La edad media - Leonardo Cano - E-Book

La edad media E-Book

Leonardo Cano

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Beschreibung

En 'La edad media' se suceden tres historias cruzadas en el tiempo, atravesadas por la ansiedad, el humor y la tragedia de las aspiraciones desbaratadas. Furiosa y lírica a la vez, la original primera novela de Leonardo Cano indaga sobre la profundidad del deseo a un ritmo enérgico que concatena el salvaje ambiente escolar del Mario Vargas Llosa de 'La ciudad y los perros', la ligereza de la mejor comedia romántica a través de la Red y la pasividad burocrática de un sistema judicial en el que reconocemos la aspereza de los personajes de Houellebecq o la impiedad de los de Bret Easton Ellis. En sus páginas, y mediante tres sorprendentes puntos de vista que entrelazan otras tantas historias del pasado y del presente, se nos muestra la peripecia vital, profesional y sentimental de unos jóvenes que, al contacto con la madurez, ven quebrados sus proyectos y sueños, y a través de ellos, los de toda una generación y una época que sentimos muy cercanas.

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Leonardo Cano

Leonardo Cano (Murcia, 1977) es Licenciado en Derecho y Máster en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Europea.

Premio Creajoven de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, ha sido abogado, guionista, creativo de publicidad, crítico gastronómico y colaborador en diversos medios escritos y digitales.

Actualmente, ejerce de funcionario del Ministerio de Justicia y está acabando su doctorado en Literatura Española Contemporánea. La edad media es su primera novela.

Candaya Narrativa, 38

LA EDAD MEDIA

© Leonardo Cano

Primera edición impresa: febrero de 2016

© Editorial Candaya S.L.

Camí de l’Arboçar, 4 - Les Gunyoles

08793 Avinyonet del Penedès (Barcelona)

www.candaya.com

facebook.com/edcandaya

Diseño de la colección:

Francesc Fernández

Imagen de la cubierta:

Francesc Fernández

BIC: FA

ISBN: 978-84-15934-26-4

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier procedimiento, sin la previa autorización del editor.

A Resurrección, la de Leonardo; a Leonardo, el de Resurrección

Índice

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1

Y el hijodelRana estuvo veinte días sin venir tras el secuestro y, cuando volvió por clase, tenía toda la pinta de un regaliz medio chupado con boca, ojos y gafas a voleo.

Y le aplaudimos porque nos lo dijo la de Ciencias.

Y no eran aplausos lo que nos repartía el Rana cuando llegábamos tarde y corríamos por la entrada del San Juan Bosco, y era el director y también nos daba Sociales.

Y, mientras le aplaudíamos, el hijodelRana pasó entre los pupitres con la mirada puesta en sus Yumas horteras y dejó su mochila cuadrada encima del último banco como si se le estuvieran acabando las pilas del walkman.

Y el hijodelRana estaría medio chupado, pero seguía siendo un gordo.

Y parecía que estaban hechos de madera y hierro, los pupitres, pero de cerca eran de chicle y rayajos de Bic y pegatinas.

Y los empollones se sentaban al final, porque los profesores preferían tener cerca a los inútiles, y como subíamos y bajábamos de notas en cada evaluación, venía después el Rana a jugar a las sillas musicales con nuestros boletines.

Y por el final estaba el hijodelRana, que tenía delante a Fauró, su amiguito del alma, y a Moya un poco más allá, y era un trío al que realmente no podías parar de meterle pescozones.

Y, al menos, el abuelo de Moya había regalado a los Salesianos el terreno del pabellón acristalado, y a Fauró solía recogerlo su madre en un Mercedes 500SL color berenjena porque su marido andaba siempre de congreso, pero el muy hijodelRana estaba gratis en el Bosco por su padre.

Y ya ves si sabíamos lo de su secuestro, pero queríamos preguntárselo a él, que para eso nosotros sí que pagábamos el colegio.

Y el hijodelRana no levantaba la cabeza de su libreta y de su estuche marca la pava, y sólo Fauró se daba la vuelta de vez en cuando para cuchichearle.

Y qué te ha pasado, me han operado de peritonitis, y te has perdido mogollón de exámenes en el hospital, sí, creo que el de Ciencias, y el de Sociales también, ¿no?, ah, también.

Y el jersey enano del uniforme de Fauró se estiraba en su espalda hasta inventar la mercromina transparente.

Y cuándo lo vas a hacer, ni idea, no te lo habrá puesto tu padre en casa, qué va.

Y luego no íbamos a preguntarle por lo del secuestro, con su padre allí, y cuando el Rana entró a la hora de Sociales, justo detrás de sus ojos de Barrio Sésamo, ya todos teníamos el libro abierto por la página 26.

Y también el hijodelRana, pero su padre llamó a Urquiain, que estaba en la primera fila, y le lanzó el folio mecanografiado.

Y despierte, dele esto a Gómez.

Y, por la cara de globo terráqueo del hijodelRana cuando Urquiain se lo entregó, pareció que hubiera vuelto a encontrarse con los que le rajaron en la barriga el logo de nuestras Nike.

Y luego el muy empollón hizo el examen como un tiro.

M baja en ascensor desde la casa de sus padres hasta la plaza de garaje de sus padres. Arranca el coche de sus padres. Conduce veinte kilómetros hasta la Ciudad de la Justicia, que no es una ciudad pero pertenece al Ministerio de Justicia.

La mesa que ocupa, con forma de cruz, también pertenece al Ministerio. A su derecha, su compañera G comparte el ángulo recto adyacente. Comparten, además, tres cubiletes asaeteados por bolígrafos, el teléfono, una tijeras extendidas y la tapa de una caja de cartón que contiene tacos de post-it y sellos de caucho. Hay dos grapadoras. Cada uno tiene su ordenador. Con el programa Minerva para tramitar los expedientes.

G es rechoncha. Se diría que tiene treinta y algo pero, si sonríe, se le ven los cuarenta y muchos gesticularse. M le dice hola y le pregunta por el examen de conducir galantemente sin atender a la respuesta. Lo ha suspendido catorce veces.

La mesa de M y G es la segunda desde la entrada de la oficina. Está colmada de bandejas con escritos y procedimientos judiciales apilados. M lleva civil y G penal. Los procedimientos civiles son rojos y los penales son violetas. Detrás de ellos hay dos armarios metálicos pegados a la pared. Contienen más autos judiciales amontonados. Cada funcionario es libre de apilar sus procedimientos como quiera.

M toma un escrito de la bandeja de plástico negra. Mira el número anotado en la esquina superior izquierda: ORD 458/15. Busca el Procedimiento Ordinario 458/15 entre los montones y luego en su armario. Grapa el escrito al final de dicho procedimiento.

La Oficina Judicial Nº8 es alargada, y los abogados y procuradores encuentran tres mesas como la de M hasta llegar al despacho de la secretaria judicial. Con dos funcionarios sentados en cada una y dos armarios metálicos detrás. Frente a ellos, la Justicia, las ventanas y el final de los edificios más prósperos de la ciudad contra el cielo.

–Perdonen, ¿quién es G? –pregunta un abogado desde la puerta, recitando la letra que encabeza el escrito sostenido en su mano. Su traje es rectilíneo. Ya rebasó la treintena.

–¡Mirad el mensaje que me acaba de llegar al móvil! –grita L ásperamente, desde la primera mesa, por encima de sus gafas de lectura–: “Recordad: TANIA. Jovencita de Torrevieja. Estará en la ciudad los días 23 y 24. Pedidme hora cuanto antes para organizar su agenda. BRUNO.”

–Se habrán equivocado –responde T sentada al otro lado. Lleva unos aros de carey haciendo funambulismo sobre sus orejas mientras grapa cientos de folios. De dos en dos.

–Qué va, si Bruno es amigo mío desde la mili.

–¿Quién es G? –repite el abogado con una entonación perfecta, señalando de nuevo a la letra inscrita en su papel.

–Hola… ¿Sigues durmiendo? –grita G al teléfono con voz de vender melones al peso–. ¡Por los clavos divinos... si son ya las diez! Vente para acá… ¿A las doce?... SI ES QUE ME VAS A MATAR.

Al abogado le acompaña una maleta negra con ruedas que acata las dimensiones de los portaequipajes aéreos. Su voz le es muy familiar a M, y reza para no recordarla de la carrera. El abogado decide acercarse un poco más. Interroga en alto quién lleva el Procedimiento Abreviado 314/14.

Nadie lo lleva.

–Pregúntale al interino –contesta L finalmente–. Los interinos lo saben todo. –Señala a M y se ríe. La barriga le emerge entre los botones de la camisa de rayas.

El abogado se dispone a arrastrar su maleta por la cola de embarque judicial hacia la segunda mesa. M puede reconocer al delegado de su clase de Civil III.

–Ni idea –responde M antes de que éste llegue, ocultando su cara tras la pantalla.

El abogado sacude la cabeza y vira en sentido contrario a mitad de trayecto. Abandona la oficina a la combustión de un bufido.

M agarra un escrito de la bandeja de plástico negra y lo arruga hasta encresparlo. ORD 55/13. En busca del procedimiento, escarba entre los montones. También en el armario. Archiva el escrito en la papelera hecho dieciséis trozos.

Chat con Julia Gainsbourg [email protected]

de: mí [email protected]

Yo: hola, julia! qué tal? te has vuelto ya a Madrid?

Julia: Holaaaa. Muy bien, Nacho…

Sí, de nuevo aquí… la oficina es un caos, pero ya había ganas de volver

Yo: debes de ser la única a la que le gusta volver al trabajo!!! jaja

Julia: Sí, bueno, tenía ganas de ver a mis compis y eso…Y tú? cuándo vuelves a trabajar? Tienes ganas?

Yo: ganas ningunas. me queda una semana todavía de vacaciones, y espero que dure eternamente.

voy a comprarme una marmota que anuncie seis semanas más de verano

Julia: Ja ja. Dónde trabajabas? Sé que me lo dijiste… pero las copas… je je

Yo: en Barclays, en la sucursal de Marqués de Caro

Julia: Es verdad, me lo dijiste…Anda, pues estás al lado de la casa de mi abuela! muchas veces paso por allí cuando voy a verla

Yo: porque tú vivías en La Quinta, no?

Julia: Sí, mi familia…. Nacho, yo vivo en Madrid, recuerdas? Ja ja

De mi direcc de correo sí que te has acordado, por cierto ☺

Yo: jajaja te dije que no había bebido tanto. pues ya sabes, cuando vuelvas, pásate a verme por la ofi y nos tomamos un café

lo de Gainsbourg por qué es? por serge o charlotte?

tú trabajabas en Accenture, no?

lo de la otra noche estuvo bien

_______________

Julia: Perdona, que me han llamado a una reunión

Bueno…sí estuvo bien, aunque se nos fue un poco la cabeza. Tengo que decirte que yo no estaba nada tranquila… pasaba mucha gente por la plaza, pero imagino que te diste cuenta.

Yo: jaja tampoco pudieron ver mucho, tonta

Julia: Demasiado! Que yo soy una señorita!

Yo: jaja me consta

pero si fuiste túuuu…

Julia: Yooooo?

Yo: no, qué va. cuando se fueron todos del cumple de javi, APROVECHASTE PARA PEGARME UN LENGÜETAZO EN EL OÍDO.

Julia: Quéeee???... bueno, antes de eso habrá que contar todas tus miradas de tonteo, tu acercamiento, tu invitación a tres copas (que es lo que hizo que todo el mundo se fuera y nos dejara solos en la terraza) y tus comentarios sobre mis ojos y mi pelo, que (te recuerdo) acariciabas…

Yo: jaja bueeeno

Julia: De todas formas, prefiero pensar que fue un beso en el oído y no un lengüetazo… Un beso en el oído para volverte adicto y que luego no te pudieras dormir.

Yo: y no pude. es verdad

Julia: Pero después, fuiste tú el que me dijiste que te besara! ja ja. Me lo pediste!

Yo: jajaa sí. pero porque estaba sonando la canción perfecta para un primer beso y no quería que se acabara antes!

Julia: Sí? cuál?

Yo: Lucky, de Radiohead. la conoces? es buenísima, y estaba allí sonando. fue perfecto

Julia: Madre mía…

Yo: qué

Julia: Nada

Yo: ?

bueno

sabes qué grupo es?

Julia: Y todo eso por un beso en el oído ☺… no, no lo conozco.

Para mí los oídos son muy importantes, sabes?

Yo: sí, me contaste que tienes uno malito, no?

Julia: Ja ja sí, bueno “malito”...Desde pequeña no oigo ni un pimiento por el oído izquierdo. Por eso te decía que te acercaras el otro día.

Si hay gente hablando, y encima música, todo lo recibo por el derecho... Pero oigo bien, eh

Yo: ya, ya, me consta ja

Julia: Sip…Bueno, Nacho, voy a seguir, que no me sale este excell de mierdKDEÑIDE.

Yo: jaja ok

Julia: Un beeso

Yo: otro (en el oído) ;)

M se marcha de la Ciudad de la Justicia y vuelve a casa de sus padres. En el coche de sus padres. Por la tarde, sale a la calle detrás de algo en el futuro que sea de su propiedad.

Los procesos de selección en los despachos de abogados se suelen resolver por estricto orden hereditario y, debido a la crisis, las oposiciones a la Unión Europea son las únicas que ofertan plazas para el próximo lustro. M se entrevista con un preparador que le cuenta que son necesarios seis o siete años para aprobarlas. Visita otra academia, en la que no disponen de plazas para opositores de más de treinta. Ya en la última de la tarde, la administrativa le recibe sentada en un taburete, detrás de una tribuna excesivamente alta. Parece una juez de silla. La administrativa le comenta que allí se explican tres temas cada semana. M calcula: tiene para dos años y medio.

–¿Y no me podrían vender los temas de la oposición?

–Imposible

–Es que ya estudié Derecho, y tres temas me los termino yo en un día…

–Pues preséntate a las de Presidente del Gobierno, cielo.

2

Y al hijodelRana lo apuntó su madre a clases de piano una tarde después de misa.

Y la madre del hijodelRana tenía el careto como de horchata y venía a veces a fregar las escaleras del colegio para pagarle las clases de piano, pero no decía “me se” como las limpiadoras del Bosco.

Y su padre lo apuntó también a inglés con un australiano al que le olía la boca a cantimplora.

Y en el colegio decían que el Rana había sido salesiano y que desertó de la congregación de Burgos para casarse, ya de viejo, con esa solterona, familia del Provincial de Barcelona.

Y, con la boda, habían conseguido el traslado del Rana y la Enciclopedia Universal Ilustrada Salvat y un hijo al que la psicóloga de gafas con cordón alrededor del cuello descubrió como superdotado, el muy hijodelRana.

Y, cariño, tienes un don, te lo ha dado Dios.

Y la psicóloga de gafas con cordón alrededor del cuello venía de Madrid, y nos habían avisado de su llegada con antelación en varias circulares de colores, y nuestros padres nos habían avisado con antelación de que ellos nunca se peleaban.

Y estuvimos una semana entera con los test psicotécnicos, y nos preguntaron por todo varias veces y aposta, menos por el coche que teníamos, porque de calle hubiera ganado el Testarossa de Montero.

Y la madre del hijodelRana le preguntó si quería que lo apuntaran a música o ajedrez, pero él seguro que prefería jugar al futbito con sus Yumas horteras o leer libros de misterio.

Y cariño, llevas gafas, qué prefieres: música o ajedrez.

Y elige tu propia aventura.

M baja de casa de sus padres, arranca el coche de sus padres y en el salpicadero le aparece una seta luminosa, color calabaza, seguida de un pitido agudo. M no la ha visto antes en su vida. Busca en el manual pringoso de la guantera y lee que se trata de una avería de gases en el motor. También lee el imperativo de llevarlo cuanto antes al taller más cercano.

M conduce veinte kilómetros hasta la Ciudad de la Justicia, en el coche de sus padres, acompañado por el recordatorio de la seta cósmica. Con todo, llega veinte minutos tarde al trabajo. Ventila a saltos los ocho pisos por las escaleras y se lanza sobre su silla. Logra encender el ordenador justo antes de que los tacones de doña Carmen se escuchen por el pasillo de entrada.

Doña Carmen, la secretaria judicial, es una señora que parece tener los rulos siempre tibios y no suele llegar antes de las diez. El magistrado logra en pocas ocasiones aparecer antes de media mañana. Pero si M llega veinte minutos tarde, porque al coche de sus padres le brotan setas, mejor es que ninguno de ellos lo advierta.

La secretaria judicial piensa que M es muy eficiente. Siempre que ella tiene una pregunta, M conoce la repuesta. Doña Carmen estuvo muchos años en un juzgado de lo penal y, por tanto, domina ampliamente ese rito. Pero aún es pronto para que consiga descifrar los entresijos del derecho civil. M ha aceptado destinos entre todas las ramas del Derecho conocidas y fue destinado a la sección civil de esta oficina judicial hace menos de un año. Ya es capaz, sin embargo, de cumplir debidamente con su trabajo a salto de página de internet.

–Buenos días –la secretaria, al decir de sus tacones.

–Buenos días, doña Carmen –contestan los funcionarios a la puerta ya cerrándose de su despacho.

Chat con Julia Gainsbourg [email protected]

de: mí [email protected]

Yo: hi, juliette!

no estás? espero que tu mañana vaya tranquila

lo que quería mandarte era la canción:

Lucky, de Radiohead: https://open.spotify.com/track/6n7GUf2h8D2Ad2wUy5s7nE

es la canción de nuestro primer lengüetazo en el oído ☺. me encanta, es totalmente enigmática:

LUCKY

I’m on a roll,

I’m on a roll this time.

I feel my luck could change.

Kill me Sarah,

kill me again with love.

It’s gonna be a glorious day.

Pull me out of the aircrash,

pull me out of the lake,

‘cause I’m your superhero.

We are standing on the edge.

The head of state

has called for me by name

but I don’t have time for him.

It’s gonna be a glorious day!

I feel my luck could change.

Pull me out of the aircrash,

pull me out of the lake,

‘cause I’m your superhero.

We are standing on the edge.

We are standing on the edge.

para que veas que la guiri del Charada no tenía ni puta idea de español, pero como adjudicadora de bandas sonoras personales no tiene precio. menos mal que te convencí antes de que terminara!! B-)

un beso desde tu patria

_______________

Julia: Halaa! ja ja.

Pues muy a mi pesar no puedo escuchar la canción porque en la ofi tenemos capadas muchas webs. pero con la letra haré una búsqueda minuciosa. gracias!

_______________

Yo: http://www.filestube.com/90b005287413ba3803ea/details.html (dale a descargar)

tienes Spotify?: Radiohead – Lucky

a cambio de todo esto, digo yo que podrías mandarme una foto, tu teléfono… lol

_______________

Julia: sin contar lo gracioso que es eso de decirle “dale a descargar” a una ingeniera informática… LO DE PEDIRME UNA FOTO ES TOTALMENTE QUINCEAÑEROOO. Sí tengo spotify…Tú no tienes Facebook?

Yo: 1.- te digo lo de descargar porque en esa página hay doce mil enlaces, gili

2.- la foto. sólo tengo en el móvil una del otro día en que salimos en un estado deplorable. Te aseguro que no querrás que te recuerde así

Julia: Ja ja

Yo: 3.- Todavía no tengo Facebook (es la frase de moda!)

Julia: Bueeno, te mandaré algo que tenga por ahí. Mi tlf es 677544554

Yo: OOOH, MUUUCHAS GRAAACIAS

Julia: tonto

Yo: ☺

Sentado frente a la mesa de T, la primera desde la entrada de la oficina, se encuentra un moro joven de pelambrera como recién aparecida tras una riada. Los pendientes de órbita que soporta T aún se balancean.

G grita que ha salido antes a buscar sujetadores al mercadillo, pero que ahora no sabe qué talla usa. 90 copa C. 100 copa B. 95 copa no sé cuántos. Antes era fácil: se los probaba. Desde hace un tiempo, no está permitido probarse las prendas en los puestos.

–Pero si tú, por lo menos, tienes una 120 –grita T.

–¿Yo? Qué va, si nunca he tenido mucho pecho.

–Tienes dos tetas como cabezas de perro –grita T. Y dirigiéndose al hombre que tiene sentado a su mesa, le dice–: No, no, usted viene aquí porque yo le tengo que notificar esa sentencia. Usted ya se la da a su abogado.

–Pero… ¿yo libre? ¿Yo Marruecos?

–¡Qué coño Marruecos! A ver –dice quitándole la sentencia de las manos; pasa las hojas hasta el final y lee a voz en grito–: “Debo condenar y condeno al acusado Ahmed Sakur como autor responsable de un delito de agresión sexual, precedentemente definido, sin que concurran circunstancias modificativas de responsabilidad criminal, a la pena de 18 meses de prisión con la accesoria de prohibición de aproximarse a menos de 500 metros de Silvia Gil Ruano y de comunicarse por cualquier medio con ella por plazo de 3 años y al pago de las costas causadas en esta instancia”. –Y añade–: Usted tiene que dar esto a su abogado. Abogado –dice, golpeando el lugar del sustantivo en el papel–. Pero antes me firmas la notificación.

Acto seguido, T recoge los restos de su NIE tazado y sin microchip. Localiza en su armario el procedimiento. Luego rellena la diligencia de notificación en el ordenador, la imprime y se la presenta al chico. Antes aparta discretamente su bolígrafo de la mesa y le acerca el cubilete. El moro extrae de él otro bolígrafo con la mano izquierda, lo envuelve completamente con el puño y ensaya un lazo áspero sobre el papel. T recoge la notificación y le devuelve la copia de la sentencia.

–Hale.

El moro coge el papel sin ganas, pasea hasta la entrada inapetente, sale sin mayor empeño. Portando el bolígrafo como el testigo de su 4x100 Juzgados.

En cuanto se marcha, T decide levantarse y entrar en el archivo. Vuelve con tres bolígrafos. Dos los guarda en su bolso. El otro lo abandona en el cubilete.

–T –grita L alargando el final con sorna–, ¿a ése no tendrías que haberlo mandado antes a prisión preventiva?

–Yo qué sé, si voy liadísima... Ahora no puedo mirarme todo el procedimiento –grita–. Yo le doy la sentencia, y que su abogado recurra o que no recurra. Lo que quiera. O, si no, que me pongan un ayudante.

A M, mientras tanto, le ha dado tiempo a leer en internet todos los periódicos del día. Nadie le habla por correo ni por chat, así que trabaja el resto de la mañana. El programa informático Minerva vuela en sus dedos. Sale a desayunar un momento y vuelve a trabajar a la hora. La montaña roja de procedimientos desciende a buen ritmo. Al ritmo que él escribe: “No ha lugar”, “Se inadmite”, “No se estima”. Si suena el teléfono de su mesa, es su compañera G quien contesta.

M no es telefonista.

Luego, sale y conduce el coche de sus padres hasta casa de sus padres. De camino, ve a Urquiain abandonar la sede de Endesa junto a otras dos personas. Urquiain lleva traje gris, camisa blanca, corbata roja. Ese hijo de puta se metía los plastidecores por la nariz y tenían que llamar a la profesora para que se la desatascara.

3

Y el Conservatorio estaba en los bajos del Teatro Albéniz y, al año siguiente, estaba en las aulas del Colegio Público San Pablo, apóstol de los gitanos y los pobres que se daban de hostias en su patio, y, un año después, inauguraron el edificio moderno del río, con los mismos cristales que el pabellón del Bosco, pero con notas musicales serigrafiadas.

Y el hijodelRana daba allí sus clases de solfeo todas las tardes menos las de los viernes.

Y, los viernes, su padre le acercaba con el Seat Panda al piso de doña Clara, y doña Clara era una profesora particular de piano que se había dejado en casa el blanco y negro de la televisión todavía encendido.

Y es que, en la mierda de salón del hijodelRana, no cabía un piano, como no cabía un hermano más ni una actividad extraescolar menos.

Y Fauró pasaba de la música y de todo en lo que no se pudiera sacar sobresalientes.

Y en el comedor de Moya sí que había un piano más tocho que el del concierto de We are the world.

Y el padre de Moya era el director de la sucursal del Banco Urquijo en la ciudad y tenía un Jeep gigante con baca que había importado su suegro de Estados Unidos.

Y la madre de Moya no era más que la que le esperaba en casa, así de rubia, porque ya había logrado que su marido fuera el director de la sucursal del Banco Urquijo en la ciudad.

Y aunque el que de verdad lo hubiera conseguido fuera su propio padre, el abuelo de Moya, que sabía dónde encajar todo como en la baca del Jeep gigante, importado de Estados Unidos.

La portada del procedimiento dice “Oficina Judicial Nº 8”. Es de color rojo. Dice “Demandante”, a la izquierda, y “Demandado”, a la derecha. Dice “Letrado”, “Procurador”. Dice “Fecha”, dice “Cantidad”.

M tiene el teclado y la pantalla colocados en la esquina del ángulo recto de su mesa, y por el resto del tablero van erizándose las montañas de autos judiciales. Conservan un orden. Existe la pila de procedimientos por hacer, la de los que esperan la firma del magistrado y la secretaria y la de aquéllos a los que resta por fotocopiar algún documento antes de su envío a la Audiencia Provincial.

M no hace fotocopias.

El auxiliar es quien debe hacerlas. M es gestor procesal, y la ley diferencia categóricamente las competencias de gestores, tramitadores y auxiliares. Es tan tajante que nadie sabe muy bien quién hace qué. Pero está claro que las fotocopias son de la incumbencia del auxiliar. Ya hace días que instalaron la máquina fotocopiadora Canon blanca, con escáner y fax, junto a la mesa de A y P.

En la Oficina Judicial Nº 8 se tramitan penal y civil, y los gestores y los tramitadores tienen repartidos los procedimientos de forma casi jeroglífica. Pero también existen estos dos auxiliares, A y P, a los que se podía ver sentados en la tercera mesa. La pobre A causó baja por depresión, porque su marido tiene casas rurales y alguien tiene que ocuparse, y P suele andar por los demás juzgados ofreciendo su calvicie enmascarada por un largo flequillo y el CD de “Violetas”. En la Oficina Judicial Nº 8 todos lo han comprado. Se trata de un disco de versiones de música actual destrozadas por sus dos hijas pequeñas. En el resto de oficinas judiciales también han puesto cara de escuchar los mismos cantos de embeleso. Pero se han negado a pagarlo. No es P el que tiene que hacerles las fotocopias luego.

Los auxiliares, además, son los encargados de “comprobar que los medios técnicos necesarios para el proceso judicial se encuentren en condiciones de utilización”, según el art. 478 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Dicho poder judicial, en la oficina, está representado por Su Señoría D. José Augusto Galán Hernández de Teixidó, el magistrado.

–Virgen Santísima, no me diga usted. Si es que no puede ser… –grita G al teléfono. Cualquiera podría decir que no es su primer día en la empresa de teleoperadores.

­–Cojones, ¿alguien sabe cómo se mete uno en el Lexnet? –grita L desesperado.

Lexnet es el sistema de notificación telemática de la Administración de Justicia. Les han impartido dos cursos sobre él. Cuando L entró a trabajar en esta administración, los juzgados todavía ni presagiaban el advenimiento de la máquina de escribir.

–Cojones –L, tirando el teclado contra la mesa.

–Ya le digo yo… –continúa G– si es que está muy mal todo. To-do.

El día en que Su Señoría D. José Augusto Galán Hernández de Teixidó tomó posesión de su despacho, hizo sonar todos los teléfonos de la oficina para que alguien fuera en busca de su toga, olvidada en el aparcamiento subterráneo. Más tarde, de sus gafas. Y de los diez tomos de la biblioteca de Aranzadi. P volvió con ellos y se los entregó en el nuevo despacho casi a oscuras. Su Señoría le pidió que descorriera las cortinas. Que desembalara los sillones de cuero. Que quitara el plástico a la mesa de madera maciza y al resto de los muebles. Mientras Su Señoría D. José Augusto Galán Fernández de Teixidó aguardaba cortésmente de pie.

–Muy bien, cariño. Claro que sí. Un beso. –G cuelga con un suspiro perfectamente ejecutado.

–¿Qué querían, G? –pregunta L.

–No, una señora. Que se había equivocado y tenía ganas de hablar.

Chat con Julia Gainsbourg [email protected]

de: mí [email protected]

Julia: Quinceañero, a petición del público te mando unas fotos para que te rías

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Yo: jaja son muy buenas! y sales muy guapa.

Julia: Mi preferida es la de hada, fue en mi cumple del año pasado! ja ja. Siempre me vestían así de pequeña, y mi hermana quiso tomarme el pelo… pero me encanto!

Yo: tú sí que eres una NIÑA

Julia: pues sí, a la que le encanta que le manden canciones por spotify y le recomienden libros (vas a tener que repetirme todos, porque el otro día en el bar no iba yo muy católica)

Yo: jaja ahora me voy al gym. cuando termine, te llamo y te los repito, ok?

Julia: vale, así sigo trabajando

Yo: pero voy a tener que confesarte que también me encantan el fútbol y las comedias románticas para que no pienses que soy un pedante! je

Julia: Mi favorita es Notting hill!!

nacho, pedante eres a la legua ja ja… pero eso forma parte de tu encanto… no te enfades por lo de pedante, eh?

Yo: pedante

adj. y com. Se dice de la persona engreída que hace inoportuno alarde de sus conocimientos.

© Espasa Calpe, S.A.

qué va, mujer!

Julia: ese comentario es de pedante ☺

Yo: jaja calla ya! bueno, luego hablamos.

Julia: vale!

Y el hijodelRana, Moya y Fauró se invitaban de vez en cuando a comer en sus casas, pero Moya y Fauró le decían “Gómez”.

Y la madre de Fauró cocinaba de campeonato, porque su marido se pasaba el año de congreso médico en congreso facultativo, y ella les hacía crêpes y tortellini rellenos de queso de cabra y unas empanadillas de chocolate que le daban mil vueltas a cualquier Bollicao.

Y la madre de Moya siempre servía el arroz chino que hubiese preparado la muchacha, y la muchacha era, unas veces, una chica con muchos problemas que llegaba en coche de línea todas las mañanas desde Castro y, otras veces, una señora con muchos problemas que llegaba todas las mañanas desde San Pedro en autobús.

Y cuando la comida tocaba en casa del hijodelRana, su propia madre preparaba una fiesta de cosas congeladas y les ponía coca-colas o fantas marca la pava si era principio de mes.

Y en la mesa podían hablar entre ellos de Tintin y de Los Cinco y de El expreso de los vampiros sin que nadie fuera a dispararles arroz con el canuto.

Y si Fauró les contaba que acababa de leer El señor de los anillos y que había empezado Demian, Moya y el hijodelRana le atendían de carrerilla.

Y Fauró era un enano, pero una máquina, y también solía ponerles los discos de U2 y de los Dire Straits que se habían pillado Los gilipollas, hasta que Los gilipollas llegaban del instituto a empujones para apagarles todo y darle al hijodelRana recuerdos para su padre croando por el pasillo.

Y el hijodelRana no decía nada porque era un gordo, y Moya y Fauró eran sus amigos, y la verdad es que formaban un trío al que no podías parar de meterle pescozones.

Chat con Julia Gainsbourg [email protected]

de: mí [email protected]

Julia: Buenos días, nachoo!!

Yo: hola, jools!

Julia: Anoche te llamé, pero ya estabas apagado… Quería darte las gracias por veniiir!!!!

Yo: en cuanto llegué del tren me fui a la cama! esta mañana no había quien se levantase.

nada, ha sido un fin de semana genial

Julia: Síii!.. Me encantan las sorpresas!! Gracias por subir

Yo: llevaba tiempo sin ir a Madrid, y la ocasión lo merecía. al menos para ver la cara que ponías en la puerta de tu trabajo jeje

Julia: Jo, eso fue LA LECHE

Yo: ☺

Julia: Esta mañana me lo han preguntado…El chico que viste conmigo era Enrique, mi jefe en el proyecto de sistemas. Es muy callado, pero se ve que la gente le preguntó en el aperitivo que dónde me había metido…

Los viernes, como no trabajamos por la tarde, nos juntamos a tomar una cerveza

Yo: y yo te había secuestrado para llevarte a Viridiana

qué les has dicho?

Julia: Sí! genial el secuestro, eh! Qué bueno todo. Y en la mesa de al lado Almodóvar, ale. Cómo conoces tantos restaurantes buenos aquí?

Yo: jaja me gusta la gastronomía, como a mi padre y a mi abuelo.

a los médicos siempre los llevaban a buenos restaurantes por toda España

también leo sobre el tema

y también tomo mucho omeprazol jaja

Julia: La leyenda de los Fauró! Jaja… Pues ya me vas a tener que llevar siempre a mí también a restaurantes así! ☺

Música, literatura, cine, gastronomía… Para qué te has dedicado a la banca!

Yo: jaja de vez en cuando.

Julia: O cuando haya algo que celebrar.

Yo: la banca es lo que me da más igual de todo!

celebrar por ejemplo que dormimos juntos otra vez ;)

Julia: Yo bajo dentro de dos findes, pero tendré que estar en casa de mis padres 😞. No los veo nada, ni a mi hermana

Bueno… lo hablamos. A lo mejor, uno de los dos días puedo dormir en tu piso…

Yo: ok

_______________

Julia: Sigues?

Yo: sí, sí

Julia: Que me voy a una reu. te llamo esta noche, guapo! Muuchos besos.

4

M viste pantalones chinos y camisa en el trabajo. Con americana, para diferenciarse del resto. Siempre con zapatillas. Que nadie pueda acusarle de creerse un juez o un secretario.

M ha tenido que darle ocho vueltas a la Ciudad de la Justicia hasta encontrar aparcamiento sobre una acera extramuros. La última vez incurrió en grave obstrucción a la circulación: doscientos euros, dos puntos menos. Pero, para conseguir aparcar entre los coches de choque del único solar habilitado, debería estar allí cuarenta minutos antes de la hora. El aparcamiento subterráneo, al que los magistrados y secretarios acceden convenientemente a lo largo de toda la mañana, está exclusivamente reservado para ellos.

–¿Podría llamar al Consejo para recordarles que manden mi nueva tarjeta del parking? –le ha preguntado el magistrado a P.

–Enseguida, Señoría.

M quedó anoche con Chío, su antigua compañera del Bosco, y estuvieron tomando tequilas hasta las tres. De ahí su cara de penitente esta mañana y sus ojeras como un silencio viscoso de umbría. A ésta no acabó llevándosela al piso de su abuelo, como a otras de su instituto, porque, al final, resultó ser farmacéutica pero sin fronteras: desde que la farmacia materna quebrara por el divorcio de sus padres, colabora con la ONG, mientras la vida se la paga poniendo copas.

M tiene muy claro que este mundo sólo es habitable desde un puesto superior al que ocupa.

Y es que M puede pasar por guapo. Casi rubio, alto pero de espalda cargada, suele resultar atractivo a las mujeres, a pesar de llevar a perpetuidad el cuello y la cabeza echados un poco hacia adelante. En cierto modo, su encanto y su salud son un trampantojo de la verdad que revela su perfil. Pero M no espera más. La sangre a veces le corre histérica y parece acumular una fuerza aguda que trata de empujarle. M todavía es interino. Por las mañanas, ve cómo le adelantan BMW, Porsche y Lexus en la larga línea de automóviles que le lleva a su trabajo. Mientras él les sigue con el viejo Corsa de sus padres con la música muy alta.

Desde pequeño, a M le condujeron siempre hacia el mejor colegio, instituto o universidad en coches como esos, importados desde Estados Unidos por el abuelo. Hasta que su padre se hartó de su puesto en el banco, los vendió y se fue a dar la vuelta al mundo con su madre. Lo tenían todo planeado. Dejaron, para M y su hermana, dinero de sobra y la casa en el barrio del centro, preferido ahora por la inmigración. M se dedicó durante años sólo a jugar al fútbol y a estudiar idiomas. Pero el abuelo de M fue acogido en el Opus, y las transferencias de verano y Navidad fueron poco a poco demediándose hasta cambiar bruscamente su destino. Con suerte, M consiguió entrar en la bolsa de interinos. Sus padres tuvieron que volverse a casa desde Venezuela. Habían perdido todos sus contactos. Compraron el Corsa de segunda mano y se dedicaron a esperar.

Pero M no espera más. Desde hace un año, su abuelo vive en la séptima planta del Hospital Ramón y Cajal, y ya es imposible acercársele entre la espesura de tubos sin que el Opus glose todo lo que dice. M conserva, sin embargo, las llaves del rancio piso de sus abuelos en la Gran Vía. Para estudiar allí alguna oposición. Para repasar inglés y francés antes de las entrevistas. Para obtener un puesto a su verdadera medida.

Y lo que hace M, entonces, es entrar en la casa de madrugada con candidatas que escoge entre las antiguas orlas de su instituto y de su carrera, revividas en internet, en un café o en reservados de discotecas, servirles una copa del mueble-bar avinagrado del salón y ponerlas de rodillas sobre el sofá Luis XV.

Que rechina a cada sacudida de niña rica contra el respaldo.

Y en el Bosco había que rezar a Dios y a San Francisco de Sales y a San Juan Bosco, y había que creer en las enseñanzas de nuestro Señor y en la santidad de nuestras familias.

Y había que dar gracias a Jesucristo y honrar a nuestros padres y al prójimo para que, casi todos los miércoles, el Hermano Vicente nos dejara salir antes de clase de Religión.

Y salíamos cortando por el patio de gravilla hacia los campos de futbito antes de que sonara el timbre y los mayores nos los mangaran.

Y pedíamos a pares y nones, y elegíamos equipo.

Y los paquetes, los gordos y los suaves, como Grau o Sierra, nos recogían los balones encanados en los setos o jugaban al baloncesto.

Y, los que no conseguían esquivar al Hermano Vicente, todavía menos jugaban al futbito.