Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
El libro se compone de dos nouvelle de Baudelaire: La Fanfarlo; y El joven hechicero. 'La Fanfarlo': El joven poeta Samuel Cramer intenta ayudar a Madame de Cosmelly e inicia un juego de seducción en el que cae atrapado. El marido de Madame de Cosmelly pretende a La Fanfarlo, bailarina de moda, por lo que Cramer asume la tarea de enamorarla para que abandone a aquél. Pero Cramer acaba siendo el cazador cazado. 'El joven hechicero': Durante unas exacavaciones en Nápoles, en 1815, se encuentra en una habitación de la casa de Alcmeón un gran mural de una belleza muy especial, que representa a un grupo de ninfas. Pero la historia del fresco no estaba destinado a ser un secreto para siempre... Sempronio, un joven y mundano romano está cansado y quiere suicidarse. Su amigo Calias, un epicúreo, recibe el secreto de su corazón: un amor imposible lo abrasa por dentro... Aventuras jalonan el desarrollo de un relato con desenlace sorprendente.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 101
Veröffentlichungsjahr: 2023
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
LA FANFARLO
EL JOVEN HECHICERO
Charles Baudelaire, por Nadar
La Fanfarlo / El joven hechicero
Primera edición impresa, Octubre de 2013
Primera edición digital, agosto de 2023
El Desvelo Ediciones
Paseo de Canlejas, 13
39004 Santander
Cantabria
www.eldesvelo.es
@eldesvelo
© de la obra original, Charles Baudelaire
© de la edición, El Desvelo Ediciones, 2013
© del prólogo, Miguel Ibáñez
© de la traducción, Cristina López González
© de la imagen de cubierta e interior, Sara Huete
© del diseño de colección y cubierta, Bleak House
@ de ls confección del epub, Booqlab
ISBN edición papel: 978-84-938663-3-4
ISBN edición digital: 978-84-127246-8-4
IBIC: FC,FMR
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
Charles Baudelaire
Traducción de Cristina López González
Ilustraciones de Sara Huete
Prólogo de Miguel Ibáñez
El Desvelo | Postcards
por Miguel Ibáñez
Baudelaire, más allá de los géneros literarios
Es indiscutible que la obra poética de Charles Baudelaire –dentro de la cual debemos incluir los poemas en prosa– se ha convertido en referencia de la modernidad literaria. Menos conocida es su obra narrativa, a través de la cual participa en una revolución no menos importante que la poética, como es el nacimiento de un nuevo paradigma del relato o nouvelle, en compañía de autores como Edgar Allan Poe o Guy de Maupassant.
El primer acercamiento del joven Baudelaire a este género se produce en 1846. A los veinticinco años, el joven escritor, que ya se ha hecho una fama como crítico de arte, publica El joven hechicero en la revista L’Esprit public. Se trata en realidad de la traducción libre de un relato del reverendo irlandés George Croly, autor de novelas góticas que alcanzó cierta difusión en la época. Baudelaire se apropia del relato con descaro de bohemio y lo publica como si fuera obra propia, aunque con seudónimo. No se puede decir, por lo tanto, que nos hallemos ante una obra genuina del poeta francés, pero toda traducción es también una creación, y en esta encontramos algunos rasgos propios de su estilo: la estética paganizante, la psicología del dandi, que podemos reconocer en el personaje del joven griego acompañante del protagonista, o las elaboradas descripciones en las que se recrea un ambiente de sensual decadencia. El final de la obra es ciertamente forzado y un tanto apresurado, pero ese es un defecto achacable al original.
Entre este primer relato y la novela corta La Fanfarlo hay que situar el encuentro de Baudelaire con la obra de Poe. Tras la lectura de El gato negro comienza una intensa admiración del francés por el norteamericano que llevará a Baudelaire a convertirse en traductor de Poe y difusor de su estética.
De este encuentro nacerán las ideas del francés sobre el género del relato, que caracteriza por la intensidad, la unidad de impresión y la totalidad de efecto, frente a la extensión y libertad de la novela, «ese género bastardo». En el relato «no debe deslizarse una sola palabra que no sea una intención, que no tienda, directa o indirectamente, a perfeccionar el diseño premeditado».
Baudelaire elabora a partir de la estética de Poe una verdadera apología de la intensidad y el efecto, que le permite superar las diferencias entre poesía y prosa. Quiere llevar a la prosa la concentración de la poesía, y sin duda este propósito influye en la madurez estética de La Fanfarlo, aparecida en Le Bulletin de la Société des Gens de Lettres en enero de 1847. Se trata de una novela corta de estética realista, un verdadero estudio de caracteres al estilo de Balzac, centrado en unos pocos personajes de cuya interacción nace la trama.
El joven poeta Samuel Cramer es el protagonista. En él podemos reconocer un retrato deliciosamente irónico del propio Baudelaire, con sus ínfulas de bohemio elegante, su acicalamiento y sus extravagantes lecturas. Es autor de Águilas de mar, una recopilación de sonetos «como los que todos hemos hecho y leído cuando teníamos el juicio muy corto y el cabello muy largo».
Cramer se encuentra en París con un antiguo amor, Madame de Cosmelly, que es ahora una mujer casada y respetable, residente en «una de las calles más aristocráticas del barrio de Saint-Germain», pero infeliz por culpa de otra mujer que se ha interpuesto entre su marido y ella.
Esta otra mujer es una bailarina a la que llaman la Fanfarlo, «ligera, magnífica, vigorosa, llena de gusto en sus ropajes». Madame de Cosmelly le pide a Cramer que aparte a la Fanfarlo de su marido, y el poeta, que aspira a recuperar su antiguo amor, accede.
El joven dandi, la mujer casada y la cocotte: estos son los tres personajes, a los que habría que añadir el marido ausente, de los que podría surgir el argumento de una comedia de bulevar. Y en buena medida lo que hace un Baudelaire que ya domina la técnica de la narración es escribir una comedia. La ironía del final contribuye no poco a ello, junto a la inversión de los papeles, puesto que aquí nadie es lo que parece: el escritor mundano y elegante, la mujer débil y sufridora y la artista de vida alocada se transformarán en otros personajes ante la mirada divertida del lector, que asiste a todo ello como a una representación.
El narrador testigo nos lo cuenta como si nos contara un cotilleo, pero esa pretensión de oralidad no debe llevarnos a engaño. La Fanfarlo es una obra escrita con un estilo que va más allá de la prosa puramente enunciativa y que en algunos momentos alcanza la densidad de los Pequeños poemas en prosa, o Spleen de París, la gran aportación de Baudelaire a la renovación de la poesía en el siglo XIX.
Entre la prosa y la poesía, lo narrativo y lo lírico, lo real y lo evocado, el genio de Baudelaire no se conformó con encerrarse en una sola estancia, por lujosa y amable que fuera. Las dos narraciones de este libro son un buen ejemplo de la libertad y la exigencia con la que abrió nuevos caminos a la literatura.
Samuel Cramer, otrora autor bajo el nombre de Manuela de Monteverde de algunas locuras románticas –en los buenos tiempos del Romanticismo– es el fruto contradictorio de un pálido alemán y una morena chilena. Si a este doble origen le añaden una educación francesa y una civilización literaria, les resultarán menos sorprendentes –cuando no satisfactorias y edificantes– las extrañas complicaciones de tal carácter. Samuel tiene una frente pura y noble, ojos brillantes como gotas de café, una nariz guasona y burlona, labios impúdicos y sensuales, mentón cuadrado y déspota, y cabello pretenciosamente rafaelesco. Es al mismo tiempo un gran holgazán, un ambicioso triste y un ilustre infeliz, ya que en su vida no ha tenido sino ideas a medias. El sol de la pereza que resplandece sin cesar en su interior vaporiza y come la mitad del genio con que el cielo le ha dotado. De entre todos los semigrandes hombres que he conocido en esta terrible vida parisina, Samuel fue, más que ningún otro, el hombre de las bellas obras fracasadas; criatura enfermiza y fantástica cuya poesía brilla mucho más en su persona que en sus obras, y que, hacia la una de la mañana, entre el embelesamiento de un fuego de carbón de piedra y el tic tac de un reloj, siempre me ha parecido como el dios de la impotencia –dios moderno y hermafrodita–; ¡una impotencia tan colosal y enorme que es famoso por ella!
¿Cómo ponerles al corriente y hacerles ver con claridad en esta naturaleza tenebrosa y abigarrada de vivos relámpagos, perezosa y emprendedora al mismo tiempo, rica en difíciles propósitos y en malogros irrisorios; espíritu en el que la paradoja tomaba a menudo las proporciones de la ingenuidad y cuya imaginación era tan vasta como la soledad y la pereza absolutas? Uno de los defectos más naturales de Samuel era el considerarse igual a quienes había sabido admirar. Tras una lectura apasionada de un buen libro, su conclusión involuntaria era: «¡Es tan bueno que podría ser mío!». Y de ahí a pensar: «Entonces es mío», no hay más que un paso.
En el mundo actual, este tipo de carácter es más frecuente de lo que se cree. Las calles, los paseos, los cafetines y todos los refugios del remoloneo están plagados de seres de esta especie. Se identifican tan bien con el nuevo modelo que poco les falta para creer que son ellos quienes lo han inventado. Si hoy descifran a duras penas las páginas místicas de Plotino o de Porfirio, mañana admirarán la forma en que Crébillon hijo expresó el lado voluble y francés de su carácter. Si ayer se entretenían con familiaridad con Jérôme Cardan, ahora juegan con Sterne o se revuelcan con Rabelais en toda la glotonería de la hipérbole. Además son tan felices en cada una de sus metamorfosis que no guardan ningún rencor a todos estos grandes genios por habérseles adelantado en la estima de la posteridad. ¡Desvergüenza ingenua y respetable! Así era el pobre Samuel.
Hombre muy honesto de nacimiento y un tanto bribón por diversión, tenía un carácter teatral y representaba para sí mismo y a puerta cerrada incomparables tragedias o, mejor dicho, tragicomedias. Hay que decir que, si sentía el roce y el cosquilleo de la alegría, nuestro hombre se ponía a reír a carcajadas. Si una lágrima surgía del rabillo del ojo por algún recuerdo, él iba al espejo para verse llorar. Si una joven, en un ataque brutal e infantil de celos, le hacía un rasguño con una aguja o una navaja, Samuel se vanagloriaba de una cuchillada; y cuando debía veinte mil míseros francos, gritaba alegremente:
—¡Qué triste y lamentable suerte la de un genio hostigado por un millón de deudas!
Además, no vayan a pensar que fuera incapaz de conocer los verdaderos sentimientos y que la pasión tan solo rozara su epidermis. Habría vendido sus camisas por un hombre que apenas conociera y al que, tras examinarle la frente y las manos, hubiera decretado el día anterior su amigo íntimo. Aportaba a las cosas del espíritu y el alma la ociosa contemplación típica de la naturaleza germánica; a las cosas de la pasión, el ardor rápido y volátil de su madre; y en las cuestiones prácticas de la vida, todos los defectos de la vanidad francesa. Se hubiera batido en duelo por un autor o artista fallecido hace dos siglos. Puesto que había sido devoto con furor, era ateo con pasión. Era a la vez todos los artistas que había estudiado y todos los libros que había leído; sin embargo, a pesar de estas facultades teatrales, seguía siendo sumamente original. Siempre era el dulce, el caprichoso, el perezoso, el terrible, el sabio, el ignorante, el desaliñado, el coqueto Samuel Cramer, la romántica Manuela de Monteverde. Adoraba tanto a un amigo como a una mujer, amaba a una mujer como a un compañero. Poseía la lógica de todos los buenos sentimientos y la ciencia de todas las artimañas y, no obstante, jamás logró nada porque creía demasiado en lo imposible. ¿De qué se sorprenden? Siempre estaba imaginándoselo.