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Estaba dispuesto a traspasar los límites de su acuerdo con tal de satisfacer su ardiente deseo. Violet Drummond no estaba dispuesta a asistir sin pareja a la fiesta de Navidad de su oficina, pero Cameron McKinnon, un amigo de la familia, parecía la pareja perfecta para el evento. Hasta que le contó a Violet que planeaba convertirla en su novia de conveniencia. Cameron, un adinerado arquitecto, consideró esa farsa como la escapatoria perfecta ante la atención no deseada que le prestaba la esposa de un cliente. Sin embargo, los falsos sentimientos se convirtieron enseguida en atracción de verdad…
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Veröffentlichungsjahr: 2017
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2016 Melanie Milburne
© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
La mentira perfecta, n.º 2582 - noviembre 2017
Título original: Unwrapping His Convenient Fiancée
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-527-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
ERA LA invitación que Violet temía recibir desde hacía meses. Llevaba diez años seguidos asistiendo a la fiesta de Navidad de la empresa sin pareja. ¡Diez años! Cada año se repetía que el siguiente sería diferente y, sin embargo, se encontraba mirando la tarjeta roja y plateada con un nudo de desesperación en el estómago.
Aguantar las miradas y comentarios de sus compañeras ya le parecía malo, pero estar en una habitación atestada de gente era una verdadera tortura. Con tantos cuerpos alrededor apenas podría respirar.
Cuerpos masculinos.
Cuerpos que eran mucho más grandes y fuertes que el suyo, especialmente cuando habían bebido alcohol…
Violet pestañeó para borrar el recuerdo. Ya casi nunca pensaba en aquella fiesta, solo de vez en cuando. Había conseguido sobreponerse. El sentimiento de culpa había disminuido, aunque el de vergüenza no.
Tenía casi treinta años y era hora de avanzar. Eso significaba que iría a la fiesta para demostrarse que había recuperado el control de su vida.
No obstante, todavía debía enfrentarse a la agonía de decidir qué ropa ponerse. La fiesta de Navidad de la empresa de contabilidad era considerada una de los mejores eventos en el calendario del sector financiero. No solo era una fiesta donde había comida y bebida. Era una gala anual con champán, comida de calidad, baile y música en directo. Cada año había un tema y se esperaba que todo el mundo participara para demostrar su compromiso con la empresa. El tema de ese año era Una Navidad de estrellas. Y eso significaba que Violet tendría que encontrar un vestido de estilo hollywoodiense para ponerse. No se le daba bien el glamour. Y no le gustaba llamar la atención.
Violet guardó la invitación entre las páginas de su libro y suspiró. Incluso en el café donde se encontraba todo el mundo iba en pareja. Ella era la única persona que estaba sentada sola. Hasta había una pareja que rondaba los noventa años agarrada de la mano junto a la ventana. Así serían sus padres treinta años después. Seguirían afectados por la magia que los había cautivado desde el momento en que se conocieron. Igual que sus tres hermanas con sus parejas perfectas. Construyendo un futuro juntos, teniendo hijos y haciendo todo aquello que ella había soñado hacer.
Violet había visto enamorarse a todos sus hermanos. Primero a Fraser, luego a Rose y, por último, a Lily. Había asistido a todas las bodas como dama de honor. En tres ocasiones. Siempre había contemplado el amor como espectadora, pero deseaba estar en el escenario.
¿Por qué no podía encontrar a alguien perfecto para ella? A veces los chicos le pedían salir, pero normalmente no iba más allá de una cita o dos. Su timidez no le permitía mantener conversaciones animadas y no tenía ni idea de cómo coquetear… Bueno, podía hacerlo si se tomaba un par de copas, pero era un error que no pensaba volver a cometer. El problema era que los hombres eran muy impacientes, y ella no estaba dispuesta a acostarse con alguien solo porque eso fuera lo que esperaban de ella… Ni porque estuviera demasiado bebida como para decir que no. Deseaba sentirse atraída por un hombre y percibir que él se sentía atraído por ella. Estremecerse de deseo cuando él la acariciaba. Derretirse cuando la miraba. Y temblar cuando la besaba.
No recordaba cuándo había sido la última vez que un hombre la había besado de verdad.
A Violet se le daba muy mal el juego de salir con chicos. Muy, muy mal. Acabaría siendo una solterona con arrugas acompañada por ciento cincuenta y dos gatos. Con un cajón lleno con toda la ropa de bebé comprada para los hijos que siempre había deseado tener.
–¿Está ocupado este asiento?
Violet levantó la vista al oír una voz familiar y se estremeció al ver al mejor amigo de su hermano de la universidad.
–¿Cam? –su voz parecía la de un juguete con tono agudo. Era una costumbre que no había podido corregir desde que conoció a Cameron McKinnon. Ella tenía dieciocho años cuando su hermano llevó a Cam a pasar el verano a Drummond Brae, la casa familiar que su familia tenía en las Highlands, Escocia–. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo estás? Fraser me contó que estabas viviendo en Grecia, donde diseñabas un yate para alguien superrico. ¿Cómo van las cosas? ¿Cuándo has regresado?
«¡Cállate!». Era curioso, pero nunca le faltaban palabras cuando estaba con Cam. Hablaba demasiado. Y no podía evitarlo. Él no le parecía amenazante. Era educado, y quizá un poco distante, y llevaba bastante tiempo en su familia como para que ella se hubiera acostumbrado.
No obstante, no lo había hecho.
Cam sacó una silla y se sentó frente a ella. Sus rodillas rozaron las de Violet por debajo de la mesa. Violet se estremeció y notó una sensación de calor en ciertas partes del cuerpo. No debía reaccionar así ante el mejor amigo de su hermano. Cam estaba fuera de su alcance.
–Tenía una reunión por la zona. He terminado temprano y recordaba que una vez mencionaste este café, así que decidí venir a mirar –dijo él–. Regresé hace un par de días. Mi padre se casará de nuevo justo antes de Navidad.
Violet lo miró asombrada.
–¿Otra vez? ¿Cuántas veces se ha casado? ¿Tres? ¿Cuatro?
–Cinco. Y hay otro bebé en camino, así que serán once, entre medio hermanos y hermanastros,
Violet pensaba que tres sobrinos, dos sobrinas y el bebé que estaba en camino ya eran bastante, y no podía imaginarse tener once.
–¿Y cómo puedes acordarte de todos sus cumpleaños?
Él puso una media sonrisa.
–He ordenado una transferencia automática y así no tengo que recordarlo.
–Quizá debería hacer lo mismo –Violet removió el café para hacer algo con las manos. La compañía de Cam siempre la hacía sentir como una estudiante torpe enfrente de un profesor de la universidad. Él era muy diferente a su hermano mayor, que era un chico alegre y juerguista. Cam era más serio y tendía a fruncir el ceño en lugar de sonreír.
Violet se fijó en su boca, otra costumbre que no podía controlar cuando estaba a su lado. Sus labios eran sensuales, pero el inferior era ligeramente más grueso y eso provocaba que ella pensara en los besos apasionados.
Claro que nunca lo había besado. Los hombres como Cameron McKinnon no besaban a chicas como ella. Violet era una chica corriente. Él salía con mujeres que parecían recién salidas de una sesión de fotos. Mujeres glamurosas y sofisticadas, capaces de estar en compañía de cualquier persona sin que les saliera urticaria en caso de que alguien les hablara.
Cam la miró un instante y ella notó una sensación extraña en el estómago, como si fuera una flor abriendo sus pétalos al sol.
–¿Cómo te va la vida, Violet?
–Eh… Bien –al menos no le salía urticaria, pero notaba que se estaba sonrojando y era terrible. ¿Cam estaría pensando lo mismo que pensaba toda su familia? ¿Tres veces dama de honor, pero ninguna vez prometida?
–¿Solo bien? –su mirada mostraba preocupación y concentración, como si fuera la única persona con la que deseara hablar. Era una de las cosas que a Violet le gustaba de él, una de muchas. Él era capaz de escuchar. Ella se preguntaba a menudo si, suponiendo que hubiera podido quedarse hablando con él después de aquella maldita fiesta del primer año de universidad, su vida no habría sido de otra manera.
Violet sonrió y contestó:
–Estoy bien. Ocupada con el trabajo, las compras navideñas y esas cosas. Me pasa lo mismo que a ti, con mis sobrinos y sobrinas, ahora tengo que comprar cosas para mucha gente. ¿Sabías que Lily y Cooper están esperando otro bebé? Mis padres están organizando la gran fiesta de Navidad en Drummond Brae. ¿Te han invitado? Mi madre me dijo que iba a hacerlo. Los médicos creen que serán las últimas Navidades de mi abuelo, así que todos vamos a hacer un esfuerzo por estar allí.
–Mi padre ha decidido eclipsar la Navidad celebrando su boda el día de Nochebuena.
–¿Y dónde la celebra?
–Aquí en Londres.
–A lo mejor puedes tomar un vuelo después –dijo Violet–. ¿O tienes otro compromiso? –otro compromiso como una novia. Sin duda, tendría una. Los hombres como Cam nunca estaban solos. Era demasiado atractivo, rico, inteligente y sexy. Cam nunca había alardeado de sus relaciones con mujeres como había hecho Fraser, el hermano de Violet, hasta que se enamoró locamente de Zoe. Cam era un hombre reservado en lo que se refería a su vida social. Tan reservado que Violet se preguntaba si tendría una amante secreta en algún sitio, alejada de los focos que atraía su trabajo como arquitecto naval, reconocido mundialmente.
–Ya veré –dijo él–. Mi madre espera que vaya a visitarla, sobre todo ahora que Hugh, su tercer marido, la ha abandonado.
Violet frunció el ceño.
–Oh, no. Lo siento mucho. ¿Está muy triste?
–No especialmente –dijo Cam–. Bebía demasiado.
–Ah…
La vida de la familia de Cam era como una saga. No era que él le hubiera contado mucho acerca de ella, pero Fraser le había dado detalles. Sus padres se habían divorciado cuando él tenía seis años y, enseguida, se habían casado de nuevo y formado nuevas familias, agrupando hijos biológicos e hijos de los matrimonios anteriores. Cam vivió entre una y otra casa hasta los ocho años, cuando lo enviaron a un colegio interno. Violet lo imaginaba como un niño estudioso y observador, que no daba problemas y que se mantenía al margen cuando surgían. Todavía era así. Cuando iba a visitar a su familia, en las bodas, bautizos u otras reuniones, siempre permanecía en segundo plano, con una copa en la mano que apenas probaba y observando la situación con sus ojos azules.
La camarera se acercó para preguntarle a Cam si quería tomar algo y Violet tuvo que esforzarse para ignorar el sentimiento de celos que la invadía al ver cómo le sonreía. No era asunto suyo si Cam coqueteaba con una mujer. ¿Qué más le daba si él escogía salir con alguien de su café favorito?
–¿Te apetece otro café? –le preguntó Cam.
Violet cubrió su taza con la mano.
–No, estoy bien.
–Un café solo, gracias –le dijo Cam a la camarera, con una sonrisa breve.
Violet esperó a que la chica se marchara antes de decir.
–Cra-ack.
Cam frunció el ceño y preguntó:
–¿Perdona?
Ella sonrió.
–¿No has oído cómo se le ha roto el corazón?
Él la miró asombrado un momento y dijo:
–No es mi tipo.
–Describe cuál es tu tipo –comentó Violet. «¿Cómo se le había ocurrido preguntar eso?».
–Últimamente he estado muy ocupado para pensar en eso –contestó él, frunciendo el ceño. En ese momento, sonó un mensaje en su teléfono. Cam lo miró, apretó los labios y bloqueó la pantalla.
–¿Qué ocurre?
–Nada.
El teléfono sonó de nuevo. Él lo puso en silencio y lo guardó en el bolsillo de la chaqueta, mientras la camarera dejaba el café sobre la mesa.
–¿Cómo te va el trabajo?
Violet miró la invitación que asomaba entre las páginas de su libro y la guardó disimuladamente.
–Bien…
–¿Qué era eso? –preguntó Cam.
–Nada… Solo una invitación.
–¿Para qué?
Violet se sonrojó.
–Para la fiesta de Navidad de la oficina.
–¿Vas a ir?
Ella no se atrevía a mirarlo, así que posó la vista sobre el azucarero.
–Tengo que ir… Se supone que contribuye al buen ambiente de la oficina.
–No pareces muy animada.
Violet se encogió de hombros.
–Sí, bueno, no soy muy fiestera –ya no. La primera vez que intentó disfrutar en una fiesta terminó arrepentida y autoculpándose. Y años después, todavía trataba de olvidar aquel suceso sin éxito.
–Es una gran fiesta, ¿no? De esas en las que no se repara en gastos, supongo.
–Algo irónico, si se tiene en cuenta que es una empresa de contabilidad.
–Una empresa con mucho éxito. Hiciste muy bien en conseguir un trabajo allí.
Violet no quería admitir que el trabajo no se parecía en nada a su trabajo soñado. Al finalizar sus estudios en la universidad, trabajar de administrativa en una empresa de contabilidad le había parecido una buena manera de empezar, pero lo que le parecía válido a los diecinueve años, resultaba menos satisfactorio cerca de los treinta. No podía librarse de la sensación de que debería hacer algo más con su vida y dejar de limitarse a sí misma. No obstante, desde aquella fiesta… Todo se había detenido. Era como si su vida se hubiera atascado y no fuera capaz de avanzar.
Cuando vibró el teléfono de Cam, Violet miró hacia el bolsillo de su chaqueta y no pudo evitar fijarse en su torso. Era el torso de un atleta, esbelto y musculoso. De esos que gustaban a las mujeres. Tenía la piel bronceada y su cabello castaño oscuro tenía mechas más claras provocadas por el fuerte sol de Grecia.
–¿No vas a contestar? –preguntó Violet.
–Esperaré.
–¿Trabajo o familia?
–Ninguna de las dos.
Violet arqueó las cejas intrigada.
–¿Una mujer?
Él sacó el teléfono y apretó el botón de apagado con decisión.
–Sí, una mujer de las que no sabe aceptar un nopor respuesta.
–¿Cuánto tiempo has salido con ella?
–No he salido con ella. Es la mujer de un cliente importante.
–Ah… Complicado.
–Mucho. Más o menos unos cuarenta millones de libras de complicación.
«¿Cuarenta millones?». Violet era de familia adinerada, pero tenía problemas en asimilar esa cifra. Cam diseñaba yates para los supermillonarios. Había ganado algunos premios por sus diseños y se había convertido en un hombre muy rico durante el proceso. Algunos de los yates que había diseñado eran enormes, con baños de mármol y jacuzzi, y comedores elegantes. Uno de ellos incluso tenía su propia biblioteca y una piscina.
–¿En serio? ¿Te han pagado cuarenta millones por diseñar un yate?
–No, ese será el precio del yate cuando esté terminado. Aunque a mí me pagan una cifra muy decente por diseñarlo.
Violet deseaba preguntarle la cantidad, pero decidió que no era de buena educación.
–Entonces, ¿seguirás ignorando las llamadas y los mensajes de esa mujer?
Cam suspiró.
–Tengo que dejarle claro el mensaje de alguna manera. No soy el tipo de hombre que sale con mujeres casadas. Eso lo hacía mi padre.
–Quizá si te ve con alguien más captará el mensaje –Violet agarró la taza y lo miró por encima del borde–. ¿Hay alguien más? –«Arghhh. ¿Para qué lo preguntas?», se amonestó en silencio.
Cam la miró y ella experimentó de nuevo una cálida sensación en el vientre. La combinación de sus ojos azules con las pestañas negras era mortal. Había algo en su mirada que hacía parecer que ella pudiera ver más en ella de lo que él le permitía.
–No –contestó él–. ¿Y tú tienes a alguien?
Violet soltó una risita.
–No empieces. Ya tengo bastante con mi familia, por no mencionarte a mis amigos y compañeras de casa.
Cam sonrió.
–No sé lo que les pasa a los hombres de Londres. Deberías estar ocupada hace mucho tiempo.
Se hizo un silencio entre ellos.
Violet se sonrojó y miró su taza de café como si fuera lo más fascinante que hubiera visto nunca. ¿Cómo se había metido en aquella conversación? ¿Cuánto tiempo duraría el silencio? ¿Debía decir algo?
¿El qué?
Se había quedado en blanco.
Era muy mala dando conversación. Ese era otro motivo por el que se le daban mal las fiestas. Sus hermanas y hermanos eran capaces de hablar de cualquier cosa. Ella estaba acostumbrada a quedarse en segundo plano y permitir que los demás hablaran.
–¿Cuándo es la fiesta de la empresa?
Violet pestañeó y miró a Cam.
–Mañana.
–¿Te gustaría que te acompañara?
Violet lo miró boquiabierta y con el corazón acelerado.
–¿Y por qué querrías hacerlo?
Él se encogió de hombros.
–Mañana por la noche estoy libre. Pensé que te ayudaría si fueras con un acompañante.
–¿Propones una cita porque te doy lástima?
–No es una cita. Solo un amigo ayudando a una amiga.
Violet tenía suficientes amigos. Lo que deseaba era una cita. Una cita de verdad. No un hombre que se compadeciera de ella. ¿Pensaría Cam que era una completa inútil? ¿Una mujer que no era capaz de encontrar a un príncipe que la llevara al baile? Ella ni siquiera quería asistir. No era algo tan especial. La gente bebía demasiado y la música estaba tan alta que no se podía conversar.
–Gracias por la oferta, pero estaré bien.
Violet echó la taza de café a un lado y recogió su libro. No obstante, antes de que pudiera levantarse de la mesa, Cam la sujetó por el antebrazo.
–No pretendía disgustarte.
–No estoy disgustada –Violet sabía que su tono desmentía sus palabras. Por supuesto que estaba disgustada. ¿Quién no lo estaría? Él trataba de rescatarla. ¿Qué podía ser más ofensivo que el hecho de que un hombre le pidiera salir porque sintiera lástima por ella? ¿Le habría dicho algo Fraser? ¿O alguna de sus hermanas? ¿Sus padres? ¿Su abuelo? ¿Por qué no se dedicaban a meterse en sus asuntos? Se sentía muy presionada. «¿Por qué no sales con nadie? Eres muy exigente. Ya casi tienes treinta años». No tenía fin.
El calor de la mano de Cam atravesó las prendas de ropa y ella notó que su cuerpo reaccionaba.
–Eh.
Violet frunció los labios. Encontraría una cita. Podría registrarse en las webs de encuentros y tener cientos de citas. Si se dedicaba a ello, podría estar comprometida para Navidad. Bueno, quizá eso era demasiado pronto.
–Soy perfectamente capaz de encontrar pareja, ¿de acuerdo?
Cam le apretó el brazo un instante y se lo soltó.
–Por supuesto –se apoyó en el respaldo de la silla y frunció el ceño–. Lo siento. Ha sido una mala idea. Muy mala.
¿Por qué le parecía tan mala? Violet agarró el libro contra su pecho, donde su corazón latía demasiado deprisa. Era como si Cam hubiese desatado algo en su cuerpo que ella no sabía que existía. ¿Es que nunca la había tocado antes? Algunas veces, en el pasado, la había besado en la mejilla. No obstante, desde la última Semana Santa, no había tenido ningún contacto físico con él. Era como si él hubiese elegido mantener la distancia. Violet recordaba que durante el último fin de semana que había pasado en la casa familiar, él había entrado en el salón de Drummond Brae y, al ver que ella estaba acurrucada en uno de los sofás, se había marchado pronunciando una disculpa. ¿Por qué había hecho tal cosa? ¿Qué le pasaba que no soportaba estar a solas con ella?
Violet agarró su bufanda y se la colocó alrededor del cuello.
–Tengo que regresar al trabajo. Espero que la boda de tu padre salga bien.
–Saldrá bien. Ya tiene mucha práctica –se bebió el café, se puso en pie y agarró su chaqueta–. Te acompaño hasta la oficina. Voy en esa dirección.
Violet sabía que tendría que discutir para pagar el café, así que decidió permitir que lo hiciera él.
–Gracias –le dijo cuando Cam pagó la cuenta.
–De nada.
Cam apoyó la mano sobre la espalda de Violet con delicadeza, para moverla y que dejara pasar a una mujer que se acercaba empujando un carro de bebé. El calor de su mano se extendió por todo su cuerpo, provocando que Violet tomara conciencia de su feminidad, como si él la hubiera acariciado de manera íntima.
«Contrólate».
Ese era el problema de estar desesperada y sin cita. El roce más leve de la mano de un hombre la había convertido en una mujer lasciva, que experimentaba el deseo de una manera que nunca había experimentado antes.
Aunque no era una mano cualquiera.
Era la mano de Cam… La mano de un cuerpo que la hacía pensar en sexo salvaje. Y no es que ella supiera lo que era el sexo salvaje. El único sexo que recordaba era una imagen borrosa del rostro de dos o tres hombres hablando sobre ella, no con ella. Desde luego, no la imagen romántica que había imaginado al llegar a la pubertad. Eso era otra de las cosas que no había conseguido hacer. Todos sus hermanos habían atravesado con éxito el campo del amor, y todos habían encontrado su media naranja. ¿Ella sería demasiado quisquillosa? ¿O es que lo que sucedió en aquella fiesta había dañado su autoestima y su confianza? ¿Por qué podía ser si apenas recordaba ningún detalle?
Había pasado toda su vida rodeada de amor y aceptación. No tenía motivos para sentirse inadecuada, pero, por algún motivo, no conseguía adentrarse en el campo del amor.
Violet salió a la acera con Cam y abrió el paraguas al ver que llovía. Cam tenía que agacharse para poder protegerse de la lluvia, así que agarró el paraguas y lo colocó por encima de sus cabezas. Violet se estremeció cuando sus dedos le rozaron la mano, como si una corriente eléctrica le hubiera atravesado el cuerpo.
Violet estaba tan cerca de Cam que podía oler la fragancia de su loción de afeitar. A ojos de cualquiera parecerían una pareja refugiándose bajo la lluvia con el mismo paraguas.
Llegaron al edificio victoriano donde se encontraba la empresa de contabilidad en la que trabajaba Violet, y justo cuando ella estaba a punto de darse la vuelta y despedirse de Cam, una de las mujeres que trabajaba con ella se acercó. Lorna miró a Cam de arriba abajo y dijo:
–Bueno, bueno, bueno, parece que por fin te están saliendo bien las cosas ¿no, Violet?