La Ciudad Encantada - Carmen de Burgos - E-Book

La Ciudad Encantada E-Book

Carmen de Burgos

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Beschreibung

Historia de celos y rivalidades con el trasfondo del naciente turismo a La Ciudad Encantada.

Das E-Book La Ciudad Encantada wird angeboten von und wurde mit folgenden Begriffen kategorisiert:
romance, celos, sentimental, venganza, cuenca

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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La Ciudad Encantada

 

 

por

 

Carmen de Burgos, Colombine

 

 

Edición basada en las siguientes ediciones:

La Novela Corta 310, Madrid, 1921.

 

 

 

Imagen de portada: ggimare

 

De esta edición: Licencia CC BY-NC-SA 4.0 2023 Xingú

https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es_ES

[email protected]

 

Índice

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

 

 

 

I

Comenzaba a despuntar el día en el valle, donde aquellas ocho o diez casuchas eran como una escuadrilla de lanchas perdidas entre el oleaje del océano, así de solas, de apartadas de todo estaban entre las ondulaciones del terreno.

Desde la ciudad hasta allí corría la carretera, cuasi intransitable, encajonada en la garganta de dos montañas, junto al lecho del río, siguiendo la misma línea curva, llena de recovecos, que habían tenido que seguir las aguas para caminar por las sinuosidades del terreno.

Al llegar allí se abría el campo en un horizonte amplio, formando una O inmensa, encerrado por las altas montañas que lo rodeaban.

Agosto, época de sazón de la Naturaleza, cuando los árboles y las viñas dan fruto, la tierra mieses doradas y en los bancales maduran las hortalizas con ese olor de maternidad que impregna el aire, no se notaba allí apenas.

Terreno pedregoso, roquizo, reseco, a pesar de los ríos. Las cebadas y los centenos eran entecos, y el monte producía solo hierbas olorosas y maderas.

Con las primeras piadas de los pájaros y los primeros resplandores del alba, el lugarcillo se puso en movimiento.

Salieron los hombres en mangas de camisa, despeinados y soñolientos, con prolongados bostezos, a las puertas de las casas, y la primera mirada fue para el cielo, como gente que sabe leer en él la hora y el tiempo.

Aquel rosa fuerte que aureolaba el horizonte, indicaba un calor asfixiante.

Como respondiendo a esta idea, un viejo, que se había asomado a la puerta de la casa más grande del lugar, y que parecía la más lujosa, dijo:

—¡Y van a venir hoy excursionistas para la Ciudad Encantada!

—No sabemos si vendrán por aquí o por Villajoyosa, padre —repuso un joven.

—Por aquí pasaron las caballerías con los avíos de la comida —añadió un muchachote—; pero seguramente se van por el otro lado, nada nos han dicho.

El viejo se volvió con cara de mal humor hacia el interior de la casa.

—Ya tenéis el almuerzo —dijo una mujer.

—¿Pero tu hija no se ha levantado todavía? —rezongó el hombre.

—Se tendrá que componer una hora al espejo, con sus humos de señorita —dijo el hijo menor.

—¡Y yo que la viera! —exclamó el viejo, amenazante

—Son cosas de estos... —dijo la mujer.

Repartió los grandes cuévanos llenos de café con leche —que debía haber dejado hecho la noche antes, conociendo la impaciencia del marido— y corrió a abrir la puerta del gallinero. Entre la tufarada de calor, estiércol y carne sudada que dejaba escapar la portezuela, salió la alegre bandada de gallinas, estirándose sobre sus patas, aleteando con las alas muy estiradas y el pescuezo muy tieso, en un alegre cacareo. Los cerdos jaros se mezclaron con ellas y con la bandada de patos que salía del corral, esparciéndose picoteando para buscar su comida.

Un hombre venía corriendo por la carretera. La vieja lo vio y entró apresurada.

—¡Viene Daniel!

Esperaron sin moverse, con la fría calma campesina, consumiendo despacio el contenido de sus cuévanos, en los que migaban rebanadas de pan moreno.

—¡A la paz de Dios! —dijo, resollando con fuerza, el recién venido.

—Dios te guarde.

—Me manda el señor Vicente para que envíen ustedes ocho borricos y gente que los acompañe.

—¿Tanta gente viene?

—Unos treinta, y entre ellos cuatro señoras.

—¿Quién dirige la expedición?

—Don Emilio.

—¡Que don Emilio no venga por aquí!

El viejo reflexionó y dijo:

—Hoy no sale ninguna caballería de Almenara.

Se asustó Daniel.

—Pero, señor Juan, que nos pone en un compromiso.

—Allá vosotros.

—No diga eso. La Ciudad Encantada es una filfa, pero da provecho a Villajollosa y a Almenara. Ya ve que pasa gente y deja dinero.

El viejo se rascó una oreja.

—Mire usted que hoy dan dos duros y la comida por cada borrico.

—¿Y cuántos borricos van del otro lado?

—Van catorce.

Contó con los dedos.

—Catorce y ocho... quince, diez y seis, diez y siete, diez y ocho, diez y nueve, veinte, veintiuno, veintidós... Son veintidós... la mitad once... No, de ninguna manera. O van once borricos, o no sale ninguno.

Daniel debía saber que era inútil insistir, porque dijo:

—Bueno... Pero si luego el señor Vicente...

—Vengan con los once borricos.

—Pero mira que me vuelvo con todos como no cumpláis bien.

—Ya sabe usted, que yo lo mismo estoy con usted que con el señor Vicente.

—Sí, una vela a Dios y otra al diablo.

—¿Qué dice usted?

—Que iremos... Atanasio, tú a avisar a la Petra, a Rosendo, a Nicolás y a Matías que vengan con sus burros. Tú, Rodrigo, apareja los cuatro nuestros... Las mujeres cuidarán de los animales y vamos los tres para allá.

—Quieren que cada burro lleve un arriero.

—Pues llama a Mercedes, esa es de mejor madera que la hermana, que no sirve para nada.

Se rió Daniel alargando la boca de oreja a oreja, como el que gusta un caramelo de limón que le excita la saliva.

—Pues si no le sirve, démela usted a mí.

—Anda y llévatela.

La mujer se acercó a uno de los cuartos y gritó:

—Arriba, Mercedes.

No había acabado de decirlo cuando se abrió la puerta y apareció una muchachuela de unos doce años, desgreñada, y de silueta esbelta como un muchacho.

—¿Qué quiere, madre?

—Vas a ir con los burros a una excursión que trae don Emilio.

Se oyó crujir una cama de tablas allá adentro, como si un Estilo predeterminado pesado se hubiera movido con fuerza en ella, y una voz de mujer armoniosa como un canto, dijo:

—Esperadme, que yo voy a Villajoyosa con vosotros.

Índice de contenido

Portada

Índice

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII