La mano de la bruja - Viviana Soncini - E-Book

La mano de la bruja E-Book

Viviana Soncini

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Beschreibung

Sofía, joven adolescente, se ve obligada a pasar sus vacaciones con una anciana tía en un pequeño pueblo. Sin internet, sin amigos y sin mucho para hacer, supone que serán las peores vacaciones de su vida. Mas una inesperada revelación la involucra en un secreto ancestral, en donde será ella la clave para resolver una terrible lucha entre brujas y almas blancas. Se pondrá a prueba su coraje, valor y decisión. También los lazos de amistad, fraternales, y hasta el amor, se verán implicados para salvar de las sombras y la crueldad el futuro de los hombres. Esta es la primera entrega de una trilogía atrapante y entretenida, llena de aventura y emoción, donde la acción, la fantasía y el amor, se unirán para crear una historia entrañable que no podrás dejar de leer.

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Seitenzahl: 87

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Magdalena Gomez.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Soncini, Viviana Laura

La mano de la bruja / Viviana Laura Soncini. - 1a ed . - Córdoba : Tinta Libre, 2020.

90 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-666-9

1. Narrativa Argentina. 2. Literatura Juvenil. 3. Novelas. I. Título.

CDD A863.9283

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución

por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2020. Soncini, Viviana Laura

© 2020. Tinta Libre Ediciones

Capítulo

1

«Son solo unas vacaciones, unas largas y calurosas vacaciones, pero pronto pasarán», pensaba Sofía desde la parte trasera de la camioneta que la llevaba a su destino. Recién habían terminado las clases, el tercer año del secundario había sido todo un reto y ansiaba disfrutar del ocio en su casa, meciéndose en la hamaca de mimbre que pendía del techo de su habitación, un loco regalo de sus padres para uno de sus cumpleaños. Nunca imaginó que terminaría convirtiéndose en el lugar más confortable para descansar, leer o escuchar música y, por supuesto, jugar con la tablet, las cosas que más le gustaba hacer. Pero resultó que un viaje imprevisto de negocios cambió el curso de su acostumbrada tranquilidad veraniega, y Sofía no estaba muy contenta con los nuevos planes.

—Te dejaremos con la tía —dijo su madre—. Serán solo quince días, y no pongas esa cara.

—Es que el pueblo de esa tía es aburrido, ni siquiera hay internet. ¿Qué voy a hacer tantos días allí?

—Algo se te ocurrirá.

—¿Por qué Nico no vino? No es justo, también él tendría que estar acá.

—Tu hermano arregló para quedarse con Agustín. En cambio, ninguna amiga te invitó a pasar los quince días. Con Josefa vas a estar bien.

—Espero que así sea, es una pariente lejana que casi no conozco, si apenas la he visto un par de veces. ¿No puedo ir con ustedes? —una vez más intentó disuadirlos con voz lastimera.

—Vamos a estar muy ocupados trabajando, nos complicarías las cosas y además te aburrirías horrores. Confía en mí, que esto es lo mejor, la tía Josefa es una anciana bondadosa, se ofreció de todo corazón a cuidarte. Además, y aunque no lo creas, tengo recuerdos hermosos de mi niñez en esa casa, ya verás que terminarás encantada con ella —terminó asegurando su madre.

Sofía miró alejarse por la callecita del pueblo la camioneta en la que iban sus padres hasta que se perdió de vista. Con un suspiro de resignación giró sobre sus talones y entró nuevamente en la casa de su tía Josefa, quien ya le estaba preparando un sabroso almuerzo tarareando una animada canción.

Capítulo

2

La casa de Josefa estaba situada frente a la plaza del pueblo. Era pequeña pero acogedora. Tenía dos dormitorios, la cocina, un estar bastante grande y el baño. Se hallaba muy bien pintada y limpia, decorada con hermosas artesanías que le daban un aire hogareño, tenía confortables sillones y la cama en la habitación de huéspedes era amplia y blanda. Sofía pudo descubrir en cada espacio de aquel lugar una singular calidez que la envolvió gratamente. «Después de todo, quizás esto no va a ser tan malo», pensó, más confiada. Pero lo que terminó por disipar sus temores definitivamente fue el espacioso y amplio jardín trasero embellecido con exuberantes plantas y árboles frutales. Parecía un diminuto edén, y para sorpresa de la joven, de un enorme sauce llorón colgaba, perezosa, una magnífica hamaca. Una sonrisa complacida asomó en los labios de Sofi.

Josefa terminó por conquistar a su invitada en apenas unas horas, pues, a pesar de ser una mujer mayor, no era para nada mañosa, tenía una vitalidad contagiosa y una sabiduría innata que cautivó a la adolescente. Esa misma tarde hicieron repostería y la anciana le enseñó recetas caseras antiguas, heredadas de sus abuelas postizas; “Para que sigan en la familia”, le explicaba con picardía.

Josefa en realidad era una prima lejana de la abuela de Sofía, que habían acogido al quedar huérfana siendo apenas una niña. Nunca se había casado y vivía en aquel pueblo desde que era muy joven. Toda la vida había subsistido con su cocina. Preparaba los mejores dulces caseros, envasaba deliciosas vinagretas y hacía las conservas más surtidas y de mejor calidad que podían hallarse en el pueblo. También los domingos preparaba empanadas caseras y pan de campo, que en pocas horas vendía sin que nunca le quedara nada.

Era una mujer culta a su manera. Una de las paredes de la sala de estar estaba cubierta de lado a lado con una enorme biblioteca. Había enciclopedias, libros de filosofía, clásicos de la literatura, novelas, cuentos, poesías. Libros antiguos y libros nuevos. Sofía quedó maravillada cuando vio aquello. Comenzó a recorrer con el dedo los lomos de los libros leyendo títulos y autores. Fue entonces cuando llegó a un pequeño ejemplar forrado en cuero marrón que llamó inmediatamente su atención. No poseía ninguna inscripción por fuera y eso le provocó curiosidad, decidió tomar aquel volumen sin pedir permiso a su tía. A punto estaba de abrirlo para ver de qué trataba cuando escuchó la voz de Josefa a sus espaldas.

—¿Estás segura de que quieres leer ese libro? —preguntó la anciana sobresaltando a la muchacha.

—¡Oh! Perdón, tía, no quería entrometerme en sus cosas. Lo que sucedió fue que este ejemplar llamó mucho mi atención y no pude resistirme a tomarlo. Discúlpeme, ya mismo lo regreso a su lugar —contestó ella algo avergonzada, aunque en realidad no creía que su falta hubiese sido tan grave.

—No dije que lo devolvieras, solo pregunté si estabas segura de querer leerlo, porque si es así, debo advertirte algo. Lo que allí se revela puede cambiar tu vida por completo. Sus palabras son poderosas, descubren secretos guardados por años que quizás convendría que siguieran así. No puedo prohibirte su lectura, pero es mi obligación prevenirte de las consecuencias que puede acarrear.

—¡Ay, tía, no me asuste! ¿Acaso es un libro maldito?

—Es una buena forma de describirlo, pero no, no es un libro maldito. En realidad, es una leyenda, un relato de este pueblo, una historia que se remonta a cientos de años atrás. Y aunque pueda parecerte una fantasía, una vulgar invención, yo misma doy fe de que no lo es. Contiene un oscuro secreto y si te atreves a leerlo, formarás parte de él. ¿Estás dispuesta a afrontar las consecuencias de su conocimiento?

—No sé, tía. La verdad que me ha atemorizado un poco con tanto misterio —reconoció Sofi.

—Déjalo entonces en su lugar. Si en algún momento te sientes preparada para abrirlo, ya sabrás dónde encontrarlo.

Capítulo

3

Al día siguiente de su llegada, Sofía se sentía entusiasmada. La tía Josefa había resultado ser una mujer encantadora y muy interesante. La noche anterior habían conversado hasta muy tarde, parecía como si se conocieran de toda la vida. La anciana tenía el don de la afabilidad, era muy fácil sentirse cómoda con ella, y además tenía millones de anécdotas para contar, una más entretenida que la otra. Luego se habían ido a descansar; la cama acabó siendo tan confortable como había imaginado, y Sofía durmió la noche entera sin despertarse una sola vez.

Después de desayunar, Josefa le propuso a su invitada ir a dar una vuelta por el pueblo. Quería enseñarle el pintoresco lugar. Además, tenía que entregar unos encargos en algunos almacenes. Sin otra ocupación por delante, Sofía aceptó gustosa.

Josefa llevaba un carrito cargado de mercadería. Caminaron por diferentes callecitas empedradas y, cada tanto, paraban en alguna tienda a dejar dulces o conservas. En un pequeño bar también entregaron unos enormes frascos repletos de aceitunas y pickles. Cuando concluyeron las entregas, siguieron caminando. La tía Josefa era una guía entretenida pues sabía vida y obra de cada una de las personas que se cruzaban en su camino, también conocía la historia de las edificaciones que había en el pueblo, su año de construcción, sus dueños, y las cosas que habían acontecido en cada lugar.

De regreso a la casa pasaron por la plaza. Emplazada en medio del pueblo, era el lugar de reunión por excelencia. Allí se encontraban los vecinos para conversar, festejar o simplemente tomar aire. Estaba bellamente arreglada, con enormes canteros repletos de flores, bancos donde poder descansar, caminos arbolados, un lugar seguro con juegos para los más pequeños y una magnífica fuente, orgullo de la intendencia. El lugar era precioso, sin duda embellecía el pueblo, pero Sofía no pudo dejar de notar en medio de un conjunto de frondosos árboles, ubicados sobre uno de los costados de la plaza, uno que no encajaba con los demás. No era que perteneciera a otra especie, ni que fuera más alto o más bajo, lo que llamó la atención de la joven fue que estaba completamente seco, sin una sola hoja en sus ramas. Y otra cosa en la cual reparó fue la forma que poseía. Era un árbol, pero parecía otra cosa. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo en el momento en que pudo definir lo que veía. Parecía, sin lugar a duda, que una de las ramas que se erguía hacia el cielo era la mano de una bruja; la vio con tal claridad que dio un paso atrás, impresionada. Josefa, al percatarse de su reacción, la tomó de la mano para tranquilizarla.

—No temas, solo es un viejo árbol. No podrá hacerte daño.

La joven no supo cómo interpretar aquella afirmación.

—¿Acaso no sería conveniente sacarlo y plantar uno nuevo en su lugar, para que nadie corra peligro de que se le caiga sobre la cabeza? —preguntó en un intento de seguir dialogando. Ahora quería saber más sobre el asunto.

—Es mejor dejarlo donde está. De ese modo podemos verlo todos los días y estar tranquilos. Es una larga historia que estoy segura te aburriría. Solo debes saber que este pueblo no sería lo que es si no estuviera ese árbol erguido allí.

A Sofía aquellas palabras la estremecieron y, como no tenía un pelo de tonta, preguntó:

—¿Acaso tiene que ver con la leyenda del libro que vi ayer en su casa?

—Para qué voy a mentirte. Sí, ese árbol es parte de aquella leyenda.

Capítulo

4

Estruendosas carcajadas detuvieron la conversación entre Sofía y Josefa. Por uno de los senderos de la plaza se acercaban caminando, entre bromas y empujones, un grupo de adolescentes. Eran seis chicas y un varón, y al parecer se estaban divirtiendo mucho.