La mirada que me atontó - Laia Andia - E-Book

La mirada que me atontó E-Book

Laia Andia

0,0

Beschreibung

Leire, la pequeña de la familia Miraver, ha tenido los mejores hermanos del mundo y siempre se ha sentido querida. En las relaciones nunca ha querido romper las tres citas de rigor antes de estar con un chico, aunque, no cree en el amor para siempre y en sus planes no entra el de formar una familia. Además, nunca ha sentido esa conexión que se siente cuando conoces a una persona especial. Sin embargo, todo cambia cuando decide mudarse a Madrid. Durante esta nueva etapa de su vida, se topa con la intensa y azul mirada de Rubén, que hará que todos sus esquemas se rompan. Desde el primer momento surge una enorme atracción entre ellos. Solo que siempre hay algún inconveniente…y es que él está a punto de comprometerse

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 553

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



LAIA ANDÍA

Primera edición digital: Octubre 2022

Título Original: La mirada que me atontó

©Laia Andía, 2022

©EditorialRomantic Ediciones, 2022

www.romantic-ediciones.com

Diseño de portada: Maria Àngels Crespí

ISBN: 978-84-19545-03-9

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

ÍNDICE

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Epílogo

Agradecimientos

La vida es una caja de sorpresas, solo aprende a disfrutarla.

Prólogo

En cuanto suena el timbre del apartamento, ya pongo los ojos en blanco. No me puedo creer que sea cierto, no llevamos ni un mes viviendo juntas y ya es el sexto o séptimo con el que me cruzo por aquí.

Veo a Carla abrir la puerta, y con una sonrisa en sus labios, se esconden en su habitación. A mí que me perdonen, pero nunca entenderé estas quedadas en las que vas directamente al tema y luego… si te he visto, no me acuerdo. Dudo que lo conozca un mínimo. Que sí, que ella se empeña en decirme que se han mandado mensajitos y que ya han quedado para hacer un café o una cerveza, que no subiría a un completo desconocido a casa. Como si eso fuera a tranquilizarme; un tipo al que conoces de dos horas no puede darte una seguridad como esta. Creo que va siendo hora de que mantengamos una conversación al respeto; nos fuimos a Madrid tan de repente que no tuvimos margen para organizarnos bien.

Hemos venido a estudiar el máster. Ella tenía plaza para entrar en uno de odontología, que por lo visto está muy bien reconocido, y me arrastró para que hiciese algo con mi vida. Mi padre me dijo que sería una buena oportunidad para mí, y me apunté a uno de Economía. Digamos que estudié Dirección de Empresas para quedarme con la empresa de papá, o para no tener que dar un palo al agua y vivir de su trabajo, pero quieren que tenga formaciones por si acaso. Así que ese encajaba con mi crecimiento profesional, o eso me aconsejaron entre todos. Además, la oportunidad englobaba el hecho de volar del nido y vivir por mí misma.

Os cuento: soy la niña de papá, o la niña de la casa y nunca me avergonzaré por decirlo. A cada uno le toca un papel, y a mí me tocó este y ya que lo tengo, pues, al menos, lo disfruto. Mi madre desapareció cuando tenía cinco años, aunque después de todo lo que me contaron me alegro por ello. Mi padre merece alguien mucho mejor, a pesar de que, a día de hoy, sigue sin rehacer su vida en ese aspecto, por lo que considero que seré la mujer de su vida para siempre. Tengo dos hermanos mayores, a los que adoro, y ellos me adoran a mí. Uno se dedica al balonmano y el otro, al baloncesto, ambos de manera profesional. A mí los deportes no me van, ni practicarlos ni entenderlos. Bueno, si consideramos el sexo un deporte, soy toda una profesional, como mis dos seres queridos. Mi abuelo paterno vive en casa desde que mi abuela murió. Los maternos desaparecieron con su hija. Y tengo dos tíos; uno soltero, que mola un montón, y uno gay que está casado y están pensando en adoptar. Así que, como veis, soy la única chica de toda esta familia, y vivir entre machos me ha dado mucho.

No, no he echado de menos una figura femenina en casa, mi padre se ha encargado de todo y ha estado ahí siempre que lo he necesitado y, si ha tenido que ejercer de madre, también lo ha hecho. He sido una mimada consentida toda la vida, pero no por ello me aterra esta nueva experiencia a la que me estoy enfrentando.

Si os estoy contando todo esto es porque necesito mantener la mente despejada para no oír lo que sucede unas puertas más allá. No, mi amiga no tiene ningún tipo de vergüenza, y a escandalosas no nos gana nadie. Sí, me incluyo; si tengo que disfrutar, lo hago sin ningún tipo de pudor, aunque aquí en Madrid no he tenido la oportunidad de estrenarme. O, según Carla, no he querido hacerlo. Yo me lo paso mejor si conozco a la persona y no me apetece tirar de cualquier desconocido que una aplicación pueda ofrecerme. De todas maneras, pronto iremos a casa a pasar un fin de semana, así que podré tirar de agenda y gozarlo bien.

Ambas somos de Barcelona y nos conocemos desde pequeñitas; a veces, me sorprende que hayamos seguido con esta unión tanto tiempo, pero ya lo dicen, las amistades de verdad no tienen fecha de caducidad, y todo apunta a que la nuestra es una de las mejores. Aunque sigo pensando que vamos a tener que mantener una conversación seria sobre estos escándalos sexuales. Que, ojo, ella puede hacer con su chichi lo que quiera, pero yo no tengo que ser partícipe de ello, por lo que agradecería que tuviésemos un horario y unas normas para no tener que presenciarlos.

Como he dicho, llevamos un mes instaladas, pero solo hace una semana que empezamos las clases. Vivimos en pleno barrio Salamanca, ventajas de ser hija de quien soy, en un piso que tiene seis habitaciones, tres baños y una terraza inmejorable. Me siento afortunada, y Carla está encantada de haberme convencido para acompañarla. No voy a alardear mucho de ello, sé que fardo de ser una niña de papá, pero solo de su amor y cariño, no me gusta mostrar ni sacar a relucir todos mis bienes materiales. Que podría, evidentemente, pero yo no soy así. La gente ya ve lo que tengo, no hace falta restregárselo a nadie, que yo me compadezco de muchos de los que me he topado en mi camino.

Dos horas han tenido que pasar hasta que Carla ha salido de su habitación, con un moño a medio hacer, una camiseta cuatro tallas grandes, quiero pensar que debajo lleva unas braguitas, y una sonrisa que lo dice todo. Por suerte, detrás de ella también aparece el muchacho número seis o siete y se despiden en la puerta. No me empeño en escuchar lo que se dicen, aquí no hay muchos «te llamaré», «podríamos repetir» o «quiero conocerte», así que con que le diga que ha estado bien, que es una fiera y que la ha dejado KO, debe de ser suficiente.

—¿Cenamos? —Se gira en mi dirección—. Me he quedado exhausta. —Claro, si con tanto grito, creo que yo misma tengo la sensación de haber hecho ejercicio.

—¿Tú esto lo ves normal? —Me sé la respuesta, solo quiero asegurarme.

—Oh, vamos, Leire, otra vez no —hace ver que se queja—. Estoy disfrutando de mi soltería, he estado demasiado tiempo escondida y necesito vivir.

—Hace solo cuatro meses que lo dejaste con Cristian, no creo que una aplicación como la que usas te ayude a pasar página.

—Lo hace el pasármelo bien, el disfrutar sin tener un vínculo… Deberías probarlo, ¿o piensas hacer un voto de castidad durante tus dos años en Madrid?

—No tengo intención de hacer eso, seguro que conocemos gente interesante por aquí, pero tendré mis tres citas de rigor antes de metérmelo en la cama.

—Qué desperdicio de mujer, si luego no los quieres para nada, no les hagas perder el tiempo. Voy a llamar a la hamburguesería, ¿te pido lo de siempre? —Asiento, puesto que ya tiene el teléfono en la mano.

Creo que os habéis perdido partes. Carla salía con Cristian, en Barcelona, y lo hacían desde que creo que pudieron darse un beso entre un chico y una chica sin que sus padres lo viesen mal. Vamos, que no la he visto con otro chico en la vida, perdón, no la había visto. Han estado juntos unos diez años, y eso que solo tenemos veinticuatro. Por si las cuentas no os salen, Odontología son cinco y luego hizo un par de cursos el año pasado; yo, al acabar la carrera, me tomé mis años sabáticos. En fin, que lo dejaron cuando ella decidió que este máster era su gran oportunidad y Cristian quería dar un paso más entre ellos, ya me extrañaba a mí que todavía no viviesen juntos. Cosas de la vida, el distanciamiento les sirvió como primera excusa, luego a ella para pensar que no podía tener una única relación en toda su vida sin haber descubierto mundo. Y lo está haciendo, porque, madre mía, ha cogido carrerilla y no para. Pero como veis, a mí no me hace caso, así que tampoco voy a malgastar el tiempo con eso. No creo que sea la solución, pero si le sirve para tapar la herida o para afrontar el primer golpe, yo estaré a su lado cuando caiga.

Yo no es que sea una mojigata, ni mucho menos, se lo podéis preguntar a mis hermanos, que creo que algún amigo suyo ha pasado por mi cama, por no decir, más de los permitidos. Pero no me tiro a cualquiera. Tienen que pasar tres citas antes de que pueda suceder. No sé, nunca he tenido la necesidad de follármelo nada más verlo, o ese deseo carnal en plena calle, discoteca o donde sea. Que, si son atractivos, sí que pienso lo bien que lo harían en la cama, evidentemente, pero hablar con ellos, incluidos temas sexuales, me estimula para disfrutarlos más cuando los tengo desnudos frente a mí. Digamos que manías tiene todo el mundo, y la mía es esta. Y como no me ha ido mal, no puedo quejarme de todo el sexo que he tenido y de lo bueno que es, pues seguiremos el mismo camino.

De repente me suena el móvil y veo que Izan es el que me está llamando. Ah, por cierto, Izan es mi hermano mediano, el que juega a balonmano.

—Dime que no me he olvidado de una cena y que la tengo bien agendada para dentro de dos semanas —respondo nada más descolgar; no sería la primera vez que lo dejo plantado.

—Claro que no, hermanita, de ser el caso, estaría aporreando la puerta de tu casa. Pero voy mañana, el sábado tengo una fiesta de la nueva empresa que quiere representarme, en Madrid, así que tengo dos peticiones. Una, que me acojas en casa; la otra, que seas mi acompañante.

—¿Cómo voy a decirte que no? —Ya he confesado que la adoración es mutua, así que es muy complicado que encontréis una situación en la que nos neguemos para el otro.

—Invita a Carla si quieres, tal vez vaya con algún amigo. Y no, no hay opción de un cambio de parejas, esa noche necesito que seas mía.

—Eso suena a incesto, hermanito, pero te lo dejaré pasar. Os esperamos aquí mañana. Te quiero, Izan.

—Yo a ti más, pequeña. —Y cuelgo.

Siempre que quiere causar buena impresión recurre a mí. Debo de tener un don en simular ser la novia perfecta o la nuera que quieren todas las madres. Excepto la mía, claro. Y hacernos pasar por la mejor pareja del local es nuestra especialidad. Anda que no me ha ayudado él a mí en ocasiones a sacarme los plastas de encima, así que yo lo acompaño a sus eventos importantes. Ayuda también a sacarse de encima a las cazafortunas o que las revistas piensen que es el soltero de oro. Eric, mi otro hermano, es todo lo contrario, le encanta alardear de su soltería y que lo sepa todo el mundo. Pero eso no viene al caso ahora.

—Carla, mañana viene mi hermano con un amigo, se quedan hasta el domingo. Y el sábado tenemos fiesta. —Mejor darle toda la información del tirón—. Anula tus citas para los dos días siguientes —me adelanto por si las moscas.

—Ya te iba a dedicar el fin de semana a ti, a sacarte la amargura que tienes encima, que no sé yo si los aires de Madrid te están sentando bien. ¿Fiesta? ¿En parejas? —Eleva las cejas como si quisiera sugerirme algo.

—Yo iré con mi hermano, tú con el que venga con él.

—Qué lástima, luego podemos hacer un cambio… Tu hermano siempre me ha parecido muy atractivo.

—Y tú serás la eterna hermana de más en mi familia, así que siento quitarte las ilusiones.

—Bueno, me conformo con que nos vamos de fiesta. Nuestra primera fiesta en la capital, eso es que nuestra aventura acaba de empezar.

Y sí, imagino que nuestra primera fiesta será un buen indicio de que todo empieza y de la manera que más nos gusta. Lo que no sabía es que fuera un inicio como ese.

Capítulo 1

Leire

Ayer cenamos sushi los cuatro en casa. Podríamos haber ido al restaurante, pero los chicos prefirieron hacerlo en la intimidad. Izan ha venido con Víctor, una reciente incorporación en su equipo al que no tenía visto. Y, joder, casi se me caen las bragas al suelo cuando les abrí la puerta de la entrada. Eso me costó la mirada de represalia de mi hermano, que ya me veía las intenciones. Suerte que luego, antes de ir a dormir, me recordó que no tenía tiempo suficiente de cumplir esas tres citas de rigor antes de que se fueran.

Hoy tenían una reunión con su nuevo representante, así que nosotras hemos aprovechado para ir a la peluquería. Sé que no hace falta ir cada vez que tenemos un acto, pero ya que estamos, aprovecho que hacía tiempo que no iba, y un recorte de puntas, una manicura bien hecha y una mascarilla facial nunca están de más.

—¿Seguro que no quieres acompañar a Víctor? —me incita Carla cuando nos ponemos el vestido.

—Yo voy con mi hermano. —En eso no hay discusión posible.

—Que sí, que sí, que sería ese incesto falso que siempre me has vendido. Pero lo tuyo con Víctor, no, y soy muy consciente de lo que se respiraba ayer.

—A ti se te han despertado todas las hormonas de golpe y te impiden pensar con claridad. Anda, abróchame por detrás, que como no salgamos en dos minutos, mi hermano va a empezar a subirse por las paredes.

Sí, Izan es un maniático de la puntualidad y del orden, sea dicho de paso. Como llegues tarde a un encuentro con él, es motivo para que te ponga una cruz de por vida en su lista de personas conocidas. Excepto yo, que sabe que soy una especie sin remedio.

Sé lo que intenta Carla, y quiere que me divierta como ella, porque estoy convencida de que en el fondo sabe que no está actuando con cabeza y no quiere ser la única que pueda cometer una locura esta noche. Sí, ha quedado con uno de sus ligues, porque se ve que esa aplicación te permite saber la ratio de donde se encuentra la gente, y al parecer ha dado con otro invitado al evento.

Víctor está para mojar pan, a veces, imagino que todos los deportistas lo están, porque claro, trabajan a diario su cuerpo, solo que este también lo está de cara. Porque es belleza pura, y tiene una mirada penetrante que hace que no pueda evitar morderme el labio inferior cuando lo miro, por no decir que se me remueven otras cosas, pero no, esta noche, esta no es mi misión.

—Me ha dicho Iker que es una fiesta bastante global, que habrá mucha gente y de todo tipo, así que tampoco tendremos mucho que fingir —me anuncia mi hermano cuando el taxi se para frente al hotel donde se realiza el evento.

—Eso significa que podré desengancharme de ti más que para ir al baño, a fumar un piti o a pedir una copa —especifico lo que ha querido decir con sus palabras.

—Exacto, pero antes voy a presentarte a Iker, hasta entonces, somos solo uno, hermanita, y deja de mirar a Víctor con ojitos, que es un hombre y pronto le van a explotar los pantalones. —Ante eso solo puedo reírme y, evidentemente, volver a mirar en su dirección, que ya está yendo a por una copa con Carla, eso sí, con la mirada fija en lo que debía de ser mi trasero.

Izan tenía razón, aquí hay mucha gente, y no todos parecen de la alta sociedad. Tampoco es que sea un evento de alta clase, simplemente es un evento de inauguración de las temporadas deportivas donde asisten varios jugadores representados por esta empresa, los propios representantes, los empleados, periodistas, gente del mundo del deporte e imagino que otros invitados, sean familiares o compromisos.

Nos dirigimos hacia la terraza, no sin antes coger una copa de vino, si tengo que aguantar cómo le hacen la pelota a mi hermano, necesito un poco de alcohol en sangre. Sí, eso es lo que siempre he considerado cuando un representante viene a buscarlo, por eso siempre se ha encargado mi padre del futuro de sus hijos, solo que ahora, por cuestiones laborales de su propia empresa, no puede dedicarle el tiempo que le gustaría y deben recurrir a alguien que los quiera. Lo cual es fácil, porque no deja de recibir ofertas, y Eric ya nos abandonó cuando lo becaron en Estados Unidos para realizar sus estudios y se quedó ahí, porque la NBA está mejor vista que la liga ACB, una tontería, pero así lo dijo él. Vale, no, mejor pagada o algo así me pareció escuchar. Bueno, no creo que a Izan le falten ofertas en su campo, así que más de uno se ha propuesto representarlo. Y nada, aquí estamos, esperando a que ese tal Iker haga aparición.

Yo sigo en mi mundo, inspeccionando y esperando el momento en que pueda juntarme con Carla y Víctor en la barra, que parecen muy divertidos y que me juego el cuello a que deben de estar criticando a más de uno de los presentes. Eso quiero hacer yo hoy, así que a ver si saco mi mejor sonrisa para este hombre, mi hermano causa la mejor de las impresiones y puede firmar el contrato cuanto antes para que yo me tire a la bebida.

Y, de repente, noto algo superextraño en mí. Como un impulso, como una sacudida, como un retortijón o como si mi vientre, o más abajo, cobrara vida propia. Detrás de Carla hay una pareja bastante acaramelada, pero eso no es lo que me deja completamente atrapada, sino los ojos más claros que he visto en mi vida, que se quedan fijos en los míos. No podría explicar con palabras lo que acaba de notar mi cuerpo, no las tengo, y eso que no suelo quedarme sin ellas en ninguna ocasión. Mi cuerpo adquiere una temperatura que desconocía, como si hubiese prendido en llamas y estuviera ya en proceso de incineración. Creo que se me han subido todos los colores, pero soy incapaz de apartar la mirada de él, o, mejor dicho, de ÉL.

—Leire —me mueve mi hermano, y no debe de ser la primera vez que me llama—, ¿vamos? Iker está justo ahí.

—Sí, perdona. —Me recompongo y echo a andar.

—Parece que hayas visto un fantasma, ¿estás bien?

—Sí, claro. —Un fantasma no, acabo de presenciar al hombre de mi vida.

Llegamos a una mesa con varios canapés y esperamos a que un hombre que está de espaldas a nosotros cuelgue el teléfono. Vaya, encima es de los que quiere hacerse el interesante y parecer que está ocupado. Si es una fiesta, hoy no deberían estar permitidas las llamadas de trabajo. Estoy convencida de que solo lo hacen para creerse importantes. En fin, un mundo que nunca entenderé.

—Hombre, Izan, un honor que hayas podido venir. —Pongo los ojos en blanco; un cumplido muy malo, puesto que ayer ya confirmó su asistencia.

—Un placer —responde él, todo educado, estrechándole la mano—. Te presento a mi hermana Leire. —Eso es que va a firmar con él, si no, no hubiese mencionado el hecho de que soy su hermana, así que sonrío.

—Encantada. —Voy a estrecharle la mano, pero él se adelanta y me da dos besos.

—Te invito a una copa —me susurra antes de separarse de mí.

No debería, ni tampoco me apetece, pero tengo que comportarme y no fastidiarle nada a mi hermano. Una copa no le hace daño a nadie, solo que tengo la impresión de que este hombre es de los que no soportaría en mi vida. Eso de la prepotencia, la arrogancia y todo lo que engloba, no va conmigo. Sin embargo, asiento y le digo a mi hermano que no se preocupe, que me reúno con ellos en nada. Sé que él también está deseando irse con la otra parejita y disfrutar por fin de la noche, ya ha cumplido su papel y lo han visto asistir.

Nos adentramos en lo que debe de ser un reservado; si este piensa que va a obtener más que una copa, va listo y no sabe de qué pie calzan los Miraver, aunque espero que sea más listo para no romper un contrato el primer día por semejante estupidez.

—No me malinterpretes, quiero conocer a mi cliente, quiero saber cómo es Izan y no todo lo que cuentan de él. Ya sé que vale como jugador, y la trayectoria de Eric también la conozco, pero quiero saber cómo es como persona. Quiero saber cómo se comporta fuera del campo, y ni siquiera sabía que tenía una hermana. —Respiro al conocer sus intenciones; bueno, más o menos, porque es mi hermano, nunca diría nada malo de él, así que no sé qué espera que haga.

—¿Y crees que yo soy la indicada? Es mi hermano y lo adoro… —Vaya estúpido, por favor.

—Claro que no, yo mismo tendría devoción por ti si fueras mi hermana, que por suerte no lo eres. —Me guiña un ojo y tengo el impulso de arrearle una patada a sus partes bajas—. Pero he podido comprobar que mantendría los papeles, no se ha molestado por robarte, ni porque te haya traído aquí.

—¿Tú estás bien? —me atrevo a preguntar—. Soy mayor de edad, es mi hermano mayor, no mi padre, ni mi pareja ni nadie que pueda interponerse en lo que pueda hacer. Soy mayorcita para tomar mis propias decisiones, y no, no me dejaría ir a ningún sitio si pensara que no puedo salir viva, pero por lo demás… —Si ya lo he calado al principio, un gilipollas en toda regla.

—Tengo mis razones —apunta—, pero me has prometido una copa. —Y ahora mismo me arrepiento de haberlo hecho.

Un camarero no tarda en aparecer, y ni siquiera se ha molestado en pedirme que quería beber, se ha contentado con rellenar la mía de vino que de aguantarla ya está más que vacía. No me quejo porque el vino me gusta, pero me hubiese apetecido algo más fuerte.

Para mi sorpresa, después de un inicio pésimo y de una estrategia más que absurda que ha querido utilizar, ya no sé si para restarle importancia a que estuviéramos solos, mostrar un menor interés en mí, o que realmente es estúpido, Iker me hace reír.

Me cuenta lo aburrido que se siente en estas fiestas y que siempre intenta escaquearse cuanto antes. Algo que encaja conmigo, así que empieza por ganarme un poco. No mucho, tampoco os ilusionéis. Solo tiene treinta años, pero ha estado vinculado al mundo del deporte toda la vida, así que, según él, sabe lo que se hace.

Estamos sumergidos en una conversación bastante decente, sobre porqué he venido a Madrid y si quiero conocer la ciudad o la gente, cuando alguien nos interrumpe por detrás. No hace falta que me gire, os juro que esto no me ha pasado nunca, no suelo tener conexión con nadie, al menos, no de este tipo y mucho menos con un desconocido. Pero mi cuerpo lo nota y se tensa, y al girarme todavía me pongo más nerviosa. Esos ojos claros, esos ojos que me observaban desde la barra.

—Hermanito, deja de esconderte y tómate una con nosotros, necesito contarte algo —dice el hombre misterioso antes de reparar en mí.

¿Hermanito?

Capítulo 2

Rubén

No me creo que a estas alturas me encuentre en esto. No puedo tener tan mala suerte y no puedo cometer ninguna locura, no ahora. Cuando he visto esos ojos azules, porque ni la distancia que nos separaba me impedía ver ese color, me he querido morir. No, no la conozco en absoluto, pero lo que he sentido al verla no puede sucederme a mí.

Llevo con Inés cinco años y me siento muy afortunado de tenerla a mi lado, así que estoy decidido a pedirle que se case conmigo. Tengo intención de hacerlo la semana que viene y por eso quería hablarlo hoy con mi hermano, el que nunca ha estado de acuerdo con esta relación, pero del que necesito la aprobación para sentirme conforme. Siempre hemos sido uña y carne, al solo llevarnos un año de diferencia, ha sido más que un hermano para mí siempre, a pesar de no estar de acuerdo en muchas cosas, nunca hemos dejado de estar para el otro. Por eso también asisto a sus estúpidas fiestas de empresa, en las que ver tanta testosterona deportiva me saca de quicio.

La chica en cuestión no deja de mirarme, y como siga así, voy a tener un gran problema, y no solo mental, sino que mi corazón se ha acelerado y mi miembro está dispuesto a salir por la puerta grande. No, no me había pasado esto en la vida. Tuve mis rolletes de adolescente y luego conocí a Inés, una chica de la oficina con la que tenía muchas cosas en común. Así que poco a poco nos conocimos y nos fue bien. Estoy a gusto, nos entendemos a la perfección y congeniamos tanto dentro como fuera de la cama. Así que no puedo pedir más. Por eso mismo no entiendo por qué ahora mi cuerpo decide reaccionar frente a una mujer, que vale, será lo guapa que quiera y tendrá el cuerpo espectacular, pero es demasiado joven. Y ni siquiera tendría que estar pensando esto.

—¿Hola? Tierra llamando a Rubén. —Vale, encima estoy haciendo el pringado quedándome en mi mundo.

—Perdona, un lapsus. —Suerte que no suele pasarme a menudo.

—¿Dónde está Inés? ¿Ya te has deshecho de ella? —se mofa mi hermano, y no veo el momento en el que le diga cuáles son mis intenciones.

—Déjate de estupideces, y deja de esconderte, no he venido aquí para perderte a los dos minutos.

—¿No ves que estoy entretenido? —Me saca una sonrisa burlona.

—Lo que eres es un maleducado —lo reprendo—. Disculpa al cafre que tengo por hermano, me llamo Rubén —me auto presento a la que no deja de mirarme y creo que sería capaz de tener ese polvo del que tanto me habla mi hermano y nunca he gozado. Ese que te sale de un impulso y te abalanzas sobre ella para hacerlo desenfrenadamente sin importar el momento ni el lugar.

—Encantada. —Se levanta de golpe y me aproximo para darle dos besos, pero me como una cobra de las grandes—. Os dejo solos, ¡un placer, Iker! —dice antes de salir por la puerta.

—Ya me la has asustado —se queja él.

¿Asustado? ¿Eso ha sido normal? Se ha largado antes de poderle decir nada y me he quedado con mal cuerpo. ¿Debería disculparme? Si ni siquiera he tenido tiempo de cagarla, y eso que suelo medir con exactitud mis palabras para no tener que enfrentarme a situaciones así. Mis pelotas se van a asfixiar y creo que nunca me han dolido de este modo. Pero ¿qué coño me pasa? Que solo es una mujer bonita, como si no hubiese visto a más de una así en mi vida. Y, de hecho, poco importa. Tengo intención de casarme con Inés cuanto antes. Quiero pedírselo ya, y no cometería una idiotez como esta. No perdería a la mujer de mi vida por un polvo desenfrenado por muy bueno que sea. Porque solo con verle la cara y la reacción que me ha provocado, me temo que sería realmente inmejorable. ¿Cómo sería ese rostro llevado al orgasmo? ¿De qué color se volverían esos increíbles ojos? «Basta, Rubén, que no eres un puto crío», me reprendo.

—¿Ya te has vuelto a largar? —Iker chasquea sus dedos frente a mí.

—Me ha pillado por sorpresa que se largara así, ¿quién era? —No sé si quiero saber más sobre esa mujer, pero la pregunta sale sola.

—Es la hermana de mi nuevo cliente, Izan Miraver, y joder, ¡está para comérsela! Ha venido a Madrid para hacer un máster, así que me las arreglaré para conocerla más. —Y su sonrisa me lo dice todo.

—¿El hermano de Eric Miraver? No sabía que tuviesen una hermana pequeña. Pero vente a tomar algo, necesito contarte una cosa —me repito porque prefiero centrarme en lo importante.

He dejado a Inés con dos amigas, ya estamos tan acostumbrados a asistir a estos sitios que al final nos conocemos todos y siempre encuentran algo de que hablar. A veces pienso que ella está encantada en este mundo de famoseo, eso es lo que más le mosquea a mi hermano pequeño, pero yo me quedo con lo que vivimos ella y yo, y lo que compartimos en casa, puesto que hace más de un año que se mudó a mi piso.

Eric Miraver es una leyenda para los amantes del baloncesto y de Izan también he oído hablar, la promesa del balonmano español, aunque no lo sigo tanto. Entró en la selección absoluta a sus veintidós y sigue siendo el mejor desde entonces. Ahora debe de tener unos veinticinco, puesto que diría que se lleva dos años con Eric y ese tiene veintisiete. Desconocía que hubiese una hermana de por medio; se las han ingeniado muy bien para que no fuese noticia, porque, si no, mucho me temo que la cola para conquistarla sería más larga que la que ya debe de tener. Porque a una mujer como ella, estoy convencido de que le aparecen pretendientes a cada paso que da, solo les faltaría saber que encima viene de esa familia. De sus vidas personales se habla poco, siempre han querido mantenerlas separadas, aunque sí que se conoce que el hermano mayor es todo un donjuán. Vaya, como mi hermano pequeño.

En fin, que hago mis esfuerzos para sacarme ese rostro de la mente y me centro en lo que he venido a hacer hoy aquí. Algo complicado, puesto que cuando llegamos a la barra y nos acomodamos, mis ojos vuelven a fijarse en la mujer que se encuentra en el otro extremo. Mucho más relajada que cuando la he tenido delante. Está con su hermano y otra pareja, bueno, pareja no, porque ella está sentada en las piernas del otro chico. Y eso, sin motivo, me joroba por dentro. Debería ser yo el que la tuviera encima. Mierda. No. Eso no puedo pensarlo. Se muestra risueña y podría escuchar su risa si me esforzara, porque cuando la miro parece que todo lo que haya alrededor desaparezca.

Pido un whisky y me lo bebo de golpe, así que pido otro bajo la mirada de mi hermano. Por suerte, con lo que quiero contarle, parecerá que mis nervios se deben a otra cosa, y tendré excusa para el comportamiento que estoy teniendo.

—¿Me lo vas a contar ya? Me están robando la conquista. —Me señala en dirección a la señorita Miraver, y lo asesinaría ahora mismo solo por pensar en llevársela a la cama.

—Le voy a pedir a Inés que se case conmigo —le suelto antes de pensármelo dos veces.

—Te vas a arruinar la vida, pero allá tú, no seré yo quien se interponga. ¿Puedo ir ya a divertirme?

—¿En serio, Iker?

—No sé qué esperas que te diga. Inés no es una mujer para ti, llevo diciéndotelo cinco años y ahí sigues, así que no voy a hacerte cambiar de opinión ahora. ¿Quieres casarte? Pues adelante, seré un padrino ejemplar y te ayudaré en todo lo que necesites, pero si quieres que esté de acuerdo con que tires tu vida por la borda, no voy a hacerlo.

—¿Por qué piensas que no sería feliz?

—No es que piense que no lo serás, es que no lo eres. Hermanito, esa mujer es una arpía y te tiene cogido por las pelotas para que hagas exactamente lo que ella quiere en todo momento. Necesitas una mujer que te dé vida, no que te la quite, y una mujer que te encienda en todo momento nada más verla. —Con esa frase vuelvo a cruzarme con una mirada que ahora tiene los ojos puestos en mí y se acaba de levantar de un salto de donde estaba, como si tener al otro hombre detrás no fuese su intención.

—Sabes que no creo en esas cosas, la pasión y el fuego se acaban, la ternura y el cariño no.

—Pero se puede tener todo, lástima que no te atrevas a encontrarlo y te aferres a lo que te han ofrecido de primeras. ¡A tu salud! —Se bebe su vaso y desaparece en dirección a donde no quiero que vaya.

No estoy de acuerdo con él. No ha sido la primera mujer que me ha ofrecido algo, simplemente nos acostumbramos el uno al otro y no encuentro que sea nada malo si al final sale bien. No todo tienen que ser siempre historias increíbles, amores a primera vista, fuegos artificiales… A veces, las cosas se cuecen a fuego lento, vas creando una amistad y luego vas dándote cariño. Y no, no me aferro a ello, no tengo que encontrar nada porque ya lo he encontrado y estoy aprovechando lo que tengo, que es muy bueno. Inés es una gran compañera en mi vida.

Me quedo un rato más en la barra, cruzando miradas con la chica que me ha dejado atontado perdido y pronto voy a tener que largarme de aquí o los pantalones van a petar en público. Nunca me había sentido tan excitado sin un mero contacto femenino. Ni siquiera hemos intercambiado tres palabras seguidas y me siento como un auténtico pervertido. Ella también me mira, así que no debo ser el único que está sintiendo algo, o quizás piensa que soy un depravado por observarla tanto y se está asustando de mí. Tal vez debería acercarme y aclarar eso. Pero no, no tengo previsto hacerlo. Ella me observa y mantiene la mirada, a pesar de que en nuestro breve encuentro no ha podido hacerlo y se ha largado lo más rápido posible. Al parecer, en distancias largas debe de sentirse más segura. El rubor de sus mejillas es evidente, he notado perfectamente cómo adquirían un color, como sé que cuando nuestras miradas se cruzan su sorbo es mucho más largo que cuando solo la miro yo.

Cuando veo que ya no puedo soportarlo más, ya no solo es su mirada, su pose, sus carcajadas, todo lo que me provoca… ya no sé ni lo que es, las ganas de partirle la cara a mi hermano cada vez que la roza, o al tío que tiene detrás cuando intenta volver a sentarla encima de sus rodillas, se están apoderando de mí y me siento un cavernícola.

—Inés, nos vamos —le anuncio cuando llego a su encuentro.

—¿Qué dices?, yo me lo estoy pasando bien —se queja, como siempre. Normalmente, ella es quien manda y, si dice que nos quedamos, acabaremos haciéndolo, pero hoy no.

—Necesito largarme. —Y antes de que diga nada me lanzo a su cuello.

Un beso desesperado, ansioso, hambriento, fuerte, sin pudor, sin ternura, sin calma y sin respeto. Y sin sentido. No estoy pensando en ella. Nunca tengo estos arrebatos, nunca hemos compartido un momento así, por lo que su separación directa no me pilla por sorpresa.

—Nos vamos a casa —replica enfadada—, pero estos arrebatos los controlas.

Cuando me dirijo a despedirme de Iker, cambio de opinión, la mirada que me echa la pequeña de los Miraver me muestra una especie de dolor y decepción. Que tengo treinta y dos años, no puedo estar para estas historias ni estas idas de olla.

—Espero que sepas que no puedes hacer esto en público —me vuelve a decir Inés cuando estamos fuera—, pero espero que termines lo que has hecho de la misma manera. —Vaya, ahora le irá el juego sucio.

Sí, lo haré, el problema es que no lo haré pensando en ella.

Capítulo 3

Leire

Mis ojos no dan crédito a lo que acaban de ver. Ha estado jugando todo el rato conmigo y sus miraditas y, de repente, le da un beso de película a una mujer que a saber quién coño es. Vale, no tengo derecho a quejarme, he salido por patas cuando he tenido la oportunidad de saber algo sobre él o de poder rozar su piel de alguna manera. Pero los nervios me han podido, y no estoy muy acostumbrada a sentirlos como para saber afrontar la situación. Con deciros que Carla se ha preocupado, porque he llegado sofocada, es suficiente. He tenido que jurarle y rejurarle que no venía de echar un polvo con nadie.

Iker se ha sumado a nosotros poco después, y por suerte no ha mencionado nada del incidente. Mejor, porque solo faltaba que mi hermano supiese que he actuado como una pardilla para tener burlas durante todo el día de mañana. He bebido más de lo necesario, pero es que, si cierro los ojos, la misma imagen aparece una y otra vez. Estoy más caliente que en toda mi vida y no hemos intercambiado ni dos frases seguidas. ¿Cómo puede ser eso?

Debo ser sincera, y admitiré que con ese hombre no hubiese cumplido mi norma da las tres citas si me lo hubiese propuesto y eso me preocupa. Tal vez lo esté admitiendo porque sé que no puedo llevarlo a cabo y eso me reconforta un poco, lo que no quita la mosca que tengo detrás de la oreja para entender lo que está experimentando mi cuerpo.

Afortunadamente, no tenemos que quedarnos mucho más, mi hermano prometió solo hacer acto de presencia y un rato de paripé, así que no tenemos que alargarlo innecesariamente. Como también sé que no nos vamos a ir a ningún lado. Desde que se volvieron profesionales, mis hermanos perdieron un poco el espíritu de la noche, claro que tienen noches de todo, pero no se la jugarían a una semana de empezar la temporada, así que no voy a insistir.

—¿Puedo llamarte esta semana y tomamos algo? —me invita Iker antes de irnos.

—Claro. —Le facilito mi número y me despido con dos besos—. Espero que, si tenemos una cita, no utilices nuestro inicio de hoy, ha sido más que penoso. —Le guiño el ojo.

—¿Qué ha sido eso? —me pregunta Carla cuando estamos fuera.

—Nada. —Pongo los ojos en blanco porque ya se está creando películas dignas de Hollywood—. Me lo ha presentado mi hermano y ha intentado hacerme ver que quería estar a solas conmigo para ver como reaccionaba él. —Si le añado un poco de explicación, lograré convencerla del todo.

—A ti te pasa algo —me advierte.

—No vamos a salir, pero la última en casa sí que nos ofrecéis, ¿no? —nos interrumpe Víctor y se lo agradezco enormemente.

Claro que me pasa algo, parece que haya presenciado un striptease de veinte tíos buenos, o que alguien me haya estado haciendo preliminares durante horas, o yo qué sé. Ni siquiera tengo las palabras adecuadas para expresar cómo me siento y eso es muy estresante y me pone de los nervios. Porque estoy salida, y mucho más de lo que lo he estado jamás y sin motivo.

Me cojo al brazo de Víctor, bajo la atenta mirada de mi hermano, que ya me está reprochando las cosas antes de tiempo, y decidimos que podemos ir dando un paseo, que no estamos tan lejos. Carla tiene cuerda para rato, eso sí, está jodida porque su cita ha resultado ser un fraude: las fotos en internet pueden ser muy engañosas. Izan ya se encarga de animarla, porque una de sus hermanitas pequeñas no puede estar de bajón y mucho menos por un hombre.

Cuando llegamos al piso, dejo que sea ella quien se encargue del alcohol, que si no luego me echa la culpa porque no las he cargado suficiente y porque hemos dejado de tener quince años como para solo poner dos gotitas de ginebra.

—¿Me vas a contar ya a quién has visto? —me pregunta mi hermano cuando nos sentamos en la terraza.

—¿Cómo? —Frunzo el ceño, siempre es mejor hacerse la tonta.

—Hermanita, que nos conocemos y tu actitud… vamos, que hablas con el cuerpo más de lo que te gustaría.

—Un fantasma —admito, quizás cuela—. Carla o las pones ya o me voy a la cama. —Y desviar el tema es el segundo paso.

—Ya me lo contarás, ya, y vigila lo que haces con Iker, que te voy a tener controlada. No le voy a dar una comisión para que se trinque a mi hermana. —No puedo evitar reírme.

—Si algún día necesito que me pagues un prostituto, te aviso. —Suerte que Carla rompe este momento.

No tengo ninguna intención de esa clase con Iker, me ha caído bien y no pierdo nada por pasar un rato agradable con alguien de Madrid. Al fin y al cabo, tengo que empezar a relacionarme por aquí para abrirme camino, o grupito, mejor dicho. A este paso voy a acabar con Carla forever alone, o con alguno de los muermos de mi clase o de los pijolinis que hay. Vale, quizás tengo una espinilla dentro que me dice que hay alguna posibilidad de volver a cruzarme con esos ojos claros, del que ni siquiera me acuerdo del nombre. Soy patética, me acabo de dar cuenta.

—Oye, ¿dónde está Víctor? —pregunto al darme cuenta de que solo somos tres.

—Esperándote en la cama —suelta Carla tan ancha.

—¡Carla, por favor! —la reprende mi hermano.

—No me fastidies que tú también te has vuelto mojigato, déjala que disfrute un poco, que lo ha calentado toda la noche, pues que ahora remate —lo rebate ella.

—Perdón, pero yo no he calentado a nadie. —O vale, un poco, imaginándome que era otro—. Además, que lo acabo de conocer.

—Tienes a un hombre que desnudo debe de ser toda una fantasía en una cama esperándote, deja las putas citas de lado.

—Solo coincido en que lo de las tres citas es una chorrada, pero, hermanita, deja a mis amigos, que luego los tengo que aguantar yo.

—¿Yo no tengo copa? —Aparece el susodicho y lo único que ha hecho es ponerse cómodo, así que la mirada que le echo a Carla lo dice todo—. ¿Qué me he perdido? —Imagino que nos está viendo las caras.

—Que estabas esperando a Leire en su cama para… —Se encoje de hombros Carla y se queda tan ancha.

—Ya te avisé de que estaban piradas —se defiende Izan tras observar la sorpresa de su amigo.

—Oye, hermanito —me quejo—, que no es nada malo querer acostarse conmigo, ¿eh?

—Mejor tomemos algo y nos conocemos —habla Víctor al sentarse.

Sí, será mejor que tomemos asiento y nos centremos en pasarlo bien con una copa en la mano y la brisa de la noche. Que estamos en septiembre y todavía se puede disfrutar del aire fresco a estas horas de la madrugada. Y como tampoco sabemos cuándo volveremos a estar tan bien acompañadas, lo aprovechamos.

Con mi hermano hablo diariamente, fue la única norma que interpusimos cuando mi hermano Eric se fue a las Américas, que el contacto fuese diario y lo seguimos cumpliendo. Son mi gran pilar y entre nosotros nunca hemos tenido secretos. Me arroparon cuando nací y cuando fui consciente de todo lo que provoqué, lo hicieron el doble. No sé qué haría sin ellos, y aunque me acusen de traerlos locos a todos y que deban ir vigilando con quién me voy, sé que lo dicen en broma y que nunca dejarían que me pasara nada malo.

No poder ver a Eric tanto me mata, pero todo sea por su carrera, que todos sabemos que no será eterna, es la pega que tienen los profesionales del deporte. Suerte que en su caso cobra un sueldo que le servirá de por vida, y en casa tampoco nos podemos quejar. Por lo que, mientras pueda, que lo aproveche. Y, además, que ir a visitarlo siempre es una aventura, y no solo porque me fascina América, sino también por los americanos. Y ahora con todas las tecnologías, estar lejos no es tan duro, nos vemos a través de una pantalla y listos.

En cuanto a Izan, serán los primeros dos años que pasaremos separados, aunque Barcelona y Madrid no están tan lejos, y creo que forzaremos visitas a menudo. Sin ir más lejos, en un par de semanas lo volveré a tener por aquí, y yo planeo volver uno o dos fines de semana al mes, intentaré que sean los que jueguen en casa.

Ni siquiera estoy pendiente de la conversación que están manteniendo, por lo visto debe de ser divertida porque las carcajadas se deben de oír hasta en la calle. Poco me importa que se estén riendo de mí, yo sigo anclada en un momento de esta noche, en unos ojos que parece que se han convertido en una tortura para mí, y no quiero ni imaginar qué hubiese sido de mí de haber tenido otro tipo de contacto.

Mientras pienso en ese hombre que ha sido capaz de dejarme sin aliento, no puedo evitar analizar a Víctor. Un tipo moreno, corpulento, de ojos color miel; vamos, cualquier chico que nos provocaría un suspiro si nos lo encontramos una noche de fiesta. Sé lo que estáis pensando, y es lo mismo que me está pasando a mí. Estoy intentando substituir lo que he visto esta noche y me mentalizo de que lo que tengo delante es mejor. Y no, sé que no lo es, o no del todo, pero es asequible.

Probablemente cometa una locura, lo sé, pero me encuentro en un estado que me cuesta pensar con claridad. Es una situación totalmente desconocida para mí y jamás había tenido tanto deseo desatado con solo una mirada. Normalmente soy yo la que consigue controlarlos a ellos, engatusarlos o llevarlos a mi terreno y marcar mis tiempos, y, sin embargo, tengo claro que ese hombre podría conseguir que hiciese cualquier cosa.

Y solo he estado con él dos segundos, y solo me ha salido un simple «encantada», a lo gilipollas de turno. ¿Cuándo un hombre me ha intimidado a mí? Lo nunca visto. Yo, que me he criado entre ellos, que he tenido dos portentos toda la vida en casa machacándome con ese tema y convenciéndome de que tenía que hacerme valer. En fin, que por lo visto llega uno y es capaz de cambiarte los pensamientos de un momento a otro.

—Chicos, me retiro, mañana tengo que reunirme con Iker para firmarlo todo, así podremos comer celebrándolo antes de marcharnos —anuncia mi hermano.

—Te has vuelto un aburrido —le suelta Carla—. Eso de ser responsable no te pega.

—Era más divertido cuando tenía que ir pegando puñetazos para separarlos de mi hermana.

—Oye, que por mí no tuviste que pelearte nunca —le rebato—. Pero yo también voy a ir retirándome, estoy molida.

—¿De qué? —preguntan sorprendidos los dos a la vez.

—De vivir mis fantasías. —Que una ya no puede estar cansada sin esfuerzos.

—Vaya una estás hecha, pues nos vamos a la cama. —Se levanta Carla para seguirme dentro.

—Cada una a la suya, no estoy preparado para tenerte de cuñada —nos advierte Izan.

—Que sí, que sí. —Nos reímos las dos—. Yo voy a hacerte caso y voy a desmelenarme —le confieso a mi compañera.

Así que vuelvo a la terraza a ayudar a Víctor, que lo habíamos dejado al pobre recogiéndolo todo, y empieza mi juego de seducción. Yo necesito sacarme todo lo que tengo dentro y me sabe mal utilizarlo, pero seguro que nos llevamos algo bueno los dos.

Capítulo 4

Rubén

—¡Joodeeer! —grito cuando consigo alcanzar el placer absoluto.

Ha sido descomunal, no recuerdo haber disfrutado tanto en la vida. Vale, ha sido más como animal, yo que siempre he intentado tratarlas bien y darles más cariño que otra cosa. Pero hoy lo necesitaba. Necesitaba sentirme así de libre y descargar sin pensar. Claro que ahora, tras acabar y desplumarme en la cama, me siento un pelín mal y culpable. No debería engañarla, como tampoco debería engañarme a mí. Ella no ha sido la responsable del mejor orgasmo de mi vida hasta el momento.

—Quiero que tengamos un hijo —me suelta cuando hemos recobrado la respiración.

—¿Cómo? —¿Quién coño dice eso después de un polvo como este?

—Quiero un hijo tuyo —vuele a decirme Inés.

—Es el subidón del momento, mañana lo hablamos mejor —trato de disuadir porque creo que todo mi buen humor se acaba de esfumar.

—No, Rubén, quiero tenerlo. Sé que no vas a tardar en pedirme que me case contigo, así que yo quiero pedirte un hijo.

—Voy a ir a lavarme esto —me disculpo al levantarme.

Vaya cortarrollos está hecha. Claro que sabe que iba a pedírselo, esta mujer lo sabe todo y ella misma se ha encargado de echarme indirectas de todo tipo para que yo me preocupe de hacerlo bien. Siempre hace lo mismo. Quizás mi hermano tenga un poco de razón y me dejo coaccionar por esta mujer.

No, no debería pensar así, no después de todos los años que hemos compartido y lo seguro que estaba de mis decisiones hace apenas unas horas. ¿Cómo puede mi mente cambiar tanto en un segundo? No, ha sido solo un espejismo, unos nervios de última hora. Tal vez un toque de atención para decirme que tenía que probar algo así. El ser un animal, un depravado y hacerlo con toda la fuerza que tengo. Tenía que hacerlo antes de estar seguro del todo de la decisión que voy a tomar. Casarme con Inés, quedarme con ella para siempre.

Estoy convencido de que es lo que quiero y, sobre todo, de que es lo correcto. Estamos bien, nos entendemos y nos compenetramos, no necesito nada más para ser feliz. Estar a su lado me es suficiente, y aunque Iker se empeñe en creer que llevamos una vida de cincuentones aburridos, yo creo que se equivoca. Lo de hoy ha sido por la emoción de decírselo a mi hermano y que se convierta así en algo más real, más cercano.

No me esperaba que tras lo que hemos vivido, que ni siquiera he tenido tiempo de preguntarle si estaba bien o qué le había parecido, me dijera que quiere tener un hijo conmigo. No es que no me planteé ser padre, solo que no lo he pensado a corto plazo. Tengo tiempo de sobra para mentalizarme de tener un mini yo o una mini Inés correteando por aquí. No es un tema que hayamos hablado con anterioridad, así que me ha pillado por sorpresa. Por sorpresa y sin ser el momento adecuado.

Como ya os dije, la relación con Inés fue algo que se coció a fuego lento y así ha sido siempre. Una primera vez en un hotelito rural, unas citas con velas y besos en la puerta de su casa, varios viajes descubriendo ciudades en las que pasas más tiempo fuera que dentro del hotel… Vamos, lo que sería una pareja al uso, imagino. Lo que he vivido esta noche se ciñe más a lo que me cuenta mi hermano de sus historias. Claro que no es un muy buen ejemplo a seguir si a los treinta todavía no ha experimentado lo que es tener una pareja. Él es más de estos arrebatos de pasión sin importar el dónde, de ser pervertido, de tomar el mando… Sí, somos hermanos y nos lo contamos todo, y mucho más cuando alardear de sus conquistas es su deporte favorito.

Por todo eso no entiendo qué me ha pasado hoy. Y lo que más me joroba es que, ni después de lo que acabo de experimentar en la cama con Inés, sea capaz de sacarme esos ojos azules de mi mente. No puede ser posible que unos simples ojos, una sola mirada, pueda robarte tantos pensamientos. Y solo de imaginármelos de nuevo, mi miembro vuelve a saludarme. Esto no puede ser posible.

Salgo del baño, ya no sé si para tirarme por el balcón o para meterme de nuevo en faena, pero Inés duerme plácidamente en su lado de la cama. Por lo menos, la he dejado exhausta a ella, yo me temo que voy a cambiar el rumbo y meterme en la ducha. De agua congelada si quiero conseguir que esto baje del todo.

No sé cuánto rato paso bajo el chorro, tampoco me importa. Dicen que el agua fría viene bien para la circulación y espero que así sea, por lo pronto, que me deje renovado y me saque estos niveles de calentura que tengo en el cuerpo. No puedo dejar de pensar en ella, y ahora mismo caigo en que ni siquiera me han dicho su nombre, lo que no impide que mi mente se la imagine en todas las posturas habidas y por haber. ¿Cuándo me he vuelto yo un pervertido? ¿Cuándo he pensado yo así de una mujer a primera vista? Nunca. Estoy seguro de ello, no fui un adolescente al uso, soy consciente, porque mi interés por las mujeres llegó tarde y nunca he sido muy pasional. Así que no sé qué cojones hago tomándome estas licencias con esa mujer.

Lo que está claro es que da igual lo que quiera yo o lo que quiera pensar, mi cerebro está actuando por libre y ha cogido carrerilla en cuanto a imaginación se refiere. Sus labios perfectamente delineados, con ese suspiro que me dedicó al decirme «encantada» antes de salir corriendo, me los imagino a dos centímetros de los míos, gimiendo, entreabiertos… Puedo observar su boca alrededor de mi polla, o simplemente mordiéndose el labio inferior. En todas esas cosas, mi amiguito está contento, porque hoy me está dando más guerra que en mi vida. Me encantaría volver a perderme en esos ojos puramente azules, y acariciar su piel blanca que parecía de porcelana.

Basta. Esto no es normal. Soy un degenerado. Esta tontería termina aquí y ahora. Tengo un futuro en mente y no puedo andar con estas estupideces. Y cuando creo que las cosas no pueden empeorar, mi hermano me envía un mensaje diciendo que está en mi puerta y que se queda a dormir aquí. Entiendo que viva a las afueras, pero no me apetece lidiar con él ahora. Algo de lo que no puedo escaquearme, porque de pensar que esté durmiendo va a llamar al timbre sin piedad y entonces me las voy a cargar por parte de la mujer que está en la cama.

—¿No has ligado hoy para tener refugio? —le pregunto nada más abrir la puerta.

—Veo que me tienes bien considerado —responde él—. ¿No dormías? Iba a decir que tenías cara de haber disfrutado bien, pero… —señala mi entrepierna— creo que no le has dado suficiente. —Lo que me faltaba.

—¿Has acabado con tus bromas? ¿Puedo irme a la cama? —No voy a mantener una conversación con él ahora y menos en estas condiciones.

—Claro, hermanito, mañana necesito que estés despierto, tengo algo que proponerte.

—Una cerveza y me lo cuentas. —Sabe que no puede dejarme con la intriga, por eso mismo lo hace. Si es que soy demasiado débil a veces.

Él mismo coge las cervezas de la nevera. No es que me apetezcan ahora, tengo otras cosas en mente, pero o le doy lo que quiere o la noche se me va a hacer eterna. Mejor contentarlo, mañana poder descansar todo el día y el lunes volver a la rutina. Tengo una pedida de mano que organizar.

—Verás…. Me he ofrecido a Leire para enseñarle Madrid y a presentarle gente, por lo de ser cortés y esas cosas… pero tengo que hacerlo bien.

—¿Quién es Leire? —Vamos a empezar por el principio.

—Joder, Rubén, y tú eres el listo de los dos… —Pone los ojos en blanco—. Leire Miraver, la hermana de Izan. —«Leire», repito interiormente, la chica que me roba el sueño ya tiene nombre.

—¿Y qué tengo que ver yo en esto? —Todo lo que sea relacionarme con ella no creo que sea muy buena idea.

—Pues… es que yo no puedo presentarle mi círculo, ambos sabemos que saldría corriendo y no me la puedo jugar siendo la hermana de Izan, ya me entiendes. —Pues la verdad es que no mucho—. Pensaba que pudiésemos quedar un día los dos con ella y luego con los tuyos, seguro que les cae bien a Héctor y Tomás.

—¿Te has parado a pensar que a ella le puede ir la marcha como a ti? —Quién sabe, la juventud de hoy en día sube muy arriba.

—Claro que sí, es lo más seguro, después de verla con Izan, Carla y Víctor hoy, lo más probable es que hoy se haya tirado al amigo de su hermano, solo que yo no puedo mostrarle las cartas de primeras si no quiero que su hermano me corte las pelotas. —Cada día está más claro que tengo un hermano sin neuronas.

—Iker, deja la bebida —le aconsejo—. Me voy a dormir. Mañana firma con su hermano y apáñatelas con ella si quieres, dudo que esa mujer no tenga carácter, conociendo a sus dos hermanos. Buenas noches.

Me largo del comedor antes de que me convenza de cualquiera de sus estupideces. Además, que ya me ha tocado las narices. Solo de imaginar que, de verdad, haya terminado la noche con el hombre que tenía detrás, me pongo de mala leche. Tiene derecho, claro, solo que a mí me cuesta sacármela de la cabeza y me jode. No lo sé, estoy en un estado que no puedo entenderme ni yo.

Me vuelvo a la cama y esta vez sí que me tumbo. Debo intentar dormir, por mucho que me cueste, debo hacerlo para no parecer un zombi mañana. Sé que fichando a Izan, este se convertirá en su mejor cliente y él escalará puestos en su empresa, imagino que por eso le preocupa tanto que Leire le cuente cosas malas sobre él y rompa el trato. Pero por lo poco que he observado hoy, dudo mucho que ella recurra a sus hermanos para cosas como esta o no sepa dónde deba o quiera meterse.

Lo que más me jode es que dentro de mí tengo la necesidad de arruinar cualquier cosa que pueda pasar entre mi hermano y ella. Por alguna extraña razón me sale un instinto protector y me gustaría evitar que cayera en sus redes. Que nadie sabe si a ella le va el mismo juego y si Iker encaja en su terreno, ni siquiera he mantenido dos frases con ella, pero si lo hace, que sea plenamente consciente de cómo es él, nada de engaños de por medio.

Por hoy me temo que ya ha sido suficiente y que mi cabeza podría darme una tregua de unas horas; mañana, tal vez, pueda verlo todo con más claridad.