La lluvia de fuego - Leopoldo Lugones Argüello - E-Book

La lluvia de fuego E-Book

Leopoldo Lugones Argüello

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Beschreibung

La lluvia de fuego es uno de los doce cuentos que componen Las fuerzas extrañas, editados por primera vez en 1906. Tras leer el subtítulo de «Evocación de un desencarnado de Gomorra», el lector toma conciencia de que se trata de una referencia bíblica: el final de Sodoma y Gomorra. Ciudades que fueron castigadas por el poder divino en forma de lluvia de fuego por sus innumerables pecados. En La lluvia de fuego, de Leopoldo Lugones, el fuego también cae sobre la ciudad: «De pronto, el esclavo que atravesaba el jardín con un nuevo plato, no pudo reprimir un grito. Llegó, no obstante, a la mesa; pero acusando con su lividez un dolor horrible. Tenía en su desnuda espalda un agujerillo, en cuyo fondo sentíase chirriar aún la chispa voraz que lo había abierto.» En un increscendo continuo la tragedia, de origen desconocido, amenaza con arrasarlo todo. En medio de la tragedia un hombre vive aislado en un sótano entre botellas de vinos y víveres que allí se acumulan. En tímidas excursiones al exterior el hombre irá descubriendo las dimensiones de la tragedia provocada por La lluvia de fuego. La incertidumbre, la fuerza de lo innombrable y el azar dan a este relato argentino un toque surrealista y otro toque de literatura del absurdo.

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Seitenzahl: 83

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Juan Pérez de Montalbán

La monja alférez

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La monja alférez.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de la colección: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9897-4034.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-808-0.

ISBN ebook: 978-84-9897-974-9.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

La trama 7

La monja alférez 9

Personajes 10

Jornada primera 11

Jornada segunda 61

Jornada tercera 97

Libros a la carta 133

Brevísima presentación

La vida

Juan Pérez de Montalbán (Madrid, 1602-1638). España

Juan era hijo del librero real que editó el Buscón de Quevedo sin la anuencia de éste. Sus antepasados eran judíos conversos. Estudió teología y se ordenó sacerdote a los dieciocho años, deviniendo notario de la Inquisición. A los diecinueve años escribió su primera comedia. Fue el discípulo predilecto de Lope de Vega y adversario de Francisco de Quevedo, que lo ridiculizó varias veces en sus obras.

Escribió unas cincuenta obras teatrales de diversos géneros. A la muerte de Lope de Vega compuso la Fama póstuma (1636), elogio y primera biografía de Lope.

Murió sumido en la locura.

La trama

Catalina de Erauso, abandonó un convento en San Sebastián, se vistió como hombre y se fue a América, donde alcanzó el grado de alférez.

Catalina mató a muchos en duelos y reyertas, y tuvo varios escarceos amorosos con otras mujeres. Fue detenida en Perú y condenada a muerte tras otra de sus habituales trifulcas. Entonces se supo que era virgen y el obispo de la región la perdonó.

De regreso a España fue recibida por el rey, que respetó su grado militar y le autorizó a usar un nombre y atuendos masculinos mientras el mismísimo Papa le perdonó su cambio de identidad sexual.

Tras estas aventuras regresó a América, esta vez a México, abrió un negocio y vivió con identidad masculina hasta su muerte.

Este texto de Montalbán es una de las más bizarras comedias de enredo escritas en el Siglo de Oro. En esta versión de La monja alférez se describe con más claridad que en ninguna otra la atracción homoerótica de Catalina y su destino terrible, perseguida por su familia.

La monja alférez

Personajes

Catalina de Erauso, monja alférez [Alonso de Guzmán]

Don Diego, galán

Don Juan

Doña Ana, dama

El alférez Nuevo Cid

El castellano del Callao

El vizconde de Zolina

Inés, su criada

Jarava

Machín, su criado, gracioso

Miguel de Erauso, soldado

Monroy

Motril

Ocaña

Peromato

Sebastián de Ylumbe, hidalgo

Teodora, dama

Tristán, criado

Un criado

Un religioso

Un soldado

Jornada primera

(Guzmán y Machín de camino, doña Ana e Inés con mantos.)

Ana No puedo enfrenar el llanto.

Guzmán No lo hubiera yo emprendido,

mi bien si hubiera entendido

que tú lo sintieras tanto.

Mas ya es hecho; tú, señora,

eres culpada, yo no,

pues que tu amor me ocultó

lo que me descubre ahora.

Ana El favor más limitado

de una principal mujer,

no basta para prender

la esperanza, y el cuidado.

¿Pude yo, siendo quien soy,

darte señales más claras

de mi amor? ¿Tú estimaras

los favores que te doy,

si te entregase liviana

la posesión de mi pecho?

Guzmán Ya no hay remedio, ya es hecho,

mas alivie, mi doña Ana,

si mi ausencia te lastima,

el mal que sintiendo estás,

ver que dos leguas no más

dista el Callao de Lima.

Y no dará luz la aurora,

jamás al monte, ni prado

sin que a mí me la haya dado

ese Sol que el alma adora.

Así desmentir podré

la ausencia que te amenaza,

que supuesto que la plaza

yo de soldado asenté,

y en el puerto he de asistir

las noches que estar de posta

no me toque, por la posta

a verte podré venir.

Ana Con eso no solamente

se alivian mis sentimientos,

mas es para mis tormentos

el medio más conveniente.

Pues si de las ansias mías

la envidiosa diligencia

tuvo indicios, con tu ausencia

desmentimos las espías.

Que ya sabes que el efecto

de poderte ver, y hablar,

solamente ha de durar

lo que durare el secreto.

Y así de nuevo te pido,

que la palabra me des

de no romperlo, aunque estés

ya celoso, ya ofendido.

Guzmán Y de nuevo te prometo,

que no sepa mi cuidado

de mí, sino este criado,

que es ejemplo del secreto.

Machín No viene Machín de casta

que se pierde por hablar,

pues para saber callar,

soy vizcaíno, que basta.

Ana Pues, Alonso de Guzmán

hace de ti confianza,

ésa es la mayor probanza

que tus méritos me dan.

Y tú porque la ocasión

jamás pierdas de venir

a verme, sin que inferir

pueda nadie tu afición.

Pues es la curiosidad

tan necia, que te podría

poner una oculta espía,

que al entrar en la ciudad

te siguiese, y nuestro amor

viniera a saberse, quiero

que el caballo más ligero,

que de indiano picador,

agitado excede al viento,

obedezca a tu cuidado,

porque el pedirlo prestado,

no dé indicios de tu intento.

(Dale una cadena.) Del valor de esta cadena

puedes comprarlo y advierte,

que pues en verte o no verte

está mi gloria, o mi pena.

No haya estorbo que resista

el efecto a mi deseo,

si cuanta hacienda poseo

me ha de costar una vista.

Guzmán ¿Qué diligencia y cuidado

en servirte no pondrá

quien de tu favor está

por mil partes obligado?

Esta cadena recibo

más que por sus eslabones

manifiesten las prisiones

en que enamorado vivo.

Que por comprar el caballo,

que donde es tal el favor,

alas son los pies de amor

para volar a gozallo.

Ana Adiós, pues, que estoy temiendo

la asechanza cuidadosa

de alguna afición celosa.

Guzmán Aunque de oírlo me ofendo,

trueco a tu opinión, señora,

los sentimientos más graves.

Ana No hay que advertirte, pues sabes

la seña, ventana, y hora.

(Vase.)

Guzmán ¿Qué dices de mi ventura?

Machín Que pasa gran tempestad

tu voto de castidad,

entre ocasión, y hermosura.

Pero don Diego tu amigo

viene aquí.

Guzmán Mucho sintiera,

que a doña Ana conociera,

si ahora la vio conmigo.

(Aparte.) (Cuando mi pecho le estima,

de tal suerte que por dar

a sus temores lugar,

gusto de salir de Lima.)

(Salen don Diego y Tristán.)

Diego Era ya tiempo de veros,

Guzmán amigo.

Guzmán El buscaros

pudiera escusar, si hallaros

ha de ser para perderos.

Diego ¿Cómo?

Guzmán De Lima me ausento.

Diego ¿Qué dices?

Guzmán Mi natural

inclinación es marcial,

y vivo en la paz violento,

y al Rey me parto a servir

en el puerto.

Diego No me mueve,

ser la distancia tan breve,

a que deje de sentir

la ausencia vuestra, Guzmán.

Guzmán Tantas veces volveré

a veros, cuántas me dé

licencia mi capitán.

Diego Porque podáis acordaros,

y por ser en la milicia

la gala de más codicia,

un penacho quiero daros

excelente, cuyas plumas

en la fineza, y color,

unas son alas de amor,

y otras de Venus espumas.

Guzmán Yo lo estimo, porque veo

que en él, don Diego, me dais

las alas que imagináis

que en vuestra ausencia deseo.

Mas, pues, me le dais por prenda

de memoria, aunque confía

de vuestra amistad la mía,

que el olvido no la ofenda,

os quiero dar unos guantes

(Los guantes que Guzmán saque puestos sean bordados extraordinarios.)

en la hechura, y el olor,

en la materia, y valor,

a los que veis semejantes.

Que cuando no por su extraña

novedad los estiméis,

hacerlo al menos podréis,

por ser hechos en España.

Diego De vos en todo excedido,

y obligado me confieso,

y por venceros en eso,

me quiero dar por vencido.

Guzmán Estos brazos os darán

la respuesta. Adiós, don Diego.

(Abrázanse.)

Diego Adiós, Tristán, lleva luego

aquel penacho a Guzmán.

Guzmán Siglos, Machín, considero

para partir los instantes,

lleva a don Diego los guantes,

que puesto a caballo espero.

(Vase.)

Machín Yo lo haré, mas si supiera

que tú no habías de rompellos,

por Dios que te hubiera de ellos

cortado una bigotera.

(Vase.)

Diego ¿Qué te detiene, Tristán?

Tristán Solo a decirte que vi

mientras hablabas aquí

con Alonso de Guzmán

por esta esquina pasar

hacia la Iglesia mayor

a doña Ana.

Diego Dame, amor,

la ventura en alcanzar,

como el cuidado en seguir.

Tristán Todo se alcanza obligando.

Diego O he de vivir alcanzando,

o siguiendo he de morir.

(Vanse. Sale Miguel de Erauso, abriendo una carta, de soldado en cuerpo, y va dentro de la carta un retrato. Carta. Sobrescrito. Lee.)

Miguel Al alférez Miguel de Erauso, mi hijo,

en el puerto del Callao en los Reinos del

Perú.

Hijo, valga por testamento

esta carta, pues me tiene a las puertas

de la muerte la afrenta que vuestra hermana

Catalina nos ha hecho ausentándose

ocultamente de San Sabastián. No os lo he

escrito antes aunque ha ya trece años, por

escusaros la pena. Mas ahora por haber

entendido que pasó a esos reinos en traje

de varón, por el deseo de su remedio,

atropelló vuestro sentimiento. Su retrato

es el incluso. Si la suerte o la diligencia

la hallare, noble sois, y cuerdo, y sabréis

lo que habéis de hacer. Dios os guarde. De

San Sebastián, a febrero 20 de 1618 años.

Vuestro padre el capitán Miguel de Erauso.

¿Cómo es posible que haya yo leído

estos renglones sin haber perdido,

si no la vida el seso?

¡Que se arrojase a tan infame exceso,

mujer que nació noble, cielo santo!

Mas si nació mujer, ¿de qué me espanto?

O carta, que el veneno por los ojos

distes al alma en átomos despojos

de mi furor, al viento

informad de mi grave sentimiento.

(Rompe No os pongan las crueldades de mi suerte

la carta.) o mi vecina, ya forzosa muerte,

en ajeno poder, para que al suelo