La integración sensorial - Paula Serrano - E-Book

La integración sensorial E-Book

Paula Serrano

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Beschreibung

La integración sensorial es el proceso cerebral que organiza nuestras sensaciones y nos conduce a la organización e interpretación de la información que recibimos de los sentidos, haciendo posible que el mundo adquiera sentido y así poder actuar en él. Cuando los niños tienen problemas al procesar sus sensaciones, presentan dificultades en las actividades cotidianas de coordinación motora, atención, aprendizaje, y en su desarrollo emocional y social. El libro analiza el impacto que los sistemas sensoriales tienen en el desarrollo de los niños, desde el nacimiento y durante sus primeros años de vida. Ofrece pistas para detectar las posibles disfunciones, así como ideas prácticas y soluciones de intervención en la familia y en la escuela.

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Agradecimientos

Este libro está dedicado a la memoria de la terapeuta ocupacional Sónia Martins Lopes que dedicó toda su carrera a estudiar y compartir sus conocimientos sobre integración sensorial y a usar ese inmenso saber para apoyar a los niños y a las familias. Fue una pionera en Portugal y su pasión por esta área inspiró, y sigue inspirando, a muchos de nosotros, terapeutas, que tuvimos la suerte de conocerla y de tenerla como colega y amiga.

Doy las gracias, en primer lugar, a los niños con los que trabajo y a sus familias, por ser mi motivación y darme la idea de escribir este libro; a mis colegas de Miúdos & Etc., por ser un estímulo y por poder compartir con ellos esta tarea; a la terapeuta ocupacional Ana Luís Carmo por haber leído el manuscrito y haber hecho sugerencias que me han sido muy útiles; a la terapeuta ocupacional Cira de Luque, porque sus fotografías captan de forma especial el desarrollo de los niños, ilustrando sensaciones y sentimientos a lo largo de todo el libro; a todas las profesoras, educadoras y psicólogos de los niños con quienes trabajo, por poder compartir tanto con ellos; y a los médicos de estos niños, por valorar la integración sensorial y seguir recomendándola como tratamiento para sus dificultades.

Y, por último, aunque no menos importante, a mi familia, a mi marido, a mi madre y a mis hijos, por su constante estímulo y apoyo.

Índice

Presentación

Introducción

Capítulo 1. Los sistemas sensoriales

Sistema táctil

Sistema vestibular

Sistema propioceptivo

Sistema gustativo

Sistema auditivo

Sistema olfativo

Sistema visual

Capítulo 2. La integración sensorial. Cuando todo se junta en el cerebro

La integración sensorial

Presupuestos de la teoría de integración sensorial

Respuesta adaptativa

Comportamientos adaptativos

El proceso de integración sensorial

Capítulo 3. Componentes de la integración sensorial

Modulación sensorial

Discriminación sensorial

Habilidades motoras

Praxis

Organización del comportamiento

Capítulo 4. La disfunción de la integración sensorial

Trastornos de la Modulación sensorial

Trastornos de la Discriminación Sensorial

Trastornos Motores de Base Sensorial

Capítulo 5. Áreas del desarrollo que pueden verse afectadas por los trastornos de integración sensorial

Atención y agitación psicomotora

Control postural y coordinación motora

Organización

Juego

Desarrollo del lenguaje

Aprendizaje académico

Actividades de la vida diaria

Comportamiento

Identidad personal y participación social

Capítulo 6. El desarrollo de las habilidades de integración sensorial en los primeros años de vida

De los 0 a los 6 meses

Señales de alerta de los 0 a los 6 meses

De los 6 a los 12 meses

Señales de alerta de los 6 a los 12 meses

De los 12 a los 24 meses

Señales de alerta de los 12 a los 24 meses

De los 24 a los 36 meses

Señales de alerta de los 2 a 3 años de edad

El niño a partir de los 3 años

Señales de alerta después de los 3 años

Capítulo 7. Los niveles de desarrollo de la integración sensorial

Capítulo 8. Diagnóstico, causas y porcentaje de la disfunción de la integración sensorial

Capítulo 9. Evaluación del niño con disfunción de integración sensorial

Importancia de la evaluación en fases precoces del desarrollo

El proceso de evaluación

Capítulo 10. La terapia de integración sensorial

Consejos para padres y cuidadores

Cambios ambientales

Intervención terapeútica directa de integración sensorial

Capítulo 11. La eficacia del tratamiento de integración sensorial

Capítulo 12. El futuro

Glosario

Bibliografía recomendada

Presentación

El concepto de integración sensorial comenzó a ser trabajado por Ana Jean Ayres, terapeuta ocupacional, psicóloga educacional y neurocientífica, en los años 60 del siglo XX. La Dra. Ayres fue la primera en desarrollar la idea de que la integración sensorial influye en los comportamientos y en el aprendizaje más complejo. Definió la integración sensorial como el proceso cerebral que conduce a la organización e interpretación de la información que recibimos de los sentidos (equilibrio, gravedad, posición del cuerpo, movimiento, toque, olor, gusto, visión y audición) para que el mundo adquiera sentido y poder actuar en él. Fue pionera y publicó muchos estudios que son la base de la teoría de la integración sensorial y de las técnicas de tratamiento que se utilizan hasta hoy. A lo largo de su carrera descubrió un nuevo paradigma para explicar gran variedad de problemas neurológicos infantiles que no se comprendían hasta entonces. Este nuevo paradigma fue aceptado inmediatamente por muchos técnicos que trabajaban con niños, pero también sufrió gran rechazo por otros a quienes costaba aceptar este innovador contexto. Esta misma polémica impulsó la necesidad de realizar más investigación científica que sirviese de soporte al concepto teórico.

A lo largo de los años la Dra. Ayres trabajó como científica y realizó trabajo clínico, a la vez que, formó a muchos terapeutas, en la teoría, evaluación e intervención, usando el abordaje de la integración sensorial. Tras su muerte en 1988, su trabajo fue continuado por muchos terapeutas en diferentes partes del mundo, pero también por científicos de otras áreas, que continuaron -y aún continúan- elaborando estudios relacionados con el procesamiento de las sensaciones por el cerebro. Así, la teoría de la integración sensorial continúa siendo perfeccionada por diversas investigaciones, y el escepticismo inicial acerca de la teoría es cada vez menor, gracias a los argumentos comprobados científicamente. La investigación en otras áreas de las neurociencias apoya la teoría de la integración sensorial, lo que lleva a esta a contribuir de forma sustancial en el universo de conocimiento relacionado con el desarrollo del aprendizaje en la infancia.

Actualmente, el concepto de la integración sensorial nos ayuda a entender el desarrollo del niño y cómo este responde a lo que le rodea, poniendo el foco de atención en el procesamiento de las sensaciones y en desarrollar abordajes que ayuden al niño a dar respuestas cada vez más adaptadas a las exigencias del medio.

El tratamiento para los niños con dificultades de integración sensorial tiene como punto central su inclusión en actividades sensorialmente enriquecidas, mientras se facilita que estas estimulen respuestas adaptadas a los desafíos a los que se enfrentan los niños.

Hace aproximadamente treinta años se empezó a hablar de integración sensorial en los cursos básicos de terapia ocupacional, y se desarrollaron algunas iniciativas para que terapeutas americanos impartiesen formación al respecto. A lo largo de los años, cada vez más terapeutas percibieron la importancia de esta intervención y se dedicaron a profundizar los estudios y la puesta en práctica de las técnicas de intervención.

Empecé a trabajar como terapeuta ocupacional en 1993, cuando ya había algunos terapeutas portugueses que utilizaban el abordaje de la integración sensorial. Comencé mi actividad como terapeuta en la casa de acogida Aboim Ascensāo, con la terapeuta Sonia Martins Lopes, muy entusiasta de la integración sensorial y que me contagió su pasión por el trabajo que desarrollaba. En aquel momento la sala de intervención estaba equipada y sentíamos la necesidad de formación para mejorar lo que ya estábamos haciendo con los conocimientos que teníamos. Organizamos sesiones de formación con terapeutas más experimentados que nosotras (Helena Marques, Deolinda y Lurdes Neves) y empezamos a comprar libros de Estados Unidos e Inglaterra, los traducíamos y aplicábamos lo que leíamos. En 1998 hicimos la primera formación con la terapeuta norteamericana Susan Stalling-Sahler, quien nos transmitió un conocimiento valiosísimo, cuyo aspecto más innovador en ese momento fue el trabajo con padres y cuidadores utilizando ese abordaje. El siguiente paso, en 2005, fueron varios viajes a Estados Unidos para titularnos en evaluación e intervención en integración sensorial.

Este fue sin duda el punto culmen de nuestra carrera, al conocer a terapeutas con gran experiencia y que admirábamos mucho a través de sus libros (Marie Anzalone, Sue Knox, Susanne Smith Roley, Zoe Mailloux) transmitiendo su conocimiento, con demostraciones prácticas de intervención con niños reales; y tuvimos la maravillosa oportunidad de hacer todas las preguntas que nos venían a la cabeza.

Mientras hacíamos esfuerzos para crecer en conocimientos, trabajábamos con los niños y nos sentíamos fuertes por los resultamos obtenidos. Sin embargo, también sufrimos críticas y en ocasiones auténtica oposición de otros técnicos que trabajaban con los menores que acompañábamos, y que a veces no estaban abiertos a utilizar un abordaje nuevo. El cambio hacia esta mayor apertura fue dándose de forma natural gracias a los resultados de las intervenciones y el testimonio de las familias. Así comenzó a crecer el interés por la integración sensorial, y los pediatras y educadores de aquellos niños empezaron a solicitar más información y a encaminar a algunos niños hacia la intervención teniendo en cuenta la integración sensorial. Comenzamos a desarrollar acciones de sensibilización y formación para profesionales de la salud, profesores y familias, lo que contribuyó a que otros niños pudiesen ver identificada su disfunción de integración sensorial y pudiesen también beneficiarse de la intervención en este aspecto.

En la actualidad sigo trabajando con niños, familias, educadores, profesores, psicólogos, logopedas y médicos usando este abordaje. Sobre todo padres y educadores solicitan cada vez más información sobre la integración sensorial. Muestran interés y motivación por aumentar su conocimiento. Aunque internet permite acceder a mucha información relacionada con el tema, los contenidos aún son insuficientes para las necesidades de conocimiento de muchos padres.

Por esto surge este texto, para todos los que trabajen con niños y quieran comprender cómo las sensaciones condicionan el desarrollo y el aprendizaje. El libro pretende divulgar e informar sobre la integración sensorial, y contribuir así al conocimiento de quienes trabajan con niños.

Uno de los aprendizajes más importante que hice utilizando este abordaje está relacionado con la necesidad de transmitir a los padres y madres toda la información sobre las características sensoriales y las necesidades de su hijo o hija1, para que le entiendan y puedan ayudarle mejor. Son los padres y profesores quienes mejor conocen al niño y más tiempo pasan con él, por lo que es muy importante que lo entiendan y conozcan, para dar cobertura a sus necesidades, dificultades y capacidades de manera eficaz. Y así, junto con el menor, puedan construir ambientes que faciliten el desarrollo y el aprendizaje.

El libro también ha sido redactado pensando en los estudiantes de terapia ocupacional que empiezan a conocer algo de estos temas, con la esperanza de ser una pequeña semilla que despierte en ellos el deseo de saber más y profundizar en su conocimiento.

Este libro pretende resumir los conceptos esenciales de la teoría, evaluación e intervención en integración sensorial, de manera que muestre un panorama general de estos tres aspectos. A lo largo del libro se narran historias para ilustrar conceptos de integración sensorial, o las diferentes dificultades que pueden tener los niños. Todas las anécdotas son de niños que estaban en intervención, con base en el abordaje de integración sensorial, durante la redacción de este libro y, aunque los nombres son ficticios, los padres autorizaron su uso.

La primera parte del libro aborda los conceptos básicos de la teoría de integración sensorial, comenzando por los sentidos, los principios teóricos y los componentes de integración sensorial. En la segunda parte nos fijamos en la disfunción, esto es, en los principales cuadros de diagnóstico y sus características. Se ofrecen listas de síntomas que indican problemas de integración sensorial. Después se analiza el desarrollo del niño fijándonos en el desarrollo de las habilidades de integración sensorial y en algunas señales de alarma que pueden surgir en el proceso.

En la última parte pretendemos dar una idea de cómo se desarrolla el proceso de evaluación y los principios generales de la intervención, utilizando este abordaje. Los capítulos del “Diagnóstico, causas y porcentaje de la disfunción de la integración sensorial” y el de “La eficacia del tratamiento de integración sensorial” tienen como objetivo transmitir información relativa a algún estudio realizado, que es la base de la teoría y de la eficacia de la intervención. El último capítulo hace referencia a los actuales esfuerzos de varios equipos de trabajo para desarrollar el conocimiento científico, formación y divulgación de la integración sensorial.

Paula Serrano

Introducción

Desde su nacimiento, la vida del niño está ligada a las sensaciones. Incluso en el vientre materno el bebé responde a las sensaciones. Aun antes de reaccionar al sonido o a las luces, responde a la sensación de presión del vientre materno y a la resistencia que este ofrece cada vez que el feto se mueve. Cuando nace, es “bombardeado” con nuevas sensaciones: la fuerza de la gravedad es tremenda para poder reaccionar contra ella, los sonidos son más intensos, agudos y diversos, y lo mismo podemos decir del contacto con las personas, ropas y utensilios, así como de los olores, luces y sabores. Toda esta variedad de estímulos alcanzan el cerebro de una forma nueva e intensa.

En los meses siguientes el bebé aprenderá a regular su comportamiento ante estas sensaciones y tardará años en desarrollar habilidades para que, lo que siente de su propio cuerpo y de todo lo que le rodea tenga sentido y le permita actuar de manera adecuada.

En realidad, la vida de cualquier niño está rodeada de innumerables sensaciones que experimenta en todo momento. Con el tiempo se volverá particularmente consciente de algunas de ellas, pero hay otras de las que solo se dará cuenta si algo va mal. Aprendemos que conocemos el mundo a través de los cinco sentidos, pero en realidad necesitamos de otros dos sentidos “secretos” para que nuestro cuerpo y el mundo tengan sentido y podamos alcanzar el máximo potencial en nuestro desarrollo y bienestar.

Cuando el niño toca, oye, saborea, ve, huele o se mueve, discrimina esa sensación dándole un significado, le atribuye una experiencia afectiva y almacena la información en los “ficheros” cerebrales, para más tarde poder utilizarla y realizar aprendizajes cada vez más complejos.

Cuando observamos a un niño pequeño jugando con una pelota, muchas veces comprobamos cómo la agarra, la aprieta, la gira y la mira desde todos los ángulos; puede llevársela a la boca, empujarla y verla alejarse, puede intentar sentarse encima y nota qué difícil es mantener el equilibrio; pero también se da cuenta de que sentado consigue balancearse un poquito. En esta experiencia, el cerebro del niño registra la sensación del tacto –es blanda y lisa-. Al apretarla, sus músculos y articulaciones dan la información de la fuerza que ejercen, y el cerebro repara en que no es dura, sino blanda. Con la visión registra que tiene un color brillante, que es redonda, y que cuando la aprieta con las manos se forman unas pequeñas curvas; al sentarse, su sentido del movimiento y el equilibrio percibe que no es estable y que para mantenerse encima tiene que conseguir equilibrarse. En pocos minutos llegan innumerables informaciones al cerebro del niño acerca del objeto, pero también respecto la relación de ese objeto con su propio cuerpo y con el espacio circundante.

Al procesar toda esta información, en conjunto, el niño crea en su cerebro la noción de la totalidad de la pelota, y forma uno o varios conceptos en sus ficheros cerebrales: cómo es la pelota, qué potencialidades tiene y qué se puede hacer con ella. Más tarde, cuando vea esa pelota buscará el registro de aquellas informaciones que ya fueron almacenadas y estará listo para usarlas de una manera más compleja. La pelota no sirve para poner un vaso encima porque es redonda, pero sí sirve para hacerla rodar, por eso puede usarla para jugar. Si esta experiencia fue para él agradable, querrá usarla más veces; pero, si tal vez fue frustrante, la próxima vez que la vea no tendrá interés en ella.

En cada interacción con las personas y objetos el niño recibe innumerables informaciones que son enviadas a zonas específicas del cerebro, donde pueden ser discriminadas y relacionadas unas con otras para que adquieran sentido. A cada sensación le es atribuido un significado, dependiendo del tipo de experiencia que proporcionó al niño, esto es, de placer o de descontento, miedo, dolor, etc. Estos registros serán la base para los aprendizajes futuros y para que el niño esté o no en disposición de involucrarse en determinadas actividades.

Imaginemos un niño que va de vacaciones a la nieve en un lugar que no conoce. El niño está increíblemente atento respecto al tamaño de las personas, sus ropas, la manera de hablar, los colores de las casas, la temperatura fría, el peso y la textura de las ropas y de las botas de nieve, la velocidad y el ruido de la gente cuando se deslizan en los esquís o trineos, etc. A la hora de comer va con su familia al restaurante y come una mezcla de queso con legumbres que está bastante caliente, acompañado de un zumo helado, seguido de una fruta dulce, pero con unas pepitas que se cuelan entre los dientes. Estas sensaciones son los cimientos a través de los cuales el niño construye su experiencia de ese día. ¿Cómo fue su experiencia? ¿Fue agradable, desagradable, relajante, estresante, divertida o frustrante? Su sentimiento de bienestar, su estado de ánimo, e incluso la interacción con los demás, todo ello está fuertemente influenciado por las experiencias sensoriales.

Las sensaciones son piezas dispersas de información que tienen que ser organizadas e interpretadas por el sistema nervioso central para que nuestro cuerpo y mente se puedan adaptar en todo momento al mundo que nos rodea. Nosotros experimentamos el mundo a través de nuestra noción consciente de lo que vemos, oímos, olemos, saboreamos y tocamos, pero también, inconscientemente, monitorizamos nuestro equilibrio, movimiento y posición del cuerpo.

Cada respuesta a una sensación inicia o fortalece relaciones en el cerebro, y así la experiencia sensorial ayuda a la formación del sistema nervioso. Las conexiones entre las células del cerebro se forman como respuesta a los estímulos visuales, olores, sonidos, sabores y sensaciones corporales que el niño experimenta.

El cerebro aprende a recibir estos mensajes sensoriales y después, a pasarlos de unas áreas del sistema nervioso a otras. Estas vías de información en el cerebro son la base para el desarrollo de muchas habilidades, como la percepción, el lenguaje, la atención, la memoria y el pensamiento abstracto.

Este complejo proceso se da en varios niveles del sistema nervioso, y es la información sensorial el nutriente para que se pueda desarrollar y surja el aprendizaje.

Ahora vamos a fijarnos en los sistemas sensoriales, poniendo especial atención en los que son menos conocidos. Por eso daremos especial relevancia a tres de ellos: el sistema vestibular, el propioceptivo y, además, el sistema táctil.

Sistema táctil

El sistema táctil está localizado en la piel, y es la frontera entre nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Es el sistema que controla la reacción ante todo lo que nos toca. Las personas necesitamos el tacto para mantenernos sanos.

Conocemos las experiencias realizadas en 1958, por Harry Harlow, con monos criados con “madres” hechas de materiales táctiles y “madres” de alambre; en ellas se observó cómo los monos criados con madres de materiales táctiles buscaban y obtenían estimulación táctil y consuelo, y crecieron mejor que los criados por “madres” no táctiles, que crecieron con privación del contacto. Estos últimos mostraban comportamientos agresivos y actitudes inadaptadas en los juegos y con sus iguales.

También son conocidos los estudios sobre los beneficios del masaje en los bebés; demuestran que el tacto favorece un desarrollo saludable. Hay estudios que demuestran que el masaje afecta al peso de los bebés prematuros, y que estos bebés están más activos, con mejor nivel de alerta, mejor tolerancia al sonido y control emocional, comparados con prematuros que no recibieron masajes. Como consecuencia, estos bebés son más capaces de consolarse y calmarse por sí mismos. Esto es, su sistema táctil los ayuda a aprender una habilidad esencial del ser humano: regular sus respuestas a lo que les rodea.

Cuando observamos a los bebés y a los niños podemos comprobar que tienen gran necesidad de estimulación táctil. Desde que nace, el bebé necesita consuelo y contacto corporal, que son obtenidos a través del tacto. El bebé se calma cuando le cogen en brazos o recibe caricias. Muchas veces precisan sentir su muñeco de peluche, frotan sus dedos en la cara o en su manta. Todos estos comportamientos demuestran la importancia que tiene el sistema táctil en la autorregulación del niño.

Esta necesidad de información táctil se mantiene toda la vida; también los adultos siguen necesitando contacto físico, lo que muchas veces les hace buscar masajes que son utilizados, ya lo sabemos, como una forma de relajación. Así comprendemos la importancia que este sistema tiene en el bienestar y regulación emocional.

Efectivamente, el sistema táctil constituye una de las bases para desarrollar una sana vinculación madre-hijo. El bebé es tocado y acariciado por su madre en todos los momentos del día a día, y desde que nace. El baño, el cambio de ropa, la hora de mamar, los brazos para calmarle, los mimos y carantoñas cuando empieza a sonreír y conseguir sus pequeños logros son momentos repletos de estimulación táctil y de mucho contacto con el cuerpo. Y son esos momentos en los que se fundamenta la vinculación y la relación de apego, y en los que el consuelo y el placer de la sensación favorecen cada vez más la calidad de la interacción.

El sistema táctil es también fundamental para el desarrollo de la noción que el niño tiene de su propio cuerpo. A través del tacto el bebé amplía la noción de sus límites corporales y de las partes que le constituyen. Cada vez que la madre lo baña, le pone crema, le da besos en los pies, le sopla en la barriga, etc., el bebé recibe información del tacto, que le ayuda a construir en su cerebro el esquema de cómo es su cuerpo. Cuando empieza a gatear y cuando, al intentar pasar por debajo de una silla se golpea en la cabeza, o cuando intenta meterse detrás del sofá y se queda encerrado, obtiene información táctil. Esta sensación contribuye y refuerza la noción de sus límites corporales, la noción de su cuerpo.

Durante el desarrollo del niño, el sistema táctil tiene también un papel muy importante en el aprendizaje. En la primera infancia, la necesidad de obtener información acerca de todo lo que le rodea le lleva a tocar todo lo que ve. Solo por el tacto es posible adquirir conceptos como las texturas de los objetos, la temperatura, las formas, etc. Antes de que el niño mire un cubito de hielo y sepa que está frío, que es resbaladizo, que tiene cuatro lados planos, etc., tuvo que obtener previamente esa información a través de su sistema táctil. Es la suma de esta información con la visual lo que le permitirá, más tarde, mirar el cubito y saber todas sus características para usarlo de una manera más adaptada.

Esta asociación entre el tacto y la vista es importante para entender por qué los niños pequeños tienen la necesidad de tocar todo lo que ven, y por qué esta necesidad va disminuyendo a lo largo del crecimiento, a medida que va conociendo los objetos que le rodean y empieza a ser suficiente la información de la vista. Entendemos también que todos necesitamos de nuestro sistema táctil para formar conceptos sobre los objetos (texturas, formas, tamaños, etc.), lo que a su vez influirá en el aprendizaje.

Este sistema está íntimamente relacionado con nuestro estado emocional, pues a cada sensación del tacto se le asocia un significado emocional. Por ejemplo, un niño que en la clase es tocado por un compañero que está sentado detrás de él tiene que localizar el punto en que fue tocado y de qué tipo de toque se trata, dependiendo de la fuerza ejercida. Si fue un toque suave y que interpretó como algo amigable, lo asociará con un tipo de reacción emocional, pero si fue un toque más brusco y lo interpreta como una acción hostil, lo asociará con otra reacción distinta. Por eso es muy importante la discriminación del tacto para percibir de una determinada manera el mundo y las actitudes de quienes nos rodean. En función de esta información, así será la adecuación de la respuesta al tacto.

El sistema táctil tiene además receptores que son los responsables de avisarnos del peligro. Por ejemplo, cuando sentimos algo en la pernera del pantalón, normalmente reaccionamos con un acto de defensa. Estas sensaciones nos hacen prestar atención y realizar acciones que nos protejan de lo que sea que nos esté subiendo por la pierna.

Sistema vestibular

El sistema vestibular tiene receptores en el oído interno y es estimulado por los movimientos de la cabeza, del cuello, de los ojos y del resto del cuerpo. Responde a la fuerza de la gravedad y registra la posición que tiene nuestro cuerpo en relación a la Tierra. Por ejemplo, si estamos cabeza para abajo o cabeza para arriba, y nos guía para mantenernos con la cabeza recta. La Dra. Ayres (1979) consideraba esta información como crucial para nuestra seguridad física y emocional.

La información vestibular nos ayuda a mantener el equilibrio y nos informa de si estamos en movimiento o parados; y a qué velocidad y en qué dirección nos movemos. Junto con el sistema visual, registra los movimientos de los objetos que nos rodean. Cuando el sistema vestibular está bien regulado, el niño consigue saber cuánto puede balancearse sin caer, e incluso hasta dónde puede subir sin ponerse en peligro.

El sistema vestibular es uno de los primeros que se desarrolla aún dentro del útero. Cuando nace, el bebé siente la fuerza de la gravedad por primera vez y pasa los primeros meses desarrollando las capacidades que le permitan mantenerse y funcionar contra ella. Así, para responder a la fuerza ejercida por la gravedad el niño tiene que desarrollar la fuerza en los músculos anti-gravitatorios para poder sostener la cabeza, sentarse con la espalda recta, ponerse de pie y tener equilibrio para andar. Por el contrario, si no registrase la información de la gravedad, difícilmente podría desarrollar el control de esos músculos y, por tanto, el control postural. Esta habilidad depende de la información que el sistema vestibular envía continuamente a los músculos extensores de nuestra espalda, originando el tono muscular que nos permite mantenernos sentados sin esfuerzo. Si faltara esta información del sistema vestibular, entonces notaríamos cansancio y la necesidad de apoyar la cabeza cuando tenemos que estar sentados prestando atención.

La información del sistema vestibular es procesada junto con la del sistema propioceptivo (información de los músculos y articulaciones) para permitir que el movimiento del cuerpo sea preciso y controlado en el tiempo. Es decir, el procesamiento de los impulsos vestibulares, en conjunto con el de los músculos y articulaciones, nos permite desviarnos de las otras personas y de los objetos cuando nos movemos, sin chocar con ellos. La información de la gravedad y del movimiento se junta a la de los músculos, articulaciones y piel y, toda junta, completa la percepción que tenemos de nuestro cuerpo.

La función del sistema vestibular nos permite orientar nuestro “mapa” corporal cuando nos movemos, siendo el procesamiento de la información de estos tres sistemas lo que hace posible que se desarrolle la planificación motora.

Por otro lado, cuando caemos también necesitamos la información del sistema vestibular. Este sistema detecta la caída, y manda información al cerebro para que la procese con la del sistema propioceptivo y surja así una reacción de extensión protectora. Estas reacciones empiezan a aparecer antes de los doce meses, cuando el bebé se desequilibra y pone las manos delante para protegerse la cabeza.

Los receptores del sistema vestibular envían mensajes del movimiento a diversas partes del cerebro, por eso es un sistema tan importante y tiene un papel esencial en el desarrollo infantil. Una de sus funciones es permitirnos coordinar el movimiento de los ojos con el de la cabeza. Así podemos fijar la mirada incluso cuando nos movemos y seguir la trayectoria de un objeto estando parados o en movimiento. Estas capacidades son fundamentales para que el niño consiga copiar algo de la pizarra, leer, o seguir la trayectoria de una pelota y cogerla cuando hace deporte. Además contribuye a organizar las sensaciones en los otros sistemas sensoriales.

Hay impulsos del sistema vestibular que van a áreas del córtex cerebral donde se juntan con la información del sistema táctil, propioceptivo, visual y auditivo. En conjunto, nos dan la percepción que tenemos del espacio, posición y orientación de los objetos en relación a nuestro cuerpo, y en relación unos a otros.

El procesamiento de la información del sistema vestibular también contribuirá a que el niño desarrolle la especialización de los dos lados del cerebro, facilitando la comunicación entre ellos, lo que hace posible la integración de los dos lados del cuerpo, y contribuye al desarrollo del habla y de la comprensión de las palabras. Es importante que cada lado del cerebro se ocupe de diferentes habilidades para así trabajar de una manera más eficiente.

Podemos verificar que los niños que tienen dificultades en el funcionamiento de este sistema con frecuencia también tienen problemas de articulación del habla y del lenguaje, y en las tareas que exigen el uso coordinado de los dos lados del cuerpo, como saltar, coger una pelota con las dos manos, escribir o recortar con una mano mientras se agarra el papel con la otra, etc.

Todos sabemos que los niños tienen mucha necesidad de movimiento, especialmente durante los primeros años. En efecto, en este periodo el sistema vestibular está en proceso de maduración y el niño necesita desafiar la gravedad y el movimiento para estimular los receptores, y así permitir que esta información conduzca a una mayor madurez del sistema.

El sistema vestibular tiene receptores que son activados por los estímulos de movimiento en la vertical (sáculo), por ejemplo cuando el niño salta, se sube encima de una mesa o le gusta meterse en el ascensor. Otros receptores son activados por movimientos horizontales (utrículo), como cuando se columpia hacia delante y hacia atrás o va en coche o en bicicleta. Otros receptores son activados por estímulos de rotación (canales semicirculares), por ejemplo cuando se hace a alguien dar vueltas o girar en el suelo.

Cuando observamos a los niños comprobamos que se implican en juegos que estimulan todos los receptores del sistema vestibular. Es frecuente ver a niños dando vueltas hasta marearse, subir y bajar a diferentes niveles, saltar, deslizarse, o columpiarse en varias direcciones y con diferentes velocidades mientras adoptan distintas posturas con el cuerpo. Por ejemplo, es normal ver a un niño en el tobogán subiendo por las escaleras, y luego hacerlo por la rampa, unas veces bajando sentado y otras tumbado para atrás, o barriga para abajo.