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Fernán Caballero

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Veröffentlichungsjahr: 1867

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La Mitología contada a los niños, e Historia de los grandes hombres de la Grecia

Fernán Caballero

Índice

Cubierta

Portada

Preliminares

La Mitología contada a los niños, e Historia de los grandes hombres de la Grecia

Prólogo de los editores

PRIMERA PARTE. MITOLOGÍA

CAPÍTULO PRIMERO

CAP. II

CAP. III.—Saturno

CAP. IV.—Cibeles

CAP. V.—Júpiter

CAP. VI.—Neptuno y las ninfas marinas

CAP. VII.—Pluton y el orco

CAP. VIII —Minerva

CAP. IX.—Venus y cupido

CAP. X.—Baco—Ariadna

CAP. XI.—Apolo y las musas

CAP. XII.—Diana

CAP. XIII.—Esculapio.—Hébe.—Nemesis.—Los Ciclopes.—Argos

CAP. XIV.—Allas.—Mercurio.—Lares.—Penales

CAP. XV.—Infierno, averno ú orco

CAP. XVI.—Eolo.—Bóreas.—Zéfiro.—Eco.-Proleo

CAP. XVII.—Animales fabulosos.—La Quimera, la Esfinge, Can-cerbero, Hidra de lerna, Hipogrifo, Salam

CAP. XVIII.—Divinidades campeslres

Locuciones lomadas de la Milologia

SEGUNDA PARTE. HISTORIA DE LOS HÉROES Y SEMI-DIOSES DE LOS GRIEGOS

CAPITULO PRIMERO.—Hércules

CAP. II.—Teséo, Cadmo, Jason

CAP. III—Agamenón y Orestes

CAP. IV.—Ulises

CAP. V.—Perséo

CAP. VI.—Cáslor y Pólux

CAP. VII —Edipo

CAP. VIII.—Aquiles

CAP. IX.—Deucalion y Pirra

CAP. X.—Jano

TERCERA PARTE. HISTORIA DE LOS HOMBRES CÉLEBRES DE GRECIA.

CAPITULO PRIMERO. Los siete sabios

CAP. II.—Licurgo

CAP. III.—Sócrates

CAP. IV.—Platon

CAP. V.—Aristóteles

Cap. VI.—Heráclito

Cap. VII—Demócrilo

CAP. VIII.—Crates

Cap. IX.—Diógenes

CAP. X.—Arislipo

CAP. XI.—Pitágoras

CAP. XII.—Epicuro

CAP. XIII.—Epitecto

CAP. XIV.—Teofrasto

CAP. XV.—Heredólo

CAP. XVI.—Epaminondas

CAP. XVII.—Pelópidas

CAP. XVIII.—Jenofonte

CAP. XIX.—Milcíades y Cimon

CAP. XX—Homero

CAP. XXI.—Esopo

CAP. XXII.—Hesiodo, Pausanias, Píndaro, Sófocles, Euripides, Esquiles

CAP. XXIII.—Hipócrates

CAP. XXIV.—Deinóstenes

Notas

Acerca de esta edición

Enlaces relacionados

PRÓLOGO DE LOS EDITORES

AUN cuando es cierto que la musa de las mentiras ha sido derrotada por la musa de las verdades, segun la hermosa frase de Chateaubriand, y que por lo mismo las bellezas del Cristianismo han oscurecido y desterrado casi por completo la Mitología del campo de la poesía y de las bellas artes, no lo es ménos que el conocimiento de las falsas deidades del Paganismo y de sus héroes ó semidioses es indispensable para estudiar con provecho la historia de los grandes pueblos de la antigüedad, en particular del griego, tan fecundo en esclarecidos hechos, como portentoso en sus producciones artísticas y literarias, admirables por su originalidad, por su perfeccion y belleza.

Dar á conocer la Mitología á los niños, es prepararles para que puedan comprender, gozar y admirar las obras que nos legaron como modelos de buen gusto los sublimes genios que brotaron de Grecia y Roma.

Los caprichos de la fábula, se dirá con fundado motivo, son hijos frecuencia del desenfreno de las pasiones, que el hombre ha querido justificar divinizándolas. No los pongais delante de la niñez, exponiéndoos á mancillar el candor de su inocencia. No hay que temer; la mano maestra y delicada que ha trazado á grandes y hermosos rasgos los cuadros de Mitología que ofrecemos á los niños, es bastante hábil para que no figure en ellos más que lo que es de utilidad verdadera. Ella misma, y con igual acierto, ha presentado al estudio de los niños, como digno complemento de su obra, una preciosa coleccion de historias de los grandes hombres de la Grecia, cuya lectura infunde en el espíritu levantados sentimientos y excita en el ánimo vivos deseos de parecerse á aquellos magníficos modelos de virtud patria, cuya imitacion es en nuestros tiempos más asequible; porque el hombre está sostenido por una fuerza misteriosa de que carecieron los héroes y sabios de la antigua Grecia: por la doctrina emanada de la revelacion divina.

Para que la enseñanza de este libro sea más eficaz é impresione más agradable y provechosamente á los tiernos lectores á quienes se dedica, va adornado con cien grabados, obra de los mejores artistas de esta capital.

¡Con cuánto gusto no recibirá un niño en premio de su aplicacion tan interesante libro?

Apesar de lo referido, la mejor garantía de su bondad estriba en el nombre de la sabia persona á cuya pluma se debe. Su fama no se detiene en los confines de nuestra patria, es ya universal; de nadie es desconocido el extraordinario mérito literario de FERNAN CABALLERO.

PEQUEÑO CURSO DE MITOLOGÍA PARA LOS NIÑOS

CAPÍTULO PRIMERO

MUCHAS cosas hay que no podeis aprender, niños míos, lo uno porque no están á vuestros alcances y las aprenderiais sin comprenderlas, lo cual es tarea de loros; lo otro, porque no se puede exigir de vuestra móvil atencion la perseverancia necesaria para fijarse todo el tiempo que seria preciso para explicároslas. Pero como tampoco os debeis criar ignorantes, desaplicados ni ociosos, convendria que las personas que se interesan por vosotros pusiesen la enseñanza á vuestro alcance. La que procuraré daros en este libro, que os dedico, sobre la Mitología, no es la suficiente, y más adelante necesitareis adquirirla más cumplida; pero las nociones que ahora recibais, serán como las aguas de una buena otoñada, que, sin labrar la tierra, la preparan para recibir el cultivo á su debido tiempo, puesto que las cosas que en la niñez se aprenden no se olvidan nunca; lo cual sé por experiencia. Para probároslo, os referiré una cosa que leí cuando niño en un libro de enseñanza religiosa, que fué uno de los que me prepararon para celebrar debidamente el más feliz é inolvidable dia de mi vida, aquel en que hice «mi primera comunion». Decia el excelente maestro que lo escribió, dirigiéndose á sus discípulos.

«Hijos míos, si os pareciese largo el tiempo que invirtais en leer lo que para vosotros escribo, tened presente que mucho más largo ha sido el que he invertido yo en escribirlo». Y esto, que nunca he olvidado, me ha servido toda mi vida.

Recuerdo esto y os lo refiero, niños mios, por dos razones, la una para probaros que no se olvida lo que en la niñez se aprende, la otra para que tengais presente que más me ha costado á mí en tiempo y trabajo el escribir estos apuntes sobre la Mitología, que á vosotros costará el leerlos.

Mitología es una palabra compuesta de dos voces griegas, que expresan ó creencia ó religion fabulosa.

Los hombres olvidados del verdadero Dios, su Criador, inventaron divinidades á su albedrío; porque en el alma que Dios crió con soplo divino, existe siempre un anhelo, una necesidad de elevarse y someterse á un poder superior, que se adora, se respeta y se invoca. Cuando el hombre ya no siente esas altas y divinas inspiraciones... compadecedle, porque ahogó su alma.

La Mitología es, pues, una religion que crearon los gentiles, y de ella me propongo dar á vosotros una clara, aunque sucinta, idea.

CAPÍTULO II

EMPEZARON aquellos espíritus extraviados por adorar como dioses al sol y á la luna, porque son lo más bello y admirable de lo creado. Pero con el tiempo este estéril culto no les bastó, y se pusieron á adorar á los hombres que entre ellos descollaban y á las cosas, á las que daban personalidad ó personificaban: así lo hicieron con las virtudes, y aun con los vicios. Esto es, pues, la Mitología ó Fábula, esa religion de los paganos, disparatada, descompuesta y hasta criminal, que habria caído entre nosotros los cristianos en el olvido y desprecio que merece, á no ser porque la embellecieron los afamados poetas griegos y latinos, cantándola, y los excelentes artistas atenienses con sus obras maestras, que siempre se dirigieron al culto de sus falsos dioses. Así, embellecida y poetizada, ha seguido dando imágenes y alegorías á los poetas, y modelos á los artistas, por lo cual se presentan de continuo á nuestra vista producidos esos lindos emblemas que creó la florida imaginacion de aquellos poetas, y vemos copiadas sus perfectas obras artísticas; y sucede que aquel que no sabe á lo que se refieren, ni lo que significan, pasa en sociedad por un ignorante y se expone á no comprender ni las cosas que ve ni las cosas que oye.

Tan generalizado y esparcido está el conocimiento de la Mitología, que existen cantidad de expresiones hasta populares que dimanan de ella, cuales son: un pánico, la rueda de la fortuna, un alcides, una bacanal, y otras calificaciones. Tambien en el Zodíaco, ó curso anual del sol, han conservado los astrónomos los emblemas que empleó aquélla para el mismo objeto.

Dicen que Nino, Soberano del Imperio asirio, fué el primero que introdujo entre los hombres esta idolatría, levantando á su padre, á quien deificó ó hizo Dios, una estátua, y forzando á su pueblo á que la adorase; y siguiendo este giro, fueron deificados Saturno, Júpiter y otros soberanos. Pero no tratamos de investigar eruditamente el orígen de la Mitología, ni de inquirir la realidad que sirvió de base á este deforme parto de imaginaciones ricas y extraviadas; sólo tratamos de tomar una corta, pero exacta, idea de ella misma. Como no es historia, ni es doctrina, ni tiene leyes, ni consecuencia, os daremos á conocer por su órden sus dioses, sus Semi-dioses, Génios y Ninfas, y de estas relaciones parciales se desprenderá ese conjunto que forma la Mitología.

CAPÍTULO III.

SATURNO

EMPEZARÉMOS nuestra relacion como las amas cuando os cuentan sus bellos cuentos de encantamientos. Casáronse... ¿quién pensareis? El Cielo y la Tierra. Al Cielo llamaron los latinos «Coelum» y los griegos «Uranus»; á la Tierra, «Vesta», y tambien «Rea».

Tuvieron dos hijos, era el mayor un tremendo gigante llamado Titan, y el segundo fué el Tiempo, llamado Saturno. Por incontestable derecho de primogenitura pertenecia á Titan el imperio del Universo. A instigaciones de su madre se lo cedió á Saturno; pero con la condicion de que no habia de criar ningún hijo varon, lo cual prometió; y habiéndose casado con Cibeles, cada vez que ésta paria un hijo varon, se lo engullia como si fuese un merengue. Observad, no obstante: la parte de alegoría que encierra este hecho horrible y disparatado, prueba que el tiempo engulle á sus hijos, esto es: un siglo á los años, los años á los meses, los meses á los dias, los dias á las horas, que son sus propios hijos.

En una ocasion tuvo Cibeles mellizos: escondió á uno, que era varon, y sólo enseñó á su marido á la niña. Otros dicen que le presentó un canto, que, sin descubrir el engaño, se tragó Saturno, sin que se le atorase, con lo que quieren demostrar que todo sin excepcion lo consume el tiempo.

Titan supo esto, y que el niño (que era Júpiter) existia, y ofendido de ese engaño hizo la guerra á su hermano Saturno, á quien venció y puso preso. Pero cuando Júpiter llegó á ser hombre, libertó á su padre, y Titan y los demás Titanes, hijos de éste, fueron vencidos y exterminados por él.

El Destino habia predicho á Saturno que su hijo le quitaria el reino del cielo pagano, que se llamaba «Olimpo». Así fué que persiguió á su hijo; pero fué vencido por éste, que lo desterró del Olimpo. Saturno se refugió á la parte de Italia en que despues fué labrada Roma, que recibió el nombre de «Latium», derivado de «latere», que significa estar escondido.

Representaban á Saturno como un viejo con grandes alas, para figurar lo aprisa que vuela el tiempo; tenia en una mano un reloj de arena y en la otra una hoz, con la que va segando las cosas todas, aun aquellas á las que él mismo ha dado existencia.

Las fiestas que se hacian á Saturno eran llamadas «Saturnales», y ¡qué tales no serian de descompuestas y groseras, cuando aun en nuestros dias sirve esa voz para designar reuniones escandalosas y odiosas

Ya estais, pues, enterados del orígen y del principio de la Mitología; de que el Cielo «Uranus» se casó con la Tierra «Vesta»; que tuvieron dos hijos, «Titan» y el «Tiempo» ó «Saturno»; que éste tuvo por mujer á «Cibeles», y por hijos, primero á Júpiter y Juno, y más adelante á Neptuno, Pluton y Céres, de quienes os hablaré más adelante; por ahora lo que os suplico es que no olvideis lo referido, para que no esté yo haciendo este trabajo en valde.

CAPÍTULO IV.

CIBELES

A Cibeles, mujer de Saturno, han dado los poetas varios nombres, que han tomado de las montañas de Frigia en donde más principalmente se la veneraba y que son «Dindimena, Berecinthia é Ida». Tambien era nombrada Magna-Mater por ser la madre de los dioses de primera categoría, como asi mismo «Ops y Tellus (Tierra)»; porque así como su marido presidia en el cielo, ella presidia en la tierra y procuraba socorros á los mortales. Representábanla sentada en tierra y con un tamboril en la mano y algunos animales á su lado; otras veces en un carro, del que tiraban leones, con una corona de murallas y torres ó bien de ramaje, llevando en la mano una llave en señal de que en invierno encierra la vegetacion y en la primavera la abre con mano liberal. Los sacerdotes de Cibeles se llamaban «Dáctilos», que significa «dedos»; por ser su número diez, el mismo que el de los dedos. Celebraban estos sacerdotes las fiestas de su diosa con gritos confusos, tamboriles y pífanos.

Algunos la han denominado Vesta, por lo que muchos eruditos han creido que habia dos Vestas, y aun hay otra tercera más moderna que presidia al fuego. Numa Pompilio, Rey de Roma, le consagró un altar, y ordenó que jóvenes doncellas que se llamaron «Vestales», cuidasen de tener en él siempre fuego encendido. Considerábase el que se apagase como una gran desgracia, y si sucedia por descuido de las Vestales, eran éstas severamente castigadas. Renovábase el fuego en marzo, y solo debia encenderse por medio de los rayos del sol.

CAPÍTULO V.

JÚPITER

DESPUES que este desterró á su padre, segun os he referido, repartió con sus hermanos el imperio del Universo; dió el de las aguas á Neptuno, el de los infiernos á Pluton y se reservó el del Cielo ú Olimpo. Mas en tanto la Tierra, mujer de Titan, furiosa contra Júpiter, porque habia muerto á sus hijos los Titanes, crió los gigantes , hombres tremendos en estatura y fuerza. Fueron los principales entre éstos: Encélado, Briareo ó Egéon, y Giges. Colocaron montañas sobre montañas para escalar el Cielo, pero habiendo sido rechazados por Júpiter con sus armas, que son los rayos y las centellas, quedaron sepultados debajo de las mismas montañas que habian amontonado. Los demás dioses que convocó Júpiter en su ayuda, se espantaron tanto con la vista de aquellos gigantes, que huyeron á Egipto, donde se disfrazaron de animales y plantas, y por eso en Egipto se rinde culto á muchas de éstas y de aquellos. Solo Baco, hijo de Júpiter, tuvo valor para combatir á los gigantes, lo que hizo tomando la forma de un leon y animado por su padre, que le gritaba «Evoe, eu, uie», que quiere decir: valor, valor, hijo mio.

Egéon ó Briareo tenia cincuenta cabezas y cien brazos. Encélado era el más poderoso; Júpiter lanzó sobre él el monte Etna, y en Sicilia cuando habia temblor de tierra decian que provenia de los esfuerzos que hacia Encelado por libertarse del peso que le oprimia.

Cibeles habia parido á Júpiter en Creta, donde permaneció escondido en su infancia en un antro denominado Dicté, al cuidado de dos Ninfas llamadas Melisas, que lo sustentaron con la leche de la cabra Amaltea, que Júpiter premió despues transformándola en estrella y á las Ninfas dándoles un cuerno de Amaltea al que dió la virtud de contener cuanto se le pedia; éste es el famoso cuerno de la abundancia, que satisfacia todos los deseos, y la más ilusoria de todas las invenciones del paganismo. Los deseos de los hombres son como las cabezas de la hidra, cuando uno se satisface, nacen varios en su lugar. El verdadero cuerno de la abundancia es gozar de lo que se tiene, por poco que sea, y no desear mas.

Cuando Júpiter hizo al hombre, los demás dioses celosos quisieron hacer otro tanto, y contribuyendo cada cual con algo, crearon á una mujer, que llamaron Pandora, que quiere decir formada por los dones de todos; Júpiter por castigar el orgullo de aquellos en haber querido competir con él, dió á Pandora una caja que contenia todos los males. Pandora se la llevó á Epitemeo, que fué su marido, el que abrió la caja y todos los males se esparcieron por la tierra; de aquí provino al mundo la edad de hierro(1).