de teléfono del señor equis, para entender un formulario, para leer el diario, para saber qué dice el prospecto de un medicamento.

Finalmente aparecerían los aspectos lúdicos: la lectura nos proporciona placer, nos distrae.

Aún habría una cuarta razón: la lectura nos sitúa ante un enigma, una adivinanza. En realidad de lo que se trata es de llenar un vacío. La lectura nos entra como entra el aire en los pulmones. El aire no sólo entra y ya está. El aire entra porque en los pulmones hay un vacío y este vacío empuja al aire a entrar. Es este vacío el que hay que llenar, es así como respira la lectura. Hay un vacío que hay que llenar y sólo se puede llenar leyendo. Si no existe la necesidad de conocer, de resolver enigmas, de poco servirá que en casa o en la escuela tratemos de empujar las lecturas hacia adentro.

La invitación a la lectura

Esta parte importante de la vida escolar necesita, además, una implicación personal directa, una complicidad, una proximidad. En nuestra escuela denominamos al programa con las palabras Programa de invitación a la lectura y es en la palabra invitación donde ponemos más énfasis. Invitar quiere decir hacer partícipe a alguien de algo que te gusta. Invitar a un amigo al cine presupone que iremos juntos, invitar a merendar indica que charlaremos juntos en una cafetería, invitar a leer quiere decir ser cómplices de un viaje maravilloso. Kepa Osoro5 lo define muy bien cuando habla de lectura compartida.

En la escuela practicamos la pedagogía de los sentimientos, y nuestra invitación, para que sea posible, necesita un maestro o una maestra capaz de emocionarse con las lecturas, que tenga interés por conocer. Es la única manera, la lectura de cerca, de distancias cortas. Es el placer de leer libros que nos ayuden a encontrar respuestas, a resolver enigmas que nos permitan explorar nuevos caminos, a repasar los nombres de cada cosa, a crecer, a transformarnos…; en definitiva, libros con todas sus sugerencias. Hay que estar muy cerca de los niños, de los libros. Debemos ser capaces de contagiar el placer por la lectura.

El hecho lector no se vive de la misma manera por parte de los niños, de los maestros o de los padres.

A los padres y a las madres hay que tenerlos informados. Es importante que conozcan la evolución de sus hijos, que conozcan que hay momentos que pueden parecer retrocesos pero que en realidad son reordenaciones de su pensamiento, que estén tranquilos y no comparen a su hijo con su sobrino que «es más pequeño y ya lee su nombre y el de sus hermanos»:

–Ay, señorita –dice una madre–, ¡usted sí que sabe! No hace ni dos meses que el curso ha empezado y mi niño ya lee. ¡Yo que pensaba que no aprendería nunca! Usted sí que lo hace bien.

–Mire, señora: su hijo ya hace tiempo que empezó a leer. No es de ahora. Ha pasado por muchas fases, por muchas etapas. Antes de venir a la escuela hacía una lectura perceptiva, miraba un cuento, veía un perro y decía «perro». Después, a los cuatro años, hizo una lectura combinatoria de descubrimiento de los significados, ahora está en una fase de lectura alfabética y más adelante entrará en una etapa de lectura universal. Tendrá ocho años y seguirá aprendiendo. De hecho, yo todavía estoy aprendiendo a leer y lo que tenemos que hacer con su hijo es seguir estimulando su deseo de leer, que encuentre placer, que no pierda el interés. La lectura sirve para todo y es para siempre.