La infancia recobrada - Manuel Valmorisco - E-Book

La infancia recobrada E-Book

Manuel Valmorisco

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  • Herausgeber: Plataforma
  • Kategorie: Bildung
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2022
Beschreibung

Una obra para hacer visible a la infancia y para aprender a observar, el primer escalón del acierto, y hacerlo con ternura. Una guía sobre muchos temas cotidianos de las familias y las escuelas que nos ayudará a obtener resultados gigantes.

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La infancia recobrada

Por una infancia natural, estimulante y abierta al asombro

Anita Isla Manuel Valmorisco

Primera edición en esta colección: octubre de 2022

© Anita Isla y Manuel Valmorisco, 2022

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2022

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-19271-48-8

Diseño y realización de cubierta: Grafime

Fotocomposición: Grafime

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

Prólogo1. La no-infanciaTernura2. El mundo menguanteNoticia: ¡los niños y las niñas han desaparecido de las calles!Noticia: ¡encogen a una familia entera!Noticia: aparece un intruso abusón en cada familiaNoticia: ¡un niño trepa a un árbol y es detenido inmediatamente!Noticia: ¡un niño sale de casa voluntariamente!Heroínas frente al mundo menguante3. El iceberg del traumaAbusos sobre los dos sexos. Pero mucho más a las niñasOtros traumas: experiencias infantiles adversasEl pasillo de los traumas tempranos4. Los niños y la invisibilidad5. El ser sensorio: imitación, exploración y tu presenciaEl niño es un órgano sensorioEl espacio físico y el ritmo diarioTacto, movimiento, equilibrio y sentido vital: formadores de voluntad6. La imitación y las tres hazañas encadenadas: andar, hablar y pensarLa hazaña de andarLa hazaña de hablarLa hazaña de pensarImitadores con conclusiones propias7. El don de observar con ternura: el instante de oroLa comunidad curaEl instante de oroLos bolsillos llenos de imágenes8. Límites. El miedo a perder el cariño de tu hijoPoner límites es el máximo acto altruista de amorAprender de nosotros mismo: ¿por qué ponemos esos límites?Observar al niñoManejar la comunicación de límites, especialmente en las crisis9. Neo abuelas y neo abuelos. Grandes aliados contra la no-infanciaContrarresta el déficit de naturalezaDemuestra que no hace falta estar tanto tiempo frente a las pantallasRecupera los juegos de tu infanciaCanta y recita las canciones, rondas, trabalenguas de tu niñezCuenta cuentosHaz un libro de vida para tus nietos10. Juego libre o para ser más precisos, juego auto activado1. Juegos que imitan el mundo adulto2. Juegos con los elementos y las leyes físicas3. Juegos en la naturaleza11. El derecho universal del niño a aburrirse12. Harvard y hornear galletas13. Moretones y rasguños o patios de goma EVA14. Bioecosofía: manifiesto por la infancia y el planetaContaminaciónRuidoCalor extremoEcofobiaBioecosofíaLos cuatro compromisos personales de la bioecosofía15. Restablecer las rutinas. Vuelta a clase tras vacaciones y fines de semanaSiete consejos más que útiles para la vuelta al colegio tras vacacionesLa vuelta tras los fines de semana: salvar los lunes16. En internet aprendes de todo menos a moverte: obesidad y pantallasSobrepeso y sedentarismoLos niños y sus datos, objetivo del marketingEncarecer para reducir el consumoLas pantallas y el azúcar, combinación peligrosaLos niños son nuestro espejo17. Algunas herramientas para mejorar la vida de niños y niñas en separaciones18. Pedagogía de emergencia: no solo para catástrofesIntervenciones: reconstruir la seguridad con mucho tientoEsperanzas para las familias19. Cuidaremos mejor si nos cuidamos: autocuidado para mamás, papás y docentesAutocuidado para mamás y papásAutocuidado para docentes20. Cuentos para ayudar a los niños en momentos de crisis (o para cualquier momento)En homenaje a los guardianes de los viejos cuentosCuento: «La niña y la mariposa»Cuento: «La abeja y la Rosa Mañosa» (consentida, mimada o caprichosa)Cuento: «¿Dónde despertaré hoy?» (Para niños en separaciones, mayores de 5)Cuento: «El viaje de la cigüeña» (Para celebrar nacimientos)Cuento: «La vieja haya» (Para la partida de seres queridos, para mayores de 6 años)Cuento: «Jonás y los capullos de greda» (Para escenarios de violencia y ruptura social o necesidad de lugar seguro)21. La Patria son los niñosBibliografíaAgradecimientos

Prólogo. Dictado por la vida

Este libro nace de un blog que comenzamos a escribir a finales de 2018 para intentar visibilizar el estado de la infancia y ayudar a familias y docentes. En estos años ha habido sucesos extraordinarios: la pandemia, el cierre de las escuelas, estallidos sociales violentos, la gravedad de la crisis climática. Todo ello afecta a la infancia. Además, se ha hecho más patente el abuso infantil.

Este no es un manual al uso nacido de la disciplina académica, sino que está marcado por la vida y la actualidad. Espero que les ayude con los retos de la suya. No hay trabajo más bello ni más trascendental que acompañar a nuestros niños y niñas en su maravilloso viaje a hacerse buenas personas.

Está escrito en primera persona del singular, aunque seamos dos autores, porque refleja la experiencia, los estímulos y los ejemplos que Anita recibe en su contacto diario con niñas y niños, con profesores, con estudiantes de magisterio y con los padres y madres de las comisiones en las que participa semanalmente. A ello se suman sus experiencias en intervenciones de Pedagogía de Emergencia en distintas catástrofes que han afectado a los niños.

Hemos elegido usar el masculino genérico niño e hijo, en lugar de niño y niña o hijo e hija. Igualmente, padres en lugar de padre y madre. Así seremos más concisos y no plagaremos el texto de duplicaciones engorrosas. Sí utilizaremos el masculino y el femenino en los títulos y subtítulos de los capítulos y allá donde nos parezca importante para ser enfáticos y recordar que hablamos de ambos sexos. Ya lo hicieron los diez mandamientos con su «honrarás a tu padre y a tu madre» en lugar de «honrarás a tus padres». El conflicto entre economización del lenguaje y la representación gramatical de ambos géneros creemos que se resuelve con este compromiso.

Aunque tiene vocación global, este libro usa muchos ejemplos de Chile y España, pues son los dos países que los autores conocemos de primera mano. La aceptación de nuestro blog en toda América Latina y Estados Unidos nos confirma que los problemas que tratamos son comunes a todos. (Puedes seguir Nuestro blog en www.anitaisla.home.blog).

1.La no-infancia

«Para mantener vivo en un niño su innato sentido del asombro, se necesita la compañía de al menos un adulto con quien poder compartirlo, redescubriendo con él la alegría, la piedad, la expectación y el misterio del mundo en que vivimos.»

El sentido del asombro, RACHEL CARLSON

Estas páginas no hablarán de la infancia en general, como una época de la vida inmutable y repetida, sino que se centrarán en los niños del primer tercio del siglo XXI.

No podemos seguir fingiendo que la vida de los niños de hoy en día es normal. La normalidad en la vida infantil se desvaneció antes de que acabara el siglo XX, y se hizo más crítica en el siglo XXI. Un niño confesó al autor Richard Louv: «Los niños deberíamos tener los mismos derechos [libertades] que tenían los adultos de hoy cuando eran pequeños». Nuestros hijos y nietos no tienen la infancia que tuvimos nosotros. Es peor. Y se dan cuenta cuando nos oyen relatar nuestra niñez. No percibimos la gravedad del cambio porque ha sido lento. Para muchos millones de niños en el mundo, la salud, las condiciones materiales, los bienes, la ropa, los juguetes... han sido mejores que las de sus padres. Pero su vida se ha estrechado, su mundo se ha encogido, su estrés se ha multiplicado. Un ejemplo esclarecedor. En 1971, en Inglaterra, el 86 % de los niños de siete a once años iban solos a la escuela. En 2010, solo el 25 %. En Alemania, pasaron del 91 % en 1990, al 76 % en 2020. En otra encuesta, los padres ingleses declararon que dejarían salir a los niños solos a la calle a la edad de 10,7 años. Preguntados a qué edad les dejaron salir a ellos, contestaron que a los 8,9 años. ¡Casi dos años de libertad perdida en una sola generación! No es fácil ser niño en el siglo XXI. A la infancia, como a la naturaleza del planeta, le han menguado los territorios y no se parece en nada a lo que era hace tan solo unas pocas décadas atrás. La CEAPA, que aglutina 12 000 asociaciones de madres y padres de la escuela pública de toda España, apunta que «el exceso de deberes (tareas a realizar en casa) actual invade cada vez más el tiempo familiar y llega a límites inaceptables». Resulta intolerable que en infantil la jornada pueda llegar a superar las 60 y 65 horas a la semana por estas tareas, una dinámica con la que «la sociedad impone a los menores lo que no toleramos como adultos sin reflexionar sobre sus posibles consecuencias».1

Si nos fijamos en las cifras de menores medicamentados por trastornos psicológicos en las sociedades desarrolladas, remarcaremos que un 6 % de niños son diagnosticados de TDAH; el 19 % de chicos europeos de 15 a 19 años sufren trastornos de salud mental, seguidos por más del 16 % de chicas de la misma edad. Analicemos la epidemia de la obesidad: entre niños y adolescentes ha crecido consistentemente durante las últimas cuatro décadas, afecta ya a 1 de cada 3 escolares europeos y alcanza el 20 % de los niños entre 6 y 11 años en los Estados Unidos. Observemos el crecimiento de las cifras de acoso escolar: un tercio de los adolescentes lo sufren y, en algunos países de América, se duplica (datos según la Unesco). La edad de acceso a la pornografía se ha adelantado en algunos países a los 8 años de edad. La Oficina Británica de Clasificación del Cine (BBFC), en una investigación de 2019, descubría que el 85 % de los niños de entre 11 y 13 años habían visto pornografía online, y que un 63 % había accedido a ella sin intención de buscarla.2,3,4,5,6,7,8

No podemos seguir fingiendo que hay una vida familiar normal en la que se desarrolla una infancia sana. Ha desaparecido hace mucho y se ha sustituido por algo muy distinto que nosotros hemos bautizado como la no-infancia. Un simulacro de infancia que ha olvidado poner al niño y sus auténticas necesidades en el centro de nuestras conductas y nuestro pensamiento.

Nuestro diagnóstico no es trágico, puesto que la batalla no está perdida. Hay esperanza, pero basada en la práctica. Tú, papá; tú, mamá; tú, abuela o abuelo; tú, docente, no tienes que cambiar el mundo con una revolución. Solo cambiar la vida de ese ser que tienes cerca. Está a tu alcance. Claro que tendrás que hacerte una pregunta: ¿qué es lo más importante que tengo que hacer en estos próximos 10 años?

Es tiempo de actuar para rescatar a nuestros niños de esa infancia empobrecedora, proclive a la enfermedad y a la apatía. ¡Qué tengan una infancia bien vivida! Aviso: exigirá más esfuerzo y tiempo que abandonarlos en la no-infancia, pero habrás dedicado tus esfuerzos a la causa más hermosa que hay sobre la tierra.

Los dos autores de este libro no somos románticos, utópicos o soñadores. Hemos trabajado muchos años en la realidad de la vida y la economía. Ambos hemos tenido que mantener empresas en marcha, pagar nóminas, devolver nuestros créditos, amortizar hipotecas y cuotas de autos, cuidar de nuestros padres cuando ya no se valían por sí mismos y capear las crisis, que no han sido pocas. Anita lleva dirigiendo jardines de infancia desde 1975. Ha visto llegar a casi 50 añadas de familias chilenas, ha recibido y se ha conmovido con cada nueva hornada de niños. Mantiene semanalmente reuniones con las comisiones de padres del jardín de infancia y del colegio, una de sus actividades preferidas. Al principio, no se dio cuenta de que la normalidad estaba desapareciendo... Pero en un momento dado, percibió esta debacle silenciosa. Tenía que reaccionar. Había publicado un libro bienintencionado que mandó retirar de las librerías. El contenido ya no le parecía suficiente. No bastaba con que el niño coloreara en un cuaderno un árbol en cada una de las cuatro estaciones. El tiempo dedicado al cuaderno era mejor dedicárselo al mundo real. Ese que se estaba alejando a marchas forzadas. Empezó a sacar a los niños del interior de las aulas. En sus colegios, incluyó huertos, semilleros, lombriceros, árboles para trepar...

Paradójicamente, junto a la infiltración silenciosa de la no-infancia, en los avances en la neurociencia se han hecho dos comprobaciones trascendentales:

Las admirables hazañas que los niños consiguen en sus primeros años, la importancia de un ambiente de apego y seguridad fiable para alcanzarlas y el valor insustituible del juego libre y el asombro.Muchas malas conductas que antes achacábamos a defectos de carácter del niño se explican por el daño duradero que suponen las experiencias infantiles adversas extremas.

Las experiencias infantiles adversas se habían minusvalorado hasta hace muy poco. Se creía que los niños se recuperaban antes y que no les quedaban secuelas. La neurociencia y la psiquiatría han demostrado que era un mito sin bases científicas. Más bien pasa lo contrario, el trauma temprano acompaña y condiciona la vida de adulto y es la causa de fracasos y problemas de integración, de resultados escolares y profesionales pobres. Los traumas de la infancia no se olvidan. Aunque pueden superarse con el amor de los cercanos, en muchos casos requieren ayuda profesional. La luz que este siglo ha arrojado sobre abusos en el seno de la familia y en instituciones religiosas, educativas y deportivas ha empezado a descorrer la cortina de esta epidemia oculta. Eran una lacra silenciada en casi todos los países. La aparición de cementerios ocultos en residencias de niños indígenas en Canadá y Estados Unidos es un recordatorio de hasta qué punto las tragedias de los niños no se tenían en cuenta y cuán desprotegidos han estado.

A este panorama de no-infancia, se le sumó en 2020 la pandemia. Niños y jóvenes se vieron encerrados y alejados durante meses de sus compañeros y de sus profesores. Si nos afectó tanto a los adultos, que tenemos más herramientas para hacer frente a la adversidad, imagine lo que el confinamiento supuso para ellos. Desde los primeros días, en el blog alertamos a los padres y a la comunidad educativa e indicamos qué podían hacer para aliviar los daños: desde desmontar la casa para que los niños pudieran moverse, a publicar cuentos que les ayudaran. Propusimos una vuelta a la escuela que se ocupara primero del alma de los niños antes de impartir contenidos curriculares.

Cuando la pandemia remitió, los gobiernos y muchos colegios se comportaron como si no hubiera pasado nada. Una periodista norteamericana, escandalizada, denunció que un año de escuelas cerradas aparecía en documentos oficiales como una sucinta nota a pie de página. En muchos colegios se ha vuelto a dar clase e impartir materias curriculares como si los niños llegaran de unas vacaciones, obviando que necesitaban restaurar sus almas antes que recibir lecciones. Ya no hay discusión: la salud mental de niños y adolescentes ha sido particularmente afectada por la pandemia. Han crecido los síntomas de depresión, ansiedad, la ideación suicida, las heridas autoinfligidas.9

La no-infancia necesita ser descrita para ser vencida. Te vamos a contar cómo hacerlo con observación y ternura. Con ellas no te equivocarás.

Ternura

Ternura según la Real Academia Española quiere decir «sentimiento de cariño entrañable». ¿Qué significa entrañable? También, según la RAE, «íntimo, muy afectuoso». Afectuoso se refiere a «amoroso, cariñoso». Las acepciones de amoroso son «que siente amor, que denota o manifiesta amor, templado, apacible».

Hemos descrito el sentimiento con el que hay que acercarse a esta infancia de la no-infancia. Con doble ración de ternura y templanza. La ciencia y mi propia experiencia como educadora me han enseñado que los niños de hoy necesitan mucho de nosotros. Más que ninguna generación con la que haya tratado antes. Les ha tocado una época muy difícil, muy nueva, sin mapas.

¡Ah!, no hay que olvidar el significado de tierno: «Reciente, de poco tiempo. Dicho de una edad, correspondiente a la niñez por su delicadeza y docilidad. Propenso al llanto, afectuoso, cariñoso, amable. Delicado o suave. Dicho de un organismo vivo: que tiene poco tiempo de existencia». En algunos países de América significa bebé y, también, el benjamín.

¡A lo tierno, ternura! Yo la he practicado con cada uno de los alumnos de mi jardín, con los niños que acababan de pasar por violencia extrema, por un tsunami o por un incendio forestal atroz que había arrasado su pueblo y toda su comarca. Ternura para observarlos y dejarlos ser sin juzgarlos. Ternura para acercarme, sin avasallar. Siempre me ha sido devuelta con acercamiento y confianza.

Esta ternura debe ser genuina. Los niños leen la verdad en nosotros. Ya verás más delante cuán hábiles son interpretándonos, cómo registran detalles mínimos, gestos, miradas, vacilaciones. No importan las palabras bonitas, importa el sentimiento genuino y eso lo saben leer. Tú ya lo has olvidado, pero a su edad supiste hacerlo. Esa ternura debe ser militante, no dejemos que nuestros gobernantes estatales y municipales olviden que los niños existen y, aunque no voten, necesitan estar presentes en las decisiones a largo plazo.

2.El mundo menguante

Nace el ave, y con las galasque le dan belleza suma,apenas es flor de pluma,o ramillete con alascuando las etéreas salascorta con velocidad,negándose a la piedaddel nido que deja en calma:¿y teniendo yo más alma,tengo menos libertad?... Nace el pez, que no respira,aborto de ovas y lamas,y apenas bajel de escamassobre las ondas se mira,cuando a todas partes gira,midiendo la inmensidadde tanta capacidadcomo le da el centro frío:¿y yo con más albedríotengo menos libertad?Nace el arroyo, culebraque entre flores se desata,y apenas, sierpe de plata,entre las flores se quiebra,cuando músico celebrade las flores la piedadque le dan la majestad,el campo abierto a su ida:¿y teniendo yo más vidatengo menos libertad?

La vida es sueño, PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

Los grandes cambios de la humanidad suelen ser lentos, y aunque se desarrollan ante nuestros ojos, no los percibimos. Raramente aparecen en las portadas de los periódicos. La vida de los niños se ha transformado de esta manera. Su mundo ha menguado, su libertad, también. Los cambios han sido enormes, pero lentos, discretos y silenciosos. Para evidenciarlos te proponemos un juego: supongamos que hubiesen sucedido de la noche a la mañana. Entonces, aparecerían a toda plana en las portadas de los periódicos. Vamos a imaginar esos titulares. Usando un tono un poco sensacionalista, si nos permites.

Noticia: ¡los niños y las niñas han desaparecido de las calles!

En 2019, decidimos crear en nuestro blog una sección gráfica, denominada La calle era de los niños para recordar que no hace tanto los niños era los amos de las calles. Generaciones enteras volvían solas del colegio, tiraban la mochila al llegar a casa y salían corriendo a juntarse con amigos y vecinos. Y así estaban hasta que las mamás llamaban para la merienda y no volvían a casa hasta que anochecía. Investigamos en los archivos gráficos de las principales instituciones del mundo y las imágenes que aparecieron nos conmovieron: los niños jugaban solos, fuera de la vigilancia de los mayores y en su lenguaje corporal se le veía felices y concentrados. Ya fuera Japón, EE.UU., España o Chile, los archivos fotográficos nos muestran niños en grupo disfrutando. Desde que se inventó la fotografía, aparecen como amos de la calle, practicando toda clase de juegos: escondite, rondas, canicas, rayuela, policías y ladrones, baloncesto, fútbol... Los vemos sentados en las veredas con sus juguetes, empujando carricoches rudimentarios, escalando tapias, construyendo diques con el agua de la lluvia y los pies metidos en el barro, tirándose con trineos por la nieve de un parque.

La fotógrafa Hellen Levitt inmortalizó a niños jugando en las calles de Nueva York en los duros años setenta. Una obra preciosa de amor a la infancia con la ciudad de fondo. Niños solos, sin adultos en la cercanía. De edades mezcladas. Explorando el barrio, dejándose mensajes secretos en las grietas de las paredes, riendo, refrescándose en una boca de agua de los bomberos, trepando muros, convirtiendo la ciudad en su campo de juego... Hasta niñas de seis o siete años cuidando solas de hermanos bebés en sus cochecitos. En nuestra búsqueda de archivos, también encontramos fotos estremecedoras: niños haciendo trabajos extenuantes o viviendo en la extrema pobreza e insalubridad. Imágenes que hoy nos enfurecen pero que, en su momento, desgraciadamente, fueron normales. No todo han sido pérdidas en la vida de los niños, especialmente en el campo de los bienes materiales, la salud y el trabajo esclavo. No todo en el pasado fue mejor, pero tenemos evidencias que esas prácticas de jugar en la calle eran muy positivas. Algunos de los que nos leéis, tuvisteis esa suerte.

Observemos nuestras grandes ciudades de hoy: los niños rara vez van solos al colegio. Los padres han ido recortando a sus hijos la libertad que ellos tuvieron. Retrasando la edad en que pueden jugar afuera solos. En sus limitadas horas de juego, están en los parques a pocos metros de quienes los vigilan y reconducen sus actividades. Las escaleras de los bloques de apartamentos también eran territorio infantil. Subirlas y bajarlas era un juego en sí mismo. Hoy esos espacios son reinos del silencio. Los padres y cuidadores se inmiscuyen incluso con qué otros niños sus hijos han de tratar y con cuáles, no. Nos contaba una amiga, casada con un ingeniero hindú destacado, que su niño no podía jugar con nadie en las plazas de un barrio de clase alta de una capital sudamericana. Los niños y sus cuidadores le evitaban por el color moreno de su piel. La socialización, natural, uno de los grandes activos del juego libre, es intervenida por los prejuicios de los mayores.

La idea de que tus hijos no deben mezclarse con cualquiera no es algo de ahora. El maestro Pablo de A. Cobos escribió en 1935, en Estampas de Aldea, sobre su infancia feliz en un pueblo campesino de Castilla: «[...]vestidos de señoritos, tan finos, tan atildados y tan cursis. Cursis, cursis, muy cursilones. Ni jugaban con nosotros ni se pegaban con nadie. No corrían, no luchaba, no reían, no iban al juego de la pelota ni a los pájaros, ni a los prados; temblaban de las vacas y de los perros. No iban a ninguna parte, siempre protegidos. La criada los llevaba a la escuela e iba a por ellos como si no pudieran andar solos por la calle».

La madre de Manuel Valmorisco vive en un barrio con muchas familias de etnia gitana. Cada anochecer de verano, cuando refresca el calor duro de Madrid, las familias salen con sillas y se sientan en la acera formando corros para charlar, mientras los niños corren por el parque contiguo. Ya solo ellos utilizan así el espacio público. Quizá, antes de que los niños desparecieran de las calles, los que desaparecimos fuimos los adultos. El espacio social para el encuentro se ha encogido evidentemente. Ya no hablamos prácticamente con nuestros vecinos y, en muchos casos, a duras penas los conocemos.

El motivo habitual de por qué los niños no están solos en las calles es la inseguridad. Tonucci, el gran defensor de recuperar la calle, nos dice, en una entrevista en El País, que según las estadísticas las calles de hoy son más seguras que hace treinta años. Apuntaba, además, que: «En grandes ciudades, como Barcelona y Madrid, hay experiencias de niños que van a la escuela solos y no pasa nada. Nunca. Cuando los niños de un barrio se mueven solos, los vecinos, de alguna forma, empiezan a hacerse cargo de ellos, de manera que se construye una seguridad ciudadana a partir del cuidado y no de la defensa... Los niños son unos excelentes promotores de seguridad en las ciudades».10 Ha disminuido el peligro, pero ha aumentado el miedo. Esta es una de las grandes batallas por dar. Los niños no se quedan encerrados en sus cuartos solo porque sean adictos a las pantallas. No salen porque no se lo permitimos.

En su proyecto La città dei bambini, Tonucci y otros abogan por que los niños puedan salir solos a la calle:

«Jugando los niños viven una experiencia singular en la vida de los seres humanos: enfrentarse solos a la complejidad del mundo. Jugar significa construirse cada vez un trocito de este mundo: un trocito que incluirá a un amigo, algunos objetos, algunas reglas, un espacio que ocupar, un tiempo que gestionar, riesgos que correr. Con una libertad total, porque todo lo que no se pueda hacer se puede inventar. Y el motor que dinamiza esta experiencia es el más potente que conoce el ser humano: el placer. Los niños deben poder ser suficientemente autónomos, tener tiempo libre que gestionar, poder elegir un lugar adecuado para el juego y compartir todas estas condiciones junto a otros niños. Es necesario poder salir de casa sin ser acompañados, buscar amigas y amigos y dedicar al juego tiempo libre, exento de cualquier otra responsabilidad, en un lugar adecuado».11

La infancia no puede reducirse a estar sentado durante todo el día delante del profesor o delante de las pantallas digiriendo información o entretenimiento. La infancia es exploración, descubrimiento, prueba y error que fortalece la voluntad. Ya veremos en capítulos posteriores cómo la aversión al riesgo está eliminando de la infancia esa nutrición fundamental que era el juego libre. ¿Recuerdas tu infancia? ¿En algunos de tus mejores momentos había adultos vigilándote o estabas a solas con tus amigos?¿Recuerdas la primera vez que viste un cielo estrellado? Quizá fue una noche de verano en un prado o una playa. El vértigo de sentirse una miniatura frente a la inmensidad. Tus preguntas sobre el universo y la creación nacían de esa experiencia física de la inmensidad y la distancia. El cielo ha desparecido de nuestras ciudades. Los niños solo pueden experimentarlo ya si sus papás los llevan de vacaciones a lugares sin contaminación lumínica. Nuevamente recuerda tu infancia y con ternura dales lo mejor de ella a tus hijos. No como una lección de astronomía. Acompáñalos si no pueden estar solos. Y espera a que el asombro nazca en ellos.

Noticia: ¡encogen a una familia entera!

«El mundo moderno ha afectado, y en muchos casos abandonado, la unidad biológica de la vida social del ser humano: la familia extensa. Se ha hecho un enorme hincapié en el colapso de la familia nuclear, pero estoy convencido de que en muchos casos la familia extensa, cuya disolución no ha suscitado tantas opiniones, es como mínimo igual de importante.

Hasta el año 1500 aproximadamente, la familia media europea consistía en unas veinte personas cuyas vidas estaban íntimamente conectadas a diario. El 1850, el número se había reducido a diez miembros que convivían en proximidad, y en 1960 el número ya había descendido a cinco. En el año 2000, el tamaño medio de los hogares era de menos de cuatro miembros, y un impactante 26 % de los americanos viven solos».

El chico a quien criaron como perro, BRUCE PERRY y MAIA SZALAVITZ (Capitán Swing, 2008 Libros Madrid)12

Las familias extensas han hecho grandes servicios a la infancia. Un crisol de edades y lazos sanguíneos que proporcionaban a diario a los niños: compañía, enseñanzas, cariños, lenguaje, sociabilidad, relatos. Hordas de primos de todas las edades con los que jugar e intercambiar confidencias y descubrimientos; mayores que cuidaban de nosotros mientras los padres no podían; primos y primas adolescentes con los que jugar al cortejo... Este torrente de vivencias ha desaparecido junto con la familia extensa. Y lo peor es que ni nos hemos dado cuenta. Es más, ni siquiera lo hemos valorado; pensamos que reunirse con tanta familia es una lata. Lo pensamos porque no vemos como los niños disfrutan de toda la familia si les damos oportunidad y constancia.

Los abuelos y las abuelas están prestando en muchos casos ese papel trascendental de socialización para sus nietos. Pero los niños necesitan relacionarse con más niños. No hay amigos en la calle, no hay primos, cada vez hay menos hermanos. El tamaño medio de un hogar en España en 1970 era de casi cuatro personas. En el 2020, es de 2,51 y las proyecciones oficiales son llegar a 2,41 en 2035. En 2018, el número medio de hijos por mujer era de 1,31 y decreciendo. Esas cifras contrastan con el deseo de muchas mujeres. El 47 % deseaba tener dos hijos, el 26 %, tres, y el 14 %, más de tres (Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Fecundidad 2018). Parece que las dificultades sociales impiden a las mujeres alcanzar sus expectativas y a muchos niños crecer sin la compañía de hermanas o hermanos.13¿Ves cómo el círculo se va estrechando? La única posibilidad de socializar con otros niños es la escuela. Pero se ha reducido el tiempo de los recreos y, cuando acaba, llenamos a los niños de actividades extraescolares. La pedagogía Waldorf, Reggio Emilia y otras han elegido un camino propio que respeta las necesidades del niño.

¡Qué perdida de perspectiva para el futuro de nuestros países!

Noticia: aparece un intruso abusón en cada familia

Un perro inteligente, protagonista de un anuncio de RTVE —el canal estatal español—, se hizo inmensamente popular. El animal intentaba despegar un niño de la pantalla de la televisión: le llevaba la correa para que lo sacara de paseo, un balón para que jugaran juntos, andaba erguido en dos patas, incluso montaba en un patinete frente al niño. Ante su indiferencia, se daba por vencido. Metía un cepillo y su cuenco en una maleta y se iba de la casa. Era 1988. El eslogan: «Aprenda a ver la televisión». Como vemos, la adicción a las pantallas no es de este siglo, pero ha crecido exponencialmente con videojuegos, smartphones, tabletas y redes sociales.

Las pantallas, en todas sus variantes, se han convertido en el miembro abusador de la familia, como esos familiares pesados que en una comida comienzan a hablar sin parar y raptan el diálogo. Imagina que vivieran en tu casa, siguieran hablando después en la cocina, te acompañaran al lavabo, se metieran en la cama contigo y que nunca dejaran de hablar. La vida familiar sería imposible, ¿vas a seguir conviviendo con semejantes pesados y maleducados? Échales de casa o al menos, siléncialos. ¡Que se hacen dueños de todo! Ya la televisión interrumpió la charla familiar, aunque en las primeras décadas era una actividad compartida. Por desgracia, con el tiempo, cada cuarto de la casa contaba con un televisor. Después, los videojuegos ocuparon un lugar prominente con largas sesiones. Pero lo peor habría de llegar con los smartphone y las redes sociales. Los autores de este libro también somos usuarios de ellas. No somos inocentes; sabemos lo adictivas que son. Los me gusta y la interacción en redes sociales provocan satisfacción y estimulan la producción de dopamina, propiciando su adicción. No hace falta que te lo expliquemos, seguramente tú también lo sufres en tus carnes.

Las pantallas recrean la realidad en dos dimensiones. Un simulacro de la vida a la que nuestros niños dedican mucho tiempo: según el estudio The Common Sense Census: Media use by Kids age zero to eight publicado en 2020, en Estados Unidos, 49 minutos al día los niños de 0 a 2 años; 2,30 horas los de 2 a 4 años; 3 horas y 5 minutos los de 5 a 8 años.14 El 43 % de los padres consideran que las pantallas dañan la actividad física de sus hijos, aunque una mayoría del 72 % considera que son una fuente de enseñanza; un 60 % opina que ayuda a su creatividad y solo un 34 % que son buenas para sus habilidades sociales. En el caso de niños de 5 a 8 años el 47 % de los papás declaran que es muy difícil limitar a sus hijos el uso de las pantallas; un 44 % considera que gastan demasiado tiempo con ellas. En esta investigación, han descubierto que los videos online (YouTube, Twitch) y las plataformas de suscripción han superado a la TV como fuente de entretenimiento. Para profundizar en esta tendencia, hicieron un estudio extra que resultó bastante preocupante: solo un cuarto de los videos es educativo. El 27 % está destinado a audiencias de más edad: videojuegos tipo Fornite, conductas inapropiadas en videos musicales o compilaciones de escenas violentas. El 95 % de los videos destinados a los niños más pequeños contenía publicidad, más de la mitad con uno o dos anuncios, un tercio con tres.15 En un estudio de 25 países europeos los datos mostraron que: el 60 % de los niños de 6 a 9 años dedicaban hasta 2 horas al día a las pantallas, un 25 % de 2 a 3 horas y el 14,6 % más de 3 horas.16 El Ministerio de Salud Alemán recomienda 0 horas diarias de pantallas para bebés y niños pequeños. Niños en edad preescolar, máximo 30 minutos al día. Niños de primaria, máximo 60 minutos al día. Adolescentes, máximo 120 minutos al día.17

Las pantallas roban tiempo a la actividad física y al sueño, además no son tan educativas como se creía. El Colegio de Pediatría y Salud Infantil de Reino Unido recuerda que la interacción social cara a cara es vital para el desarrollo del lenguaje y otras habilidades sociales y que las interacciones basadas en las pantallas no son un sustituto efectivo de ellas.18 Los profesionales de la Clínica Mayo describen los problemas de las pantallas como obesidad, patrones de sueño inadecuados o falta de sueño, problemas de conducta, retrasos en el desarrollo del lenguaje y habilidades sociales, violencia, problemas de atención y menos tiempo de aprendizaje.