La crueldad en la escuela - René Pedroza Flores - E-Book

La crueldad en la escuela E-Book

René Pedroza Flores

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Beschreibung

La escuela más allá de lo idílico que tenemos instaurada mentalmente como espacio del saber armónico donde todos acudimos para aprender nuevos conocimientos, recibir afecto y desarrollar valores es un espacio de abuso de la debilidad del otro. El sometimiento físico, psicológico y moral están presentes. Ante el pretexto socialmente aceptado de que la educación exige sacrificio, se consiente la humillación, el sufrimiento, el maltrato y la violencia. La escuela es un lugar de insensibilidad ante el dolor propio y ajeno, pues no solo se aprende el contenido de la educación formalmente establecido en los planes y programas de estudios, sino que se aprende a vivir con miedo y odio: miedo de ser humillado y odio por el resentimiento acumulado y reprimido. En la trastienda del paraíso, se tiene que reconocer que la escuela es un espacio en el cual se vive y se reproduce la crueldad. La crueldad en la vida escolar se manifiesta a través de un repertorio de acciones realizadas por los crueles: gritos, amenazas, expresiones sarcásticas, humillaciones, castigos, burlas, menosprecios, empujones, desafíos, descalificaciones, apodos, golpes, ironías, groserías, rumores, mentiras y engaños. Los crueles se encuentran entre estudiantes, docentes, autoridades escolares, representantes institucionales o padres de familia. La crueldad forma parte del bullying, el ciberbullying, la pedagogía negra, el aprendizaje distópico, el mobbing, el network mobbing, los tiroteos indiscriminados escolares y el terrorismo contra la escuela. La crueldad la definimos como todo acto humano (auto)destructivo consciente o inconsciente que produce heridas psicológicas, morales y físicas al (auto)infligir intimidaciones, humillaciones, maltratos y/o violencia, cuyo fin es el asesinato simbólico, psicológico, moral o real de la persona a quien se dirige: el hombre es, en efecto, el más cruel de todos los animales…

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Colección Universidad

Título original: La crueldad en la escuela. Intimidación-violencia-terrorismo

Primera edición: febrero de 2021

© René Pedroza Flores

© De esta edición: Ediciones OCTAEDRO, S. L. C/ Bailén, 5 – 08010 Barcelona Tel.: 93 246 40 02 http: www.octaedro.comemail: [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN (papel): 978-84-19615-09-2

ISBN (epub): 978-84-18615-10-8

Maquetación: Marta M. García

Diseño y producción: Octaedro Editorial

Impresión: Ulzama

Impreso en España / Printed in Spain

Índice

Introducción

1. Sobre la crueldad

1.1 La crueldad en la naturaleza humana

1.2 La crueldad en la condición humana

1.3 Gramática de la crueldad: una escritura polifónica

2. La crueldad va a la escuela

2.1 La crueldad en la vida escolar

2.2 La crueldad en la pedagogía negra y en el aprendizaje distópico

Sobre la pedagogía negra

Sobre el aprendizaje distópico

2.3 La crueldad en el bullying y en el ciberbullying

3. La radicalización de la crueldad en la escuela

3.1 La crueldad en el mobbing y el network mobbing

3.2 La crueldad en los tiroteos indiscriminados escolares

3.3 La crueldad en los ataques terroristas contra las escuelas

A modo de conclusión

Bibliografía

El hombre es, en efecto, el más cruel de todos los animales…Nietzsche

Introducción

La crueldad en la escuela es una problemática que llamó nuestra atención por la variedad de las formas en que se presenta en las relaciones pedagógicas y en la vida escolar. El trato cruel lo encontramos en las distintas interacciones que entablan los integrantes de la comunidad escolar. La crueldad en la escuela, pues, es un hecho real que merece nuestra atención por las implicaciones devastadoras que comporta para la vida de estudiantes y docentes, porque lo que está en riesgo es el bienestar, la seguridad y las expectativas de vida. El trato cruel es destructivo de los estados anímicos, de la dignidad y de la salud física de los miembros de la comunidad escolar que sufren en manos de un agresor cuyo propósito es atentar contra la vida de la víctima.

En la escuela la crueldad se ubica como telón de fondo de la violencia y el maltrato. En cada conducta negativa dirigida a causar intimidación, terror y sufrimiento identificamos a la crueldad. Valiéndonos del significado etimológico de crueldad, afirmamos que la violencia y el maltrato escolar son acompañados por la cruda realidad de las intenciones terroríficas de causar el asesinato real y simbólico de quien es objeto de dicha perversidad.

En todo caso, detectamos que lo que se ha escrito sobre la crueldad escolar todavía es insuficiente: es un tema en construcción que se puede edificar sobre la base de los escritos existentes en torno de la crueldad a secas. Acerca de la crueldad se han escrito ríos de tinta que desembocan en el estuario de un mar teórico donde se combina lo dulce con lo salado de la condición humana. Dos términos dan forma a la idea de la dualidad humana que transcurre entre dos fuerzas que van en sentidos opuestos: eros y tánatos, los cuales se disputan la dirección del cauce de la existencia del ser humano día tras día. Otras letras se agrupan alrededor del manantial de la naturaleza humana disgregando lo que es natural y lo que corresponde a la cultura con respecto a la crueldad. Y otro conjunto de escrituras conforman un mosaico gramatical polifónico de una belleza impresionante.

La crueldad en la escuela cuenta con un respaldo interpretativo en los aportes de muchos personajes que han tratado este tema en sus obras; abordarlos todos constituiría una empresa titánica que seguramente consumiría más de una vida. En nuestro caso, a partir de nuestra comprensión sobre la cuestión de la crueldad, trabajamos distintos autores –entre los cuales se incluyen filósofos, literatos, científicos y humanistas– que tratan la crueldad en tres direcciones: la argumentación naturalista, la de la condición humana y la de construcción social. Cada una de estas posturas ayudan a explicar la crueldad escolar como un problema de destrucción humana.

En la vida escolar la crueldad opera con distintos aparatos y mecanismos subjetivos, objetivos y tecnológicos para causar sufrimiento. Los reconocemos como parte de las conductas negativas que se manifiestan a través de la pedagogía negra, el aprendizaje distópico, el bullying, el ciberbullying, el mobbing, el network mobbing, los tiroteos indiscriminados escolares y los atentados terroristas contra la escuela. Este es uno de los aportes del libro, el de reunir formas de violencia, maltrato y humillación que la literatura especializada aborda por separado, y articularlas de modo trasversal alrededor del eje de la crueldad. El supuesto es que todas estas manifestaciones destructivas son parte de un mismo problema, que están relacionadas con el problema de la crueldad.

El libro se organiza en tres capítulos: en el primero toca la crueldad desde distintos enfoques teóricos; en el segundo, se tratan las manifestaciones de la crueldad en las relaciones pedagógicas; y, en el tercero, se complementan las manifestaciones de la crueldad escolar con los puntos de los tiroteos indiscriminados escolares y el terrorismo contra las escuelas.

Este volumen es resultado de la línea de investigación que aborda cuestiones relativas al holocausto, los genocidios, el terrorismo y la violencia, que forma parte del Doctorado en Estudios para el Desarrollo Humano que se imparte en la Universidad Autónoma del Estado de México y que cuenta con el reconocimiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología como posgrado de calidad.

Sobre la crueldad

1.1 La crueldad en la naturaleza humana

La crueldad tiene el rostro de la humanidad, es esencialmente humana. En su momento, Nietzsche expresó que el hombre es el animal más cruel. La crueldad es para algunos parte de la naturaleza humana; para otros, es parte de la condición humana. Los naturalistas argumentan que la crueldad es algo innato que se manifiesta como impulsos, pulsiones o instinto. Los que hablan de la condición defienden que la crueldad es parte del medioambiente y se manifiesta por una condición social por dinero, por ambición, por poder, por amor, por patologías, etc. La crueldad no ha dejado, a lo largo y ancho de la historia humana, de repetirse, y sus maneras de visibilizarse tampoco han dejado de causarnos asombro. La crueldad es destructiva entre los grupos humanos y autodestructiva en la persona. Se humilla, discrimina, agrede, violenta, atenta, tortura y acaba con la vida misma.

La etimología de la crueldad desvela el rostro humano, lo coloca ante el espejo de cara al horror, sin adornos frente a la cara desollada que refleja. La palabra crueldad equivale a realidad sin aditamentos, destapa al ser humano tal y como es de forma cruda, dolorosa y trágica, muestra la realidad humana con toda su crudeza… Por más espantoso que parezca todo ello, esta es la pavorosa verdad del significado de crueldad (Rosset, 2008). Las palabras latinas crudelitas (‘inhumanidad’) y crudus (‘crudo’), juntas, dan contenido a la idea de crueldad: la ausencia de humanidad ante la carne indigesta, sangrienta y despellejada del aberrante comportamiento humano que se oculta bajo el abrigo del ambiente sociocultural de todos los tiempos. La crueldad dispone de un guardarropa variopinto para esconder –o tal vez sea más apropiado decir negar– el otro rostro de la humanidad sin darles oportunidad para manifestarse y sobreponerse a la compasión, la empatía, el respeto y el derecho a la vida: una vida libre de atrocidad.

Utilizando una metáfora, la crueldad es la cereza del pastel de la maldad humana. Existe una acción perversa encaminada a provocar daño en el otro, por verlo destruido y arrancarle el ropaje humano. La maldad se exterioriza, entre otras maneras, como agresión, abuso, acoso, maltrato o violencia, con la directa intención de lastimar y lacerar. Cuando estas formas de maldad llegan al extremo, se vuelven más intensas y se hace un uso excesivo de la fuerza sobre el otro, que está inerme, espantado, bloqueado y sin modo alguno de protegerse o esconderse. En el cénit de la maldad, las diversas modalidades de maldad se adjetivan: agresión cruel, abuso cruel, acoso cruel, maltrato o violencia crueles…; es la antesala de la muerte física, psicológica y moral de la persona que padece los estragos de la crueldad humana.

Para algunos especialistas del comportamiento personal y social, la crueldad es parte de la agresividad humana. Señalan que los humanos son agresivos por naturaleza. Está en la biología, en los genes, en las sustancias químicas secretadas por el cerebro. Por naturaleza, nosotros, los humanos, somos agresivos, violentos y belicosos: los impulsos de la humanidad están biológicamente determinados. Las ideas de Darwin yacen detrás del principio de que los seres humanos somos competitivos por naturaleza en la lucha por la supervivencia, en un entorno donde los vencedores se revelarán como los más aptos de la especie. La agresividad en esta tónica, como escribe Lorenz (2013), la llevamos los humanos en los huesos. Se toma la agresividad –utilizando una frase del manifiesto de Sevilla–1 como una fatalidad biológica de la herencia animal de donde dependen la razón y la moral. Este determinismo de la herencia natural nos coloca como dependientes de la cadena evolucionista en el árbol genealógico, descendientes de los antepasados más cercanos, los arborícolas. Para Lorenz, la raíz está en la herencia:

El que ha captado bien esto no puede sentir aversión por el descubrimiento darwiniano de que tenemos el mismo origen que los animales ni por el freudiano de que nos mueven los mismos instintos que a nuestros antecesores prehumanos. Al contrario, el conocedor de esos hechos habrá de sentir un respeto de otro género por las creaciones de la razón y de la moral responsable que aparecen en el mundo con el hombre, y que bien pueden otorgarle el poder de dominarlo, con tal que en su ciego orgullo no niegue su herencia animal. (2013, 248)

En el marco de este determinismo natural, en la agresividad juega un papel fundamental la herencia de la carga genética: cada especie cuenta con sus mecanismos y sus formas de manifestar la agresividad, que varían de una a otra. En el caso del ser humano, la agresividad se expresa de forma física, psicológica y moral. También en cada especie son diferentes los inhibidores de los impulsos innatos que controlan a la agresión. En nosotros los humanos la razón y la cultura constituyen dos inhibidores sociales para disciplinar y hacer cumplir las reglas de la sociedad, y, a partir de ahí, controlar los impulsos, pulsiones e instintos.

Aparte del naturalismo radical, existe una postura moderada del evolucionismo. Para Ruffié (1978) y Wilson (1991), no todo es genético: hay una parte distinta que tiene que ver con la imitación. Se da una relación entre lo innato y lo adquirido, una interacción entre genes y medioambiente. Su tesis es que existen formas de agresión que son parte del patrimonio genético y formas de agresión que son adquiridas a través del aprendizaje. De una de estas dos fuentes de la agresión provienen las formas más violentas de la agresión humana: la hostilidad racional como la guerra o la acción criminal son formas adquiridas de agresión por medio del aprendizaje. Ante ciertas condiciones del medioambiente, la mezcla de los químicos naturales del cerebro entra en acción y acaba explotando, dando lugar a formas de comportamiento social agresivo.

La parte natural de la agresión humana se traduce en respuestas instintivas o pulsionales que se manifiestan de distintas maneras según sea la situación del medioambiente. Ello significa que la parte social de la agresión es la que dota del grado en que se exprese la agresión. En este sentido, se habla del evolucionismo social de la agresión, que históricamente prueba que la violencia humana ha ido perfeccionándose. El aprendizaje humano dota a la agresión de formas e intensidad en el modo en que se ejecuta. Frente a una determinada situación, el ser humano puede ser agresivo, teniendo a la mano distintas formas de serlo y siendo capaz de decidir la intensidad y el nivel de daño que puede y quiere imprimir en su víctima. Con el tiempo, la humanidad ha almacenado un repertorio para lastimar y atentar contra el otro. La agresión humana en el evolucionismo moderado es natural, social y cultural, y el aprendizaje juega un papel clave en la existencia de los rituales de la violencia.

Desde el punto de vista del evolucionismo, en la crueldad está presente la mezcla de la natural y lo cultural, la razón devenida como un acto irracional y la moral transgredida por inhumanidad. La crueldad es un acto irracional e inhumano, refleja la atrocidad de la que es capaz el ser humano, se presenta cuando los reguladores innatos y culturales han fracasado, al segregarse químicos y, al sumarse la derrota de la razón y la moral, la crueldad se presenta de diversas formas. La crueldad es un medio y un fin: es un medio de expresión de la pulsión de muerte, el lado oscuro de la humanidad; es un fin, porque busca acabar con la persona con el otro, es la antesala a la muerte al perseguir el asesinato moral, psicológico y físico. Los límites de la crueldad dependen de lo biológico-químico y de la intervención de la sociedad y la cultura. La crueldad es el aderezo de la agresión, maltrato, acoso, violencia y atentado, porque tiene en su interior la intención de destruir a la persona o personas a las que se dirige. La crueldad ha evolucionado culturalmente, se han inventado artefactos para torturar, para hacer sufrir, para asesinar; los sentimientos humanos negativos afloran ante la subordinación de los sentimientos positivos.

La vertiente naturalista de la agresión humana se extiende hasta nuestros días con la sociobiología, que forma parte de las ciencias de la evolución como rama de la biología evolutiva y de la biología de las poblaciones. Los argumentos iniciales estuvieron orientados al estudio del comportamiento social animal (Muñoz, 2006). La sociobiología del comportamiento animal replantea la tesis tradicional del evolucionismo y de la etiología, que sostiene que entre animales de la misma especie la agresión no conduce al conflicto mortal; la agresión en el seno de una misma especie solo es un mecanismo natural de selección para mantener a los más fuertes y asegurar la especie. La única especie que lleva la agresión hasta el nivel de un conflicto mortal utilizando la razón es el ser humano.

Al estudiarse el comportamiento social de los animales, la sociobiología plantea que no es solamente el ser humano quien practica la agresión mortal, también otras especies de invertebrados y de vertebrados la culminan, e incluso es común la práctica del canibalismo. Esta tesis supone un giro radical, pues se pasa de considerar la especie humana como la más agresiva del planeta a entender que esto no es así, que es considerablemente menos agresiva que muchas especies animales. La tesis de la sociobiología es que la especie humana es agresiva por naturaleza, pero menos agresiva que otras especies animales.

Más recientemente, la sociobiología cambia su acento, que pasa del comportamiento social de los animales al comportamiento social del ser humano, y asume una posición moderada al establecer que en el ser humano no todos los comportamientos tienen un antecedente genético. A este respecto, Ruse señala lo siguiente:

A partir de los estudios de los experimentos naturales humanos, que incluyo bajo el rótulo de la «evidencia directa» de la sociobiología humana, podemos, como consecuencia, afirmar definitivamente que existe una base para la creencia de que algunos comportamientos humanos, o determinadas formas de tales comportamientos, están controlados por lo genes. Añadiría que parte de esta evidencia es lo bastante inambigua y fuerte como para que incluso los críticos de la sociobiología estén dispuestos a admitir su relevancia y fuerza. (1989, 189)

La sociobiología humana asume la tesis moderada de la existencia de una delgada línea que separa lo natural de lo cultural. Esa separación es fundamental a la hora de admitir la existencia de comportamientos humanos que son estrictamente genéticos o sociales, o bien que hay otras conductas en las que participan lo innato y el aprendizaje. El altruismo es algo propiamente humano que hasta el momento no se vincula con la herencia genética, mientras que a la esquizofrenia se la concibe como una enfermedad genética y a la agresión se la concibe como algo natural y del medioambiente. La crueldad, en este contexto teórico, se podría entender como un comportamiento antisocial tan aberrante que forma parte de la razón, de la intencionalidad humana de pretender acabar con el otro. La crueldad es algo pensado, deseado y hasta premeditado, constituye una falta grave de la vida humana que no puede reducirse a la fatalidad biológica. Una forma histórica de eludir la verdad del acento humano de la crueldad es pretender situarla como un trastorno psicológico de tipo natural, lo cual representa una forma elegante de negar la existencia de la maldad humana como parte constitutiva de la sociedad.

La vertiente naturalista se ve reforzada por la neurociencia, que defiende que la conducta humana es resultado de la actividad cerebral; esta tesis se coloca en la frontera de los estudios de la biología. La conciencia y la conducta humana poseen una base neurobiológica; la función cerebral consiste en el procesamiento bioquímico que tiene lugar en el sistema nervioso. En la neurociencia participan disciplinas experimentales de las ciencias naturales y de la ciencia del comportamiento, como la anatomía, la embriología, la fisiología, la farmacología y la psicología. En conjunto, asumen la tesis moderada del evolucionismo y de la etología: que la conducta humana está impregnada por la relación entre genes y el medioambiente. Kandel, Schwartz y Jessell ejemplifican la relación entre la naturaleza y el medioambiente de la forma siguiente:

Un ejemplo llamativo de cómo interaccionan los genes y el ambiente es la fenilcetonuria. Esta enfermedad causa un grave trastorno de la función cognitiva que afecta a un niño de cada 15.000. Los niños que expresan esta enfermedad tienen dos copias anormales del gen que codifica la fenilalanina, un aminoácido que forma parte de las proteínas de la dieta, en otro aminoácido, la tirosina. Muchos otros niños son portadores de una sola copia anormal del gen y se encuentran asintomáticos. Los niños que carecen de las dos copias funcionales del gen presentan altos niveles sanguíneos de fenilamina. Estos niveles sanguíneos elevados determinan a su vez la producción de un metabolito tóxico que interfiere en la maduración normal del cerebro. Afortunadamente, el tratamiento de esta enfermedad es muy sencillo y eficaz: el retraso mental se puede evitar por completo restringiendo el aporte de proteína, reduciendo la fenilamina de la dieta. (Kandel, 2001, 38)

Este ejemplo muestra cómo una forma de retraso mental está asociada a la producción de fenilcetonuria, en la cual participan la herencia y el medioambiente; la suma del gen de fenilamina hidroxilasa con defecto y el hecho de ingerir proteínas enriquecidas de fenilamina genera un desarrollo anormal en la infancia, que conduce al retraso mental: gen y alimentación van de la mano en este caso. Al modificar la dieta alimenticia reduciendo el nivel de consumo de proteínas que producen la tirosina, la parte genética se modifica. Como este ejemplo existen otros casos, como el de la conducta agresiva, que tiene bases neurobiológicas.

La conducta agresiva del ser humano se interpreta en la neurociencia como resultado del entorno social de la persona y su naturaleza neurológica. Se han planteado dos líneas de investigación: una inicial, que establece que la conducta agresiva es resultado del funcionamiento del hipotálamo, de la función de la serotonina como neurotransmisor y de la testosterona, la cual, al aumentar, provoca un comportamiento agresivo; y una línea más reciente, que vincula la agresividad a un aumento del volumen de la corteza frontal. Llévano, que sostiene la existencia de la neurobiología de la agresión, expone de manera precisa la relación entre lo natural y lo adquirido socialmente:

Las alteraciones funcionales subcorticales sugieren que la agresión reactiva podría estar relacionada con la falta de inhibición prefrontal, que a su vez podría relacionarse con una disminución en la actividad serotoninérgica del circuito límbico-orbitofrontal. Adicionalmente, se postula que la región insular desempeña un papel importante en el reconocimiento de las emociones propias y de otros, lo cual está relacionado con la empatía […]. Desde esta perspectiva, la interacción social es esencial para el ser humano, y el desarrollo de habilidades como la empatía, entendida como la capacidad para sentir el dolor del otro, estaría relacionada con la acción gradual de un conjunto de circuitos neuronales que permitan al individuo establecer la experiencia emocional de otro individuo como propia; al presentarse esta situación, neuronas espejo ubicadas en regiones límbicas, el cíngulo anterior, el córtex premotor, el giro frontal inferior y regiones prefrontales comienzan a activarse momentos antes de la experiencia emocional, hipotetizándose que alteraciones funcionales en esta red neuronal estaría presente en individuos agresivos y en aquellos que no pueden detener la conducta agresiva una vez se ha iniciado… (2013, 73)

Este argumento es interesante, dado que la clave de la reducción neurobiológica de la agresión se deposita en el aprendizaje de la conducta social: un comportamiento empático con emociones positivas funciona en las neuronas espejo para reducir la agresión. La conducta agresiva puede ser inhibida o potenciada con la experiencia emocional que se genere en el medioambiente social; así, frente a un ambiente social adverso, es probable que la agresión fluya, y viceversa: en un ambiente social empático, basado en una psicología positiva, la agresión puede regularse. Existe una interdependencia entre la naturaleza del cerebro y la condición humana, y el punto de partida de la agresión es la esfera neurobiológica, que puede resolverse con la acción en el medioambiente.

La tesis de la neurociencia no se aleja del planteamiento de la psicobiología, que estudia la relación entre el cerebro y el comportamiento. La psicobiología encuentra sus bases en la genética, la neuroquímica, la endocrinología, la etología y la neurobiología. Forma parte de las ciencias de la evolución, asume la tesis moderada de la agresión a partir de aceptar la interacción que se da entre factores psíquicos, sociales y culturales con los factores naturales. Las patologías psicológicas tienen una explicación en el comportamiento social junto con la función cerebral. Se asume lo siguiente:

La agresividad es catalogada como una conducta natural que evolutivamente nos ha acompañado y que responde a la satisfacción de necesidades básicas en los individuos de la especie; por su parte, la violencia va un poco más allá en cuanto comportamiento extremo e irracional, ya que tiene como objetivo hacer daño, sin mantener relación alguna con un fin adaptativo. Indiscutiblemente, existen diversos factores que influyen en la manifestación de conductas agresivas y comportamientos violentos y, en los ámbitos de estudio del comportamiento humano, es ampliamente aceptada la influencia de factores biológicos y ambientales, así como su interacción. (Sepúlveda, 2017, 6)

En la exposición de Sepúlveda hallamos las directrices del naturalismo moderado que se han mencionado y que dan cuerpo a la concepción de la agresión humana como resultado de factores naturales y de factores sociales:

La agresividad humana es parte de la evolución de las especies.La agresividad humana es una conducta natural.La agresividad humana es una manifestación de las necesidades del ser humano.En la agresividad humana intervienen aspectos biológicos, químicos, genéticos, y del funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso.En la agresividad humana intervienen pautas sociales y culturales.La agresividad humana es adaptativa.

Desde la perspectiva naturalista, la agresividad humana está determinada por comportamientos que dañan, cuya raíz no está únicamente en lo social, sino que se comparte con leyes naturales del funcionamiento del organismo. La persona puede inhibir o potenciar la agresividad, dependiendo de la relación entre el medioambiente y la naturaleza humana. Ambos aspectos son mecanismos de adaptación al contexto de la persona para satisfacer sus necesidades y responder a las especificidades del contexto.

Existen conductas y comportamientos humanos relacionados con causar daño, herir y lesionar que tienen que ver con las leyes naturales y con comportamientos de tipo social, pero que son consideradas de un nivel más elevado de agresividad humana, como la crueldad. Esta se concibe desde la perspectiva del evolucionismo moderado como la concentración de una carga psíquica que se acumula como una fuerza natural de agresión y que, según el contexto, en cualquier momento puede explotar. Es una explosión de genes y comportamientos humanos. La crueldad humana es una sobre carga de agresión que no tiene un carácter adaptativo, sobrepasa la finalidad biológica, está más allá del comportamiento innato. La crueldad es, desde esta lógica, una forma potenciada de agresividad que se refleja en un comportamiento complejo donde se interrelacionan aspectos psicológicos, sociales y culturales.

Para Cuevas y Granados (2011), la crueldad es doblemente humana; retomando a Nietzsche, demasiado humana. Doblemente humana, porque se compone del sustrato natural y del sustrato –que solo el ser humano posee– fenomenológico, que no tiene un carácter natural. La crueldad es parte de lo humano, corresponde a sus modos de ser, pensar y actuar, los cuales se orientan hacia la destrucción del otro, que puede ser un animal, una persona o el medioambiente. Como señalan Cuevas y Granados:

La crueldad es un fenómeno doblemente humano, en el sentido de que, por un lado, la agresión placentera, si bien tiene un sustrato innato instintivo-pulsional, no se observa dentro de las lógicas agresivas de otras especies. Nuestra agresividad está atravesada por los símbolos, significados y finalidades propios de cada contexto sociopolítico y cultural. Por otro lado, la crueldad es un juego del lenguaje, un concepto inventado por el ser humano con el fin de expiar, como ya sabemos, ciertos comportamientos de su autodefinición, pero especialmente para negar lo humano en la idea de experimentar placer en la agresión, humillación o destrucción del otro (sea otro ser humano, un animal o el medioambiente en general). (2011, 129)

La crueldad humana no puede refugiarse en el manto de la naturaleza para no asumir su responsabilidad la humanidad de sus actos de barbarie que comete de distintas formas y en distintas condiciones sociales, si bien la crueldad conlleva agresividad, hay una parte que es una invención del ser humano. La crueldad humana está medida por símbolos, significados y finalidades, las acciones en que se manifiesta la crueldad tienen intencionalidades que el fin último es destruir al otro. En está dirección la crueldad tiene que ver con la condición humana.

1.2 La crueldad en la condición humana

Contraria al determinismo evolucionista, la idea de la condición humana abre la posibilidad de transformación de la maldad humana. La condición humana es transformable, se expresa en la manera de actuar de las personas en su propia singularidad, no se rinde ante el ser cruel, representa la oportunidad de poder ser de forma distinta. La crueldad en la condición humana es una producción simbólica que representa la inteligibilidad de la maldad y destrucción con la finalidad de mostrar la capacidad del ser humano para apropiarse del otro a través de la agresión, el abuso, el maltrato y la violencia. Un canibalismo simbólico en la interacción humana: el depredador atormenta a su presa, juega con ella, la lleva al límite del miedo, pánico, terror… hasta la derrota psicológica, moral y física.

La crueldad como extremo de las formas de la agresión humana es un argumento que demuestra la brutalidad que es capaz de infligir el ser humano en la sociedad. Estrada (2016), al abordar la violencia ontológica, desnuda el simbolismo y el significado de la crueldad en los cuerpos. Hace referencia a la manifestación de la crueldad como deshumanización, algo que engulle la dignidad humana. En sus palabras:

La violencia criminal u homicida contemporánea llevada a sus extremos se manifiesta como un tipo violencia cuya finalidad no es ya el acto de quitar la vida, sino la destrucción del cuerpo marcado por el simbolismo de crueldad como forma de atentar contra la dignidad y la condición humana, […] como violencia ontológica. El cuerpo es un discurso social y, junto con la mente y el espíritu, un elemento constitutivo de lo humano, por lo que su desaparición, tortura, mutilación y desmembramiento verifica la desarticulación psicológica y social de la condición humana, convirtiendo el cuerpo del cadáver en un mensaje deshumanizante del horror social. (Estrada, 2016, 1)

Antes de arrebatar la vida, del asesinato, está la crueldad con su sentido ontológico, al desarticular psicológica y físicamente cuerpo y espíritu. El mensaje simbólico es el horror social de la condición humana. La crueldad es deshumanización que se manifiesta en la peor conducta que tiene la persona al desconocer a sus iguales, los trata como no personas, no humanos. Estamos ante la frivolidad inhumana de la razón ante la invención de la negación de la desigualdad. Lo diferente merece ser castigado hasta el exterminio. Las películas de terror en torno a la condición humana, tan solo por mirar la historia moderna, constituyen un inmenso museo de la crueldad, del horror, de la intolerancia humana.